Bienvenida [Libre]

Regis estaba sentado en una cómoda silla de piel negra en la habitación privada que había hecho habilitar para el, el miembro de más alto rango dentro de su escuadrón, puesto que carecía de teniente y de capitán, cosa que no dejaba de ser cuanto menos triste. Además no podía estar en el despacho del capitán, amplio y luminoso, puesto que estaba cerrado hasta que alguno llegara a ese "honor".

La habitación del oficial era pequeña, tan pequeña que uno casi tenía la sensación de claustrofobia, y apenas cabía el escritorio de madera que se situaba delante de Regis. El techo no estaba muy alto, y la luz solo entraba tenuamente por una pequeña ventana situada en la pared derecha de aquella habitación de forma cuadrada. Aquel día todavía que hacía suficiente sol, pero los días nublados, aquello parecía una caverna. En la pared del fondo se situaba un amplio mapa del seiretei, acompañado por un armario lleno de libros hundido en un rincón. Delante de Regis y por tanto del escritorio se situaba una pequeña silla de madera, incomoda como ella sola, justo como quería el oficial.

En aquellos momentos Regis se encontraba leyendo diversos documentos que tenía hábilmente ordenados por encima de la mesa. Delante suyo estaba precisamente el de nuevos reclutas... eran pocos, pero esperaba que no fueran unos incompetentes, una plaga que últimamente estaba muy extendida por esos lares. Al menos esperaba que tuvieran la decencia de pasarse por allí al llegar.

Alzó la vista y suspiró miro por la ventana, no sabia como los altos cargos pensaban que se defendería el Seiretei, si el escuadrón de defensa tenía tan pocos efectivos y su cadena de mando se acababa en el tercer oficial... quizás por aquello estaba el allí, el lo lograría. Siempre lograba todos sus propósitos, no importaba el precio...

No pasaba demasiado allá fuera, tan solo uno de aquellos interminables días soleados que Regis odiaba. Los verdaderos buenos días eran aquellos grises, donde ni el frio ni el calor acechaban. Donde ni la luz ni la oscuridad reinaban, tal como sucedía en la vida misma... Al final todo se reducía a los grises y a sus matices En cierta forma sentía lastima por aquellos que iban de justicieros, o por aquellos seres llenos de oscuridad y odio. Al fin y al cabo aquello los hacía inferiores, no saber ver el gris.

Se fijó en un chico que estaba estirado en la hierba, ganduleando seguramente, aunque al advertir su presencia se sentara para intentar disimular un poco. Regis no pensaba dejar que nadie estuviera sin hacer nada, y si querían librarse de sus quehaceres amenos que disimularan. Así pues miró con mala cara al recluta que estaba allí abajo y le hizo un movimiento con la mano indicándole que debía subir a donde se encontraba el.

Mientras esperaba que llegara revisó sus archivos, aquel recluta le sonaba de haberlo visto entre los nuevos. Empezó a pasar paginas hasta encontrar al recluta en cuestión. Asahina Saeki, proveniente de la 2n división. Nch, nada bueno auguraba aquello, pues nada que ver tenían una división con la otra... Pero bien, Regis iba a hacer que eso cambiara, solo necesitaba competentes no más necios holgazanes dentro de su división... Pero al parecer los de arriba estaban muy seguros en sus dulces sillas de que nadie realizaría un ataque directo contra el Seiretei... Imbéciles... casi deseaba que lo atacaran y se dieran cuenta de la importancia de su trabajo...

Así pues Regis se preparó para la llegada de Saeki. Las presentaciones nunca habían sido lo suyo, pero necesitaba conocer con quien podía contar y con quien no, aunque aquel shinigami ya empezaba con mal pie, así que cualquier dificultoso intento por parecer amable por parte de Regis se había esfumado antes de empezar. En el solo encontraría la gran barrera de hielo que interponía siempre entre el y los demás.