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Visita guiada para Isono
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Souls&Swords - Foro interpretativo inspirado en Bleach :: Gotei :: Escuadrón Makoto - Sinceridad Absoluta :: Departamento Investigación Kidô
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Visita guiada para Isono
Tras la parte aburrida y monótona de la visita, donde Kato enseñó los cuarteles, habitaciones, salas de reunión y demás, el capitán llevó a la nueva shinigami a su zona favorita del Escuadrón: el Departamento de Investigación Kido.
La primera sala que los recibió era amplia y algo diáfana en mobiliario. Era un gran salón para distenderse o relajarse entre las largas jornadas de trabajo sin cese. Estaban fuertemente iluminadas gracias a unos altos ventanales con vista a casi todo el Seireitei, ya que aquel departamento se ubicaba unas dos plantas de altura. La parte inferior se usaba como almacén y estaba férreamente protegida.
Tras una mesa llena de libros y de sus gafas de media luna se encontraba Corcaigh, el longevo shinigami que coordinaba aquel centro. Ocupado, como siempre, parecía estudiar aquellos pesados volúmenes sin descanso, como siempre. Tras de él, inmerso en un mar de cojines, se encontraba el pasivo Hanzo, que parecía dormitar.
— Buenas gente. — saludó Kato, con tono aún más informal que sus palabras. — Os traigo una nueva compañera. ¿No venís a saludar o qué? — viendo que el anciano shinigami tardaba en dejar sus papeles y en levantarse tras aquella vana introducción, se dirigió a Isono para presentarles: — Ése que se acerca es Corcaigh, director de todo este departamento. Y aquel de allí que finge dormir... — Kato estiró sus palabras para echar mano al primer objeto que pilló, lanzándolo con afortunada puntería. — ... es el vago de Hanzo, que finge dormir.
— Me parece que no finge, que duerme de verdad. — confesó Corcaigh que ya se encontraba junto a Isono y Kato. — Ayer estuvo trabajando hasta tarde, cuando ya nadie quedaba por aquí. — informó. A Kato se le dibujó una sonrisa de orgullo en la cara; orgullo que nunca admitiría. Sin embargo el anciano no pudo o no quiso echar cuenta a aquel gesto, girándose hacia la shinigami. — Bienvenida al Escuadrón, hija. Puedes llamarme Corcaigh y estoy a tu disposición para lo que necesites. — El más despiadado hollow hubiera sucumbido ante aquella afable sonrisa y reconfortable mirada que aquel experimentado y sabio shinigami siempre portaba.
— Así que Hanzo sigue empeñado en no mostrar su valía, por lo que veo... — comentó Kato, aunque pronto se dio cuenta que Isono no le comprendería, aclaró: — Hanzo es bastante perezoso y se ha ganado esa reputación con esfuerzo. Trabaja, como es obvio, pero parece que no quiere perder su título de holgazán del Escuadrón, y lo hace a deshoras, para que nadie lo vea arrimar el hombro. — declaró Kato, con tono burlón, como indicando que ni él entendía muy bien a aquel shingami.
Dejó a Isono y Corcaigh para que se conocieran algo más, yendo hacia donde Hanzo dormía para despertarlo y levantarlo, aunque fuese a rastras. "Qué habré hecho yo para merecer esto", se preguntaba el capitán, aunque exageraba su desazón, pues tonterías como aquellas eran las que alegraban el día a día y la rutina del shinigami.
A regañadientes, Hanzo volvió junto a Isono, escolatado por Kato. Con un ojo cerrado y el otro casi que también, el shinigami se esforzó por observar la figura de Isono. Kato, desde atrás, lo asió por los hombros y zamarreó un tanto para acabar de arrancar la mente de Hanzo.
— Hey... — farfulló, entre dientes, frotándose los ojos. — Hanzo. — se limitó a decir. — ¿Puedo volver ya a dormir? — preguntó a Kato.
Ahora era el capitán quien frotaba sus ojos, no queriendo mirar al holgazán que tenía delante mientras decidía si matarle ahora o cuando recobrara las horas de sueño perdida. Se limitó en mirar a Isono y sonreír, algo incómodo. "Y éste es tu nuevo Escuadrón", dudó en decir Kato, aunque se abstuvo. Si después de conocer a Hanzo y Momo no salía despavorida de aquel lugar es que de verdad tenía muchas más dedicación de la que Kato había calculado.
La primera sala que los recibió era amplia y algo diáfana en mobiliario. Era un gran salón para distenderse o relajarse entre las largas jornadas de trabajo sin cese. Estaban fuertemente iluminadas gracias a unos altos ventanales con vista a casi todo el Seireitei, ya que aquel departamento se ubicaba unas dos plantas de altura. La parte inferior se usaba como almacén y estaba férreamente protegida.
Tras una mesa llena de libros y de sus gafas de media luna se encontraba Corcaigh, el longevo shinigami que coordinaba aquel centro. Ocupado, como siempre, parecía estudiar aquellos pesados volúmenes sin descanso, como siempre. Tras de él, inmerso en un mar de cojines, se encontraba el pasivo Hanzo, que parecía dormitar.
— Buenas gente. — saludó Kato, con tono aún más informal que sus palabras. — Os traigo una nueva compañera. ¿No venís a saludar o qué? — viendo que el anciano shinigami tardaba en dejar sus papeles y en levantarse tras aquella vana introducción, se dirigió a Isono para presentarles: — Ése que se acerca es Corcaigh, director de todo este departamento. Y aquel de allí que finge dormir... — Kato estiró sus palabras para echar mano al primer objeto que pilló, lanzándolo con afortunada puntería. — ... es el vago de Hanzo, que finge dormir.
— Me parece que no finge, que duerme de verdad. — confesó Corcaigh que ya se encontraba junto a Isono y Kato. — Ayer estuvo trabajando hasta tarde, cuando ya nadie quedaba por aquí. — informó. A Kato se le dibujó una sonrisa de orgullo en la cara; orgullo que nunca admitiría. Sin embargo el anciano no pudo o no quiso echar cuenta a aquel gesto, girándose hacia la shinigami. — Bienvenida al Escuadrón, hija. Puedes llamarme Corcaigh y estoy a tu disposición para lo que necesites. — El más despiadado hollow hubiera sucumbido ante aquella afable sonrisa y reconfortable mirada que aquel experimentado y sabio shinigami siempre portaba.
— Así que Hanzo sigue empeñado en no mostrar su valía, por lo que veo... — comentó Kato, aunque pronto se dio cuenta que Isono no le comprendería, aclaró: — Hanzo es bastante perezoso y se ha ganado esa reputación con esfuerzo. Trabaja, como es obvio, pero parece que no quiere perder su título de holgazán del Escuadrón, y lo hace a deshoras, para que nadie lo vea arrimar el hombro. — declaró Kato, con tono burlón, como indicando que ni él entendía muy bien a aquel shingami.
Dejó a Isono y Corcaigh para que se conocieran algo más, yendo hacia donde Hanzo dormía para despertarlo y levantarlo, aunque fuese a rastras. "Qué habré hecho yo para merecer esto", se preguntaba el capitán, aunque exageraba su desazón, pues tonterías como aquellas eran las que alegraban el día a día y la rutina del shinigami.
A regañadientes, Hanzo volvió junto a Isono, escolatado por Kato. Con un ojo cerrado y el otro casi que también, el shinigami se esforzó por observar la figura de Isono. Kato, desde atrás, lo asió por los hombros y zamarreó un tanto para acabar de arrancar la mente de Hanzo.
— Hey... — farfulló, entre dientes, frotándose los ojos. — Hanzo. — se limitó a decir. — ¿Puedo volver ya a dormir? — preguntó a Kato.
Ahora era el capitán quien frotaba sus ojos, no queriendo mirar al holgazán que tenía delante mientras decidía si matarle ahora o cuando recobrara las horas de sueño perdida. Se limitó en mirar a Isono y sonreír, algo incómodo. "Y éste es tu nuevo Escuadrón", dudó en decir Kato, aunque se abstuvo. Si después de conocer a Hanzo y Momo no salía despavorida de aquel lugar es que de verdad tenía muchas más dedicación de la que Kato había calculado.
Última edición por Shihoin Kato el Dom Dic 05, 2010 4:13 pm, editado 3 veces
Re: Visita guiada para Isono
Durante largo rato Isono siguió los pasos de Kato mientras éste iba mostrándole cada uno de los emplazamientos de que disponía el Escuadrón, desde la más discreta sala de reunión hasta el Departamento de Investigación. Por el entusiasmo de las palabras de Kato, Isono casi pudo haber pensado que aquella zona debía ser de lo más interesante, al menos basándose en el fervor del teniente. Casi parecía otra persona totalmente distinta.
Cuando entraron, el olor le supo extraño, una mezcla entre polvo de libro y experiencia acumulada con un tinte de resignación y holgazanería. Tras una descomunal mesa repleta de libros, sentado estaba Corcaigh, un anciano shinigami con unas más que curiosas gafas.
-Buenas gente - saludó el teniente adoptando un tono informal, distinto al que había mantenido instantes antes -. Os traigo una nueva compañera. ¿No venís a saludar o qué? Ése que se acerca es Corcaigh, director de todo este departamento. Y aquel de allí que finge dormir... es el vago de Hanzo, que finge dormir.
-Me parece que no finge, que duerme de verdad. Ayer estuvo trabajando hasta tarde, cuando ya nadie quedaba por aquí. Bienvenida al Escuadrón, hija. Puedes llamarme Corcaigh y estoy a tu disposición para lo que necesites
- Soy Otsuka Isono. El gusto es mío, Corcaigh-sama –saludó realizando una inclinación hacia delante-.
Aquella mirada, de persona afable y honesta que poco ha de ocultar al mundo porque poco le queda por esconder, junto a su aura serena, casi hicieron que Isono se derrumbase. La presencia de Corcaigh-sama era tan parecida a la de su padre… Kagetsu tenía la increíble cualidad de hacer de una mañana de tormenta y fuertes vientos, una oportunidad para que el día no fuera una pérdida de tiempo. Los recuerdos casi la atropellaron en ese instante, esbozándose en su cara una triste y tímida sonrisa.
-Así que Hanzo sigue empeñado en no mostrar su valía, por lo que veo... Hanzo es bastante perezoso y se ha ganado esa reputación con esfuerzo. Trabaja, como es obvio, pero parece que no quiere perder su título de holgazán del Escuadrón, y lo hace a deshoras, para que nadie lo vea arrimar el hombro .
-Hey... Hanzo –farfulló frotándose los ojos lánguidamente, como si supusiera un esfuerzo tremendo e insoportable-. ¿Puedo volver ya a dormir?
La sombra de malos recuerdos se esfumó de Isono tan pronto como la perezosa desidia de Hanzo regresó a sus cojines, sustituyéndose por una expresión de incredulidad en la cara. No soportaba a ese tipo de personas. Su cabeza estaba demasiado habituada a una rutina extenuante, acostumbrada desde niña a las lecciones de su padre, sus hábitos siempre contaron con grandes dosis de actividad; cuando creció no cambio ni un solo ápice e incluso, cuando la casa se quedó vacía, ella tuvo que hacerse cargo de que no se cayera a pedazos. No es que fuera una adicta al trabajo, pero estar ocupada la ayudaba a no pensar; hábito que le traía demasiados quebraderos de cabeza y no pocas decepciones.
-¿Puedo preguntar qué rutina se lleva normalmente en este departamento? -inquirió volviendo a depositar su atención en Kato y Corcaigh-sama, desterrando de su cabeza la mala impresión de Hanzo-. ¿Qué clase de investigaciones hacéis alrededor del kido? Gracias a mi declarada ignorando, estar aquí me suscita… curiosidad.
Y era cierto, tanto como que aquello le era totalmente nuevo. Como un niño que ha descubierto algo nuevo, soltó la empuñadura de su zanpakutou; gesto muy habitual en ella, y cruzando los dedos de ambas manos, esperó, con los ojos bien abiertos y los oídos despejados cualquier respuesta.
Cuando entraron, el olor le supo extraño, una mezcla entre polvo de libro y experiencia acumulada con un tinte de resignación y holgazanería. Tras una descomunal mesa repleta de libros, sentado estaba Corcaigh, un anciano shinigami con unas más que curiosas gafas.
-Buenas gente - saludó el teniente adoptando un tono informal, distinto al que había mantenido instantes antes -. Os traigo una nueva compañera. ¿No venís a saludar o qué? Ése que se acerca es Corcaigh, director de todo este departamento. Y aquel de allí que finge dormir... es el vago de Hanzo, que finge dormir.
-Me parece que no finge, que duerme de verdad. Ayer estuvo trabajando hasta tarde, cuando ya nadie quedaba por aquí. Bienvenida al Escuadrón, hija. Puedes llamarme Corcaigh y estoy a tu disposición para lo que necesites
- Soy Otsuka Isono. El gusto es mío, Corcaigh-sama –saludó realizando una inclinación hacia delante-.
Aquella mirada, de persona afable y honesta que poco ha de ocultar al mundo porque poco le queda por esconder, junto a su aura serena, casi hicieron que Isono se derrumbase. La presencia de Corcaigh-sama era tan parecida a la de su padre… Kagetsu tenía la increíble cualidad de hacer de una mañana de tormenta y fuertes vientos, una oportunidad para que el día no fuera una pérdida de tiempo. Los recuerdos casi la atropellaron en ese instante, esbozándose en su cara una triste y tímida sonrisa.
-Así que Hanzo sigue empeñado en no mostrar su valía, por lo que veo... Hanzo es bastante perezoso y se ha ganado esa reputación con esfuerzo. Trabaja, como es obvio, pero parece que no quiere perder su título de holgazán del Escuadrón, y lo hace a deshoras, para que nadie lo vea arrimar el hombro .
-Hey... Hanzo –farfulló frotándose los ojos lánguidamente, como si supusiera un esfuerzo tremendo e insoportable-. ¿Puedo volver ya a dormir?
La sombra de malos recuerdos se esfumó de Isono tan pronto como la perezosa desidia de Hanzo regresó a sus cojines, sustituyéndose por una expresión de incredulidad en la cara. No soportaba a ese tipo de personas. Su cabeza estaba demasiado habituada a una rutina extenuante, acostumbrada desde niña a las lecciones de su padre, sus hábitos siempre contaron con grandes dosis de actividad; cuando creció no cambio ni un solo ápice e incluso, cuando la casa se quedó vacía, ella tuvo que hacerse cargo de que no se cayera a pedazos. No es que fuera una adicta al trabajo, pero estar ocupada la ayudaba a no pensar; hábito que le traía demasiados quebraderos de cabeza y no pocas decepciones.
-¿Puedo preguntar qué rutina se lleva normalmente en este departamento? -inquirió volviendo a depositar su atención en Kato y Corcaigh-sama, desterrando de su cabeza la mala impresión de Hanzo-. ¿Qué clase de investigaciones hacéis alrededor del kido? Gracias a mi declarada ignorando, estar aquí me suscita… curiosidad.
Y era cierto, tanto como que aquello le era totalmente nuevo. Como un niño que ha descubierto algo nuevo, soltó la empuñadura de su zanpakutou; gesto muy habitual en ella, y cruzando los dedos de ambas manos, esperó, con los ojos bien abiertos y los oídos despejados cualquier respuesta.
Otsuka Isono- Post : 1242
Edad : 38
Re: Visita guiada para Isono
Rutina. Aquella palabra perseguía al Shihoin desde que comenzó a tener cierta importancia en la División. Kato había sido feliz hasta hace poco, pues corría más que la rutina. El problema es que ésta estaba comenzando a alcanzarle.
Parece que el viejo, con esfuerzo, tuvo que contener la carcajada. ¿Rutina?, pensaría, sabedor de la animadversión de Kato por tal concepto. A ello debía sumársele el hecho de que ninguna investigación, sea de la naturaleza que fuere, será, por definición, rutinaria. El trabajo en una investigación no prestaba a ello, sino más bien funcionaba por pulsos. Algo nuevo sucedía, un asesinato en una investigación policial o la consecución de un hito en la científica, y a partir de ese "algo" todo se aceleraba. Nuevos datos, nuevas hipótesis, todo lo retenido tras aquella barrera, al flanquearla, explotaba y el los hábitos de trabajo aumentaban con aquel torrente.
En definitiva, era imposible mantener una rutina, pues nada se podría hacer para predecir lo que un experimento podría hacer vislumbrar u oscurecer sobre una investigación. Nada. Eso estaba claro en la mente de Corcaigh y Kato, junto con todos los empleados de aquel Departamento. El dilema era como explicar, a una mente tan recta y disciplinada, que debía olvidar la rutina y acoger la idea de la improvisación.
— ¿Rutina? — repitió al fin el anciano shinigami, al ver que su superior no reaccionaba. — Creo que voy a dejar a tu capitán responder a todas esas preguntas. Sin duda estará impaciente por responder, dada su pasión por la investigación. — aclaró el viejo, dando un leve toque sobre el brazo del capitán.
La experiencia le otorgaba cierta ventaja para pensar rápido y escapar pronto, aunque fuera de comprometedoras y incómodas preguntas. Dio media vuelta tras una leve reverencia hacia Isono, y volvió a sus asuntos con calma en sus pasos. Mientras tanto Kato se frotaba la nuca, intentando buscar las respuestas.
— Bueno... La verdad es que rutina poca hay por aquí. — contestó finalmente el Shihoin, con media sonrisa forzada en la boca. — Los trabajos de este Departamento no están relacionados con el Escuadrón, aunque la gran mayoría de los investigadores son también shinigamis del Quinto. Aquí trabaja la gente cuando puede, cuando su... rutina del escuadrón se lo permite. — explicó, borrando aquella estúpida sonrisa de su cara y centrándose en aclarar aquello. — Además, en investigación es difícil mantener una rutina. Pocas veces puedes marcar un rumbo fijo, sino que te dejas llevar por el devenir de los experimentos e improvisas con cada nueva información.
Creía ver signos de confusión en el rostro de Isono, pero Kato esperaría a su reacción y a que sus dudas fueran totalmente solventadas para proponer y poner el marcha aquella idea que acababa de ocurrírsele.
— Creo que sé qué hacer ahora, qué enseñarte. — dijo el capitán, después del corto silencio que continuó a aquellas dudas resueltas. — Sígueme, te llevaré a una sala muy especial donde podrás mostrarme tu... interés por todo ésto. — No quiso concretar más, para no descubrir la pequeña sorpresa, pero sí que la miró con una pícara sonrisa dibujada en su faz, mientras giraba para dejar la sala.
Aquella pequeña recepción del Departamento, lugar de distensión y relajación, acababa en una zona repleta de estantes con libros y volúmenes, cada cual más pesado que el anterior. La sala se estrechaba hasta acabar en un pasillo que comunicaba con el resto del complejo. Durante un par de minutos caminaron en silencio, a menos que Isono lo rompiera con alguna que otra duda. Dejaron atrás bifurcaciones de aquel pasillo, decenas de puertas, la mayoría metálicas y con un pequeño tragaluz.
Pocas parecían contener actividad, dada las horas y la escasez de personal. El caso es que aquel ancho pasillo parecía servir de eje central que comunicaba cada rincón de aquel Departamento. Conforme se avanzaba en él, la decoración nipona tradicional iba dejando paso a un paisaje más propio de un laboratorio. La madera era sustituida por el metal, el crujiente piso se había transformado en un pulido y brillante mármol oscuro. Las puertas de paneles de papel cedían su lugar a recios portones de grueso metal, totalmente opacos o con una pequeña ventanita al exterior.
Al final de aquella pequeña caminata los detuvo un gran portón con forma de arco, donde aquel pasillo moría. En contraposición de la nueva y moderna decoración, ese portal se caracterizaba por su antigüedad, incluso por su desgaste, podría decirse. El arco que rodeaba las dos pesadas hojas de madera de aquella puerta estaba marcado por infinidad de extraños símbolos. Sellando ambas hojas había un cartel adherido, cuyos kanjis dibujados informaban de la fecha de ayer. Junto a la puerta, como en muchas otras que los shinigamis habían dejado atrás, se encontraba una pequeña pantalla táctil. Kato se acercó y tecleó un código, aunque la pantalla parecía requerir algo más para permitir la entrada a aquella fortificada sala. El capitán esperó, sin embargo, y se giró hacia Isono:
— Veamos si recuerdas algo de lo que leíste en la Academia. Examen sorpresa. — En esa última frase se pudo percibir un tono burlón bastante propio de él. — Las murallas que rodean el Seireitei, ¿de qué están hechas? ¿qué peculiar cualidad tienen? — preguntó, como si en realidad de un test se tratara.
Cualquier shinigami que pretendiera entender qué había en el interior de la misteriosa sala debía conocer la respuesta a aquellas preguntas. Aquel recóndito rincón del Departamento de Investigación Kido era el pequeño tesoro del Escuadrón, construido y cuidado con tal habilidad que ni el erudito Capitán Karaiko había podido aplicar. De hecho, sin aquella instalación, el Departamento no habría conseguido ni la mitad de los numerosos avances que habían logrado en la disciplina del Kido, sobre todo atrás en el tiempo, cuando el Duodécimo Escuadrón aún no tenía los medios para abastecer las necesidades de los investigadores.
Un hito que haría recordar la figura de Corcaigh por toda la eternidad, aún cuando su reiatsu, finalmente, se apagara.
Parece que el viejo, con esfuerzo, tuvo que contener la carcajada. ¿Rutina?, pensaría, sabedor de la animadversión de Kato por tal concepto. A ello debía sumársele el hecho de que ninguna investigación, sea de la naturaleza que fuere, será, por definición, rutinaria. El trabajo en una investigación no prestaba a ello, sino más bien funcionaba por pulsos. Algo nuevo sucedía, un asesinato en una investigación policial o la consecución de un hito en la científica, y a partir de ese "algo" todo se aceleraba. Nuevos datos, nuevas hipótesis, todo lo retenido tras aquella barrera, al flanquearla, explotaba y el los hábitos de trabajo aumentaban con aquel torrente.
En definitiva, era imposible mantener una rutina, pues nada se podría hacer para predecir lo que un experimento podría hacer vislumbrar u oscurecer sobre una investigación. Nada. Eso estaba claro en la mente de Corcaigh y Kato, junto con todos los empleados de aquel Departamento. El dilema era como explicar, a una mente tan recta y disciplinada, que debía olvidar la rutina y acoger la idea de la improvisación.
— ¿Rutina? — repitió al fin el anciano shinigami, al ver que su superior no reaccionaba. — Creo que voy a dejar a tu capitán responder a todas esas preguntas. Sin duda estará impaciente por responder, dada su pasión por la investigación. — aclaró el viejo, dando un leve toque sobre el brazo del capitán.
La experiencia le otorgaba cierta ventaja para pensar rápido y escapar pronto, aunque fuera de comprometedoras y incómodas preguntas. Dio media vuelta tras una leve reverencia hacia Isono, y volvió a sus asuntos con calma en sus pasos. Mientras tanto Kato se frotaba la nuca, intentando buscar las respuestas.
— Bueno... La verdad es que rutina poca hay por aquí. — contestó finalmente el Shihoin, con media sonrisa forzada en la boca. — Los trabajos de este Departamento no están relacionados con el Escuadrón, aunque la gran mayoría de los investigadores son también shinigamis del Quinto. Aquí trabaja la gente cuando puede, cuando su... rutina del escuadrón se lo permite. — explicó, borrando aquella estúpida sonrisa de su cara y centrándose en aclarar aquello. — Además, en investigación es difícil mantener una rutina. Pocas veces puedes marcar un rumbo fijo, sino que te dejas llevar por el devenir de los experimentos e improvisas con cada nueva información.
Creía ver signos de confusión en el rostro de Isono, pero Kato esperaría a su reacción y a que sus dudas fueran totalmente solventadas para proponer y poner el marcha aquella idea que acababa de ocurrírsele.
— Creo que sé qué hacer ahora, qué enseñarte. — dijo el capitán, después del corto silencio que continuó a aquellas dudas resueltas. — Sígueme, te llevaré a una sala muy especial donde podrás mostrarme tu... interés por todo ésto. — No quiso concretar más, para no descubrir la pequeña sorpresa, pero sí que la miró con una pícara sonrisa dibujada en su faz, mientras giraba para dejar la sala.
Aquella pequeña recepción del Departamento, lugar de distensión y relajación, acababa en una zona repleta de estantes con libros y volúmenes, cada cual más pesado que el anterior. La sala se estrechaba hasta acabar en un pasillo que comunicaba con el resto del complejo. Durante un par de minutos caminaron en silencio, a menos que Isono lo rompiera con alguna que otra duda. Dejaron atrás bifurcaciones de aquel pasillo, decenas de puertas, la mayoría metálicas y con un pequeño tragaluz.
Pocas parecían contener actividad, dada las horas y la escasez de personal. El caso es que aquel ancho pasillo parecía servir de eje central que comunicaba cada rincón de aquel Departamento. Conforme se avanzaba en él, la decoración nipona tradicional iba dejando paso a un paisaje más propio de un laboratorio. La madera era sustituida por el metal, el crujiente piso se había transformado en un pulido y brillante mármol oscuro. Las puertas de paneles de papel cedían su lugar a recios portones de grueso metal, totalmente opacos o con una pequeña ventanita al exterior.
Al final de aquella pequeña caminata los detuvo un gran portón con forma de arco, donde aquel pasillo moría. En contraposición de la nueva y moderna decoración, ese portal se caracterizaba por su antigüedad, incluso por su desgaste, podría decirse. El arco que rodeaba las dos pesadas hojas de madera de aquella puerta estaba marcado por infinidad de extraños símbolos. Sellando ambas hojas había un cartel adherido, cuyos kanjis dibujados informaban de la fecha de ayer. Junto a la puerta, como en muchas otras que los shinigamis habían dejado atrás, se encontraba una pequeña pantalla táctil. Kato se acercó y tecleó un código, aunque la pantalla parecía requerir algo más para permitir la entrada a aquella fortificada sala. El capitán esperó, sin embargo, y se giró hacia Isono:
— Veamos si recuerdas algo de lo que leíste en la Academia. Examen sorpresa. — En esa última frase se pudo percibir un tono burlón bastante propio de él. — Las murallas que rodean el Seireitei, ¿de qué están hechas? ¿qué peculiar cualidad tienen? — preguntó, como si en realidad de un test se tratara.
Cualquier shinigami que pretendiera entender qué había en el interior de la misteriosa sala debía conocer la respuesta a aquellas preguntas. Aquel recóndito rincón del Departamento de Investigación Kido era el pequeño tesoro del Escuadrón, construido y cuidado con tal habilidad que ni el erudito Capitán Karaiko había podido aplicar. De hecho, sin aquella instalación, el Departamento no habría conseguido ni la mitad de los numerosos avances que habían logrado en la disciplina del Kido, sobre todo atrás en el tiempo, cuando el Duodécimo Escuadrón aún no tenía los medios para abastecer las necesidades de los investigadores.
Un hito que haría recordar la figura de Corcaigh por toda la eternidad, aún cuando su reiatsu, finalmente, se apagara.
Última edición por Shihoin Kato el Dom Dic 05, 2010 4:14 pm, editado 2 veces
Re: Visita guiada para Isono
- ¿Rutina? -exclamó sorprendido Corcaigh como si aquello fuera lo más inhabitual que hubiera en el mundo-. Creo que voy a dejar a tu teniente responder a todas esas preguntas. Sin duda estará impaciente por responder, dada su pasión por la investigación.
El golpecito en el brazo mostró su evidente falta de interés en responder preguntas que bien podrían comprometer aquella visita. Isono hizo acopio de esa misma sensación de incomodidad, sintiéndose una completa extraña en mitad de aquel cerrado círculo de shinigamis. Era como el conejito de indias, ingenuo y desorientado que preguntaba las cuestiones más evidentes, recibiendo evasivas y connotaciones que no captaba.
- Bueno... La verdad es que rutina poca hay por aquí -contestó el teniente con actitud forzada-. Los trabajos de este Departamento no están relacionados con el Escuadrón, aunque la gran mayoría de los investigadores son también shinigamis del Quinto. Aquí trabaja la gente cuando puede, cuando su... rutina del escuadrón se lo permite –explicaba adoptando una postura más centrada en el asunto-. Además, en investigación es difícil mantener una rutina. Pocas veces puedes marcar un rumbo fijo, sino que te dejas llevar por el devenir de los experimentos e improvisas con cada nueva información.
Definitivamente se sintió perdida. Aquello no era a lo que estaba acostumbrada. Su férrea disciplina siempre se había basado en una rutina constante y lineal, definida por unos patrones marcados que difícilmente se romperían por causas injustificadas. Las lecciones de su padre siempre habían sido constantes y con un rumbo determinado, dispuesto a alcanzar un objetivo en un tiempo mayor, o menor. Y aunque siempre suavizó esa continuidad con grandes dosis de intuición, la situación personal de la shinigami no le permitía ser muy abierta de miras.
-Creo que sé qué hacer ahora, qué enseñarte –mencionó Kato tras una breve pausa-. Sígueme, te llevaré a una sala muy especial donde podrás mostrarme tu... interés por todo ésto.
La sonrisa a medio camino entre la picaresca y la burla, que se dibujó en la cara del teniente, hizo que un leve escalofrío azotase la espalda de Isono. Expresiones así nunca podían suponer nada bueno, mucho más viendo sutiles detalles de la actitud distendida de su teniente. Isono arqueó una ceja con disimulo para evitar mostrar abiertamente su recelo. Eran demasiado diferentes y de eso sólo se podía sacar dos conclusiones: o se llevarían muy mal o muy bien, pero desde luego, jamás sería algo indiferente.
Shihoin la fue guiando por los pasillos del Departamento hasta sumergirse en una especie de mundo aparte, frío y metálico dejando atrás las tibias paredes de papel y el suelo de madera. El largo pasillo terminó en una puerta arqueada, de aspecto pesado. La extraña ubicación de la puerta en mitad de aquel lugar, aséptico y decontextualizado; atrajo la atención de Isono como si fuera un imán. Sus ojos se quedaron embobamos mirando aquellos símbolos que se le antojaban misteriosos y seductores; guardianes que custodiaban quizás, el enigma más grande de todo aquel laberinto. Había un cartel sobre la puerta con fechas escritas, siendo la más reciente, justo el día anterior.
-¿Visita mucho este lugar, Shihoin-fukutaicho? –preguntó con tono neutro-.
El teniente se giró hacia ella.
- Veamos si recuerdas algo de lo que leíste en la Academia. Examen sorpresa –el tono burlón casi la sacó de lugar; dejándola con una expresión de perplejidad que bien podría haber inundado todo el pasillo-. Las murallas que rodean el Seireitei, ¿de qué están hechas? ¿Qué peculiar cualidad tienen?
Parpadeó unos instantes hasta recomponerse. Dudó un instante sobre si tomar en serio o no al teniente dado el particular tono en que había hecho la pregunta; aunque por lo que ya sabía, aquello podía ir completamente en serio. A Shihoin-fukutaicho le apasionaba el kido así que, no lo tomaría como una broma. Tendría que dar la mejor respuesta posible, aunque sus días de Academia quedasen muy atrás. Cerró los ojos con actitud meditativa; necesitaba algo de tiempo para poner en orden ideas y viejas lecciones.
-Dentro del Seireitei habitan las familias nobles y está el Gotei, por consecuencia aquello que lo rodea no puede estar hecho de un material simple y ordinario que hiciera fácil, digamos… un asalto –pensaba el voz alta-. Teniendo en cuenta su interior, el exterior debe suponer una barrera más que física para impedir la entrada de cualquier intruso o visita indeseable… Nadie del Rukongai con dos dedos de frente asaltaría el Gotei, así que el muro debería estar pensado para símiles a los shinigamis, cuyos métodos son más amplios y diversos. Una zampakutou no podría romperla porque demostraría su ineficacia; así que se tiene que enfocar hacia otros métodos, como el kido. El kido depende del reiatsu; sin poder espiritual un shinigami estaría muy limitado al uso de su zampakutou y volveríamos al tema de antes. Así pues me inclinaría ante la opción de que la barrera que cubre el Seireitei está asociada al reiatsu –continuaba llegando finalmente a su conclusión-. Piedra de sed de sangre, creo que se llamaba. Impide el uso de reiatsu y niega el uso del shumpo porque no permite dirigir la energía espiritual.
Si su memoria no le fallaba creía no haberse equivocado, pese a ello, no mostró orgullo por su elaborada respuesta, sino que mantuvo su postura seria prefiriendo recibir una contestación más amable a una corrección dura por un exceso de confianza.
El golpecito en el brazo mostró su evidente falta de interés en responder preguntas que bien podrían comprometer aquella visita. Isono hizo acopio de esa misma sensación de incomodidad, sintiéndose una completa extraña en mitad de aquel cerrado círculo de shinigamis. Era como el conejito de indias, ingenuo y desorientado que preguntaba las cuestiones más evidentes, recibiendo evasivas y connotaciones que no captaba.
- Bueno... La verdad es que rutina poca hay por aquí -contestó el teniente con actitud forzada-. Los trabajos de este Departamento no están relacionados con el Escuadrón, aunque la gran mayoría de los investigadores son también shinigamis del Quinto. Aquí trabaja la gente cuando puede, cuando su... rutina del escuadrón se lo permite –explicaba adoptando una postura más centrada en el asunto-. Además, en investigación es difícil mantener una rutina. Pocas veces puedes marcar un rumbo fijo, sino que te dejas llevar por el devenir de los experimentos e improvisas con cada nueva información.
Definitivamente se sintió perdida. Aquello no era a lo que estaba acostumbrada. Su férrea disciplina siempre se había basado en una rutina constante y lineal, definida por unos patrones marcados que difícilmente se romperían por causas injustificadas. Las lecciones de su padre siempre habían sido constantes y con un rumbo determinado, dispuesto a alcanzar un objetivo en un tiempo mayor, o menor. Y aunque siempre suavizó esa continuidad con grandes dosis de intuición, la situación personal de la shinigami no le permitía ser muy abierta de miras.
-Creo que sé qué hacer ahora, qué enseñarte –mencionó Kato tras una breve pausa-. Sígueme, te llevaré a una sala muy especial donde podrás mostrarme tu... interés por todo ésto.
La sonrisa a medio camino entre la picaresca y la burla, que se dibujó en la cara del teniente, hizo que un leve escalofrío azotase la espalda de Isono. Expresiones así nunca podían suponer nada bueno, mucho más viendo sutiles detalles de la actitud distendida de su teniente. Isono arqueó una ceja con disimulo para evitar mostrar abiertamente su recelo. Eran demasiado diferentes y de eso sólo se podía sacar dos conclusiones: o se llevarían muy mal o muy bien, pero desde luego, jamás sería algo indiferente.
Shihoin la fue guiando por los pasillos del Departamento hasta sumergirse en una especie de mundo aparte, frío y metálico dejando atrás las tibias paredes de papel y el suelo de madera. El largo pasillo terminó en una puerta arqueada, de aspecto pesado. La extraña ubicación de la puerta en mitad de aquel lugar, aséptico y decontextualizado; atrajo la atención de Isono como si fuera un imán. Sus ojos se quedaron embobamos mirando aquellos símbolos que se le antojaban misteriosos y seductores; guardianes que custodiaban quizás, el enigma más grande de todo aquel laberinto. Había un cartel sobre la puerta con fechas escritas, siendo la más reciente, justo el día anterior.
-¿Visita mucho este lugar, Shihoin-fukutaicho? –preguntó con tono neutro-.
El teniente se giró hacia ella.
- Veamos si recuerdas algo de lo que leíste en la Academia. Examen sorpresa –el tono burlón casi la sacó de lugar; dejándola con una expresión de perplejidad que bien podría haber inundado todo el pasillo-. Las murallas que rodean el Seireitei, ¿de qué están hechas? ¿Qué peculiar cualidad tienen?
Parpadeó unos instantes hasta recomponerse. Dudó un instante sobre si tomar en serio o no al teniente dado el particular tono en que había hecho la pregunta; aunque por lo que ya sabía, aquello podía ir completamente en serio. A Shihoin-fukutaicho le apasionaba el kido así que, no lo tomaría como una broma. Tendría que dar la mejor respuesta posible, aunque sus días de Academia quedasen muy atrás. Cerró los ojos con actitud meditativa; necesitaba algo de tiempo para poner en orden ideas y viejas lecciones.
-Dentro del Seireitei habitan las familias nobles y está el Gotei, por consecuencia aquello que lo rodea no puede estar hecho de un material simple y ordinario que hiciera fácil, digamos… un asalto –pensaba el voz alta-. Teniendo en cuenta su interior, el exterior debe suponer una barrera más que física para impedir la entrada de cualquier intruso o visita indeseable… Nadie del Rukongai con dos dedos de frente asaltaría el Gotei, así que el muro debería estar pensado para símiles a los shinigamis, cuyos métodos son más amplios y diversos. Una zampakutou no podría romperla porque demostraría su ineficacia; así que se tiene que enfocar hacia otros métodos, como el kido. El kido depende del reiatsu; sin poder espiritual un shinigami estaría muy limitado al uso de su zampakutou y volveríamos al tema de antes. Así pues me inclinaría ante la opción de que la barrera que cubre el Seireitei está asociada al reiatsu –continuaba llegando finalmente a su conclusión-. Piedra de sed de sangre, creo que se llamaba. Impide el uso de reiatsu y niega el uso del shumpo porque no permite dirigir la energía espiritual.
Si su memoria no le fallaba creía no haberse equivocado, pese a ello, no mostró orgullo por su elaborada respuesta, sino que mantuvo su postura seria prefiriendo recibir una contestación más amable a una corrección dura por un exceso de confianza.
Otsuka Isono- Post : 1242
Edad : 38
Re: Visita guiada para Isono
Su lengua no titubeó, y aunque tardó un tanto en contestar a la extraña pregunta de su capitán, la respuesta fue clara y extensa. Kato sonrió satisfecho, aunque no pretendiera probar la valía de aquella joven, sino más bien refrescar su memoria sobre aquel asunto en concreto, pues tenía mucho que ver con aquella sala. Por ello no añadió nada más por ahora, limitándose a mostrar su aprobación con un ademán de su cabeza.
— ¿Visita mucho este lugar, Shihoin-fukutaicho? — Kato se había girado, pero esperó para contestar la pregunta.
— Menos de lo que me gustaría, me temo... — se lamentó. — Pero la sala está abierta a cualquier shinigami del Departamento, siempre que cuente con la aprobación y supervisión de Corcaigh.
Tras ello, respondiendo a la parpadeante pantalla, posó la palma de la mano y, luego de unos segundos de escaneo, el dispositivo pitó. La madera exterior de las gruesas puertas crujieron. Conforme se iban abriendo podía observarse como en su interior estaba reforzado con un grueso metal de unos dos metros de espesor, lo que hacía pensar que la madera exterior era sólo un resto arcaico de la sala, antes de que esta sucumbiera a la modernización del complejo.
En el interior, sin embargo, no se podía apreciar ni un atisbo de metal, plástico o cristal. En realidad cualquier material brillaba por su ausencia, pues la decoración y el menaje de la sala iba más allá del minimalismo: simplemente no existía tal cosa allá. Aún sin disponer de nada en su interior, la sala era extrañamente amplia. De hecho parecía abarcar la misma superficie que habían recorrido los dos shinigamis desde que entraron en el Departamento, pues en verdad su área era la mitad de éste. El material que reinaba la sala era una roca blanca como la nieve y tan pulida que parecía labrada en una sola pieza. No podría distinguirse el fin de las paredes y el comienzo del techo, pues éstos formaban una enorme cúpula, rematada por un orificio en su ápice, de unos diez metros de diámetro. Orificio, por otra parte, más que suficiente para que la inmaculada sala estuviera tan iluminada como si se encontraran bajo el sol de la mañana.
Tres únicos pasos dio Kato hacia el interior de aquella hermosa sala, pasos que retumbaron por toda ella. Se giró, y le hizo un ademán a su invitada para que le siguiera. Dada la naturaleza esférica de lo que les rodeaba, el techo sobre sus cabezas no estaría a más de tres metros, pero esta distancia se incrementaba, y mucho, en el centro de la cúpula. La esfera tenía unos quinientos metros de diámetro y unos trecientos, quizás algo menos, de altura en su punto más álgido. La superficie destacaba por su homogeneidad y pulcritud. Excepción a ello era el centro de la base circular de la sala. Conforme se acercaba a él la plana y glauca superficie cedía, creando un pequeño desnivel de un par de metros de diámetro. Alrededor de él, símbolos similares a los que decoraban la puerta ya flanqueada, estaban grabados en la piedra, dejando ver el interior de ésta, algo más oscuro. Formaban una gran circunferencia, que se unía en diferentes trazos. Servía como círculo de concentración, para la manipulación más fina y pormenorizada del kido.
— Bienvenida a Serubero, Guardian de las Artes Demoníacas. — introdujo el capitán, colocando sus brazos en cruz como si de un expositor se tratase. — Dentro de esta cúpula se llevan a cabo la mayoría de los experimentos sobre Kido, sobretodo los más inestables o peligrosos, ya sea por su enorme energía o porque se desconozcan los efectos. ¿Intuyes ya por qué? — Kato esperaba, con gesto sonriente, que la shinigami pudiera relacionar los últimos datos para entender el motivo de su extraña pregunta y qué tenía ésta que ver con aquella vasta sala. — Te lo mostraré. — añadió, casi sin tiempo a dejarla reaccionar. Elevó su brazo y apuntó la cúpula sobre su cabeza. — Byakurai — musitó.
Un fino haz de energía eléctrica iluminó, aún más, la sala. Todo apuntaba a que aquel Hado destrozaría la brillante superficie de aquella piedra, pero lejos de toda coherencia, la descarga desaparecía, como absorbida o teletransportada por la superficie de la cúpula, sin dejar en ella el más mísero rastro de daño. Prolongó el conjuro durante unos segundos, asegurándose de que Isono pudiera ver y comprender bien el efecto de aquella roca. Tras un leve eco, Serubero recobró su silencio sepulcral.
— ¿Piedra de Sed de Sangre, decías? Ésta es semejante a ella, aunque no tan eficaz. Para empezar, las propiedades de la piedra que recubre esta sala son caducas. Su capacidad de absorción de reiatsu se atenúa con cada exposición a éste, y necesita de cuidados, mantenimiento y recarga. Tareas de las que se encarga nuestro anciano amigo. — Podía leerse el orgullo y la admiración por su viejo amigo en el brillo de sus ojos. — ¿Quieres probar? — preguntó, con sonrisa traviesa, volviendo al tema que concernía a ambos.
Desapareció en un shunpo, desplazándose al centro de la sala. Juntó las palmas de sus manos y estas brillaron, dejando escapar sutiles descargas eléctricas. Poco a poco separó sus extremidades, dejando materializarse su shirayasa zanpakuto entre ellas. La asió por el centro y la hizo girar, con cierto deje incitador.
— No voy a decir esa frase cliché que tanto odio de "dame tu mejor golpe", pero te propondré algo. — "Ni se te ocurra", habría advertido con tono agrio su espada, sino se encontrase profundamente dormida. — Si logras despertar a Tora, lo cual no es tarea fácil, pagaré la cena de hoy, sino... bueno, ya se me ocurrirá algo. — Gestos y pose tentadora, mientras hacía girar su zanpakuto. — Vamos, muéstrame tu Kido, muchacha.
— ¿Visita mucho este lugar, Shihoin-fukutaicho? — Kato se había girado, pero esperó para contestar la pregunta.
— Menos de lo que me gustaría, me temo... — se lamentó. — Pero la sala está abierta a cualquier shinigami del Departamento, siempre que cuente con la aprobación y supervisión de Corcaigh.
Tras ello, respondiendo a la parpadeante pantalla, posó la palma de la mano y, luego de unos segundos de escaneo, el dispositivo pitó. La madera exterior de las gruesas puertas crujieron. Conforme se iban abriendo podía observarse como en su interior estaba reforzado con un grueso metal de unos dos metros de espesor, lo que hacía pensar que la madera exterior era sólo un resto arcaico de la sala, antes de que esta sucumbiera a la modernización del complejo.
En el interior, sin embargo, no se podía apreciar ni un atisbo de metal, plástico o cristal. En realidad cualquier material brillaba por su ausencia, pues la decoración y el menaje de la sala iba más allá del minimalismo: simplemente no existía tal cosa allá. Aún sin disponer de nada en su interior, la sala era extrañamente amplia. De hecho parecía abarcar la misma superficie que habían recorrido los dos shinigamis desde que entraron en el Departamento, pues en verdad su área era la mitad de éste. El material que reinaba la sala era una roca blanca como la nieve y tan pulida que parecía labrada en una sola pieza. No podría distinguirse el fin de las paredes y el comienzo del techo, pues éstos formaban una enorme cúpula, rematada por un orificio en su ápice, de unos diez metros de diámetro. Orificio, por otra parte, más que suficiente para que la inmaculada sala estuviera tan iluminada como si se encontraran bajo el sol de la mañana.
Tres únicos pasos dio Kato hacia el interior de aquella hermosa sala, pasos que retumbaron por toda ella. Se giró, y le hizo un ademán a su invitada para que le siguiera. Dada la naturaleza esférica de lo que les rodeaba, el techo sobre sus cabezas no estaría a más de tres metros, pero esta distancia se incrementaba, y mucho, en el centro de la cúpula. La esfera tenía unos quinientos metros de diámetro y unos trecientos, quizás algo menos, de altura en su punto más álgido. La superficie destacaba por su homogeneidad y pulcritud. Excepción a ello era el centro de la base circular de la sala. Conforme se acercaba a él la plana y glauca superficie cedía, creando un pequeño desnivel de un par de metros de diámetro. Alrededor de él, símbolos similares a los que decoraban la puerta ya flanqueada, estaban grabados en la piedra, dejando ver el interior de ésta, algo más oscuro. Formaban una gran circunferencia, que se unía en diferentes trazos. Servía como círculo de concentración, para la manipulación más fina y pormenorizada del kido.
— Bienvenida a Serubero, Guardian de las Artes Demoníacas. — introdujo el capitán, colocando sus brazos en cruz como si de un expositor se tratase. — Dentro de esta cúpula se llevan a cabo la mayoría de los experimentos sobre Kido, sobretodo los más inestables o peligrosos, ya sea por su enorme energía o porque se desconozcan los efectos. ¿Intuyes ya por qué? — Kato esperaba, con gesto sonriente, que la shinigami pudiera relacionar los últimos datos para entender el motivo de su extraña pregunta y qué tenía ésta que ver con aquella vasta sala. — Te lo mostraré. — añadió, casi sin tiempo a dejarla reaccionar. Elevó su brazo y apuntó la cúpula sobre su cabeza. — Byakurai — musitó.
Un fino haz de energía eléctrica iluminó, aún más, la sala. Todo apuntaba a que aquel Hado destrozaría la brillante superficie de aquella piedra, pero lejos de toda coherencia, la descarga desaparecía, como absorbida o teletransportada por la superficie de la cúpula, sin dejar en ella el más mísero rastro de daño. Prolongó el conjuro durante unos segundos, asegurándose de que Isono pudiera ver y comprender bien el efecto de aquella roca. Tras un leve eco, Serubero recobró su silencio sepulcral.
— ¿Piedra de Sed de Sangre, decías? Ésta es semejante a ella, aunque no tan eficaz. Para empezar, las propiedades de la piedra que recubre esta sala son caducas. Su capacidad de absorción de reiatsu se atenúa con cada exposición a éste, y necesita de cuidados, mantenimiento y recarga. Tareas de las que se encarga nuestro anciano amigo. — Podía leerse el orgullo y la admiración por su viejo amigo en el brillo de sus ojos. — ¿Quieres probar? — preguntó, con sonrisa traviesa, volviendo al tema que concernía a ambos.
Desapareció en un shunpo, desplazándose al centro de la sala. Juntó las palmas de sus manos y estas brillaron, dejando escapar sutiles descargas eléctricas. Poco a poco separó sus extremidades, dejando materializarse su shirayasa zanpakuto entre ellas. La asió por el centro y la hizo girar, con cierto deje incitador.
— No voy a decir esa frase cliché que tanto odio de "dame tu mejor golpe", pero te propondré algo. — "Ni se te ocurra", habría advertido con tono agrio su espada, sino se encontrase profundamente dormida. — Si logras despertar a Tora, lo cual no es tarea fácil, pagaré la cena de hoy, sino... bueno, ya se me ocurrirá algo. — Gestos y pose tentadora, mientras hacía girar su zanpakuto. — Vamos, muéstrame tu Kido, muchacha.
Última edición por Shihoin Kato el Vie Nov 05, 2010 3:21 am, editado 2 veces (Razón : Reparar una incongruencia. Isono está al tanto.)
Re: Visita guiada para Isono
Isono suspiró alivio en cuanto percibió la aprobación de Kato entorno a su respuesta. La puerta de madera se abrió al cabo de unos instantes, mostrando un vacío blanco y luminoso, como si toda la luz del día se hubiera concentrado en sus paredes perfectas e impolutas. Los ojos de Isono se abrieron de par en par, sorprendida por la magnitud de aquella misteriosa y gigantesca sala esférica.
-Bienvenida a Serubero, Guardian de las Artes Demoníacas –presentó el teniente con los brazos extendidos-. Dentro de esta cúpula se llevan a cabo la mayoría de los experimentos sobre Kido, sobretodo los más inestables o peligrosos, ya sea por su enorme energía o porque se desconozcan los efectos. ¿Intuyes ya por qué?
Enarcó una ceja en señal de resignación, comprendiendo ahora la pregunta anterior. Aquella sala era como la muralla que rodeaba el Seireitei, cualquier manifestación de kido sería absorbida por la piedra que la conformaba.
-Te lo mostraré –anunció y sin apenas tiempo, alzó un brazo y señaló hacia el punto más alto de la cúpula-. Byakurai.
El rayo casi cegó a Isono, pensando que aquella estructura pese a sus cualidades, caería convertida en escombros sobre su cabeza. Pero no fue así. Tan limpiamente como apareció, el haz de energía fue absorbido por la roca, permaneciendo intacta; sin un solo rasguño.
-¿Piedra de Sed de Sangre, decías? Ésta es semejante a ella, aunque no tan eficaz. Para empezar, las propiedades de la piedra que recubre esta sala son caducas. Su capacidad de absorción de reiatsu se atenúa con cada exposición a éste, y necesita de cuidados, mantenimiento y recarga. Tareas de las que se encarga nuestro anciano amigo. ¿Quieres probar?
La mirada incrédula de la mujer se dirigió de la cúspide de la sala hacia el teniente. Aquello había sido muy rápido, tanto que en comparación, ella parecía una tortuga en su invocación. La inseguridad comenzó a apoderarse de ella; su corazón comenzó a latir con rapidez temiendo exponerse al ridículo. Confiaba en su kido, al menos en los pasos que había dado desde la Academia, pero aquello ya era diferente: era mostrarse ante un superior y dejarle claro, que no estaba allí por nada. Un sudor frío comenzó a resbalarle por la delgada línea de su espalda.
Como un demonio que te devora las entrañas, Isono; el miedo siempre es así. No es el momento para caer, ni siquiera para titubear; es el instante de los tenaces, de alzar espadas y gritar que no hay cobardía posible, decía Sangeki resonando en su cabeza embotada. Puedes dejar que te coma el miedo y caer delante de este hombre, o por el contrario, permitir que tu orgullo devore el miedo… Tu orgullo, Isono. Sabes muy bien qué es eso…
-No voy a decir esa frase cliché que tanto odio de "dame tu mejor golpe", pero te propondré algo. Si logras despertar a Tora, lo cual no es tarea fácil, pagaré la cena de hoy, sino... bueno, ya se me ocurrirá algo. Vamos, muéstrame tu Kido, muchacha.
Los gestos y la actitud del teniente la instaban a mostrar sus cartas. El sepulcral pálido que invadió la piel de Isono volvió a cubrirse por un suave rubor; no estaba confiada en salir airosa, pero al menos, intentaría no caer fácilmente. Sabía que si kido jamás podría contra el del Kato actualmente. Su mente, titubeante e indecisa pasó a un estado diferente, frío e inmutable, mientras su mente barajaba opciones, posibilidades y se ponía en sintonía con su cuerpo.
Eso es… Déjame salir, Isono y le daremos una fina muestra que no olvidará, susurró Sangeki, ansioso ante la expectativa de hundir su filo en piel y sangre.
-Cállate –musitó en un susurró apenas audible-. ¿Sino… qué? No pienso rellenar formularios, fukutaicho –respondió a las provocaciones de Kato, en un intento por aliviar su cada vez más lejana tensión-.
Kato la estaba esperando, no podía atacar siendo previsible; sin embargo, una acción defensiva resultaría inútil sin un ataque y demostraría miedo. Debía desviar su atención, prepararse antes de atacar para disponer al menos, de una oportunidad, o… para hacerlo más entretenido. Se desplazó a un lado usando el shumpo, sólo un instante, el preciso para concentrarse y visualizar; dejarse invadir por el reiatsu y darle la forma apropiada.
-Hado. 32 Okasen –musitó adoptando un tono de voz firme y autoritario; las dudas no estaban permitidas, no ahora; esperaba que Kato reaccionase ante el hado, por lo que no dispondría de mucho tiempo antes de hacer su siguiente movimiento-.
OFF: por favor, tenme paciencia con el kido, la usuaria es la que no tiene ni idea!
OFF2: paso de discreciones...
-Bienvenida a Serubero, Guardian de las Artes Demoníacas –presentó el teniente con los brazos extendidos-. Dentro de esta cúpula se llevan a cabo la mayoría de los experimentos sobre Kido, sobretodo los más inestables o peligrosos, ya sea por su enorme energía o porque se desconozcan los efectos. ¿Intuyes ya por qué?
Enarcó una ceja en señal de resignación, comprendiendo ahora la pregunta anterior. Aquella sala era como la muralla que rodeaba el Seireitei, cualquier manifestación de kido sería absorbida por la piedra que la conformaba.
-Te lo mostraré –anunció y sin apenas tiempo, alzó un brazo y señaló hacia el punto más alto de la cúpula-. Byakurai.
El rayo casi cegó a Isono, pensando que aquella estructura pese a sus cualidades, caería convertida en escombros sobre su cabeza. Pero no fue así. Tan limpiamente como apareció, el haz de energía fue absorbido por la roca, permaneciendo intacta; sin un solo rasguño.
-¿Piedra de Sed de Sangre, decías? Ésta es semejante a ella, aunque no tan eficaz. Para empezar, las propiedades de la piedra que recubre esta sala son caducas. Su capacidad de absorción de reiatsu se atenúa con cada exposición a éste, y necesita de cuidados, mantenimiento y recarga. Tareas de las que se encarga nuestro anciano amigo. ¿Quieres probar?
La mirada incrédula de la mujer se dirigió de la cúspide de la sala hacia el teniente. Aquello había sido muy rápido, tanto que en comparación, ella parecía una tortuga en su invocación. La inseguridad comenzó a apoderarse de ella; su corazón comenzó a latir con rapidez temiendo exponerse al ridículo. Confiaba en su kido, al menos en los pasos que había dado desde la Academia, pero aquello ya era diferente: era mostrarse ante un superior y dejarle claro, que no estaba allí por nada. Un sudor frío comenzó a resbalarle por la delgada línea de su espalda.
Como un demonio que te devora las entrañas, Isono; el miedo siempre es así. No es el momento para caer, ni siquiera para titubear; es el instante de los tenaces, de alzar espadas y gritar que no hay cobardía posible, decía Sangeki resonando en su cabeza embotada. Puedes dejar que te coma el miedo y caer delante de este hombre, o por el contrario, permitir que tu orgullo devore el miedo… Tu orgullo, Isono. Sabes muy bien qué es eso…
-No voy a decir esa frase cliché que tanto odio de "dame tu mejor golpe", pero te propondré algo. Si logras despertar a Tora, lo cual no es tarea fácil, pagaré la cena de hoy, sino... bueno, ya se me ocurrirá algo. Vamos, muéstrame tu Kido, muchacha.
Los gestos y la actitud del teniente la instaban a mostrar sus cartas. El sepulcral pálido que invadió la piel de Isono volvió a cubrirse por un suave rubor; no estaba confiada en salir airosa, pero al menos, intentaría no caer fácilmente. Sabía que si kido jamás podría contra el del Kato actualmente. Su mente, titubeante e indecisa pasó a un estado diferente, frío e inmutable, mientras su mente barajaba opciones, posibilidades y se ponía en sintonía con su cuerpo.
Eso es… Déjame salir, Isono y le daremos una fina muestra que no olvidará, susurró Sangeki, ansioso ante la expectativa de hundir su filo en piel y sangre.
-Cállate –musitó en un susurró apenas audible-. ¿Sino… qué? No pienso rellenar formularios, fukutaicho –respondió a las provocaciones de Kato, en un intento por aliviar su cada vez más lejana tensión-.
Kato la estaba esperando, no podía atacar siendo previsible; sin embargo, una acción defensiva resultaría inútil sin un ataque y demostraría miedo. Debía desviar su atención, prepararse antes de atacar para disponer al menos, de una oportunidad, o… para hacerlo más entretenido. Se desplazó a un lado usando el shumpo, sólo un instante, el preciso para concentrarse y visualizar; dejarse invadir por el reiatsu y darle la forma apropiada.
-Hado. 32 Okasen –musitó adoptando un tono de voz firme y autoritario; las dudas no estaban permitidas, no ahora; esperaba que Kato reaccionase ante el hado, por lo que no dispondría de mucho tiempo antes de hacer su siguiente movimiento-.
OFF: por favor, tenme paciencia con el kido, la usuaria es la que no tiene ni idea!
OFF2: paso de discreciones...
Otsuka Isono- Post : 1242
Edad : 38
Re: Visita guiada para Isono
Tampoco sus manos titubearon, como cabía esperar. Kato conocía a aquella shinigami desde hace poco, pero parecía que ya comenzaba a comprender su espíritu, su manera de implicarse y reaccionar en la vida. A la petición de su capitán, Isono desapareció en un shunpo, apareciendo algo más lateralmente, lanzando con presura un hado de nivel medio. Kato sonrió durante un instante, pues su segunda previsión también se había cumplido: la propia Isono infravaloraba su dominio del Kido. Aquel dorado haz era el más fiel testigo de ello.
— Enkosen.
Isono había aparecido en uno de sus flancos. El Shihoin detuvo su arma, mostrándola frente a aquella energía que se acercaba, irremediablemente, hacia su figura. Alrededor de Tora se creó un círculo traslúcido que conformaba el bakudo. Elevó el brazo, sólo unos centímetros, para imprimir cierto ángulo a su particular escudo. El haz de energía impactó en su kido, reflejándose hacia el techo. El kido sobrante pasó a ambos lados del cuerpo de Kato aunque sin magullarle, pues estaba perfectamente cubierto por aquella pantalla de reiatsu. El hado de Isono acabó perdiéndose por diferentes puntos de la superficie de la sala y ésta acabó por recobrar su tonalidad inicial.
— Deberías ser menos condescendiente con tu Kido: eso no ha estado nada mal para alguien que acaba de dejar la Academia. — elogió Kato, bajando su brazo y haciendo desvanecer su bakudo. — Sin embargo creo que no has acabado de leer mis intenciones: Tora apenas farfulló, pero sigue dormido como un tronco. — Su sonrisa se tornó algo más jocosa con su última frase. — El haberte traído aquí no es casualidad, Isono. No intento medir tu capacidad en combate, no quiero que me intentes dañar, sino que me muestres todo el potencial de tu kido. — Kato hizo una pausa, y ahora sí, se giró hacia donde ella había aparecido tras su Paso Instantáneo. — Ya sabes que el kido depende, y mucho, de la concentración, de la precisión en el dominio de tu reiatsu. Siempre que la ocasión te lo permita, procura mantener la calma, densificar tu reiatsu y liberar toda la energía que puedas concentrar. Un buen practicante del kido — su tono adquirió ciertos trazos docentes. — no se caracteriza sólo por dominar los conjuros más complejos, sino por lo poderosos y temibles que son los más simples encantamientos en sus manos. — concluyó.
— Así pues. — dijo al fin tras una pequeño silencio. — Tómate tu tiempo, concentra tu reiatsu y recita el conjuro. Serubero se encargará de absorber todo, sin miedo a daños y yo... Bueno, yo prometo no moverme de este lugar. — Su rostro volvió a mutar, perdiendo el humor y recobrando aquel gesto divertido y provocador.
Movió sus pies, intentando simbolizar que los anclaba al suelo y mostró de nuevo su zanpakuto hacia Isono. El nivel de Kido de aquella muchacha, al contrario de lo que su modestia indicaba, se encontraba en los niveles normales de la Academia y aquello era algo por lo que enorgullecerse dado el bajo potencial en la Artes Demoníacas que solían mostrar los alumnos ultimamente. Si aquel hado, tan precipitado y fugaz, fuese concentrado por Isono, Kato necesitaría más que un endeble bakudo para detenerlo.
Podría apartarse, pedirle a Isono que descargara su kido sobre las paredes de Serubero y analizar su efecto. Sin embargo Kato siempre había preferido aquel método observacional. Siendo a la vez observador y destino del kido podía apreciar su comportamiento, su energía y sus... consecuencias mejor que cualquier instrumento moderno pudiera medir. Además, aquel activo método era mucho más divertido, y Kato no iba a dejar escapar la oportunidad de jugar, como niño en el día de Reyes, con su nueva compañera del Kido.
— Enkosen.
Isono había aparecido en uno de sus flancos. El Shihoin detuvo su arma, mostrándola frente a aquella energía que se acercaba, irremediablemente, hacia su figura. Alrededor de Tora se creó un círculo traslúcido que conformaba el bakudo. Elevó el brazo, sólo unos centímetros, para imprimir cierto ángulo a su particular escudo. El haz de energía impactó en su kido, reflejándose hacia el techo. El kido sobrante pasó a ambos lados del cuerpo de Kato aunque sin magullarle, pues estaba perfectamente cubierto por aquella pantalla de reiatsu. El hado de Isono acabó perdiéndose por diferentes puntos de la superficie de la sala y ésta acabó por recobrar su tonalidad inicial.
— Deberías ser menos condescendiente con tu Kido: eso no ha estado nada mal para alguien que acaba de dejar la Academia. — elogió Kato, bajando su brazo y haciendo desvanecer su bakudo. — Sin embargo creo que no has acabado de leer mis intenciones: Tora apenas farfulló, pero sigue dormido como un tronco. — Su sonrisa se tornó algo más jocosa con su última frase. — El haberte traído aquí no es casualidad, Isono. No intento medir tu capacidad en combate, no quiero que me intentes dañar, sino que me muestres todo el potencial de tu kido. — Kato hizo una pausa, y ahora sí, se giró hacia donde ella había aparecido tras su Paso Instantáneo. — Ya sabes que el kido depende, y mucho, de la concentración, de la precisión en el dominio de tu reiatsu. Siempre que la ocasión te lo permita, procura mantener la calma, densificar tu reiatsu y liberar toda la energía que puedas concentrar. Un buen practicante del kido — su tono adquirió ciertos trazos docentes. — no se caracteriza sólo por dominar los conjuros más complejos, sino por lo poderosos y temibles que son los más simples encantamientos en sus manos. — concluyó.
— Así pues. — dijo al fin tras una pequeño silencio. — Tómate tu tiempo, concentra tu reiatsu y recita el conjuro. Serubero se encargará de absorber todo, sin miedo a daños y yo... Bueno, yo prometo no moverme de este lugar. — Su rostro volvió a mutar, perdiendo el humor y recobrando aquel gesto divertido y provocador.
Movió sus pies, intentando simbolizar que los anclaba al suelo y mostró de nuevo su zanpakuto hacia Isono. El nivel de Kido de aquella muchacha, al contrario de lo que su modestia indicaba, se encontraba en los niveles normales de la Academia y aquello era algo por lo que enorgullecerse dado el bajo potencial en la Artes Demoníacas que solían mostrar los alumnos ultimamente. Si aquel hado, tan precipitado y fugaz, fuese concentrado por Isono, Kato necesitaría más que un endeble bakudo para detenerlo.
Podría apartarse, pedirle a Isono que descargara su kido sobre las paredes de Serubero y analizar su efecto. Sin embargo Kato siempre había preferido aquel método observacional. Siendo a la vez observador y destino del kido podía apreciar su comportamiento, su energía y sus... consecuencias mejor que cualquier instrumento moderno pudiera medir. Además, aquel activo método era mucho más divertido, y Kato no iba a dejar escapar la oportunidad de jugar, como niño en el día de Reyes, con su nueva compañera del Kido.
Última edición por Shihoin Kato el Vie Nov 05, 2010 3:21 am, editado 2 veces
Re: Visita guiada para Isono
-Enkosen.
Su hado había terminado espachurrado contra el bakudo de Kato y se había disuelto tras impactar, ejerciendo Serubero su influencia sobre el reiatsu. No pudo evitar sentir cierta frustración al ver como el haz dorado que había brotado de sus manos se desvanecía velozmente.
-Deberías ser menos condescendiente con tu Kido: eso no ha estado nada mal para alguien que acaba de dejar la Academia –comentó Kato haciendo que su bakudo se desvaneciese-. Sin embargo creo que no has acabado de leer mis intenciones: Tora apenas farfulló, pero sigue dormido como un tronco –la sonrisa, tiznada de cierto matiz gracioso provocó que Isono frunciera el ceño con discreción, algo molesta; hacia bastante tiempo que había dejado la Academia, no era cuestión de días- El haberte traído aquí no es casualidad, Isono. No intento medir tu capacidad en combate, no quiero que me intentes dañar, sino que me muestres todo el potencial de tu kido. Ya sabes que el kido depende, y mucho, de la concentración, de la precisión en el dominio de tu reiatsu. Siempre que la ocasión te lo permita, procura mantener la calma, densificar tu reiatsu y liberar toda la energía que puedas concentrar. Un buen practicante del kido no se caracteriza sólo por dominar los conjuros más complejos, sino por lo poderosos y temibles que son los más simples encantamientos en sus manos.
Sabía, si se hubiera detenido a meditarlo, que las intenciones del teniente no pretendían ofenderla sino aleccionarla; pero Isono apenas lograba escuchar una palabra tras otras sin que sintiera como algo la devoraba por dentro. Rabia, frustración, orgullo… Una mezcla explosiva y peligrosa que podía detonar en cualquier momento.
-Así pues –añadió tras una breve silencio-. Tómate tu tiempo, concentra tu reiatsu y recita el conjuro. Serubero se encargará de absorber todo, sin miedo a daños y yo... Bueno, yo prometo no moverme de este lugar.
Shihoin adoptó de nuevo aquella actitud a medio camino entre la provocación y la insensatez, según el agrio carácter de la shinigami. Sus pies se movieron como si se clavasen en el suelo, afianzando los talones mientras un extremo de la zampakutou se dirigía hacia ella enfatizando aquel desafío inocente y tentador; inocente por la falta de malicia y tentador porque la arrastraban su orgullo y su terquedad. Su mente volvió a centrarse, olvidándose de todo pensamiento innecesario en ese momento.
No me avergüences, susurró Sangeki desde su cinto. Puedes hacer muchos más si quisieras. Suelta las lastras, deja que el orgullo más frío recorra tus venas. Siente la claridad que precede a la batalla, el impulso del miedo que se frena ante la imposibilidad de escapar y hace que todo lo demás se convierta en persistencia… en la persistencia que precede a la muerte. Contempla la visión calmada; las extensiones de materia antes de convertirse en nada y deja que tus manos hagan lo demás… Pero no me sirve que lo intentes. Hazlo, sin más.
Isono clavó la mirada en los ojos ambarinos de Kato. Durante un segundo pudo palparse su tensión; alzó la mano pidiendo un instante. Decidida, sacó a Sangeki de su cinto. Como si de un ritual se tratase, la depositó en el suelo con solemnidad, horizontalmente antes de alzarse de nuevo; luego pasando por encima de la zampakutou, con el pie derecho la impulsó suavemente hacia tras, alejándola de sí. Sabía que ero irritaría a Sangeki, pero si quería concentrarse necesitaba no sentir las presiones del espíritu de su zampakutou; apreciaba sus consejos, pero odiaba sus reproches y sus exisgencias. Al deshacerse de ella, no sólo pretendía quitarse una molestia, sino que al mismo tiempo declaraba sus intenciones: se consideraba una diestra espadachín, pero podía ser mucho más que eso. Al dejar a Sangeki, rechazaba su punto más fuerte.
Cuando estuvo lista, cerró los ojos. Disponía de tiempo aunque no quería abusar de semejante permisividad. Se quedó para sí algunas de las palabras de Sangeki: la calma que precede. El silencio liviano de la sala comenzó a aligerar la carga que ella misma se colgaba a la espalda y le permitía centrarse en lo que realmente necesitaba: el ahora. Extendió los brazos hacia delante, despacio como si fuera un gesto cómodo sin intención alguna; su mano izquierda se movió hasta sujetarse la muñeca derecha y sentir el tacto de las cuentas de su pulsera: frías y suaves, conciliación y obligación. Como un todo que fluye hacia una única dirección, similares al agua cayendo sobre su cabeza y las cientos de miles de gotas que resbalaban por sus brazos hasta depositarse en sus manos. Aquella era la sensación más familiar que lograba asociar a su reiatsu: la fluidez. Un sentimiento sobrecogedor y ansiado al mismo tiempo. Notaba como su mente conectaba con su cuerpo y su espíritu y éste, respondía.
La sensación le resultó particularmente cómoda, como si hubiera encontrado en ella misma algo que había estado desorientado mucho tiempo; y el encuentro, le hizo esbozar una tímida sonrisa. Abrió los ojos, dispuesta, segura y tranquila; no notaba en los pies, en sus manos y en su mente. Todo conectado con un único fin.
-¡Oh, señor! ¡Máscara de sangre y carne, toda Creación, revoloteo de alas, aquél que ostenta el nombre de Hombre! En la pared de la llama azul, inscribe un loto gemelo. En el abismo de la conflagración, espera a los cielos lejanos –invocaba con todo firme y preciso, sin titubear mientras sus brazos adoptaban mayor tensión-. ¡Hado 73. Sōren Sōkatsui!
Su hado había terminado espachurrado contra el bakudo de Kato y se había disuelto tras impactar, ejerciendo Serubero su influencia sobre el reiatsu. No pudo evitar sentir cierta frustración al ver como el haz dorado que había brotado de sus manos se desvanecía velozmente.
-Deberías ser menos condescendiente con tu Kido: eso no ha estado nada mal para alguien que acaba de dejar la Academia –comentó Kato haciendo que su bakudo se desvaneciese-. Sin embargo creo que no has acabado de leer mis intenciones: Tora apenas farfulló, pero sigue dormido como un tronco –la sonrisa, tiznada de cierto matiz gracioso provocó que Isono frunciera el ceño con discreción, algo molesta; hacia bastante tiempo que había dejado la Academia, no era cuestión de días- El haberte traído aquí no es casualidad, Isono. No intento medir tu capacidad en combate, no quiero que me intentes dañar, sino que me muestres todo el potencial de tu kido. Ya sabes que el kido depende, y mucho, de la concentración, de la precisión en el dominio de tu reiatsu. Siempre que la ocasión te lo permita, procura mantener la calma, densificar tu reiatsu y liberar toda la energía que puedas concentrar. Un buen practicante del kido no se caracteriza sólo por dominar los conjuros más complejos, sino por lo poderosos y temibles que son los más simples encantamientos en sus manos.
Sabía, si se hubiera detenido a meditarlo, que las intenciones del teniente no pretendían ofenderla sino aleccionarla; pero Isono apenas lograba escuchar una palabra tras otras sin que sintiera como algo la devoraba por dentro. Rabia, frustración, orgullo… Una mezcla explosiva y peligrosa que podía detonar en cualquier momento.
-Así pues –añadió tras una breve silencio-. Tómate tu tiempo, concentra tu reiatsu y recita el conjuro. Serubero se encargará de absorber todo, sin miedo a daños y yo... Bueno, yo prometo no moverme de este lugar.
Shihoin adoptó de nuevo aquella actitud a medio camino entre la provocación y la insensatez, según el agrio carácter de la shinigami. Sus pies se movieron como si se clavasen en el suelo, afianzando los talones mientras un extremo de la zampakutou se dirigía hacia ella enfatizando aquel desafío inocente y tentador; inocente por la falta de malicia y tentador porque la arrastraban su orgullo y su terquedad. Su mente volvió a centrarse, olvidándose de todo pensamiento innecesario en ese momento.
No me avergüences, susurró Sangeki desde su cinto. Puedes hacer muchos más si quisieras. Suelta las lastras, deja que el orgullo más frío recorra tus venas. Siente la claridad que precede a la batalla, el impulso del miedo que se frena ante la imposibilidad de escapar y hace que todo lo demás se convierta en persistencia… en la persistencia que precede a la muerte. Contempla la visión calmada; las extensiones de materia antes de convertirse en nada y deja que tus manos hagan lo demás… Pero no me sirve que lo intentes. Hazlo, sin más.
Isono clavó la mirada en los ojos ambarinos de Kato. Durante un segundo pudo palparse su tensión; alzó la mano pidiendo un instante. Decidida, sacó a Sangeki de su cinto. Como si de un ritual se tratase, la depositó en el suelo con solemnidad, horizontalmente antes de alzarse de nuevo; luego pasando por encima de la zampakutou, con el pie derecho la impulsó suavemente hacia tras, alejándola de sí. Sabía que ero irritaría a Sangeki, pero si quería concentrarse necesitaba no sentir las presiones del espíritu de su zampakutou; apreciaba sus consejos, pero odiaba sus reproches y sus exisgencias. Al deshacerse de ella, no sólo pretendía quitarse una molestia, sino que al mismo tiempo declaraba sus intenciones: se consideraba una diestra espadachín, pero podía ser mucho más que eso. Al dejar a Sangeki, rechazaba su punto más fuerte.
Cuando estuvo lista, cerró los ojos. Disponía de tiempo aunque no quería abusar de semejante permisividad. Se quedó para sí algunas de las palabras de Sangeki: la calma que precede. El silencio liviano de la sala comenzó a aligerar la carga que ella misma se colgaba a la espalda y le permitía centrarse en lo que realmente necesitaba: el ahora. Extendió los brazos hacia delante, despacio como si fuera un gesto cómodo sin intención alguna; su mano izquierda se movió hasta sujetarse la muñeca derecha y sentir el tacto de las cuentas de su pulsera: frías y suaves, conciliación y obligación. Como un todo que fluye hacia una única dirección, similares al agua cayendo sobre su cabeza y las cientos de miles de gotas que resbalaban por sus brazos hasta depositarse en sus manos. Aquella era la sensación más familiar que lograba asociar a su reiatsu: la fluidez. Un sentimiento sobrecogedor y ansiado al mismo tiempo. Notaba como su mente conectaba con su cuerpo y su espíritu y éste, respondía.
La sensación le resultó particularmente cómoda, como si hubiera encontrado en ella misma algo que había estado desorientado mucho tiempo; y el encuentro, le hizo esbozar una tímida sonrisa. Abrió los ojos, dispuesta, segura y tranquila; no notaba en los pies, en sus manos y en su mente. Todo conectado con un único fin.
-¡Oh, señor! ¡Máscara de sangre y carne, toda Creación, revoloteo de alas, aquél que ostenta el nombre de Hombre! En la pared de la llama azul, inscribe un loto gemelo. En el abismo de la conflagración, espera a los cielos lejanos –invocaba con todo firme y preciso, sin titubear mientras sus brazos adoptaban mayor tensión-. ¡Hado 73. Sōren Sōkatsui!
Otsuka Isono- Post : 1242
Edad : 38
Re: Visita guiada para Isono
Al mismo tiempo que la joven shinigami cerraba los ojos, Kato cesaba de hacer girar su zanpakuto. Una pequeña sonrisa lateral se dibujó en su rostro al comprobar que sus palabras habían calado a través de aquel muro con el que Isono se aislaba del resto del mundo. Orgulloso de haber servido como mentor, aunque fuese durante un pequeño instante, se preparó para ver el fruto de sus consejos y lo que era capaz de hacer aquella muchacha.
Había reservado todo su potencial, al parecer, como si no quisiera mostrar su valía a cualquiera, sólo a un pequeño grupo de privilegiados. Sin un descomunal esfuerzo aunque, eso sí, con bastante concentración, la shinigami que Kato creía recién salida de la Academia había osado desplegar un hado de alto nivel, junto con su invocación. Kato reaccionó a las primeras palabras de ésta, identificando el kido al instante y enarcando una ceja, algo incrédulo. No debió serlo, porque el resultado fue espectacular.
Con la mano libre de zanpakuto realizó un rápido gesto, donde sus ágiles dedos formaron un sello. Una traslúcida pantalla se formó un par de metros frente a él, justo cuando Isono estaba a punto de concluir su invocación. No se trataba de ninguna barrera kido, sino una fina pantalla analítica, en la cual Kato había conectado parte de su reiatsu, de tal manera que pudiera cuantificar y cualificar el hado que iba a atravesarla en breves instantes. Tras un breve destello, la pantalla se transparentó hasta desaparecer a la vista.
Fue entonces cuando Isono, aquella que segundos atrás había minusvalorado, por modestia o educación, dejó escapar el reiatsu que había acumulado y concentrado. Sōren Sōkatsui. Dos haces gemelos de descomunal energía estallaron en el aire, dirigiéndose hacia la figura del capitán, que ahora se antojaba diminuta. El estruendo de aquel hado rebotó en las paredes de aquella sala, haciéndolo ensordecedor. Si Tora aún dormitaba, lo cual rozaba lo imposible, cuando sintiera en su reiatsu aquella energía del color de cielos y mares.
El Shihōin afianzó su postura, pues la fuerza de aquel hado lo requería. Apuntaló su cuerpo con la pierna derecha y asió a Tora Raijin con ambas manos. Se concentró, dejando que el reiatsu fluyera hasta sus manos y se fundieran con su zanpakuto, en el corto instante del que disponía.
— Bakudō 81. Dankū. — gritó.
Una segunda pantalla, más próxima al shinigami, se formó. Esta era algo más opaca, de un color celeste, y sí que conformaba una verdadera barrera de kido. De hecho era la barrera simple que más poder defensivo tenía de todos los conjuros bakudo. Por mucha habilidad que la recién llegada tuviera, la experiencia del Shihōin no requerían de más cuidados, pero por precaución, además de usar a Tora como foco, cantó el nombre completo del conjuro, confiriéndole más entereza.
El doble rayo azul que, para cuando alcanzase a Kato, ya se habría fusionado en uno sólo, volvió a dividirse al impactar contra la barrera del capitán. La mística piedra que formaba aquella sala seguía ejerciendo su trabajo, por supuesto, sino los destrozos habrían sido considerables. Los músculos de los brazos y piernas de Kato estaban tensados hasta casi su total capacidad, sosteniendo la estructura de aquella barrera no sin poco esfuerzo. Cuando al fin el estruendo y la cegadora luz cesó, en parte repelida y en parte absorbida, al Shihōin no le hizo falta comprobar si el espíritu de su arma había dejado su letargo atrás.
— No está nada mal. — juzgó Tora, para sorpresa de Kato que esperaba algún tipo de reproche por perturbar su sueño. — De hecho hace tiempo que no pasa nadie con tanto potencial por el escuadrón. — "Tienes razón", contestó para sí el capitán. — No deberías perderla de vista: es un diamante en bruto que pulir.
Su arma hablaba poco, pero su sabiduría era incuestionable. Aún más si se trataba de kido. Kato no sería ni una décima parte de lo que es ahora sin la ayuda del erudito y perezoso, a partes iguales, de Tora Raijin. No hizo falta analizar los datos que había recogido con aquella pantalla que precedía a Danku. La impresión que había tomado de su zanpakuto decía mucho más que cualquier detalle empírico. Tenía razón, no sólo no iba a abandonar el seguimiento del progreso de Isono, sino que iba a actuar activamente en él, en la medida que le fuera posible. Así lo pensaba al comenzar a conocerla y así se lo confirmó aquel hado.
— Creo que no tengo gran cosa que añadir. — rompió el silencio Kato, mientras hacía desaparecer a Tora de nuevo, el cual iría a volver con su eterno descanso. — Los efectos hablan por sí solos. Debo darte la enhorabuena. ¿Has comprendido como el efecto de un kido puede cambiar por el mero hecho de dedicarle unos segundos y concentrarte en él? Las sagradas palabras de su cántico también ayudan a potenciarlo. Siempre que las circunstancias lo permitan deberías usarlo. — Fue lo que añadió Kato, para cerrar aquella pequeña e improvisada lección. — La verdad es que no tenía pensado comentarte esto aún. Acabas de llegar. Pero bueno... — añadió, algo atropellado en su palabras. — Estoy preparando un entreno con algunos compañeros. Uno que versará sobre una disciplina algo olvidada y escasamente practicada: el kido conjurado en grupos. Para los que trabajan conmigo en investigación es algo que usan en el día a día, pues las posibilidades de éste son infinitas. Me centro, que me voy por las ramas. — se interrumpió, para ir al grano. — Con un grupo reducido de shinigamis estoy preparando un entrenamiento para iniciaros en estas artes que pueden ser muy útiles en combate. Sería para alguna tarde-noche de la semana que viene, por lo que te recomendaría que intentases integrarte en el Escuadrón y que fueses conociendo a tus compañeros para facilitar el trato en el ejercicio. — Kato pensaba, y podía estar equivocado o no, que la personalidad de Isono no le permitía estrechar lazos con tanta facilidad, pero si algo era necesario en el Kido Conjunto era sincronía y trabajo en equipo. — De todos modos sé que es algo repentino, que acabas de llegar y demás; así que no me negaré si prefieres no presentarte a él. ¿Qué dices?
Resuelta aquella duda, poco tendría más que añadir. Había sido una paseo informativo algo atípico para un novato, pero sin duda le serviría para que no se le olvidase jamás. Kato esperaba que ella se llevase algo grato de su primer encuentro, pues él al menos se llevaba la alegría de que un recién llegado le haya podido sorprender y devolver un poco de aquella esperanza que iba perdiendo cada vez que conocía a otro shinigami que infravaloraba el kido. Quizá fuese el comienzo de algo más que una relación de compañeros, de superior y subalterno. Quizá llegasen a ser buenos amigos, si, gracias a su interés común por el kido, Kato consiguiera romper aquella fría personalidad con la que la joven shinigami se protegía.
____________________________
[OFF] Poco más tendría que añadir. Por mí, si concluyes el hilo en tu siguiente post perfecto, o si quieres podríamos tener otros cuantos post conversacionales más, y más cortos... xDD Siempre puedes sacar otro tema de conversación. 8D
Había reservado todo su potencial, al parecer, como si no quisiera mostrar su valía a cualquiera, sólo a un pequeño grupo de privilegiados. Sin un descomunal esfuerzo aunque, eso sí, con bastante concentración, la shinigami que Kato creía recién salida de la Academia había osado desplegar un hado de alto nivel, junto con su invocación. Kato reaccionó a las primeras palabras de ésta, identificando el kido al instante y enarcando una ceja, algo incrédulo. No debió serlo, porque el resultado fue espectacular.
Con la mano libre de zanpakuto realizó un rápido gesto, donde sus ágiles dedos formaron un sello. Una traslúcida pantalla se formó un par de metros frente a él, justo cuando Isono estaba a punto de concluir su invocación. No se trataba de ninguna barrera kido, sino una fina pantalla analítica, en la cual Kato había conectado parte de su reiatsu, de tal manera que pudiera cuantificar y cualificar el hado que iba a atravesarla en breves instantes. Tras un breve destello, la pantalla se transparentó hasta desaparecer a la vista.
Fue entonces cuando Isono, aquella que segundos atrás había minusvalorado, por modestia o educación, dejó escapar el reiatsu que había acumulado y concentrado. Sōren Sōkatsui. Dos haces gemelos de descomunal energía estallaron en el aire, dirigiéndose hacia la figura del capitán, que ahora se antojaba diminuta. El estruendo de aquel hado rebotó en las paredes de aquella sala, haciéndolo ensordecedor. Si Tora aún dormitaba, lo cual rozaba lo imposible, cuando sintiera en su reiatsu aquella energía del color de cielos y mares.
El Shihōin afianzó su postura, pues la fuerza de aquel hado lo requería. Apuntaló su cuerpo con la pierna derecha y asió a Tora Raijin con ambas manos. Se concentró, dejando que el reiatsu fluyera hasta sus manos y se fundieran con su zanpakuto, en el corto instante del que disponía.
— Bakudō 81. Dankū. — gritó.
Una segunda pantalla, más próxima al shinigami, se formó. Esta era algo más opaca, de un color celeste, y sí que conformaba una verdadera barrera de kido. De hecho era la barrera simple que más poder defensivo tenía de todos los conjuros bakudo. Por mucha habilidad que la recién llegada tuviera, la experiencia del Shihōin no requerían de más cuidados, pero por precaución, además de usar a Tora como foco, cantó el nombre completo del conjuro, confiriéndole más entereza.
El doble rayo azul que, para cuando alcanzase a Kato, ya se habría fusionado en uno sólo, volvió a dividirse al impactar contra la barrera del capitán. La mística piedra que formaba aquella sala seguía ejerciendo su trabajo, por supuesto, sino los destrozos habrían sido considerables. Los músculos de los brazos y piernas de Kato estaban tensados hasta casi su total capacidad, sosteniendo la estructura de aquella barrera no sin poco esfuerzo. Cuando al fin el estruendo y la cegadora luz cesó, en parte repelida y en parte absorbida, al Shihōin no le hizo falta comprobar si el espíritu de su arma había dejado su letargo atrás.
— No está nada mal. — juzgó Tora, para sorpresa de Kato que esperaba algún tipo de reproche por perturbar su sueño. — De hecho hace tiempo que no pasa nadie con tanto potencial por el escuadrón. — "Tienes razón", contestó para sí el capitán. — No deberías perderla de vista: es un diamante en bruto que pulir.
Su arma hablaba poco, pero su sabiduría era incuestionable. Aún más si se trataba de kido. Kato no sería ni una décima parte de lo que es ahora sin la ayuda del erudito y perezoso, a partes iguales, de Tora Raijin. No hizo falta analizar los datos que había recogido con aquella pantalla que precedía a Danku. La impresión que había tomado de su zanpakuto decía mucho más que cualquier detalle empírico. Tenía razón, no sólo no iba a abandonar el seguimiento del progreso de Isono, sino que iba a actuar activamente en él, en la medida que le fuera posible. Así lo pensaba al comenzar a conocerla y así se lo confirmó aquel hado.
— Creo que no tengo gran cosa que añadir. — rompió el silencio Kato, mientras hacía desaparecer a Tora de nuevo, el cual iría a volver con su eterno descanso. — Los efectos hablan por sí solos. Debo darte la enhorabuena. ¿Has comprendido como el efecto de un kido puede cambiar por el mero hecho de dedicarle unos segundos y concentrarte en él? Las sagradas palabras de su cántico también ayudan a potenciarlo. Siempre que las circunstancias lo permitan deberías usarlo. — Fue lo que añadió Kato, para cerrar aquella pequeña e improvisada lección. — La verdad es que no tenía pensado comentarte esto aún. Acabas de llegar. Pero bueno... — añadió, algo atropellado en su palabras. — Estoy preparando un entreno con algunos compañeros. Uno que versará sobre una disciplina algo olvidada y escasamente practicada: el kido conjurado en grupos. Para los que trabajan conmigo en investigación es algo que usan en el día a día, pues las posibilidades de éste son infinitas. Me centro, que me voy por las ramas. — se interrumpió, para ir al grano. — Con un grupo reducido de shinigamis estoy preparando un entrenamiento para iniciaros en estas artes que pueden ser muy útiles en combate. Sería para alguna tarde-noche de la semana que viene, por lo que te recomendaría que intentases integrarte en el Escuadrón y que fueses conociendo a tus compañeros para facilitar el trato en el ejercicio. — Kato pensaba, y podía estar equivocado o no, que la personalidad de Isono no le permitía estrechar lazos con tanta facilidad, pero si algo era necesario en el Kido Conjunto era sincronía y trabajo en equipo. — De todos modos sé que es algo repentino, que acabas de llegar y demás; así que no me negaré si prefieres no presentarte a él. ¿Qué dices?
Resuelta aquella duda, poco tendría más que añadir. Había sido una paseo informativo algo atípico para un novato, pero sin duda le serviría para que no se le olvidase jamás. Kato esperaba que ella se llevase algo grato de su primer encuentro, pues él al menos se llevaba la alegría de que un recién llegado le haya podido sorprender y devolver un poco de aquella esperanza que iba perdiendo cada vez que conocía a otro shinigami que infravaloraba el kido. Quizá fuese el comienzo de algo más que una relación de compañeros, de superior y subalterno. Quizá llegasen a ser buenos amigos, si, gracias a su interés común por el kido, Kato consiguiera romper aquella fría personalidad con la que la joven shinigami se protegía.
____________________________
[OFF] Poco más tendría que añadir. Por mí, si concluyes el hilo en tu siguiente post perfecto, o si quieres podríamos tener otros cuantos post conversacionales más, y más cortos... xDD Siempre puedes sacar otro tema de conversación. 8D
Última edición por Shihoin Kato el Vie Nov 05, 2010 3:22 am, editado 1 vez
Re: Visita guiada para Isono
Tras el vigoroso impacto, Isono tuvo que cerrar los ojos cegada por la luz de su hado. Al cabo de unos segundos, las paredes de Serubero habían absorvido todo aquel reiatsu, y los brillantes destellos habían desaparecido dejando la estancia sumida en su luz natural. El teniente también hizo que su bakudo se desvaneciera al cabo de unos segundos.
-Creo que no tengo gran cosa que añadir -declaró-. Los efectos hablan por sí solos. Debo darte la enhorabuena. ¿Has comprendido como el efecto de un kido puede cambiar por el mero hecho de dedicarle unos segundos y concentrarte en él? Las sagradas palabras de su cántico también ayudan a potenciarlo. Siempre que las circunstancias lo permitan deberías usarlo -explicó terminando de dar por asumida la lección del día-. La verdad es que no tenía pensado comentarte esto aún. Acabas de llegar. Pero bueno... Estoy preparando un entreno con algunos compañeros. Uno que versará sobre una disciplina algo olvidada y escasamente practicada: el kido conjurado en grupos. Para los que trabajan conmigo en investigación es algo que usan en el día a día, pues las posibilidades de éste son infinitas. Me centro, que me voy por las ramas. Con un grupo reducido de shinigamis estoy preparando un entrenamiento para iniciaros en estas artes que pueden ser muy útiles en combate. Sería para alguna tarde-noche de la semana que viene, por lo que te recomendaría que intentases integrarte en el Escuadrón y que fueses conociendo a tus compañeros para facilitar el trato en el ejercicio. De todos modos sé que es algo repentino, que acabas de llegar y demás; así que no me negaré si prefieres no presentarte a él. ¿Qué dices? -sugirió dejando la pregunta en aire a la espera de que la shinigami contestase.
Isono escuchaba las palabras de su teniente algo distorsionadas; estaba mareada y la cabeza le retumbaba con dolorsas pulsaciones. Hacia mucho, mucho tiempo que no practicaba su kido; el haber empleado gran parte de su potencial en un sólo golpe, la había dejado aturdida. Retrocedió un par de pasos, escuchando a Kato de fondo, en busca de Sangeki. Asió la zampakutou no sin un par de renqueantes titubeos.
-Bonita demostración... ¿Estás ya satisfecha contigo misma? ¿O es que te resulto demasiado honesto como para soportar mi presencia a tu lado? Me has ofendido Isono, musitaban los ecos de Sangeki en su aturullada cabeza. Comprende, niña, que si hago todo esto es por ti, para que aprendas a sobrellevar tus imposiciones. Soy yo quien mejor te conoce, ni siquiera tu padre o esa familia tuya jamás llegó a zaber de ti lo que yo conozco... Ni siquiera ese shinigami lo hará. Admite que la verdad es dolorosa...
-¡Qué tus verdades son dolorosas! -exclamó dirigiéndose a su zampakutou, llevándose una mano a la frente, masajeándose las sienes-. Lamento si te he ofendido, Sangeki, pero necesitaba hacer esto sola.
Cuando se giró casi cayó al suelo, usando su zampakutou para mantener el equilibro como si de un bastón se tratase. Estaba pálida, e incluso le costaba enfocar la visión, parpadeando continuamente para humedecer los ojos. Súbitamente, su atención volvió a centrarse en su teniente, el cual, debía estar forjándose una nueva idea de ella.
-Lo siento... Sangeki es muy susceptible; no le gusta que la aleje de mí -se excusó mostrando su zampakutou alzando un poco el brazo-. Con respecto a... esos entrenamientos... Claro, asistiré. No quiero perder semejante oportunidad....
¿Cómo demonios podía estar tan cansada tras un par de hado? ¿Acaso estaba en peores condiciones de las que creía o era que estaba oxidada? Suspiró despejándose el cabello del rostro con una mano, todavía temblorosa. Miró a Kato, aunque la desvió al instante. Tal vez, algo avergonzada de su propia debilidad aún habiendo recibido un elogio por su parte.
-Entonces... ¿he conseguido despertar a Tora? -preguntó intentando desviar la atención de su persona-.
OFF: si no te importa, me gustaría hablar con Kato de lo sucedido con los capitanes y tenientes; aunque sea un par de posts... ¡Me debes una cena! XD
-Creo que no tengo gran cosa que añadir -declaró-. Los efectos hablan por sí solos. Debo darte la enhorabuena. ¿Has comprendido como el efecto de un kido puede cambiar por el mero hecho de dedicarle unos segundos y concentrarte en él? Las sagradas palabras de su cántico también ayudan a potenciarlo. Siempre que las circunstancias lo permitan deberías usarlo -explicó terminando de dar por asumida la lección del día-. La verdad es que no tenía pensado comentarte esto aún. Acabas de llegar. Pero bueno... Estoy preparando un entreno con algunos compañeros. Uno que versará sobre una disciplina algo olvidada y escasamente practicada: el kido conjurado en grupos. Para los que trabajan conmigo en investigación es algo que usan en el día a día, pues las posibilidades de éste son infinitas. Me centro, que me voy por las ramas. Con un grupo reducido de shinigamis estoy preparando un entrenamiento para iniciaros en estas artes que pueden ser muy útiles en combate. Sería para alguna tarde-noche de la semana que viene, por lo que te recomendaría que intentases integrarte en el Escuadrón y que fueses conociendo a tus compañeros para facilitar el trato en el ejercicio. De todos modos sé que es algo repentino, que acabas de llegar y demás; así que no me negaré si prefieres no presentarte a él. ¿Qué dices? -sugirió dejando la pregunta en aire a la espera de que la shinigami contestase.
Isono escuchaba las palabras de su teniente algo distorsionadas; estaba mareada y la cabeza le retumbaba con dolorsas pulsaciones. Hacia mucho, mucho tiempo que no practicaba su kido; el haber empleado gran parte de su potencial en un sólo golpe, la había dejado aturdida. Retrocedió un par de pasos, escuchando a Kato de fondo, en busca de Sangeki. Asió la zampakutou no sin un par de renqueantes titubeos.
-Bonita demostración... ¿Estás ya satisfecha contigo misma? ¿O es que te resulto demasiado honesto como para soportar mi presencia a tu lado? Me has ofendido Isono, musitaban los ecos de Sangeki en su aturullada cabeza. Comprende, niña, que si hago todo esto es por ti, para que aprendas a sobrellevar tus imposiciones. Soy yo quien mejor te conoce, ni siquiera tu padre o esa familia tuya jamás llegó a zaber de ti lo que yo conozco... Ni siquiera ese shinigami lo hará. Admite que la verdad es dolorosa...
-¡Qué tus verdades son dolorosas! -exclamó dirigiéndose a su zampakutou, llevándose una mano a la frente, masajeándose las sienes-. Lamento si te he ofendido, Sangeki, pero necesitaba hacer esto sola.
Cuando se giró casi cayó al suelo, usando su zampakutou para mantener el equilibro como si de un bastón se tratase. Estaba pálida, e incluso le costaba enfocar la visión, parpadeando continuamente para humedecer los ojos. Súbitamente, su atención volvió a centrarse en su teniente, el cual, debía estar forjándose una nueva idea de ella.
-Lo siento... Sangeki es muy susceptible; no le gusta que la aleje de mí -se excusó mostrando su zampakutou alzando un poco el brazo-. Con respecto a... esos entrenamientos... Claro, asistiré. No quiero perder semejante oportunidad....
¿Cómo demonios podía estar tan cansada tras un par de hado? ¿Acaso estaba en peores condiciones de las que creía o era que estaba oxidada? Suspiró despejándose el cabello del rostro con una mano, todavía temblorosa. Miró a Kato, aunque la desvió al instante. Tal vez, algo avergonzada de su propia debilidad aún habiendo recibido un elogio por su parte.
-Entonces... ¿he conseguido despertar a Tora? -preguntó intentando desviar la atención de su persona-.
OFF: si no te importa, me gustaría hablar con Kato de lo sucedido con los capitanes y tenientes; aunque sea un par de posts... ¡Me debes una cena! XD
Otsuka Isono- Post : 1242
Edad : 38
Re: Visita guiada para Isono
Pese al improvisado discurso que había soltado Kato, éste había podido observar que Isono parecía bastante agotada. Sin duda, el esfuerzo por aquel hado no había sido poco. Si de verdad, como sostenía la joven, su entrenamiento de kido andaba algo olvidado, no era de extrañar aquel efecto en su cuerpo tras aquel extenuante conjuro de alto rango. Para alguien que comienza a abrirse paso en el entramado de las Artes Demoníacas, abusar del reiatsu propio y no hacer acopio del ambiente era un error bastante normal y que hacía mella en el practicante. El Shihoin recordaba, mirando durante un segundo a su pasado, cuando recién llegaba al Escuadrón y se sorprendía del poder desplegado por su mentor, Karaiko-sama, creyendo imposible llegar nunca a su nivel.
La joven pelirroja se tomó su tiempo para responder y Kato vaciló en acercarse o no a servirle de apoyo ya que, por momentos, parecía que iba a perder el conocimiento. Sin embargo, lejos de desplomarse, Isono retrocedió y recogió su zanpakuto. Tras mantener un breve diálogo con ésta que Kato no alcanzó a distinguir, la shinigami se giró y se disculpó frente a su capitán. Éste respondió con un leve movimiento de cabeza que restaba importancia al hecho y más tarde añadiría un "Genial" como réplica a la aceptación de Isono para incorporarse al entrenamiento de Kido Conjunto.
— Entonces... ¿he conseguido despertar a Tora? — preguntó Isono.
— Pues sí, te debo una cena. — fue la respuesta, algo indirecta, del capitán. — ¡Claro que ha despertado! — exclamó, por si no había quedado claro. — Lo he mandado de vuelta a mi habitación... tiene muy mal despertar. — confesó, con una mueca extraña que pretendía ser cómica. — ¿Estás... bien? — titubeó el capitán. — No te avergüences si el esfuerzo te agotó, Isono. — añadió, intentando adivinar sus pensamientos. — Es normal tras tremendo despliegue de Kido. Todo mejorará con el entrenamiento, ya verás. — Kato mostraba su más amplia y esperanzadora sonrisa. — Vamos, volvamos al salón principal. La próxima vez que vaya a venir aquí para algún experimento te haré llamar, por si quieres observar.
Como decía el Shihoin, poco más podían hacer en aquella sala dado el estado de la shinigami, pero no tenía porqué acabar la visita ahí. El capitán se acercó y le ofreció su ayuda para caminar, aunque no se sentiría ofendido si fuese rechazada. Luego, recorrerían el camino inverso volviendo de nuevo a la sala donde Hanzo aún dormitaba y Corcaigh recogía el papeleo. Kato lo saludó con un ademán de cabeza que el anciano respondió con una sonrisa, observando el estado de la joven. Pareció leer la mente de Kato cuando apareció de pronto con una bandeja, té y un par de vasitos. Kato se sentó en uno de los asientos, ofreciendo el opuesto a su invitada. Sirvió té con calma y le acercó el vaso.
— Ten ésto. La segunda especialidad de Corcaigh, después del kido, es la preparación del mejor té de toda la Sociedad de Almas. Tómatelo. Te sentirás mejor. — ofreció Kato. Tras ello, el mismo se recostó, moviendo sus ropajes para mejor acomodo. — ¿Alguna duda, inquietud o pregunta que hacerme?
Pregunta, quizá, algo general y abierta, pero ya creía haber mostrado la mayor parte de los encantos de su División y poco más tenía que añadir. Sin embargo era el mejor momento para que la joven saciara cualquier curiosidad que le hubiera podido surgir. La informalidad de la pose del Shihoin y su expresión no eran más que otra señal más para que la joven se relajase y se dejara llevar hacia una conversación más cercana y relajada.
La joven pelirroja se tomó su tiempo para responder y Kato vaciló en acercarse o no a servirle de apoyo ya que, por momentos, parecía que iba a perder el conocimiento. Sin embargo, lejos de desplomarse, Isono retrocedió y recogió su zanpakuto. Tras mantener un breve diálogo con ésta que Kato no alcanzó a distinguir, la shinigami se giró y se disculpó frente a su capitán. Éste respondió con un leve movimiento de cabeza que restaba importancia al hecho y más tarde añadiría un "Genial" como réplica a la aceptación de Isono para incorporarse al entrenamiento de Kido Conjunto.
— Entonces... ¿he conseguido despertar a Tora? — preguntó Isono.
— Pues sí, te debo una cena. — fue la respuesta, algo indirecta, del capitán. — ¡Claro que ha despertado! — exclamó, por si no había quedado claro. — Lo he mandado de vuelta a mi habitación... tiene muy mal despertar. — confesó, con una mueca extraña que pretendía ser cómica. — ¿Estás... bien? — titubeó el capitán. — No te avergüences si el esfuerzo te agotó, Isono. — añadió, intentando adivinar sus pensamientos. — Es normal tras tremendo despliegue de Kido. Todo mejorará con el entrenamiento, ya verás. — Kato mostraba su más amplia y esperanzadora sonrisa. — Vamos, volvamos al salón principal. La próxima vez que vaya a venir aquí para algún experimento te haré llamar, por si quieres observar.
Como decía el Shihoin, poco más podían hacer en aquella sala dado el estado de la shinigami, pero no tenía porqué acabar la visita ahí. El capitán se acercó y le ofreció su ayuda para caminar, aunque no se sentiría ofendido si fuese rechazada. Luego, recorrerían el camino inverso volviendo de nuevo a la sala donde Hanzo aún dormitaba y Corcaigh recogía el papeleo. Kato lo saludó con un ademán de cabeza que el anciano respondió con una sonrisa, observando el estado de la joven. Pareció leer la mente de Kato cuando apareció de pronto con una bandeja, té y un par de vasitos. Kato se sentó en uno de los asientos, ofreciendo el opuesto a su invitada. Sirvió té con calma y le acercó el vaso.
— Ten ésto. La segunda especialidad de Corcaigh, después del kido, es la preparación del mejor té de toda la Sociedad de Almas. Tómatelo. Te sentirás mejor. — ofreció Kato. Tras ello, el mismo se recostó, moviendo sus ropajes para mejor acomodo. — ¿Alguna duda, inquietud o pregunta que hacerme?
Pregunta, quizá, algo general y abierta, pero ya creía haber mostrado la mayor parte de los encantos de su División y poco más tenía que añadir. Sin embargo era el mejor momento para que la joven saciara cualquier curiosidad que le hubiera podido surgir. La informalidad de la pose del Shihoin y su expresión no eran más que otra señal más para que la joven se relajase y se dejara llevar hacia una conversación más cercana y relajada.
Última edición por Shihoin Kato el Vie Nov 05, 2010 3:22 am, editado 1 vez
Re: Visita guiada para Isono
Aunque sabía que la intención del capitán era sencilla y bienintencionada, cuando se ofreció a ayudarla para abandonar la sala, apenas se sostuvo un brevísimo segundo en su antebrazo cuando creía que sus pies se iban torciendo a cada paso; para, al instante siguiente, aunque aturdida y aldo desorientada, soltarse. Se ruborizó. No estaba habituada a un trato afable, hacia mucho que ningún hombre le ofrecía su ayuda a lo sumo, dolores de cabeza y un par de puñaladas traicioneras.
Caminaron despacio hasta la sala principal, donde el anciano Corcaigh le ofreció un bandeja con vasos y una tetera. El olor era cálido y embriagador como trasladarse a otro sitio, de praderas doradas y semillas que caían del cielo mecidas por una suave brisa.
-Ten ésto. La segunda especialidad de Corcaigh, después del kido, es la preparación del mejor té de toda la Sociedad de Almas. Tómatelo. Te sentirás mejor -dijo sirviendole el té en el pequeño vaso de arcilla, acto seguido como contagiado por la actitud de Hanzo, se acomodó-. ¿Alguna duda, inquietud o pregunta que hacerme?
Tomó el vaso, desplazándolo suavemente hasta poder asirlo con la mano libre por la base, afianzando el peso mientras se lo llevaba a los labios en un gesto sutil y delicado. Por muchos entrenamientos que hubiera tenido, su padre también le enseñó los más estrictos modales y las formas más educadas, sobretodo cuando dejó la niñez. Así que, aunque fuese una luchadora con sucios ases bajo la manga, era una mujer delicada y elegante... cuando la ocasión lo terciaba. Paladeó el sabor del té un par de veces con discreción. El sabor era amargo pero no excesivamente cargado, el justo para dejar un leve gusto en el paladar durante un rato.
Tras el primer sorbo, dejó el vaso sobre la mesa, centrando su atención en el teniente.
-Verá, Shihoin-taicho, he denegado un par de veces el introducirme en el Gotei, por razones de índole personal, pero... Eso no quita que no haya oído cosas que han sucedido hace poco tiempo -musitó sin elevar la voz-. Sé que hubo un conflicto, por llamarlo suavemente, con los arrancar... Pero apenas escuché rumores, y bueno... ya que estoy aquí, no me gustaría hablar de cosas que pudieran importunar o agravar la situación...
Tal vez se estaba metiendo en arenas movedizas al sacar algo así a relucir, pero no estaba muy segura de lo sucedido y si era cierto, prefería no andar desinformada.
Caminaron despacio hasta la sala principal, donde el anciano Corcaigh le ofreció un bandeja con vasos y una tetera. El olor era cálido y embriagador como trasladarse a otro sitio, de praderas doradas y semillas que caían del cielo mecidas por una suave brisa.
-Ten ésto. La segunda especialidad de Corcaigh, después del kido, es la preparación del mejor té de toda la Sociedad de Almas. Tómatelo. Te sentirás mejor -dijo sirviendole el té en el pequeño vaso de arcilla, acto seguido como contagiado por la actitud de Hanzo, se acomodó-. ¿Alguna duda, inquietud o pregunta que hacerme?
Tomó el vaso, desplazándolo suavemente hasta poder asirlo con la mano libre por la base, afianzando el peso mientras se lo llevaba a los labios en un gesto sutil y delicado. Por muchos entrenamientos que hubiera tenido, su padre también le enseñó los más estrictos modales y las formas más educadas, sobretodo cuando dejó la niñez. Así que, aunque fuese una luchadora con sucios ases bajo la manga, era una mujer delicada y elegante... cuando la ocasión lo terciaba. Paladeó el sabor del té un par de veces con discreción. El sabor era amargo pero no excesivamente cargado, el justo para dejar un leve gusto en el paladar durante un rato.
Tras el primer sorbo, dejó el vaso sobre la mesa, centrando su atención en el teniente.
-Verá, Shihoin-taicho, he denegado un par de veces el introducirme en el Gotei, por razones de índole personal, pero... Eso no quita que no haya oído cosas que han sucedido hace poco tiempo -musitó sin elevar la voz-. Sé que hubo un conflicto, por llamarlo suavemente, con los arrancar... Pero apenas escuché rumores, y bueno... ya que estoy aquí, no me gustaría hablar de cosas que pudieran importunar o agravar la situación...
Tal vez se estaba metiendo en arenas movedizas al sacar algo así a relucir, pero no estaba muy segura de lo sucedido y si era cierto, prefería no andar desinformada.
Otsuka Isono- Post : 1242
Edad : 38
Re: Visita guiada para Isono
El mejunje del anciano parecía funcionar. El vigor de la joven parecía recuperarse por momentos. Mientras Isono respondía, Kato se incorporó, cogió la tetera y se sirvió a él mismo. Pegó un primer sorbo pero estaba demasiado caliente para él, así que lo dejó. Mientras tanto, disfrutó del regusto que el delicado té de Corcaigh le dejó en el paladar.
— Verá, Shihoin-fukutaicho, he denegado un par de veces el introducirme en el Gotei, por razones de índole personal, pero... Eso no quita que no haya oído cosas que han sucedido hace poco tiempo. — "Vaya", pensó Kato, "así que no acababa de salir de la Academia." Intentó disculparse y preguntar cuánto hacía que dejó se graduó, pero Isono prosiguió sin permitir réplica. — Sé que hubo un conflicto, por llamarlo suavemente, con los arrancar... Pero apenas escuché rumores, y bueno... ya que estoy aquí, no me gustaría hablar de cosas que pudieran importunar o agravar la situación...
Las últimas palabras de la joven pelirroja agitaron el relajado espíritu del capitán. Sólo sus ojos se abrieron en demasía, pero en su interior el aliento se le heló de golpe. Aquel recurrente tema, aquella bochornosa noche parecía perseguirle, sin intención de dejarle en paz. Cuando había conseguido alejar su mente de los pesares que trajeron los hechos de aquella fatídica misión, algo nuevo los hacía volver. Una vista frente a la Cámara de los 46, una reunión con el Comandante o un simple comentario de apoyo de algún compañero, que poco apoyaba en realidad.
Kato intentó calmarse. Asió titubeante su vaso al incorporarse. Sopló, desvaneciendo la columna de humo y pegó un pequeño sorbo. El agridulce té le relajó y despejó su mente al instante: agridulce debía ser su respuesta.
— Ahora viene cuando echo por tierra toda la buena impresión que te haya podido dar. — apuntó, decidido a introducir algo de humor en el tema. Para no terminar perdiendo volviéndose loco, básicamente. — Veamos, cómo te cuento yo esto... — se preguntaba a sí mismo, mientras se incorporaba y dejaba su té de nuevo en la mesa. — Como sabrás, y sino te lo digo ahora, desde la guerra el Quinto Escuadrón carece de Capitán. Se había dado por perdido en combate cuando se alejó de las tropas en campo enemigo. Al no encontrarse el cuerpo, por tanto, se había dado por muerto, pero hace unos días me llegó un aviso de que su cuerpo había sido hallado en el Rukongai, en Zaraki, su último suburbio. Fui, analicé el cuerpo y encontré en él trazos de un reiatsu arrancar. Lo intenté localizar a través de bakudo y, para mi sorpresa, el rastro llevaba hasta una incursión arrancar en el Mundo de los Vivos, en Europa, a la cual había sido enviado una avanzada comandada por Kobayashi-taicho. — Cualquiera que conociera a Kato podría apreciar aquel matiz. Normalmente la informalidad inherente del capitán no hacía usos de tales apelativos nominales, pero para el caso de Hayato, dadas las circunstancias, hacía una excepción. Cosa a parte sería que Isono notase tal detalle. — Tras pedir permiso al Comandante, me uní al comando buscando al responsable de la muerte de Karaiko-sama. Al llegar, y aquí viene lo... vergonzoso de mi actuación, no supe distinguir cuál de aquellos arrancar era mi objetivo y sólo alcancé a ver que Kobayashi Hayato estaba a punto de herir, puede que matar, a uno de ellos. Tuve que pensar rápido y actuar, seguramente equivocadamente. Así que detuve el golpe del Capitán. — Su voz había ido disminuyendo en volumen hasta ser casi imperceptible. Su mirada, ahora vacía, parecía observar aquel instante, en tercera persona, intentando justificar sus acciones. Sin embargo, las consecuencias de éstas pesaban demasiado sobre sus hombros. Kato se frotó las sienes, intentando relajarse. — No podía dejar escapar de resolver la muerte de mi mentor, no quería que aquella posible fuente de información muriera o, peor, se desvaneciera al quebrarse su máscara. — suspiró. — El caso es que luego no resultó ser el responsable, pero eso es lo de menos. Lo hecho hecho estaba y sus consecuencias... — Su voz parecía apagarse. — ¿Qué me dices sobre el tema? ¿Crees opinas de la decisión de tu Capitán?
Quizá la pregunta fuese algo incómoda y pusiera en un apuro a la recién llegada, pero Kato había demostrado cierta confianza al contar sus impresiones privadas y al asumir su error. Lo que menos podía pedir a cambio es poder conocer qué efecto había tenido sobre ella aquella confesión.
— Verá, Shihoin-fukutaicho, he denegado un par de veces el introducirme en el Gotei, por razones de índole personal, pero... Eso no quita que no haya oído cosas que han sucedido hace poco tiempo. — "Vaya", pensó Kato, "así que no acababa de salir de la Academia." Intentó disculparse y preguntar cuánto hacía que dejó se graduó, pero Isono prosiguió sin permitir réplica. — Sé que hubo un conflicto, por llamarlo suavemente, con los arrancar... Pero apenas escuché rumores, y bueno... ya que estoy aquí, no me gustaría hablar de cosas que pudieran importunar o agravar la situación...
Las últimas palabras de la joven pelirroja agitaron el relajado espíritu del capitán. Sólo sus ojos se abrieron en demasía, pero en su interior el aliento se le heló de golpe. Aquel recurrente tema, aquella bochornosa noche parecía perseguirle, sin intención de dejarle en paz. Cuando había conseguido alejar su mente de los pesares que trajeron los hechos de aquella fatídica misión, algo nuevo los hacía volver. Una vista frente a la Cámara de los 46, una reunión con el Comandante o un simple comentario de apoyo de algún compañero, que poco apoyaba en realidad.
Kato intentó calmarse. Asió titubeante su vaso al incorporarse. Sopló, desvaneciendo la columna de humo y pegó un pequeño sorbo. El agridulce té le relajó y despejó su mente al instante: agridulce debía ser su respuesta.
— Ahora viene cuando echo por tierra toda la buena impresión que te haya podido dar. — apuntó, decidido a introducir algo de humor en el tema. Para no terminar perdiendo volviéndose loco, básicamente. — Veamos, cómo te cuento yo esto... — se preguntaba a sí mismo, mientras se incorporaba y dejaba su té de nuevo en la mesa. — Como sabrás, y sino te lo digo ahora, desde la guerra el Quinto Escuadrón carece de Capitán. Se había dado por perdido en combate cuando se alejó de las tropas en campo enemigo. Al no encontrarse el cuerpo, por tanto, se había dado por muerto, pero hace unos días me llegó un aviso de que su cuerpo había sido hallado en el Rukongai, en Zaraki, su último suburbio. Fui, analicé el cuerpo y encontré en él trazos de un reiatsu arrancar. Lo intenté localizar a través de bakudo y, para mi sorpresa, el rastro llevaba hasta una incursión arrancar en el Mundo de los Vivos, en Europa, a la cual había sido enviado una avanzada comandada por Kobayashi-taicho. — Cualquiera que conociera a Kato podría apreciar aquel matiz. Normalmente la informalidad inherente del capitán no hacía usos de tales apelativos nominales, pero para el caso de Hayato, dadas las circunstancias, hacía una excepción. Cosa a parte sería que Isono notase tal detalle. — Tras pedir permiso al Comandante, me uní al comando buscando al responsable de la muerte de Karaiko-sama. Al llegar, y aquí viene lo... vergonzoso de mi actuación, no supe distinguir cuál de aquellos arrancar era mi objetivo y sólo alcancé a ver que Kobayashi Hayato estaba a punto de herir, puede que matar, a uno de ellos. Tuve que pensar rápido y actuar, seguramente equivocadamente. Así que detuve el golpe del Capitán. — Su voz había ido disminuyendo en volumen hasta ser casi imperceptible. Su mirada, ahora vacía, parecía observar aquel instante, en tercera persona, intentando justificar sus acciones. Sin embargo, las consecuencias de éstas pesaban demasiado sobre sus hombros. Kato se frotó las sienes, intentando relajarse. — No podía dejar escapar de resolver la muerte de mi mentor, no quería que aquella posible fuente de información muriera o, peor, se desvaneciera al quebrarse su máscara. — suspiró. — El caso es que luego no resultó ser el responsable, pero eso es lo de menos. Lo hecho hecho estaba y sus consecuencias... — Su voz parecía apagarse. — ¿Qué me dices sobre el tema? ¿Crees opinas de la decisión de tu Capitán?
Quizá la pregunta fuese algo incómoda y pusiera en un apuro a la recién llegada, pero Kato había demostrado cierta confianza al contar sus impresiones privadas y al asumir su error. Lo que menos podía pedir a cambio es poder conocer qué efecto había tenido sobre ella aquella confesión.
Re: Visita guiada para Isono
Isono escuchó con atención cada palabra, comprendiendo el significado de todo aquello, de sus implicaciones y de sus consecuencias. No era ni la mitad de lo que creía haber oído; era mucho más grave y también mucho más delicado. Había notado el cambio en el humor de su capitán, antes distendido y abierto para tornarse en algo agravado y vergonzoso. Dejó la taza sobre la mesa mientras escuchaba a Kato hablar.
-¿Qué me dices sobre el tema? ¿Qué opinas de la decisión de tu capitán? -inquirió Kato al final, tras haber mostrado algo de lo que no parecía muy seguro.
Parecia cansado como si hubiera cargado con más peso del que pudiera aguantar y nadie le hubiera echado una mano. Isono comprendía los sentimientos que lo habían impulsado a semejante acción; aunque no era partidaria de los impulsos pasionales ya que estos normalmente, cegaban a uno mismo, no era quien para reprocharle nada. De haber tenido esa desvergüenza, también debería haberse reprobado a sí misma.
¿Lo comprendes...? Tenía su causa, incomprendida por otros y se siente culpable por ello. Tu padre te abrió la suya y te sientes como el detonante de al tragedia, pero no es así. Como el capitán que ha mencionado, ellos tuvieron sus razones aunque sean las tuyas, no implica que debas darles la razón. Tu voluntad es lo único que posees que sea totalmente tuyo... Y él, a través de su voluntad y el recuerdo, hizo lo que creía que debía hacer... Sabes lo que tienes que hacer Isono sin importar lo que dijeran..., los ecos de Sangeki resonaron en su mente, con serenidad; de las pocas veces que se mantenía conciliadora y amable. No era de extrañar que Sangeki tuviera el oído pegado a la conversación, los conflictos internos y las dudas lo atraían como un imán; pero sin lugar a dudas, sabía como sosegar el espíritu.
¿Qué habría hecho ella? ¿Hubiera tomado una decisión diferente? ¿Si hubiera tenido la oportunidad de intervenir... qué habría hecho? Debía ser honesta y responder lo que realmente pensaba del asunto.
-Creo que arriesgó demasiado en una simple suposición, Shihoin-taicho -respondió, asió de nuevo su pequeña taza, el tacto caliente de la arcilla la reconfortaba-. Puso en riesgo la seguridad de muchas personas sólo para demostrar algo de lo que no tenía demasiadas certezas. No creo que haya sido una decisión muy acertada para un capitán... Pero creo que ha sido la decisión más honesta que un discípulo le pueda deber a su mentor y a su memoria -explicó, no quería parecer cortante ni demasiado contundente; pero en aquel momento su apreciación de la responsabilidad pasó a un segundo plano para imponerse sobre él, hechos tan esenciales como el respeto, el recuerdo o la devoción-. Yo no puedo ponerme en su situación, taicho; pero si a mí me hubieran concedido la oportunidad de intervenir y esclarecer la verdad... Lo habría hecho sin lugar a dudas.
Se dejó contagiar un poco por el desazón del capitán, sólo por pura melancolía. Hubiera preferido decirle que no creía que se hubiera equivocado ni obrado mal, sin más; aquello no iba a cambiar la opinión que pudiera tener de él porque en parte, ella misma hubiera cometido ese mismo "error".
-Mis apreciaciones son difíciles de cambiar, Shihoin-taicho y por el momento, ninguna ha decaído. Incluso, Sangeki apoya su decisión... Ojala lo hiciera más a menudo con las mías.
Quería relajar un poco la tensión que hubiera podido acumularse en el aire. Dejó que su espalda se relajase, acomodándose a las circunstancias y al duro asiento; incluso se permitió el lujo de remangarse para rascarse con discreción el codo y quitarse los desgastados guantes. Las cuentas de su pulsera tintinearon. Había una cuenta blanca más que de las oscuras: la conciliación debía estar por encima de la obligación, pues sin calma con uno mismo, la obligación se torcía. Eso le decía su padre.
-Sé que nos acabamos de conocer, pero no creo que importe demasiado. Mi padre siempre me ayudó cuando las dudas acudían a mí y me entregó esta pulsera. Me dijo que las cuentas siginifcaban mi obligación para conciliarme conmigo misma y la obligación de recordarme mis deberes. Debería hacer lo mismo, taicho... Se la dejaré hasta que llegue el momento que en que pueda reconciliarse consigo mismo, cuando llegue ese día, me la devolverá.
Se descolgó el amuleto y lo sostuvo en el aire.
-... no acepto un no por respuesta -aunque lo dijo con tono imperante, la intencionalidad de sus gestos decía lo contrario-.
-¿Qué me dices sobre el tema? ¿Qué opinas de la decisión de tu capitán? -inquirió Kato al final, tras haber mostrado algo de lo que no parecía muy seguro.
Parecia cansado como si hubiera cargado con más peso del que pudiera aguantar y nadie le hubiera echado una mano. Isono comprendía los sentimientos que lo habían impulsado a semejante acción; aunque no era partidaria de los impulsos pasionales ya que estos normalmente, cegaban a uno mismo, no era quien para reprocharle nada. De haber tenido esa desvergüenza, también debería haberse reprobado a sí misma.
¿Lo comprendes...? Tenía su causa, incomprendida por otros y se siente culpable por ello. Tu padre te abrió la suya y te sientes como el detonante de al tragedia, pero no es así. Como el capitán que ha mencionado, ellos tuvieron sus razones aunque sean las tuyas, no implica que debas darles la razón. Tu voluntad es lo único que posees que sea totalmente tuyo... Y él, a través de su voluntad y el recuerdo, hizo lo que creía que debía hacer... Sabes lo que tienes que hacer Isono sin importar lo que dijeran..., los ecos de Sangeki resonaron en su mente, con serenidad; de las pocas veces que se mantenía conciliadora y amable. No era de extrañar que Sangeki tuviera el oído pegado a la conversación, los conflictos internos y las dudas lo atraían como un imán; pero sin lugar a dudas, sabía como sosegar el espíritu.
¿Qué habría hecho ella? ¿Hubiera tomado una decisión diferente? ¿Si hubiera tenido la oportunidad de intervenir... qué habría hecho? Debía ser honesta y responder lo que realmente pensaba del asunto.
-Creo que arriesgó demasiado en una simple suposición, Shihoin-taicho -respondió, asió de nuevo su pequeña taza, el tacto caliente de la arcilla la reconfortaba-. Puso en riesgo la seguridad de muchas personas sólo para demostrar algo de lo que no tenía demasiadas certezas. No creo que haya sido una decisión muy acertada para un capitán... Pero creo que ha sido la decisión más honesta que un discípulo le pueda deber a su mentor y a su memoria -explicó, no quería parecer cortante ni demasiado contundente; pero en aquel momento su apreciación de la responsabilidad pasó a un segundo plano para imponerse sobre él, hechos tan esenciales como el respeto, el recuerdo o la devoción-. Yo no puedo ponerme en su situación, taicho; pero si a mí me hubieran concedido la oportunidad de intervenir y esclarecer la verdad... Lo habría hecho sin lugar a dudas.
Se dejó contagiar un poco por el desazón del capitán, sólo por pura melancolía. Hubiera preferido decirle que no creía que se hubiera equivocado ni obrado mal, sin más; aquello no iba a cambiar la opinión que pudiera tener de él porque en parte, ella misma hubiera cometido ese mismo "error".
-Mis apreciaciones son difíciles de cambiar, Shihoin-taicho y por el momento, ninguna ha decaído. Incluso, Sangeki apoya su decisión... Ojala lo hiciera más a menudo con las mías.
Quería relajar un poco la tensión que hubiera podido acumularse en el aire. Dejó que su espalda se relajase, acomodándose a las circunstancias y al duro asiento; incluso se permitió el lujo de remangarse para rascarse con discreción el codo y quitarse los desgastados guantes. Las cuentas de su pulsera tintinearon. Había una cuenta blanca más que de las oscuras: la conciliación debía estar por encima de la obligación, pues sin calma con uno mismo, la obligación se torcía. Eso le decía su padre.
-Sé que nos acabamos de conocer, pero no creo que importe demasiado. Mi padre siempre me ayudó cuando las dudas acudían a mí y me entregó esta pulsera. Me dijo que las cuentas siginifcaban mi obligación para conciliarme conmigo misma y la obligación de recordarme mis deberes. Debería hacer lo mismo, taicho... Se la dejaré hasta que llegue el momento que en que pueda reconciliarse consigo mismo, cuando llegue ese día, me la devolverá.
Se descolgó el amuleto y lo sostuvo en el aire.
-... no acepto un no por respuesta -aunque lo dijo con tono imperante, la intencionalidad de sus gestos decía lo contrario-.
Otsuka Isono- Post : 1242
Edad : 38
Re: Visita guiada para Isono
Con los hombros encogidos y el cuello achaparrado, Kato esperó el enésimo golpe a su conciencia. El peso que, poco a poco, había conseguido dejar por ahí, ahora lo notaba de nuevo como lastre en sus espaldas.
— Creo que arriesgó demasiado en una simple suposición, Shihoin-taicho. Puso en riesgo la seguridad de muchas personas sólo para demostrar algo de lo que no tenía demasiadas certezas. No creo que haya sido una decisión muy acertada para un capitán... — Kato no esperaba otra respuesta, pero aún así agachó la cabeza frente a ella, sin saber muy bien qué rostro mostrar a la joven. — Pero creo que ha sido la decisión más honesta que un discípulo le pueda deber a su mentor y a su memoria — Tras aquel instante de sensaciones ya vividas, aquel 'pero' lo sorprendió, y sorprendido miró a Isono a los ojos, sin saber muy bien que decir. — Yo no puedo ponerme en su situación, taicho; pero si a mí me hubieran concedido la oportunidad de intervenir y esclarecer la verdad... Lo habría hecho sin lugar a dudas.
Kato sorió por enésima vez, pero esa sonrisa no se pareció a ninguna de las anteriores. Mezcla de sorpresa y alegría, con algunos trazos de incipiente cariño, el Shihoin sonreía, clavando sus pupilas en as de Isono. Pocos habían llegado a comprender las verdaderas razones del Shihoin. Menos aún compartían sus decisiones. Aoki le apoyó y lo entendió, con sus rudas maneras, y por su puesto Yoruko lo apoyó. Sin ella aún no habría podido levantarse del lecho en el que se desplomó al acabar aquella fatídica jornada. Sin embargo, aquella completa desconocida estaba allí, frente a él, mirándole directamente a los ojos, sonriéndole y... comprendiéndole. Apoyando sus razones, elogiando sus sentimientos hacia su mentor. Sin duda no podría olvidar nunca a aquella nueva shinigami y, como ella acababa de decir acerca de él, su impresión sobre ella, por mucho que ésta la descuidara, no podría empeorar nunca.
— Gracias Isono. Gracias por tu sinceridad, pero no te negaré que me satisface, y mucho, que puedas ver la situación como yo. — Hizo una nueva pausa, para bajar un poco de nuevo su rostro. Observaba el té sobre su mesa y lo cogió de nuevo, calentándose las manos con el roce de la caliente cerámica. — Hasta aquel día conservaba la esperanza de ver de vuelta al Capitán. Aún tenía tanto por enseñarme, tanto que... — sus últimas palabras se ahogaron, y el Shihoin lo disimuló con un nuevo sorbo de su bebida. Por suerte Isono volvió a hablar, tendiendo la conversación hacia otro punto, quizá:
-Mis apreciaciones son difíciles de cambiar, Shihoin-taicho y por el momento, ninguna ha decaído. Incluso, Sangeki apoya su decisión... Ojala lo hiciera más a menudo con las mías.
— Pfff, si yo te contara. — El humor pareció volver a su voz, aunque algo más agrio de lo normal. — Mi consejo como... paciente poseedor de una tozuda zanpakuto es que aprendas obviarla del mismo modo que aprendiste a escucharla. Los espíritus de nuestras zanpakuto no son dioses poseedores de la verdad suprema. Debes saber distinguir lo que es fruto de su sabiduría y aprender de ello, pero no dejes que te perturbe por ello. — ilustró Kato. — En cierto modo es como convivir con un familiar. Al contrario que los amigos, uno no elige a su familiar como no elige a su zanpakuto, pero debe quererla y convivir con ella como lo haría con un padre o una hermana, por muchos defectos que éstos tengan.
Aunque pretendía un poco desviar el tema, Kato comenzaba a divagar, por lo que se acogió al silencio de la sala, centrándose en su cálida bebida. Habían sido unos momentos intensos en los que el peliblanco había pasado de la vergüenza ya harta sentida, a la complicidad y empatía recíproca que tan pocas veces disfrutaba, en tan corto lapso de tiempo que había dejado un ambiente agridulce, algo rareado en el aire.
— Sé que nos acabamos de conocer, pero no creo que importe demasiado. Mi padre siempre me ayudó cuando las dudas acudían a mí y me entregó esta pulsera. Me dijo que las cuentas significaban mi obligación para conciliarme conmigo misma y la obligación de recordarme mis deberes. Debería hacer lo mismo, taicho... Se la dejaré hasta que llegue el momento que en que pueda reconciliarse consigo mismo, cuando llegue ese día, me la devolverá. — "No podría aceptar ésto", llegó a pensar. — No acepto un no por respuesta.
Y no se lo iba a dar. El tono de Isono no se prestaba a ello, pero Kato no lo hacía por eso. Tal gesto de confianza y de apoyo no podía rechazarlo. Con aquella especial sonrisa que aún no se había vuelto de nuevo a su rostro, el Shihoin extendió las manos y recogió la pulsera con sumo cuidado. Como si de un ritual ancestral se tratase, abrió la pulsera y se la colocó en su muñeca con lentitud. Sus dedos recorrieron las cuentas, pensando en las palabras de Isono, que no pudieran ser más acertadas. Si algo había supuesto todo aquel asunto y sus consecuencias, era un cambio grabado a fuego en la personalidad del Shihoin. En aquellos días había madurado más que en los últimos años, pero a su vez había perdido la confianza en sí mismo. Reconciliación. Ése era el equilibrio que había perdido y que debía, por encima de todas las cosas, recuperar. Aquella pulsera, aquella cuentas que sentía y sentiría en su brazo durante un tiempo no le dejarían olvidar aquella meta que debía alcanzar.
— Muchísimas gracias, Isono. — respondió al tanto, sin saber muy bien qué más añadir. — No sabes cuánto se agradece y cuánto reconforta sentir el apoyo de alguien, cuánto más cuando este alguien a penas te conoce y ya ha logrado entenderte. Mil gracias. — repitió. Amagó, también, en abrazarla, pero tras probar su serio carácter no sabía si había sido una buena idea. Se acababa de conocer al fin y al cabo. — Te lo devolveré pronto, créeme.
Kato apuró su té y se puso en pie.
— ¿Qué tal si damos una vuelta? — comentó, al poco. — El té me acaloró un poco y no me vendría mal aire fresco.
Bajaron por unas escaleras y pronto dieron con una puerta lateral que llevaba a un pequeño jardín, que a su vez conectaba con los exteriores y el fin del Escuadrón. Caminaron un rato en silencio, mientras Kato aspiraba con fuerza el fresco aire matutino y recobraba su ánimo con el calor del sol.
— Tú ya te has tomado la licencia, así que ahora me toca a mí. — avanzó Kato, rompiendo el silencio que se creó desde que dejaron el escuadrón. — El caso es que no me suelen interesar estas cosas, pero me estaba rallando el hecho de que no me sonara tu cara pero sí tu apellido. ¿Tienes alguna relación con alguna familia noble? — preguntó el Shihoin, con toda la buena voluntad del mundo, pese a los viejos recuerdos que aquella pregunta pudiera remover. — Es que tu apellido, como digo, me suena bastante, pero de ser noble te conocería, aunque sea de vista, de alguna fiesta o reunión, como es el caso de otros en el Gotei, pero tú pareces no serlo, ¿o me equivoco?
Pese a lo que pudiera parecer, la malicia -como siempre que Kato no usaba el sarcasmo- no estaba presente en su tono. La duda era totalmente inocente y la curiosidad que despertó en su ser el hecho de resultarle familiar la casa Otsuka pero no la cara de la joven pelirroja. Y si de algo estaba seguro el Capitán del Quinto Escuadrón es que tan enigmática y verde mirada no podría olvidarla tan fácilmente.
Re: Visita guiada para Isono
Quizás tu kido no fuera el más excelente del esucadrón, ni su carácter el más apacible pero si de algo podía servir, quizás ya hubiera hecho su movimiento maestro. Encontrar el apoyo necesario era complicado, una ardua tarea que rara vez resultaba satisfecha; mucho más, cuando el criterio negativo se imponía ante cualquier razón, fuera o no, justificada. Aunque desconocía esa parte de la historia, le fue fácil reflejarse en ella; en su frágil drama y en las implicaciones que vendrían con el tiempo. Su respuesta no fue en busca de una confraternización, sencillamente... se indentificó.
Tras unos instantes de apuro ante la efusividad del capitán, decidieron salir al jardín y pasear. La mañana había clareado durante las horas que habían estado hablando; era un día limpido y brillante, con nubes espojosas en el cielo añil y una suave brisa. Contemplaba abstraida la sutil y discreta belleza del jardín, de un intenso verde donde los cerezos rojos entonaban una frágil canción con sus hojas de color vermellón oscuro. La cabeza de Isono se perdió en aquella ilusión pasada, cuando Kato volvió a hablar.
- Tú ya te has tomado la licencia, así que ahora me toca a mí. El caso es que no me suelen interesar estas cosas, pero me estaba rallando el hecho de que no me sonara tu cara pero sí tu apellido. ¿Tienes alguna relación con alguna familia noble? -inquirió el capitán con la mayor naturalidad-. Es que tu apellido, como digo, me suena bastante, pero de ser noble te conocería, aunque sea de vista, de alguna fiesta o reunión, como es el caso de otros en el Gotei, pero tú pareces no serlo, ¿o me equivoco?
En un solo instante su sereno divagar se quebró como un cristal al chocar contra el suelo. Todos los fantasmas y pesadillas del pasada resurgieron con fiereza como si en un instante, quisieran devorarla allí mismo. No le gustaba hablar de su familia, de la casta de traidores y avariciosos con los que vivió, aquellos que los empujaron hacia el olvido tiempo atrás... cuando ni siquiera ella formaba parte del clan. La decandencia de los Otsuka vino de mucho antes, pero se agravó con su presencia.
El aire se le agolpó en la garganta, dificultándole tragar saliva. A buen seguro que el nombre de su familia había tomado unas connotaciones horribles, nada que ver con lo que fueron; y aunque intentaba convencerse de que por eso estaba ella allí, no encontraba un aopyo donde poder sentirse segura. Aquellos destellos de desconfianza no estaban inspirados por las demás casas nobles del Seireitei; ni siquiera se había reunido nunca con ellas, sino que procedía de su propia familia. Una herencia difícil de asimilar en el peor de los casos, pese a que Kagetsu le hubiera dado todo lo que tenía en sus manos.
-Ehm... bueno... -resopló intentando buscar las palabras adecuadas sin dejarse llevar por el pánico-. Sí... y no... Nací en el Rukongai pero, al poco tiempo, el cabeza de familia de los Otsuka me adoptó, Kagetsu-sama... Yo... Él me crió como si fuera su hija, apenas tenía más de seis años, así que para mí es muy fácil llamarlo padre aunque no lo sea en realidad.
Bajó la cabeza, tomando aire. No hablaba de eso con nadie desde hacia años; los mismos que la casa se quedó vacía. Para ella era como volver a esos días de silencios tensos por los pasillas, de caras agravadas por la situación mientras se cruzaban miradas asesinas; no era fácil revivir aquello... los malos recuerdos... Pensó, que acaba de saltar una gran barrera al hablar de forma distendida con Kato y que, quizás estaba en una buena situación para desahogar todas aquellas presiones.
-Para mí no es fácil hablar de mi... de mi familia -titubeó-.Los Otsuka... ya no son lo que eran, la tragedia se cebó con ellos y no son más que una sombra de lo que una vez pudieran hablar de ellos. A mi padre... eso le obsesionaba, quería devolver a la familia su gran pasado... hasta que llegué yo. Entonces se olvidó del pasado y se centró en mí; dejó de ir a reuniones y cosas que para él dejaron de tener importancia... Por eso, no creo que me hubieras conocido... Kagetsu-sama, fue mi mentor, mi protector y yo, su alumna favorita... Heredé casi todos los conocimientos de espada de la familia y recibí toda la atención de mi padre... Esto, no gustó a los demás... Lo cierto, es que todo se fue al infierno y ni siquiera sé porqué... -explicaba con voz ahogada-.
Aquello no era fácil. Isono se mostraba fría y distante en relación al mundo, pero en aquel momento no era más que una mujer frágil que se quebraba por el peso de la culpa.
Tras unos instantes de apuro ante la efusividad del capitán, decidieron salir al jardín y pasear. La mañana había clareado durante las horas que habían estado hablando; era un día limpido y brillante, con nubes espojosas en el cielo añil y una suave brisa. Contemplaba abstraida la sutil y discreta belleza del jardín, de un intenso verde donde los cerezos rojos entonaban una frágil canción con sus hojas de color vermellón oscuro. La cabeza de Isono se perdió en aquella ilusión pasada, cuando Kato volvió a hablar.
- Tú ya te has tomado la licencia, así que ahora me toca a mí. El caso es que no me suelen interesar estas cosas, pero me estaba rallando el hecho de que no me sonara tu cara pero sí tu apellido. ¿Tienes alguna relación con alguna familia noble? -inquirió el capitán con la mayor naturalidad-. Es que tu apellido, como digo, me suena bastante, pero de ser noble te conocería, aunque sea de vista, de alguna fiesta o reunión, como es el caso de otros en el Gotei, pero tú pareces no serlo, ¿o me equivoco?
En un solo instante su sereno divagar se quebró como un cristal al chocar contra el suelo. Todos los fantasmas y pesadillas del pasada resurgieron con fiereza como si en un instante, quisieran devorarla allí mismo. No le gustaba hablar de su familia, de la casta de traidores y avariciosos con los que vivió, aquellos que los empujaron hacia el olvido tiempo atrás... cuando ni siquiera ella formaba parte del clan. La decandencia de los Otsuka vino de mucho antes, pero se agravó con su presencia.
El aire se le agolpó en la garganta, dificultándole tragar saliva. A buen seguro que el nombre de su familia había tomado unas connotaciones horribles, nada que ver con lo que fueron; y aunque intentaba convencerse de que por eso estaba ella allí, no encontraba un aopyo donde poder sentirse segura. Aquellos destellos de desconfianza no estaban inspirados por las demás casas nobles del Seireitei; ni siquiera se había reunido nunca con ellas, sino que procedía de su propia familia. Una herencia difícil de asimilar en el peor de los casos, pese a que Kagetsu le hubiera dado todo lo que tenía en sus manos.
-Ehm... bueno... -resopló intentando buscar las palabras adecuadas sin dejarse llevar por el pánico-. Sí... y no... Nací en el Rukongai pero, al poco tiempo, el cabeza de familia de los Otsuka me adoptó, Kagetsu-sama... Yo... Él me crió como si fuera su hija, apenas tenía más de seis años, así que para mí es muy fácil llamarlo padre aunque no lo sea en realidad.
Bajó la cabeza, tomando aire. No hablaba de eso con nadie desde hacia años; los mismos que la casa se quedó vacía. Para ella era como volver a esos días de silencios tensos por los pasillas, de caras agravadas por la situación mientras se cruzaban miradas asesinas; no era fácil revivir aquello... los malos recuerdos... Pensó, que acaba de saltar una gran barrera al hablar de forma distendida con Kato y que, quizás estaba en una buena situación para desahogar todas aquellas presiones.
-Para mí no es fácil hablar de mi... de mi familia -titubeó-.Los Otsuka... ya no son lo que eran, la tragedia se cebó con ellos y no son más que una sombra de lo que una vez pudieran hablar de ellos. A mi padre... eso le obsesionaba, quería devolver a la familia su gran pasado... hasta que llegué yo. Entonces se olvidó del pasado y se centró en mí; dejó de ir a reuniones y cosas que para él dejaron de tener importancia... Por eso, no creo que me hubieras conocido... Kagetsu-sama, fue mi mentor, mi protector y yo, su alumna favorita... Heredé casi todos los conocimientos de espada de la familia y recibí toda la atención de mi padre... Esto, no gustó a los demás... Lo cierto, es que todo se fue al infierno y ni siquiera sé porqué... -explicaba con voz ahogada-.
Aquello no era fácil. Isono se mostraba fría y distante en relación al mundo, pero en aquel momento no era más que una mujer frágil que se quebraba por el peso de la culpa.
Otsuka Isono- Post : 1242
Edad : 38
Re: Visita guiada para Isono
Nunca, jamás podría haber alcanzado a imaginar que tan inocente pregunta, para él, fuese a reabrir tan viejas heridas en la joven pelirroja. Ésta parecía hacer un gran esfuerzo al dar su brazo a torcer y hablar de su familia, como si todo aquel tema más que incomodarle le doliera.
Según contaba, había nacido en el Rukongai, pero desde que tiene uso de memoria ha vivido, adoptada, en el seno de una familia noble. Sin embargo la reputación de su familia se había ido al traste por problemas internos, acrecentados por su adopción.
Esto último explicaba porque Kato no podía recordarla de alguna de aquellas odiadas reuniones de la nobleza. El Shihoin no compartía aquellos sentimientos arquetípicos noble de superioridad, honor y orgullo por pertenecer a la aristocracia del Seireitei, pero entendía que pudiera sí pudiera importar a Isono, y que la desdicha de su familia. Decidió tentar a la suerte y preguntar, a ver si en aquel parecer también coincidían sus personalidades:
— Lo siento mucho, Isono. — comenzó, con tono de pésame. — ¿Acaso echas de menos la nobleza, el status que ésta te daba y demás? — No dejó responder. — Si pudiera elegir, preferiría el apoyo de tu padre a tener que vivir una vida de noble sin él. — añadió, con una sonrisa en su boca y sin pizca de tristeza.
No había tristeza en su tono porque, pese a lo que pudiera indicar su última frase, él si había sentido el calor familiar en todo momento durante su infancia. Quizá hablaba sin conocimiento de causa, pero su odio a las formalidades y banalidades de los nobles le hacían preferir, sin dudarlo un instante, una vida familiar, sintiendo el amor y apoyo de sus padres, que cualquier otra cosa.
Sí es verdad que quizá le habría gustado más condescendencia por parte de su rígido padre. Quizá habría preferido que éste le apoyara en sus decisiones y que se sintiera orgulloso por seguir el dictado de su voluntad, y no todo lo contrario por no seguir su camino hacia la Cámara de los 46. Sin embargo, sintiera o no aquella pena, su madre siempre lo apoyó y la vida, con sus más y sus menos, nunca le habrían traído tales problemas como los que la joven ya había sufrido en sus carnes. Con respecto a su padre, además, siempre le quedaba el consuelo de que, tras ver lo que era capaz de hacer su hijo en el Gotei, le premiara al fin con su admiración, al igual que Kato admiraba a su padre.
Según contaba, había nacido en el Rukongai, pero desde que tiene uso de memoria ha vivido, adoptada, en el seno de una familia noble. Sin embargo la reputación de su familia se había ido al traste por problemas internos, acrecentados por su adopción.
Esto último explicaba porque Kato no podía recordarla de alguna de aquellas odiadas reuniones de la nobleza. El Shihoin no compartía aquellos sentimientos arquetípicos noble de superioridad, honor y orgullo por pertenecer a la aristocracia del Seireitei, pero entendía que pudiera sí pudiera importar a Isono, y que la desdicha de su familia. Decidió tentar a la suerte y preguntar, a ver si en aquel parecer también coincidían sus personalidades:
— Lo siento mucho, Isono. — comenzó, con tono de pésame. — ¿Acaso echas de menos la nobleza, el status que ésta te daba y demás? — No dejó responder. — Si pudiera elegir, preferiría el apoyo de tu padre a tener que vivir una vida de noble sin él. — añadió, con una sonrisa en su boca y sin pizca de tristeza.
No había tristeza en su tono porque, pese a lo que pudiera indicar su última frase, él si había sentido el calor familiar en todo momento durante su infancia. Quizá hablaba sin conocimiento de causa, pero su odio a las formalidades y banalidades de los nobles le hacían preferir, sin dudarlo un instante, una vida familiar, sintiendo el amor y apoyo de sus padres, que cualquier otra cosa.
Sí es verdad que quizá le habría gustado más condescendencia por parte de su rígido padre. Quizá habría preferido que éste le apoyara en sus decisiones y que se sintiera orgulloso por seguir el dictado de su voluntad, y no todo lo contrario por no seguir su camino hacia la Cámara de los 46. Sin embargo, sintiera o no aquella pena, su madre siempre lo apoyó y la vida, con sus más y sus menos, nunca le habrían traído tales problemas como los que la joven ya había sufrido en sus carnes. Con respecto a su padre, además, siempre le quedaba el consuelo de que, tras ver lo que era capaz de hacer su hijo en el Gotei, le premiara al fin con su admiración, al igual que Kato admiraba a su padre.
Re: Visita guiada para Isono
-Lo siento mucho, Isono. ¿Acaso echas de menos la nobleza, el status que ésta te daba y demás? -preguntó—. Si pudiera elegir, preferiría el apoyo de tu padre a tener que vivir una vida de noble sin él.
La condescencia de Kato le sabía extraña, acostumbrada a las miradas agrias y luego, al silencio de su padre; aquel interés casi le parecía algo fuera del mundo. Hablaba de estatus, de concesiones, de privilegios; Isono nunca había oído nada de eso. Su infancia fue dulce y plena, llena gracias a las atenciones de su padre y su particular niñera; y aunque su adolescencia fue algo más turbulenta, disfrutó siendo la favorita de Kagetsu dentro del dojo y fuera de él.
Sonrió con pesar.
-¿Privilegios? Esa palabra es extraña a mis oídos -musitó en voz baja-. Kagetsu sólo quería recordar a sus ancestros, no era pretencioso; pero los demás... Ojalá pudiera decir lo mismo de ellos. A mí, me daba igual quienes fueran o que quisieran hacer, yo sólo quería estar con él... Seguir recibiendo sus lecciones, poder vivir como lo había estado haciendo. Yo no quería reconocimiento ni nada parecido, sólo quería que no le hicieran daño -explicaba con la vista perdida en alguna parte-. Pero... aquella panda de víboras lo devoraron... ¿Sabes?... Me quedé con él todo este tiempo, desde que dejé la Academia y ni siquiera me prestaba atención. Murmura cosas, viejas palabras encerrado en su habitación, sin salir... Cuando la casa se quedó vacía, Kagetsu también lo hizo. Daba igual cuanto me esforzase por sacarlo... que él parecía no oírme... Eso es lo que me duele...
Se mordió el labio controlando la ira que pensar en su familia le provocaba. No deseaba recobrar el nombre de la familia, quería venganza. Fría e inmisericorde vengaza. Nadie mereceía semejante ostracismo, mucho menos su padre.
-Siento que haya tenido que escuchar esta sarta de lamentaciones, Shihoin-taicho -se disculpó adoptando su habitaul pose recia-. No volverá a suceder.
OFF: no estoy yo hoy para tochopost...
OFF2: el palabro del día, "ostracismo" XD
La condescencia de Kato le sabía extraña, acostumbrada a las miradas agrias y luego, al silencio de su padre; aquel interés casi le parecía algo fuera del mundo. Hablaba de estatus, de concesiones, de privilegios; Isono nunca había oído nada de eso. Su infancia fue dulce y plena, llena gracias a las atenciones de su padre y su particular niñera; y aunque su adolescencia fue algo más turbulenta, disfrutó siendo la favorita de Kagetsu dentro del dojo y fuera de él.
Sonrió con pesar.
-¿Privilegios? Esa palabra es extraña a mis oídos -musitó en voz baja-. Kagetsu sólo quería recordar a sus ancestros, no era pretencioso; pero los demás... Ojalá pudiera decir lo mismo de ellos. A mí, me daba igual quienes fueran o que quisieran hacer, yo sólo quería estar con él... Seguir recibiendo sus lecciones, poder vivir como lo había estado haciendo. Yo no quería reconocimiento ni nada parecido, sólo quería que no le hicieran daño -explicaba con la vista perdida en alguna parte-. Pero... aquella panda de víboras lo devoraron... ¿Sabes?... Me quedé con él todo este tiempo, desde que dejé la Academia y ni siquiera me prestaba atención. Murmura cosas, viejas palabras encerrado en su habitación, sin salir... Cuando la casa se quedó vacía, Kagetsu también lo hizo. Daba igual cuanto me esforzase por sacarlo... que él parecía no oírme... Eso es lo que me duele...
Se mordió el labio controlando la ira que pensar en su familia le provocaba. No deseaba recobrar el nombre de la familia, quería venganza. Fría e inmisericorde vengaza. Nadie mereceía semejante ostracismo, mucho menos su padre.
-Siento que haya tenido que escuchar esta sarta de lamentaciones, Shihoin-taicho -se disculpó adoptando su habitaul pose recia-. No volverá a suceder.
OFF: no estoy yo hoy para tochopost...
OFF2: el palabro del día, "ostracismo" XD
Otsuka Isono- Post : 1242
Edad : 38
Re: Visita guiada para Isono
Privilegios. Aquella palabra no fue nada apropiada. La amarga sonrisa con la que respondió Isono a ella hizo ver a Kato cuán equivocado estaba. Nada de lujos, ninguna de las comodidades y ventajas de la nobleza. Tampoco ninguno de sus inconvenientes. Además contaba con el apoyo de su padre, pero el Shihoin sabía que, según para quién, aquello no podía resultar suficiente. Claro está, pronto sabría que Isono no era una de aquellas personas.
Con mirada perdida en el horizonte, Isono continuó divagando, explicándole a su Capitán que no necesitaba de ningún reconocimiento ni de privilegios, sino que le bastaba las enseñanzas y el cariño de su amado padre. Una y otra vez salían en la conversación el resto de integrantes de la familia Otsuka, y lo más suave que escuchó de ellos Kato fue el término 'víboras'. Todas aquella rencillas familiares habían minado la energía de su padre, al parecer, llegando a ser casi como un ermitaño, preso de su propia casa.
— Vaya... Lo siento, Isono. — dijo entre diente Kato. No era capaz de cuadrar ninguna frase que pudiera animar a la joven pelirroja, pues no podía, por más que intentaba, ponerse en el lugar de Isono e imaginar por lo que estaba pasando.
— Siento que haya tenido que escuchar esta sarta de lamentaciones, Shihoin-taicho. No volverá a suceder. — se disculpó.
Fue entonces cuando la Isono que el Capitán había conocido, dejando atrás a la apenada y, a ratos, un tanto iracunda. Kato sonrió ante aquella frase y aquel súbito cambio de humor, como si echara de menos éste.
— No te disculpes por eso, yo ya te atormenté con lo mío hace un rato, ¿recuerdas? — le contestó, en clave de humor. — Además, — quiso añadir, ahora al más serio. — siempre podrás contar conmigo para lo que sea, ya te lo he dicho, ya sea para una buena borrachera olvida males o para partir las piernas de esas tus víboras... Lo que sea. — o quizá no tan serio.
El frescor de aquel buen día que había despertado parecía que al fin consiguió devolver la sátira al amargado espíritu del Shihoin. Nada bueno podría traer aquello, nada bueno.
_______________________
OFF: Lo siento, pero no sé como seguir el tema... Iniciativa cero, tú eliges de nuevo.
Con mirada perdida en el horizonte, Isono continuó divagando, explicándole a su Capitán que no necesitaba de ningún reconocimiento ni de privilegios, sino que le bastaba las enseñanzas y el cariño de su amado padre. Una y otra vez salían en la conversación el resto de integrantes de la familia Otsuka, y lo más suave que escuchó de ellos Kato fue el término 'víboras'. Todas aquella rencillas familiares habían minado la energía de su padre, al parecer, llegando a ser casi como un ermitaño, preso de su propia casa.
— Vaya... Lo siento, Isono. — dijo entre diente Kato. No era capaz de cuadrar ninguna frase que pudiera animar a la joven pelirroja, pues no podía, por más que intentaba, ponerse en el lugar de Isono e imaginar por lo que estaba pasando.
— Siento que haya tenido que escuchar esta sarta de lamentaciones, Shihoin-taicho. No volverá a suceder. — se disculpó.
Fue entonces cuando la Isono que el Capitán había conocido, dejando atrás a la apenada y, a ratos, un tanto iracunda. Kato sonrió ante aquella frase y aquel súbito cambio de humor, como si echara de menos éste.
— No te disculpes por eso, yo ya te atormenté con lo mío hace un rato, ¿recuerdas? — le contestó, en clave de humor. — Además, — quiso añadir, ahora al más serio. — siempre podrás contar conmigo para lo que sea, ya te lo he dicho, ya sea para una buena borrachera olvida males o para partir las piernas de esas tus víboras... Lo que sea. — o quizá no tan serio.
El frescor de aquel buen día que había despertado parecía que al fin consiguió devolver la sátira al amargado espíritu del Shihoin. Nada bueno podría traer aquello, nada bueno.
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OFF: Lo siento, pero no sé como seguir el tema... Iniciativa cero, tú eliges de nuevo.
Re: Visita guiada para Isono
Como si de ascuas incandescentes se tratasen, Isono vertió sobre ellas agua para alejarlas de su cabeza. Por el momento había hablado más de lo habitual en ella, y quizás, más de lo que normalmente estaba dispuesta a contar sobre su vida y la historia de la familia. Era más que suficiente. Shihoin Kato, pese a lo impositivo de su nombre no daba una imagen fiel de lo que se esperaba de un noble, y eso en el peor de los casos, era un alivio.
-No te disculpes por eso, yo ya te atormenté con lo mío hace un rato, ¿recuerdas? Además, -añadió adoptando un tono más serio-, siempre podrás contar conmigo para lo que sea, ya te lo he dicho, ya sea para una buena borrachera olvida males o para partir las piernas de esas tus víboras... Lo que sea.
Sus labios esbozaron una sonrisa incrédula con una pizca de ironía. No tenía la más mínima idea de como eran los Otsuka, ni la más mínima; aún así agradeció aquel ofrecimiento, amable aunque ingenuo inclinando la cabeza hacia delante. Tal vez Shihoin fuera alguien en quien se pudiera confiar, pero no estaba dispuesta a salpicar a nadie con sus problemas.
-Gracias Taicho, cuando vea a algún miembro del Clan le mandaré a buscar -dijo en un alarde cómico, aunque no cambió el tono de voz ni su expresión se movió lo más mínimo-. Gracias por la visita. Podré orientarme bien por el escuadrón sin que tenag que acompañarme... Así podrá centrarse en sus obligaciones.
Girándose sobre los talones hizo una rápida revenrencia mientras una sonrisa ácida se esbozaba en sus labios. Pasó al lado del capitán, dejándolo a solas mientras se perdía por los pasillos de las dependencias del quinto. Había sido un buen comienzo, mejor de lo que esperaba.
OFF: por mi parte nada más que añadir; cierra si quieres
-No te disculpes por eso, yo ya te atormenté con lo mío hace un rato, ¿recuerdas? Además, -añadió adoptando un tono más serio-, siempre podrás contar conmigo para lo que sea, ya te lo he dicho, ya sea para una buena borrachera olvida males o para partir las piernas de esas tus víboras... Lo que sea.
Sus labios esbozaron una sonrisa incrédula con una pizca de ironía. No tenía la más mínima idea de como eran los Otsuka, ni la más mínima; aún así agradeció aquel ofrecimiento, amable aunque ingenuo inclinando la cabeza hacia delante. Tal vez Shihoin fuera alguien en quien se pudiera confiar, pero no estaba dispuesta a salpicar a nadie con sus problemas.
-Gracias Taicho, cuando vea a algún miembro del Clan le mandaré a buscar -dijo en un alarde cómico, aunque no cambió el tono de voz ni su expresión se movió lo más mínimo-. Gracias por la visita. Podré orientarme bien por el escuadrón sin que tenag que acompañarme... Así podrá centrarse en sus obligaciones.
Girándose sobre los talones hizo una rápida revenrencia mientras una sonrisa ácida se esbozaba en sus labios. Pasó al lado del capitán, dejándolo a solas mientras se perdía por los pasillos de las dependencias del quinto. Había sido un buen comienzo, mejor de lo que esperaba.
OFF: por mi parte nada más que añadir; cierra si quieres
Otsuka Isono- Post : 1242
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