Rukongai Oeste - Higanbana, Distrito 6

Higanbana, La flor del otro mundo, es el nombre con el que se conoce a uno de los primeros Distritos que se formaron en el Rukongai, haciendo alusión a los hermosos lirios araña que crecen por toda su extensión, de petalos rojos como una herida abierta. Según las antiguas tradiciones, estas flores que solo crecen durante el otoño deben estar presentes durante los oficios funerarios, con el fin de guiar las almas de los fallecidos hacia el Mundo de los Espírtus y poder reencontrarse con sus antepasados. Durante la época de su florecimiento se celebra un festival en honor a la Familia Real, en el que es costumbre orar al Rey Espíritu para pedirle un año lleno de prosperidad y que los seres queridos encuentren tras su muerte el camino hacia el Higanbana para reunirse con ellos.


Durante la festividad se respira un ambiente de gran optimismo y gratitud. Todas las puertas del Distrito quedan abiertas a los visitantes, que son tratados con cortesía independientemente de su posición social y de su procedencia. Las calles rebosan de puestos ambulantes repletos de comida, juguetes y diversiones, iluminadas por linternas de papel que compiten en cantidad con las estrellas que se ven en el cielo. Es costumbre hacer una visita al templo durante estos días para realizar ofrendas, hacer regalos a los vecinos y compañeros de trabajo y visitar los cementerios, donde se limpian las tumbas y rinde homenaje a los que cruzaron al otro lado a inicar una nueva vida.


Por toda la ciudad hay canales de agua limpia que se comunican entre ellos, adornados por lamparillas flotantes en las que se escriben los deseos para este año. Pueden cruzarse en barcas lacadas de rojo y dorado para llegar de una calle a otra, o para acceder al corazón del Distrito, donde se alza una enorme plaza en la que se pueden presenciar varios espectáculos relacionados con las creencias de los habitantes.


El festival da a su fin durante el Higanbana no Saku Yoru ni, La noche en la que florecen las flores del otro mundo. Es un evento de gran belleza, pues todos los lirios araña se iluminan al unísono, otorgando a los campos del Distrito una apariencia fantasmal que deja sin aliento. Todos los años en la misma fecha se repite de forma natural, y popularmente se cree que es una señal enviada por el Rey Espíritu desde su castillo en los Cielos, expresando su conformidad y prometiendo que velará por todas las almas durante el próximo año.