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Bajo la Tempestad - [Flashback]
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Bajo la Tempestad - [Flashback]
Una joven de mejillas pálidas, ojos azules, vestida de blanco, caminaba tras lo que parecía una túnica de seda negra que planeaba con la ligereza de una pluma. Una túnica que ondeaba y dejaba ver entre sus pliegues satinados una curiosa máscara.
-¿Por dónde ahora?
-Por aquí... por aquí...
Al seguirle, la llevó a una región desamparada, donde no había más compañía que la tierra cubierta de hierba. Todo era naturaleza y sólo naturaleza. Otra visión más admirable era el cielo sobre aquel lugar de abandono; los relámpagos rasgaban las nubes, franjándolas de un fastuoso fuego que deslumbraba. Conocía aquella sensación hormigueante, encantadora, que atraía como una señal.
Se desvistió meticulosamente, comenzando su participación en la ceremonia. El aire cambió; se tornó húmedo y fresco; sintió que la brisa recorría su rostro, y su cuerpo se estremeció, vibró. Un suavísimo y delicioso temblor que anunciaba que aquel abrazo no sería hostil. Caminó, palpando el rocío del césped a través de las plantas de sus pies descalzos. Las cosquillas corrían hacia las raíces de su cabello.
Y oí una voz del cielo como estruendo de muchas aguas, y como sonido de gran trueno; y la voz que oí era como de arpistas que tocaban sus arpas.
La atmósfera estallaba, desatando su cólera sobre los pastos. La mujer reía, chillaba, corría con los brazos extendidos escapando de su rudeza, y luego volvía, como columpiada por el viento. A veces se quedaba quieta, con los talones clavados y meciéndose junto al prado, con los iris centelleantes semivelados por sus rizadas pestañas. Aquel era el altar sagrado al culto del trueno y del rayo, el ruedo mágico donde como una bruja danzaba, sonriendo, entregada al delirio.
La brisa soplaba sobre su figura expuesta, la corriente trataba de alcanzarla, pero ella saltaba a tiempo, daba pequeños brincos, girando como una peonza hasta casi perder el equilibrio, pero no caía. El paisaje aparecía y desaparecía bajo inundaciones momentáneas de haces de luz plateados. Vencida por el cansancio, detuvo su coreografía y aguardó. La electricidad llegó a ella como en un siseo, un siseo que la fustigó en el pecho, que le resbaló por la médula espinal y se diseminó en un millón de ramificaciones por sus miembros; sin ser alzada, sintió que sus pies perdían el contacto con el suelo. Aquella fuerza se desparramó por cada fibra de su ser, mientras electrificaba sus músculos y la piel le escocía por el calor. La palpitante tormenta se tornó opaca como si se hubiera zambullido en el mar. Comenzaron a sangrarle los oídos, y de las heridas que le abrían la carne también fluía; toda sensación desapareció por completo de sus pies y sus manos. Era un punto de resplandor en medio de las sombras.
En un instante de lucidez, le pareció ver llegar su final. Pero no fue su desaparición lo que percibió; lo que escuchó fue la muerte de otros, las voces de las almas que no podían elevarse del horror para huír del sufrimiento que consumía los eslabones de sus cadenas inmateriales. Oyó sus gritos, sus ruegos; creyó ver el reflejo de sus caras cuando abandonaban la tierra, brillando por un momento mientras aún arrastraban con ellos los residuos de su forma humana. Oyó su canción de lamentos, que acababa de comenzar.
Y cantaban un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro seres vivientes, y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los de la tierra.
La visión palideció, se desvaneció, como la música medio oída, medio recordada.
Una adorable calidez, bullendo en su interior, en sus órganos. Notaba que la piel de su rostro revivía y que el aire circulaba a su alrededor. El cosquilleo del pasto contra la esplada y los muslos. Todo su cuerpo retornaba en sí, sobre el lecho de terciopelo verde. Al abrir los ojos, la bóveda natural ya no rugía, pero tampoco permitía que se filtrara la luz del sol.
"¿Malcom? Juraría que estabas aquí hablándome. ¿Dónde has ido?"
Se puso en pie sin ser consciente del mismo acto. Algo se adhería a su piel con un contacto fresco y reparador. Observó cómo el hollow envolvía su cuerpo como una reconfortante sábana de raso, absorviendo los restos de electricidad que, en el cuerpo de la Arrancar, saltaban como centellas. La máscara de la criatura, que era blanca y un poco azul, se posó sobre su cabeza rubia y exhaló un suspiro.
Con el cuerpo pesado como el plomo, caminó para sentarse al cobijo de un nudoso árbol que había salido indemne de la tormenta eléctrica. Se sentó, de espaldas al tronco arrugado, mientras el brillo de su acuosa mirada iba quedando oculto bajo los párpados que se le cerraban de sueño.
-He soñado con Malcom. No vendrá, ¿verdad?
Elayne sonrió de un modo estúpido, completamente inmotivado. Finalmente, se durmió.
---
[Off Rol]: Bueh, ¡he aquí el post de Lain corriendo en pelotas bajo una tormenta eléctrica!
Dedicado a Aaron y a Kyosuke que eran los que estaban presentes en el CB el día que comenté que si la loca no estaba localizable era porque se encontraba haciendo justamente esto xD Ale.
-¿Por dónde ahora?
-Por aquí... por aquí...
Al seguirle, la llevó a una región desamparada, donde no había más compañía que la tierra cubierta de hierba. Todo era naturaleza y sólo naturaleza. Otra visión más admirable era el cielo sobre aquel lugar de abandono; los relámpagos rasgaban las nubes, franjándolas de un fastuoso fuego que deslumbraba. Conocía aquella sensación hormigueante, encantadora, que atraía como una señal.
Se desvistió meticulosamente, comenzando su participación en la ceremonia. El aire cambió; se tornó húmedo y fresco; sintió que la brisa recorría su rostro, y su cuerpo se estremeció, vibró. Un suavísimo y delicioso temblor que anunciaba que aquel abrazo no sería hostil. Caminó, palpando el rocío del césped a través de las plantas de sus pies descalzos. Las cosquillas corrían hacia las raíces de su cabello.
Y oí una voz del cielo como estruendo de muchas aguas, y como sonido de gran trueno; y la voz que oí era como de arpistas que tocaban sus arpas.
La atmósfera estallaba, desatando su cólera sobre los pastos. La mujer reía, chillaba, corría con los brazos extendidos escapando de su rudeza, y luego volvía, como columpiada por el viento. A veces se quedaba quieta, con los talones clavados y meciéndose junto al prado, con los iris centelleantes semivelados por sus rizadas pestañas. Aquel era el altar sagrado al culto del trueno y del rayo, el ruedo mágico donde como una bruja danzaba, sonriendo, entregada al delirio.
La brisa soplaba sobre su figura expuesta, la corriente trataba de alcanzarla, pero ella saltaba a tiempo, daba pequeños brincos, girando como una peonza hasta casi perder el equilibrio, pero no caía. El paisaje aparecía y desaparecía bajo inundaciones momentáneas de haces de luz plateados. Vencida por el cansancio, detuvo su coreografía y aguardó. La electricidad llegó a ella como en un siseo, un siseo que la fustigó en el pecho, que le resbaló por la médula espinal y se diseminó en un millón de ramificaciones por sus miembros; sin ser alzada, sintió que sus pies perdían el contacto con el suelo. Aquella fuerza se desparramó por cada fibra de su ser, mientras electrificaba sus músculos y la piel le escocía por el calor. La palpitante tormenta se tornó opaca como si se hubiera zambullido en el mar. Comenzaron a sangrarle los oídos, y de las heridas que le abrían la carne también fluía; toda sensación desapareció por completo de sus pies y sus manos. Era un punto de resplandor en medio de las sombras.
En un instante de lucidez, le pareció ver llegar su final. Pero no fue su desaparición lo que percibió; lo que escuchó fue la muerte de otros, las voces de las almas que no podían elevarse del horror para huír del sufrimiento que consumía los eslabones de sus cadenas inmateriales. Oyó sus gritos, sus ruegos; creyó ver el reflejo de sus caras cuando abandonaban la tierra, brillando por un momento mientras aún arrastraban con ellos los residuos de su forma humana. Oyó su canción de lamentos, que acababa de comenzar.
Y cantaban un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro seres vivientes, y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los de la tierra.
La visión palideció, se desvaneció, como la música medio oída, medio recordada.
Una adorable calidez, bullendo en su interior, en sus órganos. Notaba que la piel de su rostro revivía y que el aire circulaba a su alrededor. El cosquilleo del pasto contra la esplada y los muslos. Todo su cuerpo retornaba en sí, sobre el lecho de terciopelo verde. Al abrir los ojos, la bóveda natural ya no rugía, pero tampoco permitía que se filtrara la luz del sol.
"¿Malcom? Juraría que estabas aquí hablándome. ¿Dónde has ido?"
Se puso en pie sin ser consciente del mismo acto. Algo se adhería a su piel con un contacto fresco y reparador. Observó cómo el hollow envolvía su cuerpo como una reconfortante sábana de raso, absorviendo los restos de electricidad que, en el cuerpo de la Arrancar, saltaban como centellas. La máscara de la criatura, que era blanca y un poco azul, se posó sobre su cabeza rubia y exhaló un suspiro.
Con el cuerpo pesado como el plomo, caminó para sentarse al cobijo de un nudoso árbol que había salido indemne de la tormenta eléctrica. Se sentó, de espaldas al tronco arrugado, mientras el brillo de su acuosa mirada iba quedando oculto bajo los párpados que se le cerraban de sueño.
-He soñado con Malcom. No vendrá, ¿verdad?
Elayne sonrió de un modo estúpido, completamente inmotivado. Finalmente, se durmió.
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[Off Rol]: Bueh, ¡he aquí el post de Lain corriendo en pelotas bajo una tormenta eléctrica!
Dedicado a Aaron y a Kyosuke que eran los que estaban presentes en el CB el día que comenté que si la loca no estaba localizable era porque se encontraba haciendo justamente esto xD Ale.
Lain- Arrancar Sinister
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Edad : 34
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