Conectarse
Últimos temas
Comienza el espectáculo. [Libre]
2 participantes
Página 1 de 1.
Comienza el espectáculo. [Libre]
[Nota: el pj habla con acento francés, pero no lo voy a escribir para no dificultar la lectura y el títere habla por que el pj sabe ventriloquia]
Los pasillos de aquella parte de la 3ª sección eran de techos altos y paredes lo suficientemente estrechas como para que dos personas anden, pero algo incomodas. La paredes están pintadas de negro y no tienen ventanas, los únicos puntos de iluminación son las antorchas clavadas a los muros que están a la suficiente distancia como para que las sombras den un aspecto intimidante. Ayatsuru los recorrió seguido de su títere y dos hollows menores que cargaban un ataúd de madera de roble, si se prestaba atención podían escucharse gemidos saliendo del mismo.
El grupo recorrió el recto pasillo hasta encontrarse con una puerta, también negra, con puás de hierro oxidado por toda su superficie. A la altura de los ojos podía verse una placa dorada donde estaba grabado: “ Ayatsuru: payaso, mago y torturador a tiempo parcial”. El hombre sacó una llave bastante grande y anticuada y abrió la puerta. Al entrar respiró hondo y suspiró. -Aaah, por fin estamos en casa Zora- se quedó sosteniendo el pomo mientras la marioneta y los porteadores entraban. -En casa, sísísí- contestó la marioneta.
La habitación era bastante amplia. Cada pared estaba decorado con un papel decorativo diferente, el de la izquierda era verde, el de la derecha azul, el del fondo rojo y el de la pared de la puerta amarillo, el suelo estaba enmoquetado con tiras de esos cuatro colores y el techo dejaba ver los grises ladrillos. De ese techo colgaba una lampara de araña de estilo victoriano, y las paredes también tenían el mismo tipo de antorcha que el pasillo. Pegada a la pared del fondo a la izquierda había una gran librería de caoba que contenía libros de anatomía, inquisición española, animales venenosos, fabricación de venenos, manuales de medicina genera y otros sobre tortura. En frente de la puerta, al fondo se situaba una mesa, del mismo material que la librería, y un trono de estilo gótico y a su derecha un buró. Pegada a la pared de la izquierda había una camilla (la típica de los hospitales) blanca con correas de cuero marrón a lo largo de la estructura de aluminio, y la pared y una mesa estaban repletas de distintas herramientas: tanto médicas como de carpintería. En esa zona las paredes y el suelo estaba extrañamente cubiertos por unas lonetas de plástico. En la pared derecha había un perchero con una bata de médico y una mesa con diversos elementos típicos de un mago.
El viejo le habló a los hollows -Dejadlo encima de la camilla y marchaos, necesito descansar- ordenó el arrancar -descansar, sísísí- coreó la marioneta. Los dos hollows depositaron el ataúd sobre la camilla y salieron de la habitación inclinando la cabeza al pasar delante del Arrancar, -por lo menos esos idiotas reconocen a alguien superior cuando lo ven- pensó al tiempo que cerraba la puerta, aunque sin echar la llave. -Bueno querida, es hora de preparase para la diversión- dijo él, acercándose al perchero para dejar su abrigo y coger la bata -Diversión al fin. Gracias Maestro, sísísí- le respondió Zora.
Ayatsuru fue hacia el ataúd acompañado de Zora, y como por arte de magia una palanqueta que había enganchada en la pared flotó hacia el ataúd y comenzó a quitar los clavos que lo cerraban. Un espectador observador podría ver como los dedos de la mano izquierda, que estaba enguantada, se movían ligeramente como dirigiendo la herramienta. Cuando el último clavo fue removido la tapa cayó al suelo, mostrando que en el interior había un humano atado de unos 20 años, con la cara descompuesta por el terror, que apestaba a heces y orín. La palanqueta volvió a su lugar y el ataúd se dio la vuelta arrojando al proyecto de hombre sobre la camilla, este se encogió intentado parecer invisible. El ataúd siguió flotando hasta la pared de la puerta y se apoyó en ella, la tapa hizo el mismo recorrido momentos después. El arrancar, ayudado del títere, agarró al humano y lo estiró sobre la camilla. Las correas una a una fueron atándose alrededor del hombre que gritaba haciendo que el sonido resonase por toda la habitación e inundara el pasillo. El arrancar sonrió siniestramente, deleitándose con los chillidos del humano, torció la cabeza mirando al humano y se acercó a él -¿Empezamos el espectáculo, humano?- dijo él, la marioneta le coreó -¿Empezamos, sísísísí?-
(Para empezar no está mal, a ver si consigo mantener este nivel ^^)
Los pasillos de aquella parte de la 3ª sección eran de techos altos y paredes lo suficientemente estrechas como para que dos personas anden, pero algo incomodas. La paredes están pintadas de negro y no tienen ventanas, los únicos puntos de iluminación son las antorchas clavadas a los muros que están a la suficiente distancia como para que las sombras den un aspecto intimidante. Ayatsuru los recorrió seguido de su títere y dos hollows menores que cargaban un ataúd de madera de roble, si se prestaba atención podían escucharse gemidos saliendo del mismo.
El grupo recorrió el recto pasillo hasta encontrarse con una puerta, también negra, con puás de hierro oxidado por toda su superficie. A la altura de los ojos podía verse una placa dorada donde estaba grabado: “ Ayatsuru: payaso, mago y torturador a tiempo parcial”. El hombre sacó una llave bastante grande y anticuada y abrió la puerta. Al entrar respiró hondo y suspiró. -Aaah, por fin estamos en casa Zora- se quedó sosteniendo el pomo mientras la marioneta y los porteadores entraban. -En casa, sísísí- contestó la marioneta.
La habitación era bastante amplia. Cada pared estaba decorado con un papel decorativo diferente, el de la izquierda era verde, el de la derecha azul, el del fondo rojo y el de la pared de la puerta amarillo, el suelo estaba enmoquetado con tiras de esos cuatro colores y el techo dejaba ver los grises ladrillos. De ese techo colgaba una lampara de araña de estilo victoriano, y las paredes también tenían el mismo tipo de antorcha que el pasillo. Pegada a la pared del fondo a la izquierda había una gran librería de caoba que contenía libros de anatomía, inquisición española, animales venenosos, fabricación de venenos, manuales de medicina genera y otros sobre tortura. En frente de la puerta, al fondo se situaba una mesa, del mismo material que la librería, y un trono de estilo gótico y a su derecha un buró. Pegada a la pared de la izquierda había una camilla (la típica de los hospitales) blanca con correas de cuero marrón a lo largo de la estructura de aluminio, y la pared y una mesa estaban repletas de distintas herramientas: tanto médicas como de carpintería. En esa zona las paredes y el suelo estaba extrañamente cubiertos por unas lonetas de plástico. En la pared derecha había un perchero con una bata de médico y una mesa con diversos elementos típicos de un mago.
El viejo le habló a los hollows -Dejadlo encima de la camilla y marchaos, necesito descansar- ordenó el arrancar -descansar, sísísí- coreó la marioneta. Los dos hollows depositaron el ataúd sobre la camilla y salieron de la habitación inclinando la cabeza al pasar delante del Arrancar, -por lo menos esos idiotas reconocen a alguien superior cuando lo ven- pensó al tiempo que cerraba la puerta, aunque sin echar la llave. -Bueno querida, es hora de preparase para la diversión- dijo él, acercándose al perchero para dejar su abrigo y coger la bata -Diversión al fin. Gracias Maestro, sísísí- le respondió Zora.
Ayatsuru fue hacia el ataúd acompañado de Zora, y como por arte de magia una palanqueta que había enganchada en la pared flotó hacia el ataúd y comenzó a quitar los clavos que lo cerraban. Un espectador observador podría ver como los dedos de la mano izquierda, que estaba enguantada, se movían ligeramente como dirigiendo la herramienta. Cuando el último clavo fue removido la tapa cayó al suelo, mostrando que en el interior había un humano atado de unos 20 años, con la cara descompuesta por el terror, que apestaba a heces y orín. La palanqueta volvió a su lugar y el ataúd se dio la vuelta arrojando al proyecto de hombre sobre la camilla, este se encogió intentado parecer invisible. El ataúd siguió flotando hasta la pared de la puerta y se apoyó en ella, la tapa hizo el mismo recorrido momentos después. El arrancar, ayudado del títere, agarró al humano y lo estiró sobre la camilla. Las correas una a una fueron atándose alrededor del hombre que gritaba haciendo que el sonido resonase por toda la habitación e inundara el pasillo. El arrancar sonrió siniestramente, deleitándose con los chillidos del humano, torció la cabeza mirando al humano y se acercó a él -¿Empezamos el espectáculo, humano?- dijo él, la marioneta le coreó -¿Empezamos, sísísísí?-
(Para empezar no está mal, a ver si consigo mantener este nivel ^^)
Ayatsuru- Fracción Sinister
- Post : 44
Edad : 35
Re: Comienza el espectáculo. [Libre]
Las noticias volaban, como todo, sólo que a menudo eran cabezas. Los largos y tostados dedos de Scatha, movían rítmicamente una larga tira de cuero sobre el filo de su zampakutou, dejando que el leve siseo llegase a sus oídos con tanta claridad como los sonidos de su sección en constante penumbra. Desde sus aposentos podía escuchar con nitidez casi cualquier sonido, por lo que normalmente no necesitaba que nadie le avisase de nada; de ahí, que no tuviera arrancarse a su constante servicio. Detestaba que le insinuasen mínimamente el pequeño detalle de su ceguera. ¡Cómo si necesitase un perro lazarillo!
La puerta resonó al ser golpeada por unos nudillos titubeantes. Como si de una maldición conjurada se tratase, la voz de Scatha atravesó el aire y dio paso a aquella inesperada interrupción. Estaba sentada sobre sus cojines, afilando y puliendo la hola de Destierro; no le agradaba que la molestasen cuando estaba ocupada... Realmente, no le gustaba la compañía de nadie; pero era algo a lo que debía habituarse. Oyó la puerta abrirse con un leve chasquido y el sonido de unos pasos, amortiguarse al pasar, dejando atrás un eco difuso. Olía a agua perfumada, a vino, cera y miedo; una combinación empalagosa. El arrancar era una muchacha joven, de aspecto enfermizo y cabellos rubios cada vez más pálidos; había un notorio detalle en su rostro que aplacaba con rotundidad sus aires de aflicción. Le faltaba un ojo. Era como si todo el miedo escapase de ese orificio en su rostro, llegando hasta ella en un aroma definido y familiar. La recordaba... Sí, ella misma le arrancó el ojo. La muchacha creyó que mostrándose amable y a sabiendas de su repulsión por los hombres, conseguiría ganarse el favor de la fracción.
-Admito que tienes valor al volver a presentarte aquí, después de ver como tu ojo rodaba por el suelo. Eso dice mucho a tu favor -murmuró Scatha recostándose sobre el espaldar-. ¿Qué quieres?
La pregunta atravesó el aire, clavándose como un puñal sobre el dorso de aquella pequeña arrancar. La muchacha se encogió como si realmente la hubieran herido; adelantó un pie renqueante haciendo acopio de todo su valor para dirigirse a ella. Scatha no tenía favoritos en la sección, no porque no le gustase sentirse halagada, sino porque había desmasiada ineptitud como para recompensarla. El día en que la sección aprendiera a ver desde otro punto de vista lo que era el arte de la guerra, entonces, la tatuada fracción comenzaría a tratar a sus subordinados como merecían.
-Que-que... quería agradecerle el haberme hecho ve-ve-ver, se-señora -tartamudeó colocándose de rodillas, dejando en el suelo una bandeja con velas nuevas y vino-. A-ahora entiendo... todos sus esfu-esfuer-zos por gui-guiarnos por el camino adecuado. La Sección es-es-esss, lo importante. Y-yo quería agradecerle su rega-regalo, señora.
La muchacha arrastró la bandeja de metal sobre el suelo. Scatha frunció el ceño dibujando una mueca de repugnancia en sus labios lujuriosos. Si no apestase tanto a miedo, si su molesto e irritante tartamudeo no le dijera lo contrario, hasta le habría gustado semejante muestra de sumisión. No obstante, no fue así. El aura rosada, pálida y tililante que veía ante ella, encogía a cada segundo mermándose a sí misma bajo el peso de la tensa espera. Scatha alzó la mano izquiera, dejando su arma sobre su regazo; con un gesto lánguido le indicó que se acercase. La pequeña arrancar titubeó antes de ponerse en pie y dirigirse hacia ella, cuando estuvo a menos de un metro, Scatha la incitó a acercarse un poco más.
-Linda muchacha... ¿crees que eso va a ser suficiente? -comentó alargando la mano hacia su mejilla en lo que parecía ser una caricia, de pronto sus dedos se cerraron sobre su mandíbula-. No quiero miserias sobre mi cabeza, no quiero lloriqueos a mis puertas. Quiero que realmente lo veas, no que finjas. Vas a demostrarme, si realmente quieres conservar tu otro ojo, que has visto lo que afirmas. ¡Demuéstramelo y te daré lo que deseas, escoria! -los dedos apretaron aún más sobre el suelo, provocando un leve chasquido-. Deméstramelo... ¡Ayatsuru!
El grito resonó entre los pasillos.
La puerta resonó al ser golpeada por unos nudillos titubeantes. Como si de una maldición conjurada se tratase, la voz de Scatha atravesó el aire y dio paso a aquella inesperada interrupción. Estaba sentada sobre sus cojines, afilando y puliendo la hola de Destierro; no le agradaba que la molestasen cuando estaba ocupada... Realmente, no le gustaba la compañía de nadie; pero era algo a lo que debía habituarse. Oyó la puerta abrirse con un leve chasquido y el sonido de unos pasos, amortiguarse al pasar, dejando atrás un eco difuso. Olía a agua perfumada, a vino, cera y miedo; una combinación empalagosa. El arrancar era una muchacha joven, de aspecto enfermizo y cabellos rubios cada vez más pálidos; había un notorio detalle en su rostro que aplacaba con rotundidad sus aires de aflicción. Le faltaba un ojo. Era como si todo el miedo escapase de ese orificio en su rostro, llegando hasta ella en un aroma definido y familiar. La recordaba... Sí, ella misma le arrancó el ojo. La muchacha creyó que mostrándose amable y a sabiendas de su repulsión por los hombres, conseguiría ganarse el favor de la fracción.
-Admito que tienes valor al volver a presentarte aquí, después de ver como tu ojo rodaba por el suelo. Eso dice mucho a tu favor -murmuró Scatha recostándose sobre el espaldar-. ¿Qué quieres?
La pregunta atravesó el aire, clavándose como un puñal sobre el dorso de aquella pequeña arrancar. La muchacha se encogió como si realmente la hubieran herido; adelantó un pie renqueante haciendo acopio de todo su valor para dirigirse a ella. Scatha no tenía favoritos en la sección, no porque no le gustase sentirse halagada, sino porque había desmasiada ineptitud como para recompensarla. El día en que la sección aprendiera a ver desde otro punto de vista lo que era el arte de la guerra, entonces, la tatuada fracción comenzaría a tratar a sus subordinados como merecían.
-Que-que... quería agradecerle el haberme hecho ve-ve-ver, se-señora -tartamudeó colocándose de rodillas, dejando en el suelo una bandeja con velas nuevas y vino-. A-ahora entiendo... todos sus esfu-esfuer-zos por gui-guiarnos por el camino adecuado. La Sección es-es-esss, lo importante. Y-yo quería agradecerle su rega-regalo, señora.
La muchacha arrastró la bandeja de metal sobre el suelo. Scatha frunció el ceño dibujando una mueca de repugnancia en sus labios lujuriosos. Si no apestase tanto a miedo, si su molesto e irritante tartamudeo no le dijera lo contrario, hasta le habría gustado semejante muestra de sumisión. No obstante, no fue así. El aura rosada, pálida y tililante que veía ante ella, encogía a cada segundo mermándose a sí misma bajo el peso de la tensa espera. Scatha alzó la mano izquiera, dejando su arma sobre su regazo; con un gesto lánguido le indicó que se acercase. La pequeña arrancar titubeó antes de ponerse en pie y dirigirse hacia ella, cuando estuvo a menos de un metro, Scatha la incitó a acercarse un poco más.
-Linda muchacha... ¿crees que eso va a ser suficiente? -comentó alargando la mano hacia su mejilla en lo que parecía ser una caricia, de pronto sus dedos se cerraron sobre su mandíbula-. No quiero miserias sobre mi cabeza, no quiero lloriqueos a mis puertas. Quiero que realmente lo veas, no que finjas. Vas a demostrarme, si realmente quieres conservar tu otro ojo, que has visto lo que afirmas. ¡Demuéstramelo y te daré lo que deseas, escoria! -los dedos apretaron aún más sobre el suelo, provocando un leve chasquido-. Deméstramelo... ¡Ayatsuru!
El grito resonó entre los pasillos.
Scatha- Espada Sinister
- Post : 95
Edad : 41
Re: Comienza el espectáculo. [Libre]
El arrancar sonreía macabro. Tras estar en el mundo humano un tiempo, buscando shinigamis de los que alimentarse, volvía a Hueco Mundo con un juguete con el que volver a entretenerse. Zora reía desquiciada mientras que Ayatsuru cogía un alicate de la mesa cercana. A medida que acercaba la herramienta al parpado del humano los gritos de este se hacían más intensos y prologados, y aquella sonrisa aumentaba exponencialmente.
Ayatsuru se imaginaba ya arrancado todas las uñas de aquel cuerpo inferior y extraer cada diente con la ayuda de un martillo y un cincel, siendo sinceros se estaba excitando. Cuando el alicate estaba a punto de alcanzar su objetivo una voz de mujer, con tono autoritario, se alzó por encima de los chillidos del humano reclamando su presencia -¡Ayatsuru!-. El rostro del arrancar se torció en una mueca de angustia, ¡estaba tan cerca y a la vez tan lejos del verdadero placer!. Arrojó la herramienta contra la mesa y amordazó al humano refunfuñando. -Tranquilicese amo, sísísísí- intervino el títere -¡Cállate!- respondió -pe-pero amo...sísísísí- el arrancar se giró mirando a la marioneta con mirada furiosa -Cállate, solo eres yo- miró al suelo y se acercó a la percha donde descasaba la chaqueta para qutarse la, desgraciadamente blanca, bata y coger la otra vestimenta.
Salió de la habitación y cerró la puerta con la vieja llave. Mientras se dirigía a la habitación de Scatha se preguntaba que es lo que querría aquella inoportuna mujer que fuese tan importante como para molestarlo en su momento de tranquilidad y éxtasis. Se encaminó a los aposentos de Scatha seguido de la marioneta, cuyo rostro mostraba un gesto abatido. Recorrió el pasillo rápidamente, refunfuñando todavía. Llegó hasta la puerta de la arrancar, suspiró, se arregló las ropas y se limpió una inexistente mota de polvo del hombro. Tras aquel ritual llamó a la puerta y tras esperar educadamente unos segundos entró en aquella habitación con tan buen gusto. No pudo evitar maravillarse con los trofeos que decoraban las paredes como cada vez que iba allí. Cuando volvió en sí, Zora y él hicieron una reverencia -Saludos señora Scatha, espero que sea importante, ya que ha interrumpido lo que prometía ser una buena velada- No había temor en sus palabras, solo respeto, educación y una irritación que no intentaba esconder. No era necesario.
El interés de Ayatsuru por el poder era el mismo que el que tenía por una mosca: nulo. Cuando llegó podría haber intentado obtener un puesto más alto ya que él era de los pocos Vasto Lorde que había y más teniendo en cuenta que se había arrancarizado, pero aquella mujer lo manejaba todo, hecho que no le molestaba y que solía deja patente, ya que su único interés era el de mejorar su arte.
Se dio cuenta de que no estaban solos en el cuarto, junto a ella había otra arrancar, con un aspecto bastante más joven, que temblaba nerviosamente. Otro detalle que no encajada era la bandeja del suelo sobre la que había vino y una velas. El arrancar arqueó una ceja ¿qué era lo que quería Scatha? y ¿Qué papel jugaba la otra arrancar en todo aquello?, su naturaleza recelosa le puso en alerta por lo que pudiese pasar
Ayatsuru se imaginaba ya arrancado todas las uñas de aquel cuerpo inferior y extraer cada diente con la ayuda de un martillo y un cincel, siendo sinceros se estaba excitando. Cuando el alicate estaba a punto de alcanzar su objetivo una voz de mujer, con tono autoritario, se alzó por encima de los chillidos del humano reclamando su presencia -¡Ayatsuru!-. El rostro del arrancar se torció en una mueca de angustia, ¡estaba tan cerca y a la vez tan lejos del verdadero placer!. Arrojó la herramienta contra la mesa y amordazó al humano refunfuñando. -Tranquilicese amo, sísísísí- intervino el títere -¡Cállate!- respondió -pe-pero amo...sísísísí- el arrancar se giró mirando a la marioneta con mirada furiosa -Cállate, solo eres yo- miró al suelo y se acercó a la percha donde descasaba la chaqueta para qutarse la, desgraciadamente blanca, bata y coger la otra vestimenta.
Salió de la habitación y cerró la puerta con la vieja llave. Mientras se dirigía a la habitación de Scatha se preguntaba que es lo que querría aquella inoportuna mujer que fuese tan importante como para molestarlo en su momento de tranquilidad y éxtasis. Se encaminó a los aposentos de Scatha seguido de la marioneta, cuyo rostro mostraba un gesto abatido. Recorrió el pasillo rápidamente, refunfuñando todavía. Llegó hasta la puerta de la arrancar, suspiró, se arregló las ropas y se limpió una inexistente mota de polvo del hombro. Tras aquel ritual llamó a la puerta y tras esperar educadamente unos segundos entró en aquella habitación con tan buen gusto. No pudo evitar maravillarse con los trofeos que decoraban las paredes como cada vez que iba allí. Cuando volvió en sí, Zora y él hicieron una reverencia -Saludos señora Scatha, espero que sea importante, ya que ha interrumpido lo que prometía ser una buena velada- No había temor en sus palabras, solo respeto, educación y una irritación que no intentaba esconder. No era necesario.
El interés de Ayatsuru por el poder era el mismo que el que tenía por una mosca: nulo. Cuando llegó podría haber intentado obtener un puesto más alto ya que él era de los pocos Vasto Lorde que había y más teniendo en cuenta que se había arrancarizado, pero aquella mujer lo manejaba todo, hecho que no le molestaba y que solía deja patente, ya que su único interés era el de mejorar su arte.
Se dio cuenta de que no estaban solos en el cuarto, junto a ella había otra arrancar, con un aspecto bastante más joven, que temblaba nerviosamente. Otro detalle que no encajada era la bandeja del suelo sobre la que había vino y una velas. El arrancar arqueó una ceja ¿qué era lo que quería Scatha? y ¿Qué papel jugaba la otra arrancar en todo aquello?, su naturaleza recelosa le puso en alerta por lo que pudiese pasar
Ayatsuru- Fracción Sinister
- Post : 44
Edad : 35
Re: Comienza el espectáculo. [Libre]
Los dedos crispados sobre la piel mortecina de la joven arrancar, comenzaban a oradar su frágil piel de papelina que cubría los huesos de aquella triste criatura. Su brazo, fibroso mostraba la tensión producida no por el esfuerzo, sino por la contención que debía ejercer sobre sí misma para no aplastarle la cabeza. A menudo, estar en su posición le provocaba tal cantidad de frustraciones y dolores de cabeza, que hubiera estado dispuesta a arrasar con la sección entera y empezar de cero... Si supiera que eso iba a servirle de algo. Un fino hilo de sangre comenzó a resbalar por el cuello de la arrancar, tiznando de rojo los dedos largos y tatuados de la fracción.
Llamaron a la puerta, pero Scatha no se inmutó. A los pocos segundos, el aura de Ayatsuru apareció en su inmensa negrura; definida, impúdica y constante pese a las extravangancias de aquel peculiar arrancar. Scatha bien podría haberle reprochado su impertinencia, pero estaba demasiado ocupada, obsesionada con aquella necia criatura. Sus labios permanecían apretados en una mueca casi deliciosa que no iba en nada con su agrio carácter; reflejo de su airado humor. Se puso en pie, sosteniendo aún a una presa cada vez más flemática y temblorosa. Cual horca que sostiene el cadáver recién colgado, Scatha levantó a la muchacha sólo con ponerse de pie. La fracción era alta como pocas mujeres en Hueco Mundo, de complaxión fuerte y fibrosa; sólo bastaba verla sostener aquel amasijo de carne y hueso para darse cuenta de ello.
Arrojó a la arrancar cerca de donde estaba Ayatsuru. Cayó como un saco sobre el suelo, perdiéndose en sus ropajes blancos, ocultando el rostro en una maraña de cabellos blanquecinos.
-A caminar se aprende andando, niña. Dices que al fin has aprendido, pero no veo otra cosa más que un patético bulto de carne temblorosa que no vale más que el aire que respiro. Sangre cobarde que busca la protección... ¿de qué? ¿Mía? ¿Pretendes que me rebaje a salvaguardar algo tan miserable como tú? -negó con un ademán de cabeza, mientras volvía a sentarse sobre los mullidos cogines-. Deja que contemple esa meta que has afirmado alcanzar y te daré lo que desees... ¿Qué deseas, niña? ¿Protección? ¿Seguridad? ¿Quieres que salve tu culo de los demás arrancars por las noches? ¿O acaso quieres quedarte aqui? ¿Mmm? Eso lo quieres, ¿no? Bien... Lo tendrás. Podrás dormir en mis aposentos si es lo que deseas, incluso te dejaré que te metas en mi cama si eso te satisface... pero antes, demuestrame que no apuesto en un caballo perdedor.
La muchacha alzó un poco la cabeza ensangrentada, dirigiendo miradas de hito en hito hacia Scatha y Ayatsuru; no comprendía para qué había hecho llamar a aquel tipejo. Era espeluznante. Pero ante todo, necesitaba demostrarle a esa fracción que no se equivocaba con ella y así, podría resguardarse de los demás y poder refugiarse, incluso en sus mantas. Con un poco más de entereza, la muchacha comenzó a ponerse en pie.
Toda expresión abandonó el rostro de Scatha en aquel instante. Notaba el cambio en el aura de la muchacha; curioso y peculiar. Nunca antes había conseguido motivar a un arrancar con algo tan barato. Agarró su zampakutou con la mano diestra y apoyándose sobre ella, la mantuvo en vertical, amenazadora. Esta vez su voz no fue para la miserable, sino para el payaso.
-Mátala, Ayatsuru -ordenó en tono inflexivo-.
Llamaron a la puerta, pero Scatha no se inmutó. A los pocos segundos, el aura de Ayatsuru apareció en su inmensa negrura; definida, impúdica y constante pese a las extravangancias de aquel peculiar arrancar. Scatha bien podría haberle reprochado su impertinencia, pero estaba demasiado ocupada, obsesionada con aquella necia criatura. Sus labios permanecían apretados en una mueca casi deliciosa que no iba en nada con su agrio carácter; reflejo de su airado humor. Se puso en pie, sosteniendo aún a una presa cada vez más flemática y temblorosa. Cual horca que sostiene el cadáver recién colgado, Scatha levantó a la muchacha sólo con ponerse de pie. La fracción era alta como pocas mujeres en Hueco Mundo, de complaxión fuerte y fibrosa; sólo bastaba verla sostener aquel amasijo de carne y hueso para darse cuenta de ello.
Arrojó a la arrancar cerca de donde estaba Ayatsuru. Cayó como un saco sobre el suelo, perdiéndose en sus ropajes blancos, ocultando el rostro en una maraña de cabellos blanquecinos.
-A caminar se aprende andando, niña. Dices que al fin has aprendido, pero no veo otra cosa más que un patético bulto de carne temblorosa que no vale más que el aire que respiro. Sangre cobarde que busca la protección... ¿de qué? ¿Mía? ¿Pretendes que me rebaje a salvaguardar algo tan miserable como tú? -negó con un ademán de cabeza, mientras volvía a sentarse sobre los mullidos cogines-. Deja que contemple esa meta que has afirmado alcanzar y te daré lo que desees... ¿Qué deseas, niña? ¿Protección? ¿Seguridad? ¿Quieres que salve tu culo de los demás arrancars por las noches? ¿O acaso quieres quedarte aqui? ¿Mmm? Eso lo quieres, ¿no? Bien... Lo tendrás. Podrás dormir en mis aposentos si es lo que deseas, incluso te dejaré que te metas en mi cama si eso te satisface... pero antes, demuestrame que no apuesto en un caballo perdedor.
La muchacha alzó un poco la cabeza ensangrentada, dirigiendo miradas de hito en hito hacia Scatha y Ayatsuru; no comprendía para qué había hecho llamar a aquel tipejo. Era espeluznante. Pero ante todo, necesitaba demostrarle a esa fracción que no se equivocaba con ella y así, podría resguardarse de los demás y poder refugiarse, incluso en sus mantas. Con un poco más de entereza, la muchacha comenzó a ponerse en pie.
Toda expresión abandonó el rostro de Scatha en aquel instante. Notaba el cambio en el aura de la muchacha; curioso y peculiar. Nunca antes había conseguido motivar a un arrancar con algo tan barato. Agarró su zampakutou con la mano diestra y apoyándose sobre ella, la mantuvo en vertical, amenazadora. Esta vez su voz no fue para la miserable, sino para el payaso.
-Mátala, Ayatsuru -ordenó en tono inflexivo-.
Scatha- Espada Sinister
- Post : 95
Edad : 41
Re: Comienza el espectáculo. [Libre]
OFF: Wiii Gracias, a ver como sale la cosa ^^]
No sabía de que iba el tema, ni le interesaba. Cobarde, protección, deseos, caballo perdedor, aquellas palabras atravesaban los oídos de Ayatsuru con pereza. Este esperaba estoicamente a que la fracción le dirigiese la palabra a él. El títere castañeteaba los dientes, dibujados en la madera, nerviosamente. De repente Scatha se dirigió la palabra a él -Mátala, Ayatsuru- el arrancar sonrió feliz y se relamió los labios -Ah, al final sí que merece la pena el haber venido. Perdone mi tono anterior Señora- dijo mirando a Scatha para después hacer una reverencia hasta la cintura -perdone, sísísísí- Corroboró Zora -No se volverá a repetir insolencia alguna por mi parte- continuó diciendo el hombre - No, sísísísí- apostilló la marioneta. Mientras él hablaba Zora se colocó entre la novata y su dueño.
La arrancar se puso en pie y empuño su arma. -Al fin te has levantado chiquilla. Normalmente no presto atención a las mujeres, pero no te sientas molesta, ni hombres ni mujeres despiertan mi apetito sexual. Ahora podemos tener un combate interesante, atácame con todo lo que tengas por que voy a hacer que mueras lenta y dolorosamente. Ah, solo te pido una cosa: no dañes esta habitación- dijo el arranca con un tono cordial, el títere en esta ocasión no hizo comentario alguno. La muchacha saltó hacia delante para atacar al hombre, pero este con un ligero movimiento de sus dedos paró el arma del rival y cortó superficialmente el brazo de ella. -¿Por qué no me atacas?, tu rival soy yo, no la marioneta-
Aquél truco era viejo, haz que el enemigo se enfurezca, que sienta rabia y frustración, por que entonces atacará sin pensar y se hará débil. Su enemigo volvió a atacar, pero esta vez esquivó en lugar de parar. -¿Seguro que me estás atacando en serio, niña?- dijo en tono burlón. La tuerta se cabreó y ataco con una estocada directa, el arrancar intentó esquivarlo, pero la espada se clavó en el costado atravesándolo de un lado a otro y la arrancar se jactó de ello riéndose de él. Ayatsuru gimió de placer y agarró con ambas manos la empuñadura de la espada de la arrancar sonriendo -ríete, ríete, pero ¿qué vas a hacer ahora, niña?- dijo mirando hacia arriba, la arrancar miró en la misma dirección y vio como el títere caía desde arriba sobre ella para atacarla
No sabía de que iba el tema, ni le interesaba. Cobarde, protección, deseos, caballo perdedor, aquellas palabras atravesaban los oídos de Ayatsuru con pereza. Este esperaba estoicamente a que la fracción le dirigiese la palabra a él. El títere castañeteaba los dientes, dibujados en la madera, nerviosamente. De repente Scatha se dirigió la palabra a él -Mátala, Ayatsuru- el arrancar sonrió feliz y se relamió los labios -Ah, al final sí que merece la pena el haber venido. Perdone mi tono anterior Señora- dijo mirando a Scatha para después hacer una reverencia hasta la cintura -perdone, sísísísí- Corroboró Zora -No se volverá a repetir insolencia alguna por mi parte- continuó diciendo el hombre - No, sísísísí- apostilló la marioneta. Mientras él hablaba Zora se colocó entre la novata y su dueño.
La arrancar se puso en pie y empuño su arma. -Al fin te has levantado chiquilla. Normalmente no presto atención a las mujeres, pero no te sientas molesta, ni hombres ni mujeres despiertan mi apetito sexual. Ahora podemos tener un combate interesante, atácame con todo lo que tengas por que voy a hacer que mueras lenta y dolorosamente. Ah, solo te pido una cosa: no dañes esta habitación- dijo el arranca con un tono cordial, el títere en esta ocasión no hizo comentario alguno. La muchacha saltó hacia delante para atacar al hombre, pero este con un ligero movimiento de sus dedos paró el arma del rival y cortó superficialmente el brazo de ella. -¿Por qué no me atacas?, tu rival soy yo, no la marioneta-
Aquél truco era viejo, haz que el enemigo se enfurezca, que sienta rabia y frustración, por que entonces atacará sin pensar y se hará débil. Su enemigo volvió a atacar, pero esta vez esquivó en lugar de parar. -¿Seguro que me estás atacando en serio, niña?- dijo en tono burlón. La tuerta se cabreó y ataco con una estocada directa, el arrancar intentó esquivarlo, pero la espada se clavó en el costado atravesándolo de un lado a otro y la arrancar se jactó de ello riéndose de él. Ayatsuru gimió de placer y agarró con ambas manos la empuñadura de la espada de la arrancar sonriendo -ríete, ríete, pero ¿qué vas a hacer ahora, niña?- dijo mirando hacia arriba, la arrancar miró en la misma dirección y vio como el títere caía desde arriba sobre ella para atacarla
Ayatsuru- Fracción Sinister
- Post : 44
Edad : 35
Re: Comienza el espectáculo. [Libre]
La marioneta se le venía encima enarbolando sus dos fatales cuchillas. Sabía que si no hacía algo, aquellas hojas de acero la acabarían atravesando y el juego habría llegado a su fin; pero si lo esquivaba, perdería su zampakutou, cosa de la que tampoco podía prescindir. Viéndose acorralada, no pudo más que embetir contra aquel maldito bufón. Sus piernas se impulsaron con todas sus fuerzas hacia delante en una bestial embestida, arratrando todo cuanto tenía por delante. Chocó cual rinoceronte contra la pared, revolviendo el escaso mobiliario, provocando una sacudida en las paredes que hicieron temblar todas las máscaras que la fracción había ido acumulando desde hacia años.
Aturdida por el esfuerzo, consiguió ponerse en pie y sostener libre su zampakutou. Resopló hastiada y de soslayo dirigió una fugaz mirada hacia donde estaba la fracción, sentada aún sobre los cojines. Intentaba ver que pensaría Scatha de todo aquello, de su golpe y aquella estratagema para liberar su zampa del orondo cuerpo del bufón.
Pero no vio nada. Aunque el rostro de Scatha hubiera estado descubierto, lo cierto es que aquella pequeña arrancar no habría conseguido vislumbrar nada. La tez morena y tatuada de la fracción se mantenía estoica, sólo atenta a los sonidos cada vez más invasivos del enfrentamiento, habiéndose fruncido un poco su expresión al escuchar el tenue tintineo de sus máscaras tras el impacto. Scatha no necesitaba tener ojos para saber que sucedía a su alrededor; por desgracia, todos los habitantes de Huecos Mundo dejaban demasiadas pistas que ella fácilmente, podía vislumbrar. No estaba verdaderamente ciega.
Pero a la arrancar esa indiferencia la enfureció. Se llevó una mano a la boca, de uñas largas y blancas como la porcelana. Sujetándose una uña con los dientes, la arrancó de cuajo liberando una pequeña parte de su poder. Gruesas púas férreas comenzarona brotar por su espalda y por orificio que había ocupado uno de sus ojos, nació una grotesca púas de oxidado hierro. El tamaño de la muchacha aumentó unos centímetros, así como su masa muscular.
-¡No te rias de mí, sucio bufón! Haré que te tragues esas palabras. ¡Estoy cansada de que me humilléis! -gritó la arrancar encorvada ante la mutación que había brotado en su espalda.
Scatha percibió el aumento de poder. Su pálida y tililante aura rosada se intensificó hacia un rojo sangriento, tembloroso e insípido, crispado por puntigudas formas que palpitaban histéricas. Sus dedos se cerraron con fuerza sobre la empuñadura de su zampakutou; no confiaba en un aura tan volátil, mucho menos estando en sus aposentos. Si aquello se descontrolaba, iba a tener que lamentarlo, pero le quitaría el juguete a Ayatsuru.
-Empieza a ponerse histérica, Ayatsuru... Procura que no destroce mi habitación o no habrá lugar en Hueco Mundo donde puedas esconderte -musitó Scatha, girando levemente la cabeza hacia los dos arrancars-.
Aturdida por el esfuerzo, consiguió ponerse en pie y sostener libre su zampakutou. Resopló hastiada y de soslayo dirigió una fugaz mirada hacia donde estaba la fracción, sentada aún sobre los cojines. Intentaba ver que pensaría Scatha de todo aquello, de su golpe y aquella estratagema para liberar su zampa del orondo cuerpo del bufón.
Pero no vio nada. Aunque el rostro de Scatha hubiera estado descubierto, lo cierto es que aquella pequeña arrancar no habría conseguido vislumbrar nada. La tez morena y tatuada de la fracción se mantenía estoica, sólo atenta a los sonidos cada vez más invasivos del enfrentamiento, habiéndose fruncido un poco su expresión al escuchar el tenue tintineo de sus máscaras tras el impacto. Scatha no necesitaba tener ojos para saber que sucedía a su alrededor; por desgracia, todos los habitantes de Huecos Mundo dejaban demasiadas pistas que ella fácilmente, podía vislumbrar. No estaba verdaderamente ciega.
Pero a la arrancar esa indiferencia la enfureció. Se llevó una mano a la boca, de uñas largas y blancas como la porcelana. Sujetándose una uña con los dientes, la arrancó de cuajo liberando una pequeña parte de su poder. Gruesas púas férreas comenzarona brotar por su espalda y por orificio que había ocupado uno de sus ojos, nació una grotesca púas de oxidado hierro. El tamaño de la muchacha aumentó unos centímetros, así como su masa muscular.
-¡No te rias de mí, sucio bufón! Haré que te tragues esas palabras. ¡Estoy cansada de que me humilléis! -gritó la arrancar encorvada ante la mutación que había brotado en su espalda.
Scatha percibió el aumento de poder. Su pálida y tililante aura rosada se intensificó hacia un rojo sangriento, tembloroso e insípido, crispado por puntigudas formas que palpitaban histéricas. Sus dedos se cerraron con fuerza sobre la empuñadura de su zampakutou; no confiaba en un aura tan volátil, mucho menos estando en sus aposentos. Si aquello se descontrolaba, iba a tener que lamentarlo, pero le quitaría el juguete a Ayatsuru.
-Empieza a ponerse histérica, Ayatsuru... Procura que no destroce mi habitación o no habrá lugar en Hueco Mundo donde puedas esconderte -musitó Scatha, girando levemente la cabeza hacia los dos arrancars-.
Scatha- Espada Sinister
- Post : 95
Edad : 41
Re: Comienza el espectáculo. [Libre]
El arrancar no esperaba aquella salida, normalmente el instinto tira hacia el lado contrario de donde viene el peligro no lo empuja hacia el. El empujón lo llevó a golpearse contra la pared y,de tan fuerte que fue, perdió momentáneamente la respiración y soltó la espada. Las mascaras temblaron en la pared y la arrancar saltó hacia atrás. -Tsk,...¿no...no te dije que no le hicieses nada a la habitación?- comentó apenado.
No había estado mal, parecía que tendría que tomarse algo más en serio a la niña, pero le molestaba que la única petición que le había hecho no hubiese sido respetada. Miró la herida y se la tapó con la mano, sonriendo al recordar la maravillosa sensación que había experimentado al ser atravesado por el arma.
La arrancar miraba a Scatha buscando su aprobación, dejando al enemigo libre para hacer lo que quisiera, parecía que la acción que había realizado hubiese sido un regalo de las musas de la inspiración. Ayatsuru negó con la cabeza con gesto triste sin dejar de prestar atención a su enemigo. La chavala al no recibir gesto alguno de su líder se enfureció aún más y tras arrancarse una uña su cuerpo mutó.
-¡No te rias de mí, sucio bufón! Haré que te tragues esas palabras. ¡Estoy cansada de que me humilléis!- gritó ella. Él miró a Scatha -maldita sea, ¿qué tengo que matarla o darle una clase magistral?- Tomó aire, la herida dolía. Sonrió y volvió a hablar -La única que se humilla aquí eres tú, al actuar de esta manera te rebajas a un nivel más inferior que el de un humano- dijo serio. Aquello había echo que perdiera el interés por matar a aquella niña, ¿así que lo que realmente quería Scatha era que él sacase la basura?.
-Empieza a ponerse histérica, Ayatsuru... Procura que no destroce mi habitación o no habrá lugar en Hueco Mundo donde puedas esconderte- musitó Scatha, girando levemente la cabeza hacia los dos arrancars-. Ayatsuru se tensó. Maldita seas Scatha, espero que puedas sentir todo el asco que te tengo ahora mismo, por usarme para quitar la mierda. -Ey, ey, ey mi amo no es responsable de lo que haga ese despojo, no hace falta ponerse así, sísísísí- dijo Zora, que se había situado detrás de la arrancar mientras esta estaba distraída y deslizó sus guadañas por la espalda de la arrancar en un corte vertical todo lo profundamente que pudo. El combate podría terminar mal para él si no se daba prisa, afortunadamente ya había perdido interés en divertirse con la pequeña.
-Si no fueses así podrías haber sido un buen miembro de la tercera sección. Pero te falta experiencia y sabiduría- Ayatsu creó dos pequeñas balas, una con cada mano, y se acercó más a la arrancar, sonriendo cada vez que la herida le daba punzadas de dolor. Ella, viéndose flanqueada, se puso de lado para no dar la espalda a ninguno de los dos. El arrancar atacó de abajo a arriba sin soltar las balas para que estas no dañasen nada de la habitación, pero causara heridas internas a su rival, y el títere lanzó un ataque horizontal cruzando las dos guadañas.
No había estado mal, parecía que tendría que tomarse algo más en serio a la niña, pero le molestaba que la única petición que le había hecho no hubiese sido respetada. Miró la herida y se la tapó con la mano, sonriendo al recordar la maravillosa sensación que había experimentado al ser atravesado por el arma.
La arrancar miraba a Scatha buscando su aprobación, dejando al enemigo libre para hacer lo que quisiera, parecía que la acción que había realizado hubiese sido un regalo de las musas de la inspiración. Ayatsuru negó con la cabeza con gesto triste sin dejar de prestar atención a su enemigo. La chavala al no recibir gesto alguno de su líder se enfureció aún más y tras arrancarse una uña su cuerpo mutó.
-¡No te rias de mí, sucio bufón! Haré que te tragues esas palabras. ¡Estoy cansada de que me humilléis!- gritó ella. Él miró a Scatha -maldita sea, ¿qué tengo que matarla o darle una clase magistral?- Tomó aire, la herida dolía. Sonrió y volvió a hablar -La única que se humilla aquí eres tú, al actuar de esta manera te rebajas a un nivel más inferior que el de un humano- dijo serio. Aquello había echo que perdiera el interés por matar a aquella niña, ¿así que lo que realmente quería Scatha era que él sacase la basura?.
-Empieza a ponerse histérica, Ayatsuru... Procura que no destroce mi habitación o no habrá lugar en Hueco Mundo donde puedas esconderte- musitó Scatha, girando levemente la cabeza hacia los dos arrancars-. Ayatsuru se tensó. Maldita seas Scatha, espero que puedas sentir todo el asco que te tengo ahora mismo, por usarme para quitar la mierda. -Ey, ey, ey mi amo no es responsable de lo que haga ese despojo, no hace falta ponerse así, sísísísí- dijo Zora, que se había situado detrás de la arrancar mientras esta estaba distraída y deslizó sus guadañas por la espalda de la arrancar en un corte vertical todo lo profundamente que pudo. El combate podría terminar mal para él si no se daba prisa, afortunadamente ya había perdido interés en divertirse con la pequeña.
-Si no fueses así podrías haber sido un buen miembro de la tercera sección. Pero te falta experiencia y sabiduría- Ayatsu creó dos pequeñas balas, una con cada mano, y se acercó más a la arrancar, sonriendo cada vez que la herida le daba punzadas de dolor. Ella, viéndose flanqueada, se puso de lado para no dar la espalda a ninguno de los dos. El arrancar atacó de abajo a arriba sin soltar las balas para que estas no dañasen nada de la habitación, pero causara heridas internas a su rival, y el títere lanzó un ataque horizontal cruzando las dos guadañas.
Ayatsuru- Fracción Sinister
- Post : 44
Edad : 35
Re: Comienza el espectáculo. [Libre]
Scatha frunció los labios en una mueca no demasiado grata. La vocecita chillona de aquel muñeco de trapo comenzaba a resultarle verdaderamente molesta y sinceramente, había tenido muchas consideraciones al dejarle al bufón el gusto de matar a aquella penosa arrancar. Pero el monigote... Odiaba que le taladrasen los oídos, era algo que la molestaba sobremanera. Apoyándose sobre un brazo, se acomodó de nuevo sobre el sillón.
-¡Haz que ese maldito trozo de trapo se calle, Ayatsuru! -casi gritó, sintiéndose cada vez más incómoda en su propia habitación-. Si vuelve a abrir la boca... te juro que lo destrozaré de tal manera que incluso a tí te dolerán los huesos.
La amenaza iba muy en serio. Con la mandíbula apretada y actitud hostil, el aire comenzó a cargarse de un pesado y denso aire, cargado por la rabia contagiosa y corruptora de la fracción. Pronto el aire comenzó a tener un resguto amargo; agrio en el paladar. Si algo era propio de la fracción, era su ira desmesurada una vez perdido el control; y en aquel instante, se sentía lo suficientemente irritada como para darse un capricho. Sus dedos libres habían rasgado una pequeña parte del fino apéndice que sobresalía de la base de cu cráneo, provocando aquel olor a descomposición.
Incluso la pequeña arrancar se dio cuenta de ello antes de verse acorralada.
-¿Sabiduría? No consentiré que un cretino con un sombrero ridículo me diga lo que es ser sabio. ¡Jamás! -gritó iracunda-.
Pese a que aquel ataque se le antojó el último, pronto se dio cuenta de que no era tan imposible de evitar. Como una luz que ilumina el túnel, la solución afloró a su atorada cabeza rubia y de un salto no muy grande, retrocedió. Tal vez no consiguiera evitar el impacto, pero desde luego el calculo de ataque de sus rivales quedaba descompuesto y tenía, además, la oportunidad de compensar la balanza. Presa de la ira, casi se metió una mano en la boca y de un sonoro crujido, pareció que deseaba arrancarse los huesos de la mano. Dos uña sanguinolentas cayeron al suelo.
El cuerpo de la chica se encorvó por el peso de su cuerpo, más animal, más grotesco. Su espalda quedó por completo lleno de gruesas púas de metal, desgarrando el vestido blanco que había llevado, dejando su piel blanca al aire viciado de la estancia. Miles de venillas grises surcaban su piel lechosa, concentrándose en una mayor cantidad allí de donde brotaban las puás, ahora también de sus nudillos, curvas y afiladas como la mejor de las espadas e igualmente ansiosas por saborear la sangre; de su cráneo surgió una gruesa costra de acero que cubría su frente y gran parte del cráneo hasta las mejillas. La mandíbula inferior se había descolocado y sus dientes aumentado de tamaño.
Por primera vez, Scatha sonrió. Fue un dibujo retorcido y sensual, primario como el impulso de un animal y aterrador como la sombra de un asesino. Por fin, el circo comenzaba a ser interesante.
-¡Haz que ese maldito trozo de trapo se calle, Ayatsuru! -casi gritó, sintiéndose cada vez más incómoda en su propia habitación-. Si vuelve a abrir la boca... te juro que lo destrozaré de tal manera que incluso a tí te dolerán los huesos.
La amenaza iba muy en serio. Con la mandíbula apretada y actitud hostil, el aire comenzó a cargarse de un pesado y denso aire, cargado por la rabia contagiosa y corruptora de la fracción. Pronto el aire comenzó a tener un resguto amargo; agrio en el paladar. Si algo era propio de la fracción, era su ira desmesurada una vez perdido el control; y en aquel instante, se sentía lo suficientemente irritada como para darse un capricho. Sus dedos libres habían rasgado una pequeña parte del fino apéndice que sobresalía de la base de cu cráneo, provocando aquel olor a descomposición.
Incluso la pequeña arrancar se dio cuenta de ello antes de verse acorralada.
-¿Sabiduría? No consentiré que un cretino con un sombrero ridículo me diga lo que es ser sabio. ¡Jamás! -gritó iracunda-.
Pese a que aquel ataque se le antojó el último, pronto se dio cuenta de que no era tan imposible de evitar. Como una luz que ilumina el túnel, la solución afloró a su atorada cabeza rubia y de un salto no muy grande, retrocedió. Tal vez no consiguiera evitar el impacto, pero desde luego el calculo de ataque de sus rivales quedaba descompuesto y tenía, además, la oportunidad de compensar la balanza. Presa de la ira, casi se metió una mano en la boca y de un sonoro crujido, pareció que deseaba arrancarse los huesos de la mano. Dos uña sanguinolentas cayeron al suelo.
El cuerpo de la chica se encorvó por el peso de su cuerpo, más animal, más grotesco. Su espalda quedó por completo lleno de gruesas púas de metal, desgarrando el vestido blanco que había llevado, dejando su piel blanca al aire viciado de la estancia. Miles de venillas grises surcaban su piel lechosa, concentrándose en una mayor cantidad allí de donde brotaban las puás, ahora también de sus nudillos, curvas y afiladas como la mejor de las espadas e igualmente ansiosas por saborear la sangre; de su cráneo surgió una gruesa costra de acero que cubría su frente y gran parte del cráneo hasta las mejillas. La mandíbula inferior se había descolocado y sus dientes aumentado de tamaño.
Por primera vez, Scatha sonrió. Fue un dibujo retorcido y sensual, primario como el impulso de un animal y aterrador como la sombra de un asesino. Por fin, el circo comenzaba a ser interesante.
Scatha- Espada Sinister
- Post : 95
Edad : 41
Re: Comienza el espectáculo. [Libre]
-¡Haz que ese maldito trozo de trapo se calle, Ayatsuru!- gritó, sintiéndose cada vez más incómoda en su propia habitación-. Si vuelve a abrir la boca... te juro que lo destrozaré de tal manera que incluso a tí te dolerán los huesos.- Su irritación crecía y un olor a descomposición se desprendía de su cuerpo, sin poder aguantar más, Ayatsuru le respondió - ¡Oui, Madame! le aseguro que Zora no volverá a abrir la boca. Por cierto, me encanta como huele, es el perfume de la muerte y los cadáveres tras una sanguinolenta y cruenta batalla. Ah, ¡Como me excita este olor!- Esas fueron las últimas palabras del arrancar antes de que su rival esquivase sus ataques retrocediendo.
El hombre sonrió instantes antes de que sus balas impactasen en el cuerpo de madera del títere, partiendo a este por la mitad, y de que su sombrero de alta copa pasase a tener el aspecto de uno cordobés. Cuando la marioneta y la copa del sombrero tocaron el suelo el arrancar se quedó congelado, mientras que la arrancar experimentaba otra mutación dando un paso más hacia la completa liberación de su resurrección. El payaso no quería utilizar su resurrección delante de Scatha, ya que esto podría ponerlo en apuros en un futuro. Afortunadamente para él todavía le quedaban algunos ases bajo la manga.
En un rápido movimiento, que causó que algo más de su preciada sangre manchara el suelo de la habitación, se agachó para coger las armas del títere y rodó hacia un lateral para prevenir un posible ataque de su enemigo. Ataque que nunca llegó a producirse, parecía que la mutada arrancar estaba preparando alguna otra clase de ataque, pero como él no era muy bueno percibiendo el reiatsu no malgastó su tiempo en eso.
Necesitaba urdir un plan de ataque: Podía intentar arrebatarle su arma usando sus hilos, pero se encontraba fuera de su rango de acción. El atacar directamente era inviable, además quería evitar el volver a ser herido por aquél arma. Algo más factible era utilizar otro de sus ases ya que Zora todavía seguía funcionando por mucho que a la vista del enemigo pareciera inservible, era algo que tampoco quería mostrar, pero era un precio bajo comparándolo con su propia vida. Habiendo decidido que usaría a Zora tenía que situar la marioneta entre ellos. Una idea acudió a su mente.
Ayatsuru dio 6 pasos hacia atrás dejando los restos de Zora entre ellos. Luego se preparó. Si todo salía según lo planeado todo acabaría con aquél golpe, si no podría reducirla o causarle graves daños. Llamaría la atención de la arrancar haciendo que esta cargase directamente contra él, para que al pasar por encima del títere este hiciese que perdiera el equilibrio y cayera al suelo lista para, con sus hilos, clavarle las hojas de su arma en el cerebro. Si aquello no pasaba siempre podía hacer que la marioneta bloquease el ataque o que la sorprendiera por detrás. Lo que más le molestaba de aquel plan es que no sabía lo que la otra estaba haciendo, no creía que fuese a lanzar un cero, una bala o cualquier otro ataque arrojadizo, ya que cualquier daño a la habitación causaría la muerte instantánea de ambos a manos de Scatha. Solo le faltaba que la otra atacara sin pensar, y aquello era la parte más facil.
Se puso en guardia y sonrió con aquella macabra sonrisa-Ya has conocido al payaso, ahora conocerás al mago. Ven con papaito y clavame esas puás si tienes el valor necesario para ello ¡Puta!- Las piezas ya estaban situadas en aquél extraño tablero de ajedrez, solo faltaba que el rey blanco picase el anzuelo.
El hombre sonrió instantes antes de que sus balas impactasen en el cuerpo de madera del títere, partiendo a este por la mitad, y de que su sombrero de alta copa pasase a tener el aspecto de uno cordobés. Cuando la marioneta y la copa del sombrero tocaron el suelo el arrancar se quedó congelado, mientras que la arrancar experimentaba otra mutación dando un paso más hacia la completa liberación de su resurrección. El payaso no quería utilizar su resurrección delante de Scatha, ya que esto podría ponerlo en apuros en un futuro. Afortunadamente para él todavía le quedaban algunos ases bajo la manga.
En un rápido movimiento, que causó que algo más de su preciada sangre manchara el suelo de la habitación, se agachó para coger las armas del títere y rodó hacia un lateral para prevenir un posible ataque de su enemigo. Ataque que nunca llegó a producirse, parecía que la mutada arrancar estaba preparando alguna otra clase de ataque, pero como él no era muy bueno percibiendo el reiatsu no malgastó su tiempo en eso.
Necesitaba urdir un plan de ataque: Podía intentar arrebatarle su arma usando sus hilos, pero se encontraba fuera de su rango de acción. El atacar directamente era inviable, además quería evitar el volver a ser herido por aquél arma. Algo más factible era utilizar otro de sus ases ya que Zora todavía seguía funcionando por mucho que a la vista del enemigo pareciera inservible, era algo que tampoco quería mostrar, pero era un precio bajo comparándolo con su propia vida. Habiendo decidido que usaría a Zora tenía que situar la marioneta entre ellos. Una idea acudió a su mente.
Ayatsuru dio 6 pasos hacia atrás dejando los restos de Zora entre ellos. Luego se preparó. Si todo salía según lo planeado todo acabaría con aquél golpe, si no podría reducirla o causarle graves daños. Llamaría la atención de la arrancar haciendo que esta cargase directamente contra él, para que al pasar por encima del títere este hiciese que perdiera el equilibrio y cayera al suelo lista para, con sus hilos, clavarle las hojas de su arma en el cerebro. Si aquello no pasaba siempre podía hacer que la marioneta bloquease el ataque o que la sorprendiera por detrás. Lo que más le molestaba de aquel plan es que no sabía lo que la otra estaba haciendo, no creía que fuese a lanzar un cero, una bala o cualquier otro ataque arrojadizo, ya que cualquier daño a la habitación causaría la muerte instantánea de ambos a manos de Scatha. Solo le faltaba que la otra atacara sin pensar, y aquello era la parte más facil.
Se puso en guardia y sonrió con aquella macabra sonrisa-Ya has conocido al payaso, ahora conocerás al mago. Ven con papaito y clavame esas puás si tienes el valor necesario para ello ¡Puta!- Las piezas ya estaban situadas en aquél extraño tablero de ajedrez, solo faltaba que el rey blanco picase el anzuelo.
Ayatsuru- Fracción Sinister
- Post : 44
Edad : 35
Re: Comienza el espectáculo. [Libre]
El peso de la mutación provocaba que su cuerpo se torciera hacia delante, jorobada por las gruesas púas; un chirrido agudo se desprendía de las extensiones de los nudillos al rozar el suelo ritmicamente con su respiración agitada. No podría mantener ese estado intermedio demasiado tiempo sin que se colapsase por completo, debía terminar cuando antes o terminar de liberar su resurrección. Y si lo hacía... Estaba seguro de que Scatha la destrozaría.
Hastiada por al cariz de la situación, a la no tan pequeña fracción se le acababan las opciones y el tiempo. Lo sentía bajo la piel: la agonía, el dolor que punzaba su espalda y atenazaba sus manos. Necesitaba liberar de una maldita vez, sentirse plena en su atrocidad y terminar con aquel ridiculo espectáculo. Si lograse terminar ahora... si pudiera liberarse... Qué rápido haría que ese payaso se tragase sus palabras. Lo destrozaría sin miramientos y le regalaría esas hojas a su señora... Debía matarlo... Necesiataba matarlo...
Sus manos temblaban presa de la frustración y el dolor contagiados por la atroz vibración que agitaban sus ojos iracundos; lo sentía con mayor claridad expandirse por su maltrecho cuerpo. La sangre le quemaba por dentro.
-¡¡¡¡¡AAAAGH!!!!
El grito salió de su boca en un atroz alarido de dolor, rabia y odio. Cegada por la opresión que comprimía su cuerpo, comenzó a agitarse tratando de contener aquello que gritaba por liberarse. Golpeó el suelo enloquecida, provocando que una de las pocas uñas que aún conservaba se quebrase con un sonoro chasquido. La resurrección terminaría de completarse. Sacudió la cabeza con violencia mientras su mandíbula se desencajaba para albergar una grotesta hilera de colmillos afilados y negros, mientras su cabeza se deformaba creando dos protuberancias férreas hacia atrás similares a aletas. Los ojos, antes claros y temerosos se tornaron negros como el vacío, carentes de ese miedo primario.
Scatha contemplaba la sangrienta y tornasolada aura de a arrancar, antes pálida y titubeante, en una agitada y violenta de color sangriento. Estaba segura de que perdería el control de sí misma y al final, tendría que intervenir. Se puso en pie, atenta a los cambios; percibiendo los sentimientos fluctuantes en el aire. Y sin decir nada, desenvainó su zampakutou.
Incontrolable, la arrancar se lanzó hacia delante. Deseaba matarlo con tal intensidad que su cabeza perdió por completo el rumbo. Se lanzó contra Ayatsuru en una brutal embestida con las fauces abiertas mostrando el profundo abismo que había en su interior. Pronto... sólo quedaría una mancha en la pared con la sangre del bufón.
OFF: lamento el retraso... Va, último round, Aya. Suerte
Hastiada por al cariz de la situación, a la no tan pequeña fracción se le acababan las opciones y el tiempo. Lo sentía bajo la piel: la agonía, el dolor que punzaba su espalda y atenazaba sus manos. Necesitaba liberar de una maldita vez, sentirse plena en su atrocidad y terminar con aquel ridiculo espectáculo. Si lograse terminar ahora... si pudiera liberarse... Qué rápido haría que ese payaso se tragase sus palabras. Lo destrozaría sin miramientos y le regalaría esas hojas a su señora... Debía matarlo... Necesiataba matarlo...
Sus manos temblaban presa de la frustración y el dolor contagiados por la atroz vibración que agitaban sus ojos iracundos; lo sentía con mayor claridad expandirse por su maltrecho cuerpo. La sangre le quemaba por dentro.
-¡¡¡¡¡AAAAGH!!!!
El grito salió de su boca en un atroz alarido de dolor, rabia y odio. Cegada por la opresión que comprimía su cuerpo, comenzó a agitarse tratando de contener aquello que gritaba por liberarse. Golpeó el suelo enloquecida, provocando que una de las pocas uñas que aún conservaba se quebrase con un sonoro chasquido. La resurrección terminaría de completarse. Sacudió la cabeza con violencia mientras su mandíbula se desencajaba para albergar una grotesta hilera de colmillos afilados y negros, mientras su cabeza se deformaba creando dos protuberancias férreas hacia atrás similares a aletas. Los ojos, antes claros y temerosos se tornaron negros como el vacío, carentes de ese miedo primario.
Scatha contemplaba la sangrienta y tornasolada aura de a arrancar, antes pálida y titubeante, en una agitada y violenta de color sangriento. Estaba segura de que perdería el control de sí misma y al final, tendría que intervenir. Se puso en pie, atenta a los cambios; percibiendo los sentimientos fluctuantes en el aire. Y sin decir nada, desenvainó su zampakutou.
Incontrolable, la arrancar se lanzó hacia delante. Deseaba matarlo con tal intensidad que su cabeza perdió por completo el rumbo. Se lanzó contra Ayatsuru en una brutal embestida con las fauces abiertas mostrando el profundo abismo que había en su interior. Pronto... sólo quedaría una mancha en la pared con la sangre del bufón.
OFF: lamento el retraso... Va, último round, Aya. Suerte
Scatha- Espada Sinister
- Post : 95
Edad : 41
Re: Comienza el espectáculo. [Libre]
No parecía que la arrancar hubiese planeado nada. En vez de eso, la arrancar seguía manteniendo aquél estado imperfecto y abominable, sufriendo unos dolores y espasmos que fueron toda una delicatessen para el payasete.
Como era previsible, aquella monstruosidad no podía aguantar más y con un grito de dolor que haría llorar al humano más insensible terminó de transformarse. Aquella mole no tenía gracia alguna, era basta y rudimentaria. Pero su estructura craneal parecía no desencajar en aquél ambiente. Un fugaz pensamiento le cruzó la cabeza: "Le entregaré la cabeza cortada de este ser a Scatha para que acompañe a esta maravillosa colección". Cuando volvió de sus pensamientos la arrancar ya había completado su resurrección.
En ese momento, un crujido de ropas y el ruido del metal contra la madera avisó a los contrincantes que la fracción se había puesto en pié y desenfundado su arma. Ayatsuru se tensa, ¿se ha levantado por su propia seguridad?, ¿Irá a por él? ó ¿Se habrá cansado y la va a matar haciendo que todo esto no haya servido para nada?.
La arrancar embistió directamente, sin rodeos, sin pensar, actuando con instinto animal. La respuesta de él no se hizo esperar. Lanzó una de las hojas a la testa de la arranca y rebotó contra la dura piel, cayendo al suelo, fuera del alcance de sus hilos. Ella siguió cargando y pasó por encima del títere, quién se levantó súbitamente intentando parar la carga. No funcionó. La que fuese una pequeña niña, trastrabilló y dió los últimos pasos que lo separaban del rival. El viejo arrancar separó y adelantó uno de los pies dándole el mayor impulso posible, al arma y a su cuerpo, hacía delante. A las fauces abiertas del enemigo, dispuesto a atravesarle el cerebro con un ataque hacia delante y la hoja ligeramente hacia arriba. Su perdición o su salvación se jugaba en aquél ataque.
Como era previsible, aquella monstruosidad no podía aguantar más y con un grito de dolor que haría llorar al humano más insensible terminó de transformarse. Aquella mole no tenía gracia alguna, era basta y rudimentaria. Pero su estructura craneal parecía no desencajar en aquél ambiente. Un fugaz pensamiento le cruzó la cabeza: "Le entregaré la cabeza cortada de este ser a Scatha para que acompañe a esta maravillosa colección". Cuando volvió de sus pensamientos la arrancar ya había completado su resurrección.
En ese momento, un crujido de ropas y el ruido del metal contra la madera avisó a los contrincantes que la fracción se había puesto en pié y desenfundado su arma. Ayatsuru se tensa, ¿se ha levantado por su propia seguridad?, ¿Irá a por él? ó ¿Se habrá cansado y la va a matar haciendo que todo esto no haya servido para nada?.
La arrancar embistió directamente, sin rodeos, sin pensar, actuando con instinto animal. La respuesta de él no se hizo esperar. Lanzó una de las hojas a la testa de la arranca y rebotó contra la dura piel, cayendo al suelo, fuera del alcance de sus hilos. Ella siguió cargando y pasó por encima del títere, quién se levantó súbitamente intentando parar la carga. No funcionó. La que fuese una pequeña niña, trastrabilló y dió los últimos pasos que lo separaban del rival. El viejo arrancar separó y adelantó uno de los pies dándole el mayor impulso posible, al arma y a su cuerpo, hacía delante. A las fauces abiertas del enemigo, dispuesto a atravesarle el cerebro con un ataque hacia delante y la hoja ligeramente hacia arriba. Su perdición o su salvación se jugaba en aquél ataque.
Ayatsuru- Fracción Sinister
- Post : 44
Edad : 35
Re: Comienza el espectáculo. [Libre]
Con los tobillos torcidos y rotos por aquell torpe movimiento, la arrancar sólo había conseguido ponerse en una ventaja totalmente desfavorecedora. Su inmenso cuerpo no soportaba tanto peso ni movimientos tan bruscos; era un ariete no un luchador grácil. Con las piernas inútiles y a tan escasa distancia, aún tenía una pequeña posibilidad de salir airosa de aquella función de circo. El primer ataque de Ayatsuru no había funcionado y la hoja de aquel muñeco había rebotado contra la dura costra férrosa de su cráneo.
Entonces vio el filo acerado de la espada ir directo hacia ella. Veloz y tajante, notó como atravesaban su garganta y chocaba contra la costra que cubría su espalda, haciéndola boquear hacia atrás. Durante un segundo de pavor, toda la rabia y el odio de esa arrancar se concentró en su ojo, lloroso y desbocado. El sufrimiento por ser débil en una sección en la que se exigia poder y frialdad, el dolor por aguanatr durante años los abusos de los demás arrancar, las heridas que había curado relamiéndose su odio y su orgullo. Había soportado lo que ningún arrancar podría durante largas noches y días crueles, y todo por ser una más en mitad de las bestias voraces que poblaban los silenciosos pasillos de la tercera; por querer que aquella fracción la mirase una sola vez, le hubiera dado su otro ojo. Pero nunca ocurrió. Continuó soportando los ultrajes de los demás, la profanación de todo su ser reviviendo los más humillantes recuerdos de su vida mortal. Y todo, para nada.
Lágrimas sanguinolentas resbalaron de su ojo, desencajado y palpitante. La sangre comenzó a brotar de su boca, cayendo al suelo en densas gotas cuajadas.
Scatha observaba como el auara iba perdiendose en la más profunda negrura de su mundo, pulsante. Había demostrado arrojo y una desesperación casi envidiable que le daba fuerzas, pero no eran razones suficientes para que en su muerte, la fracción la considerase ni digna ni fuerte. Era una niña, asustada, llorosa con una malicia contagiosa que no había aprendido nada de sí misma; pudo haber sido una provechosa miembro de la tercera pero prefirió la aceptación en un mundo de bastardos retorcidos y depravados.
Scatha se giró para sentarse de nuevo, cuando de soslayo un fuga girón rojizo la hizo volverse hacia la arrancar.
Ahogada en su propia sangre, boqueando como un pez agonizante fuera del agua, la sangre se concentraba bajo sus piernas destrozadas con un nuevo afluente. Vengativa en su último aliento, la pequeña y moribunda arrancar, en un arranque había clavado sus zarpas curvas sobre el vientre del bufón. Agotada y desangrada, dejó caer todo el peso de su voluminoso cuerpo en un último boqueo gargajoso.
El aura se perdió. Definitivamente aquella triste arrancar había muerto. El olor a sangre impregnaba la habitación en un desagradable tinte invasivo que no gustaba a Scatha. No iba a permitir que una cosa tan lastimera como ella se quedase ni un segundo más en su santuario. Sentía el aura de Ayatsuru, palpitante; casi se aventuraba a decir que esa herida habría hecho que se agitase de pura excitación. Scatha suspiró asqueada.
-Llévate eso, no quiero que ese despojo esté aquí dentro -masculló enfundando su zampakutou-. Procura que no se te salgan las tripas al quitarte las garras de encima, no quiero más mierda en mis aposentos.
Entonces vio el filo acerado de la espada ir directo hacia ella. Veloz y tajante, notó como atravesaban su garganta y chocaba contra la costra que cubría su espalda, haciéndola boquear hacia atrás. Durante un segundo de pavor, toda la rabia y el odio de esa arrancar se concentró en su ojo, lloroso y desbocado. El sufrimiento por ser débil en una sección en la que se exigia poder y frialdad, el dolor por aguanatr durante años los abusos de los demás arrancar, las heridas que había curado relamiéndose su odio y su orgullo. Había soportado lo que ningún arrancar podría durante largas noches y días crueles, y todo por ser una más en mitad de las bestias voraces que poblaban los silenciosos pasillos de la tercera; por querer que aquella fracción la mirase una sola vez, le hubiera dado su otro ojo. Pero nunca ocurrió. Continuó soportando los ultrajes de los demás, la profanación de todo su ser reviviendo los más humillantes recuerdos de su vida mortal. Y todo, para nada.
Lágrimas sanguinolentas resbalaron de su ojo, desencajado y palpitante. La sangre comenzó a brotar de su boca, cayendo al suelo en densas gotas cuajadas.
Scatha observaba como el auara iba perdiendose en la más profunda negrura de su mundo, pulsante. Había demostrado arrojo y una desesperación casi envidiable que le daba fuerzas, pero no eran razones suficientes para que en su muerte, la fracción la considerase ni digna ni fuerte. Era una niña, asustada, llorosa con una malicia contagiosa que no había aprendido nada de sí misma; pudo haber sido una provechosa miembro de la tercera pero prefirió la aceptación en un mundo de bastardos retorcidos y depravados.
Scatha se giró para sentarse de nuevo, cuando de soslayo un fuga girón rojizo la hizo volverse hacia la arrancar.
Ahogada en su propia sangre, boqueando como un pez agonizante fuera del agua, la sangre se concentraba bajo sus piernas destrozadas con un nuevo afluente. Vengativa en su último aliento, la pequeña y moribunda arrancar, en un arranque había clavado sus zarpas curvas sobre el vientre del bufón. Agotada y desangrada, dejó caer todo el peso de su voluminoso cuerpo en un último boqueo gargajoso.
El aura se perdió. Definitivamente aquella triste arrancar había muerto. El olor a sangre impregnaba la habitación en un desagradable tinte invasivo que no gustaba a Scatha. No iba a permitir que una cosa tan lastimera como ella se quedase ni un segundo más en su santuario. Sentía el aura de Ayatsuru, palpitante; casi se aventuraba a decir que esa herida habría hecho que se agitase de pura excitación. Scatha suspiró asqueada.
-Llévate eso, no quiero que ese despojo esté aquí dentro -masculló enfundando su zampakutou-. Procura que no se te salgan las tripas al quitarte las garras de encima, no quiero más mierda en mis aposentos.
Scatha- Espada Sinister
- Post : 95
Edad : 41
Re: Comienza el espectáculo. [Libre]
Sus brazos sufrieron toda la envestida de aquella mole, si no fuera por Zora seguramente el impacto lo habría lanzado hacia atrás. No podía creerlo, pero había funcionado. Había sentido a través de las hojas como atravesaban la piel, luego penetrado la traquea y seccionado las cuerdas bocales, terminando su carrera en el duro caparazón trasero. Tal como entraron, en aquel herético cuerpo, salieron goteando aquél rojo fluido cuya cantidad marcaba normalmente la diferencia entre la vida y la muerte.
Estaba contento y a la vez desilusionado. Contento por que había terminado por fin aquél estúpido combate y desilusionado por que no podría jugar más con aquello, no había podido torturarla mucho físicamente y de que al final el ataque más simple y directo hubiese sido el golpe mortal. La respiración de Ayatsuru se iba normalizando rápidamente y los jadeos de esfuerzo se intercalaban con una media sonrisa. Por lo menos aún le quedaba el consuelo de ver como “aquello” iba muriendo lentamente, no lo podía saber por el reiatsu, ya que sus capacidades detectándolo eran casi nulas, si no por el espectáculo tantas veces observado. La mirada de odio, el último gesto de alguien con un mínimo orgullo personal, y lágrimas escarlatas por la rabia de alguien que ha perdido algo más que una batalla lo indicaban. Las magníficas gotas de sangre pintando el oscuro lienzo que era el suelo, dándole un toque todavía más magnifico, si es que era posible, a aquella habitación. El ojo se cerraba, la respiración era más pausada y el cuerpo pesaba cada vez más. La imagen de la muerte era cada vez más perceptible en el lienzo gracias al plasma carmesí.
Una última bocanada de aire, el último suspiro, le dejó un maravilloso regalo al Arrancar. Su patético enemigo había clavado sus garras en el estómago de este, haciendo los ojos del hombre se giraran, las piernas flaquearan y un escalofrío de placer recorriera su cuerpo por toda su columna. -UUUff. Ouiiii, je l'adore!- dijo a media voz, sin importarle si la Fracción le escuchaba o no. El dolor había devuelto el buen humor al viejo. El dolor era placer y el placer un indicador de que estaba vivo. La sonrisa que surcaba su rostro lo decía todo. El cuerpo de la mole se encontraba finalmente tendido en el suelo y el lienzo de la muerte terminado.
-Llévate eso, no quiero que ese despojo esté aquí dentro -masculló Scatha enfundando su zampakutou-. Procura que no se te salgan las tripas al quitarte las garras de encima, no quiero más mierda en mis aposentos.- Terminó de decir. El arrancar asintió.
Zora se recompuso a una orden mental de su amo y se acercó a este. Le cogió una de las armas de su mano y rasgo la espalda de la chaqueta, soltó la hoja en el suelo y cuando el Arrancar se quitó aquella garra de su cuerpo el títere cubrió la herida rápidamente con aquel vendaje improvisado -Ugh...duele- jadeó el titiritero , mientras tanto la marioneta se colgaba las hojas en su cintura para seguidamente cargar con el cuerpo sin vida. Con una mano en el estomago sosteniendo la herida se sacudió el polvo, recogió los restos de su sombrero, miró a su señora e hizo la reverencia como mejor pudo. Se puso los restos del sombrero sobre su cabeza y con paso renqueante se dirigió a la puerta, la abrió y dejo pasar a Zora.
Antes de irse él también, se giró hacia la fracción con un gesto de dolor por culpa de la herida -Esto...esto me ha abierto el apetito- dijo con voz entrecortada y media sonrisa burlona -Tengo en mi cuarto un humano al que pensaba...- una nueva punzada le interrumpió -...pensaba tortu...torturar un rato antes de comérmelo.- se paró nuevamente para mirar la expresión en el rostro de Scatha -¿Le gustaría acompañarme y cenar conmigo?- miro el vino y las velas que aún seguían intactos -Siempre es mejor que las velas...aunque he de reconocer que ese vino es un acierto-
Estaba contento y a la vez desilusionado. Contento por que había terminado por fin aquél estúpido combate y desilusionado por que no podría jugar más con aquello, no había podido torturarla mucho físicamente y de que al final el ataque más simple y directo hubiese sido el golpe mortal. La respiración de Ayatsuru se iba normalizando rápidamente y los jadeos de esfuerzo se intercalaban con una media sonrisa. Por lo menos aún le quedaba el consuelo de ver como “aquello” iba muriendo lentamente, no lo podía saber por el reiatsu, ya que sus capacidades detectándolo eran casi nulas, si no por el espectáculo tantas veces observado. La mirada de odio, el último gesto de alguien con un mínimo orgullo personal, y lágrimas escarlatas por la rabia de alguien que ha perdido algo más que una batalla lo indicaban. Las magníficas gotas de sangre pintando el oscuro lienzo que era el suelo, dándole un toque todavía más magnifico, si es que era posible, a aquella habitación. El ojo se cerraba, la respiración era más pausada y el cuerpo pesaba cada vez más. La imagen de la muerte era cada vez más perceptible en el lienzo gracias al plasma carmesí.
Una última bocanada de aire, el último suspiro, le dejó un maravilloso regalo al Arrancar. Su patético enemigo había clavado sus garras en el estómago de este, haciendo los ojos del hombre se giraran, las piernas flaquearan y un escalofrío de placer recorriera su cuerpo por toda su columna. -UUUff. Ouiiii, je l'adore!- dijo a media voz, sin importarle si la Fracción le escuchaba o no. El dolor había devuelto el buen humor al viejo. El dolor era placer y el placer un indicador de que estaba vivo. La sonrisa que surcaba su rostro lo decía todo. El cuerpo de la mole se encontraba finalmente tendido en el suelo y el lienzo de la muerte terminado.
-Llévate eso, no quiero que ese despojo esté aquí dentro -masculló Scatha enfundando su zampakutou-. Procura que no se te salgan las tripas al quitarte las garras de encima, no quiero más mierda en mis aposentos.- Terminó de decir. El arrancar asintió.
Zora se recompuso a una orden mental de su amo y se acercó a este. Le cogió una de las armas de su mano y rasgo la espalda de la chaqueta, soltó la hoja en el suelo y cuando el Arrancar se quitó aquella garra de su cuerpo el títere cubrió la herida rápidamente con aquel vendaje improvisado -Ugh...duele- jadeó el titiritero , mientras tanto la marioneta se colgaba las hojas en su cintura para seguidamente cargar con el cuerpo sin vida. Con una mano en el estomago sosteniendo la herida se sacudió el polvo, recogió los restos de su sombrero, miró a su señora e hizo la reverencia como mejor pudo. Se puso los restos del sombrero sobre su cabeza y con paso renqueante se dirigió a la puerta, la abrió y dejo pasar a Zora.
Antes de irse él también, se giró hacia la fracción con un gesto de dolor por culpa de la herida -Esto...esto me ha abierto el apetito- dijo con voz entrecortada y media sonrisa burlona -Tengo en mi cuarto un humano al que pensaba...- una nueva punzada le interrumpió -...pensaba tortu...torturar un rato antes de comérmelo.- se paró nuevamente para mirar la expresión en el rostro de Scatha -¿Le gustaría acompañarme y cenar conmigo?- miro el vino y las velas que aún seguían intactos -Siempre es mejor que las velas...aunque he de reconocer que ese vino es un acierto-
Ayatsuru- Fracción Sinister
- Post : 44
Edad : 35
Re: Comienza el espectáculo. [Libre]
Quieta como una estatua de sal, Scatha no abrió la boca hasta pasados unos instantes cuando el olor a fracaso y humillación abandonaron la estancia. Los dedos de Scatha se morvieron inquieto como gusanos retorcidos sobre el suelo pulido, demasiado irritada para articular una sola palabra. Estiró el cuello hacia un lado y luego hacia el otro, desentumeciendo la ira que se había ido acumulando durante aquel burlesco combate.
-No Ayatsuru, no deseo compañía -masculló dejándose caer sobre su sillón; se llevó una mano a la sien vendada y cubeirta de abalorios-. Lárgate Ayatsuru... Ha sido bastante por hoy...
No le gustaba la compañía por lo general y aquella no iba a ser una excepción. Al menos, tras la lucha sabía algo más: debía vigilar bien a aquel mimo de circo barato. Demasiado independiente, quizás más capaz que la mayoría de los arrancars de la sección; no quería llegar al momento de volver a hacer su particular selección natural con aquel sujeto... pero si la cosa se terciaba, no tenía reparos en hacer de verdugo. Una cabeza más no suponía un gran cambio para una sección que necesitaba de orden y control.
Cuando la puerta se cerró tras los pasos del bufón, las tinieblas volvieron a adueñarse de la habitación, una vez más.
-No Ayatsuru, no deseo compañía -masculló dejándose caer sobre su sillón; se llevó una mano a la sien vendada y cubeirta de abalorios-. Lárgate Ayatsuru... Ha sido bastante por hoy...
No le gustaba la compañía por lo general y aquella no iba a ser una excepción. Al menos, tras la lucha sabía algo más: debía vigilar bien a aquel mimo de circo barato. Demasiado independiente, quizás más capaz que la mayoría de los arrancars de la sección; no quería llegar al momento de volver a hacer su particular selección natural con aquel sujeto... pero si la cosa se terciaba, no tenía reparos en hacer de verdugo. Una cabeza más no suponía un gran cambio para una sección que necesitaba de orden y control.
Cuando la puerta se cerró tras los pasos del bufón, las tinieblas volvieron a adueñarse de la habitación, una vez más.
Scatha- Espada Sinister
- Post : 95
Edad : 41
Temas similares
» Comienza la fiesta
» Una nueva era comienza
» Un pequeño respiro {Libre}
» Bienvenida [Libre]
» En movimiento [Libre]
» Una nueva era comienza
» Un pequeño respiro {Libre}
» Bienvenida [Libre]
» En movimiento [Libre]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Jue Abr 30, 2015 3:40 am por Kenta
» Ethernia Ehlysea {Afiliación Élite}
Dom Mayo 25, 2014 7:56 am por Invitado
» Foro RPG Naruto (Élite) (caida de botones)
Dom Mayo 25, 2014 6:04 am por Invitado
» holau gente ^^
Lun Mayo 12, 2014 6:03 am por taider kend
» Foro RPG Naruto (Élite)
Sáb Mayo 03, 2014 7:20 am por Invitado
» School of devil way [Elite]
Dom Mar 23, 2014 7:39 am por Invitado
» Attack On Titan ;; Reapertura [Cambio de Botón - Normal.]
Mar Ene 14, 2014 1:09 pm por Invitado
» Anime Rol [Élite]
Dom Dic 08, 2013 3:51 pm por Invitado
» I Want Candy! {Invitación}
Lun Nov 11, 2013 9:54 am por Invitado
» Homines Hortum || Élite [Yaoi]
Dom Oct 20, 2013 2:42 pm por Invitado