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Mensaje por Chimamire Natsuki Miér Oct 17, 2012 1:52 pm

Rukongai Oeste - Tanbo - Distrito 28 Retocadoparaforo
"Toda acción comienza con el deseo de hacerla posible"


Asomaban los primeros reflejos dorados de sus cabellos, todavía no veía pero avisaba de que iba a hacerlo, se alzaría como lo hace siempre, para dar fuerza a los puros, muerte a las malas hierbas y calor a los que de él dependían. El Sol, siempre vanidoso y fiero, incansable compañero y eterno enamorado no correspondido.


Le despertó el olor a tierra mojada. Había lloviznado durante la noche y por la ventana entraba la brisa fresca, notaba la humedad en sus huesos hoy un poco más doloridos. Se giró hacia la ventana, se arropó con la manta hasta el cuello y dejó salir su pie derecho por un lateral de la cama, así es como se aclimataba y tomaba fuerzas para levantarse. Era su momento preferido del día, se imaginaba que el gran Nikkou la despertaba con esas caricias cálidas tan propias de él, que el siseo que provocaba entre las hojas que se desperezaban al alba ,eran los susurros de ánimo, y el viento portaba las palabras románticas que hacían gala a una belleza ya perdida por el trabajo y el paso del tiempo. Un escalofrío recorrió su cuerpo desde su pie hacia todos lados.

“Ya voy, ya voy. Se que tengo que levantarme”respondió a la nada con cierto reproche y un suave deje infantil que a todos nos queda. Volvió a meter el pie bajo la manta y observó el cielo despejado, esperó algo más de un minuto y dijo “Un nuevo día, una nueva victoria” levantándose por fin, aseándose y vistiendo debidamente para el día que estaba por delante.

Se dirigió a la cocina y encendió la leña controladamente para hacer salir un buen montón de brasas, cuando tuvo las suficientes, dejó que el agua hirviese y comenzó a preparar el desayuno. De pronto sintió que unos pasitos intentaban pasar desapercibidos bajando lentamente cada escalón. Siguió removiendo la carne estofada de la noche anterior que estaba calentando en otro brasero y de nuevo esparcía su apetitoso aroma.

La pequeña asomó medio rostro por el umbral de la puerta teniendo la equivocada seguridad de que había sido sigilosa como lo es un zancudo de agua. Se acercó de puntillas y rugió mientras se enganchaba a la cintura de su madre.

Encogió los hombros aparentando estar asustada y levantó las manos, su tono de voz sonaba dramático.

“¡No me mate, solo tengo arroz y ganas de trabajar!” se giró, tapándose la cara para no ver la cara de su “agresora”.
“¡Mamá...! ¡Que no soy un ladrón, soy un león! Y no te has asustado...” una sonrisa inocente y pícara se dibujó en el rostro de la pequeña “¡No sabes mentir!” rió. Le dió un abrazo a su madre como saludo de “buenos días” y se inclinó hacia un lado viendo lo que estaba preparando de desayuno.
“¡Qué bien, arroz! ¡Me encanta el arroz!” Daba saltitos como si fuera un regalo nuevo.

Miró a la pequeña con una profunda expresión de orgullo y amor. Eran arroceros, su trabajo era trabajar los cultivos de arroz para otros y para ellos mismo, y el arroz jamás faltaba en su casa. Pero su hija en vez de quejarse como hacían los otros niños, lo miraba y comía como si fuese la comida más preciada que podían llevarse a la boca. Una vez le había dicho “Es que tu arroz no son como los demás, sabe más rico porque me lo haces tú. Y sonríes cuando me ves comermelo feliz.” era una niña increíble, bueno... para ella siempre lo sería.

“Me alegro de que te guste, hija mía. ¿Te has lavado las manos, te has preparado la ropa y te has lavado la cara? Mira que después de comer nos tenemos que ir a la ciudad con tu hermano mayor, y sino te quedarás” entrelazó sus dedos en el cabello de la niña y lo tiró hacia atrás, peinándoselo con estos, la pequeña arrugó la nariz y puso morritos como hace cualquier niño cuando cree que le mandan demasiado.
“Bueeeeno, ahora vengo. ¡Que tenemos que ir a la ciudad!” le dió un beso en la mejilla a su madre y salió a toda prisa hacia arriba a hacer lo propio. Mientras su madre retomaba sus tareas y terminaba de cocer el arroz, colarlo y preparar las raciones para cada uno de los varones, se podía escuchar a la princesa de la casa canturrear desde su cuarto. A los pocos minutos, los hermanos bajaron ya vestidos y aseados.
“Buenos días madre” se acercaron y le dieron un beso en la mejilla, ella les correspondió con un beso en la frente. “Buenos días hijos, el desayuno ya está. Llevad los cubiertos y llamad a vuestra hermana que sino se enfriará.”

Para cuando el gallo cantó, estaban todos sentados en la mesa esperando impacientemente la primera y la más suculenta comida del día. Comieron rápido y en silencio, ella dejó un poco de su plato por si algunos de sus hijos quería repetir, ya por costumbre. Habiendo terminado antes, se dedicó a observar a sus “pequeños” y lo rápido que crecían sin que ella pudiese impedirlo.
Sin necesidad de pedirlo, al terminar los varones se levantaron, retiraron su plato y fueron a preparar a los caballos y el carro. La jóven, retiró su plato y el de ella y calentó agua para lavarlos debidamente.

“Qué duro es ser madre, pero hermoso también” pensó para sí. Aunque enseguida le vino la voz de su marido a la mente “No, no es duro. Lo que es duro es que uno se haga viejo” sonrió con cierta amargura mientras terminaba de desencajar el ladrillo donde tenía la bolsa del dinero. Lo contó con cuidado dos veces, asegurándose de las cuentas. Podrían pagar los impuestos, comprar un cerdo para cebar hasta el invierno y quizás hasta para comprar un vestido adecuado para la edad de la niña. Había sido un buen año. Un solitario y tranquilo año. Suspiró y miró hacia el altar donde estaba la foto de su esposo, se puso frente a él, se arrodilló y cerró los ojos, recordándole que no era hoy ese día en el que ella lo habia olvidado siquiera un segundo.

Al abrirlos, se vio en los campos de arroz con el agua hasta las rodillas, con sus compañeras de trabajo mirandola desconcertadas. Las miró extrañada por la situación. La que estaba más cerca le salpicó un poco de agua “¡Estás dormida todavía! ¿No será que estás embarazada otra vez?” rió “Vamos, cantemos juntas y así el arroz saldrá contento” sonrió y por inercia reanudó su trabajo, comenzando el canto para que las demás la siguieran
“Ya sale el Sol y me encontró aquí trabajando

la luna se va y se lleva consigo el llanto

los granos de arroz a mi cesta van saltando

el peso que sube, el agua que va bajando.


Un buen muchacho el herrero ha tenido

mi hija es soltera en mi casa es bienvenido

que vaya preparando el padre una buena dote

un vestido, un traje y un niño para empezar

que nosotras labramos, pero poco nos queda ya.


Ya sale el Sol y me encontró aquí trabajando

la luna se va y se lleva consigo el llanto

los granos de arroz a mi cesta van saltando

el peso que sube, el agua que va bajando”

Cuando terminó la canción, abrió los ojos. Mucha gente sueña con la última vez que vio a sus seres queridos, o el como los perdió, eso es para ellos su tortura. Para ella su tortura era recordar a través del mismo sueño, toda la felicidad que había tenido y ya nunca más volvería a tener.

~



Muchos dicen que el deseo de aferrarte a una idea no es suficiente para hacerla realidad, que no puedes volar sin alas y no puedes crear fuego de la nada. Pero todo es posible en el Rukongai, una vez mueres esas normas no sirven nada más que para arrastrar antigüos principios inútiles aquí.

No sabía como era esto, qué había más allá de cuando tu alma se escapa de tu cuerpo. Cuando aparecí en este nuevo mundo busqué desesperadamente a mi hija desde el primer momento en el que fui consciente de donde estaba. “Nos mataron, esos ladrones nos asaltaron y nos mataron. Vi a mis hijos luchar y ellos seguramente sigan vivos, pero vi a mi hija morir.Tiene que estar aquí. ” me repetía cada minuto de mi vida. Me fui moviendo de distrito en distrito en mi incansable búsqueda. Pero descubrí que la Sociedad de almas era mucho más grande de lo que podía imaginar. Así que era inútil buscar por buscar. Debía de hacer otra cosa... Y así lo hice.

Si bien no era conveniente que me moviese, pues ella también estará moviéndose continuamente. Me busqué un trabajo y comencé a trabajar duro. Había aprendido muchas cosas sobre como tratar con la gente gracias a que acompañaba a mi esposo a sus transacciones y viajes a la ciudad y queráis que no... ¿Qué madre no debe convertirse en una buena comerciante para llevar su casa a buen puerto?
Aprendí poco a poco las leyes por las que se rige este mundo, que el tiempo aquí es perezoso o impaciente, pero sobre todo caprichoso. Esto era lo que más me importaba, pues seguramente mi niña siguiese siendo niña aún muchos años después.

Los años que pude ahorrar y prosperar poco a poco para ir ganándome la buena y trabajada reputación que me precede, también me ayudó a pensar de qué manera podía hacer saber a mi hija que su madre aún estaba aquí, esperando y preguntando por ella a todo aquel que venía de un distrito más lejano al mío. Y entonces...

“Señora... ¿Me daría algo para comer? Ella se giró y bajó la vista hacia el pequeño de ojos grandes color miel. Sus ropas estaban sucias y su pelo enmarañado, sus pies lucían descalzos y llenos de pequeñas heridas por las largas fugas que debían hacer cuando robaban algunas manzanas a los mercaderes. Suavizó su expresión y le sonrió con dulzura. “Claro pequeño, te daré unas monedas para que puedas irte a comer” Cuando sacó la pequeña bolsa en las que tan solo llevaba unas monedas, el niño se la arrebató y salió corriendo. No se molestó en correr ni en avisar a nadie, ya era la segunda vez que el niño se lo hacía. Sonrió mientras lo observaba irse corriendo, el niño giró la cabeza para saber si lo estaban siguiendo o había alguna señal de alarma, al ver que ella lo saludaba desde lejos se paró extrañado detrás de una farola, no entendía nada. Titubeó pero tras unos segundos y después de discutir con sus dos compañeros se acercó a la señora y le preguntó, aún con la bolsa en el bolsillo.
“¿Por qué no me ha perseguido ni me ha denunciado?” se mantenía alerta por si aún tenía que salir corriendo. “Porque solo lo haces porque tienes hambre. Y robar por necesidad no es pecado.” su expresión seguía siendo amigable, aunque ahora también agradecida.
El niño sacó la bolsa y se la dio, quizás sentía verguenza o simplemente era su manera de agradecer el que una entre tantas personas pareciese entender la situación en la que se encontraban. Sonrió con timidez y se rascó la nuca no sabiendo muy bien que hacer ahora. Ella le revolvió el pelo, grasoso por la suciedad y la falta de cuidado.
Definitivamente sabía que debía de hacer.
“Puedo darte algo mejor que el dinero, si quieres” le dijo con una expresión más seria.
“¿Sí? ¿El qué? ¿Comida?” abrió los ojos, imaginándose cuantos manjares podía tener aquella señora que regalaba el dinero.
“No. No soy rica. Pero puedo darte casa y un trabajo. Así podremos ganarnos la comida los dos” lo miró detenidamente para ver de qué manera reaccionaba el pequeño.
“¿Y para mis hermanos? ¿También pueden ellos venir?” su sonrisa se ensanchó cuando vio asentir a la señora.

“Solo debes recordar una cosa” le advirtió con tono de importancia para llamar su atención “Me has robado dos veces, si hay una tercera, no habrá más comida, ni trabajo, ni casa. Mañana ven a verme al alba”

El niño asintió y salió corriendo hacia sus hermanos, sorprendido y desconfiado todavía.”


En mi mundo y en este, siempre he creído que la mejor promoción es la que se hace de boca en boca. La gente se fia más de un vecino o el conocido de su hermano que de cualquier pregonero o guardia que pueda decirte lo que es correcto o no.
Tardé mucho tiempo en ganarme la confianza de esos muchachos y ellos la mía, pero nunca más volvieron a robarme. Comencé llevando una pequeña tienda de arroz y otras legumbres escasas. Hacíamos comida tradicional en pequeñas cantidades y preparamos grandes ollas de comida para los niños que deambulaban por peores distritos que el nuestro. Era una pequeña zona nueva en el distrito, la que estabamos. Pero era acogedora y teníamos espacio suficiente para ir expandiéndonos si era necesario. A medida que subía la productividad, contrataba a más niños. Y así fuimos creciendo y creciendo... Fuimos aumentando al radio de nuestros negocios... ¡Los niños ya podrían emprender sus pequeñas ideas! El ambiente siempre era divertido y rebosante de alegría. Cuando fuimos lo suficientemente grandes, conseguimos el apoyo suficiente como para ser considerados un distrito y así, fuimos nombrados “Tanbo” o más conocido como “El distrito de los niños”, situado en el 28 Oeste. A partir de ese día, para nosotros siempre habría celebración.



TANBO
“Campo de arroz”


Es un distrito que se vislumbra desde lejos. Los farolillos de papel hacen que sobre todo por la noche se vea un intenso manto de luz que hace que la zona sea fácil de localizar.
Una noche a la semana, se lanzan fuegos artificiales por las festividades internas, dando la bienvenida a los que acaban de llegar, la despedida a los que se van y agradeciéndole a los clientes y a todas las personas que pasan por allí el hacer todo eso posible.

Las normas dentro, son estas:

-Debes ser un niño y entrar por propia voluntad.
-Tener ganas de trabajar.
-Ser huérfano o estar solo en esos momentos por circunstancias.
-No cometer más de dos faltas, ya que a la tercera serás expulsado.
-Cuando cumplas la mayoría de edad aparente, podrás unirte a la Guardia del Distrito pasando a salvaguardar a los niños comerciantes o marcharte.

Desde hace mucho tiempo, aparentemente el distrito lo llevan solo los niños que allí viven, atienden los negocios, comercian con otros distritos, ellos mantienen el orden entre sus calles, consiguen lo necesario para una agradable estancia allí.

Su entrada es llamativa, es un cúmulo de estructuras de manera que dan la impresión de estar colocadas aleatoriamente, aunque simplemente es por llamar la atención. Al entrar, sin saber como,te encuentras en pleno mercado rebosante de género, pastelitos caseros, ramen, estofados de carne,puestos de onigiri, manzanas, verduras... Un buen sitio para hacer cualquier tipo de negocio.


Spoiler:

En los negocios que están más asentados y tienen locales propios, resulta más curiosa su apariencia caprichosa y caótica en la que te puedes encontrar desde un adorno de Año nuevo totalmente fuera de fecha, hasta uno de los leones de la prosperidad.

Spoiler:

A los recién llegados, se les lleva a la Pagoda que está algo más alejada del tumulto de gente. De esta forma, tienen la oportunidad de aprender lo que será vivir en comunidad, de saber si no viene con malas intenciones y de probar el tipo de compañerismo o habilidad que pueda tener.

Spoiler:

“Realmente... ¿Por qué hace todo esto? Nadie hace nada por nada. La veo alegrarse cada vez que uno de nosotros viene a darle las gracias por darle una oportunidad, pero también me fijo en la tristeza de sus ojos cuando no los reconoce. Debería disfrutar de lo que ha ido creando, ha hecho a muchos niños felices, es... es como si tuviese muchos hijos” bajó la mirada cuando notó que los ojos de la mujer se fijaban en los suyos “A ella le encantaban las festividades y jugar con otros niños. Si hago todo esto... Es por la esperanza de que algún día ella sea una de los niños que crucen esas puertas. No debo de perder la esperanza.” alargó su brazo hasta la cabeza del muchacho y la revolvió el pelo como hizo tantos años atrás “Pero os quiero muchacho, no lo dudes. También os quiero a cada uno de vosotros” sonrió con cierta amargura, como solía hacer siempre ahora. El jóven asintió “He de irme, pronto comenzará mi guardia. Te avisaré si veo a alguien que se le parezca, como siempre” intentó sonreir, aunque se sentía algo impotente, antes de cruzar el umbral de la puerta se detuvo y giró su rostro hacia ella “¿Querrá algo para cenar?”


Ella se levantó y le dio la espalda, mirando hacia la ventana. Asintió “Un bol pequeño de arroz” y cuando escuchó el sonido de la puerta al cerrarse se dijo a si misma “su comida preferida”.


Spoiler:
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