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Pasos tranquilos
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Souls&Swords - Foro interpretativo inspirado en Bleach :: Gotei :: Escuadrón Makoto - Sinceridad Absoluta
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Pasos tranquilos
La suave y trémula luz del alba se colaba tímidamente por los resquicios de las ventanas, iluminando tenuemente una estancia pequeña. Los rayos difusos incidían sobre un futón revuelto por un sueño apacible que se había roto momentos antes, cuando la aparición del sol comenzó a invadir la basta extensión del firmamento. Era el indicio ineludible de que, esa mañana, sería un día para recordar; quizás no por generaciones pero sí por aquellos que habitaban la casa familiar.
Sentada sobre sus tobillos, observaba minuciosamente el uniforme cuidadosamente doblado a los pies de su cama. Había despertado poco antes del amanecer ligeramente preocupada por el transcurso del día; a fin de cuentas, era muy consciente de todo lo que se le plantaba de ahora en adelante y pese a que estaba calma, temía cometer errores. Aquellos ropajes significaban mucho más que deberes y obligaciones ineludibles, representaban una oportunidad largo tiempo ansiada; la oportunidad de devolverle a su padre adoptivo todo lo que le había entregado desinteresadamente durante años para que su duda moral, no la hiciera agonizar. En alguna parte de sí misma, Isono se sentúa culpable por las disputas que casi disolvieron la familia; sabía que surgieron por alguna razón y temía, que ella tuviera algo que ver.
Desde que los demás miembros de la familia abandonasen a Kagetsu, la casa se había sumergido en un denso letargo del que parecía condenada a no salir jamás. Ya no se escuchaban voces susurrantes por los pasillos ni risas en el jardín, sólo un basto e incómodo silencio, siempre delator de lo que acontecido años atrás. Isono se había negado a abandonar las estancias familiar: no quería dejar solo a Kagetsu, aunque éste ni siquiera le dirigiera la mirada; no por compasión, sino porque veneraba a ese hombre por su sabiduría y su firme integridad; él había sido la mano diestra que templó el acero incandescente de su carácter y le dio forma con tiempo e infinita paciencia. ¿Qué clase de hija sería si abandonaba a su padre?
Suspiró profundamente. Con lentitud y parsimonia se puso en pie sobre el futón. Había llegado el momento de mover piezas. Sus dedos se deslizaron por el nudo que sujetaba su yukata hasta que la prenda cayó al suelo. Lamentaba estar sola en ese momento. Le hubiera gustado tener la presencia de Kagetsu para ayudarla con el hakama, escuchar sus lecciones mientras se anudaban cintos y que hubieran depositado en ella algo más que silencio. Pero estaba sola; nadie abriría esa puerta y cuando saliera, nadie se percataría de su ausencia.
Cuando terminó de vestirse el uniforme, con pasos medidos se acercó a un pequeño tocador de ébano. En encima había una pequeña cajita de madera lacada con intrincados dibujos de garzas y flores de cerezo de un delicado rojo sangre; en su interior estaban las minucias que Isono guardaba como su más valioso tesoro, regalos que una vez Kagetsu le hiciera. Sacó unos desgastados mitones de cuero marrón que se enfundó deslizando con lentitud cada unos de sus largos dedos; luego, tomó una larga pulsera de cuentas que se enroscó en la muñeca. Para Isono aquellas baratijas eran recuerdos que su memoria se había negado a desterrar; eran el testigo de que una vez, el sol brilló sobre el clan; de días largos cargados de lecciones y más lecciones impartidas con infinita paciencia, eran imágenes borrosas de momentos situados tiempo atrás invadidas por sentimientos menos ominosos.
Cuando abandonó su estancia, sólo se detuvo para enfundarse los tobi y amarrarse las waraji; Sangeki descansaba sujeta en su cinto, misteriosamente callada. Pensó que incluso su zampakutou sabía lo crucial de ese día y por esa razón, guardaba silencio.
Sus pies se dirigían sin titubeos hacia las depencias del 5º Escuadrón del Gotei. Estaba tranquila... todavía. Los pasillos no estaban especialmente transitados, lo cual agradecía enormemente. En cierto modo, no le agradaría tener que dar demasiadas explicaciones a cada shinigami curioso: estaba asignada y eso, era lo único importante. Había pasado bastante tiempo desde su graduación en la academia pero debido a los sucesos familiares, había retrasado en la medida de lo posible su asignación a un escuadrón del Gotei; en el fondo, le angustiaba dejar la casa familiar. Estaba demasiado enraizada en sus paredes viejas y su aire polvoriento.
Giró. Podía ver la puerta del fukutaicho desde el comienzo del pasillo, pero sus pies se negaron a avanzar.
-Sólo son palabras... Palabras escritas en un trozo de papel. Detrás de esa puerta está el comienzo de lo que tanto tiempo has ansiado, ¿por qué detenerse cuando lo tienes tan cerca?
Los ecos de Sangeki retumbaron en su cabeza sacándola de su mutismo. Asió la empuñadura con un gesto firme y lento, casi cuidadoso. Con Sangeki cualquier gesto podría tener más implicaciones de las intencionadas; aprendió a ser prudente mientras la llevase en el cinto.
-Un paso puede ser un gesto muy importante que requiere de preparación y calma, Sangeki. Sabes que este lo es -replicó con un susurro-. No puedo tomármelo a la ligera; quiero estar calmada.
-Respeto tu prudencia, Isono. Pero ten cuidado, un nombre implica mucho más que palabras carentes de sentido y tú, posees un nombre con demasiadas implicaciones vacías de respuestas. Un oído agudo y una mente astuta podría posicionarte entre una pared y el filo de una espada.
Isono guardó silencio. Lo sabía. Claro que lo sabía.
Sentada sobre sus tobillos, observaba minuciosamente el uniforme cuidadosamente doblado a los pies de su cama. Había despertado poco antes del amanecer ligeramente preocupada por el transcurso del día; a fin de cuentas, era muy consciente de todo lo que se le plantaba de ahora en adelante y pese a que estaba calma, temía cometer errores. Aquellos ropajes significaban mucho más que deberes y obligaciones ineludibles, representaban una oportunidad largo tiempo ansiada; la oportunidad de devolverle a su padre adoptivo todo lo que le había entregado desinteresadamente durante años para que su duda moral, no la hiciera agonizar. En alguna parte de sí misma, Isono se sentúa culpable por las disputas que casi disolvieron la familia; sabía que surgieron por alguna razón y temía, que ella tuviera algo que ver.
Desde que los demás miembros de la familia abandonasen a Kagetsu, la casa se había sumergido en un denso letargo del que parecía condenada a no salir jamás. Ya no se escuchaban voces susurrantes por los pasillos ni risas en el jardín, sólo un basto e incómodo silencio, siempre delator de lo que acontecido años atrás. Isono se había negado a abandonar las estancias familiar: no quería dejar solo a Kagetsu, aunque éste ni siquiera le dirigiera la mirada; no por compasión, sino porque veneraba a ese hombre por su sabiduría y su firme integridad; él había sido la mano diestra que templó el acero incandescente de su carácter y le dio forma con tiempo e infinita paciencia. ¿Qué clase de hija sería si abandonaba a su padre?
Suspiró profundamente. Con lentitud y parsimonia se puso en pie sobre el futón. Había llegado el momento de mover piezas. Sus dedos se deslizaron por el nudo que sujetaba su yukata hasta que la prenda cayó al suelo. Lamentaba estar sola en ese momento. Le hubiera gustado tener la presencia de Kagetsu para ayudarla con el hakama, escuchar sus lecciones mientras se anudaban cintos y que hubieran depositado en ella algo más que silencio. Pero estaba sola; nadie abriría esa puerta y cuando saliera, nadie se percataría de su ausencia.
Cuando terminó de vestirse el uniforme, con pasos medidos se acercó a un pequeño tocador de ébano. En encima había una pequeña cajita de madera lacada con intrincados dibujos de garzas y flores de cerezo de un delicado rojo sangre; en su interior estaban las minucias que Isono guardaba como su más valioso tesoro, regalos que una vez Kagetsu le hiciera. Sacó unos desgastados mitones de cuero marrón que se enfundó deslizando con lentitud cada unos de sus largos dedos; luego, tomó una larga pulsera de cuentas que se enroscó en la muñeca. Para Isono aquellas baratijas eran recuerdos que su memoria se había negado a desterrar; eran el testigo de que una vez, el sol brilló sobre el clan; de días largos cargados de lecciones y más lecciones impartidas con infinita paciencia, eran imágenes borrosas de momentos situados tiempo atrás invadidas por sentimientos menos ominosos.
Cuando abandonó su estancia, sólo se detuvo para enfundarse los tobi y amarrarse las waraji; Sangeki descansaba sujeta en su cinto, misteriosamente callada. Pensó que incluso su zampakutou sabía lo crucial de ese día y por esa razón, guardaba silencio.
Sus pies se dirigían sin titubeos hacia las depencias del 5º Escuadrón del Gotei. Estaba tranquila... todavía. Los pasillos no estaban especialmente transitados, lo cual agradecía enormemente. En cierto modo, no le agradaría tener que dar demasiadas explicaciones a cada shinigami curioso: estaba asignada y eso, era lo único importante. Había pasado bastante tiempo desde su graduación en la academia pero debido a los sucesos familiares, había retrasado en la medida de lo posible su asignación a un escuadrón del Gotei; en el fondo, le angustiaba dejar la casa familiar. Estaba demasiado enraizada en sus paredes viejas y su aire polvoriento.
Giró. Podía ver la puerta del fukutaicho desde el comienzo del pasillo, pero sus pies se negaron a avanzar.
-Sólo son palabras... Palabras escritas en un trozo de papel. Detrás de esa puerta está el comienzo de lo que tanto tiempo has ansiado, ¿por qué detenerse cuando lo tienes tan cerca?
Los ecos de Sangeki retumbaron en su cabeza sacándola de su mutismo. Asió la empuñadura con un gesto firme y lento, casi cuidadoso. Con Sangeki cualquier gesto podría tener más implicaciones de las intencionadas; aprendió a ser prudente mientras la llevase en el cinto.
-Un paso puede ser un gesto muy importante que requiere de preparación y calma, Sangeki. Sabes que este lo es -replicó con un susurro-. No puedo tomármelo a la ligera; quiero estar calmada.
-Respeto tu prudencia, Isono. Pero ten cuidado, un nombre implica mucho más que palabras carentes de sentido y tú, posees un nombre con demasiadas implicaciones vacías de respuestas. Un oído agudo y una mente astuta podría posicionarte entre una pared y el filo de una espada.
Isono guardó silencio. Lo sabía. Claro que lo sabía.
Otsuka Isono- Post : 1242
Edad : 38
Re: Pasos tranquilos
Colgarse de la puerta tenía sus pros y sus contras. No les mentiremos, tenia más contras que pros, pero que tenia ventajas, la tenia. Una de esas, tal vez la única... si, muy probablemente la única era el poder descolgarse de esta en un intento de querer matar del susto a todo los que pasaban debajo de la puerta. Se les podía jalar las mejillas y luego doblarse con esa agilidad gatuna tan suya, fuera de su alcance mientras se reía por lo bajo. Varios habían intentado alcanzarla ya, pero al final se habían ido, mascullando que tenían mejores cosas que hacer que lidiar con una cabeza hueca. No sabía si reírse de ellos o desear cosas que hacer ella también para no tener que... no, si, si sabía. Se reía de ellos. Se reía con su risa estruendosa e infantil.
Llevaba días aburriéndose, mirando al techo y contando los pájaros que lo atravesaban. Pero ya había pasado demasiado tiempo con sus voces y empezaban a enloquecerla lentamente. Así que colgarse de la puerta le había parecido algo perfectamente normal y entretenido. Aparte del hecho de que podía escoger algún novato y hacerle la vida especialmente imposible. Un novato especialmente serio y pelirrojo. Podía variar lo de la seriedad, pero nunca el color del pelo. O algo así. Así que era una buena forma de escoger a sus presas, ya que todas ellas tenían que atravesar la puerta… A menos que entraran por la ventana. ¿Aquellos lugares tenían ventanas? No se había fijado verdaderamente.
Entonces sus ojos se toparon con una pelirroja cabeza y una sonrisa ligeramente malvada, pero más que todo divertida se poso en su rostro. Ya tenía una nueva e ideal presa. Tenía un porte serio, extremadamente malhumorado y responsable. Hacía bastante tiempo que no torturaba a uno así, eran unos bichos raros, dificilísimos de encontrar, y cuando se encontraba uno había que atesorarlo… Vale, no. Pero es que esta tenía una cara especialmente novatosa y torturable. Con esos ojos verdes… Sus voces habían lanzado una fiesta en su interior al ver la imagen de la chica. Bueno, casi todas, la rosada insistía en empezar a lanzar rosas, pero pronto seria silenciada. Si, ya había sido silenciada. Así que se acomodo en su extraña posición sobre la puerta esa que ya la empezaba a incomodar. Cuando lo creyó prudente, necesario y demás, se descolgó para quedar frente a la chica pelirroja que parecía estar dudando un montón.
- Hola pelirroja-dijo amigablemente, con un tinte de alegría y maldad en su voz.
Llevaba días aburriéndose, mirando al techo y contando los pájaros que lo atravesaban. Pero ya había pasado demasiado tiempo con sus voces y empezaban a enloquecerla lentamente. Así que colgarse de la puerta le había parecido algo perfectamente normal y entretenido. Aparte del hecho de que podía escoger algún novato y hacerle la vida especialmente imposible. Un novato especialmente serio y pelirrojo. Podía variar lo de la seriedad, pero nunca el color del pelo. O algo así. Así que era una buena forma de escoger a sus presas, ya que todas ellas tenían que atravesar la puerta… A menos que entraran por la ventana. ¿Aquellos lugares tenían ventanas? No se había fijado verdaderamente.
Entonces sus ojos se toparon con una pelirroja cabeza y una sonrisa ligeramente malvada, pero más que todo divertida se poso en su rostro. Ya tenía una nueva e ideal presa. Tenía un porte serio, extremadamente malhumorado y responsable. Hacía bastante tiempo que no torturaba a uno así, eran unos bichos raros, dificilísimos de encontrar, y cuando se encontraba uno había que atesorarlo… Vale, no. Pero es que esta tenía una cara especialmente novatosa y torturable. Con esos ojos verdes… Sus voces habían lanzado una fiesta en su interior al ver la imagen de la chica. Bueno, casi todas, la rosada insistía en empezar a lanzar rosas, pero pronto seria silenciada. Si, ya había sido silenciada. Así que se acomodo en su extraña posición sobre la puerta esa que ya la empezaba a incomodar. Cuando lo creyó prudente, necesario y demás, se descolgó para quedar frente a la chica pelirroja que parecía estar dudando un montón.
- Hola pelirroja-dijo amigablemente, con un tinte de alegría y maldad en su voz.
Shihoin Momo- Post : 26
Edad : 34
Re: Pasos tranquilos
Durante unos segundos la extensión del pasillo se le antojó similar a la esbelta columna de una serpiente, cuya boca estaba dispuesta a engullirla sin dilación alguna. Cerró los ojos un brevísimo instante, tal vez estaba un poco nerviosa. Necesitaba apaciguar sus inquietudes antes de aparecer por el escuadrón, no quería que vieran en ella a una shinigami indecisa y renqueante; Kagetsu no le había enseñado a ser así. Tomó aire por la nariz; una profunda inspiración antes de comenzar a caminar de nuevo; tensó los hombros hacia atrás, hasta notar como los músculos se desentumecían con un delicioso cosquilleo.
Sus pies se movieron un par de pasos antes de escuchar una vocecilla aguda y penetrante en alguna parte del pasillo; luego como si un pájaro cayera del techo incapaz de frenar una caída vertiginosa, apareció una muchacha de pelo blanco y tez morena.
-Hola pelirroja
Isono parpadeó un par de veces incapaz de asimilar semejante aparición. No estaba acostumbrada a semejantes actuaciones faltas de rigor; mucho menos cuando alguien se presentaba delante de otra persona y la llamada por un simple y nada respetuoso cualificativo demasiado evidente. Intuía que su frágil paciencia terminaría destrozada si le prestaba demasiada atención. Se le ocurrió que ese tipo de personas eran niños que se negaban a crecer por muchos años que transcurriesen; sin embargo, el paso de los días y las noches era algo tan normal que negarlo era mostrar gestos inmaduros.
-Una infancia postergada es una señal de cobardía, Isono -musitó Sangeki en tono neutral; Isono sabía que su zampakutou era muy exigente en cuestiones de integridad y madurez por lo que pronto estaría molesta si aquella extraña pantomima continuaba-. Hay espíritus que jamás estarán preparados para afrontar la verdad; seres ignorantes que no comprenden la gravedad de las acciones y las consecuencias que se pueden desencadenar... Una zampakutou no puede caer en unas manos cualesquiera
La shinigami hizo un leve gesto de asentimiento teñido de consentimiento más que de reafirmación. Esa chica le parecía demasiado infantil para hostigarla con cuestiones éticas; aunque Sangeki habría estado especialmente contenta si hubiese optado por repetirle uno de los largos sermones de Kagetsu.
-Hola -respondió con parquedad y gesto sereno-. ¿Perteneces al 5º Escuadrón? Necesito encontrar a alguno de sus oficiales o al teniente, ¿podrías indicarme dónde encontrarlos?
La espalda recta y la mirada inquisitva de Isono mostraban una activida ciertamente inflexible; aunque su voz se hubiera teñido de un tono amable, no dejaba entrever que estuviera dispuesta a soportar nuevas chiquilladas.
Sus pies se movieron un par de pasos antes de escuchar una vocecilla aguda y penetrante en alguna parte del pasillo; luego como si un pájaro cayera del techo incapaz de frenar una caída vertiginosa, apareció una muchacha de pelo blanco y tez morena.
-Hola pelirroja
Isono parpadeó un par de veces incapaz de asimilar semejante aparición. No estaba acostumbrada a semejantes actuaciones faltas de rigor; mucho menos cuando alguien se presentaba delante de otra persona y la llamada por un simple y nada respetuoso cualificativo demasiado evidente. Intuía que su frágil paciencia terminaría destrozada si le prestaba demasiada atención. Se le ocurrió que ese tipo de personas eran niños que se negaban a crecer por muchos años que transcurriesen; sin embargo, el paso de los días y las noches era algo tan normal que negarlo era mostrar gestos inmaduros.
-Una infancia postergada es una señal de cobardía, Isono -musitó Sangeki en tono neutral; Isono sabía que su zampakutou era muy exigente en cuestiones de integridad y madurez por lo que pronto estaría molesta si aquella extraña pantomima continuaba-. Hay espíritus que jamás estarán preparados para afrontar la verdad; seres ignorantes que no comprenden la gravedad de las acciones y las consecuencias que se pueden desencadenar... Una zampakutou no puede caer en unas manos cualesquiera
La shinigami hizo un leve gesto de asentimiento teñido de consentimiento más que de reafirmación. Esa chica le parecía demasiado infantil para hostigarla con cuestiones éticas; aunque Sangeki habría estado especialmente contenta si hubiese optado por repetirle uno de los largos sermones de Kagetsu.
-Hola -respondió con parquedad y gesto sereno-. ¿Perteneces al 5º Escuadrón? Necesito encontrar a alguno de sus oficiales o al teniente, ¿podrías indicarme dónde encontrarlos?
La espalda recta y la mirada inquisitva de Isono mostraban una activida ciertamente inflexible; aunque su voz se hubiera teñido de un tono amable, no dejaba entrever que estuviera dispuesta a soportar nuevas chiquilladas.
Otsuka Isono- Post : 1242
Edad : 38
Re: Pasos tranquilos
Al fin. Kato pensaba que aquel día no llegaría nunca, pero se equivocaba. Eso sí, en ninguna de sus predicciones había apostado nunca por acabar tan pronto. "Un gran equipo, sí señor", pensaba el Teniente, pues por supuesto no podía ni quería otorgarse los méritos. Ni si quiera una pequeña parte. Satou, Corcaigh y un sinfín de shinigamis trabajando en equipo había conseguido que al fin, tras la caótica guerra, la burocracia del Quinto Escuadrón estuviera al día.
Ni una sola pila de papeleo por firmar más, ninguna bulla ni ningún sello por poner más salvo los rutinarios de cada día. Podría volverse a enfrascar en sus entrenamientos, en los experimentos que había dejado aparcados en la División de Investigación Kido que a penas llegaba a recordar. Iba siendo hora de reunir al Escuadrón entero para compartir sus humildes conocimientos en la Artes Demoníacas. Sí, iba siendo hora de recuperar los entrenamientos en grupo, las investigaciones, las clases magistrales, los experimentos, imposibles sin la ayuda de los más experimentados de su escuadrón. Alguna que otra idea comenzaba a forjarse en la mente de Kato, ideas que implicaban movimiento en su División, sobre todo por parte de los recién llegados. Ideas divertidas, al fin y al cabo.
Quizá por ello se había levantado más temprano que de costumbre aquella mañana. Quizá por ello no le había importado madrugar. Pero seguro que por ello sonreía y caminaba tranquilo, rumbo a su ordenado Escuadrón, sin rechistar. La fresca mañana no hacía más que enaltecer su buen humor. Respiraba hondo, con las manos en su coronilla en un gesto más propio del holgazán Hanzo que de él, mientras se acercaba con calma a su División, recorriendo las tranquilas callejuelas del Seireitei.
No había nada en toda la Sociedad de Almas nada podía perturbar aquella tranquilidad con la que había recibido la mañana Kato. Al menos eso pensaba él, inocente, al no recordar ni a los de su propia sangre. Por ello, algo se revolvió en su estómago cuando, habiendo flanqueado ya los límites de las dependencias del Quinto Escuadrón, sintió el reiatsu de su joven hermana. Reiatsu que, para mayor aflicción del Teniente, se hallaba algo inquieto, como si se estuviera conteniendo su travieso espíritu antes de hacer una de las suyas.
Kato aceleró el paso, recorriendo los pasillos de su Escuadrón con ligereza. Conforme avanzaba percibió otro reiatsu junto al de Momo, uno que no le era familiar. Eso podría apaciguar el ímpetu de su hermanita, por lo que la mañana no quedaría chafada. La recién extinta sonrisa del teniente volvió a surgir en su rostro. Siempre le agradaba encontrar caras nuevas en su División. Era un apasionado de las Artes Demoníacas y siempre gustaba de conocer gente que compartiera aquellos gustos, cada vez más extraños entre los Dioses de la Muerte.
Eso sí, Kato sabía que, junto al jovial humor de su hermana, el debía presentarse algo más serio que de costumbre. Hoy le tocaba mostrarse más disciplinado y recto, y dejar su buen humor y bromas para cuando hubiera más confianza entre ellos. Pensamientos que se vieron realzados cuando pudo observar la seria cara de la recién llegada, al cruzar el umbral de aquella sala. "Mantente firme, para variar", intentaba autoconvencerse el teniente. Claro que eso nunca le resultaría sencillo.
La muchacha que había encontrado en aquella sala era una hermosa joven de cabellos carmesí. A pesar de aparentar la misma edad aproximada que él, Kato no alcanzaba a reconocerla. Además, unos ojos como aquellos no serían fáciles de olvidar, por lo que llegó a la conclusión de que no la había visto nunca, ni tan si quiera fuera de allí. Alfo confuso por aquella extraña mirada y aquella rectitud que tanto solía escasear entre los shinigamis, sin ir más lejos Kato era fiel ejemplo de ello, el teniente prosiguió su paso y se ubicó junto a su hermana, dándole la cara a la nueva incorporación, suponía.
Y había supuesto aquello porque su cara no le era conocida, porque vestía el uniforme de shinigami raso y porque nadie se presentaría a aquellas intempestivas horas en aquel escuadrón si no fuera para presentarse a sus superiores. Además de porque había llegado a escuchar las últimas palabras de la joven y porque Satou le había avisado sobre ella el día anterior.
— Buenos días. — saludó. — Veo que ya has sido recibida y espero que en condiciones. — continuó, mientras fulminaba con la mirada a su hermanita durante un instante. — ¿Dónde estarán mis modales? — Kato volvió la mirada a la joven, sonriente. — Me llamo Shihoin Kato y soy el Teniente de este Escuadrón. Ésta es mi hermana Momoko, que como lleva pocos días entre nosotros aún no he conseguido meterla en vereda. — "Ni creo que lo haga", pensó para sí. — Debes de ser la nueva incorporación, si no estoy mal informado. — concluyó el teniente, dejando la frase a medias dando pie a la joven para presentarse.
La pose recta y aquella mirada parecían dejarle claro a Kato que no iba a ser una shinigami de fácil trato. Sin embargo, nadie que hubiera convivido un tiempo con él había conseguido permanecer tan estoico y serio, por lo que podría tomarse a aquella joven como un pequeño reto para que adoptara el relajado espíritu de su Escuadrón.
Ni una sola pila de papeleo por firmar más, ninguna bulla ni ningún sello por poner más salvo los rutinarios de cada día. Podría volverse a enfrascar en sus entrenamientos, en los experimentos que había dejado aparcados en la División de Investigación Kido que a penas llegaba a recordar. Iba siendo hora de reunir al Escuadrón entero para compartir sus humildes conocimientos en la Artes Demoníacas. Sí, iba siendo hora de recuperar los entrenamientos en grupo, las investigaciones, las clases magistrales, los experimentos, imposibles sin la ayuda de los más experimentados de su escuadrón. Alguna que otra idea comenzaba a forjarse en la mente de Kato, ideas que implicaban movimiento en su División, sobre todo por parte de los recién llegados. Ideas divertidas, al fin y al cabo.
Quizá por ello se había levantado más temprano que de costumbre aquella mañana. Quizá por ello no le había importado madrugar. Pero seguro que por ello sonreía y caminaba tranquilo, rumbo a su ordenado Escuadrón, sin rechistar. La fresca mañana no hacía más que enaltecer su buen humor. Respiraba hondo, con las manos en su coronilla en un gesto más propio del holgazán Hanzo que de él, mientras se acercaba con calma a su División, recorriendo las tranquilas callejuelas del Seireitei.
No había nada en toda la Sociedad de Almas nada podía perturbar aquella tranquilidad con la que había recibido la mañana Kato. Al menos eso pensaba él, inocente, al no recordar ni a los de su propia sangre. Por ello, algo se revolvió en su estómago cuando, habiendo flanqueado ya los límites de las dependencias del Quinto Escuadrón, sintió el reiatsu de su joven hermana. Reiatsu que, para mayor aflicción del Teniente, se hallaba algo inquieto, como si se estuviera conteniendo su travieso espíritu antes de hacer una de las suyas.
Kato aceleró el paso, recorriendo los pasillos de su Escuadrón con ligereza. Conforme avanzaba percibió otro reiatsu junto al de Momo, uno que no le era familiar. Eso podría apaciguar el ímpetu de su hermanita, por lo que la mañana no quedaría chafada. La recién extinta sonrisa del teniente volvió a surgir en su rostro. Siempre le agradaba encontrar caras nuevas en su División. Era un apasionado de las Artes Demoníacas y siempre gustaba de conocer gente que compartiera aquellos gustos, cada vez más extraños entre los Dioses de la Muerte.
Eso sí, Kato sabía que, junto al jovial humor de su hermana, el debía presentarse algo más serio que de costumbre. Hoy le tocaba mostrarse más disciplinado y recto, y dejar su buen humor y bromas para cuando hubiera más confianza entre ellos. Pensamientos que se vieron realzados cuando pudo observar la seria cara de la recién llegada, al cruzar el umbral de aquella sala. "Mantente firme, para variar", intentaba autoconvencerse el teniente. Claro que eso nunca le resultaría sencillo.
La muchacha que había encontrado en aquella sala era una hermosa joven de cabellos carmesí. A pesar de aparentar la misma edad aproximada que él, Kato no alcanzaba a reconocerla. Además, unos ojos como aquellos no serían fáciles de olvidar, por lo que llegó a la conclusión de que no la había visto nunca, ni tan si quiera fuera de allí. Alfo confuso por aquella extraña mirada y aquella rectitud que tanto solía escasear entre los shinigamis, sin ir más lejos Kato era fiel ejemplo de ello, el teniente prosiguió su paso y se ubicó junto a su hermana, dándole la cara a la nueva incorporación, suponía.
Y había supuesto aquello porque su cara no le era conocida, porque vestía el uniforme de shinigami raso y porque nadie se presentaría a aquellas intempestivas horas en aquel escuadrón si no fuera para presentarse a sus superiores. Además de porque había llegado a escuchar las últimas palabras de la joven y porque Satou le había avisado sobre ella el día anterior.
— Buenos días. — saludó. — Veo que ya has sido recibida y espero que en condiciones. — continuó, mientras fulminaba con la mirada a su hermanita durante un instante. — ¿Dónde estarán mis modales? — Kato volvió la mirada a la joven, sonriente. — Me llamo Shihoin Kato y soy el Teniente de este Escuadrón. Ésta es mi hermana Momoko, que como lleva pocos días entre nosotros aún no he conseguido meterla en vereda. — "Ni creo que lo haga", pensó para sí. — Debes de ser la nueva incorporación, si no estoy mal informado. — concluyó el teniente, dejando la frase a medias dando pie a la joven para presentarse.
La pose recta y aquella mirada parecían dejarle claro a Kato que no iba a ser una shinigami de fácil trato. Sin embargo, nadie que hubiera convivido un tiempo con él había conseguido permanecer tan estoico y serio, por lo que podría tomarse a aquella joven como un pequeño reto para que adoptara el relajado espíritu de su Escuadrón.
Re: Pasos tranquilos
Apenas lo había sentido llegar; de hecho, si no lo hubiera visto aparecer ni se habría percatado de su presencia. "Mal empiezas Isono si no eres capaz de detectarlo" pensó con una leve mueca que se desvaneció velozmente de su rostro. Se había centrado demasiado en la muchacha como para oír nada más; se había distraído. Sin embargo, cuando el hombre se plantó frente a ella, algo la perturbó y estuvo a punto de sacarla de quicio: ¡eran casi iguales!. Si aquella nueva aparición iba a resultar tan incómoda como la de la mujer... mejor esperaría otro momento para presentarse ante los oficiales.
— Buenos días. — la saludó. — Veo que ya has sido recibida y espero que en condiciones.¿Dónde estarán mis modales? Me llamo Shihoin Kato y soy el Teniente de este Escuadrón. Ésta es mi hermana Momoko, que como lleva pocos días entre nosotros aún no he conseguido meterla en vereda.Debes de ser la nueva incorporación, si no estoy mal informado. — concluyó dejando un espacio más tranquilo suspedido en el aire-.
Shihoin...
"Shi... Oh, mierda" se lamentó para sus adentros. Los Shihoin era un clan poderoso e influyente en el Sereitei, junto con los Hokori eran la base noble más consistente; y allí estaba ella, plantada delante del, ni más ni menos, mayor de los Shihoin, para colmo teniente de la División; respaldado por un demonio trepa-muros con el mismo apellido. Casi deseó que una grieta se abriera bajo sus pies y la engullera, siendo mejor destino que permenecer demasiado rato en aquel angustioso y cada vez más estrecho pasillo. Tragó saliva.
-Oh, qué interesante contratiempo, Isono. Es una verdadera coincidencia que dos de los Shihoin estén en este escuadrón, justo en el mismo donde te han asignado a ti, Otsuka. Me gusta este cambio de aires; a veces tu venerable padre es algo deprimente, sobretodo cuando te diriges a él y parece que has dejado de existir. La decadencia de vuestro nombre, me atrevería a decir, es casi consecuencia vuestra... Sería una buena oportunidad para posicionarte, sobretodo si demuestras que no eres de la misma raíz que ese árbol decrépito.
Las duras palabras de Sangeki la sacaron como un mazazo de su momentánea enajenación. Por un instante, su ceño de frunció en un gesto indignado. Sus dedos se apretaron sobre la empuñadura, provocando tenues crujitos procedentes de los guantes y su creciente enfado. A veces lo odiaba. Su extrema honestidad era como una puñalada en el vientre por una mano amiga; no la necesitaba tan a menudo como su zampakutou creía.
Ignorando la despreciable actitud de Sangeki, su mano buscó la carta de presentación y adoptando un gesto más sereno, extendió el brazo en dirección a Kato, ofreciéndole el trozo de papel. Era un gesto directo y contundente, sin titubeos pese a estar visiblemente molesta. No pretendía dar una mala imagen; pero Sangeki podía posicionarla en situaciones más que complicadas.
-Sí, he de suponer que soy la más reciente incorporación al escuadrón. Me llamo Otsuka Isono. Es un hon... placer, conocerle, futukaicho -dijo realizando una discreta inclinación de cabeza; un mechón rebelde se escabulló de su torpe recogido en la nuca plantándosele cerca de los ojos. Alzándose, lo retiró con cierta timidez como si aquello fuera algo totalmente desconocido y que ignoraba. Tal vez fuera una diestra espadachín, pero estaba muy lejos de ser una persona sociable y situaciones como aquella, sencillas en apariencia, se le escapaban por completo.
— Buenos días. — la saludó. — Veo que ya has sido recibida y espero que en condiciones.¿Dónde estarán mis modales? Me llamo Shihoin Kato y soy el Teniente de este Escuadrón. Ésta es mi hermana Momoko, que como lleva pocos días entre nosotros aún no he conseguido meterla en vereda.Debes de ser la nueva incorporación, si no estoy mal informado. — concluyó dejando un espacio más tranquilo suspedido en el aire-.
Shihoin...
"Shi... Oh, mierda" se lamentó para sus adentros. Los Shihoin era un clan poderoso e influyente en el Sereitei, junto con los Hokori eran la base noble más consistente; y allí estaba ella, plantada delante del, ni más ni menos, mayor de los Shihoin, para colmo teniente de la División; respaldado por un demonio trepa-muros con el mismo apellido. Casi deseó que una grieta se abriera bajo sus pies y la engullera, siendo mejor destino que permenecer demasiado rato en aquel angustioso y cada vez más estrecho pasillo. Tragó saliva.
-Oh, qué interesante contratiempo, Isono. Es una verdadera coincidencia que dos de los Shihoin estén en este escuadrón, justo en el mismo donde te han asignado a ti, Otsuka. Me gusta este cambio de aires; a veces tu venerable padre es algo deprimente, sobretodo cuando te diriges a él y parece que has dejado de existir. La decadencia de vuestro nombre, me atrevería a decir, es casi consecuencia vuestra... Sería una buena oportunidad para posicionarte, sobretodo si demuestras que no eres de la misma raíz que ese árbol decrépito.
Las duras palabras de Sangeki la sacaron como un mazazo de su momentánea enajenación. Por un instante, su ceño de frunció en un gesto indignado. Sus dedos se apretaron sobre la empuñadura, provocando tenues crujitos procedentes de los guantes y su creciente enfado. A veces lo odiaba. Su extrema honestidad era como una puñalada en el vientre por una mano amiga; no la necesitaba tan a menudo como su zampakutou creía.
Ignorando la despreciable actitud de Sangeki, su mano buscó la carta de presentación y adoptando un gesto más sereno, extendió el brazo en dirección a Kato, ofreciéndole el trozo de papel. Era un gesto directo y contundente, sin titubeos pese a estar visiblemente molesta. No pretendía dar una mala imagen; pero Sangeki podía posicionarla en situaciones más que complicadas.
-Sí, he de suponer que soy la más reciente incorporación al escuadrón. Me llamo Otsuka Isono. Es un hon... placer, conocerle, futukaicho -dijo realizando una discreta inclinación de cabeza; un mechón rebelde se escabulló de su torpe recogido en la nuca plantándosele cerca de los ojos. Alzándose, lo retiró con cierta timidez como si aquello fuera algo totalmente desconocido y que ignoraba. Tal vez fuera una diestra espadachín, pero estaba muy lejos de ser una persona sociable y situaciones como aquella, sencillas en apariencia, se le escapaban por completo.
Otsuka Isono- Post : 1242
Edad : 38
Re: Pasos tranquilos
Su detestable hermano había llegado a arruinar su recién adquirida diversión. Siempre tan oportuno él, parecía haber salido del mismo lugar inexistente que ella, aunque al menos ella lo había hecho por una buena causa, su diversión. A veces se arrepentía de haber entrado a ese lugar, se arrepentía completamente. Era aburrido. La muerte parecía haberles dañado los músculos del rostro a los shinigamis y nunca sonreían. Nunca. Eran un ejército de gente disfrazada de pingüino a la cual arrancarles una sonrisa era más difícil que vencerlos en batalla. Que el honor, que el orgullo, que las formalidades que debía presentar un teniente a un nuevo integrante. No eran capaces ni de bromear, eso era todo un idioma desconocido para ellos. Algo más allá de sus capacidades intelectuales.
Así que se había tenido que resignar, que ir escogiendo victimas en los pasillos para poder matar el tiempo de forma sangrienta y descarada, como para hacerlo pasar más rápido, hacia el momento en que consiguiera por fin una víctima fija o alguien que si supiera reírse. Eso sería tan útil. Pero por el momento tenía que torturar a su hermano. Nadie le quitaba su diversión momentánea, menos aun cuando era una tan seria y pelirroja como esta, y salía impune. Así que se acerco a él, colgándose a su cuello como un mono a la espalda de su madre, moviendo sus manos como rápidas serpientes hasta las mejillas del chico. Ahora eran suyas. Las tomo, jalándolas con rudeza en un intento de deformar su rostro mientras soltaba todas esas palabras adornadas y cordiales que sonaban aun más aburridas en su boca.
Mientras hacía eso fue cuando la chica soltó esa sarta de halagos y cumplidos que tan asquerosos le parecieren y que no pudieron más que arrancarle una mueca. Estaba tan estereotipada. Casi podía leer la historia en las puntas de su pelo rojo. Era parte de una familia antaño respetada pero que ya fuese por su tío, abuelo o padre, una buena cantidad de licor o malas ideas había perdido este respeto y ese prestigio. Venía a recuperar ese detestable orgullo y honor que a todos les parecía tan importante últimamente, especialmente en aquellos lugares. Su niñez había sido una especialmente difícil porque había sido criada con el ideal de defender a su blah, blah, blah… Si, ya había escuchado esa historia, ya había oído el drama y la tragedia de su vida, sabia cuanto debía pesarle el deber en los hombros. Y no le importaba lo mas mínimo. Eso no haría que la tratase con más respeto o que se salvara de sus divertidas torturas. Ella era una niña malcriada y a todos los trataba de la misma forma. Como juguetes para su diversión personal. Aunque era una lástima que no todos tuvieran las mejillas estirables de su hermano.
Off: Nada personal, solo cosas del personaje (:
Así que se había tenido que resignar, que ir escogiendo victimas en los pasillos para poder matar el tiempo de forma sangrienta y descarada, como para hacerlo pasar más rápido, hacia el momento en que consiguiera por fin una víctima fija o alguien que si supiera reírse. Eso sería tan útil. Pero por el momento tenía que torturar a su hermano. Nadie le quitaba su diversión momentánea, menos aun cuando era una tan seria y pelirroja como esta, y salía impune. Así que se acerco a él, colgándose a su cuello como un mono a la espalda de su madre, moviendo sus manos como rápidas serpientes hasta las mejillas del chico. Ahora eran suyas. Las tomo, jalándolas con rudeza en un intento de deformar su rostro mientras soltaba todas esas palabras adornadas y cordiales que sonaban aun más aburridas en su boca.
Mientras hacía eso fue cuando la chica soltó esa sarta de halagos y cumplidos que tan asquerosos le parecieren y que no pudieron más que arrancarle una mueca. Estaba tan estereotipada. Casi podía leer la historia en las puntas de su pelo rojo. Era parte de una familia antaño respetada pero que ya fuese por su tío, abuelo o padre, una buena cantidad de licor o malas ideas había perdido este respeto y ese prestigio. Venía a recuperar ese detestable orgullo y honor que a todos les parecía tan importante últimamente, especialmente en aquellos lugares. Su niñez había sido una especialmente difícil porque había sido criada con el ideal de defender a su blah, blah, blah… Si, ya había escuchado esa historia, ya había oído el drama y la tragedia de su vida, sabia cuanto debía pesarle el deber en los hombros. Y no le importaba lo mas mínimo. Eso no haría que la tratase con más respeto o que se salvara de sus divertidas torturas. Ella era una niña malcriada y a todos los trataba de la misma forma. Como juguetes para su diversión personal. Aunque era una lástima que no todos tuvieran las mejillas estirables de su hermano.
Off: Nada personal, solo cosas del personaje (:
Shihoin Momo- Post : 26
Edad : 34
Re: Pasos tranquilos
Seriedad e impasibilidad. Eso es todo lo que la nueva shinigami del Quinto Escuadrón parecía rezumar a simple vista, pero los ojos de Kato no dejaron escapar un par de detalles en algunos pequeños gestos. Tras una extraña pausa, Isono se movió con brusquedad, tendiendo la carta de aceptación hacia su nuevo teniente. Éste la cogió sin más, mientras la seguía observando, esperando que se presentara verbalmente.
Algo extraño había en el rostro de aquella joven, algo que, sino fuera porque nada de lo que Kato había hecho -pues nada pudo hacer aún, describiría como malestar o incluso enfado. La ceja derecha del moreno shinigami se arqueó levemente ante aquella impresión. Más aún cuando, tras presentarse, titubeó a la hora de decidirse entre si el conocerle era un "honor" o un "placer". Kato desechó los comentarios sarcásticos acerca de que se decidiera por el "placer" en su empeño por permanecer algo más serio de lo normal, al menos hasta que alejara de sí a aquel vórtice de informalidad en en aquel justo instante, cuando se disponía a hablar, comenzó a estirarle los mofletes.
El Shihoin levantó un único dedo, como pidiendo permiso a Isono aquel pequeño... contratiempo que le acababa de surgir. Ese mismo dedo se movió lateralmente con rapidez, mientras su deformada boca pronunciaba un ininteligible 'Sai'. Una fuerza invisible arrastró los molestos brazos de la pequeña de los Shihoin, atándolos a su espalda.
— Como iba diciendo, — continuó Kato, obviando la presencia de su hermana que, sin duda, estaría forcejeando a sus espaldas con aquel bakudo. — el placer es nuestro. Estamos algo excaso de sangre fresca en nuestro Escuadrón, cuanto más si viene a traer un poco de cordura y disciplina que tanto parece escasear por estos lares. — alabó Kato, al menos cara a la galería, aquel comportamiento y espíritu serio que desprendía la joven. Contuvo, así mismo, un primer impulso de mirar hacia atrás para personalizar aquella frase, ya que supo que sobraría tal matiz.
El Teniente no tardó en darse cuenta de que aquella incipiente conversación no llegaría a prosperar si no ponía de su parte, pues la sociabilidad de la nueva shinigami o, quizá, aquella situación llegara a incomodarle por algún otro motivo que escapara a la imaginación de Kato. Sea como fuere, el Shihoin gustaba de compartir su amor y dedicación por el Kido, los cuales solían evocar en una misma pregunta lanzada a cada nuevo recluta:
— ¿Qué te ha hecho elegir este escuadrón sobre los otros doce, Isono? — dijo con tranquilidad, intentando no cohibirla con un posible tono descarado. Era simple curiosidad, al fin y al cabo. — ¿Es el Kido lo que te trajo aquí? Me gustaría que me respondieras a ésto, como evidente enamorado de las Artes Demoníacas. — concluyó, con una amplia sonrisa, mirando fijamente a los enigmáticos ojos de la joven.
La verdad es que la fascinación del Shihoin por el kido era tal que a veces le costaba digerir la indiferencia de otros muchos shinigamis hacia esas artes. El mundo del kido era tan diverso, complejo y misterioso que, a medida que iba conociendo más de él, Kato iba quedando más prendado de su encanto. Extrañamente pocos shinigamis compartían aquellos shiniamis, para disgusto del teniente, y esperaba que aquella joven que se ocultaba tras aquella sólida máscara dejara entrever que se trataba de una excepción.
Algo extraño había en el rostro de aquella joven, algo que, sino fuera porque nada de lo que Kato había hecho -pues nada pudo hacer aún, describiría como malestar o incluso enfado. La ceja derecha del moreno shinigami se arqueó levemente ante aquella impresión. Más aún cuando, tras presentarse, titubeó a la hora de decidirse entre si el conocerle era un "honor" o un "placer". Kato desechó los comentarios sarcásticos acerca de que se decidiera por el "placer" en su empeño por permanecer algo más serio de lo normal, al menos hasta que alejara de sí a aquel vórtice de informalidad en en aquel justo instante, cuando se disponía a hablar, comenzó a estirarle los mofletes.
El Shihoin levantó un único dedo, como pidiendo permiso a Isono aquel pequeño... contratiempo que le acababa de surgir. Ese mismo dedo se movió lateralmente con rapidez, mientras su deformada boca pronunciaba un ininteligible 'Sai'. Una fuerza invisible arrastró los molestos brazos de la pequeña de los Shihoin, atándolos a su espalda.
— Como iba diciendo, — continuó Kato, obviando la presencia de su hermana que, sin duda, estaría forcejeando a sus espaldas con aquel bakudo. — el placer es nuestro. Estamos algo excaso de sangre fresca en nuestro Escuadrón, cuanto más si viene a traer un poco de cordura y disciplina que tanto parece escasear por estos lares. — alabó Kato, al menos cara a la galería, aquel comportamiento y espíritu serio que desprendía la joven. Contuvo, así mismo, un primer impulso de mirar hacia atrás para personalizar aquella frase, ya que supo que sobraría tal matiz.
El Teniente no tardó en darse cuenta de que aquella incipiente conversación no llegaría a prosperar si no ponía de su parte, pues la sociabilidad de la nueva shinigami o, quizá, aquella situación llegara a incomodarle por algún otro motivo que escapara a la imaginación de Kato. Sea como fuere, el Shihoin gustaba de compartir su amor y dedicación por el Kido, los cuales solían evocar en una misma pregunta lanzada a cada nuevo recluta:
— ¿Qué te ha hecho elegir este escuadrón sobre los otros doce, Isono? — dijo con tranquilidad, intentando no cohibirla con un posible tono descarado. Era simple curiosidad, al fin y al cabo. — ¿Es el Kido lo que te trajo aquí? Me gustaría que me respondieras a ésto, como evidente enamorado de las Artes Demoníacas. — concluyó, con una amplia sonrisa, mirando fijamente a los enigmáticos ojos de la joven.
La verdad es que la fascinación del Shihoin por el kido era tal que a veces le costaba digerir la indiferencia de otros muchos shinigamis hacia esas artes. El mundo del kido era tan diverso, complejo y misterioso que, a medida que iba conociendo más de él, Kato iba quedando más prendado de su encanto. Extrañamente pocos shinigamis compartían aquellos shiniamis, para disgusto del teniente, y esperaba que aquella joven que se ocultaba tras aquella sólida máscara dejara entrever que se trataba de una excepción.
Re: Pasos tranquilos
Durante un brevísimo segundo estuvo tentada de arrepentirse de su decisión y pensar que el 5º Escuadrón no era al idóneo para alguien como ella. No tenía una opinión firme sobre el teniente, pero desde luego, la chica no le gustaba. Demasiado niña, demasiado irracional para su gusto; un animal voluble que se guiaba por sus instintos no era mucho más lógico que aquella persona trepadora de muros. Mucho tendría que contenerse para no terminar estampandola contra la pared en un arranque de ira. Sin embargo, el teniente se deshizo del problema velozmente, e Isono no tuvo que preocuparse ni por su mal genio ni por el desarrollo de aquella conversación.
Soltó un suspiro de tranquilidad y volvió a centrar su atención en el teniente.
- Como iba diciendo, el placer es nuestro. Estamos algo excaso de sangre fresca en nuestro Escuadrón, cuanto más si viene a traer un poco de cordura y disciplina que tanto parece escasear por estos lares. ¿Qué te ha hecho elegir este escuadrón sobre los otros? ¿Es el Kido lo que te trajo aquí? Me gustaría que me respondieras a ésto, como evidente enamorado de las Artes Demoníacas.
¿Disciplina? Si sólo fuera eso, haría del escuadrón el grupo de shinigamis más efectivo de todo el Gotei, pero hacia falta mucho más que simple disciplina para amarrar a un perro lleno de pulgas.
-En cierto modo, sí -respondió relajando un poco el tono de voz; no estaba tensa, así que no tenía motivos para mantener una agotadora postura inflexible-. Mi zampakutou está estrechamente relacionada con el kido, sobretodo con las manipulaciones del reiatsu; para mí es bastante complicado emplear mi zampakutou si no controlo por completo mi poder espiritual. Es una relación mutualista: yo necesito mejorar y ella me necesita a mí. Aunque, lamento admitir que mi kido es demasiado... mediocre.
Y lamentaba decirlo en voz alta, pero dadas las circunstancias, era mejor así. Creyó sus capacidades hubieran dado mejores frutos en otro escuadrón, pero eso habría olbigado a Sangeki a evolucionar mucho más lentamente; además, su conseguía mejorar sus técnicas de kido, no necesitaria a Sangeki. Su zampakutou era demasiado complicada muy a menudo, razón por la que Isono a veces la ignoraba. Sangeki no mostraba piedad ni tolerancia con nadie, ni siquiera con ella; pero estaban demasiado vinculadas como para someterse demasiado tiempo a un voluntario ostracismo.
-Mi entrenamiento se centró principalmente en el zanjutsu y diversas técnicas con espada... tuve un gran maestro; aunque descuidé un poco el kido -añadió manteniendo la mirada a Kato-.
La postura de Isono perdió parte de su inicial rigidez; más desde que la trepadora estaba bien sujeta. Sus hombros se dejaron caer levemente desvaneciendo la tensión mientras sus dedos, simplemente se posaban sobre la empuñadura sin mostrar irritación. Casi se podría decir que era más persona que segundos antes.
Soltó un suspiro de tranquilidad y volvió a centrar su atención en el teniente.
- Como iba diciendo, el placer es nuestro. Estamos algo excaso de sangre fresca en nuestro Escuadrón, cuanto más si viene a traer un poco de cordura y disciplina que tanto parece escasear por estos lares. ¿Qué te ha hecho elegir este escuadrón sobre los otros? ¿Es el Kido lo que te trajo aquí? Me gustaría que me respondieras a ésto, como evidente enamorado de las Artes Demoníacas.
¿Disciplina? Si sólo fuera eso, haría del escuadrón el grupo de shinigamis más efectivo de todo el Gotei, pero hacia falta mucho más que simple disciplina para amarrar a un perro lleno de pulgas.
-En cierto modo, sí -respondió relajando un poco el tono de voz; no estaba tensa, así que no tenía motivos para mantener una agotadora postura inflexible-. Mi zampakutou está estrechamente relacionada con el kido, sobretodo con las manipulaciones del reiatsu; para mí es bastante complicado emplear mi zampakutou si no controlo por completo mi poder espiritual. Es una relación mutualista: yo necesito mejorar y ella me necesita a mí. Aunque, lamento admitir que mi kido es demasiado... mediocre.
Y lamentaba decirlo en voz alta, pero dadas las circunstancias, era mejor así. Creyó sus capacidades hubieran dado mejores frutos en otro escuadrón, pero eso habría olbigado a Sangeki a evolucionar mucho más lentamente; además, su conseguía mejorar sus técnicas de kido, no necesitaria a Sangeki. Su zampakutou era demasiado complicada muy a menudo, razón por la que Isono a veces la ignoraba. Sangeki no mostraba piedad ni tolerancia con nadie, ni siquiera con ella; pero estaban demasiado vinculadas como para someterse demasiado tiempo a un voluntario ostracismo.
-Mi entrenamiento se centró principalmente en el zanjutsu y diversas técnicas con espada... tuve un gran maestro; aunque descuidé un poco el kido -añadió manteniendo la mirada a Kato-.
La postura de Isono perdió parte de su inicial rigidez; más desde que la trepadora estaba bien sujeta. Sus hombros se dejaron caer levemente desvaneciendo la tensión mientras sus dedos, simplemente se posaban sobre la empuñadura sin mostrar irritación. Casi se podría decir que era más persona que segundos antes.
Otsuka Isono- Post : 1242
Edad : 38
Re: Pasos tranquilos
Su gruñido pudo escucharse sin el menor temor al sentir sus manos atadas a su espalda. Casi quiso revolverse como un perro que intentaba atrapar su cola, pero no lo hizo. Simplemente puso su mejor cara de digna. Estaba muy molesta con su hermano que había aparecido por arte de magia para arruinar su recién descubierta diversión. Había llegado, campante y serio y había arruinado su diversión por la que tanta sangre se le había ido a la cabeza colgada en esa pared. Tenía ganas de asesinarlo, pero en vez de eso se abalanzo sobre su cuello, dispuesta a clavar sus dulces dientecitos en la carne de este. Tras unos brevísimos instantes, suelta a su hermano y huye a todo lo que sus piernas le dan, buscando un lugar más seguro que aquel en el que pudiera soltarse.
- Excelente movimiento!
- Excelente movimiento!
Shihoin Momo- Post : 26
Edad : 34
Re: Pasos tranquilos
Contra todo pronóstico, su incorregible hermana cesó tras el primer intento. Normalmente hacía falta más de un kido, cuatrocientas miradas fulminantes y tres mil comentarios sarcásticos para que la inagotable Momo se fuera y lo dejara en paz. Kato suspiró aliviado al comprobar que aquella vez sería una excepción.
Retomando el hilo de la conversación del que su mente se había alejado por un instante. Escuchó con atención como, según Isono, su zanpakuto estaba ligada al kido, aunque ella había descuidado un tanto su entreno en esa disciplina. La comisura del labio de Kato se elevó un poco, pues no sólo era no era extraño escuchar una confesión así, sino que era más común de lo que al teniente le gustaría.
— Entiendo... — dejó caer el shinigami, en tono neutral. Al parecer la joven no había concluido.
Sus historias parecían antagónicas. Kato poco más había practicado su zanjutsu después de dejar la academia, sin embargo había aprendido del mejor, de uno de los padres del kido moderno, su mentor y desaparecido capitán Karaiko-sama. Su recuerdo nubló un instante su rostro, pero recobró al momento su sonrisa para contestar:
— Curioso, yo más bien sería al contrario: mi zanjutsu está bastante desatendido, a favor del hakuda y el kido. — Su sonrisa se alargó. — Podrías enseñarme un par de trucos con la espada a cambio de un par de trucos de kido por mi parte. — añadió, en tono burlón. — La verdad es que el Kido es una disciplina bastante olvidada y menospreciada en la Academia en particular y en el Gotei en general. — confesó el teniente, recobrando su tono más serio. — Si yo no fuera tan... — Kato se lo pensó mejor, y se abstuvo en definirse. — Bueno, si las cosas fueran distintas... — ¿Podría haber dicho algo más abstracto y vacío de significado? — ... yo estaría enseñando en la Academia y el kido sería tomado más en serio. Aunque ya eso es imposible: si antes no me sobraba tiempo ahora mucho menos.
Kato había ido bajando su voz paulatinamente, hasta que llegó a ser casi inaudible. Demasiadas cosas pasaban por su mente. Demasiados problemas y demasiadas preocupaciones. Su cabeza, torcida e inmersa en todos aquellos pensamientos, de repente se agitó, intentando dejar ir todo aquello y centrarse en Isono. Su sonrisa volvió a aparecer y la joven parecía ahora más relajada.
— Bueno, el problema de tu kido se puede arreglar fácilmente con un par de... clases particulares. — dejó caer el teniente, con cierto tono irónico. — El problema del Gotei es otro tema... — confesó. — Tengo algo de tiempo, ¿te apetece una visita guiada por el Escuadrón?
Su gesto y sonrisa querían expresar que aquella propuesta podría ser aceptada o denegada sin ningún problema. No le sobraba el tiempo, pero tampoco estaba tan agobiado como días atrás. Y nunca desperdiciaba la ocasión para sembrar la semilla de la inquietud y curiosidad por el kido en una nueva recluta. Y aquella shinigami le daba una grata impresión, por lo que había decidido, en ese preciso instante, echarle un ojo a Isono y seguir con detalle su progresión dentro de la División.
Retomando el hilo de la conversación del que su mente se había alejado por un instante. Escuchó con atención como, según Isono, su zanpakuto estaba ligada al kido, aunque ella había descuidado un tanto su entreno en esa disciplina. La comisura del labio de Kato se elevó un poco, pues no sólo era no era extraño escuchar una confesión así, sino que era más común de lo que al teniente le gustaría.
— Entiendo... — dejó caer el shinigami, en tono neutral. Al parecer la joven no había concluido.
Sus historias parecían antagónicas. Kato poco más había practicado su zanjutsu después de dejar la academia, sin embargo había aprendido del mejor, de uno de los padres del kido moderno, su mentor y desaparecido capitán Karaiko-sama. Su recuerdo nubló un instante su rostro, pero recobró al momento su sonrisa para contestar:
— Curioso, yo más bien sería al contrario: mi zanjutsu está bastante desatendido, a favor del hakuda y el kido. — Su sonrisa se alargó. — Podrías enseñarme un par de trucos con la espada a cambio de un par de trucos de kido por mi parte. — añadió, en tono burlón. — La verdad es que el Kido es una disciplina bastante olvidada y menospreciada en la Academia en particular y en el Gotei en general. — confesó el teniente, recobrando su tono más serio. — Si yo no fuera tan... — Kato se lo pensó mejor, y se abstuvo en definirse. — Bueno, si las cosas fueran distintas... — ¿Podría haber dicho algo más abstracto y vacío de significado? — ... yo estaría enseñando en la Academia y el kido sería tomado más en serio. Aunque ya eso es imposible: si antes no me sobraba tiempo ahora mucho menos.
Kato había ido bajando su voz paulatinamente, hasta que llegó a ser casi inaudible. Demasiadas cosas pasaban por su mente. Demasiados problemas y demasiadas preocupaciones. Su cabeza, torcida e inmersa en todos aquellos pensamientos, de repente se agitó, intentando dejar ir todo aquello y centrarse en Isono. Su sonrisa volvió a aparecer y la joven parecía ahora más relajada.
— Bueno, el problema de tu kido se puede arreglar fácilmente con un par de... clases particulares. — dejó caer el teniente, con cierto tono irónico. — El problema del Gotei es otro tema... — confesó. — Tengo algo de tiempo, ¿te apetece una visita guiada por el Escuadrón?
Su gesto y sonrisa querían expresar que aquella propuesta podría ser aceptada o denegada sin ningún problema. No le sobraba el tiempo, pero tampoco estaba tan agobiado como días atrás. Y nunca desperdiciaba la ocasión para sembrar la semilla de la inquietud y curiosidad por el kido en una nueva recluta. Y aquella shinigami le daba una grata impresión, por lo que había decidido, en ese preciso instante, echarle un ojo a Isono y seguir con detalle su progresión dentro de la División.
Re: Pasos tranquilos
Al fin… pensó Isono al ver marcharse a la insoportable trepa-muros; un discreto suspiro de alivio afloro a sus labios acompañado por una plácida expresión de calma en sus verdes ojos. Dejó a un lado el asunto de la joven Shihoin, para dedicar su atención al teniente.
-Curioso, yo más bien sería al contrario: mi zanjutsu está bastante desatendido, a favor del hakuda y el kido. Podrías enseñarme un par de trucos con la espada a cambio de un par de trucos de kido por mi parte –el tono burlón del teniente hizo que Isono no tomará demasiado en serio aquel intercambio; aunque visto desde otro punto, podría ser posible si ella lo planteaba totalmente en serio -. La verdad es que el Kido es una disciplina bastante olvidada y menospreciada en la Academia en particular y en el Gotei en general. Si yo no fuera tan... – hubo un breve silencio, como si hubiera recapacitado antes de continuar hablando-. Bueno, si las cosas fueran distintas... yo estaría enseñando en la Academia y el kido sería tomado más en serio. Aunque ya eso es imposible: si antes no me sobraba tiempo ahora mucho menos.
Su expresión se contrajo en un pequeño rictus interrogativo; un leve gesto apenas perceptible. Hubo muchos matices en las decrecientes palabras de Kato que le llamaron la atención; aquel semblante vivaz también poseía sombras que a su interpretación, ocultaban pequeñas lamentaciones.
- Bueno, el problema de tu kido se puede arreglar fácilmente con un par de... clases particulares. El problema del Gotei es otro tema... Tengo algo de tiempo, ¿te apetece una visita guiada por el Escuadrón?
Una sonrisa volvió a aparecer en el rostro del teniente. Isono no pudo evitar preguntarse qué clase de persona sería Shihoin Kato, lejos de aquella situación protocolaria o hasta qué punto estaría dispuesto a llegar por eso que lamentaba y no quería decir en voz alta.
-Claro –aceptó Isono con un movimiento afirmativo de cabeza; se desplazó a un lado, dejando el pasillo despejado para que el teniente abriese la marcha-. Estoy dispuesta a negociar un intercambio de lecciones, Shihoin-fukutaicho, zanjutsu por kido; tuve un gran maestro del que me siento particularmente orgullosa, si me permite la falta de modestia. Sería un… desperdicio no compartir conocimientos que podrían resultar útiles de cara a mañana –comentó Isono, seria aunque en su voz podía notarse un tinte de hilaridad-. Me enseñaron que la resignación no es una buena cualidad; dadas las circunstancias… –dirigió una mirada de soslayo al teniente; sus ojos ligeramente rasgados querían dar a entender que esas palabras casi susurradas habían llegado a sus oídos y que, había recibido parte del mensaje-. Me refiero a que, aunque haya cosas que no puedan volver atrás, siempre hay muchas otras que todavía pueden mejorarse hasta que sea lo que uno realmente quiere… –se detuvo un segundo creyendo que estaba siendo demasiado entrometida-. Como mi kido. Me niego a resignarme ante la simple mediocridad que ahora posee mi técnica .
Lo dijo con la intención de no cargar el ambiente; sin la chica descolgándose de las puertas, no quería ser ella quien entorpeciera la conversación. Hizo un movimiento suave y lento hacia un lado, indicando la extensión del pasillo.
-¿Vamos? –sugirió-. Je, no me gustaría perderme por el Escuadrón… Además, me daría demasiada vergüenza tener que ir pidiendo indicaciones…
Tanto como le daba tener que pedir ayuda con el kido, aunque eso bien podía haber pasado desapercibido o no.
-Curioso, yo más bien sería al contrario: mi zanjutsu está bastante desatendido, a favor del hakuda y el kido. Podrías enseñarme un par de trucos con la espada a cambio de un par de trucos de kido por mi parte –el tono burlón del teniente hizo que Isono no tomará demasiado en serio aquel intercambio; aunque visto desde otro punto, podría ser posible si ella lo planteaba totalmente en serio -. La verdad es que el Kido es una disciplina bastante olvidada y menospreciada en la Academia en particular y en el Gotei en general. Si yo no fuera tan... – hubo un breve silencio, como si hubiera recapacitado antes de continuar hablando-. Bueno, si las cosas fueran distintas... yo estaría enseñando en la Academia y el kido sería tomado más en serio. Aunque ya eso es imposible: si antes no me sobraba tiempo ahora mucho menos.
Su expresión se contrajo en un pequeño rictus interrogativo; un leve gesto apenas perceptible. Hubo muchos matices en las decrecientes palabras de Kato que le llamaron la atención; aquel semblante vivaz también poseía sombras que a su interpretación, ocultaban pequeñas lamentaciones.
- Bueno, el problema de tu kido se puede arreglar fácilmente con un par de... clases particulares. El problema del Gotei es otro tema... Tengo algo de tiempo, ¿te apetece una visita guiada por el Escuadrón?
Una sonrisa volvió a aparecer en el rostro del teniente. Isono no pudo evitar preguntarse qué clase de persona sería Shihoin Kato, lejos de aquella situación protocolaria o hasta qué punto estaría dispuesto a llegar por eso que lamentaba y no quería decir en voz alta.
-Claro –aceptó Isono con un movimiento afirmativo de cabeza; se desplazó a un lado, dejando el pasillo despejado para que el teniente abriese la marcha-. Estoy dispuesta a negociar un intercambio de lecciones, Shihoin-fukutaicho, zanjutsu por kido; tuve un gran maestro del que me siento particularmente orgullosa, si me permite la falta de modestia. Sería un… desperdicio no compartir conocimientos que podrían resultar útiles de cara a mañana –comentó Isono, seria aunque en su voz podía notarse un tinte de hilaridad-. Me enseñaron que la resignación no es una buena cualidad; dadas las circunstancias… –dirigió una mirada de soslayo al teniente; sus ojos ligeramente rasgados querían dar a entender que esas palabras casi susurradas habían llegado a sus oídos y que, había recibido parte del mensaje-. Me refiero a que, aunque haya cosas que no puedan volver atrás, siempre hay muchas otras que todavía pueden mejorarse hasta que sea lo que uno realmente quiere… –se detuvo un segundo creyendo que estaba siendo demasiado entrometida-. Como mi kido. Me niego a resignarme ante la simple mediocridad que ahora posee mi técnica .
Lo dijo con la intención de no cargar el ambiente; sin la chica descolgándose de las puertas, no quería ser ella quien entorpeciera la conversación. Hizo un movimiento suave y lento hacia un lado, indicando la extensión del pasillo.
-¿Vamos? –sugirió-. Je, no me gustaría perderme por el Escuadrón… Además, me daría demasiada vergüenza tener que ir pidiendo indicaciones…
Tanto como le daba tener que pedir ayuda con el kido, aunque eso bien podía haber pasado desapercibido o no.
Otsuka Isono- Post : 1242
Edad : 38
Re: Pasos tranquilos
El férreo carácter de Isono parecía comenzar a disolverse, pero sólo en la superficie. Aún le parecía a Kato estar dando de golpes sobre un firme muro que no se dejaría tan fácil derruir. Pero el teniente del Quinto no se daría tan fácilmente por vencido.
— Claro. Estoy dispuesta a negociar un intercambio de lecciones, Shihoin-fukutaicho, zanjutsu por kido; tuve un gran maestro del que me siento particularmente orgullosa, si me permite la falta de modestia. Sería un… desperdicio no compartir conocimientos que podrían resultar útiles de cara a mañana — comentó Isono. Kato sonreía, esperando que aquel comentario no fuese de esos que quedan en el olvido, medio sarcásticos, pues en realidad la idea le atraía. Nunca le había supuesto un problema su torpe zanjutsu, pues su hakuda y su inusual shikai no habían requerido tales habilidades. Sin embargo, la conciencia inquieta del teniente nunca desaprovecharía una ocasión de mejorar. Además, aquel entrenamiento de enseñanza mutua podría servir para suavizar las ásperas maneras de la shinigami. El mostrarle como él podría aprender tanto de ella como ella de él sería una buena lección para comenzar su vida en el Escuadrón.
— Me enseñaron que la resignación no es una buena cualidad; dadas las circunstancias… — La mirada de la joven shinigami fue bastante significativa, al menos para Kato — Me refiero a que, aunque haya cosas que no puedan volver atrás, siempre hay muchas otras que todavía pueden mejorarse hasta que sea lo que uno realmente quiere… Como mi kido. Me niego a resignarme ante la simple mediocridad que ahora posee mi técnica.
— No te preocupes por eso que mejorará. Estás en el lugar indicado. — sentenció, con una amplia sonrisa de autosuficiencia, señalando uno de los estandartes que colgaba de una columna, con el símbolo de la Quinta División. — Para el conocimiento del Kido hacen falta curiosidad, creatividad y dedicación. Parece que tú ya tienes esta última, así que sólo deberías cultivar las otras dos. — aclaró Kato, en tono algo más serio. — Debes entender el kido como una mezcla de arte y ciencia. El arte requiere de creatividad y la ciencia de curiosidad. La dedicación te la dará tu discipliina, Isono. — concluyó, sonriente, cómo no.
— ¿Vamos? Je, no me gustaría perderme por el Escuadrón… Además, me daría demasiada vergüenza tener que ir pidiendo indicaciones…
— No serías la primera ni la última. — contestó, moviendo la cabeza de un lado a otro, fingiendo no saber qué camino tomar.
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Última edición por Shihoin Kato el Sáb Oct 16, 2010 11:29 am, editado 1 vez (Razón : Fallillo ortográfico... ^_^)
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