Noche lluviosa - [Flashback] - {Libre}

[Off Rol]: Lo que suceda en este tema tendrá lugar unos diez años antes de la época actual. Que entre el que quiera ^^ Vamos, es una oportunidad estupenda para ganarse una enemiga mortal o una mala amiga que te endeude (?)

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Bajo las palpitaciones de los relámpagos, los rostros de piedra azul surgían y se abismaban en la noche, tragados por una voraz oscuridad al instante siguiente. Una por una, las posadas y casas de comida cerraban las ventanas para impedir la entrada del inminente agua que caería, mientras los despistados transeúntes abandonaban las calles para cobijarse en los locales y calentar el cuerpo con un poco de oyu-wari de boniato.

-¡Te digo que entres!- exclamaba una mujer a su acompañante, al que tironeaba de la manga de su uniforme- ¿Es que no puedes tomarte una jodida copa conmigo?

Otro fulgor y el rostro del hombre quedó iluminado por un breve instante; de cabello castaño y poco llamativo en cuanto a aspecto, parecía tener grandes dificultades para desasirse de las manos de la joven.

-Kawasumi-san... no me haga ésto, sabe que tengo mucho trabajo- exclamó con la voz quebrada, al borde del llanto, acaso su desesperación alcanzaba tal magnitud- ¡Usted sabe el carácter que se gasta Tihio-taicho cuando quiere! Por favor... la he acompañado casi toda la noche, pero necesito tener esos informes para mañana- ignorando los ruegos, Hotaru trató de arrastrarlo hacia la cantina más próxima a ellos- ¡No, Kawasumi-san, noooo!

-Hotaru, suéltale. Ésto está siendo vergonzoso...

Y, tal y como señalaba Shiroihi, el espíritu de su zampakutoh, algunas personas comenzaban a asomarse y escudriñar el exterior, alarmadas por el griterío. De mala gana, cedió a las peticiones del shinigami de la Octava División y lo dejó ir. Tōru Soryu emprendió una vertiginosa carrera nada más verse libre, como si una horda de demonios le pisara los talones, y no aminoró la marcha hasta saberse seguro. Por su parte, Hotaru se hallaba apoyada en la estatua tanuki de una casa de baños, intimidando al que por allí pasara con la cara de pocos amigos que lucía y duras amenazas pronunciadas a media voz.
Pronto, pequeñas gotas de lluvia comenzaron a caer sobre el empedrado sendero. Azotada por el viento sibilante y conservando el apetito por el alcohol, se internó en una de las tantas tabernas de aquel distrito. Una vez dentro, fue a sentarse en una mesa vacía y alejada, dejando la odachi reclinada junto a la pared.

-Ya te has enfadado...

-¿Enfadada? ¿Quién está enfadada? ¡Yo no estoy enfadada! Como te atrevas a insinuar que estoy enfadada...

La espada suspiró, medio resignada.

-No puedes obligar a los demás a hacer algo que no quieran.

-Oh, ya lo creo que puedo- acompañando tan convencida afirmación, sonrió de lado, entrecerrando los ojos en una expresión maliciosa que el kitsune conocía demasiado bien... Y que no le gustaba nada. Sabiendo del terrible humor que adquiría la mujer cuando no se salía con la suya, la dejó estar, guardando la esperanza de que esa noche no iniciase otra pelea.

Hotaru, tras realizar el pedido de fideos soba y sake a la camarera que se alejaba caminando con sus calcetines blancos sobre las esterillas que cubrían el suelo, se deshizo de la keiko-gi negra de su uniforme de shinigami, quedando con una ligera prenda de tela blanca sobre la hakama. Mientras aguardaba, estudió las caras de la clientela; rostros aburridos, sedados por la ingesta de alcohol y copiosas cenas; nadie interesante en aquel modesto negocio.
Al cabo de un rato, el ambiente, cargado por los vapores de la cocina y el humo del tabaco, se tornó irrespirable. Dispuesta a solventar ese inconveniente, se puso en pie y corrió una de las ventanas adyacentes a su mesa, para ocupar nuevamente su sitio. La lluvia entraba, fresca y agresiva, por los abiertos ventanales, perfumada de ozono.

-Ah, así está mejor- complacida por las salpicaduras de agua sobre su piel, se acomodó, lanzando una significativa mirada a los clientes que ya se disponían a abrir la boca para protestar-. Y que venga el que se atreva a decirme que la cierre...

Se sentaba en el lado del local opuesto a la puerta, un lugar desde el que tenía vistas tanto a la entrada como a una modesta barra donde servían a los clientes que solo estaban de paso. Desde hacía unas horas notaba como el aire se humedecía, precediendo la caída de una pocas gotas que pronto se multiplicaron bañando las casas y calles del Rukongai.

Mientras tanto, Yosh tomaba el que quizás fuese su plato favorito: fideos con ternera. Consideraba que era el plato perfecto, más aún cuando se vivía en un lugar frío, o cuando simplemente llovía. Era agradable el cálido sabor de aquellos fideos con un toque cárnico en su paladar, en contraste con sus frías manos que intentaban robar el calor del cuenco que sujetaban.

Realmente no hacía frío en aquel lugar, el calor humano producido por unos cuantos borrachos de sake podía vencer al más intenso frío, pero por algún motivo Hideyoshi solía tener las manos un tanto frías, sin llegar al punto de parecer un muerto por supuesto.

Se encontraba de permiso tras un asunto satisfactoriamente resuelto, y como era de costumbre en él, lo aprovechó para acercarse a la zona del Rukongai donde "se crió" y donde era aún conocido y apreciado por muchos. No vestía el uniforme shinigami ni portaba su zampakutou; en lugar de eso vestía kimono y hakama color azul oscuro, y sobresaliendo por debajo del kimono en la zona del cuello, se podía ver una camisa de seda de una tonalidad algo más clara que la del conjunto. Sentía que de algún modo este cambio de indumentaria le convertía en uno más de esa gente y rompía la típica frontera existente entre los shinigamis y los habitantes del Rukongai que existía en la mayor parte de éste.

Entre ataque y ataque al humeante cuenco de fideos, aprovechaba para usar la pared tras de sí como respaldo improvisado; uno de los alicientes de esa mesa sin duda; y contemplar de paso el ambiente general a modo de distracción. En uno de estos particulares intermedios divisó la entrada de una joven shinigami en el local, a la cual inmediatamente atribuyó la autoría del escándalo producido en la calle.

Parecía malhumorada, quizás por sus pelos un tanto desordenados, quizás porque se había quedado sola. No es que Hideyoshi hubiese escuchado la conversación a traves de los gritos de la propia taberna, sino que resultaba bastante extraño que una mujer entrase sola y se sentase en un lugar un tanto apartado.

Volviendo a su taza, observaba como la columna de vapor bailaba sobre el recipiente, elevándose hasta disiparse, cuando sin previo aviso, el frío invadió su mesa embistiendo la bella y voluble figura. Miró hacia la causa de la nueva situación, y no fue el único. Una ventana abierta junto a una chica, casualmente aquella peliblanca malhumorada, dejaba paso al aire frío procedente del exterior y a la lluvia, que empezaba a mojar todo cuanto tocaba.

El propietario del local miró a Yosh, y éste le devolvió la mirada. No era conveniente que el suelo se mojase sin el cuidado oportuno, las esterillas se podían pudrir con la humedad. Un pequeño inconveniente sin importancia, ¿no?

El shinigami tomó con ambas manos el cuenco y bebió el caldo que aún reposaba en él, tras lo que se secó la boca con un pañuelo oportunamente ofrecido por una de las camareras.

-Gracias Mizune.-Agradeció acompañando sus palabras con una sonrisa.

Se levantó de su taburete dejándolo bajo la mesa, tal y como lo había encontrado, y al pasar por la barra no tuvo más que hacer un gesto para que le sirviesen otro cuenco de la misma comida. Ya con todo lo necesario, se dirigió directo a la mesa de la chica, y cogiendo un taburete de una mesa vacía se sentó sin pedir permiso justo enfrente de ella.

Antes de pronunciar ni una palabra, le dirigió una pequeña mirada para observar su reacción con gesto amigable. Aún tenía algo de hambre, y no le gustaba hablar con el estómago vacío, por lo que tomó sus palillos y realizó el primer ataque en picado hacia los fideos, sorbiendo hasta el último sujeto por los palillos.

-Ahhh...me encanta este plato, tan calentito y suave.-Miraba casi al techo, y cualquiera hubiese pensado que creía que no había nadie más en la mesa. Todo era parte quizás de una especie de show: "Tanteando a la desconocida" se podría haber llamado. No necesitaba presentarse, solo estaba tomando nota antes de hacer una sugerencia a una persona que parecia un tanto irascible. La voz del propietario llegó a sus oídos desde la barra:

-¡Yosh!, ¡¿quieres sake para acompañar el plato!?
-No, gracias. Ya sabes que no bebo, traeme un té de lo que quieras.
- Ahm verdad, no tardo nada muchacho.

Se giró de nuevo hacia la joven para intentar iniciar definitivamente la conversación.

-¿Que es lo que estás tomando?
-Oh, gracias Gendo- Agradeció fugazmente al propietario, que trajo personalmente la bebida.

Hotaru observaba lo que sucedía en la calle y no se daba cuenta de que la camarera, que había vuelto, estaba vertiendo en silencio sake caliente en una taza.

-Ese estúpido de Tōru...- suspiró. A través de sus párpados cerrados, notó las finas gotas de lluvia que le rociaban el rostro. Con una mano se desordenó la ya de por sí despeinada mata de cabello blanco, y se percató del zaru soba al rozar la canasta de bambú con un codo. Sin poner mucho cuidado en ello, tomó la húmeda y caliente servilleta que habían traído junto a su cena, se enjugó el rostro con ella y limpióse las manos. Prescindiendo del uso de palillos, directamente atrapó unos cuantos fideos fríos entre los dedos y se los llevó a la boca.
Masticó sin ganas, a pesar de que tenía hambre.

"Totalmente insípidos..."

-Aaah... eso te pasa por no hacerme caso; ya te dije que el ganador sería el gallo negro. Si me escucharas a la hora de apostar...

No sin cierta envidia, la shinigami perseguía la trayectoria de las bandejas que portaban los sirvientes, cargadas de carne y verduras hervidas, de pescado crudo y encurtidos. La boca se le hacía agua, pero lo único que tenía para llevarse a ésta eran los tallarines de alforfón.
Apaciguó su estómago dando un trago al licor de trigo.

"Pues ésto no quedará así. Mañana obligaré a Soryu a que me invite a comer. ¿Qué digo? ¡Me va a pagar la cena de una semana! Ese memo siempre poniendo la excusa de los informes con tal de librarse..."

Para ese entonces, tanto la superficie de la mesa como las esteras del suelo estaban quedando empapadas. Lejos de incomodarse por notar los pies húmedos y comer con el aspecto de haberle caído un cubo de agua encima, su humor fue mejorando. Era una persona calurosa, por lo que encontrarse de manga corta y expuesta al temporal que arreciaba al otro lado de la ventana le resultaba un soplo de frescor bastante agradable. Si el resto de comensales la miraban mal o no, parecía no advertirlo.
En la noche descubierta, los farolillos de luz que colgaban de los techos de los restaurantes se mecían peligrosamente por el viento, y su llama parpadeaba, amenazando con extinguirse. Hotaru se asomó por si alguien caminara por el sendero de piedras u ocurriera allá fuera algo entretenido, pero todo el mundo parecía haberse cobijado a tiempo. Al volver a enderezarse en su asiento, observó que no se encontraba sola.

"¿Y éste?"

Preguntándose cómo es que no lo había oído llegar, observó el peculiar tono levemente tostado de sus mejillas, y reparó en el cabello blanco, parecido al suyo. Hotaru se quedó mirando fijamente al hombre que no parecía mayor que ella, con una ceja arqueada y los labios fruncidos en un rictus de desprecio.

"Mi mesa."

-Hotaru...

"Se ha sentado en mi mesa..."

Shiroihi ya se lo venía venir, y los ojos se le llenaron de lágrimas de impotencia al saberse obligado a presenciar una reyerta por culpa de la macarra de su portadora, y quizá incluso tendría que participar en ella. De improviso, comenzó a sollozar sonoramente, aunque la única que se esperaría que podría escucharle era justamente Hotaru, cuya cara iba reflejando a la perfección los diferentes grados de irritación que iba alcanzando.
Mientras el joven respondía a una pregunta del dueño del local, Hotaru se volvió para susurrar una vaga amenaza a la odachi, que estaba haciendo de aquello un drama. Seguidamente se giró, manifestándose su casi cólera por la vena que le latía en la sien. Todo apuntaba a que acabaría abalanzándose sobre el desconocido, o que, como mínimo, le gritaría un par de groserías.
Se puso en pie en el momento que traían el té que el hombre vestido de azul había pedido y, agarrando un puñado de fideos, se estiró hasta alcanzar con la mano el otro extremo de la mesa y sumergirlos en el humeante caldo del tazón de fideos con carne -con cuidado de no quemarse-, donde algunos se resbalaron de sus dedos, para después, chorreando la mesa con la salsa al acercárselos, soplarlos y comérselos.

-Hm... tenías razón; calentitos y suaves- reconoció, sonriendo con descaro ante la atónita mirada del propietario. Tras lamer el jugo restante de sus dedos en una clara ausencia de modales, dejó caer su puño cerrado sobre la mesa e, inclinándose hacia el tipo que había sido tan insolente al sentarse sin ser invitado, dijo con cierta nota peligrosa en la voz-: Y ahora, estropajo, a no ser que vayas a invitarme a un buen donburi de oyakodon, ya puedes ir buscando otro lugar donde clavar tu trasero.

Tras la lamentable actuación de la shinigami Yosh llego a la conclusión más obvia: a parte de estar malhumorada, carecía de modales, cosa que no soportaba en absoluto. Su estupefacción se disipó condensándose en indiferente seriedad, como pensando en la nada, aunque no fuese así.

-Tss, pobres fideos... con el trabajo que le habrá costado a la mujer de Gendo. En fin, me los comeré de todos modos, seguro que saben igual. Pero esta chica, esa actitud es del todo inapropiada. Podría hacer que pasase una temporada como invitada en nuestras agradables instalaciones, menuda conducta.

Bueno, va. Vuelve al mundo real Yosh

Parpadeó tan lentamente que parecía que descansaba los ojos al tiempo que suspiró muy levemente, quizás a modo de relajación (aunque ya de por sí era calmado). Como si no hubiese pasado nada, retomó los palillos y cogió un poco más de su comida mientras decidía como actuar.

-Mmm... me alegro que te gusten-Decía mientras tenminaba de masticar y tragar los fideos.

.Pero veras... Antes de que me vaya, deberías cerrar esa ventana. Está empapando todo, y no creo que sea bueno de ninguna manera. Hagamos una cosa. Esos fideos parecen exquisitos pero seguro que, emmm ¿un donburi de oyakodon dijiste? está bastante mejor. Aunque todo lo que preparan aquí está buenísimo, en fin.

Te propongo un trato, tu cierras la ventana, y yo te invito a ese plato. Es eso o largarte fuera del local debido a tu comportamiento, y bueno, omitamos el tema de las disculpas ya que no creo que sean lo tuyo por lo poco que de momento se de tí.

La propuesta estaba hecha. Quizás fuese ceder ante sus exigencias pero era preferible a enzarzarse en una trifulca y esperaba que suficiente para que cerrase la dichose ventana.

El sonido de los truenos a través de los cielos cerraba el discursito de Hideyoshi como si de una película se tratara mientras el agua seguía mojando a la chica y todo el alrededor. Yosh por suerte estaba un poco más alejado de esa zona manteniéndose seco. Tomó el pequeño vaso que contenía su particular bebida y dió un breve sorbo sin romper el contacto visual con la shinigami.

-Hmm... té de menta, uno de mis preferidos.-Tras su pequeño descanso mental volvió al tema que le ocupaba intentando ser lo más diplomático y amable posible.

-Bueno señorita, ¿cual es su decisión?

Sin interrumpirle, cosa extraña en ella, dejó que el hombre hablase, rascándose el hombro derecho y prestándole atención a medias. Se fijó en el tal Gendo, que continuaba parado a su lado, como una estatua.

"Míralos. Qué dulce, Shiro-chan. El viejo parece esperar que este tipo me eche, como si no pudiera cortarles el cuello a ambos. ¿Y le has oído a él? No quiere discutir conmigo, pero su deber de buen hombre le impide mirar hacia otro lado. ¿No te parece asquerosamente adorable? Dime, ¿no te gustaría que...?"

Pero ambos sabían que Hotaru no haría nada que la comprometiera demasiado. Al menos no con tanto testigo presente. Además, aquello no era el Kusajishi, no tenía porqué ser tan extrema; la gente de allí se amedrantaba con un par de palabras, no era necesario usar la violencia con ellos.
Aunque resultase tremendamente divertido.

"¿Un trato?"

Se carcajeó de una manera a la vez maliciosa y encantadora. En el tiempo que tardó en contestar, se pudo respirar la tensión en el ambiente. Suavizando su expresión, pero manteniendo la media sonrisa, se dirigió al amo del restaurante.

-Bueno, jefe, ya le ha oído. Un cuenco grande de oyakodon- y seguidamente dio unas sonoras palmadas a la mesa, una manera muy grosera de exigir que se diera prisa. Antes de que tomase rumbo a las cocinas, alzó una mano, y con ésta adoptó un gesto similar al símbolo de la victoria- Y shochu de boniato para dos, poco rebajado y caliente - sin nisiquiera darle las gracias, volvió el rostro hacia el joven- Vamos, un hombre de verdad tiene que saber beber, y para compartir mesa conmigo es indispensable.

Se levantó para cerrar la ventana, cosa que no le suponía un gran sacrificio si a cambio de ello podía cenar gratis. Extrajo una mano tendida, dejando que el agua impactara en ambas caras de ésta, antes de cerrarla. Una vez que la lluvia cesó de irrumpir en la sala por la abertura, se quitó la fina camisa de lino, dejando al aire su pecho vendado. Tal era la desvergüenza de esta mujer que anduvo de esta guisa ante los ojos de todos los presentes, mientras buscaba un lugar donde tender la chorreante prenda. El gancho que ocupaba un grabado de madera debió parecerle el lugar idóneo para colgarla.

-Y bueno, chico, ¿qué pensabas hacer si no aceptaba? No soy alguien que acepte bien las órdenes, así que no me habría marchado por las buenas de este lugar. ¿Ibas a obligarme?- como si le resultase divertida y remota esa posibilidad, rió quedamente, ocupando el taburete que le correspondía. Con una mano se echó por encima de los hombros la chaqueta oscura de su uniforme, mientras en la otra continuaba sosteniendo el grabado. Observaba la obra como si sus ojos entendieran de esas cosas, manteniéndolo alejado del agua para que no se estropease. Mientras examinaba la pieza y esperaba el bol de arroz con huevo y pollo, continuó hablando- En un futuro te recomiendo que te ahorres esa bobada de lo correcto e incorrecto; sino fuera porque tengo hambre te habría partido la cara.

Le tendió la plancha de madera, que representaba un paisaje típicamente japonés, con una gran montaña como objeto principal de la obra, y apenas un par de rollizas nubes flotando en el cielo. Cuando uno admiraba algo así, siempre se preguntaría cómo quedaría impreso en el papel.

-Es raro que sea el grabado de madera el que adorne la pared, y no la estampa en la que impriman el dibujo de su relieve, ya entintada. ¿Sabes cómo se hacen? Las ukiyo-e fueron muy populares cuando yo vivía, y todavía siguen siéndolo. Ésta es muy sencilla, porque el dibujo consiste en una sola plancha, pero normalmente la forman más, ¿sabes? La habrá hecho algun aficionado, no sé porqué la tienen ahí.

Los ojos verdes de la shinigami vagaron por la estancia, sin fijarse en nada en concreto. Su rostro fue apacible, parecía estar pensando en algo que se encontraba muy lejos de allí. Recordando.
Con gráciles pasitos, una jovencita cargaba con la comida que había pedido.

-¡Ah, por fin! Mocosa, tarda menos en hacer tu trabajo, ¿quieres?- exclamó sin el más mínimo tacto, colocando el cuenco ante ella y probando su contenido al momento-. Haz el favor... te tiemblan las manos. ¿Cómo vas a servirnos el sake así? ¿Quieres que bebamos de la mesa o qué? Va, largo, esfúmate por ahí. Hasta un ciego podría hacerlo mejor.

De esta manera llenó los vasitos con el licor, ignorando si había herido los sentimientos de la muchacha o escandalizado a su inesperado acompañante de mesa.

Apretó los dientes, con un temblor virulento en su interior. No soportaba que le llevasen la contraria, y casi se tomaba peor que pretendieran darle lecciones de buen comportamiento. El vaso amenazaba quebrarse bajo sus dedos crispados.

"Basura"

Se llenó la boca de licor, ardiendo. Al soltar el recipiente le extrañó no haberlo aplastado contra la mesa. De nuevo la sonrisa sesgada, el aplomo pasajero y esa mirada intensa. Estaba decidiendo de qué modo asesinar a aquel hombre tan molesto.

-¿Mizune, eh?- giró muy lentamente la cabeza hacia la joven- ¿He sido cruel contigo, Mizune-chan? Dime, ¿te he asustado?- de un movimiento rápido, la agarró por el antebrazo antes de que retrocediera. Vio que le temblaban los labios a causa del miedo-. No irás a llorar, ¿no? Si lo hicieras, tu amiguito se enfadaría conmigo y entonces tendríamos que pelear. No quieres que ocurra eso, ¿verdad?- La voz de la mujer era un murmullo agradable, monocorde, arrullador y casi maternal. Disfrutaba de aquello, del tormento que era capaz de causarle a un ser tan tierno y suave. No sabía porqué, pero realmente era estupendo. Se sentía superior por no compadecerse de los débiles y los inocentes; su cólera alcanzaba a todos, sin excepción. Porque ella comprendía lo que era la justicia. Saboreó aquello.- No querrás que le mate por tu culpa...

Aquellas palabras debieron causar una gran impresión en ella, que se la quedó mirando con los ojos desorbitados de pánico. En aquel instante fue cuando Hotaru le sonrió. Le sonrió amigable y acogedoramente.

"Esto es un puto juego del que me estoy empezando a cansar"

-Qué asco me das, cría. No serías capaz de seguir con vida si no pudieras depender de los demás.- Se restregó la mano contra las vendas tras soltarla, como si se le hubiera quedado manchada de algo repugnante. Su boca se retorcía con aversión. Se tomó el sake que restaba de un trago y empujó el taburete hacia atrás al levantarse, ignorando que se había caído y rodaba ahora por el suelo. Tomó solamente la zanpakutoh, pues decidió que la ropa que se había quitado le estorbaría, y se la colgó como acostumbraba, a la espalda.

-¿Nos...vamos?

"No he roto el trato. No lo he roto"

Tensó el gesto en una mueca agresiva. Hizo rudamente a Mizune a un lado y ocupó su lugar, acercándose al joven de tez morena. Lo pareciera o no, estaba conteniéndose para no golpearle en aquel mismo instante.

-No rompí el trato, pero puedes agarrar todo lo que pedí y metértelo por el culo- de un manotazo, derribó lo que todavía quedaba en la mesa, arrojándolo al suelo- ¿Contento? Seguro que la chica te lo agradece como es debido esta noche.

Hecha una furia, abandonó el local; sentía la sangre ardiendo de ira dentro de sus venas.
El viento rugía con la voz de otra bestia enfurecida, y el cielo se deshacía en truenos y relámpagos. En cuestión de segundos, su ropa, antes húmeda, quedó totalmente calada.

"No lo rompí"

-Piensa que es mejor así...

"No lo rompí. Sólo tenía que cerrar la maldita ventana."

-Hotaru...

Se detuvo. Bajo la cascada de pelo blanco que se pegaba a su rostro, miró hacia los lados, buscando algo, hasta que lo encontró. Fue hacia allí y se agachó al suelo para cogerlo.

-¡Eh, no! Ni si te ocurra...

Volvía hacia el restaurante.

-¿¡Estás loca!? ¡Déjalo ya, vámonos!

Se detuvo ante la ventana. Podía ver desde allí al tipo de azul.

-¡Para! ¡no! ¡PARA!

Apretando la piedra entre su mano derecha, la llevó hacia atrás para tomar impulso y la arrojó junto a toda la rabia contenida hacia el cristal, que se hizo añicos al recibir el impacto. Junto al estruendo de la tormenta, resonó su risa.

-Al diablo. Ahí tienes tu estúpida ventana- masculló entre dientes. Después, se dio la vuelta y retomó el camino que había iniciado, sin prisas. No se molestó en comprobar que nadie hubiera salido del negocio y fuera a seguirla.

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[Off Rol]: Hotaru es una bruta T_T ...

¿Por qué me trata así? ¿Por qué no puede sentarse tranquilamente y comer como todos? ¿Por qué Yosh-kun no hace nada? Se supone que es shinigami igual que ella.¿Acaso se divierte ocultando la realidad incluso en una situación así?

No lo entiendo.

Los pensamientos de la tímida joven se interrumpieron ante el empujón de la shinigami, el cual hizo perder el equilibrio a Mizune, que tras dos o tres pasos en falso cayó al suelo, aunque no muy aparatosamente. Contemplaba atónita como la "comensal" tiraba la comida por los suelos y como abandonaba el humilde local tras una nueva grosería.

Estaba bastante acostumbrada a tratar con borrachos o tipejos indeseables, pero nunca se hubiese esperado semejante comportamiento de un shinigami. Quizás al fin y al cabo, en todo lugar hay de todo. Sus labios temblaban irremediablemente como si intentase con toda su alma reprimir unas más que justificadas lágrimas mientras se levantaba del suelo y se disponía a recoger aquel desastre. Miró a Yosh, quizás esperaba unas palabras o algún gesto que le ayudase a recobrar la compostura.

****

Tranquilo, has aguantado mucho como para ahora destrozar el local en una trifulca sin sentido. Deja que se vaya, simplemente déjala...

Tss... esta situación es de lo más incómoda. Podría hacer que le abriesen un expediente por este incidente, un par de días en las cómodas instalaciones de nuestro escuadrón.

¿Merece la pena?...

Ni idea.Al fin y al cabo la considerarán como una falta leve.

Mientras la shinigami "hablaba" con Mizune, Yosh estaba hundido en sus pensamientos.Tenía los ojos fijos en la escena pero estaba completamente evadido. Aun así, de algún modo estaba tan presente en la acción como cualquier otro espectador de los muchos que había en aquel momento.

Cuando Mizune cayó al suelo, Yosh sintió como si un gran martillo de acero impactase contra su corazón ejerciendo una presión insoportable. No era capaz de ignorar ese hecho, pero por frustrante que fuese, tampoco podía iniciar una pelea o la enésima discusión con la shinigami. Esperó a que la susodicha abandonase el local para levantarse y dirigirse a la chica interrumpiendo las labores de limpieza de ésta.

-Lo siento Mizune-chan. Te ayudaré.-Sus ojos apesadumbrados se reflejaban en el fino manto de lágrima que recubría los ojos de la joven.

-Gracias, pero no es necesario Yosh-kun.Es mi trabajo, son cosas que pasan.-Tras esto, empezó a recoger todo el estropicio. Por suerte los cuencos eran de madera y no se rompieron en la caída, lo cual ayudó un tanto.

Hideyoshi se desplomó en su taburete, le agotaban estas situaciones y le mataban en el alma. Quizás lo que más le dolía era la inocencia de la chica, lo cual le había ocasionado más de un problema. Pero el tiempo había demostrado a Yosh que no cambiaría por muchos años que pasasen.

Todos los clientes volvieron a sus asuntos y el constante murmullo y hablar de las gentes inundó de normalidad la taberna de nuevo. El suelo ahora estaba limpio e increíblemente Mizune volvía a lucir su bonita sonrisa. Quizás fuese la cabezonería o el orgullo de la shinigami lo que la empujó a su siguiente movimiento, quizás el problema es que fuese una enferma mental y viviese en una realidad distinta a la de los demás, quién sabe.

El sonido de cristales rotos y del viento irrumpiendo de nuevo en la taberna junto a su compañera —la lluvia— hizo que una vez más todos las miradas apuntasen al rincón más observado del día. Yosh se levantó. Pretendía terminar con el juego de aquella psicópata antes de que alguien saliese herido. Alguien más, claro. De su sien derecha caía un fino hilo de sangre.Quizás la piedra, quizás un cristal extraviado por el impacto fuese el causante. A Yosh le daba lo mismo; no era una herida significativa.

Abandonó aquel problemático rincón y se dirigió a la trastienda del local. Allí tenía una pequeña habitación, de hecho, cuando estaba de permiso pasaba algunas noches en aquel lugar para hacer compañía a la familia.

****

La lluvia golpeaba suave y violenta a la vez las calles y callejones del Rukongai, empapando todo a su paso. Mojaba a la shinigami y su poca ropa, mojaba a algún descuidado que no había buscado cobijo a tiempo, mojaba el pelo de Yosh que quedaba improvisadamente peinado hacia abajo. El agua que resbalaba por su pelo —ensombrecido por la poca luz de un callejón trasero— se unía a la incesante lluvia en la misión de empapar el uniforme de shinigami del joven mientras caminaba por el suelo arenoso.

Era un callejón paralelo a la calle de la entrada principal de la taberna, y de vez en cuando encontraba un pequeño callejón que unía ambos caminos paralelos. Emprendió una carrera fugaz hasta el siguiente callejón "de unión" que fuese a alcanzar la shinigami y lo tomó. Escuchaba de vez en cuando el chapoteo de las pisadas de la chica aún con el ruido de la lluvia, y se limitó a esperar cubierto por la sombra de los edificios.

Cuando la shinigami llegó a la altura del callejón en cuestión, pudo oír un susurro arrastrado por el viento y cómo una especie de manta azul la cubría y la planchaba contra el suelo mientras mediante cuatro tirantes se anclaba al suelo y se tensaba.

Con paso lento, Yosh salió de su escondite, regodeándose en el fondo. La shinigami yacía boca abajo en el fangoso suelo empedrado; todo su cuerpo estaba aprisionado salvo su cabeza, que podía mover para mirar de reojo al shinigami.

-Creo que no me he presentado como es debido. Soy Hattori Hideyoshi, Tercer Oficial del 9º Escuadrón.

Lo siento, tengo paciencia, pero todo tiene su límite.-Hablaba medio serio medio sonriente,casi disfrutando del momento aunque no fuese su estilo. Su mano izquierda se apoyaba en el pomo de su zampakutou colgada en su cintura y la derecha simplemente pendía del hombro hacia el suelo. La sangre diluida y arrastrada por la lluvia cubría tenuemente el lateral derecho de su cara mientras poco a poco cicatrizaba.

-Verás, como supongo ya sabrás, el 9º Escuadrón se encarga de los asuntos internos del Seireitei, y aunque no somos encargados de la justicia en general, sí que lo somos de la disciplina de los miembros del Seireitei como no podía ser de otra manera.

Supongo que no puedo encarcelarte algún que otro día por el lío que has montado, ya que en el fondo es un ""pequeño"" altercado de taberna; pero si que puedo dejarte ahí en el suelo "pensando sobre lo que has hecho" y notificar al escuadrón un aviso por conducta indecorosa de un miembro del Seireitei.

Bueno, ha sido un placer conocerte Hotaru-chan, pero ahora debo volver. Que te lo pases bien ahí abajo.-No pudo evitar hacer incapié en ciertas palabras con un notable sarcasmo y terminar con una pequeña burla. Era lo menos que tenía que sufrir aquella shinigami descontrolada.

Se dio media vuelta y se dirigió directo a las murallas del Seireitei para volver a su trabajo y rellenar algún que otro documento como el informe sobre los hechos. Ya se decidiría si se le asignaría un aviso o no ya que a pesar de ser 3º Oficial, Yosh no tenía total potestad para asignarlo sin más sin autorización del teniente o un rango superior.

[Off: Bueno, ante todo siento la demora y espero que disculpes la licencia que me he tomado al final. Se trata de uso del bakudou #37 Tsuriboshi a modo de manta que cae aprisionando.Lista Kidoh

Se supone que Yosh conoce tu nombre debido a algún que otro informe que le habrá llegado, quizás la queja de un pobre raso indefenso.

A pesar de que dice que se larga, soy consciente que te puedes liberar en un tiempo prudencial y venir en mi busca para una venganza o si lo prefieres por mi puedes terminar el post.Tú decides.]

En las calles parecían haber muy pocas luces y eran escasas las personas que permanecían en el umbral de los negocios. Relámpagos, de lengua amarilla y crispada, cruzaban el cielo, y el retumbar del trueno llegaba desde algun lugar de la cúpula negra que era la noche. Los hilos de agua que se formaban entre los adoquines arrastraban poco a poco los papeles rotos y la paja que siempre llenaban las calles tras un día ajetreado.
Hotaru había alcanzado el punto de embriaguez en el que la realidad y la imaginación se confundían entre las sombras. Seguía caminando, sin sentir el suelo y sin ver ante ella otra cosa que una especie de túnel hecho de calles y muros que encerraban terrenos privados. Se dirigía de vuelta al Seireitei, y lo único que deseaba era tumbarse, a fin de dejar que el sueño se apoderara de ella. Se habría echado a dormir allí mismo, pero parecía que el agua fuera a llevárselo todo.

"Sigo teniendo hambre... Por aquí había una hostería. Pediré cena y una cama; ya veré mañana cómo lo pago."

Sin tener que variar mucho su ruta, fue hacia el noreste, esperando que lo que quedaba de su uniforme de shinigami fuera motivo suficiente para que le permitieran el paso. El jardín del albergue se hallaba inundado de barro, por lo que era intransitable el camino hacia la recepción principal. Aunando la poca paciencia que le quedaba, dio media vuelta y buscó otro sitio por el que poder ingresar, deseando como nunca un lugar seco. En la parte posterior del edificio, una escalera de piedra conducía al acceso que usaban los criados. La tormenta arreciaba.

-Joder...

Las gotas le impedían ver los peldaños de la escalera y andaba como si ante sus pies se hubiera abierto un abismo, pero al fin llegó. Sobre la puerta, una campanilla de latón golpeaba el marco de madera, y la luz del farol de la esquina se apagaba y encendía por la fuerza de la corriente. Recostó el hombro derecho contra la pared mientras golpeaba, ceñuda, la entrada trasera, destinada al servicio.

-¡Nakai-san!- gritó-. Me estoy empapando aquí fuera, ¡abrid!

Continuó llamando un par de veces más, pero desistió al no encontrar respuesta. Seguramente esa noche tendrían el cupo de clientes completo y no dejarían entrar a nadie más. Pateó inútilmente un montón de fango antes de volverse, maldiciendo la pésima suerte que estaba teniendo esa noche.
En el horizonte deformado por la lluvia se veía la muralla que rodeaba la ciudadela en la que se encontraban las trece divisiones. La oscuridad se hacía cada vez más impenetrable. Nuevamente se encontraba más cerca del restaurante en el que había discutido con el tipo de pelo blanco que de su destino. Había estado dando vueltas para nada.

"Hm... Hotaru", la llamada del espíritu de su espada era apenas un susurro. "Hotaru, escucha, creo que algo no va bien".

"¿¡No jodas!? ¿Y qué será? ¿Que me estoy remojando más que un plato de judías?"

El aire de aquel callejón estaba saturado de los olores a pescado y verdura podrida. Los trémulos charcos de agua que se habían ido formando reflejaban la escena escasamente iluminada. De pronto, Hotaru sintió un ruído extraño a sus espaldas; antes de poder girarse algo la empujó hacia el suelo y la inmovilizó. Gruñendo como una bestia enjaulada, trató de ponerse en pie, pero lo único que podía mover era la cabeza. Escuchó unas pisadas que precedieron a la voz sosegada y firme del tipo de la taberna. La shinigami bufó desafiadoramente, apenas viéndole entre la cortina de cabello blanco y rizado que estorbaba su visión. La rabia se apoderaba del cuerpo de la mujer, la comisura de sus labios temblaba, sus ojos se encendieron con puro rencor; aprensaba los dientes de tal forma que pareciera que sus encías sangrarían por el esfuerzo. Se encontraba demasiado enfurecida para hablar.

"Suéltame y estás muerto", parecía ser el mensaje que emanaba todo su ser, resistiéndose al agarre del hechizo. El hombre se retiró tras su arrogante discurso, sin soltarla pero prescindiendo de la violencia. Una vez sola, Hotaru luchó concentrando su reiatsu hasta hacer estallar el lienzo azulado. Se arrodilló en el suelo y apoyó las manos en las frías y sucias piedras, notando las fuertes gotas de lluvia golpeándole la espalda.

-Así que un shinigami...- la risa sacudió sus hombros. Ladeó el rostro, donde el perfil derecho estaba cubierto de barro que iba disolviéndose poco a poco hasta quedar limpio. Respiró hondo y entrecerró los ojos, estudiando la dirección por la que Hattori había desaparecido.- Vas a pagar cara esa estupidez tuya, jovencito...

Se incorporó sin hacer caso de los rasguños que se había hecho en las rodillas por la caída. Los tejados de las casas brillaban, casi tan negros y resbaladizos como las enlodadas calles. Apartó bruscamente la mirada de la oscuridad por la que había marchado Hideyoshi, dándole la espalda y siguiendo su propio camino.

"Creía que ibas a darle una lección"

-Y lo haré- respondió con un tinte envenenado en la voz. Apretó el paso para abandonar el maldito callejón, alerta de cualquier ruído extraño por si las dudas.- Pero no hoy- las comisuras de sus labios se curvaron en una sonrisa perversa.- No ahora que lo está esperando.