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Amargo y dulce sake [Miyamoto Kenji]
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Amargo y dulce sake [Miyamoto Kenji]
La luz ambarina del atardecer se colaba por la puerta corredera abierta que conducía al balcón; de pálido ámbar se iban cubriendo las paredes de papel y madera de roble conforme el astro iba culminando su cenit y la luna comenzaba a perfilarse en el cielo. Una fresca brisa, suave y tranquila invadía de aire la estancia, ni demasiado ávara ni generosa en exceso. Junto a un tocador de madera lacada la mujer terminaba de afanarse antes de salir de aquella vetusta casa hacia el Rukongai. Sentada en seiza sobre los talones, se pasaba el peina de nácar una y otra vez sobre aquella larga y lustrosa melena carmesí, meditabunda.
Aquella tarde, se las había apañado para no verse contenida en el escuadrón más tiempo del necesario y aunque las responsabilidades de ser tenientes sobresalían como montañas de documentos sobre la mesa, conseguía organizarse bastante bien y tenerlo todo en orden y listo. Así que no le resultó especialmente complicado el librarse de todo ello cuando terminó el día, momento en que salió como alma que persigue el diablo del escuadrón en dirección a la casa de su padre. Nanami, menos diestra que antaño no la esperaba y no pudo reaccionar a tiempo antes de que la shinigami se metiera en los baños con el agua a medio calentar. Mientras una se acicalaba a toda velocidad, la sirvienta iba llenado la bañera con agua caliente. Nanami no comprendía a qué tanta prisa y mucho menos, qué hacía allí; sin embargo se limitó a no preguntar y observar a aquella crecida niña traviesa invadida por un ataque de nervios. La cubrió con una toalla antes de que saliera corriendo hacia las escaleras, pese a que nadie aparecería en los pasillos no le agradaba que una mujer corretease desnuda por ellos.
Cuando Isono abandonó los baños y subió las escaleras, Nanami no pudo evitar vaticinar qué estaría pasando para que su niña estuviera tan agitada. Hacia años que no la veía así, tan fuera de sus papeles. Recogió el baño antes de que bajase a hacerlo ella, pensando en la única vez que había contemplado a Isono así... y frunció el ceño, pesarosa.
Isono había sacado del armario una caja ancha y no demasiado alta que dejó en el tatami de su habitación. Al destaparlo, encontró el kimono negro y rojo, y el yukata del mismo tono. Había tardado más de lo normal en enfundarse el kimono; notaba el pulso poco estable y los nudos se le escapaban de entre los dedos. Le molestaba estar tan agitada por algo tan simple como aquello. Y sin embargo... hacia tanto tiempo que no se le daba una ocasión como aquella...
Tras angustiosos minutos intentando colorcarse bien el obi, sin holguras ni nudos incorrectos, se sentó frente al tocador en un intento por calmarse un poco. Un poco de kohl negro y algo de carmín diluido bastaron mientras la angustiada cabeza de Isono es esforzaba por no parecer una chiquilla nerviosa ante una cita... o algo parecido. La verdad es que era eso lo que más nerviosa la ponía, el no saber nada de nada, de como afrontar algo así. Ser teniente era una cosa, pero ser sencillamente una mujer más que pasa una noche tranquila no entraba en sus esquemas.
Cogió un pequeño bolso negro y tras arreglarse la falda del kimono, estampado de gerberas rojas y anaranjadas, salió de la habitación. Bajó los escalones despacio, respirando hondo; dejando a cada paso las estancias de la casa atrás. El Rukongai la saludó con un soplo de aire fresco; con pasos medidos, se dirigió al lugar acordado.
Aquella tarde, se las había apañado para no verse contenida en el escuadrón más tiempo del necesario y aunque las responsabilidades de ser tenientes sobresalían como montañas de documentos sobre la mesa, conseguía organizarse bastante bien y tenerlo todo en orden y listo. Así que no le resultó especialmente complicado el librarse de todo ello cuando terminó el día, momento en que salió como alma que persigue el diablo del escuadrón en dirección a la casa de su padre. Nanami, menos diestra que antaño no la esperaba y no pudo reaccionar a tiempo antes de que la shinigami se metiera en los baños con el agua a medio calentar. Mientras una se acicalaba a toda velocidad, la sirvienta iba llenado la bañera con agua caliente. Nanami no comprendía a qué tanta prisa y mucho menos, qué hacía allí; sin embargo se limitó a no preguntar y observar a aquella crecida niña traviesa invadida por un ataque de nervios. La cubrió con una toalla antes de que saliera corriendo hacia las escaleras, pese a que nadie aparecería en los pasillos no le agradaba que una mujer corretease desnuda por ellos.
Cuando Isono abandonó los baños y subió las escaleras, Nanami no pudo evitar vaticinar qué estaría pasando para que su niña estuviera tan agitada. Hacia años que no la veía así, tan fuera de sus papeles. Recogió el baño antes de que bajase a hacerlo ella, pensando en la única vez que había contemplado a Isono así... y frunció el ceño, pesarosa.
Isono había sacado del armario una caja ancha y no demasiado alta que dejó en el tatami de su habitación. Al destaparlo, encontró el kimono negro y rojo, y el yukata del mismo tono. Había tardado más de lo normal en enfundarse el kimono; notaba el pulso poco estable y los nudos se le escapaban de entre los dedos. Le molestaba estar tan agitada por algo tan simple como aquello. Y sin embargo... hacia tanto tiempo que no se le daba una ocasión como aquella...
Tras angustiosos minutos intentando colorcarse bien el obi, sin holguras ni nudos incorrectos, se sentó frente al tocador en un intento por calmarse un poco. Un poco de kohl negro y algo de carmín diluido bastaron mientras la angustiada cabeza de Isono es esforzaba por no parecer una chiquilla nerviosa ante una cita... o algo parecido. La verdad es que era eso lo que más nerviosa la ponía, el no saber nada de nada, de como afrontar algo así. Ser teniente era una cosa, pero ser sencillamente una mujer más que pasa una noche tranquila no entraba en sus esquemas.
Cogió un pequeño bolso negro y tras arreglarse la falda del kimono, estampado de gerberas rojas y anaranjadas, salió de la habitación. Bajó los escalones despacio, respirando hondo; dejando a cada paso las estancias de la casa atrás. El Rukongai la saludó con un soplo de aire fresco; con pasos medidos, se dirigió al lugar acordado.
Otsuka Isono- Post : 1242
Edad : 38
Re: Amargo y dulce sake [Miyamoto Kenji]
El viento libre soplaba con fuerza en aquel apartado lugar levantando polvo, plantas rotas y los kimonos de los descuidados. Un pájaro voló dividiendo el campo de batalla improvisado en que se había convertido el camino. A un lado se encontraban los asustados campesinos y al otro un destacamento de crueles bandidos de rostros peligrosos y horrendas cicatrices. Solo había una cosa que separaba a ambos. Un hombre solitario en mitad del camino. El viento le mecía el cabello y el sol poniente reflejaba sombras sobre su rostro. Inmóvil y desafiante, con el rostro bajo y apoyado en la espada como si de un bastón de occidente se tratase, esperaba. Conforme el sol moría, la ramita que atrapaba entre sus labios se desplazó. El hombre alzó la vista en señal de desafío y miró a los peligrosos bandidos. Se llevó la mano a la boca y sujetó la ramita, preparándose sin duda para lanzar algún desafío.
"A ver si me aclaro, ¿soís bandidos...?"-enarcó sus cejas.
Al menos al otro lado había 8 peligrosos hombres. Rufianes de la peor calaña que había dado el Rukongai. Armados con armas campesinas y cubiertos de cicatrices hasta las cejas. De diversos tamaños y estilos, pero todos ellos la peor escoria inimaginable. Su líder, un hombre bajito, de cabello oscuro y ojos cavernosos dió un paso al frente. tenía una cicatriz que le recorría ambos pómulos pasando por encima de su pequeña nariz.
"¡Tú! ¿Acaso no sabes a quién te estás enfrentado? ¿Acaso no ves que somos hombres peligrosos?"-farfulló.-"Somos la famosa y temida banda del Demonio Blanco de Asukaze, azote del Valle Nublado, donde dimos muerte a 45 hombres nosotros solos. Asume tu lugar, entrega tus armas y quizás te perdonemos la vida."- miró con confianza a sus hombres y estos rieron con disciplina. Kenji se había equivocado, aquellos no eran vulgar escoria, eran desertores, mercenarios o bandidos organizados. Estaban a otro nivel de lo que se había encontrado antes en el Rukongai.
El hombre vaciló. Arrugó sus cejas y preguntó-"¿¿Quién??"
El líder montó en cólera. Su pálido rostro se tornó sonrosado durante unos segundos y luego estalló.-"¡Somos la temida banda del Demonio Blanco de Azukaze, azote del Valle Nublado, donde dimos muerte a 55 hombres nosotros solos!. Yo soy Kenryu, el Dragón Demonio de puños de fuego y líder de la banda."-Alzó una mano abierta y colocó la palma con decisión sobre su pecho. Vestía sendos ropajes negros vulgares y una bufanda oscura le cubría parte del rostro. A su espalda descansaban dos afilados y mortales cersus dentados, armas exóticas y mortíferas provenientes de tierras lejanas.-"Estos son Gottoku el Gigante de Piedra Roja, Akira el Dios Relámpago, Maccao de las Hojas Danzantes, mis tenientes."-señaló a tres hombres trás él.
El guerrero dudó.-"Espera un momento... acabas de decir que eran 45 hombres y ahora son 55... ¿acaso esos diez han muerto de viejos mientras hablabas?"
Kenryu se enfureció y gritó, pero su voz sonó más aguda que amenazante.-"¡Cállate de una maldita vez! Ahora moriras como ellos. ¡A por él mis hombres.!"
A su señal los 8 se lanzaron sobre él con sus armas en ristre. Pero Kenji los estaba esperando. Con un gestó saltó a su encuentro y dió una cabriola sobre el primero, con lo que cogió inercia para hacer un potente giro y probar una nueva técnica que había ideado. Pronto la figura del guerrero y sus atacantes fueron cubiertas por un tobellino de arena, patadas y hombres saliendo despedidos. No había pensado un buen nombre para esta técnica, así que mientra tanto la llamaría Timi ó Tornado Imparable Mata Intrusos. Ajeno al feroz combate que se desarrollaba, el tiempo pasaba y si no se daba prisa llegaría tarde a una cita importante.
Miyamoto Kenji- Post : 60
Edad : 43
Re: Amargo y dulce sake [Miyamoto Kenji]
El lugar acordado no estaba a una distancia considerable desde la casa de los Otsuka, tan sólo había que cruzar un par de avenidas amplias y un puentecillo que salvaba un canal, y se presentaría ante una casita de aspecto despejado que daba su entrada hacia uno de los lados más vistosos del canal. No era un lugar especialmente pomposo, ni elegante sino un sitio donde cenar algo que conectaba bien con otros lugares en caso de ir a tomar sake. Isono observó en derredor cuando alcanzó el pequeño y discreto restaurante, esperando ver a Miyamoto aparecer por los alrededores. Las getta repiqueteaban contra el suelo a cada paso indeciso de la mujer mientras estiraba el cuello en busca de aquel gigante perezoso.
El sol culminaba su cenit mientras la shinigami continuaba de pie a la espera de que Kenji hiciera aparición. La fachada de las casas iban tiñéndose de un pálido dorado hasta que el naranja brillante se tornó tenue añil y pasó a reinar la noche.
Por alguna razón, Isono casi había esperado que el hombre llegase a la hora prevista, pero... había apostado por un caballo perdedor. En su fuero interno sabía que era imposible, por el carácter que Kenji había demostrado tener, que era más probable que un arrancar se volviera pacifista a que el gran Miyamoto fuera puntual.
Posiblemente esté salvando a algún gato atrapado en un árbol, o ayudando a una anciana a cruzar la calle.... pensaba Isono dando breves paseitos de un lado a otro de la calle. ... O tal vez esté haciéndose el justiciero, persiguiendo a la escoria del Rukongai.... recapacitó furiosa cerrando los dedos sobre la asilla del bolso imaginando de forma inconsciente que era el cuello de cierto shinigami irresponsable. Era lo más posible en Kenji, que se hubiera topado con algo y estuviera, por supuesto impartiendo lecciones de justicia y equidad en alguna parte del Rukongai. No conocía a una persona capaz de dar con el mismo espectáculo mil veces... Sólo esperaba que no se hubiera olvidado de la cita. Demasiado furiosa, se acercó a un tocón de un viejo árbol, donde se sentó y estuvo a punto de tirar las getta. Pese a que los tobi cubrían sus pies, notaba cierto resquemor entre el dedos pulgar y el índice, quizás porque llevaba demasiado tiempo sin usarlas. Las dejó a medio pie de distancia, mientras observaba con cierta dificultad, la piel enrojecida por el roce.
Las puerta del restaurante se abrió, dejando a que uno de los trabajores del lugar encendiera los faroles de la calle. Una suave brisa se alzó con el inicio de la noche mientras algún sapo solitario comenzaba a croar desde algún lugar del canal. El tiempo avanzaba lentamente para Isono, que sentada sobre el tocón y con un pie sobre el empeine del otro, comenzaba a sentirse demasiado ridícula para seguir esperando.
El sol culminaba su cenit mientras la shinigami continuaba de pie a la espera de que Kenji hiciera aparición. La fachada de las casas iban tiñéndose de un pálido dorado hasta que el naranja brillante se tornó tenue añil y pasó a reinar la noche.
Por alguna razón, Isono casi había esperado que el hombre llegase a la hora prevista, pero... había apostado por un caballo perdedor. En su fuero interno sabía que era imposible, por el carácter que Kenji había demostrado tener, que era más probable que un arrancar se volviera pacifista a que el gran Miyamoto fuera puntual.
Posiblemente esté salvando a algún gato atrapado en un árbol, o ayudando a una anciana a cruzar la calle.... pensaba Isono dando breves paseitos de un lado a otro de la calle. ... O tal vez esté haciéndose el justiciero, persiguiendo a la escoria del Rukongai.... recapacitó furiosa cerrando los dedos sobre la asilla del bolso imaginando de forma inconsciente que era el cuello de cierto shinigami irresponsable. Era lo más posible en Kenji, que se hubiera topado con algo y estuviera, por supuesto impartiendo lecciones de justicia y equidad en alguna parte del Rukongai. No conocía a una persona capaz de dar con el mismo espectáculo mil veces... Sólo esperaba que no se hubiera olvidado de la cita. Demasiado furiosa, se acercó a un tocón de un viejo árbol, donde se sentó y estuvo a punto de tirar las getta. Pese a que los tobi cubrían sus pies, notaba cierto resquemor entre el dedos pulgar y el índice, quizás porque llevaba demasiado tiempo sin usarlas. Las dejó a medio pie de distancia, mientras observaba con cierta dificultad, la piel enrojecida por el roce.
Las puerta del restaurante se abrió, dejando a que uno de los trabajores del lugar encendiera los faroles de la calle. Una suave brisa se alzó con el inicio de la noche mientras algún sapo solitario comenzaba a croar desde algún lugar del canal. El tiempo avanzaba lentamente para Isono, que sentada sobre el tocón y con un pie sobre el empeine del otro, comenzaba a sentirse demasiado ridícula para seguir esperando.
Otsuka Isono- Post : 1242
Edad : 38
Re: Amargo y dulce sake [Miyamoto Kenji]
Los campesinos estaban asombrados por el espéctaculo que estaban presenciando. Pasaban de la espectación al júbilo y del más puro asombro a la más inaudita incredulidad. El combate había acabado pronto y ahora el guerrero errante les estaba soltando un sermón a los rufianes.
"... y más vale que os lo penséis mejor la próxima vez antes de intentar robar una caravana de campesinos que transportan el saque de los hombres honrados..."- Los hombres derrotados y con ojos morados y dientes de menos asentían con pavor y arrepentimiento.-"Bien, que no tenga que repetirlo, porque no me gusta repertime, tiendo a olvidarme las cosas..."-decía más para sí que para ellos.-"¡Y ahora, panda de maleantes no os quiero a volver a ver a menos de 2 horas de ese famoso Valle de la Niebla!. ¡¡¡Fuera de mi vista!!!"-les gritó mientras estos corrían en desbandada.
Todo había empezado a causa de eso mismo. El guerrero había salido a tomar un buen vaso de saque tras un agotador y ajetreado día cuando, para su desgracias y desespero, el tabernero le había dicho que la carreta con suministros no había llegado a la hora prevista y empezaba a preocuparse. Se había indignado y maldecido, y tras intensas cavilaciones había llegado a la conclusión de que que si "el monje no iba a la montaña...". Así había encontrado a los asustados campesinos y a la escoria que los retenían. Pero ya había terminado y podía disfrutar de su merecido descanso.
Los campesinos se mostraban alegres e inundados por el júbilo tras su milagrosa liberación y rezaban y hacían alabanzas sobre el guerrero y su maestría, su valor y su sentido de la justicia. Entre celebraciones una hermosa mujer de oscuros cabellos se inclinó ante su salvador. Esto provocó un extralo eco en su conciencia.
"Esto..."
A su frente, un enorme actor kabuki de rostro pintado y largos cabellos carmesíes sacó del carromato una vara con tres peces frescos atravesados y se los ofreció como agradecimiento.
"Espera un momento... esto..."
El padre de la joven, un venerable anciano de rostro bruñidos y kimono marrón sustrajo una botella de sake de la carreta y se la entregó a su hija para que sirviera un buen vaso a su campeón. Fue la última pieza del rompecabezas.
"Esto me suena... a ver un momento... mujer... perlirroja... saque..."-se forzó el guerrero por recordar.-"¡¡¡Maldición!!!"
El hombre partió sin previo avisa a la carrera, apurando el licor de un sorbo y con el pescado a cuestas. Por el camino, entregó los peces a un hambriento chiquillo en las puertas de Rukongai y usó una cubeta con agua para acicalarse en plena carrera. Cuando el sol estaba por caer, Myamoto Kenji apareció en el lugar citado.
Miyamoto Kenji- Post : 60
Edad : 43
Re: Amargo y dulce sake [Miyamoto Kenji]
El cielo comenzó a inundarse de pequeños farollilos blanquecinos y diminutos mientras Isono esperaba sentada sobre el tocón de árbol. No sabía cuando tiempo llevaba allí, sólo que comenzaba a sentir una irritación incontenible subirle por el estómago, motivada no solo por la espera, sino por el hambre y las ganas de quitarse las sandalias... Estaba deseando poder deshacerse de las sandalias un rato.
La gente había dejado de pasar por la calle, y el tránsito era mucho más tranquilo que durante las horas del día; el momento perfecto para hacer otras muchas cosas que esperar. Hasta la rana parecía cansada de que nadie le prestase atención y en un arranque de osadía salió del canal. De un perezoso saltito se posó sobre la getta de madera. Comenzó a croar desde la sandalia como si quisiera que alguien le prestase mayor atención.
-¿Qué? ¿Aburrida?-murmuró la shinigami acucliyándose sobre la rana; estiró una mano y la cogió-. No eres la única... bicho... Al menos tienes la suerte de no estar esperando a un imbécil justiciero. Los hombres son un desastre... tú cambien podrías serlo. Dicen que si das un beso a una rana aparece un príncipe... Pero lo único cierto es que casi todos los hombres salen rana -masculló con una mueca de cinismo dibujada en su rostro-.
Sólo de pensar en el tiempo que llevaba esperando y en la excusa lamentable que le tocaría esperar, hacía que la rabia fuera en aumento. No sabía en qué momento se le ocurrió aceptar aquella invitación a medio camino de la deuda, pero el caso es que como una niña pequeña había dicho que sí. Había imaginado algo más.... Quizás un poco menos... La verdad es que no hubiera sabido que esperar. Tal vez no era el mejor sujeto sobre el que depositar aspiraciones románticas...
¿¡Románticas!?... JA...No tengo tiempo para esas tonterías, pensó Isono escandalizada por aquella impulsiva y desacertada impresión. Un croar estrangulado hizo que dejase de pensar. Los dedos de la mano estaba apretados entorno a la esmirriada ranita del canal, que viéndose a las puertas de la muerte había empezado a croar desesperada.
-Dios... lo siento bicho, me había olvidado de que estabas ahí -dijo observando a la rana-.
Lo cierto es que Kenji tenía una palabrería desvergonzada y resuelta, irritantemente carismática y sugerente; además, le gustaban esos ojos oscuros y esa sonrisa despreocupada que parecía tener grabada a fuego. Suspiró... Dejó a la rana en el suelo cerca del borde del canal; la noche iba a tocar su fin, al menos para ella. Se sacudió el trasero del kimono antes de girarse y con pasos lentos, comenzar a alejarse del lugar de encuentro.
Casi por instinto se giró para echar un último vistazo cuando observó una figura acercarse a plena carrera por la calle cada vez más desierta. Se detuvo solo para clavar en el enorme shinigami una mirada de profunda indiferencia.
La gente había dejado de pasar por la calle, y el tránsito era mucho más tranquilo que durante las horas del día; el momento perfecto para hacer otras muchas cosas que esperar. Hasta la rana parecía cansada de que nadie le prestase atención y en un arranque de osadía salió del canal. De un perezoso saltito se posó sobre la getta de madera. Comenzó a croar desde la sandalia como si quisiera que alguien le prestase mayor atención.
-¿Qué? ¿Aburrida?-murmuró la shinigami acucliyándose sobre la rana; estiró una mano y la cogió-. No eres la única... bicho... Al menos tienes la suerte de no estar esperando a un imbécil justiciero. Los hombres son un desastre... tú cambien podrías serlo. Dicen que si das un beso a una rana aparece un príncipe... Pero lo único cierto es que casi todos los hombres salen rana -masculló con una mueca de cinismo dibujada en su rostro-.
Sólo de pensar en el tiempo que llevaba esperando y en la excusa lamentable que le tocaría esperar, hacía que la rabia fuera en aumento. No sabía en qué momento se le ocurrió aceptar aquella invitación a medio camino de la deuda, pero el caso es que como una niña pequeña había dicho que sí. Había imaginado algo más.... Quizás un poco menos... La verdad es que no hubiera sabido que esperar. Tal vez no era el mejor sujeto sobre el que depositar aspiraciones románticas...
¿¡Románticas!?... JA...No tengo tiempo para esas tonterías, pensó Isono escandalizada por aquella impulsiva y desacertada impresión. Un croar estrangulado hizo que dejase de pensar. Los dedos de la mano estaba apretados entorno a la esmirriada ranita del canal, que viéndose a las puertas de la muerte había empezado a croar desesperada.
-Dios... lo siento bicho, me había olvidado de que estabas ahí -dijo observando a la rana-.
Lo cierto es que Kenji tenía una palabrería desvergonzada y resuelta, irritantemente carismática y sugerente; además, le gustaban esos ojos oscuros y esa sonrisa despreocupada que parecía tener grabada a fuego. Suspiró... Dejó a la rana en el suelo cerca del borde del canal; la noche iba a tocar su fin, al menos para ella. Se sacudió el trasero del kimono antes de girarse y con pasos lentos, comenzar a alejarse del lugar de encuentro.
Casi por instinto se giró para echar un último vistazo cuando observó una figura acercarse a plena carrera por la calle cada vez más desierta. Se detuvo solo para clavar en el enorme shinigami una mirada de profunda indiferencia.
Otsuka Isono- Post : 1242
Edad : 38
Re: Amargo y dulce sake [Miyamoto Kenji]
A plena carrera, melena alborotada y levantando una gran nube de polvo. Así fue como el hombre llegó al lugar. El sol se ahogaba en el horizonte y el trinar de los pájaros moría ante la oscuridad que se avecinaba. La mujer, ataviada con hermosas galas, lo esperaba sentada al borde de un estanque con expresión perdida y gesto indiferente.
A su llegar, suspiró luchando por coger aire.-"Lo siento... cogh... cogh... me he entretenido... con unos asuntillos por el camino..."
Kenji esperaba no haber tentado demasiado a la suerte haciendo esperar a la mujer. No sabía cúal sería la respuesta de esta, así que soo le quedaba esperar.
Miyamoto Kenji- Post : 60
Edad : 43
Re: Amargo y dulce sake [Miyamoto Kenji]
Los ojos felinos de Isono eran dos rendijas de puro rencor. Odiaba la impuntualidad, la espera innecesaria, el verse como una mema aguardando a que un hombre apareciese... ¡Era el colmo! La mera idea de haberse visto esperando junto al canal, como una muchacha ingenua la sacaba de sus casillas; además de que la simple idea de imaginar con qué se habría entretenido hacía que se enfadase aún más. Era como si escuchara en su cabeza lo que iba a decir.
... Me topé con una banda de maleantes que intentaban atracar a una respetable anciana mientras iba de regreso a su humilde hogar, con la compra para dar de comer a sus doce nietos hambrientos... Fue una causa mayor... pensaba Isono con los pies clavados como estacas en el suelo. O mejor, mejor aún... Resulta que venía con tiempo de sobra para nuestra cita cuando de repente me encontré en mitad de la carretera un rostro conocido... Sí, lo era. Me miró con ojos malvados y supe que era Yoshino Nosequé. Nos enfrentamos en un combate sin cuartel porque mi deber me decía que era un sujeto peligroso y que, de no poner fin a sus andanzas, volvería a dañar la seguridad de las buenas gentes del Rukongai... imaginaba la shinigami cada vez más furiosa.
No era un segundo plato de nadie y mucho menos de un shinigami informal y desaliñado que tenía la desvergüenza de llegar tarde a la que podía ser su primera cita en siglos. Estaba segura por completo de que alguna excusa así caería, entonces ¿qué se supone que tenía que hacer? ¿Irse o quedarse? A fin de cuentas había llegado casi a tiempo... ¿O debía pagar las consecuencias y dejarlo ahí tal como ella había estado?
Frunció las cejas y entrecerró los ojos culpando al gigante desaliñado por su indecisión.
-Y bien... ¿cuál es la excusa, Miyamoto? -inquirió cruzando los brazos sobre el pecho; echaba en falta el tacto de Sangeki en la cintura-.
... Me topé con una banda de maleantes que intentaban atracar a una respetable anciana mientras iba de regreso a su humilde hogar, con la compra para dar de comer a sus doce nietos hambrientos... Fue una causa mayor... pensaba Isono con los pies clavados como estacas en el suelo. O mejor, mejor aún... Resulta que venía con tiempo de sobra para nuestra cita cuando de repente me encontré en mitad de la carretera un rostro conocido... Sí, lo era. Me miró con ojos malvados y supe que era Yoshino Nosequé. Nos enfrentamos en un combate sin cuartel porque mi deber me decía que era un sujeto peligroso y que, de no poner fin a sus andanzas, volvería a dañar la seguridad de las buenas gentes del Rukongai... imaginaba la shinigami cada vez más furiosa.
No era un segundo plato de nadie y mucho menos de un shinigami informal y desaliñado que tenía la desvergüenza de llegar tarde a la que podía ser su primera cita en siglos. Estaba segura por completo de que alguna excusa así caería, entonces ¿qué se supone que tenía que hacer? ¿Irse o quedarse? A fin de cuentas había llegado casi a tiempo... ¿O debía pagar las consecuencias y dejarlo ahí tal como ella había estado?
Frunció las cejas y entrecerró los ojos culpando al gigante desaliñado por su indecisión.
-Y bien... ¿cuál es la excusa, Miyamoto? -inquirió cruzando los brazos sobre el pecho; echaba en falta el tacto de Sangeki en la cintura-.
Otsuka Isono- Post : 1242
Edad : 38
Re: Amargo y dulce sake [Miyamoto Kenji]
La mujer era un torbellino de emociones y ninguna positiva. Sus ojos refulgían furiosos como el fuego danzarín de los festivales invernales y su postura la delataba. La mujer, aunque incréible hermosa con sus bellas galas, esta tan volátil como la polvora. Kenji luchó por recobrar el aliento mientras la chica se debatía en una desconocida batalla consigo misma. Había oído que las mujeres con carácter odiaban esperar.
La chica por fin le habló, con cólera en cada palabra, exigiendo una explicación a su retraso. El hombre se esforzó por inventar alguna pero tras unos minutos dilucidó que solo podía darle una. Miró a la chica con toda la seriedad de la que disponía. Quizás mirarla de esa forma, directamente a los ojos sin tener una confianza plena podía ser descarado; pero Kenji era un hombre silvestre, más de espadas y tabernas que de modales cortesanos. Los cerezos en flor comenzaban sobre la pareja se movían al son del viento otoñal, dejando caer sobre ellos una pequeña lluvia de pétalos.
El hombre hizo su mejor esfuerzo por hablar, aunque las palabras se resistían a salir.-"Esto... lo siento, se me olvidó."-Miyamoto Kenji no sabía mucho de como funcionaban las mujeres, pero alguien le había dicho que solo debía mentir a una para su bien, nunca para su mal.
Miyamoto Kenji- Post : 60
Edad : 43
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