Una nueva era comienza

Mise reverenció a Hayato cuando salió, después, espero unos minutos. Parecía que ya estaba hecho, la reunión había sido solo una manera de que los nuevos capitanes tuvieran un mínimo contacto. Pero tan solo algo administrativo, cosa normal, dada la situación del Gotei 13 no podían permitirse ceremoniar actos de esa índole.
Cuando consideró que había pasado tiempo suficiente para que el nuevo capitán del 7º hubiera cogido el haori, comenzó a andar, tras de nuevo hacer dos reverencias, la primera hacia sus compañeros y la segunda, más pronunciada hacia el comandante. Después salió por la puerta y descubrió un haori blanco colgado. El símbolo de la 8º División delataba que era el suyo. Lo cogió con cuidado y palpó la tela con ambas manos, nunca había tocado uno. Era una sensación...extraña, más por espiritual que por física. La sensación de haberse convertido en capitán y que lo único que le iba a diferenciar de los demás era un simple manto blanco. Sonrió para sus adentros. Que vida tan curiosa.
Tras ponérselo se encaminó hacia la salida, su destino: el 8º escuadrón; tendría que presentarse ante todos formalmente. Además se moría de ganas por entrar en las secciones privadas de la biblioteca, maldita sea....no cambiaría nunca.

Observaba a sus compañeros marcharse. Primero Kobayashi-taicho que parecía el muchacho que más prisa tenía por demostrar su valía como capitán, seguido de Mise-taicho. Le resultaba algo extraño pensar en sus compañeros como capitanes, casi lo mismo que en pensar en sí misma como tal.

-Gracias de nuevo Koyuki-sotaicho. Si me disculpan... -dijo con voz calmada y serena.

Antes de marcharse de la sala le dedicó a Kouiki-sotaicho una prefunda reverencia y a los demás una inclinación de cabeza a modo de saludo y muestra de respeto y salió por la puerta observando su haori casi sin llegar a confirmar lo que veían sus ojos. Se lo acomodó sobre sus hombros y las mangas aunque le quedara algo grande debido a su baja estatura sentía el peso y la embragadora sensación de que ya era capitana. Tendría que hacerle algunos retoques pero por ahora el tacto de la tela la embelesaba.

Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro pensando en la cara de sus hermanos cuando volviera después de tanto tiempo ausente de su casa. Pero antes tenía que dar la noticia al resto de su escuadrón. Sabía, y había dado instrucciones para ello, que la esperarían en el cuartel general del segundo escuadrón. Ahora solo le quedaba buscar un candidato perfecto para sucederla en el cargo de teniente. Después ya vendrían todas las nuevas responsabilidades de su cargo.

Estaba tensa como la cuerda de un sitar. Odiaba el protocolo y todo lo que tuviese que ver con él, detestaba tener que hablar en público y sobre todo se horrorizaba teniendo que pronunciar palabras que normalmente no utilizaría en su vida diaria. Por ello cuando le tocó el turno de recoger su haori se sintió más que entusiasmada. Podría salir al fin de la vista del admirado comandante y volver a comportarse como la joven fresca y energética que era. Aguantó un poco más, observando como Hokori-san (prontamente Hokori-taichou) tomaba el camino indicado y desaparecía. Esperó unos minutos, observando a Koyuki-sotaicho. No fue hasta que éste la observó a su vez que convino oportuno desaparecer también de escena. Realizó una envarada reverencia (le costaba horrores todo aquello, tal vez más que a cualquiera de los que estaban allí) dedicó una última mirada (algo grosera, ¿por qué no decirlo?) a Chiesa y caminó hasta el cuarto en el que colocarían sobre sus hombros la preciada prenda que la convertía en una de las líderes de la sociedad de las almas. Se alisó el haori, casi con dulzura y pensó que aquello no le quedaba nada bien, tendría que ponerle un cinturón o algún otro adorno para que lo resultase tan holgado. Pero estaba dispuesta a sufrir los envites de la moda a favor de aquel haori y todo lo que representaba.

Se sacudió el malestar y caminó hasta la salida, donde el sol la recibió. Tal vez las cosas no cambiasen mucho en la Sociedad de las Almas, tal vez todo continuara más o menos como estaba, pero la joven capitana del Sexto Escuadrón estaba dispuesta a poner lo mejor de su parta para que, realmente, comenzase una nueva era en la Sociedad de las Almas.

[FDI: No sé que más decir u.u]

Parecía que todo había terminado al fin. O todo acababa de empezar.

Cuando apenas hubo terminado de hablar, algo cambiado en la mente de Chiesa. No había necesitado la sensación física de colocarse el haori de capitán para sentirse ya uno.
Quizás fuera una sensación moral, o aquella atmósfera absorvente y mística, como si los aposentos de la 1ª división o las cercanías del comandante estuvieran hechas con otro aire, con otra composición, que los demás lugares no podían ni tan siquiera imitar.

En esas cavilaciones perdidas, pensaba Bastian, que ya haber tenido una audiencia con el sôtaichô debía de ser un gran honor, uno de esos que uno no espera cuando acude con el futuro por delante a la academia de shinigamis. Una academia de shinigamis que el mismo creó. Una oportunidad como ésta debe de dársele a contados shinigamis en toda la historia, como el honor de ser capitán.

Este pensamiento se le mantuvo un segundo en la cabeza, pues ya debía de cambiarlo. Era cierto que la guerra había modificado los planes de todo el Seiterei y quizás no hubiera alcanzado la posición tan pronto, pero también es verdad que no todos los tenientes habían sido elegidos para el cargo de capitán, sino solo aquellos que lo merecían, los cuales, no parecían ser demasiados. Tan sólo 4 de las 13 divisiones del Gotei.

Esperó a que los demás se hubieran marchado hacia sus propias divisiones. Todos tenían trabajo por hacer, pero Bastian no quería irse de allí sin mostrarse tal como era de verdad. Quizás la presentación le había sobrepasado, pero ahora que era capitán, esa palabra no podía estar en su vocabulario.

Por eso, ya en la soledad de las dependencias, le dijo al comandante.

- Empecé siendo un shinigami raso. Luego logré ser oficial, y tras mucho trabajo, teniente. Ahora mi esfuerzo se ha visto de nuevo recompensado, llegando a ser uno de los capitanes del Gotei 13. - La voz del capitán sonaba firme y segura, en ningún momento amenazante. Tan sólo era el tono de alguien que si algo tenía en esta vida, era seguridad en si mismo. - Pero no por eso, voy a pararme aquí. Fíjese bien, está ante un futuro comandante de la Sociedad de Almas.

Y tras aquella demostración de egolatría, se fue con una sonrisa en la boca, y con el haori de capitán encima.

Cuando todos se hubieron marchado, Koyuki sonrió, más expresamente ante la seguridad que da ya la soledad.

Más no estaba sólo, pues su teniente ya había entrado en la sala, tras la marcha de los invitados.

- Veo que los nuevos capitanes le han causado una buena impresión. - Dijo, con su natural y educado tono neutro.

Koyuki volvió la cabeza para mirarle, mientras sostenía la misma sonrisa.
Estaba claro que la presencia, como maestros, de los capitanes había sido tremenda en estos chiquillos, fuera esa o no la apariencia o la intención de éstos, pues los antiguos tenientes poseían rasgos bastante parecidos a sus antecesores.
Hokori hacía gala de la elegancia y sigilo propios de su escuadrón, aderezada con la misma seriedad y mirada de observación que Izuke-taichô, aunque con un toque de seda algo más pronunciado.
Izumi, al igual que Valeria, también mostraba una seguridad en si misma de las que no solo se podían distinguir a simple vista, pero también un carácter más regio y chillón a lo que estaban acostumbrado en su escuadrón.
Kobayashi mostraba la misma mirada inteligente y genio reflexivo que el malcarado Raho, aunque parecía mostrar algo más de benevolencia o tranquilidad en su manera de ser.
Quizás Mise fuera algo más diferente y por ello le hubiera tocado sufrir algo más con su anterior capitana Tihio, sobre todo cuando estaba de malas, pues fue una niña bastante caprichosa. Pero se veía también su afición y dedicación a la biblioteca lo absorbería completamente.
Y la última frase que le había dedicado Chiesa podía haber sido una de las fanfarronadas típicas por las que se solía mover Samura, sobre todo antes de ser ascendido a capitán.

Tantos recuerdos y tantas esperanzas puestas en aquel momento, que quizás su teniente no sabría exactamente todo lo que expresaba esa sonrisa. O quizás si, ya eran demasiados años juntos.

- Creo que vamos a estar bien cubiertos - Terminó, recibiendo como respuesta tan solo la pequeña reverencia de su subordinado directo.

Ambas figuras se perdieron, saliendo de la estancia hacia las salas privadas.