{LIBRE} Lights and Magic

El paseo estaba durando más de lo que había supuesto y sobre sus cabezas ya parpadeaban las estrellas del firmamento. Todavía seguía haciendo calor, pero de vez en cuando una corriente de aire tocaba las pieles de los viandantes, refrescándolos, y alzaba pequeños papeles del suelo haciéndolos revolotear unos instantes. El Rukongai era simplemente imenso, extendiéndose alrededor del Seireitei en todas direcciones, dividido en 320 Distritos, cada uno con nombre e historia propios. En esa escapada en cuestión se encontraban en la parte central de la zona Sur, y a pesar del ambiente y todo lo que habían andado no parecían cansados. Los dos habían salido vestidos del Seireitei con ropa común, haciéndose pasar por civiles. Yuki llevaba un conjunto de hakama y keiko-gi de color blanco y del verde claro del té, algo más caluroso que un yukata pero más práctico en el caso de tener que luchar. En el cinto también se hallaba su zanpakutoh, recordándole el peso con el que cargaban incluso en sus ratos de descanso, cuando no lucían el uniforme militar. Eran tiempos de guerra, aunque en esos momentos el ambiente pareciera muy distendido. La tranquilidad era engañosa y podía romperse en cualquier momento con un ataque hollow o los conflictos propios de los barrios con poca vigilancia.

 — Deberíamos cenar aquí— sugirió a su compañera, rompiendo el silencio amable que compartían—. Así podremos tomárnoslo con calma y...

No pudo saber qué opinaba ella al respecto. Calló abruptamente, escuchando la pulsación de unas cuerdas. Por un momento pensó que aquel sonido era parte de una alucinación suya, pero pronto se dio cuenta de que había más gente moviendo la cabeza hacia los lados, tratando de descubrir su origen. Parecían tan confundidos como él, pero también hubieron otros que identificaron la melodía y, con exclamaciones emocionadas, corrieron al encuentro de lo que anunciaba. Vio pasar a Natsuki por delante suya, y al percibir la expresión de su rostro la miró con curiosidad antes de seguirla. ¿Sabía ella también de qué se trataba o no era más que la habitual seguridad que mostraba ante todo lo que le salía al paso?

No les llevó trabajo encontrar el foco de aquella música, pues más personas fueron sumándose a su búsqueda y para cuando llegaron ya había un numeroso corro formado. Tuvieron que esperar, y cuando parecía que ya nadie más iba a caber en la calle, un hombre de voz potente comenzó a hablar, atrayendo todas las miradas y atenciones. Mientras escuchaba, en la mente de Yuki comenzó a aflorar un viejo recuerdo sobre otra actuación callejera que había presenciado varios años atrás, en su tiempo de estudiante de la Academia. Sin embargo, antes de poder adentrarse más en ellos, antes de que éstos lo amargaran, escuchó una voz distinta a la del presentador que le susurraba: "Shhh. No pienses en eso ahora. Yuki-kun debería disfrutar de la actuación con nosotros".

Nosotros. No pudo evitar sonreír un poco, encontrando algo cómica la situación. En qué grupo más inusual se habían convertido los dos shinigamis y los espíritus de sus zanpakutoh. Natsuki, él, Hitomihyaku y Satsujinki; era una compañía de lo más atípica y aun así entre ellos se sentía... reconfortado.

El humo le hizo parpadear, tratando de distinguir qué ocultaba. No tardó en surgir una joven, que con sus acrobacias y llamativo aspecto, parecía salida de una historia fantástica. Más sorprendente fue lo que ocurrió a continuación, pues a sus ojos, como había anunciado la presentación, parecía estar viendo auténtica magia hecha realidad. El resto del público debía estar experimentando la misma sorpresa, pues escuchó los jadeos y exclamaciones a media voz, y de un vistazo pudo ver la misma luz de las esferas que la joven hacía danzar reflejada en los ojos de la gente.

"¿Cuál será el truco?" se preguntó, y al momento se sintió algo decepcionado por querer buscarle la lógica a todo, por no ser capaz de disfrutar ingenuamente de algo así, por haber crecido. "Cuando era niño me encantaban estas cosas. Yo también soñaba con ser un mago".

Se dejó transportar por la música, los colores, la danza. Durante unos momentos el tiempo pareció cobrar otro ritmo, dilatarse. Contempló el vuelo de las mariposas, y cómo estas acudían a la joven, antes de desaparecer. Habían brillado como pequeños luceros y, al apagarse, la chica también se había desvanecido.
Al unísono, los asistentes liberaron el aliento que habían contenido y rompieron a aplaudir.

Yuki hurgó en el bolsillo de su keikogi y soltó unas monedas cuando el hombre pasó a recaudar los beneficios del espectáculo. Sus ojos, en cambio, barrían las calles y buscaban entre la gente que comenzaba a dispersarse.

— ¿Dónde ha ido?— preguntó finalmente a Natsuki, haciéndose a un lado para permitir que un grupo pasara—. ¿No te ha dejado una sensación extraña? Parecía... bastante real.

-Obaasan, aún no me has dicho a dónde vamos- Apuntó Silas al tiempo que se subía a uno de los niños al caballito. Había vuelto a casa después de los años que había durado la instrucción como shinigami y ahora la casa de la abuela estaba llena de niños que, como él, no tenían a donde ir en el Rukongai.

-Ay ay, Silas, los años no te han arreglado esa impaciencia tuya- Dijo la abuela mientras reía. -He atesorado cada momento de aquellos años durante mucho tiempo, y como puedes ver la familia ha crecido... -Suspiró con una sonrisa y aceleró la marcha, increíblemente para su estatura caminaba a una velocidad endiablada, Silas apretó la marcha y los niños que los acompañaban también.

-Silas-Kun, ¿Tu también vivías con Obaasan?- Preguntó el pequeñajo que llevaba a la espalda.
-Si, aunque yo antes vivía con mi hermano, tuvo que irse y entonces viví con Obaasan y con más niños, me alegra ver que ahora toda la familia sigue unida y creciendo.- Le estaba entrando la vena nostálgica, recordando esos momentos con Riku, la abuela y el resto de niños, hasta que tomó la decisión de ser un shinigami su única preocupación era estar con todos ellos.

-Es aquí.- Cortó la abuela. Se habían parado en una calle donde se había justado bastante gente, Silas temió por los más pequeños que no podrían ver el espectáculo, cogió a dos de ellos y los levantó apoyando a cada uno en un brazo para que así pudiesen ver bien. La abuela y el resto se habían colocado en una esquina donde se podía ver un poco mejor el lugar, en el que hacía un rato se había empezado a escuchar una hermosa melodía.

El espectáculo empezó al poco tiempo, la gente lo recibió entre aplausos, Silas no podía aplaudir sin mover a los pequeñajos de los brazos así que simplemente se dedicó a observar, y se quedó impresionado. El espectáculo era realmente digno de ver, la joven que bailaba dejaba una estela de si misma al tiempo que movía esas esferas, acompasado con la música, era algo realmente digno de elogio.


Perdió la noción del tiempo a la vez que admiraba el espectáculo, nunca en su vida había visto algo semejante, y podría pasarse horas y horas viéndolo, entonces la chica se desvaneció dejando volar un centenar de mariposas. Todo el mundo aplaudió y sonrió, mientras Silas volvía con los pequeños hacia donde estaba el resto.

-Obaasan, eso ha sido increíble, ¿Desde cuándo existe este espectáculo?- Preguntó Silas emocionado.
-Nadie lo sabe, simplemente se empezó a correr la voz hace un tiempo, es curioso... pero nadie sabe dónde empezó y ahora simplemente ocurre en esta calle.
Silas, la abuela y los niños se alejaron caminando del tumulto que empezaba a moverse para seguir con lo que fuera que hacían, ellos se dirigieron hacia casa a cenar. Silas tomó aire lentamete y sonrió para si, hacía tiempo que no sentía esa sensación de tranquilidad absoluta.