Cenit I .- La larga guardia {Miyamoto Kenji, Amako Noriko & Hasekura Akako}

La noche había caído hacia largo rato con un manto húmedo y bochornoso. Una fina lluvia empapaba los techos y pasillos exteriores del escuadrón mientras una temperatura demasiado alta, convertía las dependencias en una sauna demasiado insoportable. Las ventanas que daban al exterior estaban abiertas en un intento desesperado porque algo de fresco entrase y borrase aquella sensación asfixiante. Pero no entraba ni la más ínfima ráfaga de aire frío; no había viento, sólo la calma estática y densa llena de lluvia fina. Una noche de quietud y calor. El repiqueteo constante de la lluvia cronometraba con exasperante lentitud los minutos y las horas, creando un ambiente tenso y hastiado.

Los pasillos estaban silenciosos a esas intempestivas horas de la noche, dejándose oír únicamente el chasquido breve y turbador de las vigas de madera de las paredes o alguna gota solitaria que parecía colarse por algún agujero del techo. Aquella ausencia de ruido adormilaba los sentidos y se hacía envidiar: los demás shinigamis del escuadrón dormían plácidamente salvo a los desafortunados que les había tocado la guardia. Los pasos de los shinigamis resonaban en aquel basto silencio sobre la madera deslustrada por el tiempo, arrastrándose por el tedio o aguantando la jornada lo mejor posible evitando hacer ruido. Suerte que los turnos eran rotativos y tardarían algún tiempo en soportar otra guardia como esa; al menos la capitana Izumi lo tenía todo bien planificado.

El turno de guardia comenzaba a hacerse verdaderamente largo y tedioso en la que parecía la noche más aburrida de todas. Los nombres habían aparecido en la lista durante la mañana, presagiando la pesadilla de cualquier shinigami: guardia nocturna. Eso sólo podía implicar una cosa: horas interminables dando paseos por los pasillos a la espera de que algún ratoncillo osado apareciera o que alguien saliera a descargar la vejiga durante la noche. Casi flotaba en el aire en anhelo porque algo sucediese y rompiera aquel ambiente denso, pesado y aburrido que comenzaba a teñir las horas de guardia.