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Bebiendo un poco de sake (libre)

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Mensaje por Shiroi Suna Dom Abr 18, 2010 1:31 pm

Era un día nublado, y no mucha gente se había aventurado a salir al gigantesco mercado a las afueras del Seiritei. El olor a comida recién hecha creaba espesos vapores que nublaban la vista y abrían el apetito a cualquiera que pasase; y los vendedores no paraban de gritar para atraer la escasa clientela que por allí pasaba. La calzada estaba llena de charcos de barro, y algunos carros pasaban entre la gente salpicando a los transeúntes creando algún que otro conflicto. Mientras Suna caminaba esquivando a vendedores y clientes, intentaba dejar atrás todos los tenderetes para dirigirse a una tienda más alejada.

Ya llegaba al final del mercado, y el olor a comida era sustituido por el de las heces de los animales, y el aspecto de los puestos era menos atractivo a la vista. Muchos de los vendedores la miraban con desconfianza por ser un shinigami, y no era de extrañar, porque muchas de esas tiendas solían dedicarse a negocios turbios, y usaban como tapadera negocios más humildes.

Tras preguntar a un par de personas, y perderse un par de veces, llegó hasta una tienda humilde de ramen. No sabía si era el sitio que buscaba, pero ya no sabía dónde ir, así que, se acercó y observó el lugar: la estructura de madera estaba podrida y parecía que se fuese a caer, el toldo tenía un tono grisáceo apagado con remiendos y parches por todas partes; y el letrero, estaba roto y tenía los caracteres ilegibles. Se sentó en uno de los viejos taburetes, y esperó que entre la humareda apareciese alguien a servirle. De entre los vapores del tenderete, un hombre exageradamente encorvado con una enorme joroba le dio la bienvenida con una leve inclinación . La pelirroja tuvo que contener su sorpresa, porque sin que lo hubiese visto venir, ahora lo tenía a escasa distancia de ella.
-¿Qué desea? -Preguntó con voz grave.

Mientras le preguntaba, se acercó más a ella, poniendo su rostro a escasos milímetros del suyo, y dejándola ver con más detalle el sudor que le caía por su enorme y ganchuda nariz, mientras notaba cómo la miraba con sus ojos enormes ojos grises con descaro. Pero lo que más llamó la atención a la joven, fue su boca pequeña y llena de cicatrices, y su cabeza perfectamente redonda y calva a la que no podía evitar mirar de vez en cuando, debido a que estaba plagada de pústulas que supuraban unan substancia asquerosa.

El hombre notó que la shinigami le miraba fijamente, y se giró para secar unas tazas. Suna aguantaba la respiración, no sabía lo que aquel hombre cocinaba, pero desde luego no parecía comida. El hombre volvió a colocarse frente a la chica, mostrando su molestia con una mueca, y apoyándose en la barra, para volver a preguntarle:

-¿Vas a pedir algo, chiquilla? Sí quieres descansar, vete a otra parte.

La shinigami estaba extrañada, lo normal habría sido que desde un principio la hubiese mirado con recelo por sus ropas, pero aquel hombre actuaba como cualquier otro cocinero ambulante acostumbrado a echar a gorrones. Mientras meditaba qué hacer, optó por comportarse como una clienta normal y pedir cualquier cosa.

-¿Puede ponerme una taza de té y un tazón de ramen?

-¿Sólo?

-Sí, nada más.


El jorobado, se giró, y comenzó a mezclar una serie de hierbas aromáticas que desprendían vapores nauseabundos. Sus movimientos eran rápidos para un hombre de su edad, y Suna comenzaba a incomodarse, algo no iba bien, y no terminaba de decidirse a irse.

-¿Quiere probar este sake que me trajeron hace poco? –dijo, sirviendo un vaso y ofreciéndoselo.
La joven le miró con desconfianza, mientras notaba como algunas gotas caían por su espalda. Consiguió relajarse , y tras desviar la mirada unos instantes, miro a aquel hombre, que le sonreía amablemente, como si no sucediese nada mientras le ofrecía le alcohol. No iba a seguirle el juego.

-No gracias, sólo et té y el ramen.

-Entiendo…- dijo bajando la vista-. Bueno, usted se lo pierde.

Nada más dejar de hablar, aquel hombre le tiró el contenido del vaso en el rostro, y en un rápido movimiento, agarró a Suna por el cuello de sus ropajes, dejándolos cara a cara. Su aliento podrido la mareaba, y el olor que despedía lo que estaba calentando, la atontaba y le daba nauseas. Parecía que todo le estaba saliendo mal, y estaba perdiendo el control de tood, pero no iba a ceder ante aquel viejo, él era astuto, pero ella tenía sus recursos.

-¿Quién eres? Desde cuando un shinigami se acerca a un hombre como yo ¿Quieres encarcelarme? Hace tiempo que me retiré- hizo una pausa, y giró su rostro para escupir en el suelo-. Yo no habló de vuestros tratos aquí, y vosotros me dejáis tener una vida normal.

Suna notaba que los ojos le ardían, pero no pestañeó, mantenía una más cara de indiferencia ante aquel hombre, y clavaba su mirada en aquellos ojos inquietantes. La partida sólo acababa de empezar, y no iba a irse sin lo que quería.

-Quiero dos botes de tu veneno más poderos, la viuda negra.
El viejo vendedor pareció crisparse, y agarró con más fuerza a la chica del cuello, clavando sus mugrientas uñas en su piel y arrastrando su cara a la madera, pero sin dejar que sus ojos perdiesen el contacto visual. Suna temía que intentas matarla, en un lugar como aquel, nadie diría nada, y si la mataban, su cuerpo desaparecería sin dejar rastro.

-¿Es que estás sorda?, ya no trabajo con esas sustancias, ahora sólo cocino.

La joven cogió un pequeño puñal que tenía escondido en su manga, y sin que aquel hombre lo notase, se lo colocó en el cuello, dejando que un hilo de sangre cayese lentamente como aviso. Le había costado mucho hacer esos movimientos con lo atontada que estaba, pero sabía que él no lo había notado.

-Quieres decir que has dejado un negocio tan remunerado por… esto…- Suna miró apreciativamente el puesto y continuó- . Si me entregas lo que te pido, te recompensaré bien económicamente.

El jorobado, miró la daga con miedo, pero la simple mención de dinero, iluminó sus codiciosos ojos. Ahora era ella la que llevaba la situación, y había tocado su fibra sensible, aunque sabía aquel hombre era muy terco, y dudaba que cediera ante la amenaza de la daga tan fácilmente.

-¿Cómo sé que esto no es una trampa?. Preguntó entrecerrando los ojos

-Es un riesgo que tendrás que asumir.


Miró los ojos de Suna, que como pozos negros, no mostraban ninguna emoción, ni podía leer nada en ellos. Sus manos temblaban de indecisión, y la shinigami clavaba aún más el filo de su arma por si intentaba algo. Cuando ya creía que iba a tener que matarlo delante de todos, el hombre cerró los ojos, vencido por la tentación.

-Dentro de dos días ven a visitarme, y tendrás lo que quieres. Pero te advierto, mis servicios son caros.

La joven, apartó su puñal con lentitud, propinándole un corte profundo en la mandíbula, y dedicándole una sonrisa se levantó, dedicándole unas últimas palabras:

-Amenazar a un shinigami, también, Boshi. No me decepciones, y quizás te pida alguna cosa más.

Sin decir nada más, ni esperar la respuesta de él, se fue, dejándole sangrando como el cerdo que era.


Mientras se dirigía al Seiritei, decidió entrar a una taberna transitada por los shinigamis, luego tendría que dar cuentas de dónde había ido, por lo que le convenía dejarse ver. Entró en la vieja taberna, el ambiente estaba viciado, y el olor a tabaco y a sudor no ayudaba en la sensación de mareo que arrasaba, así que se sentó en una mesa a la vista, al lado de uno de los enormes ventanales del local para poder descansar un poco con una buena vista de la ciudad. Pronto, llegó un hombre fornido, y le tomó nota apenas sin respirar, como era común en un lugar con tanta clientela. Tras enumerarle la carta, pidió el mejor sake y le despachó. No se quedaría mucho tiempo.


Última edición por Shiroi Suna el Lun Abr 19, 2010 1:03 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Chiesa Lun Abr 19, 2010 11:47 am

El tiempo se encontraba extrañamente nublado, con unas grisáceas nubes que hacían presagiar que la lluvia caería en cualquier momento en las tierras del Rukongai. Por ello, el ánimo que movía a las gentes de la ciudad era extraño, pues la mitad se quedaban agazapados, esperando ver si definitivamente el agua alcanzaba tierra o si simplemente era un día de aviso mientras que la otra mitad se apresuraba, corriendo como conejos nerviosos entre distintos puestos, recogiendo lo necesario para convertirse en un asustado ciudadano del primer grupo, con el tiempo y las cosas suficientes para poder permanecer tranquilamente bajo techado.

Uno de esos viandantes, al contrario que el resto de la marabunta del Rukongai, andaba tranquilo, disfrutando del paseo, a pesar de que debido a la proximidad de la lluvia, el calor se hacía más pegajoso, pues el bochorno y la humedad se pegaban a la piel, volviéndola constantemente sudorosa, como si se tratara de los alrededores de una exótica playa.

Pero aquel hombre andaba seguro bajo su sombrero ancho, el cual le protegería en gran medida cuando la lluvia viniera, si es que fuera a hacerlo a alguna vez en aquella indecisa tarde. Andaba seguro, en gran medida, porque no le importaba mojarse. Pero sobre todo porque aquel tiempo tan veraniego y otoñal a la vez era el momento perfecto para encerrarse en una de sus tabernas favoritas a beber un poco de sake.

Así fue, que al entrar, se dirigió directamente a la barra para pedir una pequeña botella templada de sake, justo antes de echar un vistazo al bar, el cual se hallaba más concurrido que de costumbre, aunque también era verdad que había decidido colarse y dar un paseo por allí antes que de costumbre, e incluso apenas se había perdido en su trayecto hacia allí.

Así que ese pequeño detalle no hizo sino magnificar el hallazgo que vendría después, pues una linda shinigami pelirroja se encontraba bebiendo algo de sake. Ella se encontraba cerca de la ventana, lo que junto a lo lúgubre del ambiente y de la oscura luz que entraba por la ventana, hacía rodearla de un halo de nostalgia.

Algo que se veía divertido.

Quitándose el sombrero, pero sin pedir permiso, se sentó en la mesa de aquella chica, esperando por lo menos tener una conversación divertida.

- Hola, shinigami-san - Le empezó a hablar el desconocido que se había colado como un rayo en la mesa, y mientras señalaba a la ventana, volvía a decir - ¿Qué tal se está viendo la calma antes de la tormenta?
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Mensaje por Shiroi Suna Lun Abr 26, 2010 4:18 am

Había exactamente cincuenta y cinco personas en el local. Cincuenta y cinco personas que hablaban en voz alta, que hacían ruido o ensuciaban el local, y que bebían mientras las bebidas les caían por la comisura de la boca. E l ruido le molestaba y quería irse de allí, pero no podía volver todavía, y tampoco terminaba de querer moverse de aquella sala tan molesta y bulliciosa.

Ya casi había terminado su bebida, y se entretenía moviendo el resto de ésta, observando como las nubes cargadas se arremolinaban para dar paso a una buena tormenta. Estaba a punto de irse, cuando notó que alguien la observaba. Sintiéndose bastante incómoda, buscó entre la gente aquella persona que la miraba en aquel sitio tan grande. Sorprendida, vio como el capitán del 13º escuadrón se dirigía resuelto hacia ella, y se sentaba saludándola amistosamente. Se quedó mirándole sin decirle nada, enarcando las cejas con desconfianza preguntándose por qué se había acercado a ella y se había sentado. Por ello, el primer pensamiento que le vino, es que quizá Chiesa le había seguido y ahora quería una explicación, por lo que estuvo a punto de marcharse con alguna triste excusa y dejarle allí. Pero no debía, irse no arreglaría nada y todavía no sabía si simplemente se había sentado por casualidad y estaba preocupándose por nada.

-Estoy sorprendida. Bastian Chiesa, un capitán del 13º escuadrón por aquí… Bueno, supongo que todo el mundo puede divertirse- dijo sonriendo-. En fin, siéntate y toma algo. Y por favor, Cuéntame que te trae a esta mesa- le ofreció, aunque era evidente que ya se había sentado.

Sabía que estaba siendo descortés, pero la incertidumbre le hacía reaccionar a la defensiva, y ahora ya era tarde para arreglarlo, aunque estuviese ante un capitán. Así que, esperando su respuesta, se acomodó en su asiento, e hizo una indicación al camarero para que trajese una botella de sake y dos vasos para los dos.

Off rol: Lamento la tardanza, pero llevaba una semana en la q he dormido 3 horas d emedia. Pensé en escribir por la noche, pero visto el pot q hice antes que éste, pensé que era mala idea xDD
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Mensaje por Chiesa Lun Mayo 10, 2010 8:45 pm

El capitán esbozó una ligera sonrisa en su rostro, levantando tan solo la parte izquierda de sus labios para tal gesto, aunque en sus ojos podía adivinarse que el gesto de diversión iba más allá que la simple sonrisa por compromiso o la que ejecuta cualquiera que parece haber sido pillado in fraganti en la comisión de una acción que deba ser perdonada o pasada por alto.

Pero Chiesa no era del tipo de personas que se amilanaba ante esas situaciones. El riesgo y el peligro le motivaban a ir a más, a ver hasta que punto podía estirar el chicle. Por eso, aunque no había caído en que ya no era un teniente corrientucho, alguien que entre todo el Gotei 13 podía ser relativamente conocido, no pasaba de ser uno más entre todo el organigrama militar, oculto bajo el yugo de los 13 capitanes y compartiendo puesto con otros 13 tenientes. Esos tiempos en los que podría haber pasado desapercibido en una taberna corriente del Rukongai parecía que habían pasado ya al eterno olvido, al cajón de las cosas que no vuelven jamás.

Ahora, incluso acudiendo sólo y sin ninguna referencia externa, se veía que era fácilmente reconocible por la mayoría de personas, o por lo menos las que solían habitar por el Seiretei, lo cual tenía su gracia, por el reconocimiento que eso suponía, pero que le cortaba las alas de una manera considerable. Él siempre había gozado de ese punto independiente de quien puede escapar durante un tiempo de la realidad que le atañía para embarcarse en la aventura más loca y estrafalaria que se pudiera imaginar. Desembarazarse de eso le iba a resultar melancólico.

Pero no podía dejar que su mente divagara, más aún cuando una chica se encontraba delante suya. Y aunque en primer lugar había reaccionado de manera más retraída, moviendo su cuerpo ligeramente hacia atrás y observando con cuidado al recién llegado, aunque ya supiera de quien se trataba, también había tenido el detalle y la generosidad de pedir el sake para los dos. Una chica con aquella bondad o altruismo de dar de beber al sediento no parecía ser ni mucho menos una mala opción.

- Vaya vaya, parece que partimos en desventaja - Contestó mientras se adelantaba a la shinigami y cogía la botella de sake que el camarero, prestamente, había traído hacia la mesa en la que se encontraban. Tras rellenar el vaso de Suna, procedió a hacer lo mismo con el suyo, realizando todas las acciones con una tranquilidad pasmosa del que no tiene prisa ni motivos para aprovechar su tiempo. Tras darle un pequeño sorbo su vaso para degustar el sake de aquel lugar, volvió su mirada hacia los ojos de la shinigami, para, y ahora con una sonrisa completa, volver a conversar con ella, realizando otra pregunta, a pesar de que con la que había empezado la conversación no había sido respondida todavía. - Entonces, para igualar las cosas, ¿cual es su nombre señorita?


Off. Siento la tardanza, y no te preocupes por tus post anteriores, están muy bien ambos.
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Mensaje por Shiroi Suna Lun Jul 05, 2010 10:37 pm

La joven shinigami sonrió algo más relajada y cogió su vaso mirando el contenido de éste, para así romper el contacto visual con su acompañante y poder medir mejor sus palabras antes de contestar. No quería parecer desconfiada ni demasiado pensativa, relacionarse con otras almas siempre le había sido problemático e incluso molesto y hablar con la gente del Seiritei todavía más, pero en aquellos momentos, parecer una persona arisca y recelosa no le iba ayudar mucho y menos con un capitán, así que, dejó de mirar su bebida y alzó la mirada para encontrarse con los ojos de su superior.

-Me llamo Suna, soy 3er Oficial del 12º Escuadrón- dijo con una ligera inclinación, ya que los nervios le habían hecho perder los modales con su superior y debía remediarlo.

Mientras bajaba la cabeza para presentarte, se escuchó un ligero “plop” seguido de un “plof”. La pelirroja alzó la mirada y miró la escena: el capitán tenía el rostro mojado por su bebida y en su vaso flotaba uno de sus ojos negro azabache. Suna mostró una sonrisa tensa y agarró rápidamente el vaso de su interlocutor, donde la esfera flotaba alegremente como un barco a la deriva. Sacó su ojo velozmente y con un pequeño pañuelo que guardaba en sus ropajes, comenzó a secarlo como pudo mientras notaba que algo viscoso y mojado bajaba por su brazo y se situaba en su mano para agarrar y abrazar el pequeño objeto que contenía. La joven se quedó mirando a la pequeña salamandra, estaba más que acostumbrada a este tipo de reacciones por parte de los reptiles, así que, con cuidado, separó a la salamandra de su ojo y la colocó en la ventana con delicadeza. Sabía que no duraría amucho ahí, y que pronto hallaría la forma de esconderse entre sus vestiduras, pero al menos ya no le molestaría mientras intentaba arreglar el estropicio. Acabó de limpiar su ojo y se inclinó de forma que Chiesa no pudiese ver cómo se colocaba el ojo, ya que sabía que para algunas personas podía llegar a ser desagradable. Una vez hecho e intentando recobrar cierta seriedad ya perdida, llamó al camarero e hizo que le trajese otra copa y un paño para el capitán y se llevase la bebida que ya tenía.

-Bueno, no ha sido lo que se dice un buen comienzo. Le ruego que acepte mis más sinceras disculpas- dijo, mientras agarraba la tela que le llevaba el camarero y se la ofrecía al shinigami-. Bueno... mientras se limpia, podría contarme cómo se lleva ser repentinamente un capitán...

Suna sabía que era una pregunta estúpida, pero quería dejar a toda costa atrás todo lo que había sucedido. Maldita sea...

OFF: Lamento la larga espera, pero es que al estar inactiva derepente, no tenía el mejor de los humores y sólo he posteado algo con Yoel. En fin, tarda lo que quieras xDD evidentemente no pudo enfadarme.

Un saludo ^^

P.D: Mola tu nueva imagen :3


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Mensaje por Chiesa Miér Ago 18, 2010 5:38 am

La chica bajó la mirada, observando la copa que se situaba bajo ella y de la cual estaba bebiendo. Esto iba viento en popa.

No sólo parecía algo tímida, quizás avergonzada, por haber sido asaltada por el capitán, pero sin mostrar una clara predisposición a negarse a lo que él pudiera proponerle. Sin duda un reto lo suficientemente difícil para no caer a las primeras de cambio, pero que también parecía darle un final feliz, o por lo menos, tan satisfactorio como él pudiera querer.

Pero la sonrisa se le heló en la cara en apenas unos segundos.
El primer hecho que le dio pie a ello fue la sola mención del 12º escuadrón.

Aquel era un sitio solo apto para los más pirados. Incluso los shinigamis cuerdos que por cosa del azar, destino o masoquismo acababan en aquella división sin haberlo deseado o sin saber todo lo que se le venía encima, no tardaban en sumirse en la locura colectiva que parecía inundar como si de un gas o un aura se propagaba por los pasillos de aquella división, aunque por suerte, parecía no ser contagioso cuando cualquier shinigami del 12º escuadrón se juntaba con los demás shinigamis, si no, el Gotei haría ya tiempo que habría colapsado sin lugar a dudas.

El segundo de los hechos, fue un clonk! que había pillado despistado al capitán, ya inmiscuido en sus peores augurios sobre aquella chica. Y es que el ojo, parecía ser, se le había caído al vaso.
Menos mal que había advertido de su origen y de que escuadrón formaba parte, si no, le podría haber sorprendido de tal manera que habría resultado realmente ostensible. Pero ya había oído demasiadas historias de aquel escuadrón, demasiadas leyendas, que como estaba habiendo, eran tan poco leyendas como él había imaginado, pues no se fiaba lo más mínimo de aquellos que decían que el 12º escuadrón no era tan temible.

Así que pudo recuperar la compostura pronto, sin que apenas se le hubiera notado agitación alguna por el hecho de que su compañera se estuviera despedazando, despojando poco a poco de cachos de su cuerpo.

- Encantado, Suna-chan.- Tras aquello hizo una lenta pausa para hacerse el pensativo y seguir hablando - Ser capitán podría ser peor. Aunque la intimidad y la capacidad de libertad se ven demasiado limitadas. Supongo que es lo que pasa cuando te ascienden. Espero no tener que llegar nunca a soportar la tensión de un comandante. - Le comentó, con una risa más marcada de la que estaba mostrando, respondiendo a la pregunta, haciendo justo lo que quería ella que pasara, que se actuara como si no hubiera pasado nada, pues podía ser peor. Mejor que se le cayera un ojo, no que tuviera accesorios de más en otras zonas, como, digamos al azar, la entrepierna. - Espero que disfrutes de tu vida de oficial, porque si llegas a teniente alguna vez, descubrirás que es algo terrible. Nunca nadie te permite jugar...

Así, terminando con una tentadora sonrisa, resaltando la última palabra. Pues aunque fuera capitán y hubiera madurado más de lo que él mismo creía que haría, nadie le había quitado realmente aquellas ganas de ser un jugador empedernido.
Sobre todo si se trataba de mujeres.
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Mensaje por Kawasumi Hotaru Jue Ago 19, 2010 11:52 am

Los ardientes rayos del sol atravesaban pobremente las robustas y plomizas nubes, la brisa, mansa y húmeda, se pegaba en las pieles de los viandantes con el bochorno de un amante persistente. El bullicio era desordenado y dispar, repleto de caras anónimas que abordaban la visión de uno para desaparecerse casi al instante en esa marea de cuerpos y mercancías en la que resultaba sumamente sencillo perderse. Por allá un criado que corría con una bandeja cubierta en la que llevaba viandas adquiridas en una casa de comidas, en el extremo opuesto, cuatro hombres se apresuraban por el camino de tierra, cada uno cargando sobre el hombro el peso compartido de un palanquín; el polvo que levantaban todos ellos a su paso se elevaba como polen dorado.

-El que la deje caer se llevará unos azotes- amenazó una joven de llamativo aspecto, volviendo el rostro hacia el par de muchachitos que llevaban tras ella su espada. Acobardados por la advertencia, sus manos se cerraron sobre la vaina con más firmeza y cuidado- Y si le hacéis un rasguño os corto las manos. A los dos.

Era un distrito agradable para el que tuviera afición a los mercados y las tabernas de toda la vida. El precio del alcohol no era tan insultante como pudiera serlo cualquiera de los artículos de los buhoneros, los cuales trataban de vender sus baratijas como si de piedras preciosas se tratase. No había mayor entretenimiento que regatear con los vendedores y celebrar más tarde las gangas obtenidas tomándose una buena copa.
La shinigami, que aquel día se hallaba de un humor excepcional, no había malgastado el tiempo al verse libre de obligaciones y se mezcló como una más entre los residentes del Rukongai. Y como no, se había procurado un vistoso kimono de jazmines blancos como la crema sobre un fondo azul cobalto, que lucía atado de cualquier manera con un obi ancho, exponiendo sus hombros y sus piernas a la desfallecida luz diurna.
Abandonó la poblada zona de comerciantes y criados que salían a trabajar aunque hubiera amenaza de lluvia, y de entre las cantinas conocidas se decantó por una que a aquellas horas debía encontrarse bien transitada.

El rostro de Hotaru apareció al cruzar la puerta, con un destello de mirada verde entre los cabellos blancos y alborotados, con la ropa enredándose en su esbelta figura y una sonrisa juguetona en los labios. Por un breve momento se giró, y tomando la odachi que a duras penas podían cargar los dos niños, les dio un gishiyaki a cada uno antes de despacharlos. Ambos, contentos, marcharon hincando los dientes en los bizcochos rellenos de pasta dulce de judía.
Inició su rutinario rito de reconocimiento antes de atreverse a prolongar su estancia allí, que no tenía mayor fin que el de descubrir si entre los presentes contaba la figura de algun conocido del que poder aprovecharse o alguien con quien estuviera endeudada y, por lo tanto, debiera abandonar el local antes de ser advertida. En su cuidado escrutinio tropezó con una cabellera carmesí que resultaba inconfundible. Allá, en una de las mesas, estaba su pequeña Su-su.

-¡Suna-chan!- y pronunció su nombre con una inflexión tan familiar y amistosa que daba la impresión de que saludaba a una compañera muy querida. Adelantándose a un posible intento de huída, recorrió el trecho que las separaba y se plantó ante la pelirroja.- ¿Dónde te habías metido, ricura? ¡Te escondes de mí mejor que las ratas! Y vienes a tomar una copa sin tu camarada. Qué feo está eso, ¿eh, Su-su? Dime qué es lo que te ha tenido tan ocupada y que haya sido suficiente motivo para no tener noticias tuyas en este tiempo.

Sonreía no solamente por verla, sino por saber que le había tomado ventaja. Era más que evidente que Suna la había estado evitando todo ese tiempo, pero ahora la había pillado desprevenida y no la dejaría escapar tan facilmente.
Su gesto se turbó un ápice al ladear el rostro y ser consciente, por primera vez desde que llegó, que a la shinigami la acompañaba un hombre. Examinó su aspecto con una vehemencia que causaría sonrojo o incomodidad a las personas de naturaleza introvertida.

-Vaya- alzó ambas cejas y ensanchó maliciosamente su sonrisa-. No sabía que eras tan viciosa, pequeña. Pensé que te gustaban más los hombres con cara de mujer.

Con una risilla burlona, agarró una silla de otra mesa y tomó asiento sin haber sido invitada, manteniendo la zampakutoh inclinada hacia su pecho, rozando la saya con la cara interior de ambos muslos mientras la kashira quedaba tocando el suelo. No se demoró en pedir más bebida, dando a entender que compartiría el rato con ellos dos.
Dando buena cuenta del sake, se fijó en el hombre que, por alguna extraña razón, le sonaba familiar. Muy familiar.

"Juraría que conozco a este tipo... Bah, será que nos habremos cruzado en otra taberna"

Sin darle importancia, pues, y sin la costumbre de presentarse como hubiera sido correspondiente dada la situación, vertió su atención de nuevo en Suna.

-¿A que no sabes qué? El otro día el memo de Hoshino casi pierde el cuello intentando que El Gordo le vendiera esa porquería suya- sin ponerle el más mínimo cuidado, se puso a hablar sin parar del asunto- Le hicieron un tajo en el hombro y empezó a sangrar que casi se queda seco. Tú te acuerdas de él y de su gente, ¿no? ¡Sí, mujer! Has ido ya un par de veces a hacer tratos con esas bestias. ¿No lo recuerdas?

---

[Off Topic]: ¡Me acoplo si no os importa! :3
Kawasumi Hotaru
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Mensaje por Shiroi Suna Lun Ago 23, 2010 11:44 am

Tras pasar unos incómodos momentos, Suna agradeció que el capitán decidiese comportarse como si todo lo que había pasado hubiese sido del todo normal, así que, no pudo evitar sonreír ligeramente de alivio mientras miraba hacia otro lado y cogía la nueva copa para Chiesa. Mientras él hablaba, comenzaba a recordar una de las facetas más famosas de aquel hombre, provocando que su tímida sonrisa se torciese y se transformase en una expresión algo desafiante. Sabía que aquel hombre coleccionaba mujeres como quien colecciona sellos y aunque era posible que sus intenciones no fuesen deshonestas respecto a ella, no podía dejar que le viesen durante mucho tiempo con aquel hombre. La joven suavizó su expresión y tomó un poco de su copa, mientras, invitaba con su mano libre a que aquel hombre bebiese de la suya. Tenía que irse sin que pareciese que le hacía un feo a aquel shinigami. Había dedicado demasiado tiempo a formarse una seria reputación y no que ría que ninguno de sus contactos la viese como cualquier otra frívola mujer presa de los encantos del comandante.

¡Estrecha!

La pelirroja se atragantó con su bebida tras oír a Kurayami. Maldito entrometido, pensó. Estoy harta de que te entrometas en mi vida.

Pero venga, mujer… Una canilla al aire, no hace daño a nadie.

La joven intentaba mantener una expresión relajada. Aguantar a su espada, le había creado más de una vez un buen dolor de cabeza y como siempre, sus comentarios estaban de más. Cuando creía que la cosa no podía ir a peor, una voz chillona y siempre molesta para ella llego hasta sus oídos. Como un resplandor blanco en aquella tarde oscura, Hotaru recorrió rápidamente el local hasta encontrarse con ella, llamando la atención enormemente como solía pasar en sus encuentros.

La irreverente shinigami se acomodó y comenzó a escupir palabras sin parar y sin dejar que Suna hablase. No había pasado ni un minuto, cuando aquella alocada mujer ya comenzaba a hablar más de la cuenta.

Rápidamente, la chica rodeó con un brazo a la joven y vertió el contenido de su bebida en la boca de la shinigami, sin preocuparse de si aquel gesto le dejaba sin respiración. La pelirroja comenzó a reír con una carcajada forzada y habló:

-Hotaru, pareces sedienta, mujer. Siempre hablando, no puedes evitarlo, ¿eh? Menuda cotorra y no se callas ni bajo el agua- dijo entre dientes-. Bueno, te presento al capitán, Chiesa. Estábamos hablando de cosas más bien triviales antes de que llegases.
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Mensaje por Chiesa Vie Oct 22, 2010 5:05 am

La situación parecía que había vuelto a normalizarse entre ambos. El despiste momentáneo de Chiesa, ese "yonohevistonada" fue recibido de buen grado por la shinigami, avergonzada por aquel hecho, del cual ahora se había repuesto, aunque solo lo pareciera de manera externa.
Quizás otro día hubiera tirado de labia y de ironía para echar abajo la autoestima y confianza de la chica, pues todo el mundo sabe que no hay nada más sencillo que una víctima que no sabe ni tan siquiera si quiere escapar, si merece escapar.

Pero parecía que el nombramiento de capitán le había hecho, si no serlo, si parecer más responsable, más centrado. Dentro de nada seguro que se pondría a echar migas de pan a las palomas que volaran y revolotearan en algún parque de los jardines del Seiterei.
Por lo menos esperaba que la jubilación de un capitán fuera sustanciosa, tanto como pagar los caprichos de alguna jovencita ocasional con algún problema psicológico-traumático con su padre. Esas siempre andan en la búsqueda de amparo que solo un hombre con experiencia, saber estar y, sobre todo, una nutrida cartera.

Pero su mente ya estaba divagando demasiado por lares que no eran los adecuados para esta situación, o por lo menos no lo eran cuando llegó aquel torbellino de nevados cabellos. La chica entró hablando y gritando sin parar, como si su lengua no obedeciera los principios de la física alguno. La situación volvía a repuntar, alzándose la posibilidad de diversión animada por aquella variable. Era realmente entretenido ver como charlaba y soltaba palabras sin parar, buscando la atención, seguramente no solo de Suna sino de todo el bar, al que había entrado como un remolino, al contrario que habían hecho el capitán de la 13ª división y la shinigami de la 12ª, quienes habían buscado esconderse, camuflarse con el entorno, antes que darse a conocer tan ansiosamente.

Mas no iba a perderse en los detalles, aquella chica auguraba algo inesperado y su extraña apariencia lechal y voluptuosa lo confirmaba, aún cuando sus claros ojos verdes apenas se posaron en el capitán. Pero aún en una milésima de segundo, pudo ver en ellos ese brillo que identifica a aquellos que no se atan a lo establecido, ese tipo de personas que no suele acabar precisamente como shinigamis, por lo que un ejemplar tan raro debía de ser especial.

Se preguntaba si él seguía manteniendo ese brillo también. Recuerdos de palomas en el parque volvían a su mente.

Justo cuando iba a abrir la boca, cuando aquellos chismes de la blanca chica se salían de lo normal y se metían en el terreno de lo pantanoso para la chica pelirroja, Suna le calló la boca, no tan solo hablando ella, sino indicando que su presencia allí no era como la de cualquier tabernero, sino que mi grado de capitán me hacía alguien a quien no hablarle sobre ciertas cosas.

- Tssk - Un chasqueo con la lengua fue su respuesta inmediata. No sabía si era culpa de su rango o de que la chica era una aguafiestas, pero la diversión que se preveía parecía difuminarse como el azucar en el café, como el humo del sake caliente en el aire.

- Si, no eran más que trivialidades y otras superficiliadidades. Prosigue con lo tuyo - Contestó con una sonrisa mientras se atusaba el pelo con una mano, esperando que no se acomplejara demasiado al estar en la presencia de un capitán. Alguien como ella no debería hacerlo.

Esperaba que la función siguiera.


[Sorry sorry very much el haber tardado tanto, pero ya solucioné varias cosas y voy a ponerme/intentar estar al día ]
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Mensaje por Kawasumi Hotaru Vie Oct 22, 2010 9:38 am


El licor caliente se derramó por su garganta, provocándole de inmediato un ataque de tos al quedar sin respiración. Cuando pudo tragar, tomó aire, preguntándose qué diablos pasaba por la cabeza de su amiga para haber reaccionado de aquel modo. "¡Puta chalada!"
Cerró los dedos en torno a la nuca de Suna, enfrentándola con el ceño fruncido y los ojos llorosos a causa de la tos. A esa distancia podría darle un mordisco o haberla besado, aunque no sabría decir cuál de aquellas opciones le apetecía más en aquel instante. Entonces su semblante se suavizó ante la mención del rango que ocupaba el acompañante de la joven.

-¿Chiesa-taicho?- murmuró, algo perpleja. Le lanzó una mirada indagadora al hombre. Sí había oído hablar de él, desde luego, y no solamente por boca de la gente del Seireitei, pero no recordaba haber asistido a su nombramiento. ¿Dónde demonios se había metido cuando pasó?

"Estabas demasiado borracha como para acordarte de algo aquel día..." respondió de inmediato la voz de Shiroihi, medio reprochándoselo por el tonito que se gastó. "Uhm... Parece propio de mí, sí." Observando a la pelirroja con una sonrisilla burlona, le guiñó un ojo con aire cómplice, dando por hecho que mantenía algún tipo de relación con el Capitán y buscaba sacar provecho de ello. "Así que Suna no es tan mojigata después de todo."
Carraspeó para aclararse la voz, todavía resentida por el brusco método que habían empleado para hacerla callar.

-Pues yo soy Hotaru Kawasumi, Capitán. Recuerda bien mi nombre, porque puede que algun día te robe el puesto- dijo a modo de presentación, con su habitual sonrisa desvergonzada, alzando su vaso de sake y dándole un sorbo después. Uno de los grandes rasgos problemáticos en el carácter de la shinigami era su falta de respeto hacia las normas y las jerarquías; bastaba con que alguien se mostrara amistoso para que ella se tomase unas confianzas desmesuradas.
Aunque si él era la presa de Suna, no se iba a sobrepasar; para una vez que la pobre se desmelenaba... "Pero no creía que éste fuera su tipo".
Alzó una ceja y observó con mirada crítica el sake que estaba bebiendo- Aaah... me parece que no es tan bueno como el camarero dice, y no me gusta que me tomen el pelo...- chasqueó la lengua con fastidio, y, mientras tiraba suavemente de la tela del kimono que vestía, no fuera que acabase enseñando algo más que los hombros, por segunda vez analizó el ambiente de la taberna, llena de clientes tanto o más ruidosos que ella. El monedero que llevaba escondido entre sus ropas delataba el peso de las monedas que guardaba. Había tenido suerte jugando a los dados, y pretendía gastar el dinero con la misma rapidez que lo había obtenido. Era una derrochadora.

"Pero este sitio no tiene suficiente clase"

Prefería un escenario mejor iluminado, sin insectos pululando por debajo de las mesas y con hermosas jovencitas que sustituyeran a aquellos sudorosos hombres. Cualquier día podía perderse en una de esas tascas viejas y sucias, pero hoy le apetecía pasarlo en grande y gastarse más de lo que tenía. Además, había encontrado una compañía que se prometía interesante.

-Oye, Suna, estoy hambrienta de los viejos tiempos- a medida que hablaba, apartaba con sus dedos finos mechones carmesíes que caían sobre la frente morena de la otra mujer, casi con cariño.- ¿Por qué no vamos a un sitio más limpio, con música y bebida decente? Di que sí, no puedes negarte después de tanto sin vernos...- después, desplazó sus ojos verdes hasta engarzarlos con los de Chiesa. Podía adivinarse un singular desafío transmitido por la juguetona sonrisa de Hotaru- Y el Capitán queda invitado, claro. Podemos pasarlo muy bien los tres juntos.

Y es que el excelente humor del que hoy hacía gala la joven, le restaba drama a la posibilidad de que ella debiera cargar con la cuenta de los festejos que disfrutarían esa noche.

-¿Qué os parece la idea? ¡Os aseguro que nadie conoce mejor que yo dónde se esconde la diversión en el Rukongai! Sobretodo cuando cae el sol...


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[Off Rol]: No te preocupes, Chiesa ^^ ya nos imaginábamos que andarías ocupado.


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Mensaje por Shiroi Suna Lun Nov 29, 2010 12:38 pm

¡¡Fiessstaaaaa!! Tenemos que ir, Suna-chan. Si vamos con Hataru habrá mujeres voluptuosas por un módico precio para todos.

Dirás diversión para ti, Kurayami. Para ti un agujero, es un agujero. Si por ti fuera, nos pasaríamos de orgía en orgía cada noc
he.

La joven miró unos instantes a la barra, mientras su compañera conversaba con Chiesa. Muchos hombres miraban hacia la mesa y observaban a la excéntrica pero hermosa flor que acababa de llegar a la taberna. Uno de ellos, un hombre alto y grueso de aspecto acaudalado osó a acercarse a la mesa sin dejar de mirar a Hataru. Otro viejo verde. Uno, que conozco demasiado bien.

-Disculpad, jovencitas, pero no he podido evitar escuchar que quieren ir de fiesta. Soy Yoshuro Kamiyo, propietario de un local muy... alegre..- dijo con aire despreocupado, mirando a todas las personas de la mesa, hasta topar con la mirada de la pelirroja-. Errr...

La última palabra se le atragantó al viejo, había reconocido a al joven aunque habían pasado muchos años y su nuevo traje, la colocaba en un aposición que no le hacía mucha gracia. La pelirroja, al ver a aquel mafioso de pacotilla tan incómodo, no pudo evitar poner una sonrisa de suficiencia. Aquel maldito bastardo le había tenido durante muchos años con la soga al cuello por el alto interés que ponía a sus prestamos. Aún, recordaba aquellos días en los que apareció en su local por haberse retrasado un par de días en los pagos; le venía el recuerdo de su aliento fétido;sus manos grasientas intentando asirla y sus dos estúpidos secuaces riendo. Por suerte, ella siempre había sabido defenderse .

Era tarde y Suna estaba haciendo cuentas para poder pagar a Kamiyo al día siguiente. Llevaba dos días de retraso porque había sido un mes difícil, pero al final, lo había conseguido. De repente, unos pasos pesados se escucharon cercanos a la puerta y una voz grave gritó su nombre. Aterrada, la joven cogió el largo puñal que escondía en la pierna ,se lo escondió en la manga y se acercó con sigilo a la puerta, para luego abrirla deprisa.

Hace dos días que deberías haberme pagado, preciosa-le espetó una voz poco amistosa.

La pelirroja notó la saliva densa en su boca, pero consiguió carraspear y contestar con serenidad, intentando no mirar a los gorilas que le acompañaban:

-Lo sé. Ahora mismo estaba contando tu parte de mi ganancia para dártela mañana. Si queréis, os la puedo dar en estos mismos momentos.

El hombre sonrío maliciosamente.

-Lástima... Pero es que ahora han pasado dos días, así que ahora me debes el doble.

Suna encolerizó, aquel hombre sabía que si tenía que pagarle semejante suma, no tendría nada de beneficio ese mes, ni tan siquiera para un tazón de arroz.

Es imposible. Si le doy todo ese dinero, no tendré nada para poder subsistir.

Sin dejarle decir una sola palabra más, Kamiyo se lanzó sobre la pelirroja, agarrándola de los hombros y empujando su prominente barriga sobre su cuerpo. La joven, notaba su maloliente aliento muy cercano a su rostro, así que lo apartó intentando no vomitar por el contacto d e aquel hombre.

-Una chica como tú, seguro que tiene algunos ahorros- dijo, observando comos sus secuaces entraban en su tienda y se llevaban todo el dinero que tenía en la mesa-. De todas formas, hay otras soluciones más beneficiosas para los dos- murmuró, acariciando su rostro con su enorme nariz y rozando su barbilla con sus labios.

Suna no pudo con tanta provocación., le apartó con un rodillazo en su entrepierna y luego le atestó un corte superficial con su arma en la cara. El viejo chilló como un cerdo, pero sus guardaespaldas no tardaron en golpearla y agarrarla.

Maldita zorra....- dijo con rabia mientras le propinaba un golpe en el estómago a su agresora-. No olvidarás este día.

En apenas unos instantes, los enormes hombres la metieron en la casa y cerraron la puerta para después atrancarla. La pelirroja gritaba y arañaba intentando salir, pero no podía, estaban colocando objetos pesados y no era capaz de abrir la puerta.

-No volverás a desafiarme.

En cuanto se escucharon esas palabras, su nariz detectó un desagradable olor a quemado. ¡Pretendían quemarla viva!. Respiró hondo, lo primero que había hecho al reformar esa vieja casa, fue un sótano donde poder esconderse y huir. Allí, tenía un dinero para urgencias y algo de carne seca, no todo estaba perdido, pero tendría que volver a comenzar y si tenía suerte, la darían por muerta.

Al final, consiguió escapar; aunque tuvieron que pasar muchos años antes de poder comprarse una tienda y volver a usar su nombre. Por suerte, aquel mafioso no dominaba un distrito muy grande por lo que pudo pasar desapercibida lejos de su vieja casa . Jamás olvidó la cara de ese hombre, pero nunca creyó que volvería a encontrarse con él.

-Kamiyo- dijo alegremente la shingami-. ¿Se va a sentar con nosotros a beber sake?

El hombre empalideció ante las palabras de la joven, ya que para él sonaban a amenaza. Sacó un pañuelo de su bolsillo, se secó el sudor de la frente y sin mediar palabra se marchó del local.

-No te olvide de esa deuda que te debo- gritó Suna antes de que cruzase el umbral de la puerta-. Prefiero quedarme aquí. Al parecer, es un buen sitio para retomar viejas amistades-. Dijo a sus acompañantes con una sonrisa , mientras pensaba en su futura venganza.

Off: No te preocupes por la tardanza, a veces yo soy peor.Sé lo que es tener mucho trabajo ^^
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Mensaje por Chiesa Sáb Dic 11, 2010 6:25 am

Mientras la Suna entablaba una conversación con un hombre que acababa de aparecer prometiendo una gran fiesta, a colación seguramente de lo que se estaba hablando en la mesa, Chiesa dirigió su atención más hacia la nueva shinigami del pelo blanco.

Kawasumi Hotaru era un nombre poco sugerente, pero esa shinigami escondía una fuerza, tan brillante como caótica. Indudablemente le recordaba a él en sus inicios, cuando todavía era un inexperto shinigami. Hablar con tanto descaro y ambición es propio de los que van a comerse el mundo.

Le recordaba tanto a sus primeros días de shinigami, donde hacía demasiado el gamberro por la 6ª división, donde le gritaban y se peleaba a partes iguales. Sobre todo con los, a veces violentos, pero no exentos de erotismos, encontronazos con Kaori-chan.
Que fastidio fue encontrarse entonces con aquel estúpido shinigami que lo desarmó con sus manos desnudas. No importaba cuantas veces acudiera a atacarle, siempre lograba zafarse de un joven Bastian sin esfuerzo ni excesivos movimientos, como quien aparta una hoja de su camino.
Lo peor fue el punto de que, una vez cansado de tanto ataque inútil por el novato Chiesa, decidiera elevar su reiatsu y evitar así que, el ahora capitán de la 13ª divisón, pudiera tan sólo levantarse.
Y es que también tuvo mala suerte al encontrarse bravuconeando al entonces recién nombrado capitán del 10º escuadrón, Hiroaki Samura, quien se encontraba rondando todavía a una Valeria que posteriormente sería su pareja, y quien también al tiempo sería su capitán y mentor, por decirlo de alguna manera.

Pero de eso hace bastante tiempo. Luego te das cuenta de que las cosas no son tan fáciles, de que la mano izquierda es necesaria demasiadas veces y que te tienes que callar casi siempre que eres el único foco de luz en medio de un pozo de mediocridad y oscuridad. No podría definir mejor su estancia en las reuniones de capitanes.

Pero esa chica le devolvía algo de aliento fresco, en un buen contenido, dicho sea de paso. Así que, aunque ya se había delatado su posición de capitán que tanto le gustaba esconder cuando se iba a beber por aquellos lugares escondidos del Rukongai, parecía que la diversión iba a seguir subiendo. Que su condición no iba a cambiar en nada el tratamiento que le estaba dando.

- De acuerdo, Hoto-chan. Voy a fiarme de tu criterio. - Le dijo sonriéndole con la risa que pone alguien cuando se encuentra con algo realmente interesante. Además, ya le había puesto nombre a aquella chica, así que, incluso si le quitaba el puesto y alcanzaba a ser capitán o comandante algún día, para él ella ya sería Hoto-chan para los restos.

Desvió ligeramente la mirada para ver como finalizaba la conversación de Suna con aquel hombre. La sonrisa de la shinigami, plácida en apariencia pero con cierta tirantez y los sudores y temblores del hombre antes de irse precipitadamente le decía claramente a Chiesa que aquella conversación no era tan agradable como había parecido en un principio. A pesar de la grácil apariencia de la chica, no había que olvidar que se encontraba con uno de esos elementos raros del 12º. Por lo menos con los shinigamis del 11º sabes por donde van a salir, pero con este tipo de extraños especímenes, nunca sabe que sorpresa guardarán en su interior.

-Entonces, Suna. - contestaba mientras agarraba a la shinigami del pelo blanco por la cintura para acercarla a él y lucía una gran sonrisa - ¿Te apuntas también a la propuesta de aventura que propone mi amiga Hoto-chan?
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Mensaje por Kawasumi Hotaru Mar Dic 28, 2010 7:31 am

Vio al hombre tensarse al reconocer a la shinigami de mirada azabache, con una presión convulsa en las sienes y el sudor lubricándole el rostro. Parecía cera derritiéndose.

-¿Un amigo tuyo, Suna?- preguntó, consciente del desprecio que traslucían sus palabras. No era que se llevase rematadamente bien con la del Doceavo, pero sin duda no le importaba cortar alguna garganta por ella. Sobretodo si era la de un acosador o un pervertido.
Observó entonces la expresión de la mujer, y era como ver una apacible máscara de hielo conteniendo las fauces de un lobo.

-Kamiyo, ¿Se va a sentar con nosotros a beber sake?

La respuesta de él no llegó. El gesto, sin embargo, fue inmediato. Un destello de terror en los ojos del tipo, y su cuerpo apartándose con cierta torpeza de la mesa que ocupaban, marchándose de la taberna para esconderse, tal vez, en algún rincón oscuro y lejano. Se imaginó que debía haberle hecho una bien gorda a la pelirroja para temerla de aquel modo. "Recuérdame que no la enfade si hay cuchillos cerca".

Dejó de darle vueltas a lo que pudiera unir a Suna con aquel hombre y recobró el ánimo alegre con el que había llegado. Ni siquiera ese extraño y breve episodio podía arruinarles la noche.

-¿Eeeeh? ¿Cómo que Hoto-chan? ¿No te parece que te estás tomando muchas confianzas, Capitán?-La voz suave de Hotaru llegó a los oídos de Chiesa con cierto matiz burlón-. Voy a empezar a creer que los rumores que cuentan sobre ti son ciertos...

Frunció los labios en un gracioso mohín de protesta que no tardó en convertirse en una sonrisa. Le gustaba la sensación cálida de aquel brazo rodeándole la cintura.
Mientras miraba a Suna, apoyó su cabeza de blancos rizos sobre el hombro del shinigami, sin importarle que la arrimase más a él.

-¡Vamos, mujer, no me seas rancia! Nunca te he oído quejarte después de unas cuantas copas... ¿Y acaso has olvidado cómo nos conocimos?

Le daba igual si protestaba, se la llevaría a la fuerza si era necesario; nadie iba a negarle una juerga por lo alto. Hizo una seña al camarero y pagó la consumición de los tres, dejando un par de piezas de cobre como propina. Tras tirar del brazo de Suna para levantarla de la silla y abandonar el local, lideró la marcha bajo un plomizo cielo cargado de lluvia.
Durante el camino -en el cual no soltó a la pelirroja por si decidiera escaparse- se deleitó comentando las diversas fiestas a las que había asistido, las ceremonias de cambio de estación, las obras de teatro... Parecía una chica de barrio, orgullosa de hablar sobre las calles en las que había crecido.

-Y me da igual lo que digan de Kodoku no shigunaru, es una gran representación, y Mitsuru-chan es una actriz tan dulce como los buñuelos de calabaza... Por cierto, ¿conocéis "La vieja historia de un arroyo"?

Pero tuvo que callarse, porque del cielo empezaron a caer gruesas lágrimas de lluvia sobre sus cabezas. Fue necesario correr durante las tres últimas calles que los separaba de su destino, aunque mereció la pena al contemplar la esbelta finca que era la Casa Tamagiku, otrora la mansión de un acaudalado mercader que heredó su joven y avispada amante cuando él falleciera en extrañas circunstancias. Los farolillos de papel verde como la menta iluminaban la casa principal, de dos pisos, y las naves gemelas que se construyeran a ambos lados de ésta apenas un par de años atrás. Al igual que las avenidas de las zonas bien acomodadas del Rukongai, el suelo se presentaba adoquinado y ahora brillante por la lluvia.

-Tuvieron que añadir dos edificios más, porque los clientes ya no cabían- comentó Hotaru cuando pasaban bajo las ramas del cerezo en flor que adornaba el patio-. Hiwatari-san se ha vuelto rica llevando este negocio, y su hija Kurenai la sucederá cuando sea demasiado vieja como para atender a las visitas más importantes.

En la entrada había una joven de cabellos como el ónice y piel muy blanca, ataviada con un Irotomesode violeta estampado con flores amarillas. Tenía los labios teñidos de rojo, muy sensuales. Era Seika-san, la hija menor de la señora de la Casa Tamagiku. Realizó una cortés reverencia y los acompañó hasta la recepción, donde Hotaru entregó su bolsa de monedas al gerente y tuvieron que dejar las armas que llevaban a su cargo, antes de ser guiados hasta el salón que habían rentado para toda la noche.
Pisando con los calcetines sobre el pasillo de madera, la shinigami trataba de atisbar lo que ocurría en el interior de las bien iluminadas salas que iban dejando atrás. El placer que experimentó fue como una música provocativa.

-Qué diferencia, ¿eh? No tiene nada que ver con ese tugurio cochambroso en el que querías quedarte, Suna.

La estancia, perfumada y con el suelo de tatami, parecía demasiado grande para albergar solamente a tres personas, pero eso se debía a que los artistas todavía no habían llegado.
Hotaru tomó asiento en uno de los zabuton, esos almohadones que habían ante las mesas bajas de madera oscura. Al poco los sirvientes entraron por la puerta que había a sus espaldas, llenando de viandas y bebida el mueble. Carne, pescado, arroz, dulces, embutidos... Merecía la pena haberse quedado de nuevo con los bolsillos vacíos si podía disfrutar de algo así.

-Poneos cómodos... ¡Va a ser una noche muy larga!- exclamó con una gran sonrisa, mientras las camareras llenaban sus vasos de sake y un grupo de músicos se colocaba en posición, para interpretar una de las muchas melodías que llenarían la sala.
Aunque las otras diversiones que les esperaban tendrían incluso mejor acogida...

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[OffRol]: Lamento el tochazo ^^u Os dejo una imagen del sitio visto desde fuera:
Spoiler:
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Mensaje por Shiroi Suna Jue Dic 30, 2010 3:24 am

Los dos shinigamis parecían bastante dispuestos a salir de fiesta y Suna no hacía más que preocuparse por las terribles consecuencias que tendría para ella. Siempre que acababa con Hotaru, ella se las arreglaba para emborracharla y Kurayami se divertía asu costa.

Cuando la pelirroja estaba pensando cómo salir de esa situación, su despreocupada amiga le cogió fuertemente del brazo y la sacó del local. Mientras Hotaru hablaba sin parar, la shinigami intentaba librarse de su cepo, pero cuanto más intentaba soltarse, más fuerte le apretaba su captora. Pasaron por delante de muchos locales y enormes caserones. Las personas no eran más que borrones que se apartaban del paso de la improvisada comitiva, ya que la joven de cabello blanco no se detenía ante nada, parecía una apisonadora. Era evidente que el sake, la comida y las mujeres eran su gran perdición. La shinigami no era más que un pelele en manos del dios Baco japonés.

Después de dar interminables vueltas por el Rukongai, llegaron a una enorme casa que reconoció en seguida. Años atrás había sido más pequeña, pero ahora le habían añadido dos horribles torreones más modernos que el edificio original. Se notaba que aquel nuevo color cantoso no había sido del antiguo dueño, un hombr duro y frío pero de palabra, algo muy extraño en esos tiempos y en mercaderes. Lástima que hubiese muerto tiempo atrás, le caía bien.

Llegaron a la entrada y una joven de desmesurada belleza los recibió. La shinigami le saludó con una corta inclinación y dejó que los guiase. Hotaru dejó unas monedas y un sirviente le miró inquisitivamente cuando intentó pasar detrás de ésta.

-¿Me podría entregar sus dos espadas, señorita?

La pelirroja clavó sus ojos oscuros en el joven. Parecía algo intimidado por su mirada, pero seguía alzando la mano para que le entregase sus armas.

-Te entregaré mis dos espadas si tú eres capaz de entregarme la mitad de tu alma.

Dicho esto, empujó a aquel chico molesto que se interponía en su camino y se dirigió a la sala que les había sido asignada. Como ya esperaba, aquella habitación estaba tan recargada como el resto de las habitaciones por las que habían pasado, y el perfume dulzón del incieso la mareba. Miró a su compañera, que entusiasmada, se había sentado enseguida. Pronto llegó la comida y la extrovertida shinigami le anunció que iba a ser una noche muy larga.

Por desgracia.
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Mensaje por Chiesa Sáb Ene 08, 2011 2:50 am

La noche no hacía más que embriagarse de forma natural y expontánea, y eso no es algo que se suela dar muy a menudo, menos aun cuando no se busca.
Su simple acercamiento a una chica pelirroja que ni tan siquiera conocía podía haber acabado simplemente en alguna que otra respuesta esquiva, o unos cuantos minutos de charla intrascendente, moviéndose por aquel laberinto de palabras que no dicen nada que las mujeres suelen aprender instintivamente, o quizás a base de quitarse de enmedio a más de un entrometido.

Sea como fuere, aquella noche le inspiraba aventura, al igual que el aire húmedo te hace ver que la tormenta está por llegar. Y el cuerpo caliente de aquella chica descarada de pelo blanco pegándose al suyo no hacía más que ponerle de mejor humor del que estaba.
Ella protestaba, pero él había escuchado mil veces ese tipo de protestas. Más bien habría que llamarlas burlas, por el tono pícaro y la sonrisa rápida, nada más terminar de protestar. Movimientos básicos de la chica coqueta. Fáciles de conocer y de preveer. Ahora la parte dificil vendría de saber distinguir si realmente buscaba seducir por el placer de sentirse una mujer deseada, ese anhelo femenino tan instintivo, o lo que realmente buscaba era acabar cansada y sudorosa en el lecho tras una noche de borrachera.

Si conocía su reputación y le concedía algo de veracidad, sabría que si solo estuviera jugando, estaría jugando con juego, aun así, siguió su primera regla, parece siempre respetable, aunque casi todo sepan que lo eres.

- Seguro que son mentiras, yo tan solo soy un capitán respetable y trabajador. - Le contestó buscando sus inquietos ojos para que la respuesta, realizada con una suave voz, resultara más interesante y directa. Aquella afirmación sería dificil de creer, si conociera realmente lo que se dijera de él, pero ella tampoco estaba pensando que él se tomara demasiadas confianzas, o si lo pensaba, no parecía disgustarle, así que, lo tomado por lo servido.

Tras aquellos momentos, Hotaru se revolvió, inquieta como siempre estaba, y en un santiamén pagó la cuenta de lo que se había bebido allí, acción rara para la gorrona que parecía preveerse en un principio, y sacó a rastras practicamente a Suna, quien si bien seguía intentando convencerse de que aquello no era lo correcto, no hacía demasiados movimientos ni de resistirse ni de querer escapar, así que en el fondo, estaba deseándolo como ellos dos.

- No conozco esa historia. ¿Nos la contarás durante la noche? - Preguntó Chiesa, pero su pregunta se perdió en el pesado aire con olor a lluvia. Sin embargo el sabía que la respuesta no dependería mucho de Hotaru, sino que el alcohol y la noche decidirían.

Por otra parte, el paseo no pudo ser más inspirador. Ambas chicas se movían al son de la música que solo ellas podían escuchar. Hotaru, con un aire alegre, moviéndo incansablemente su pelo blanco como una niña que salía en una alegre mañana de domingo.
Mientras, agarrada perennemente de su mano, Suna, que con roja cabellera no hacía más que darle color a aquel plomizo ambiente, aunque su ritmo fuera más pausado, más piano que el de su compañera.
Pero a pesar de todo eso, no pudo evitar sonreir bajo su ancho sombrero cuando la lluvia los sorprendió. Sus cuerpos mojados pegándose a los kimonos era algo de lo que tenía que disfrutar aunque tan solo fuera durante unos segundos y despues se viera obligado a correr tras ellas a un ritmo más fuerte para poder alcanzarlas.

Y con tanta carrera, apenas se había podido percatar de la lujosa casa en la que iban a entrar, pasando por alto ese detalle, aunque recordaba que había estado alguna vez de paso por allí, o quizás incluso dos, pero no había sido un local que pudiera conocer como había conocido algunos antros de otros barrios.

Sin embargo, la sensación que tuvo al entrar fue más que buena, sobre todo al ver a una chica tan preciosa como la que les recibió a la puerta. Como hubiera más como ella por allí, aquella sería una noche bastante divertida, o por lo menos, agradable a la vista.
Ella les acompañó, siguiendo el camino que les conducía a la estancia principal, la cual se encontraba todavía casi vacía. Aunque si aquel lugar contaba con la aprobación de aquella chica tan fiestera, seguro que se pondría interesante en un santiamén.

Justo antes de poder llegar a aquella gran sala, el gerente requirió sus armas para poder entrar, gesto ante el cual, Suna tan solo respondió con una frase amenazante y un empujón, quitando a aquel pobre hombre de su camino sin ninguna sutileza.
De todas formas, Chiesa se aprovechó de aquella situación para pasar también con su zankaputoh en el cinto, pues no quería sentirse indefenso en aquella juerga.

- Te la dejaría, pero luego la princesa se cabrea conmigo. Además, creo que también podría hacer explotar esta sala sin ella. - Contestó como excusa para revolverse de la petición de aquel hombre tirado. Aunque lo segundo bien fuera más una bravuconada de las que le hacían sentirse bien. Últimamente las había controlado bastante, pero ese día le estaba haciendo volver a los viejos tiempos, aquellos donde el único límite era lo que pudiera coger con sus manos. Era una sensación tan agradable que iba a hacer todo lo posible porque aquella noche fuera para recordar.

Así que, una vez se hubieron sentado en la mesa baja en la que Hotaru los recibía como anfitriona, y ante el panorama que parecía disponer, con toda clase de alimentos, aprovechó que una de las camareras se acercaba a seguir poniendo platos para decirle, mientras acercaba una moneda de oro al cinturón de su kimono.

- Asegúrese de que el sake que sirven es realmente bueno, señorita - Le dijo con tono suave y cameloso al oido de la chica mientras la mano ejecutaba su soborno. Tras sonreirle a la camarera y asegurarse de que había captado el mensaje, se acomodó en su cojín, buscando algo de apoyo para su espalda

El espectáculo iba a empezar.
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Mensaje por Kawasumi Hotaru Lun Ene 10, 2011 1:42 pm

Mientras contemplaba a las tres figuras que tenía ante sí, envueltas en varias capas de rica seda, los criados iban colocando cuidadosamente las pequeñas escudillas de finísima loza adornadas con bonitas flores pintadas. Bajo los polvos de talco y sus maravillosos tocados, los músicos parecían algo lejano, aparecidos de mundos muy diferentes a éste, casi ajenos a los comensales, al sonido amortiguado de los calcetines sobre el tatami y a la llama de las lámparas, que llevaban garzas de tinta alzando el vuelo. Cuando las primeras notas de la shakuhachi se elevaron sobre el tintineo de la porcelana, un escalofrío le recorrió la espalda.

Hotaru sacó los palillos de la funda de papel adornado en la que los habían traído y sonrió. No se demoró en atrapar algo de comida para llevársela a la boca, sintiéndose complacida a medida que iban sucediéndose los minutos en la bien caldeada habitación. Todo allí era delicioso, desde las verduras servidas en las bandejitas de laca hasta la belleza exótica de los artistas. La mujer cantaba:

Sueño de primavera
cuando por las calles
se derraman
las flores del cerezo.

Los ojos de avellana brillaban con claridad, su semblante estaba relajado y mantenía las manos cruzadas sobre el regazo, entonando cada sílaba con calma, y una voz tan dulce que acariciaba los oídos. Katsura-san, Árbol de canela, era el nombre por el que se conocía a la cantante, muy solicitada en fiestas privadas y una de las favoritas de la Casa Tamagiku. El biombo de sutil belleza que había a su espalda tenía dibujada en el centro la sombra de la virtuosa joven, que, con su inmovilidad, más parecía una muñeca hechizada que una mujer de carne y hueso.

Tantos verdes distintos...
la misma hierba.

-Bueno, Suna- se giró hacia ésta, a la que le había tocado sentarse en el almohadón central, quedando a la derecha de Chiesa y a la izquierda de Hotaru. Atrapada irremediablemente entre ellos dos, pensó con una incipiente sonrisa- Ya no hace falta que sigas siendo esa frígida y tajante shinigami que va acojonando a todo hombre que se le acerca. Ahora estás entre amigos, y sabes que lo que ocurra esta noche, no saldrá de aquí- se inclinó hacia la mesa, mirando en dirección al Capitán del Decimotercer Escuadrón. Quiso compartir un guiño cómplice con él- ¿Verdad que no tiene nada de lo que preocuparse, Capitán? Seremos muy discretos y gentiles con ella...

Soltó una risita juguetona, que terminó en un silbido al expeler el aire de sus pulmones. Se llevó un pedacito de pescado diestramente a la boca y masticó con rapidez. Algunas gotas de salsa ya le habían caído por la ropa, mas no le preocupaba; mañana volvería a vestir el uniforme y a comer fideos ínsipidos, haciendo guardia hasta bien tarde y soportando las quejas de sus superiores. ¿Pero qué importaba? La fugacidad de los placeres y los buenos momentos era lo que le daba encanto a la vida.

- No creo que deje de llover hasta mañana. Será mejor pasar la noche aquí, de todas formas he pagado para que podamos quedarnos. Eh, este sake sí que es bueno, no como esa porquería con la que seguramente mataban a las ratas. Toma, bebe, bebe un poco más, que tienes el vaso vacío- inclinó la botella hasta dejar servida a Suna de licor. Iba a estar pendiente de que se emborrachara, aunque esperaba que fuera pronto, por que ella ya comenzaba a sentirse algo achispada y no quería ser la única en divertirse aquella noche. - Me pregunto con qué nos sorprenderán; me consta que este sitio es muy famoso por saber satisfacer los deseos de la clientela. Aquí, por ejemplo, mientras se cena y disfruta de la música y una compañía agradable, en los nuevos edificios se entregan a entretenimientos menos... inocentes.

Aprovechaba para dejar con disimulo los platos más picantes y salados al alcance de la pelirroja, para que le entrara la sed y se viera obligada a tomar sake. Suponía que Chiesa ya se procuraría él mismo dar buena cuenta del alcohol.

-No dejan entrar a las mujeres allí, a no ser que seas una prostituta, claro. En uno de los torreones dicen que hay muchachos tan delicados que parecen niñas, y otros hombres pagan bastante por llevar a cabo sus vicios con ellos. Pero cómo no... todos van con sombrero para que no los reconozcan y sus mujeres sepan que son maricones.

Con un tañido suave de las cuerdas del shamisen, se dio por finalizada la actuación de Katsura-san, que tras una inclinación educada abandonó la estancia a base de cortos y delicados pasos para acudir a la próxima. Los músicos se quedaron, preparando los instrumentos para acomodarse a la danza que iban a realizar un grupo de tres bailarinas, que aparecieron en fila por la puerta que ocultaba el biombo.
Su atuendo dejó desconcertada a Hotaru unos instantes, pues iban descalzas y con las largas y oscuras cabelleras sueltas, vestidas solamente con un yukata blanco y un fajín rojo. La música sonó de nuevo, y con movimientos armónicos y solemnes, las mujeres ejecutaban la danza de los abanicos con gran destreza. Los pies, menudos y pálidos como el humo, seguían como por instinto el ritmo de la música; las muñecas realizaban giros sutiles y acertados, convirtiendo los sensu en una parte más del cuerpo.

-Oh, me habían hablado sobre ésto
- recordó la shinigami, sin apartar la mirada de los muslos que quedaban al descubierto por no más de unos segundos entre vueltas y balanceos. Bebió con generosidad de su vaso, luciendo una ufana expresión cuando lo dejó de nuevo en la mesa-. Creo que os gustará el siguiente acto...

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[OffRol]: Gomen, no me ha quedado muy pa' allá, pero no quería tardar más en postear... -.-u
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Mensaje por Shiroi Suna Sáb Jun 04, 2011 7:57 am

Comida, bebida en abundancia y mujeres. No sabía cómo lo conseguía, pero Hotaru siempre le enredaba para acabar una y otra vez en las mismas circunstancias. El perfume de la habitación era embriagador y confundía los sentidos. Sin lugar a duda, los incensarios contenían alguna substancia que embotaba la cabeza y hacía que los clientes estuviesen más dispuestos a derrochar. Sus acompañantes estaban haciendo buena cuenta de la bebida y parecía que se divertían observando los delicados movimientos de las bailarinas.

Suna se acomodó en su cojín y comenzó a comer los aperitivos que tenía cerca, mientras disfrutaba de la música y el baile vaporoso de las mujeres. La comida era muy picante y aunque sabía que no debía abusar del alcohol, no pudo evitar comenzar a beber. Al principio, bebía pequeños sorbos para no emborracharse, pero poco a poco, la bebida fue entrando más generosamente a la vez que comía sin parar todos los manjares que le acercaba Hotaru.

Todo comenzaba a darle vueltas y el mundo se convirtió en una orgía de colores sin sentido para Suna . La música se aceleraba y los pasos de las bailarinas eran más cortos y precisos, siguiendo una música de tambores que les inspiraba movimientos frenéticos y mostraban más generosamente lo que había debajo de sus ligeras vestiduras. Tan repentinamente como la música se había acelerado, ésta paro y aquellas hermosas mujeres se dejaron caer entre los cojines, cerca del grupo de tres shinigamis.

La pelirroja notaba los parpados pesados, había bebido demasiado y ahora no podía evitar balancearse de izquierda a derecha.

Duerme…

De repente, Suna se quedó rígida, con la mirada aparentemente perdida. Tanteó sus caderas buscando su prisión, que como ya sabía, había desaparecido. En sus labios se dibujó una sonrisa burlona poco común en ella. Asió uno de los recipientes de sake y se lo bebió de una asentada:

-¡Que corra el sake!- dijo mientras movía de un lado a otro la bebida y empapaba a sus acompañantes.

Off: No hay perdón por la tardanza >.<

Por cierto, para qu eno haya más malentendidos... que hable enn rojo no significa que hable como Manolo XDDD
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Mensaje por Chiesa Sáb Jun 18, 2011 6:35 am

La cosa parecía animarse. Rápidamente colocaron bandejas de comida a su alrededor, todo ello regado con bebida en abundancia.

Aquel sitio no debía de ser muy barato, pues la calidad de la comida y del sake era buena, aunque sin llegar a la calidad que solía demostrarse en los comercios del Seireitei. De todas maneras, la carne estaba perfectamente cocinada a su punto de sal, lo cual es difícil de encontrar por allí, cuando incluso un capitán debía de comer todas aquellas ingentes raciones de arroz que eran la base alimenticia de los shinigamis. Menos mal que un buen sueldo le daba las debidas oportunidades de poder comer fuera a menudo.

Mientras comía, la chica de pelo blanco seguía intentando llevar a la pelirroja al lado oscuro, ofreciéndole todo tipo de excusas y argumentos.

- Tranquila y diviértete. La mejor excusa del mundo para poner a tu capitán es que estabas de misión con otro capitán. Así que aprovéchate de mi presencia aquí. - Le comentó justo antes de dar un trago largo a un vaso con sake, pues entre la comida y la charla la garganta empezaba a quedársele algo seca. Mientras tanto, Hotaru explicaba las dependencias de aquel luminoso antro, haciéndole gracia a Chiesa aquella zona que usaban para acostarse con chicos algo afeminados.

- ¿Y hay sitios para eso? Ptse, además, todos los japoneses parecen algo femeninos. - Comentó de forma despectiva. Seguramente el alcohol ya empezaba a subírsele, al beberlo sin control y acompañando a la comida, con lo cual coger el puntillo era más rápido.

Sin embargo, aunque ya estaba dando buena cuenta de todo, llenándose la boca con sake y comiendo como si no hubiera un mañana, aquel espectáculo le resultaba aburrido. Muy bello, pero sin un punto de la emoción que habían prometido por allí. Seguramente en algún antro más oscuro que seguramente ya conocería, alguna chica con poca ropa y sensuales gestos ya se encontraría casi encima suya, bailándole de una forma descaradamente erótica. Pero suponía que aquel entretenimiento no estaba tan mal, sobre todo si podrías centrarte en comer y beber.

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Mensaje por Kawasumi Hotaru Jue Jul 14, 2011 1:39 pm

Su plan de emborrachar a Suna había surtido efecto pero, ahora, tanto o más bebida que ella, no estaba en condiciones de recordar ninguno de los propósitos que hubiera ideado para esa noche, salvo el de pasarlo en grande. Las bailarinas habían abandonado su lugar en la pista para tomar asiento junto a los comensales, a los que agasajaban con fortuítas caricias y consentían que les devolviesen otras más osadas. En un principio se habían mostrado algo indecisas con el trato que debían profesar a las dos clientas femeninas, pues no era nada usual que las mujeres acudieran a aquella clase de negocios si no era a trabajar, mas, como descubrieron al poco de acercarse, apenas había distinciones entre el comportamiento de las dos peculiares jóvenes y su acompañante masculino. Superada esta incógnita, entonces, no dudaron en tratarlas y dejarse tratar del mismo modo que con los hombres se conducían, con ese carácter liberal y escaso en prejuicios que habían forjado tras años ejerciendo aquella profesión de discutible decoro.

-¿Más sake, sama?- preguntó, solícita, la joven de cabellos brunos que miraba con no fingida fascinación al Capitán Chiesa. Normalmente la clientela de la casa, aunque aseada y de capital respetable, no solía ser joven ni agraciada, y era evidente que esta danzarina de pies diminutos -tanto como sus compañeras, a las que alguna mirada se les escapaba- estaba encantada con el aspecto del atractivo shinigami. Sonrió con aparente timidez y batió las pestañas coquetamente, acercándose más al hombre, hasta que el aroma dulzón de su perfume llegara a ser apreciable para él.- ¿O puedo servirle humildemente en otra cosa, quizá?

Posiblemente no fuera la más bella de las tres, ni la más joven, pero era su mano la que se aventuraba por el muslo del Taicho del Decimotercer Escuadrón, despachando las dudas que pudieran haber respecto a sus intenciones. Ajenas a esta escena, las otras mujeres reían más que hablaban, salpicando el licor de calidad que llenaba sus vasos sin que esto las preocupara. Una de las bailarinas se encontraba bastante achispada, quién sabe si por insistencias de Suna, artimañas de Hotaru, o confabulación de ambas. El caso es que se carcajeaba de forma escandalosa y poco elegante, balbuciendo en los intermedios una negativa poco creíble a la petición que le estaban haciendo.

-Suna, Suna, no dejes que se zafe, ¿eh? No dejes que se... Oh, demonios, ¿dónde está la botella?- el objeto reclamado le vino dado por unas manos que antes habían estado masajeándole los hombros. La shinigami de cabellos albos soltó una risilla lúbrica, posando una mano sobre el hombro de la chica que había mandado a sujetar por su amiga pelirroja.- Shhh... quieeeta. Mira, hay que tumbarla. Y cuando lo esté, le quitamos el yukata y...- en su poder, la botella fue adoptando una posición horizontal, hasta que una ligera parte del contenido cayó al suelo. Una risa aguda se sumó a la suya- ¡Y nos servimos sake en su ombligo!

Esta increíble y absurda empresa, impulsada por el alcohol que todo convierte en razonable y urgente, acabó con el sake bañando a Chiesa en vez de a la bailarina cuando se escurrió de las manos de Hotaru, que en esos momentos no era, que se diga, muy consciente de las distancias. Tras los instantes de confusión, en los que nació la hipótesis de que tal vez el licor se había evaporado, se dieron cuenta de lo que realmente había sucedido y estallaron en risotadas.
Tumbada en el suelo con la cabeza apoyada en el regazo de Suna y el castaño cabello desparramándose sobre el hakama de su uniforme, una de las chicas, que se llamaba algo así como "Nanako", dijo que se le había ocurrido algo divertido a lo que podían jugar todos. Los hizo ponerse en pie, acompañándolos durante las caídas al suelo, que volvían a despertar risas. Cuando estuvieron de pie en el espacio de la sala donde habían ejecutado su coreografía, les explicó las reglas:

-Es sencillo. Los músicos tocan y nosotros debemos bailar, pero cuando los instrumentos callen, no podremos movernos. A quien le tiemble una sola pestaña, le castigaremos quitándole una prenda.

Hotaru aplaudió la idea, consciente de que, con la que llevaban encima, acabarían en pelotas en menos de lo que habían tardado en ventilarse un par de botellas de sake. El juego era tan estúpido que sólo servía para divertir a los borrachos, por lo que era el más adecuado para esas circunstancias.

Los músicos, que habían permanecido como espectadores silenciosos durante todo ese tiempo, comenzaron a marcar el ritmo con sus instrumentos de percusión, sabiendo, sin ser adivino ninguno de ellos, que pronto les llegaría el momento de retirarse para dejar intimidad a aquellos peculiares clientes que habían acudido a la Casa Tamagiku en su búsqueda de diversión.

__
[OffRol]: Lamento la tardanza >.>! No me tengáis muy en cuenta la pésima calidad del post... es tarde y ando con la inspiración al mínimo xD Sed libres de manejar a los Npc's si os apetece.
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