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Mensaje por Klauss Mar Ene 05, 2010 3:36 am

Dificilmente habría encontrado un espacio más apropiado para su retiro, más acorde con su desapacible estado de ánimo. Cuando contempló la hostil desolación del lugar le invadió un escalofrío que le obligó a interrumpir su quietud, reemprendiendo la marcha por el yermo paraje, dejando tras de sí las huellas de sus sandalias impresas en la arena. No se molestó en intentar borrarlas; si alguien quisiera buscarle no sería ese rastro físico por el que se guiara.

Aquel mar de arena eternamente blanca le evocó los paisajes nevados por los que se desenvolvía en vida, salvo que el ambiente frío que compartían no era el mismo y la permanente noche que reinaba en ese desierto no era una simple ilusión. Él también había sufrido cambios, y hasta tal punto que no se consideraba una mutación o evolución de aquel conjunto de tejidos y emociones, de dependencias que le conformaban cuando era un ser humano. Casí sentía que era algo ajeno a aquel ser débil e ignorante, poseedor ahora de unos viejos y patéticos recuerdos que no le correspondían.

Un repentino movimiento en la arena captó su atención, muy diferente de los que producían las ráfagas de viento, poniéndolo alerta. Podría haberse reído de su propia estupidez al ver de qué se trataba, pero no era alguien dado a esas manifestaciones, y ser cauto en el Hueco Mundo era un rasgo que había acabado por asegurarle una cierta estabilidad. Observó la forma en la que se deslizaba el hollow de menudo tamaño por el suelo, zigzagueante. Reprimió el impulso de lanzarse sobre él para hacerlo estallar entre sus manos, y continuó su camino. No tenía caso acabar con la existencia de esa alimaña, por muy molesta que se le antojase.

Aquellos árboles de ramas desnudas que se encontraban aquí y allá variando lo monótono del paisaje habían sido alcanzados por la muerte hacía tiempo. El hecho de que no existiera el agua en aquel surrealista entorno y que las dunas cambiasen constantemente de forma por capricho de las tormentas dificultaban la supervivencia de la vegetación. La vida en aquel lugar era difícil, una muestra impuesta de superación día tras día, de un momento tras otro. Sólo los más fuertes lograban seguir ese ritmo salvaje, y siempre restaba la amenaza de que apareciese alguien con un poder mayor y diera fin a tanto esfuerzo de un único golpe.

Recordaba lo perdido que se encontraba sus primeros días como hollow allí, atormentado por un hambre insaciable y el ardor que le producía el hueco abierto recientemente en su pecho. Su primer encuentro con otro depredador no había sido en absoluto agradable.
Sentándose el Arrancar de cabellos negros en el suelo arenoso, con las piernas cruzadas, cerró los finos párpados sobre sus ojos y proyectó las nítidas imágenes a su cerebro.

>>Caminaba a cuatro patas por la tierra, ladeando el cráneo de ave de un lado a otro, alerta, entreabriendo el pico y dejando ver afiladas hileras de dientes tan blancos que casi resplandecían. A unos ojos humanos hubiese parecido una criatura extraña, con algo de reptil en su movilidad y capacidad de vigilancia, captando unas esmirriadas alas negras pegadas al cuerpo que se antojaban inútiles, al igual que la cola que se arrastraba tras de sí sobre las dunas. Su comportamiento estaba formado por patrones fijos, controlado por impulsos primarios. Era como un animal. Carecía de sentido del yo.
Y, sin embargo, era consciente. Conocía el placer de un estómago lleno, la seguridad de una guarida, y, en aquel peligroso terreno, conocía el miedo muy bien.

Agudizaba el oído pero no escuchaba más voces que las del desierto, se veía el frenético movimiento de sus ojos bajo la máscara pero no captaba nada. Y a pesar de sentirse sólo en aquel mundo de pesadilla, sabía que no lo estaba.

Se oyó un sonido vibrante, como si se hubiera roto la cuerda de una guitarra y, casi simultáneamente, la tierra que había bajo sus extremidades comenzó a temblar. Instintivamente se hizo a un lado, al mismo tiempo que una figura extraña emergía del suelo, en el mismo sitio que acababa de abandonar. Klauss lanzó un chillido frente a una muralla de dentelladas que trataban de alcanzar su carne, y la urgencia de escapar cubrió su cerebro como una neblina. Se atrevió a escabullirse peligrosamente por debajo de la ansiosa zarpa alzada de ese ser, que se cernió sobre él como una luna precipitándose a la tierra, y con el impulso de sus patas traseras saltó para colocarse sobre las ramas negras y secas del árbol más cercano.

Al mirar hacia el suelo se topó con la visión de una bestia enfurecida que, frustrada, emitía siseos y arañaba el suelo. Si pudiera compararlo con un animal, lo más cercano sería una pantera, de constitución fibrosa y garras letales. Percibió la señal amenazadora que emitía ese ser, y entendió que no lo dejaría en paz hasta que uno de los dos cayera. Con un espasmo de furia, Klauss se avalanzó sobre el otro hollow. Los dientes se cerraron, y como una fila de guadañas o una vasta pieza de maquinaria, mordieron el aire alrededor del cuervo. Pero éste se encogió para esquivar los refulgentes arcos y hundió sus propios dientes en un costado del cuello de su adversario. La piel negra era muy dura, pero Klauss sintió que sus incisivos inferiores se hundían en la fría y blanda carne, notando un sabor fuerte salpicándole la lengua. El felino profirió un rugido y se apartó. Klauss, atrapado por su propio agarre, se vio arrancado del suelo y arrojado por los aires, a una altura unas cuantas veces superior a su propia estatura, por encima de la máscara blanca del otro, y a la oscuridad de la noche.

El efecto cegador de la rabia se desvaneció. Sacudió la cabeza para sacarse de los dientes un jirón de carne como el ónice mientras daba vueltas por el aire brumoso. Mientras caía,una pata terminada en una zarpa trató de alcanzarle con un movimiento de costado. Pero Klauss era una criatura ágil y se revolvió en su vuelo. Una vez más, la suerte la favoreció, aunque la garra le pasó tan cerca que la brisa que levantó le produjo un escalofrío.
Cayó sobre la arena y por un momento se quedó allí, aturdido. Pero los dientes y las garras, teñidos de plata por la espeluznante luz del astro nocturno, estaban ya descendiendo sobre su cabeza. Con una rápida sacudida Klauss rodó sobre sí mismo, se puso en pie y volvió a lanzarse contra la garganta de su contrincante. El mismo sabor a óxido y ácido llenó su boca, la invadió de un modo delicioso. Aumentó la fuerza del agarre de su mandíbula y no cesó ni cuando sintió que algo le desgarraba la espalda. El placer ahogaba cualquier otra sensación, el dolor incluído. Pasado un rato que no sabría calcular con exactitud, ya no quedaba ni rastro de la formidable pantera, y él sentía nuevas fuerzas fluyendo en su interior. Aquella había sido la primera de otras muchas peleas que habían hecho evolucionar su poder hasta convertirlo en lo que hoy era, un Arrancar.

>>

De pronto, abandonó los recuerdos y abrió mucho los ojos al sentir el roce del peligro, anunciado por un sutil pero perceptible cambio en la atmósfera. Cobró consciencia del lugar en el que se encontraba y de los seres que le rodeaban, y se puso en pie, mirando en todas direcciones.

"Algo viene"

Y, aparentando calma, permaneció a la espera de que esa nueva presencia se acercara o pasara de largo.
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Mensaje por Hideyori Taira Vie Ene 29, 2010 7:51 am

Bajo una luna intensa y monótona, allá donde acaba el dominio arrancar y se extiende el vasto desierto de Hueco Mundo, paseaba Taira, buscando un remanso de tranquilidad que le permitiese aislarse y descansar la mente.

El viento soplaba suavemente, levantando apenas unos tímidos granos de arena del suelo, y dando la sensación de que una liviana nebulosa se alzaba intermitentemente; para ofrecer con ello cobertura a las aún subdesarrolladas entidades hollow que reptaban o esperaban agazapadas la tan ansiada llegada de una presa.

El rito de la muerte se desarrollaba incesantemente en aquella selva de eslabones entrecruzados que formaban los hollow, formando así una cadena en la cual nadie sabía quién era presa y quién cazador. Aquella realidad de caza y supervivencia era bien conocida por cualquier hollow que alguna vez hubiese pisado Hueco Mundo, sirviendo así de base para una jerarquía de poder en la cual sólo sobrevivían los más fuertes y astutos.

Así pues, Taira continuó caminando en dirección a la nada y con destino, obviamente, a la misma nada. Andaba absorto en sus pensamientos y reflexiones, del presente y del pasado, con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en el horizonte. De pronto, sintió una presencia, inmóvil aunque definida. La cantidad de reiatsu emitido le identificaba inequívocamente como arrancar, y no un novato recién convertido, según parecía, sino uno ya desarrollado y de potencial bien definido.

De este modo, y con un encogimiento de hombros a modo de “¿por qué no?”, Taira se encaminó hacia aquel individuo que, todo sea dicho, despertaba su curiosidad. Era consciente de que notaría su presencia antes de que se pudiera acercar lo suficiente para entablar conversación, pero aún así continuó con paso despreocupado, para comentar con voz relativamente alta y amistosa al hallarse a su alcance:

- Buenas…noches. Bonito día, ¿no crees? – dijo a modo de saludo estandarizado para ese tipo de situaciones. - ¿Qué hace un arrancar tan lejos del Amanecer? Podrías suscitar la codicia de algún piltrafilla en evolución o semejante. – hizo una pausa – aunque lo cierto es que eso no parece importarte, viendo el rastro de miguitas de pan que has ido dejando por el lugar.

Constituía para Taira un deleite el acercarse a la mente y personalidad de los demás por medio de su reacción ante los acontecimientos. Por lo general, sólo había dos vías de actuación en Hueco Mundo, teniendo en cuenta la naturaleza salvaje del lugar: intimidarse o imponerse. Al menos ello era lo aplicable para todos aquellos seres inseguros de su capacidad de entablar relaciones con otros entes similares.

Y precisamente la diferenciación entre seres capaces e incapaces de hacer lo propio era lo primero que solía intentar averiguar. Al fin y al cabo, no caben pactos entre el líder y la bestia, no sea el de subordinación ante el primero. Así pues, Taira comenzó a poner en práctica su particular discurso:

- ¿Pero dónde están mis modales? Mi nombre es Hideyori Taira, Fracción de la 9º Sección. Ah! por cierto...deseo tu poder.- dijó con una sonrisa maliciosa y mirada de codicia.

La última afirmación, directa y agresiva, formaría el comienzo de un pequeño juego para saber de qué estaba hecho aquel arrancar de ojos ambarinos, esperando Taira impacientemente la respuesta de aquel personaje que, todo sea dicho, parecía de todo menos previsible…


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Mensaje por Klauss Vie Ene 29, 2010 10:27 am

A medida que se acercaba, Klauss pudo distinguir el reiatsu de otro Arrancar, manifestándose con una energía un tanto perturbadora. Localizando el avance a espaldas de él, se apresuró a girar sobre sus talones para encararse con el recién llegado que, por lo visto, había sentido curiosidad por el solitario y pensativo ser que hasta momentos antes permanecía perdido en el desapacible mundo de recuerdos que era su mente. O una alternativa más preocupante: se aburría y esperaba que Klauss fuera objeto de su macabra diversión.

La figura humanoide que se recortaba en la lobreguez del cielo desértico parecía tener una altura similar a la suya, y aunque el uniforme escondía la rigidez de sus formas, pudo adivinar que era un varón. Y ya cuando sus rasgos quedaron en evidencia bajo la luz de la luna llena, supo que no le conocía. Su apariencia no era desagradable, incluso sus gestos fluídos parecían haber sido estudiados para invitar a su interlocutor a la relajación; como si bastara con un grácil gesto de su mano para restarle importancia al aura opresora que le envolvía.
Y sin embargo, sus ojos parecían dejar entrever toda aquella malicia que se escondía tras un fino velo de despreocupación y charla amistosa. No le gustaban los tipos que distraían a sus víctimas con una falsa máscara de humor cuando sus intenciones iban marcadas por fines oscuros. Y no le gustaban porque precisamente él en un pasado había caído en las peligrosas redes de sujetos similares.

Sus ojos relucieron por un momento al posarse en el arma envainada del hombre de cabellos cortos. Al parecer no iba con ánimos de iniciar batalla, una buena señal a primera impresión.

"Ah... así que se ha sentido intrigado porque no ocultara mi presencia. ¿Pero cómo resolverle la duda de si mis motivos para hacerlo han sido el aburrimiento y la estupidez o la confianza en mis propios poderes cuando ni yo lo sé? Quizá sea mi poco práctica y actual obsesión por desafiar un poco este mundo, o tal vez..."

Miró al hombre, que seguía hablándole. Encontró sus palabras animadas pero claramente deseosas de intimidarle. Sujeto curioso, ese Taira.

-Si bien deseas mi poder no hay nada que te impida tomarlo- habló por fin Klauss, después de haber guardado silencio desde la llegada del otro. Su voz sonaba algo apagada, distorsionada por el desuso-. Pero es tonces cuando me pregunto, primer Arrancar, porqué querrías el poder de alguien al que superas.

Alzó la barbilla y le estudió con la mirada. Su postura no pretendía ser provocadora, pero sí crítica. ¿Qué quería él y porqué había decidido acudir ante alguien que, si no era por torpeza, se dejaba claramente descubrir en aquel lugar? ¿No encontraba acaso inquietante que un ser vulnerable se expusiera de aquel modo?

-Klauss Halsted. Séptima Sección. O eso creo recordar.
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Mensaje por Hideyori Taira Dom Ene 31, 2010 12:02 am

Iniciado el juego, sólo quedaba tirar los dados y mover ficha. Al menos eso pensaría cualquiera con dos dedos de frente y mediano uso de la razón. Sin embargo, se equivocaría. ¿Por qué? La respuesta es sencilla:

- Los dados no ruedan en la arena. – se limitó a contestar Taira a la primera intervención del arrancar. Nótese que el anterior planteamiento había tenido lugar en la mente de nuestro excéntrico protagonista, arrojando así una respuesta del todo incoherente al contexto de la acción aquí presente.

El muy posiblemente desconcertado arrancar de negros cabellos seguramente esperaba una respuesta distinta a su afirmación. De hecho, Taira también habría esperado una respuesta distinta a la suya propia. Era su particular manera de igualar la balanza.

Lo cierto es que la seguridad y pasividad de aquel individuo le habían desconcertado. ¿Acaso era posible tal indiferencia ante la propia existencia? Obviamente, no.

Resultaba para Taira de una lógica indiscutible que todo ser aprecia, en mayor o menor medida, su propia existencia, tratando a toda costa de conservarla. La única diferencia estriba en que algunos se daban cuenta más tarde que otros…

Así, y tras su particular paréntesis filosófico, Taira se dedicaría a aclarar la anterior cuestión a un Klauss que, lejos de sentirse incomodado por la situación, parecía desenvolverse con naturalidad en el ambiente hostil que Taira deseaba crear. Aquello le resultaba, simplemente, admirable. Mostraba una acentuada individualidad y seguridad en aquel individuo de aspecto ceniciento y rozando lo enfermizo. Cualidades que, todo sea dicho, distaban de inspirar confianza. Pasando todo ello por el subconsciente de Taira en una milésima de segundo, procedió con su siempre improvisado discurso.

- ¿Qué crees que quiero decir con esto? – la pregunta retórica no esperaba, como su nombre indica, una respuesta. – Pues simplemente que no puedes enajenar a un ser de su naturaleza. – y así comenzaba otra de las perífrasis metafísicas aleatoriamente expuestas de Taira -Así como no puedes separar mente y razón, tampoco puedes extraer el instinto de supremacía de un arrancar. Así pues, mientras a ti la razón te dice que un individuo no necesita de un poder inferior al propio, mi lógica me indica que cualquier poder, por escaso que sea, no haría más que acrecentar el mío propio. En ese sentido, sí deseo tu poder.

Una breve pausa… un corto paseo de un lado al otro… Prosiguió:

- Sin embargo, no estoy aquí por eso, Klauss Halsted. –otra breve pausa, para acrecentar el misterio – “Te estás contradiciendo”, me podrías decir, y acertarías. ¿Por qué? Pues, simplemente, porque sí se puede ignorar ese instinto, del mismo modo que también se puede actuar obviando la razón. – tras esto último, y habiendo vuelto a contradecirse, acabó añadiendo una enigmática sonrisa.

La intención no era incomodarle sino, simplemente, mostrar al arrancar su naturaleza tal cuál era, véase irracional e imprevisible. Así, y borrando toda seña de amenaza, conspiración, o secretas intenciones, tendió su mano a aquel arrancar que, por una razón u otra, había acabado ganándose el respeto de nuestro protagonista. Cierto era que apenas le conocía, pero aquel tal Klauss Halsted parecía esconder algo que intrigaba a Taira.

Parecía no ser consciente de lo que su poder y condición significaban. Parecía tener una cara oculta, iracunda y poderosa, contraria a la apariencia que reflejaba al exterior, y aquello suscitaba el interés del arrancar de cabellos blanquecinos de tal manera que le hacía considerarlo un individuo lo suficientemente particular, oscuro y peligroso, como para merecer la pena entablar conversación con él…
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Mensaje por Klauss Miér Feb 10, 2010 4:57 pm

Tardó en responder. Su mente desbocada imaginaba ya todo tipo de turbias posibilidades. Contemplaba al enigmático sujeto que tenía ante sí, mientras se apartaba finas hebras de cabello azabache que le caían sobre el ojo izquierdo. ¿Qué pretendía? Demostraba con su discurso que era alguien al que le gustaba hacer pensar a los demás, o enredarlos en las palabras para que se perdiesen en ellas. Ahora, no sabía interpretar si lo hacía a modo de lección vanidosa, elemento intranquilizador o una insólita muestra de sinceridad.
Taira le hacía sentir confuso. Quedaba fuera de lo común actuar con transparencia. Era como enseñar las cartas en una partida de póker al poco de comenzar. Y el recelo que sentía aumentaba dada su primera impresión sobre el Arrancar. No, no le parecía en absoluto alguien que fuera de frente.

-Dices que se puede traicionar al instinto. ¿No es eso una estupidez, obviar la garantía de la supervivencia o la satisfacción personal? Lo único capaz de cegarlo, opino, son el orgullo y la curiosidad. Y ambas características suelen conducir a su poseedor a un final que dista de ser piadoso- dijo sin modificar su tono moderado. Al igual que a él algo le impulsó minutos antes a permanecer en el desierto como un blanco fácil. No tenía problemas en reconocerse como un estúpido a sí mismo. Sabía que lo era en ocasiones.- Deduciré que es la curiosidad lo que frena tu lógica, entonces, y que estaré a salvo hasta que se vea satisfecha o te aburras. Si fuera soberbia no estarías aquí perdiendo el tiempo conmigo.

Primero le acosaba con sus palabras, y ahora intentaba restarle el tono de amenaza a su presencia, para zanjar cualquier indicio de desconfianza. No le gustaba el juego. En realidad, despreciaba la compañia porque hacía de la existencia una contienda; todos están contra todos, y nadie se halla entre amigos. Por eso la vida no era amable, porque las competiciones no podían serlo. Klauss sabía que si se deseaba poseer algo, solamente podía obtenerse arrebatándoselo a otro; si perseguías el placer, debías privar de éste a alguien. No había otra forma.

"Reclama lo que crees que te pertenece y prepárate para enemistarte con medio mundo, porque todos están envenenados por el deseo de posesión y no renunciarán a él."

Aquello era la supervivencia de los más aptos. Había que trabajar con astucia y no bajar la guardia. Ni con los que estaban en tu propio bando.
Miró la mano que le tendía el Arrancar de cabellos claros, un gesto humano como tantos otros que todavía se veían reflejados en el trato de los que eran como ellos. Curioso era que el cuerpo guardase en su memoria aquellos hábitos, a pesar de los notables cambios sufridos. Acortó la distancia entre ambos tras un par de pasos y, sosteniéndole la mirada, estrechó su mano con firmeza.

"¿Es así como lo quieres? Bien. Pero he de advertirte que no olvido con facilidad. Escucharé lo que se te antoje decirme. Seguiré la sucesión de pensamientos que me reveles y los comprenderé, paso a paso, al igual que desmontarías un arma y enseñarías al novato, pieza por pieza, su lógica y su función. Sí, puedo hacerlo. Puedo jugar con tus reglas."

-El riesgo que ésto implica para ambos ya debes deducirlo. Cada uno a tomado su decisión al respecto. Ahora bien, Hideyori Taira, ¿vas a contarme en qué puedo serte útil o todavía no lo has pensado?

Quizá se estaba precipitando en ir al grano, pero era su modo de demostrar que a él no le hacían falta los rodeos cuando la situación lo requería, y mucho menos los formalismos. Podía ser ese ignoto hombre de sombrías intenciones, o podía hacer uso de sus modales prácticos. Aquella no le pareció una situación de insinuaciones, de frases de doble sentido. Si aquél quería sus poderes, iría y los tomaría, porque podía. Se lo había dejado claro, al igual que señaló que no le venía en gana hacerlo. No era complicado.

A su alrededor nada se movía, salvo la arena desplazada por el viento. Y bajo capas y capas de esa tierra blanca y seca, aunque ni se veían ni sentían, aguardaban criaturas espeluznantes, de pesadilla, que surgirían cuando el hambre les incitara a salir de su escondrijo. Mirando a Taira, Klauss no pudo evitar preguntarse cuánto tardarían sus propios demonios en salir a la luz.

----
Off Rol:

Mil disculpas por tardar tanto, pero he pasado un tiempo con la salud floja. Si no se entiende bien lo que he escrito o es una patata, tranquilo, seguro que son los efectos secundarios.
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Mensaje por Hideyori Taira Jue Feb 11, 2010 8:49 am

- Impresionante…- se limitó a contestar Taira, en un principio. Nada en ello delataba falsedad ni vano elogio. Al fin y al cabo, ¿por qué debería hacerlo?, aquel arrancar estaba resultando de lo más interesante...

No sólo parecía seguir sin dificultad sus planteamientos, sino que además lograba hacerlo desde la frialdad de alguien con las ideas bien asentadas. Así pues, aquel tal Klauss Halsted estaba logrando, al menos en apariencia, contener el esquivo juego de Taira, si es que podemos considerarlo como tal… Al fin y al cabo, si todo aquello iba a desembocar en una productiva colaboración o en un derramamiento de sangre, ni él mismo lo sabía.

Sin embargo, era evidente que el arrancar de cabellos negros desconfiaba plenamente de él. Parecía intentar comprender a nuestro protagonista, pero siempre desde una distancia prudencial, como temiendo que el juego quedase sentenciado una vez se fiase de él. Quizás hacía bien. O quizás se precipitaba al juzgarle...

- ¿Lógica…?¿Yo? Ninguna. – nótese la nueva contradicción. – Y es precisamente por eso que sigo vivo. – respondió con su innata sonrisa enigmática, al tiempo que estrechaba la mano del arrancar.

Lo cierto era que Taira no temía mostrar sus cartas desde un primer momento, a diferencia de lo que cualquiera pudiera pensar. Para él, apenas suponía una diferencia mostrarse tal cual era o no hacerlo y, en cualquier caso, si lo hacía, esta diferencia sería sin duda ventajosa. El por qué; es simple: sus cartas estuvieron en blanco desde un principio…

Así pues, una reacción, una sonrisa o una mirada amenazante podían significarlo todo o nada al mismo tiempo según la interpretación. Todo dependía, al fin y al cabo, de cómo se entendiese su comportamiento. Y es precisamente por ello por lo que resultaba virtualmente imposible conocer qué pasaba exactamente por su cabeza: en un mundo donde las reglas del juego varían según los antojos y la subjetividad, y donde lo imprevisible e incoherente están al orden del día, la jurisdicción de la lógica nada tiene que hacer.

Volviendo a la realidad, y abandonando todo vano intento de definir una pauta de comportamiento para nuestro protagonista, vemos cómo este ladeaba la cabeza, pensativo, antes de contestar a la pregunta de aquel arrancar, que parecía impacientarse ante el desconocimiento de los planes de Taira.

- ¿La verdad? No tengo nada en mente para ti. Al menos nada que necesite en este momento - esperó a ver la reacción de Klauss, para luego añadir: - sin embargo, creo que yo sí podría ser de utilidad para ti…- le dio un tono misterioso, pretendiendo suscitar la curiosidad del arrancar. Tras ello, retrocedió un par de pasos lentamente, dejando aproximadamente metro y medio de distancia entre ellos y, levantado los brazos hacia delante con las palmas hacia arriba, invitó al arrancar:

- Desenvaina, Klauss, quiero verte en acción.- en ese preciso instante el suelo comenzó a temblar.

Durante los últimos momentos, Taira había estado emitiendo levemente reiatsu a través de sus pies hacia las arenas del desierto, con la secreta intención de atraer a algún espécimen hollow de suficiente tamaño y poder como para obligar, al menos, a Klauss a desenvainar y recurrir a su arma blanca.

Sobra decir que consiguió lo que pretendía. Segundos después de haber comenzado los temblores, las arenas bajo los pies de Klauss comenzaron a abrirse, dando paso a la boca densamente poblada de una especie de sierpe hollow que se abría camino hacia la superficie de forma vertical, guiada en última instancia por el aún desbordante reiatsu de Klauss.

Aquello iba a ser divertido…
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Mensaje por Klauss Mar Feb 23, 2010 2:01 am

Mantener la serenidad era algo que tendría que llevar a cabo con aquel sujeto y, por suerte, o bien era cosa innata de su carácter o tenía mucha práctica en ello. Sabía, o al menos vaticinaba, que perder los estribos o demostrar un claro desconcierto podría resultar fatal en aquella relación que acababa de iniciarse. Sin embargo, ya comenzó a sospechar que algo no iba bien cuando percibió sutilmente lo que Taira estaba haciendo. Ya fue demasiado tarde como para interrumpirle cuando descubrió sus intenciones y, de todos modos, ¿qué habría conseguido zafándose de una prueba? Decidió tomárselo como una labor extra que desempeñar, algo que resultaría un pequeño entretenimiento para su nuevo conocido.

Sin que la arena entorpeciera sus movimientos, Klauss se desplazó un par de metros del cúmulo de tierra temblorosa que indicaba en qué posición surgiría la cabeza del ser. No apartó la mirada de su objetivo mientras desenvainaba su espada, tomándola por la empuñadura negra. El filo de Miseria lucía discreto en la noche, con un leve brillo que podría definirse como tímido o humilde. Así era su zanpakutoh, al igual que él mismo: de una apariencia vulgar, que muchos pasarían por alto, pero que ocultaba algo oscuro y colérico en su abismo existencial.

La cabeza del ofidio emergió de las entrañas de la tierra, presentando el cráneo cubierto por el hueso blanco de su máscara. Casi podría haberse sentido halagado por el hecho de que hubieran escogido un ejemplar tan hermoso y formidable como aquel para que midiera sus fuerzas. ¿Cuántos espíritus habría engullido? ¿Ya habría descubierto el éxtasis gastronómico que suponía devorar a sus iguales?

-Ven- murmuró, pero a la bestia no hacía falta animarla para que comenzara su ataque. Se irguió sobre su cola y se abalanzó sobre el arrancar, emitiendo un siseo amenazador. Klauss quedó inmóvil en el sitio, como si la visión de aquella boca abriéndose para engullirlo lo hubiera paralizado. Pero los colmillos afilados del reptil solamente atraparon la blanca arena de aquel desapacible desierto. Gracias a su Sonido, había podido esquivar la arremetida con la rapidez necesaria. El joven miró a su alrededor buscando la figura de Taira, pero no había ni rastro de ella. Pensó que éste habría sido lo suficientemente inteligente para aislarse prudencialmente del que era en esos momentos un campo de batalla. Bien, volvía a estar solo en aquello, como lo había estado siempre. Aquellos segundos de distracción habían sido suficientes para que la serpiente recuperase su posición, y ahora sus fauces pretendían aferrarle por la cintura y partirle por la mitad. Tomando la empuñadura a dos manos, rechazó el embiste con su espada, golpeando el hocico frío y duro del hollow con el canto afilado de Miseria. Unos fragmentos de máscara se desprendieron, pero a la sierpe hambrienta no pareció importarle. Sus pupilas verticalmente afiladas estaban fijas en él en todo momento, y volvían a posarse en su figura con apasionante rapidez cuando lo perdían de vista unos instantes. Aquel ser tenía la clara determinación de matarle, de destruírle. Todo por el hambre, el hambre de poder. La capacidad de obviar la razón y el instinto de la que había hablado Hideyori minutos antes, era lo que les distinguía de esos seres. Y reparó en lo útil y hermoso que resultaba aquel libre albedrío, en el que podía imponerse hasta el atributo más frívolo al instinto de supervivencia.

"Pero este hollow también lo ignora. Su apetito lo ha cegado hasta el punto de que no sea consciente de que soy más poderoso que él, de que antes podría devorarle yo que él a mi. Entonces es su deseo de saciarse el que le impulsa acercárseme, al igual que es el deseo de saciar su curiosidad lo que ha traído a Hideyori Taira hasta mi lado. Y ambos... caerán del mismo modo si tratan de arrebatarme mi libertad."

El vientre reptante del hollow estaba sometiendo a cambios el terreno, creando desniveles en la tierra. Su frenesí no parecía cesar en su acoso, y el hecho de que el Arracar hiciera más por esquivarle que por atacarle acrecentaba su furia. Miseria parecía adormilada, repeliendo las agresiones con una elegancia sorda, pegada al cuerpo de Klauss como si fuera una prolongación del mismo, sólo haciendo lo justo para que no lo hieriesen. La paciencia del áspid estaba llegando a su cenit. ¡Deseaba cobrarse esa maldita presa de una vez, y nada iba a impedírselo!

Klauss notó que el suelo comenzó a temblar a sus pies cuando el reptil arqueó su cuerpo. La cola se estiró con un chasquido y la cabeza descendió para luego ocultarse. La arena había vuelto a tragarse aquella criatura, pero el joven de cabellos negros sabía que la lucha todavía no había llegado a su fin. Aunque no se demoraría en hacerlo. Exactamente como al principio, siguiendo los patrones con los que desarrollaba su estilo de combate, la serpiente asomó la cabeza a escasa distancia de Klauss con el empeño de devorarle.

-Ya te has divertido lo suficiente.

Con una rapidez de la que no había hecho gala hasta el momento, el Arrancar de la Séptima Sección se impulsó con los talones para saltar varios metros en el aire y caer sobre la cabeza del ansioso depredador. Luego, sin muchos miramientos, hizo descender la punta de su espada directa a la nuca del hollow. El monstruo emitió un alarido que habría helado la sangre de cualquiera, con la garganta asomando por su boca abierta hacia la luna. Con el sonido de un cascarón rompiéndose, la máscara blanca del hollow comenzó a resquebrajarse, estallando en diminutas porciones que no parecían más que otros granos de aquella arena blanca.

"Ya está."

Había terminado esa pelea, pero no se sentía lo satisfecho que pudiera esperarse. Viendo cómo la vaina acogía a Miseria para que recuperase su plácido sueño, el Arrancar le dio la espalda al cuerpo yacente sin intención de cobrarse la presa.

-¿Vas a acercarte o me tienes reservada otra sorpresa?
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Mensaje por Hideyori Taira Miér Feb 24, 2010 3:17 am

- ¿Qué te hace pensar que no estoy lo suficientemente cerca…? – dijo Taira, con un maléfica sonrisa dibujada en los labios, emergiendo de entre las arenas a espaldas del arrancar.

Se encontraba a apenas veinte centímetros del tal Klauss, en una posición amenazadoramente cercana al arrancar y aún con las manos resguardadas en los bolsillos. Aquel individuo había demostrado ser más que hábil en el manejo de la zampakutou, no llegando a inmutarse apenas ante un adversario voraz y furibundo. Sin embargo, una cosa era luchar con la espada y otra muy diferente era hacerlo con las palabras y las emociones.

Quizás, y sólo quizás; Taira había conseguido perturbar la calma del arrancar al aparecer de pronto a una distancia tan corta de su rival. Lo que estaba claro al menos era que Klauss no podría haber percibido su presencia hasta que Taira mismo decidió anular su estado de fase con la arena, dados los efectos de dicha técnica en cuanto a anulación de reiatsu.

Juzgue el lector, pues, si el ver aparecer de repente y a tu espalda a un individuo tan peculiarmente imprevisible como Taira no haría a uno replantearse su futura integridad física o, por lo menos, llevarse un buen susto.

- Bueno, bueno…Klauss-san. Me temo que esto empieza a ser algo incómodo para ambos…- dijo con voz siniestra aunque ligeramente melódica. – Lo creas o no, sólo intento ayudarte.

De alguna manera Taira ansiaba ver hasta dónde llegaría Klauss para conservar la vida. Deseaba conocer ese poder que el arrancar tanto se afanaba en ocultar bajo su apariencia pálida y delgada. Anhelaba internar a Klauss en un juego del que sólo pudiese salir mediante la fuerza, y difícilmente cesaría en sus intentos de descubrir hasta qué punto aquel individuo era consciente de un potencial que, a los ojos de Taira, podría resultar sobradamente digno de ser tenido en consideración.

- Pero me temo, compañero, que eso no ha sido suficiente…- el leve siseo de una cuchilla al desprenderse de su vaina acompañó a unas palabras ya de por sí afiladas; dejando a Taira con el negro wakizashi cruzado oblicuamente frente a su pecho, trazando un arco desde la saya, que aún guardaba una pequeña parte del arma, hasta la mano derecha.

La obra se precipitaba ahora, irrevocablemente, hacia el siguiente acto, cediéndole el turno a un Klauss que parecía haber adoptado una actitud algo más agresiva, aunque sin haber dejado de lado una serenidad que parecía estar implícita en su naturaleza. Era algo que habría que solventar. Al fin y al cabo, el juego debía continuar…
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Mensaje por Klauss Dom Feb 28, 2010 12:42 am

La visión de una hoja afilada atravesándole la columna vertebral había sido lo primero que pensó al escuchar la voz de Taira tras él. Aguardó unos segundos con la mirada al frente, aguardando con estoicidad a que el traicionero ataque llegara, pero no ocurrió. Klauss suspiró pesadamente, como si todo aquel juego comenzara a aburrirle.

"Sí, bastante incómodo."

Se llevó una mano a la cabeza, rascando con lentitud y suavidad el cuero cabelludo que había a unos centímetros del nacimiento de su frente. Sopesó las opciones que tenía, pero lo cierto es que la mayoría se habían esfumado al inicio de su juego. Aquella era una situación nueva para él, y no le gustaba.

"Esto puede prolongarse por demasiado tiempo. Me pondrá una prueba tras otra, y siempre habrán más cuando logre superarlas. ¿Quizá la finalidad de un principio es enseñarme que da igual a qué juegue contra él, que siempre acabaré perdiendo?"

El desenvainar del arma del contrario lo sacó de su reflexión. Al parecer había decidido aumentar el nivel de la prueba. Decidió que no sería buena idea seguir dándole la espalda.

-Empieza a ser violento actuar como un perro de exposición para ti- le anunció, recorriendo el filo de la zanpakutoh con la mirada antes de buscar los ojos de Hideyori.- Y me prometí que volvería a casa con las patas a salvo.

A pesar de sus palabras, que trataban de dejar de una forma quizá no muy sutil que no pretendía luchar contra él, los dedos de su mano derecha ya estaban rozando la tela de la empuñadura de su arma. Había que ser precavido.

Aquel arrancar, como había comprobado, tenía la habilidad de disimular su reiatsu, y era posible que con ello, en esos momentos precisos, estuviera mostrando solamente una parte de su poder. Las sorpresas podían ser agradables en las celebraciones, pero encontrarse en medio de un combate con un contrincante que le superaba con creces podía significarle la muerte. y Klauss, a pesar de las muestras de rebeldía que se daba a sí mismo ultimamente, siempre había intentado ser alguien que sólo hacía apuestas seguras.
Y no podía despegar la vista del otro, no fuera que en ese momento preciso atacara, pero sabía que le iba a ser muy complicado intentar escapar. Se habría reído de su propia estupidez al aceptar todo aquello, al no haber huído cuando podía... pero claro, ya había olvidado cómo se hacía.

"Me temo que me veré obligado a luchar. En fin, menudo fastidio."
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Mensaje por Hideyori Taira Vie Mar 05, 2010 8:08 am

Klauss permanecía frente a él, ciertamente incomodado por la situación. ¿Cómo reprochárselo? Había que reconocer, al fin y al cabo, que nuestro protagonista no estaba siendo del todo sutil en aquel primer encuentro.

Misterio, complicidad y ataques sorpresa formaban una mezcla explosiva del todo incoherente como carta de presentación. Taira lo sabía. Sin embargo, aquella era su forma de ser.

No resultaba complicado ocultar el tipo de persona que cada uno era ateniéndose a los protocolos y normas de conducta lógicas. Sin embargo, Taira sabía, por experiencia propia, que era en los momentos de mayor tensión, pasión, o ira, en los que salía a relucir el verdadero yo de cada uno. Era únicamente en esos momentos en los que alguien podía distinguir qué tipo de persona tenía enfrente.

Y frente a él, Taira veía a un ser reservado, receloso del combate, aunque preparado para el derramamiento de sangre. Veía a un ser cuyo único objetivo en la vida parecía ser la preservación de la misma, bajo cualquier circunstancia. Veía a una bestia dormida bajo el manto de la indiferencia y las sábanas del nihilismo. Veía, al fin y al cabo, a un ser digno de su respeto.

- ¿Perro de exposición? Demonios…no. – Taira sonrió, como quitándole tensión al ambiente. – Pero me temo que este juego ha llegado demasiado lejos. – por un momento, pareció que iba a acabar de extraer el wakizashi de su negra saya, mas al instante siguiente, y acentuando una sonrisa de irracional felicidad, volvió a guardar el arma en su vaina.

- Está claro que no te está resultando para nada entretenido y, por mi parte, debo reconocer que esta clase de juegos sólo me divierten con los estúpidos y los débiles. Y, a decir verdad, creo no equivocarme al pensar que no eres ninguno de ellos. – Taira esperó la reacción del arrancar. Esperaba que se relajase, aunque no creía que lo fuese a conseguir tan fácilmente. Si algo estaba claro era que iba a resultar difícil que el tal Klauss Halsted fuese a confiar en sus buenas intenciones, vistos los inauditos cambios de actitud que había protagonizado en apenas unos minutos.

- Sin embargo, necesitaba saber algo más de ti, Klauss. – lo cierto era que Taira ya se había resignado a no ver al arrancar en su máximo potencial por el momento. Sin embargo, eso tenía un punto a favor: lo convertía en un sujeto aún más interesante.

Taira se situaba ahora a una distancia algo más prudencial que la anterior. Sabía que ello podría provocar el recelo del arrancar ante otra posible embestida, mas no le importaba. Esta vez sólo quería hablar.

- Descuida, el juego ya terminó. Lo prometo. – marcó una pausa, como pasando a otro tema. – ¿Te parece si retomamos la conversación? Tengo algo que ofrecerte…

Por enésima vez, Taira volvió a cambiar el rumbo de aquel encuentro, dándole de nuevo aquel matiz conversacional antes perdido. Ya no necesitaba más pruebas ni muestras de poder o templanza. Había sido suficiente con el hecho de que Klauss no hubiera desenvainado contra él en ningún momento, a pesar de las provocaciones. No necesitaba más que saber que aquel individuo tenía algo más que poder encerrado en su interior: Parecía inteligente. Quizás demasiado inteligente…

[OFF: Disculpa la tardanza y poca calidad. No he tenido demasiado tiempo, y lo cierto es que me ha costado decidir por dónde continuar.]
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Mensaje por Hideyori Taira Lun Abr 05, 2010 12:20 am

Sin siquiera esperar la respuesta del arrancar, Taira se le acercó lentamente y, con unas firmes y concisas palabras, se limitó a añadir:

- Seamos compañeros, Klauss Halsted. – una brevísima pausa. – no quiero una respuesta ahora, ni la quiero mañana. – sus facciones se oscurecieron. -Aunque lo cierto es que ni siquiera es una pregunta.

Una sonrisa maligna se dibujó en su rostro enigmático:

- Sólo te lo dejo saber, Klauss. Algún día, puede que cuando ambos ya estemos en lo más alto, te tenderé la mano de nuevo. Y puede que cuando ese día llegue sí espere algo de ti. Aunque eso no lo sabrás hasta que llegue el momento.- dejó pasar unos segundos, para que terminase de asimilar su afirmación - Pero hasta entonces, recuerda estas palabras. Recuerda este lugar y este momento. Recuerda con añoranza este día en que pudiste haber muerto bajo la luna llena, y hazte más fuerte; porque hoy vivirás, sí, pero puede que la próxima vez el juego no sea tan benévolo...

Sin más que otra siniestra sonrisa, y dando por terminada la charla unilateral, Taira se dio la vuelta y prosiguió su paseo como si tal cosa, volviendo en dirección al Amanecer.

Se fue del mismo modo que llegó: tranquilamente, absorto en sus pensamientos, con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en el horizonte; y no sin antes añadir un último:

- Estaremos en contacto, Klauss Halsted…


[OFF: Fin del Conversacional. Perdón por las licencias tomadas al acabarlo yo mismo. Por favor, cerrad el tema en cuanto podais, gracias ^^.]
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