Guardias nocturnas [Libre]

La noche anterior había estado jugando al Go con otros compañeros del escuadrón Makoto y bebiendo sake frío. No había ganado ninguna partida, pero la bebida le había salido gratis, así que no se pudo quejar y se fue con una sonrisa etílica al futón.

Por la mañana abrió los ojos más bien tarde, se enderezó y comenzó a rascarse la permanente barba de tres días, con los cabellos totalmente revueltos. Se desperezó bostezando sonoramente y miró a su alrededor, tratando de localizar su preciado tesoro. Lo localizó al otro extremo de la habitación, puso mala cara y chascó la lengua, asqueado. No tenía ninguna gana de ponerse en pie para luego tener que agacharse, así que volvió a tumbarse y rodó por el suelo del cuarto para acercarse a un pellejo que descansaba apoyado en la pared. Daigo acarició el odre con mimo y sonrió, retiró el tapón y dejó que el sabor del alcohol inundara su garganta y despejase su mente. Tras aquel ritual mañanero por fin fue capaz de levantarse, asearse y vestirse.

-¡Eh Daigo!- una voz lo llamó cuando salió de su dormitorio y se giró a ver quién lo llamaba y qué es lo que querría. -¿Sí?- respondió, moviendo el senbon con sus labios mientras hablaba. -Necesito un favor. Tengo guardia esta noche y necesito que me cubras- le respondió un shinigami del tercero de estatura media. -Juumm. Tenía pensamiento de hacer otras cosas esta noche Wuju-san- comentó el pelirrojo, cruzándose de brazos. -Por favor, había quedado con una chica del escuadrón Jin...además, si me sustituyes te compraré el alcohol de esta semana- solicitó el otro, juntando las manos y agachando la cabeza con tono de suplica. Kimura abrió los ojos sorprendido, el que saliera con una chica le tocaba la patata y le reblandecía, pero hablar de alcohol gratis...aquello ya eran cosas mayores. -¡Por supuesto que te ayudaré, faltaría más!- sentenció el ex-oficial pasándole el brazo por encima de los hombros del otro y forzándolo a acompañarle a la tienda más cercana del Rukongai con una sonrisa cruzándole de oreja a oreja.

Llegó la noche y el shinigami se preparó para su turno de guardia. De nuevo en el Rukongai, y encima de noche. Tal vez podría escaquearse y hacerle una visita a las chicas de la casa Fu, expertas en el baile y los masajes más relajantes de toda la sociedad de almas y ahora que tenía alcohol gratis podía invertir aquel dinero y pasar un par de horas muy divertidas. Total, en el Rukongai no solían pasar muchas cosas. En el punto de reunión se encontró con otro hombre, uno que no recordaba, así que se fijó bien en él. Se quedó un poco blanco cuando se fijó en el brazo del tipo, era un oficial. Aquello hizo que escondiera el odre que llevaba en la mano detrás de su espalda y que se esforzara en pensar. ¿Conocía a aquél oficial? ¿Estaba con él en las reuniones de antes de la guerra? O ,tal vez, fuese uno de aquellos nuevos oficiales que había sido ascendidos recientemente....menos mal que no había bebido nada desde la hora de la comida -Saludos, Oficial. Se presenta Kimura Daigo del tercer escuadrón para realizar la guardia nocturna- no se cuadró por que nunca había ido con su estilo, pero si que realizó la reverencia con el angulo adecuado para el rango de su superior.

Liang llegó al punto de encuentro. En su cabeza revoloteaban las directrices de la guardia, cuales polillas incansables alrededor de una fuente de luz, y no le gustaba un pelo. Se pasó una mano por el pelo, revolviéndolo con una mueca disgustada.

-Malditas ganas de guardia... ¿Dónde está ventaja de ser oficial? ¿Dónde? -masculló con un resoplido resignado-. En fin...

El inexperto oficial del séptimo se irguió al ver a un shinigami acercarse al punto de reunión. No le sonaba lo más mínimo.

-Quiang Liang, oficial del Séptimo Escuadrón -se presentó sin revenrencia alguna, con un sencillo gesto de mano-. Tenemos que patrullar por los distritos septentrionales del Rukongai. No se espera que hayan demasiados problemas, pero por los informes que han llegado a Estrategia, llevan un par de semanas sin hacer patrullas intensivas por la zona. Como digo... -resopla frotánose la nuca-. Según las estadísticas no se preveen problemas grandes, aunque yo que tú, iría con los ojos de la nuca bien abiertos... Por si acaso.

La mano de Liang termina de rascar la nuca en un perezoso intento por eliminar la desidia que le producía tener que hacer una guardia en plena noche. Con un leve gruñido, comienza a caminar en dirección a los distritos relaciones en el informe. Pese a las grandes zancadas, el oficial caminaba con desdén; arrastrando levemente el talón a cada paso.

Aún intentaba recordar quién era aquél hombre, pero ningún recuerdo parecía querer aflorar y Kuma permanecía en silencio, así que se encogió de hombros y dejó de preocuparse, si hubiese sido de otra manera el espíritu de su zampakutou le habría dicho algo.

Al ver el comportamiento y la forma de hablar del superior se relajó y se permitió dibujar una media sonrisa en el rostro mientras asentía a modo de respuesta ante su recomendación, al perecer no le había tocado alguien muy estricto ni serio...más bien parecía hastiado por la forma en la que movía los pies. Desgraciadamente por el distrito que iban a patrullar no había ninguna casa de citas lo suficientemente remarcable o memorable como para poder dejar la ronda y dedicarse al placer.

El oficial caminaba con buen ritmo y pasos largos, pero aquello no era problema para el pelirrojo, que le sacaba bastantes centímetros de altura y en pocos pasos se puso a su nivel y adecuó su zancada a la del otro para ir a la par. Al principio hubo un silencio tenso, cada uno concentrado en sus propias cavilaciones, pero aquello ponía nervioso a Kimura, así que carraspeo un par de veces intentando llamar la atención del otro. Sacó el odre que había escondido en la espalda y se lo lanzó -Tal vez esto le ayude con esa cara de mustio que lleva, oficial-dono. Si tenemos suerte no pasará nada y solo será un paseo nocturno por el rukongai. Si no...- se encogió de hombros sonriente -...bueno, siempre podemos zurrarle a los que se pongan tontos con el estómago caliente- le guiño un ojo, a la par que apoyaba la diestra en la empuñadura de su katana de forma distraída y comenzaba a canturrear un soneto bastante obsceno, pero atento a los reiatsus circundantes.

El oficial mira un instante el odre. Durante un segundo se replantea el negarse a darle un trago, haciendo acopio de su firme y determinada voluntad como oficial del Séptimo y seguir fielmente en su deber. Hubiera sido un golpe tremendo que su capitán lo viese bebiendo estando de servicio, un mazazo a su reputación de shinigami entregado, disciplinado e intachable. Y durante ese interminable instante, realmente pensó en negarse y cortarle las alas a aquel raso, pero no lo hizo. Cogió el odre con una mano y se lo llevó a la boca hasta darle un generoso trago.

Bendito alcohol mata penas.

-Liang, llámame Liang. No me gustan los formalismos, menos ahora -masculla tragando en un esfuerzo por borrar su semblante hosco-.

En su fuero interno, Yushuna-kipa gruñe. No dice nada, pero el gruñido, gutural y hostil hace ver a Liang que su zampakutou no está conforme. Devuelve el odre a Daigo para pasarse el dorso de la mano por la boca, quitándose la humedad del licor.

-No quiero decir que tengamos la suerte de una noche tranquila, ya que hago guardia a estas horas mientras todos duermen en sus futones, calientes con un techo sobre la cabeza, tras haber cenado y algunos con la suerte de tener compañía... Espero que esta guardia termine con un largo informe de cuantas caras hemos hostiado -comentó mantiendo el buen paso-. Qué menos... No quiero que me estafen la gracia de una guardia nocturna... Por cierto, conozco a una shinigami de tu escuadrón... Kawasumi, se llama.

Pese a que el oficial comenzaba a amoldarse a la incomodidad de la guardia, y se mostraba más distendido, su atención estaba puesta en todos los sonidos circundantes. No era el mejor percibiendo reiatsu, pero tenía un oído particularmente bueno, como un sentido innato que le decía por donde vendrían los problemas. Quizás un vago recuerdo de como fue su vida.

-Tengo entendido además, que hay... Buenas mujeres en tu escuadrón... Y en el sexto -añade recordando cierta cara de alabastro-.

Sonrió con mayor intensidad al ver como el oficial bebía, al parecer no le había calado mal. - Me parece bien, a mi tampoco me gusta andarme con formalismos, ni siquiera cuando era...- se calla, toma el odre y le da un trago largo, por poco le suelta que fue oficial del tercero y aunque se haga amigo de la gente con rapidez no todo el mundo reacciona de la misma manera ante aquella noticia, además quería empezar a olvidar el pasado, que ya iba siendo hora. -...bueno, intentaré memorizar tu nombre Liang.- terminó de contestarle, colgándose el odre al cinto. -cuando quieras más solo tienes que decirlo-

Escuchó atento las quejas del superior, al parecer no quería estar allí -Bueno, no tienes por que verlo de esa manera. Estas dando un buen paseo a la luz de los candiles, hace buen tiempo y tenemos alcohol. Si tienes hambre podemos parar un segundo en cualquier puestecillo de comida y la compañía también tiene solución, sobre todo si es femenina. Conozco unos cuantos sitios a los que podemos ir a divertirnos, ahora mismo o después de la guardia- comentó sondeándole, ojalá respondiese que ahora mismo, podría convertirse en un buen compañero de juergas.

-Ah sí, Hotaru. Buena persona, excelente compañera de juerga, pésima alumna...- soltó una carcajada -En el sexto no sé, pero desde luego hay buenas mujeres en mi escuadrón- comentó distraído, recordando el momento en el que se había reencontrado con Hotaru y con Kazuna y la imagen de la despistada ojiazul apoyada contra el cuerpo de la peliblanca. Dos jovencitas de tan buen ver y a las que no tenía acceso alguno, unas féminas bien formadas sin ningún defecto, con unos senos que serían el mejor recipiente para degustar el sake. Suspiró, con el rostro enrojecido y alguna que otra palpitación expectante en su zona inferior. Kuma abrió un ojo y susurró -Pervertido- Daigo enrojeció aún más y replicó -¡Déjame en paz! Lo único que puedo hacer es imaginármelas, así que deja que disfrute por lo menos de eso- el shinigami trago saliva y tanteó en el cinto para volver a beber -Como quieras- respondió el oso, volviendo a cerrar el ojo y seguir dormitando. El pelirrojo se llevó la mano a la parte superior del traje, abriéndolo un poco para disipar el calor que sentía en aquellos momentos. -Yyy...¿en tu escuadrón hay muchas chicas, Liang?- preguntó, para pensar en otra cosa.

La cara de Liang pasó del gesto meditativo, al de resignación.

-La verdad es que no hay demasiadas mujeres en el Séptimo... -resopló engandando los pulgares en el cinturón del uniforme-. Casi todas las chicas están en otros escuadrones... El Tercero, el Segundo... El Octavo, e incluso el Quinto... Y el Sexto... Ejem -carraspea un breve instante-. Igualmente, casi todas están cortadas por el mismo patrón, ¿sabes? Se te acercan, coquetean y luego se marchan sin decir ni media palabra... Atraigo a todas las busconas, me temo. Tendrán que verme cara de tener dinero, que cuando se dan cuenta de que no es así se piran a por otro desgraciado...

El expediente amoroso de Liang estaba plagado de rechazos, amistades indeseadas y sobretodo, de mucho palos. No se consideraba mal partido. Quizás no fuese el que mejor sueldo tuviera, pero al menos era íntegro y leal, entregado su manera... ¿Qué fallaba?

-Sin embargo, paso de chicas de alquiler... No estoy tan desesperado como para pagar porque me regalen los oídos -suspiró resignado, frunciendo el ceño-.

Llegaron a un pequeño cruce de caminos; a menos de media manzana dejarían la seguridad de los barrios buenos del Rukongai para meterse en la boca del lobo. Las casas circundantes eran más pequeñas, de madera y tejados de fibras de bambú y heno; había tenderos con tristes peces colgando bajo unas brasas, carros de ladranza y herramientas. Liang sabía que más adelante, tras pasar el barrio cercano a los cultivos, llegarían a una zona de pesca donde los tugurios y los problemas abundaban.

-Estate atento, nos acercamos al distrito del pescado -musitó alzando la vista, mirando en derredor-.

Era la segunda vez que aquél nuevo compañero nombraba el sexto escuadrón y en ambas ocasiones la reacción que había tenido al decirlo había sido prácticamente la misma. Cierto que había repetido otros escuadrones, pero no de la misma manera. Este shinigami ya era perro viejo y sabía lo que venían a significar ese tipo de reacciones, en el caso del oficial no podría ser menos, pero no podía preguntarle directamente, así que decidió liarse un poco antes de preguntar.

Le dedicó una sonrisa picarona, que esperaba no fuese malinterpretada como un intento de filtreo -Seh, mujeres. Las hay de todos los gustos y los colores, de naturaleza variable como las lluvias en otoño. En tu caso...no es que atraigas busconas, es que no sabes interpretarlas. La próxima vez que alguna se marche sin decir ni pio espera un poco y ve tras ella, síguela, retenla con tus brazos y plántale un beso en los morros. Al principio se hará la dura e intentará resistirse, pero no cejes y verás como termina correspondiendo.- lo miró de reojo para ver como reaccionaba -Es una perla de sabiduría que te regala este viejales. Además, lo peor que puede pasarte es que te arree un bofetón, y no me parece un mal intercambio- soltó una carcajada desenfadada.

El entrecejo del muchacho parecía una oda a la desesperación, le había dado fuerte -Las chicas de alquiler, como tu las llamas, no siempre cobran. Ni siquiera se va a esos lugares solo por el fornicio, no hay mayor placer que beber en compañía femenina....otra perla que te dejo- continuaron andando, Daigo debatía internamente si hacerle aquella pregunta o no. El chico parecía estar en problemas y tal vez podría ayudarle, sobre todo en esa clase de temas.

Abandonaron la zona segura y se introdujeron en un barrio conflictivo, aprovechó el aviso de Liang para preguntar, ya no podía contenerse por más tiempo. -Y hablando de pescados...¿Hay alguna fémina del sexto que te haga tilín?- soltó por fin, mirando a ningún punto fijo sobre el cielo y mesándose la perilla al principio, para seguidamente rematar la pregunta mirándolo con cara interrogativa y levantando ambas cejas a la par.

Un brote de tos dobló por la mitad al inexperto oficial del escuadrón, obligándolo a detenerse y luchar por contener el aire. Plantó los pies firmemente sobre el suelo, dejando que la tos ocultase el sonrojo que le subía por el cuello. Al cabo de unos instantes, carraspeó discretamente golpeándose un par de veces el pecho para aclararse la voz.

-En fin... Creo que va a ser la guardia nocturna más larga de mi existencia... -musitó, enderezándose-.

Acomodó el keikogi sobre los hombros y clavando la vista en el frente, trató de mantener su dignidad a salvo y lejos de aquel resabido shinigami. Comenzó a andar con su habitual paso firme y rápido. Lo cierto era, que la pregunta lo había pillado desprevenido del todo. Chicas había muchas, sobretodo en el mencionado escuadrón pero no llevaba a tener claro porqué siempre musitaba el mismo. Sólo había hablado con ella una vez, y no fue precisamente demasiado educada... O al menos, no la clase de educación que hubiera podido esperar de alguien que ostenta un rango tan elevado.

Chasqueó la lengua, frunciendo exageradamente el ceño.

-Maldita sea... -masculló. No sabía el porqué, sólo que ahí estaba-. Hay alguien, para que negarlo. Pero no sé si me gusta o no, apenas la conozco. Lo que sé de ella tiraría a cualquiera con dos dedos de frente. No es de trato fácil... ni demasiado amable... ni agradable... Pero es preciosa.

Liang apuró el paso. No le gustaba demasiado hablar de sí mismo. Para él era mucho más sencillo centrarse en otras personas que ahondar en lo que discurría en su cabeza. No podía evitar ponerse a la defensiva en cuanto sentía que se exponía demasiado.

- ¡¿Quién anda ahí?! ¡Aquí vivo yo aún, sigue siendo mi casa, no me la robaréis! Tanto tiempo trabajando para la Organización y ahora que me han echado me perdéis el respeto...¡Os mataré si entráis, es más... -cayó al suelo y la botella rodó medio metro, chocando con la pared. Estiró el brazo y siguió hablando entre balbuceos como si no se hubiese caído- ...Saldré a mataros! - tras un último trago de la bebida se desmayó cayendo en un profundo sueño.


- ¿Qué tengo que servir? -mientras escudriñaba con la mirada a la fémina, disimulaba repasando con un trapo sucio uno de los vasos.

- Lo que tenga más fuerte, doble. -se pasó la mano por el flequillo que cubría casi la mitad de su rostro y luego rebuscó en su bolsillo unas monedas que sabía que darían de sobra para pagar la mejor de las bazofias que tuviese aquel local.


- Sabía que mis ojos no me fallaban, Doku. -el muchacho que rondaba su edad se apoyó en la barra y bajó su voz hasta en un susurro, para que solo los tres pudiesen oirlo- Las reglas son las reglas y lo sabes. Deberías haberte quedado en el Seireitei -miró hacia el otro lado un instante, sabiendo que ambos habían llamado la atención al entrar así. Volvió a fijar la mirada en los ojos de Natsuki, que aún seguían bajos y como ausentes, hacía mucho que no la llamaban así.

- Márchate Shaito, esto no es asunto tuyo. -seguía sin levantar la mirada.

- Te mataré de todas formas, Doku. ¿No te da asco haberte convertido en eso después de todo lo que has visto que son? -sonrió cuando la mirada de la morena se alzó para clavársela en la de él.

El otro que aún no se había pronunciado, era un chico que aparentaba unos quince años de mirada viva y sonrisa maliciosa. Se acercó a la barra y dio un golpe.

- ¡No sabía que los de este distrito se habían convertido ya en esclavos de los shinigamis! ¡Hasta compartis vuestra bebida con ellos! - habló a gritos y terminó mirandola. Los ocho hombres que había en el local, el tabernero y los dos de su distrito la estaban mirando. Sabía que había encendido la mecha y ya no había vuelta atrás.



Shö -pronunció esto poniendo su mano derecha delante de Shaito, cuando un destello turquesa provocó una fuerza que hizo que saliese despedido varios metros hacia atrás, atravesando la ventana. Volvió a repetirlo cuando el otro joven se quiso cubrir y este atravesó la puerta estallándola en varios pedazos. Desenvainó la katana que llevaba a la espalda y se movió con rapidez para aprovechar el poder salir a un espacio abierto, siguió corriendo un poco más para salir de la callejuela cuando vio que ambos derribados se levantaban y aunque algunos hombres se olieron los problemas y corrieron hacia sus casas, tres aún mostraban su apoyo para hacer pagar a la shinigami por delitos que ella no había cometido.


Shaito no tardó en alcanzarla y logró hacerla caer abalanzándose sobre ella, sostuvo su katana con las dos manos parando el corte que iba directamente hacia su garganta hizo presión sobre el para sacárselo de encima, se incorporó rápidamente y se puso en guardia. Los demás también llegaron.
Los tres hombres tenían nada más que palos que habían encontrado, Shaito una kodachi y su compañero una tantô.

Hira, los dos. Los demás no os metáis. – Shaito se dirigió a su compañero y ambos asintieron a la vez, atacando uno por cada lado.

Las armas comenzaron a chocar con rapidez, parando golpes y propinandolos. Natsuki tenía la lucidez suficiente como para saber que hitomihyaku seguiría guardada, solo lucharía con la que había sacado.

Apuraba los golpes y hacía ver que les daba ventaja. Recordaba a Shaito de su niñez y siempre había sido habilidoso con la espada y quería saber si seguía siéndolo, se dejó hacer varios cortes superficiales, esbozó una sonrisa mientras se giraba hacia un lado o a otro. No los perdía de vista pero al mismo tiempo estaba disfrutando con todo aquello.

Los hombres gritaban y animaban a los contrincantes de Natsuki que luchaban fervientemente para herirla, para matarla. Con cada golpe más cercano y fuerte a puntos débiles, las voces se iban levantando hasta el punto de que se podía escuchar a varias calles de distancia.

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Perdón por el tochopoooost y espero que no os moleste que me una ^-^.

-¿Eh?- preguntó algo distraído. Le había parecido que el joven rompecorazones hablaba, pero si lo había hecho no fue capaz de escuchar nada...o bien podría ser efecto del viento frío que empezaba a levantarse y que emitía ligeros gemidos al pasar por las rendijas y crujidos cuando azotaba la vieja madera.

-¡Ajá!, ¡lo sabía!...si es que soy un lince, ¡un lince!...¡Ayyyy, picaruelo!- exclamó sonriente, descargando un codazo amistoso al costado descubierto del Oficial. Terminó de escuchar sus palabras con atención, asintiendo con la cabeza continuamente y mesándonse la desaliñada perilla, meditando su respuesta -Chico...- soltó por fin, apoyando la zurda en el hombro de su compañero, como aquel que va a dar una mala noticia e intenta infundir ánimos con el contacto físico. -...siento decirte, sin temor a equivocarme, que estas enamorado de esa muchacha. Nos atontamos en su presencia, decimos y hacemos cosas sin sentido, gilipolleces en su mayoría, pero si se ríe, si se siente bien contigo y busca tu compañía...¡jojojojo!...entonces amigo, es cuando empieza lo bueno- giró la cabeza a un lado y a otro con una sonrisa bobalicona y suspiró con los ojos cerrados -lo reaallmente apasionante-

Seguían caminando y conversando, la noche avanzaba tranquilamente. Tan apacible era que Daigo comenzaba a pensar que no ocurriría nada en especial, craso error, dado que el viento traicionero arrastró consigo el restallar del acero contra el acero. El shinigami puso una mueca desagradable y miró a su acompañante y tomó la iniciativa, acostumbrado como estaba a liderar grupos, seguidamente realizó un shumpo hacia el tejado más cercano. Un par de saltos más bastaron para colocarse en el tejado más próximo, desde donde se podía ver como dos hombres peleaban contra una mujer, todos ellos armados con algún arma afilada y otro grupo de hombre observaba la situación, animando a sus compañeros. *prepárate Kuma, vamos a tener jaleo. Cubre mi espalda* comunicó al senbon , que se movía arriba y abajo de manera impaciente en la boca de su dueño. En su interior el gran oso cavernario asintió y sin esperar orden alguna desenvainó la katana que llevaba al cinto (ya que prefería empezar sin utilizar su zampakuto) con la mano izquierda y con la derecha sostuvo la funda. Se lanzó al centro de la pelea aprovechando una pequeña pausa, con la katana apuntando a los hombres y la funda a la mujer, sin dar la espalda a ninguno y miró seriamente a los contendientes -¿Se puede saber qué está pasando aquí?-