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Movimiento nulo en la décima... [Conversacional libre]
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Movimiento nulo en la décima... [Conversacional libre]
* BIIIIIP *
Una sola cámara de seguridad en una esquina del cuarto, apuntaba ahora mismo a la puerta por la que se entraba. Era grande, de dos hojas, blanca impoluta, con tres visagras sosteniéndola a la pared, y con la parte superior semicircular. A la altura de los ojos, una rendija tapada con un tarugo de madera, igualmente blanco, hacía las veces de mirilla. Junto al portón, a ambos lados, dos mesillas elevadas una cuarta del suelo, con un par de cajones cada una, y una pequeña lamparita encendida perenne, daba un toque más cálido y personal a la estancia. Obviamente, ambas mesillas blancas. Desde aquí, sería imposible determinar el contenido de aquellos cuatro cajones de redondo tirador, lo que si se puede decir, es que uno de ellos, seguramente el más usado, solo tenía una varilla de hierro torcida.
Un poco más lejos, en una de las esquinas del cuarto, se erguía un perchero de aspecto clásico, como todo lo descrito hasta ahora, que sostenía silencioso un extenso harapo negro, en contraste con la blancura del mobiliario.
Desde un metro de la puerta, comenzaba una extensa aunque no ancha alfombra roja, que parecía no haber sido pisada jamás, con un encaje de escasa una pulgada a todo el alrededor.
* BIIIIIP *
Nuestro ojo comienza a girar, recorriendo la alfombra con su mirada superficial, sin interferir en ningún elemento del cuarto, solo contemplandolo. Entran ahora en el rango de visión un par de butacones, casi tronos, orientados ambos a una chimenea, grande y majestuosa, centro de atención del cuarto y lo iluminaba casi al completo, dejando solo desamparadas las esquinas. Justo enfrente, al otro lado de la alfombra y contra la pared, un diván en el que cabría una persona tumbada perfectamente, y le alcanzaría con suavidad, el calor de la hoguera, que le tomaba el relevo a las lamparitas en la labor de aclimatar el habitáculo.
Continuando con el movimiento lento y constante de la cámara de seguridad, seguimos recoriendo la alfombra hasta el final de la alfombra roja. Aquí hay un pequeño aseo sin paredes, y truncando el aparente orden del cuarto, saltaría a la vista una prenda, de forma desconocida dado que había sido lanzada al suelo con desgana, y color llamativamente oscuro, en contraste una vez más con el suelo de frío mármol blanco sobre el que yacía. Digamos que era negra, incluso se podría decir que de cuero. Quizá sería mucho aventurarse decir que podría ser un pantalón, así que eso lo dejaremos para más adelante.
Justo frente al final de la alfombra, una puerta, más pequeña que la entrada, pero igualmente blanca, daba a lo que seguramente fuese el famoso excusado. Excusado y apartado, según parece. Al lado de la puerta, un lavabo de cerámica, blanquísimo y brillante. Y en la misma esquina, una ducha. Los arrancar también podían ser gente limpia. Irónicamente, éste en concreto era más “limpio” que “gente”. De disponer de grabadora de sonidos, nuestra cámara se habría percatado antes del sonido que provocan las gotas de la ducha al golpear contra la mampara o el plato, pero, hemos tenido que esperar a que entrase en nuestro campo de visión para darnos cuenta. El cristal que lo recubre, sobre el que cuelga una toalla – blanca – está empañado por la parte de abajo y las gotas corren cristal abajo cada vez que se estrellan contra el mismo. Dentro está nuestro arrancar, propietario de la estancia, y casi de la sección a la que pertenece… Aunque eso es algo que no se puede saber desde aquí, así que haced como que no lo habéis oído.
Está de espaldas a la cámara, con las gotas recorriendo su espalda, como recorren la mampara, y saltando al vacío desde las puntas de su despuntado cabello negro intenso. El vaho sale casi opaco por encima, ya que no tiene techo y desaparece fundiéndose con el aire de la sala. Introduce los dedos en su pelo para lavarlo a fondo, y su gesto hace que se marquen sus bien formados homoplatos, y los músculos de sus brazos.
* BIIIIIP *
La cámara retoma su movimiento, volviendo a mirar hacia la puerta. Ni que decir tiene, que no podemos saber qué hay debajo de la misma, aunque, extraoficialmente, os digo que hay una a cada lado de la esquina, es decir, dos. También blancas.
La cámara hace su recorrido habitual, pasando por la chimenea hasta la puerta, deteniendose unos segundos, y - * BIIIIIP * - volviendo a la chimenea para volver a apuntar a la ducha.
El moreno está ahora vestido solo con una toalla – blanca – y sus abalorios típicos, como son sus pulseras, y sus rosarios pendientes del cuello. Vemos como toma una toalla y se seca con esmero el pelo frente a un espejo sobre el lavabo. Se detiene en un momento en brusco, y se gira a ambos lados como buscando algo. Detiene su mirada en su pantalón, se gira, da unos pasos, y se agacha a cogerlo sujetando su toalla.
* BIIIIIP *
La cámara retoma su movimiento, y Dimitri, que se llama el protagonista de la grabación se desenvuelve la toalla, de espaldas a la cámara en el segundo antes de salir de escena, haciendo hábilmente, quizá de casualidad, que no se le vea absolutamente nada, y solo se vea la toalla cayendo a su lado y se insinúe su desnudez. Ahora más de una ha de encontrarse impaciente por que la cámara vuelva a grabarle, sintiéndose angustiada mientras la cámara aleja su objetivo, odiando a la chimenea y los butacones, y más aún a la puerta. Sintiendo como esos pocos segundos que la cámara se detiene se hagan eternos, y deseando que corra mucho más mientras vuelve a recorrer la estancia usando la alfombra como rail.
Para cuando vuelve a aparecer en escena, ya viste sus pantalones, de cuero, aunque aún desabrochado. Ahora lleva otro de sus adornos, consistente en una simple venda negra en su brazo izquierdo. Su piel nívea, casi transparente, no es del todo de su agrado al parecer, y usa el negro para ocultar su blancura. Quizá algún día, todo el cuarto sea negro. Se puede ver su agujero que le denota como arrancar en el lugar que debería estar su ombligo, y rasca con pereza la zona de alrededor. Su gesto denota aburrimiento casi. Parece cansado.
* BIIIIIP *
Y una vez más, la cámara se pone en marcha, esta vez, él también, llegando en pocos pasos hasta el diván, y dejándose caer de tal forma y tan a peso, que hace que se desplacen al menos un par de centímetros hacia la puerta.
Ya nada se mueve. Y ahí se queda, tumbado, ignorando el movimiento de la cámara que va de un lado a otro grabando lo que parece una imagen estática, adormilado, y rezando porque algo ocurra entre esas cuatro blancas paredes.
[OFF: Me ha salio más largo de lo que esperaba, pero era por dar un poco a conocer lo que viene siendo "mi" cuarto. Puede entrar el que quiera en el tema, Dima estará en la misma postura durante horas... Quizá dormido, o quizá esperando a que alguien entre... Vamos, dormidísimo xD]
Una sola cámara de seguridad en una esquina del cuarto, apuntaba ahora mismo a la puerta por la que se entraba. Era grande, de dos hojas, blanca impoluta, con tres visagras sosteniéndola a la pared, y con la parte superior semicircular. A la altura de los ojos, una rendija tapada con un tarugo de madera, igualmente blanco, hacía las veces de mirilla. Junto al portón, a ambos lados, dos mesillas elevadas una cuarta del suelo, con un par de cajones cada una, y una pequeña lamparita encendida perenne, daba un toque más cálido y personal a la estancia. Obviamente, ambas mesillas blancas. Desde aquí, sería imposible determinar el contenido de aquellos cuatro cajones de redondo tirador, lo que si se puede decir, es que uno de ellos, seguramente el más usado, solo tenía una varilla de hierro torcida.
Un poco más lejos, en una de las esquinas del cuarto, se erguía un perchero de aspecto clásico, como todo lo descrito hasta ahora, que sostenía silencioso un extenso harapo negro, en contraste con la blancura del mobiliario.
Desde un metro de la puerta, comenzaba una extensa aunque no ancha alfombra roja, que parecía no haber sido pisada jamás, con un encaje de escasa una pulgada a todo el alrededor.
* BIIIIIP *
Nuestro ojo comienza a girar, recorriendo la alfombra con su mirada superficial, sin interferir en ningún elemento del cuarto, solo contemplandolo. Entran ahora en el rango de visión un par de butacones, casi tronos, orientados ambos a una chimenea, grande y majestuosa, centro de atención del cuarto y lo iluminaba casi al completo, dejando solo desamparadas las esquinas. Justo enfrente, al otro lado de la alfombra y contra la pared, un diván en el que cabría una persona tumbada perfectamente, y le alcanzaría con suavidad, el calor de la hoguera, que le tomaba el relevo a las lamparitas en la labor de aclimatar el habitáculo.
Continuando con el movimiento lento y constante de la cámara de seguridad, seguimos recoriendo la alfombra hasta el final de la alfombra roja. Aquí hay un pequeño aseo sin paredes, y truncando el aparente orden del cuarto, saltaría a la vista una prenda, de forma desconocida dado que había sido lanzada al suelo con desgana, y color llamativamente oscuro, en contraste una vez más con el suelo de frío mármol blanco sobre el que yacía. Digamos que era negra, incluso se podría decir que de cuero. Quizá sería mucho aventurarse decir que podría ser un pantalón, así que eso lo dejaremos para más adelante.
Justo frente al final de la alfombra, una puerta, más pequeña que la entrada, pero igualmente blanca, daba a lo que seguramente fuese el famoso excusado. Excusado y apartado, según parece. Al lado de la puerta, un lavabo de cerámica, blanquísimo y brillante. Y en la misma esquina, una ducha. Los arrancar también podían ser gente limpia. Irónicamente, éste en concreto era más “limpio” que “gente”. De disponer de grabadora de sonidos, nuestra cámara se habría percatado antes del sonido que provocan las gotas de la ducha al golpear contra la mampara o el plato, pero, hemos tenido que esperar a que entrase en nuestro campo de visión para darnos cuenta. El cristal que lo recubre, sobre el que cuelga una toalla – blanca – está empañado por la parte de abajo y las gotas corren cristal abajo cada vez que se estrellan contra el mismo. Dentro está nuestro arrancar, propietario de la estancia, y casi de la sección a la que pertenece… Aunque eso es algo que no se puede saber desde aquí, así que haced como que no lo habéis oído.
Está de espaldas a la cámara, con las gotas recorriendo su espalda, como recorren la mampara, y saltando al vacío desde las puntas de su despuntado cabello negro intenso. El vaho sale casi opaco por encima, ya que no tiene techo y desaparece fundiéndose con el aire de la sala. Introduce los dedos en su pelo para lavarlo a fondo, y su gesto hace que se marquen sus bien formados homoplatos, y los músculos de sus brazos.
* BIIIIIP *
La cámara retoma su movimiento, volviendo a mirar hacia la puerta. Ni que decir tiene, que no podemos saber qué hay debajo de la misma, aunque, extraoficialmente, os digo que hay una a cada lado de la esquina, es decir, dos. También blancas.
La cámara hace su recorrido habitual, pasando por la chimenea hasta la puerta, deteniendose unos segundos, y - * BIIIIIP * - volviendo a la chimenea para volver a apuntar a la ducha.
El moreno está ahora vestido solo con una toalla – blanca – y sus abalorios típicos, como son sus pulseras, y sus rosarios pendientes del cuello. Vemos como toma una toalla y se seca con esmero el pelo frente a un espejo sobre el lavabo. Se detiene en un momento en brusco, y se gira a ambos lados como buscando algo. Detiene su mirada en su pantalón, se gira, da unos pasos, y se agacha a cogerlo sujetando su toalla.
* BIIIIIP *
La cámara retoma su movimiento, y Dimitri, que se llama el protagonista de la grabación se desenvuelve la toalla, de espaldas a la cámara en el segundo antes de salir de escena, haciendo hábilmente, quizá de casualidad, que no se le vea absolutamente nada, y solo se vea la toalla cayendo a su lado y se insinúe su desnudez. Ahora más de una ha de encontrarse impaciente por que la cámara vuelva a grabarle, sintiéndose angustiada mientras la cámara aleja su objetivo, odiando a la chimenea y los butacones, y más aún a la puerta. Sintiendo como esos pocos segundos que la cámara se detiene se hagan eternos, y deseando que corra mucho más mientras vuelve a recorrer la estancia usando la alfombra como rail.
Para cuando vuelve a aparecer en escena, ya viste sus pantalones, de cuero, aunque aún desabrochado. Ahora lleva otro de sus adornos, consistente en una simple venda negra en su brazo izquierdo. Su piel nívea, casi transparente, no es del todo de su agrado al parecer, y usa el negro para ocultar su blancura. Quizá algún día, todo el cuarto sea negro. Se puede ver su agujero que le denota como arrancar en el lugar que debería estar su ombligo, y rasca con pereza la zona de alrededor. Su gesto denota aburrimiento casi. Parece cansado.
* BIIIIIP *
Y una vez más, la cámara se pone en marcha, esta vez, él también, llegando en pocos pasos hasta el diván, y dejándose caer de tal forma y tan a peso, que hace que se desplacen al menos un par de centímetros hacia la puerta.
Ya nada se mueve. Y ahí se queda, tumbado, ignorando el movimiento de la cámara que va de un lado a otro grabando lo que parece una imagen estática, adormilado, y rezando porque algo ocurra entre esas cuatro blancas paredes.
[OFF: Me ha salio más largo de lo que esperaba, pero era por dar un poco a conocer lo que viene siendo "mi" cuarto. Puede entrar el que quiera en el tema, Dima estará en la misma postura durante horas... Quizá dormido, o quizá esperando a que alguien entre... Vamos, dormidísimo xD]
Dimitri Volkova- Post : 46
Edad : 35
Re: Movimiento nulo en la décima... [Conversacional libre]
El peculiar ruido de los cascabeles se hacía más que notable en el vacío pasillo que llevaba a las habitaciones de los usuarios de la Décima sección, en medio del pasillo, un chico miraba a ambos lados las sosas puertas, continuando su griterío por el estrecho pasillo, por supuesto, con ademán irritado.
"¿¡Pero donde diablos está la novena sección!? Claaaaaaaaaro, piensan que podrán cambiarla de sitio, pero no podrán... Los muros son pesados, y las esquinas siempre giran hacia el mismo lado... Nonono, la novena sección está cerca... ¿Hui? ¿Un gato?... Oh no... Es la misma pared que había ahí la última vez que miré."
La irritante vocecilla se acercaba por el pasillo, dirección a la habitación de Dimitri.
Aquel lugar, era, cuanto menos, simétrico, haciendo confuso cada giro, cada avance, era como un pequeño espacio que, al cruzarlo, se repetía una y otra vez, no dando margen de distancia hacia delante u atrás, y, dando una sensación de agobio tan solo relajada por el hecho de que los números sobre las puertas iban cambiando.
Por fin, un cambio a la vista, una enorme puerta blanca de doble hoja, tras de ella, podía escuchar un leve zumbido, algún tipo de resorte mecánico que, quizás, llevaba a algún tipo de sala de investigación, alguien debía estar al cargo... Sí, siempre había alguien al cargo.
Se acercó con velocidad hasta allí, y, con sus dos fuertes puñitos cerrados, aporreó aquella puerta blanca impoluta.
"¡¡FUEGO, FUEGO!! ¿HAY ALGUIEN? ¡¡AYUDA!!" Gritó con desesperación en Arlequín.
Estaba científicamente demostrado que la gente acudía antes a las urgencias, mucho más aún cuando se trataba de algo como el fuego... Era algo que había aprendido en cualquier parte.
Sí había alguien dentro...Saldría, vaya si saldría...
¡¡Y podría indicarle donde estaba la novena sección!!
Genio... Era un genio.
"¿¡Pero donde diablos está la novena sección!? Claaaaaaaaaro, piensan que podrán cambiarla de sitio, pero no podrán... Los muros son pesados, y las esquinas siempre giran hacia el mismo lado... Nonono, la novena sección está cerca... ¿Hui? ¿Un gato?... Oh no... Es la misma pared que había ahí la última vez que miré."
La irritante vocecilla se acercaba por el pasillo, dirección a la habitación de Dimitri.
Aquel lugar, era, cuanto menos, simétrico, haciendo confuso cada giro, cada avance, era como un pequeño espacio que, al cruzarlo, se repetía una y otra vez, no dando margen de distancia hacia delante u atrás, y, dando una sensación de agobio tan solo relajada por el hecho de que los números sobre las puertas iban cambiando.
Por fin, un cambio a la vista, una enorme puerta blanca de doble hoja, tras de ella, podía escuchar un leve zumbido, algún tipo de resorte mecánico que, quizás, llevaba a algún tipo de sala de investigación, alguien debía estar al cargo... Sí, siempre había alguien al cargo.
Se acercó con velocidad hasta allí, y, con sus dos fuertes puñitos cerrados, aporreó aquella puerta blanca impoluta.
"¡¡FUEGO, FUEGO!! ¿HAY ALGUIEN? ¡¡AYUDA!!" Gritó con desesperación en Arlequín.
Estaba científicamente demostrado que la gente acudía antes a las urgencias, mucho más aún cuando se trataba de algo como el fuego... Era algo que había aprendido en cualquier parte.
Sí había alguien dentro...Saldría, vaya si saldría...
¡¡Y podría indicarle donde estaba la novena sección!!
Genio... Era un genio.
Alídaír Tú- Post : 3
Edad : 35
Re: Movimiento nulo en la décima... [Conversacional libre]
Arreglada a toda prisa, mal peinados los cabellos, tenía un aspecto de entrañable desorden, y atado a una cinta de seda blanca, llevaba en brazos un hermoso ramo de lirios rosas y gladiolos púrpuras. El rumor de sus pasos señalaba que solamente calzaba una de sus botas.
-Ay, ay- se quejaba, manteniendo como podía la marcha- ese bruto de Brosvik...
No pudiendo ser de otra manera, uno de sus compañeros ya había estado metiéndose con ella. Normalmente no sería algo de lo que lamentarse, incluso le parecería divertido, pero se había puesto en peligro la integridad de las flores que tanto le había costado de conseguir. Y realmente era de extrañar que alguien de Hueco Mundo tuviera en su poder algo así, pero Elayne guardaba una buena razón para ello: eran un obsequio.
Días atrás, fruto de los fallidos intentos por mejorar sus artilugios, decidió ir a visitar la Doceava Sección con la ingenua pretensión de poder curiosear un poco y, quizá, revolotear por los laboratorios y llevarse alguna maquinita de recuerdo. Allí se había encontrado con Aaron, que era el Arrancar al mando de la división de Investigación, y amigo suyo... o algo parecido. Lo cierto es que aquel encuentro aparecía un tanto borroso en su mente. Tampoco podía localizar en su memoria cuándo fue exactamente que se conocieron.
-El caso es...- distraída, trataba de recordar cuál era el caso-. Ah, sí. El caso es que al final parecía enfadado.
Pero no sabía de qué modo había causado su enojo. A Lain le caía bien ese hombre, la había tratado con amabilidad; por eso mismo, quería pedirle disculpas y recompensarle, aunque no tuviera idea de qué se excusaría. De ahí que le llevara flores.
Alguien le dijo una vez -¿quién fue?- que las flores servían para expresar los sentimientos de los cuáles no se podía hablar. Qué sentimientos eran esos, ella tampoco lo sabía, pero ya le daría el ramo a Aaron y él sabría qué interpretar. Sí, eso.
Contenta, pues, caminaba por los pasillos de El Amanecer para llevar a cabo su visita. Su andar era extraño, quizá algo cómico, ya que uno de sus pies pisaba sobre una suela de tacón alto y el otro no. Parecía que le hubiesen cortado un poco de la pierna izquierda por la diferencia de altura. De improviso, unos gritos resonaron a lo lejos. Extrañada, miró hacia ambos lados tratando de localizar su procedencia. ¿Qué decían?
-¡Fuego!- exclamó al descifrarlo. En su afán por serle útil a ese ser que con tanta urgencia pedía ayuda, se abrazó al arreglo floral y, una vez adivinado el camino que debía seguir, inició una apresurada carrera a la pata coja. No, en ningun momento se le pasó por la cabeza quitarse la bota restante y correr del modo tradicional.
Moverse de aquel modo no era sencillo, y tenía grandes posibilidades de resultar en un accidente, como, al cruzar una esquina y ver el acceso a la Décima Sección, pudo comprobar. Lo que vio, que fue al arlequín, la dejó tan asombrada que se lo quedó mirando fijamente, preguntándose, justo en el momento antes de tropezar, porqué nadie le había hablado de que allí había un circo. El suelo se acercaba a su cara, o era que ella caía, pero se dio cuenta de que se espachurraría su regalo.
-¡Noooo, las flores para el Señor Smith!- y seguidamente se escuchó un "¡PLOF!", resultado del golpe que se dio en la cabeza contra la puerta. Milagrosamente, había atinado a levantar los brazos y salvar el ramo, que permanecía intacto. Con la cabeza dándole vueltas vertiginosamente e intentando no olvidar cómo uno lograba ponerse en pie, atinó a preguntar-: ¿Dónde... está el incendio?
-Ay, ay- se quejaba, manteniendo como podía la marcha- ese bruto de Brosvik...
No pudiendo ser de otra manera, uno de sus compañeros ya había estado metiéndose con ella. Normalmente no sería algo de lo que lamentarse, incluso le parecería divertido, pero se había puesto en peligro la integridad de las flores que tanto le había costado de conseguir. Y realmente era de extrañar que alguien de Hueco Mundo tuviera en su poder algo así, pero Elayne guardaba una buena razón para ello: eran un obsequio.
Días atrás, fruto de los fallidos intentos por mejorar sus artilugios, decidió ir a visitar la Doceava Sección con la ingenua pretensión de poder curiosear un poco y, quizá, revolotear por los laboratorios y llevarse alguna maquinita de recuerdo. Allí se había encontrado con Aaron, que era el Arrancar al mando de la división de Investigación, y amigo suyo... o algo parecido. Lo cierto es que aquel encuentro aparecía un tanto borroso en su mente. Tampoco podía localizar en su memoria cuándo fue exactamente que se conocieron.
-El caso es...- distraída, trataba de recordar cuál era el caso-. Ah, sí. El caso es que al final parecía enfadado.
Pero no sabía de qué modo había causado su enojo. A Lain le caía bien ese hombre, la había tratado con amabilidad; por eso mismo, quería pedirle disculpas y recompensarle, aunque no tuviera idea de qué se excusaría. De ahí que le llevara flores.
Alguien le dijo una vez -¿quién fue?- que las flores servían para expresar los sentimientos de los cuáles no se podía hablar. Qué sentimientos eran esos, ella tampoco lo sabía, pero ya le daría el ramo a Aaron y él sabría qué interpretar. Sí, eso.
Contenta, pues, caminaba por los pasillos de El Amanecer para llevar a cabo su visita. Su andar era extraño, quizá algo cómico, ya que uno de sus pies pisaba sobre una suela de tacón alto y el otro no. Parecía que le hubiesen cortado un poco de la pierna izquierda por la diferencia de altura. De improviso, unos gritos resonaron a lo lejos. Extrañada, miró hacia ambos lados tratando de localizar su procedencia. ¿Qué decían?
-¡Fuego!- exclamó al descifrarlo. En su afán por serle útil a ese ser que con tanta urgencia pedía ayuda, se abrazó al arreglo floral y, una vez adivinado el camino que debía seguir, inició una apresurada carrera a la pata coja. No, en ningun momento se le pasó por la cabeza quitarse la bota restante y correr del modo tradicional.
Moverse de aquel modo no era sencillo, y tenía grandes posibilidades de resultar en un accidente, como, al cruzar una esquina y ver el acceso a la Décima Sección, pudo comprobar. Lo que vio, que fue al arlequín, la dejó tan asombrada que se lo quedó mirando fijamente, preguntándose, justo en el momento antes de tropezar, porqué nadie le había hablado de que allí había un circo. El suelo se acercaba a su cara, o era que ella caía, pero se dio cuenta de que se espachurraría su regalo.
-¡Noooo, las flores para el Señor Smith!- y seguidamente se escuchó un "¡PLOF!", resultado del golpe que se dio en la cabeza contra la puerta. Milagrosamente, había atinado a levantar los brazos y salvar el ramo, que permanecía intacto. Con la cabeza dándole vueltas vertiginosamente e intentando no olvidar cómo uno lograba ponerse en pie, atinó a preguntar-: ¿Dónde... está el incendio?
Lain- Arrancar Sinister
- Post : 143
Edad : 34
Re: Movimiento nulo en la décima... [Conversacional libre]
Koschéi… Dícese del guerrero inmortal…
Y Dimitri despertó, rodeado de una ciudad fantástica, con casas de fachadas doradas, adoquines metálicos brillantes y al fondo de la calle en la que yace, un árbol, enorme, con la copa frondosa y de un tono verde precioso, digno de dibujar en lienzo.
- Ven a por mí… -
Y Dimitri se vio a sí mismo rasgando con sus propias uñas la base de semejante ser vivo. La tierra era suelta, casi arena, y se podía apartar con facilidad. Cuentas las leyendas rusas, que existe una misteriosa isla en medio del océano, Buyan, que aparece y desaparece a voluntad. En su interior en algún lugar hay un árbol, bajo las raíces del cual se encuentra un arcón de oro. Dentro del mismo, una liebre encierra a un pato, y cuando el ave muera, en su interior se encontrará un huevo que contiene una aguja, en la que está encerrada el alma del guerrero Koschéi el inmortal. Y hasta que la aguja no sea rota, Koschéi seguirá siendo inmune a heridas…
- Sácame de aquí… -
Y Dimitri araño con sus uñas la esquina del arcón. Lo extrajo y lo sacudió, para asombrarse solo por un momento de la hermosura del mismo. Los rallos del sol se reflejaban dándole un color vivo e intenso. Lo abrió con maña y facilidad, más de la que se supone, como si no fuese la primera vez. Al destaparlo, la liebre saltó del cofre y se plantó en uno de los tejados. Dimitri corrió tras ella y cuando consiguió darle alcance y muerte, de su espalda brotaron alas, y un ánsar arrancó a volar. Al tercer aletazo, Dimitri se lanzó a por él. Sujetándolo con sus brazos, y a punto de darle muerte, el pato prendió fuego, se giró y comenzó a hablarle con voz tímida… - Amo… Dicen que hay fuego… -
Vincent, atemorizado, advertía a su amo de que había fuego cerca, o al menos, eso había oído. Dimitri dormía en el diván con gesto angustiado. De repente abrió uno de sus ojos, con su pupila completamente roja y se centró en la cara del muchacho que tenía por “juguete”
- ¡¡¡Cuantas veces tengo que decirte que no me despiertes!!! - Le gritó con la voz ronca, distorsionada de cómo solía sonar, y le lanzó un cero a bocajarro en la boca del estómago, haciendo al pobre Vincent volar literalmente por los aires, estrellándose con una pared, cambiando de cuarto por la fuerza bruta. Se puso en pié, dispuesto a seguir machacándolo. Había que reconocer que Vincent, si tenía algo, eso era resistencia. Justo entonces se percató de que a su derecha, justo en SU puerta, una arrancar despeinada estaba tumbada en el suelo ofreciendo un ramo de flores. No entendía el porqué de la postura, pero poco importaba, a uno no le ofrecen flores todos los días. Además, Le acababa de aplacar el instinto asesino con el que había despertado, y eso era de agradecer. Se acercó con paso tranquilo, se agachó a su lado y tomó las flores…
- ¡Valla, valla! ¿Qué tenemos aquí? Me gustan las flores… - Entonces se giró. - ¡Vincent! - Exclamó en un tono más tranquilo. Entonces, apareció su blanco cabello tras el boquete que quedó en la pared, con una inexplicable sonrisa entre tos y tos, de la que salía una especie de polvo, seguramente del muro que acababa de derribar con su espalda. - Ten, colocalas donde se vean. - y se las lanzó. Vincent tubo que saltar para cogerlas, pero, milagrosamente no les pasó nada.
Entonces y solo entonces, le tendió la mano a la chica que tenía a sus pies, que casi se revolcaba por el suelo sin explicación aparente. Y… - “¿Tiene una sola bota? ¿Porqué se fijan en mí las mujeres tan estrafalarias?” - Y justo inclinado para ayudarle a levantarse, se quedó pasmado mirando a esa especie de… ¿Bufón? No paraba de mover todo su cuerpo de un lado a otro, casi irritante…
- ¿Y tu quien eres? ¿También vienes a traerme flores? - Le preguntó con la cara de sorpresa más… sorpresiva que podía poner…
[OFF: Ver un pato ardiendo, salido de un conejo, advirtiéndote de que hay fuego, no tiene precio…]
Y Dimitri despertó, rodeado de una ciudad fantástica, con casas de fachadas doradas, adoquines metálicos brillantes y al fondo de la calle en la que yace, un árbol, enorme, con la copa frondosa y de un tono verde precioso, digno de dibujar en lienzo.
- Ven a por mí… -
Y Dimitri se vio a sí mismo rasgando con sus propias uñas la base de semejante ser vivo. La tierra era suelta, casi arena, y se podía apartar con facilidad. Cuentas las leyendas rusas, que existe una misteriosa isla en medio del océano, Buyan, que aparece y desaparece a voluntad. En su interior en algún lugar hay un árbol, bajo las raíces del cual se encuentra un arcón de oro. Dentro del mismo, una liebre encierra a un pato, y cuando el ave muera, en su interior se encontrará un huevo que contiene una aguja, en la que está encerrada el alma del guerrero Koschéi el inmortal. Y hasta que la aguja no sea rota, Koschéi seguirá siendo inmune a heridas…
- Sácame de aquí… -
Y Dimitri araño con sus uñas la esquina del arcón. Lo extrajo y lo sacudió, para asombrarse solo por un momento de la hermosura del mismo. Los rallos del sol se reflejaban dándole un color vivo e intenso. Lo abrió con maña y facilidad, más de la que se supone, como si no fuese la primera vez. Al destaparlo, la liebre saltó del cofre y se plantó en uno de los tejados. Dimitri corrió tras ella y cuando consiguió darle alcance y muerte, de su espalda brotaron alas, y un ánsar arrancó a volar. Al tercer aletazo, Dimitri se lanzó a por él. Sujetándolo con sus brazos, y a punto de darle muerte, el pato prendió fuego, se giró y comenzó a hablarle con voz tímida… - Amo… Dicen que hay fuego… -
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Vincent, atemorizado, advertía a su amo de que había fuego cerca, o al menos, eso había oído. Dimitri dormía en el diván con gesto angustiado. De repente abrió uno de sus ojos, con su pupila completamente roja y se centró en la cara del muchacho que tenía por “juguete”
- ¡¡¡Cuantas veces tengo que decirte que no me despiertes!!! - Le gritó con la voz ronca, distorsionada de cómo solía sonar, y le lanzó un cero a bocajarro en la boca del estómago, haciendo al pobre Vincent volar literalmente por los aires, estrellándose con una pared, cambiando de cuarto por la fuerza bruta. Se puso en pié, dispuesto a seguir machacándolo. Había que reconocer que Vincent, si tenía algo, eso era resistencia. Justo entonces se percató de que a su derecha, justo en SU puerta, una arrancar despeinada estaba tumbada en el suelo ofreciendo un ramo de flores. No entendía el porqué de la postura, pero poco importaba, a uno no le ofrecen flores todos los días. Además, Le acababa de aplacar el instinto asesino con el que había despertado, y eso era de agradecer. Se acercó con paso tranquilo, se agachó a su lado y tomó las flores…
- ¡Valla, valla! ¿Qué tenemos aquí? Me gustan las flores… - Entonces se giró. - ¡Vincent! - Exclamó en un tono más tranquilo. Entonces, apareció su blanco cabello tras el boquete que quedó en la pared, con una inexplicable sonrisa entre tos y tos, de la que salía una especie de polvo, seguramente del muro que acababa de derribar con su espalda. - Ten, colocalas donde se vean. - y se las lanzó. Vincent tubo que saltar para cogerlas, pero, milagrosamente no les pasó nada.
Entonces y solo entonces, le tendió la mano a la chica que tenía a sus pies, que casi se revolcaba por el suelo sin explicación aparente. Y… - “¿Tiene una sola bota? ¿Porqué se fijan en mí las mujeres tan estrafalarias?” - Y justo inclinado para ayudarle a levantarse, se quedó pasmado mirando a esa especie de… ¿Bufón? No paraba de mover todo su cuerpo de un lado a otro, casi irritante…
- ¿Y tu quien eres? ¿También vienes a traerme flores? - Le preguntó con la cara de sorpresa más… sorpresiva que podía poner…
[OFF: Ver un pato ardiendo, salido de un conejo, advirtiéndote de que hay fuego, no tiene precio…]
Dimitri Volkova- Post : 46
Edad : 35
Re: Movimiento nulo en la décima... [Conversacional libre]
Le encantaba el hecho de que respondiesen a su llamada, aunque, jamás hubiera esperado tanto éxito.
Una chica asimétrica se estampó contra el suelo, aunque, ¡No! consiguió eliminar el impacto protegiendo unas flores.
¡Claro! Se podía ahogar el fuego con flores... Una chica inteligente...
La chica le hizo una pregunta, y él, cogió aire, se agachó delante de ella, y, con tono firme, serio y profundo contesto.
"El fuego arde en el interior de mi corazón por saber donde se encuentra la novena sección... Por favor, ahogar tal sufrimiento y quemazón y decidme... ¿Por donde voy?"
Se quedó allí plantado, sonriéndo a la chica hasta que un nuevo personajillo personajote se acercó a él.
La escena que siguió al tipo recogiendo las flores de la chica, lo hizo mover la cabeza de izquierda a derecha, haciendo resonar los cascabeles de su enorme gorro.
Jugueteó con sus manos, haciendo vibrar todos los dedos y entrelazándolos entre ellos como si fuesen patitas de araña, observó al chico, que parecía darse cuenta de su presencia allí.
No podía evitarlo, Alídaír era como un ninja, no podía dejar de admirar su increíble habilidad para pasar desapercibido.
Una vez había estado saltando durante más de tres días delante de un grupo de Hollow. ¡Siquiera lo vieron! (O no lo quisieron ver, aunque eso sería algo absurdo y sin sentido.)
El chico realizó una pregunta que hizo que el arlequín volviese a ladear la cabeza en sentido contrario al que la tenía ladeada esta vez, haciendo resonar de nuevo los cascabeles.
Se llevó el dedo índice de la mano derecha a la barbilla, aplastándosela, pensando... Hasta que dió con la solución.
"¡¡Oh, oh!! Yo entiendo, sí, mi papá me leyó algunos cuentos así mucho tiempo a. ¡Sísísí! Era... Uhm... Principe y princesa... Sí... Aunque... Tú no te pareces mucho a una princesa..." Musitó en tono bajo fijándose en los rasgos de Dimitri.
"¡¡Aunque bueno, rasgos femeninos no te faltan, así que, si es un antojo, no te preocupes...!! Gritó en voz alta mientras se quitaba su sombrero de Arlequín, y lo lanzaba hacia arriba un par de veces con su mano siniestra.
Lo mantuvo agarrado unos segundos mientras lo observaba... Para, poco a poco, irlo desaciendo en una pequeña pelota de moscas que se movió alrededor de su brazo y de su mano, saludando.
Aquella masa uniforme de insectos fue recolocándose en su mano, formando lo que, a simple vista, podría identificarse como el mismo ramo de flores, eso sí, hecho de insectos... Tendría que valer, él no había podido cogerlas de ninguna otra parte, y allá afuera solo había arena.
"Toma, son para ti mi corazoncito, por que he venido a rescatarte." Le dijo a Dimitri arrodillándose, fingiendo echar hacia atrás una capa que no tenía, y quedando justo al lado de la... Sí, "asimétrica chica".
Una chica asimétrica se estampó contra el suelo, aunque, ¡No! consiguió eliminar el impacto protegiendo unas flores.
¡Claro! Se podía ahogar el fuego con flores... Una chica inteligente...
La chica le hizo una pregunta, y él, cogió aire, se agachó delante de ella, y, con tono firme, serio y profundo contesto.
"El fuego arde en el interior de mi corazón por saber donde se encuentra la novena sección... Por favor, ahogar tal sufrimiento y quemazón y decidme... ¿Por donde voy?"
Se quedó allí plantado, sonriéndo a la chica hasta que un nuevo personajillo personajote se acercó a él.
La escena que siguió al tipo recogiendo las flores de la chica, lo hizo mover la cabeza de izquierda a derecha, haciendo resonar los cascabeles de su enorme gorro.
Jugueteó con sus manos, haciendo vibrar todos los dedos y entrelazándolos entre ellos como si fuesen patitas de araña, observó al chico, que parecía darse cuenta de su presencia allí.
No podía evitarlo, Alídaír era como un ninja, no podía dejar de admirar su increíble habilidad para pasar desapercibido.
Una vez había estado saltando durante más de tres días delante de un grupo de Hollow. ¡Siquiera lo vieron! (O no lo quisieron ver, aunque eso sería algo absurdo y sin sentido.)
El chico realizó una pregunta que hizo que el arlequín volviese a ladear la cabeza en sentido contrario al que la tenía ladeada esta vez, haciendo resonar de nuevo los cascabeles.
Se llevó el dedo índice de la mano derecha a la barbilla, aplastándosela, pensando... Hasta que dió con la solución.
"¡¡Oh, oh!! Yo entiendo, sí, mi papá me leyó algunos cuentos así mucho tiempo a. ¡Sísísí! Era... Uhm... Principe y princesa... Sí... Aunque... Tú no te pareces mucho a una princesa..." Musitó en tono bajo fijándose en los rasgos de Dimitri.
"¡¡Aunque bueno, rasgos femeninos no te faltan, así que, si es un antojo, no te preocupes...!! Gritó en voz alta mientras se quitaba su sombrero de Arlequín, y lo lanzaba hacia arriba un par de veces con su mano siniestra.
Lo mantuvo agarrado unos segundos mientras lo observaba... Para, poco a poco, irlo desaciendo en una pequeña pelota de moscas que se movió alrededor de su brazo y de su mano, saludando.
Aquella masa uniforme de insectos fue recolocándose en su mano, formando lo que, a simple vista, podría identificarse como el mismo ramo de flores, eso sí, hecho de insectos... Tendría que valer, él no había podido cogerlas de ninguna otra parte, y allá afuera solo había arena.
"Toma, son para ti mi corazoncito, por que he venido a rescatarte." Le dijo a Dimitri arrodillándose, fingiendo echar hacia atrás una capa que no tenía, y quedando justo al lado de la... Sí, "asimétrica chica".
Alídaír Tú- Post : 3
Edad : 35
Re: Movimiento nulo en la décima... [Conversacional libre]
¿Estaba formando parte de algun tipo de obra sin tener conocimiento de ello?
Mirando el rostro maquillado del arlequín, tan fijamente que casi bizqueaba, se concentraba en descifrar las palabras que le estaba diciendo al mismo tiempo que pensaba en el mecanismo necesario para incorporarse. Además le dolía el mentón por el golpe de la caída.
-¿La Novena Sección?- repitió, comenzando a comprender. Seguramente había pasado sus puertas antes de haber escuchado el grito de socorro. Aunque no había ningun incendio que extinguir, al menos podía ayudar dándole las indicaciones que necesitaba.
"¡Un momento! Si él va a la Novena Sección, eso solamente puede significar... ¡Que van a dar una fiesta! Pero no me han invitado. ¿Se les habrá olvidado? Oh, diablos, no puedo presentarme de todas formas sin un regalo, no quiero hacer llorar al niño del cumpleaños. Porque será un cumpleaños, ¿verdad?"
-Espero que haya tarta- murmuró, sin ninguna coherencia aparente, observando la pintura que ampliaba la sonrisa del curioso Arrancar. Sintió entonces que el ramo volaba de sus manos y se marchaba a otra parte. Tan distraída estaba preguntándose si el relleno sería de trufa o de nata, que ni cuenta se había dado de que alguien más estaba presente. Desde ahí abajo, el atractivo hombre que le tendía una mano parecía no haber tenido mucho tiempo para vestirse adecuadamente. La piel pálida del joven despedía un aroma agradable, lo que le recordó el misterio del pastel de cumpleaños. El estómago le rugió de hambre.
Otra escena curiosa. A su lado, con una rodilla hincada en el suelo de mármol, el arlequín parecía pretender con su inusual ramo al otro hombre. Algo muy tierno.
"¡Espera, el ramo! Tengo que recuperar las flores para el Señor Smith"
-Guárdeme ésto, haga el favor- le pidió al que había tendido una mano para ayudarla a ponerse en pie, pasándole en su lugar la bota que acababa de sacarse. Descalza, sin pedir permiso para pasar, ingresó en las dependencias de la Décima Sección. Se daba perfecta cuenta de que todo estaba muy ordenado, salvo por aquel muro caído.
"Bueno, a buscar. Lo lógico será empezar por los espacios oscuros y menos sospechados. Si yo fuera un regalo y quisiera esconderme, lo haría donde nadie esperase encontrarme. "
Sonriendo, se dirigió a una de las dos mesillas que había a cada lado de la entrada, dispuesta a abrir sus cajoneras y curiosear su interior. ¿Qué maravillosas cosas encontraría? ¿Oro? ¿Postales remitidas desde alguna isla tropical? ¿Chicles de menta?
Pondría todo patas arriba, pero seguro que daría con el paradero del ramo.
Mirando el rostro maquillado del arlequín, tan fijamente que casi bizqueaba, se concentraba en descifrar las palabras que le estaba diciendo al mismo tiempo que pensaba en el mecanismo necesario para incorporarse. Además le dolía el mentón por el golpe de la caída.
-¿La Novena Sección?- repitió, comenzando a comprender. Seguramente había pasado sus puertas antes de haber escuchado el grito de socorro. Aunque no había ningun incendio que extinguir, al menos podía ayudar dándole las indicaciones que necesitaba.
"¡Un momento! Si él va a la Novena Sección, eso solamente puede significar... ¡Que van a dar una fiesta! Pero no me han invitado. ¿Se les habrá olvidado? Oh, diablos, no puedo presentarme de todas formas sin un regalo, no quiero hacer llorar al niño del cumpleaños. Porque será un cumpleaños, ¿verdad?"
-Espero que haya tarta- murmuró, sin ninguna coherencia aparente, observando la pintura que ampliaba la sonrisa del curioso Arrancar. Sintió entonces que el ramo volaba de sus manos y se marchaba a otra parte. Tan distraída estaba preguntándose si el relleno sería de trufa o de nata, que ni cuenta se había dado de que alguien más estaba presente. Desde ahí abajo, el atractivo hombre que le tendía una mano parecía no haber tenido mucho tiempo para vestirse adecuadamente. La piel pálida del joven despedía un aroma agradable, lo que le recordó el misterio del pastel de cumpleaños. El estómago le rugió de hambre.
Otra escena curiosa. A su lado, con una rodilla hincada en el suelo de mármol, el arlequín parecía pretender con su inusual ramo al otro hombre. Algo muy tierno.
"¡Espera, el ramo! Tengo que recuperar las flores para el Señor Smith"
-Guárdeme ésto, haga el favor- le pidió al que había tendido una mano para ayudarla a ponerse en pie, pasándole en su lugar la bota que acababa de sacarse. Descalza, sin pedir permiso para pasar, ingresó en las dependencias de la Décima Sección. Se daba perfecta cuenta de que todo estaba muy ordenado, salvo por aquel muro caído.
"Bueno, a buscar. Lo lógico será empezar por los espacios oscuros y menos sospechados. Si yo fuera un regalo y quisiera esconderme, lo haría donde nadie esperase encontrarme. "
Sonriendo, se dirigió a una de las dos mesillas que había a cada lado de la entrada, dispuesta a abrir sus cajoneras y curiosear su interior. ¿Qué maravillosas cosas encontraría? ¿Oro? ¿Postales remitidas desde alguna isla tropical? ¿Chicles de menta?
Pondría todo patas arriba, pero seguro que daría con el paradero del ramo.
Lain- Arrancar Sinister
- Post : 143
Edad : 34
Re: Movimiento nulo en la décima... [Conversacional libre]
En unos pocos segundos, el descanso profundo de Dima se había tornado una absurda... ¿comedia teatral? Un bufón de circo, esa chica medio ida, vincent con sus chismes metálicos clavados al pecho con un ramo de flores y el joven Dimitri casi desentonando. Le vendría bien una flor o algo, para darle ese punto absurdo que todos los actores llevaban consigo.
Se quedó empanado mirando como el... - ¿Payaso? No sabría como llamarle - ese tipo le ofrecía un ramo de moscas arrodillado a sus piés. Dima solo le miró de arriba a abajo, con una ceja arqueada y con un gesto de "definitivamente, no pienso tocar eso"... Y para cuando quiso darse cuenta, la mano que le tendía para ayudar a levantarse a aquella chica tirada en el suelo, habíasido ocupada por una vieja bota raída. Parpadeó varias veces sacudiendo la cabeza y así su pelo. Solo entonces giró su cabeza para mirar dentro del cuarto. si hubiese visto a esa chica de nombre incógnito, sería una lástima, tendría que haberla matado, pero sus ojos se posaron en Vincent... Ay... El pobre Vincent. En poco tiempo, yacía en el suelo, junto a la bota, y con su huella perfectamente dibujada a lo largo y ancho de su cara.
- Perdona payaso... puedo llamarte payaso, ¿verdad? Porqué es lo que pareces... ¿Dónde se supone que está el circo? Eso, o la cámara oculta... Y guardate esas moscas... los ramos deben ser de flores... -
Por otro lado, Vincent tardó poco en recuperar la conciencia, y cuando abrió los ojos, tras asegurarse de que las flores estaban sobre el diván - un sitio en el que se veían bien - se percató de que la pintoresca arrancar posaba sus manos sobre el tirador del cajón de una de las mesitas junto a la entrada.
Como teletransportado, apareció a su espalda, sujetando con delicadeza la mano con la que sostenía el tirador, y susurró a su oido un casi inaudible - "No debería interesarse en los tesoros más oscuros del amo, señorita. Podría... enfadarse si la descubre husmeando en sus cosas... - Era la verdad, si dima la veía junto a ese cajón, trataría de arrancarle la cabeza a mordiscos, o cosas mucho peores... cosquillas en los piés con una pluma, obligarla a ducharse frente a su sección al completo (Y la de Kenzo), o incluso, obligarla a tragar (gracias a su maravilloso embudo) puré de espinacas... La décima era una sección despiadada...
Se quedó empanado mirando como el... - ¿Payaso? No sabría como llamarle - ese tipo le ofrecía un ramo de moscas arrodillado a sus piés. Dima solo le miró de arriba a abajo, con una ceja arqueada y con un gesto de "definitivamente, no pienso tocar eso"... Y para cuando quiso darse cuenta, la mano que le tendía para ayudar a levantarse a aquella chica tirada en el suelo, habíasido ocupada por una vieja bota raída. Parpadeó varias veces sacudiendo la cabeza y así su pelo. Solo entonces giró su cabeza para mirar dentro del cuarto. si hubiese visto a esa chica de nombre incógnito, sería una lástima, tendría que haberla matado, pero sus ojos se posaron en Vincent... Ay... El pobre Vincent. En poco tiempo, yacía en el suelo, junto a la bota, y con su huella perfectamente dibujada a lo largo y ancho de su cara.
- Perdona payaso... puedo llamarte payaso, ¿verdad? Porqué es lo que pareces... ¿Dónde se supone que está el circo? Eso, o la cámara oculta... Y guardate esas moscas... los ramos deben ser de flores... -
Por otro lado, Vincent tardó poco en recuperar la conciencia, y cuando abrió los ojos, tras asegurarse de que las flores estaban sobre el diván - un sitio en el que se veían bien - se percató de que la pintoresca arrancar posaba sus manos sobre el tirador del cajón de una de las mesitas junto a la entrada.
Como teletransportado, apareció a su espalda, sujetando con delicadeza la mano con la que sostenía el tirador, y susurró a su oido un casi inaudible - "No debería interesarse en los tesoros más oscuros del amo, señorita. Podría... enfadarse si la descubre husmeando en sus cosas... - Era la verdad, si dima la veía junto a ese cajón, trataría de arrancarle la cabeza a mordiscos, o cosas mucho peores... cosquillas en los piés con una pluma, obligarla a ducharse frente a su sección al completo (Y la de Kenzo), o incluso, obligarla a tragar (gracias a su maravilloso embudo) puré de espinacas... La décima era una sección despiadada...
Dimitri Volkova- Post : 46
Edad : 35
Re: Movimiento nulo en la décima... [Conversacional libre]
-¿Quéeeee? ¿Pero qué insinúa, joven? ¡Yo no estaba curioseando nada!- exclamó, abriendo los ojos de espanto y frunciendo sus labios en un adorable mohín de niña mimada-. Sus acusaciones me hacen sentir herida, ha de saberlo usted.
Y con fingida ofensa, giró sobre sus talones descalzos y se apartó del Arrancar vestido de vinilo, o de cuero... Volvió sobre sus pasos para palpar la textura del singular traje. ¡Es que detestaba quedarse con la duda! Ya sí, una vez resuelta, sin dar siquiera una explicación a ese último gesto, continuó su ronda por la habitación.
-Oh, vaya- por mirarse los pies, se dio cuenta de que tenía una carrera bastante fea en las medias, que ya por costumbre solía llevarlas llenas de agujeros. Pero bueno, podía permitírselo porque tenía unos pies bonitos, ¿verdad? Y porque nadie solía reparar en aquellas cosas cuando las botas de caña alta lo ocultaban. Pronto se olvidó de aquello, pues algo más interesante obtuvo su atención: una larga alfombra granate, impecable y quién sabe si incluso planchada, atravesaba la estancia y conducía a... ¿A dónde? Oh, bueno, éso iba a tener que descubrirlo. Paso a paso, no fuera que un abismo se abriera bajo sus pies, siguió el caminito rojo con la cabeza gacha, hasta que su frente rebotó contra algo, si bien no con la misma brutalidad con la que había sucedido al chocar contra la entrada principal.- Pero oiga, aquí algo ocurre. Ya es la segunda o tercera vez en esta noche que una puerta me agrede. Yo no sé qué tienen en contra mía, si jamás di un portazo ni estropeé una cerradura. Creo que aquí ha habido una confusión y la están tomando con la persona equivocada.
Al tiempo que discutía en voz alta y no parecía entender que aquello no era muy normal, agarró el pomo y lo giró decidida pero sin ensañarse, y es que ya no deseaba ningún altercado más con los accesos de esa estancia. Lain entró en el excusado y cerró tras de sí, sin mirar siquiera cómo evolucionaba la escena romántica que había tenido su inicio un par de minutos antes. Y minutos fueron los que se sucedieron, más de veinte y quizá de treinta, en los que la mujer permaneció encerrada y sin hacer ningún ruído. Si alguien vertía en aquellos momentos su interés en esa dirección, pudo haber sentido el sonido propio de cuando se tira de la cadena y un par de exclamaciones ahogadas. Comenzaron a asomarse hilillos de agua por el resquicio inferior.
Elayne salió, exultante, como quien acaba de volver de un viaje de ensueño o ha comido muchos dulces. Pero no llevaba camisa. En su lugar, tiras de papel higiénico le rodeaban el torso como los vendajes raídos de una momia.
-¡Eh, es una lavandería muy curiosa! Es difícil encontrar agua en Hueco Mundo, qué suerte he tenido. A partir de ahora vendré a hacer la colada aquí; aunque es una pena que sólo entre una prenda por lavado, pero puedo esperar.
Y alegremente, casi dando saltitos, fue a sentarse en el diván, donde hizo el ramo de flores que había a un lado -¡qué coincidencia! idéntico al que ella había perdido- y se acomodó con la perspectiva de quedarse ahí un buen rato.
Lain- Arrancar Sinister
- Post : 143
Edad : 34
Re: Movimiento nulo en la décima... [Conversacional libre]
Dimitri, ante la no-contestación del payaso, cerró la puerta delante de sus narices, no sin antes propinar un par de insultos menores a su inteligencia.
Suspiró cansado y se giró, quedando apoyado en la puerta que acababa de cerrar. Analizó la sala de extremo a extremo, y no había ninguna presencia. No más que aquel insignificante arrancar... Volvió a paso tranquilo a su diván y se tiró allí como si se hubiera caído del techo. Vincent trató de acercarse, tímido, para advertirle de que una chica seguía allí... Pero cuando abrió la boca para hablar, se cerró de repente, a golpe de puntapié y cayó de espaldas, inconsciente.
Y allí se quedó adormilado durante más de 20 minutos, hasta que sintió una presencia adicional, otro cuerpo en su mismo aposento. Se dispuso a patear el cuerpo pensando que habría sido Vincent. Para su sorpresa, detuvo su puño cargado al comprobar una fémina sentada a su lado. Enarcó una ceja, hasta que dejó su frente reducida a la mitad, con la boca cerrada y arrugada. Su decía "¿Tu que haces aquí?" a todas luces...
Se levantó de un respingo al ver sus "vestiduras" y comenzó a moverse de manera exagerada. Señalaba alternativamente el diván y a sí mismo, mientras insistía en que "era suyo, y ahí se sentaba él, que para eso era suyo, para sentarse él, porque era suyo", etc...
Luego, cansado de la inamovilidad de la chica (o podríamos decir, la momia), miró a Vincent, y la señaló con un enorme dedo acusador.
- ¡Basura! ¡Haz algo! -
Vincent se levantó con torpeza y se acercó a la chica... - Si no le importa abandonar el asiento... -. Hablaba como temeroso, temblando y frotándose las manos...
Suspiró cansado y se giró, quedando apoyado en la puerta que acababa de cerrar. Analizó la sala de extremo a extremo, y no había ninguna presencia. No más que aquel insignificante arrancar... Volvió a paso tranquilo a su diván y se tiró allí como si se hubiera caído del techo. Vincent trató de acercarse, tímido, para advertirle de que una chica seguía allí... Pero cuando abrió la boca para hablar, se cerró de repente, a golpe de puntapié y cayó de espaldas, inconsciente.
Y allí se quedó adormilado durante más de 20 minutos, hasta que sintió una presencia adicional, otro cuerpo en su mismo aposento. Se dispuso a patear el cuerpo pensando que habría sido Vincent. Para su sorpresa, detuvo su puño cargado al comprobar una fémina sentada a su lado. Enarcó una ceja, hasta que dejó su frente reducida a la mitad, con la boca cerrada y arrugada. Su decía "¿Tu que haces aquí?" a todas luces...
Se levantó de un respingo al ver sus "vestiduras" y comenzó a moverse de manera exagerada. Señalaba alternativamente el diván y a sí mismo, mientras insistía en que "era suyo, y ahí se sentaba él, que para eso era suyo, para sentarse él, porque era suyo", etc...
Luego, cansado de la inamovilidad de la chica (o podríamos decir, la momia), miró a Vincent, y la señaló con un enorme dedo acusador.
- ¡Basura! ¡Haz algo! -
Vincent se levantó con torpeza y se acercó a la chica... - Si no le importa abandonar el asiento... -. Hablaba como temeroso, temblando y frotándose las manos...
Dimitri Volkova- Post : 46
Edad : 35
Re: Movimiento nulo en la décima... [Conversacional libre]
Era gente extraña.
Elayne batió inocentemente sus doradas pestañas, mirando alternativamente al joven que hacía aspavientos y al mueble que señalaba repetidas veces y sobre el que se hallaba sentada. ¿Qué trataba de decirle? ¿Acaso había hecho algo inapropiado? No. Imposible.
La única explicación coherente era bien sencilla: esa gente que vivía allí era rara, y por fuerza sus costumbres debían de serlo también. Ello explicaría, al menos, que su lavadora tuviese forma de retrete, funcionase como un retrete y, además, oliera igual que uno.
"Oh, Elayne, esta gente está loca...", pensaba, abriendo desmesuradamente los ojos, observando casi con aprensión al de los cabellos oscuros, "¡Pero no le mires directamente! Te pegará con un cenicero o intentará suscribirte a alguna revista de moda...". Y haciendo caso de su instinto, que le ordenaba a gritos desviar la mirada, giró la cabeza hacia el lado contrario en el que se encontraba Dimitri, fingiendo que él no estaba ahí.
-Shh... ¡quieto! Si no te mueves, no nos podrá ver- advirtió en voz baja, casi susurrante, al otro que se le acercaba. Se mantuvo inmóvil unos segundos, como congelada, y lenta, muy lentamente, se volteó para asegurarse de que no corrían peligro. Pero el chalado seguía ahí, seguramente atraído por las voces. Consternada, Lain emitió un ruidillo extraño, parecido al de un animal acorralado.- ¡Maldita sea!- se la escuchó quejarse entre dientes- No quiero darme de alta en el Círculo de Lectores...
Sus ojos se movieron ansiosamente por la habitación, tratando de hallar una forma de huír -a ser posible, elegantemente- de aquel sitio. Y la encontró.
-¡A ver si lo adivináis!- exclamó de improviso, con la voz algo chillona por los nervios. Se aclaró la garganta y, muy solemnemente, recitó: -¿Qué será, qué será, lo que está en la puerta y no desea entrar...?
Y sin dejar apenas tiempo para que meditaran acerca de ello, agarró el ramo que había encontrado junto a ella al sentarse y se puso en pie, exhalando un grito de guerra que le quedó bordado, antes de lanzarle las flores a la cara al Arrancar de pelo blanco y salir corriendo como una desesperada hacia la puerta, que esta vez se aseguró de abrir antes de intentar cruzarla.
Desde luego... Esos de la Décima Sección estaban fatal.
Elayne batió inocentemente sus doradas pestañas, mirando alternativamente al joven que hacía aspavientos y al mueble que señalaba repetidas veces y sobre el que se hallaba sentada. ¿Qué trataba de decirle? ¿Acaso había hecho algo inapropiado? No. Imposible.
La única explicación coherente era bien sencilla: esa gente que vivía allí era rara, y por fuerza sus costumbres debían de serlo también. Ello explicaría, al menos, que su lavadora tuviese forma de retrete, funcionase como un retrete y, además, oliera igual que uno.
"Oh, Elayne, esta gente está loca...", pensaba, abriendo desmesuradamente los ojos, observando casi con aprensión al de los cabellos oscuros, "¡Pero no le mires directamente! Te pegará con un cenicero o intentará suscribirte a alguna revista de moda...". Y haciendo caso de su instinto, que le ordenaba a gritos desviar la mirada, giró la cabeza hacia el lado contrario en el que se encontraba Dimitri, fingiendo que él no estaba ahí.
-Shh... ¡quieto! Si no te mueves, no nos podrá ver- advirtió en voz baja, casi susurrante, al otro que se le acercaba. Se mantuvo inmóvil unos segundos, como congelada, y lenta, muy lentamente, se volteó para asegurarse de que no corrían peligro. Pero el chalado seguía ahí, seguramente atraído por las voces. Consternada, Lain emitió un ruidillo extraño, parecido al de un animal acorralado.- ¡Maldita sea!- se la escuchó quejarse entre dientes- No quiero darme de alta en el Círculo de Lectores...
Sus ojos se movieron ansiosamente por la habitación, tratando de hallar una forma de huír -a ser posible, elegantemente- de aquel sitio. Y la encontró.
-¡A ver si lo adivináis!- exclamó de improviso, con la voz algo chillona por los nervios. Se aclaró la garganta y, muy solemnemente, recitó: -¿Qué será, qué será, lo que está en la puerta y no desea entrar...?
Y sin dejar apenas tiempo para que meditaran acerca de ello, agarró el ramo que había encontrado junto a ella al sentarse y se puso en pie, exhalando un grito de guerra que le quedó bordado, antes de lanzarle las flores a la cara al Arrancar de pelo blanco y salir corriendo como una desesperada hacia la puerta, que esta vez se aseguró de abrir antes de intentar cruzarla.
Desde luego... Esos de la Décima Sección estaban fatal.
Lain- Arrancar Sinister
- Post : 143
Edad : 34
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