Batalla en Karakura — Chris

La noche es joven en Karakura.

El macabro juego de los Arrancars se ve truncada por una rápida respuesta del Gotei. Un grupo, formado por ocho shinigamis, acaba de cruzar las puertas del Dangai, para plantar cara a las huestes de Marcus -una Espada y tres fracciones- que pretenden desafiar a la Sociedad de Almas, con aquella burlesca caza de la desaparecida Hatsushiki.

Okami, la Espada lobuna, había bajado al Mundo Humano junto con sus dos Fracciones y, soltando a la malograda shinigami en Karakura, les ordenó que la apresaran. Yoel, Fracción de la Séptima Sección de Hueco Mundo, los siguió, curioso de qué planeaba la Espada esta vez.

El primer shinigami en llegar fue el Capitán Bastian Chiesa que, tomando la nada sutil solución de mostrarse e insultar a los arrancars, esperó a que estos aparecieran mientras sus compañeros acababan de ultimar la estrategia de aquella misión. El Capitán Kobayashi Hayato llegó al poco y tomó a dos shinigamis -la Tercera Oficial del Duodécimo, Shiroi Suna y el ex-oficial del Tercero, Kimura Daigo- a su cargo. Localizaron a Hatsushiki y el Capitán les ordenó que la recuperaran, mientras él se encargaría de uno de las Fracciones de Okami, Chris Renoir. Sin embargo, éste se adelantó y apresó a la shinigami. El Duodécimo Escuadrón jugó su as con rapidez a través de Suna, atacando y entorpeciendo a la Fracción para tratar de recuperar a la pobre shinigami.

Por otra parte, el Capitán del Quinto Escuadrón, Shihōin Kato, y su Teniente, Otsuka Isono, se reunieron con Kawasumi Hotaru, shinigami del Tercer Escuadrón y con Regis DiMaio, shinigami del Décimo, que se encontraban junto a Chiesa preparando la batalla. Fue entonces cuando la Teniente Erienne comunicó desde el Decimotercer Escuadrón que se había detectado una cuarta presencia Arrancar, pues el primer reporte avisaba de sólo tres.

Tras la petición de Kato, Regis encontró aquella fuente de reiatsu con relativa rapidez y el Capitán puso a cargo de su Teniente Isono a los dos rasos, Hotaru y Regis, para ir tras Alexander Folk, la otra Fracción de Okami, que había permanecido oculto hasta ahora. Kato permanecería junto a su viejo amigo Chiesa, quien necesitaría ayuda para batallar contra Yoel y Okami.


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[OFF] Orden de posteo:

Daigo
Hayato
Chris
Suna

Poco a poco se acercaba a la fuente del reiatsu desconocido, era extremadamente difícil contentarse con todo aquél maligno a su alrededor, pero había dado con un rastro e intentaba localizarlo con se mente. El esfuerzo hacía que su cuerpo temblase, ya esta casi al lado, le faltaba muy poco para localizarla cuando de repente una mano y una voz rompió su concentración. Miró quién era la estúpida persona que le había desconcentrado y allí estaba ese tipo, el Capitanucho del séptimo escuadrón. Se quitó su mano de encima con un movimiento enérgico del hombro -¿Qué gilipolleces me cuentas?...Uno: No sabes NADA de mí. Dos: Estaba apunto de dar con la shinigami, pero eres tan estúpido que me has hecho perder su rastro. Y lo siento, pero no eres mi tipo, así que guárdate esa sonrisita para otro- Estaba muy enfadado, enfadado consigo mismo por haber vacilado en aquél momento y ahora, enfadado con aquellos que decían llamarse shinigamis y preferían enzarzarse directamente en una batalla contra los hollows que buscar a una compañera. Tenía que confiar en aquellas personas, pero ¿confiarían ellos en él o le volverían la espalda y lo tacharían de traidor como en la Gran Guerra?

Lo que más le molestó es que aquél tipejo le dijese lo que tenía que hacer. Desgraciadamente estaban en una batalla y el de la ridícula perillita era un Capitán, así que tendría que obedecer sus órdenes. Con una mueca mezcla de frustración e ira le hizo caso, no le quedaba otra salida que obedecer la orden. “Por favor, que sus decisiones no nos lleven a la muerte y que si muero sea con una chica entre las piernas.” comentó para si mismo.

Al parecer los hados estaban de parranda aquél día y habían decidido gastarle bromas a Kimura, ya que cuando se acercaron a los que habían partido con anterioridad pudieron ver con facilidad a la shinigami secuestrada. Escuchó las indicaciones que le daba al otro Capitán y luego les hablo a él y la shinigami que les acompañaba. La única respuesta por su parte fue un asentimiento con la cabeza. Que pesado, seguía dándoles consejos cuando lo que tenía que estar haciendo era atacar al Arrancar que perseguía a la chica.

Por fin se pusieron en acción, el Capitán cruzó su arma con la del enemigo y la shinigami que le acompañaba hizo un par de cosas que le chocaron. Con una puntería digna del tercero le disparó algo a la shinigami que hizo que esta se transformara en un figura que empezó a caer flotando hacia el suelo, seguidamente una bola morada impactó en el Arrancar cuando este se separó del superior y una masa amorfa bloqueó sus movimientos. ¿Donde se había metido la shinigami?, osea la estatuilla, con tanta cosa rara extendiéndose no podía verla.

De repente un mensaje llegó por el transmisor con nefastas noticias, había otro enemigo más y no lo habían visto ni sentido, “genial, estamos apañados” pensó mientras volvía a centrar su atención en la búsqueda del papel. De entre la cosas esa extraña salió dicha estatua cayendo. Sin pensarlo dos veces se lanzó a cogerlo, lo hizo con mucha delicadeza, no sabía que efectos tendría en la muchacha que el materia se lascara o se partiera algún trozo. La miró con curiosidad durante un instante, era mona.

Ahora se le presentaba otro problema, ¿donde guardarla?. Ciertos pensamientos inundaron su mente, aquella estatua no era una vulgar talla, era una mujer. “Daigooo, céntrate” “Lo sé, lo sé”. -Lo siento, espero que no puedas respirar en este estado- le dijo a la efigie y se lo guardó en un bolsillo interno del traje, pegado a su corazón. Le tocaba sacarla de allí, activo el comunicador para que en la sociedad de almas y sus compañeros pudiesen oírle -La tengo. Solicito apertura del Dangai y cobertura- Miró a su alrededor, tenía que sacar a la shinigami de allí lo más rápidamente posible y esperar que nadie le atacase -Vamos allá...- se quitó el senbon de la boca y lo acarició -¡Todoroku, Ōkiku Kuma!- con estas palabras activó el shikai y el dardo ninja cambió a un gran revolver. Así estaría más seguro, ya que podría oler al enemigo que se le acercase. Miró a la zona en la que debería abrirse la nueva puerta y corrió hacia allí lo más rápido que pudo.