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Mensaje por Kyuusei Yukihiro Jue Ene 05, 2012 6:36 am

La madera crujió bajo unos pasos tranquilos. Fue ese pequeño sonido el que le despertó, provocando que se incorporara con sobresalto. Él, que no creía en supersticiones, permaneció sentado en el futón, con el corazón dominado por un miedo incomprensible.

¿Hola...? —se atrevió a murmurar. Tenía el edredón arrugado entre los dedos crispados, y se le habían quedado las manos repentinamente frías. Sus pulsaciones empezaron a cobrar tanta fuerza que pensó que le explotaría el pecho, que le sangrarían los oídos. Tragó saliva con dificultad.— Yo no... creo que se ha equivocado de habitación.

El ambiente era denso y no podía ver apenas en aquella oscuridad. Él mismo había tapado las ventanas. Tal vez ya era de día.

Yuki

En algún rincón, un susurro de seda. El roce del kimono violeta contra el suelo se acercaba, podía oírlo.

Yuki. Yuki.

Sus ojos encontraron un pie blanco entre las tinieblas. Era menudo y perfecto, brillaba en la oscuridad. Observó aquella pequeña pieza de marfil flotando hacia él, como si rasgara el velo que separaba las dos realidades. Su voz. Era su voz.

Yuki

La sombra se cernió sobre él, con las finas hebras de cabello reptándole por los brazos como serpientes, los ojos azules reduciéndole de forma silenciosa. Para cuando quiso darse cuenta los dedos de Fuyumi estaban pegados a su piel, el pulgar helándole los labios. La mujer le hizo levantar la barbilla y Yukihiro alzó también la mirada, exhalando un hilo de aliento tembloroso. No pudo hablar, abrumado por ese momento que parecía obra de un hechizo imposible.
La cabellera que era de un añil desvaído en la penumbra se derramó sobre sus hombros cuando se agachó hacia él, cerrándole los ojos con los dedos para luego besarle los párpados. El perfume de jazmines marchitos y piedra fría lo arropó, apretándole el nudo que se había formado en su garganta.

Yuki... Abrázame.


----------------

Soplaba una suave brisa que agitaba las hojas carmesíes de los arces luna llena. Aquel rumor plácido y tembloroso se colaba por el hueco abierto de la ventana y llenaba los silencios de la sala de profesores. Takenaka-sensei hojeaba con aire absorto las fichas de los alumnos que se encontraban cursando su último año en la Academia Shino. De los alumnos que serían la próxima promoción de shinigamis que entregarían al Gotei.
Presenciar los progresos que habían hecho a lo largo de su aprendizaje era todo un honor. Quizá alguno de esos nombres acabarían por añadirse a la lista de Capitanes y Tenientes de los Trece Escuadrones, aunque lo más seguro era que sólo un par de ellos lograse alzancar el puesto de oficial algún día. Pero eso no importaba. El Seireitei podía estar orgulloso de cada hombre y mujer que vestía el uniforme negro y blanco, el shikakusho. Podía confiar en que darían lo mejor de ellos mismos, aunque algunos tuvieran un temperamento peculiar.
Sí. Como maestros que moldeaban a toda clase de aspirantes hasta convertirlos en guerreros apropiados, podían garantizar que había motivos para sentirse satisfechos.

¿Qué dice de este, Takenaka-sensei? Ryuu... no. Kyuusei. Kyuusei Yukihiro.

Aunque siempre había alguno que se echaba a perder.

El hombre de cabellos grisáceos suspiró, creando una nube de humo que se alzó sobre su cabeza y se dispersó, hasta sólo dejar el aroma de tabaco a modo de huella. Tendió una de sus nudosas manos y tomó el informe del chico. Kyuusei Yukihiro. Una verdadera lástima.

He oído que apenas asiste a las clases— dijo el profesor Nagato, sin la paciencia necesaria para aguardar una respuesta. Kashiwazaki no se demoró en salir en defensa del joven, encontrando sentenciosas las palabras de su compañero.

Pero él antes no era así, Nagato-sensei. Solía ser el primero de su curso, y aunque nunca fué muy popular sus compañeros hablaban bien de él.

Takenaka Hiroshi volvió a llevarse la boquilla de la pipa a los labios, mirando las calificaciones del último trimestre. En comparación con las notas de los años anteriores, parecía imposible que fueran las del mismo alumno.

¿Qué sabemos de su situación personal? Tal vez su familia...

Hubo un pequeño revuelo de papeles.

Vaya... su historial dice que no tiene parientes vivos. Su madre falleció cuando él todavía era un niño. Vivía con su tío, pero perdió la vida por accidente a las pocas semanas de que él ingresara en la academia.

Aquello sonaba terrible.

¿Y de su padre? ¿No hay datos sobre él?

La profesora negó con la cabeza, luciendo el ceño fruncido. El murmullo que creaban las ramas de los arces acompañó sus pensamientos. Todos sabían que si no cambiaba de actitud y mejoraba sus notas tendrían que degradarle de curso o, en el peor de los casos, expulsarle de la Academia.
El informe de Kyuusei-kun abandonó las manos del profesor Takenaka y ocupó un puesto hasta ahora vacío en la mesa. El hombre cuadró los hombros y se pasó una mano por el ancho mentón, oscurecido por la barba de tres días que acostumbraba a exhibir.

Démosle de plazo hasta final de curso. Si no ha rectificado para entonces...

Los demás asintieron, bajando por un momento la mirada, quizá con tristeza.

No todos los árboles dan frutos dulces.

----------------

Ahora la luz del exterior sí podía entrar a su cuarto. Podía besar con sus dedos dorados los muebles que habían volcado, los libros desparramados por el suelo, la puerta desencajada del armario y el futón hecho jirones. Podía mostrar todo aquello gracias a la ventana rota, en cuyo alféizar además de los cristales hechos añicos habían unas cuantas gotas de sangre.
Yuki se había detenido un momento en la puerta, admirando su obra, antes de cerrarla e irse. Le habría gustado arreglar todo aquello, pero tenía prisa. Todos sus otros compromisos habían dejado de importar. Los amigos y la Academia apenas continuaban significando algo para él, pero había algo, o más bien alguien, por el que todavía valía la pena abandonar la oscuridad de su habitación y fingir que todo iba bien, aunque cada vez se le hiciera más difícil.
¿Lo habría notado ya Yuka? ¿Podía ver cómo el chico se destruía a sí mismo?

A medio camino se detuvo junto a una fuente y se resfrecó el rostro con su agua. Necesitaba estar despejado para cuando se vieran, y quitarse ese olor. Jazmines secos y piedra helada.

¿Yukihiro? ¿Eres tú? ¡Vaya! Estábamos preocupados, hace mucho que no se te ve por las clases. Oye, ¿qué le ha pasado a tu mano? ¿Yuki?— el aludido, que se lo había quedado mirando con expresión desconcertada, parpadeó y se apresuró en ocultar su mano vendada detrás de la espalda, restándole importancia con un par de palabras inseguras. Se había temido que sucediera algo así, y ahí estaba: Ikeda Hiiro, un compañero de curso. No, no tenía ningunas ganas de verle.— ¿Estás bien? Tienes mala cara... ¿Dónde has estado?

Estaba... estaba con mi madre— respondió sin pensar, todavía demasiado confuso como para armar una excusa para su ausencia.

¿Tu madre? ¿Pero ella no estaba...? ¡Ah, claro! Perdona. Debes haber ido a visitar su tumba.

"¿Visitar su tumba?". Por un momento, le entraron unas ganas locas de reír. ¿Qué diría Ikeda si supiera que había sido su madre la que lo había visitado a él? Sí, sí. La muerta. Esa misma.

Disculpa, Hiiro-kun. Tengo... un poco de prisa.

Estaba siendo detestable, lo sabía. Él no era la clase de persona que hacía eso. No era la clase de persona que se encerraba en su habitación y dejaba de ir a aclase, que evitaba a sus compañeros. Kyuusei era un buen estudiante. Un buen chico.

Sólo estaba pasando una mala época...
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Mensaje por Akiyama Yuka Miér Mayo 16, 2012 3:40 am

- ¿Desde siempre quiso ser profesora, Akiyama san?- le preguntó su prometido mientras tomaban un refresco en una de las terrazas de la zona alta del Rukongai, ella ladeó la cabeza y sopesó la pregunta, meneando la pajita en su copa de zumo, nunca tenía muy claro que responder ante los esfuerzos de su futuro esposo por acercarse a ella.
- Siempre me ha gustado el estudio, desde que era muy pequeña- aseguró, con una tímida sonrisa, no se le daba bien hablar de si misma, tal vez únicamente con su mejor amigo pero, por desgracia, aquel no era el caso- supongo que es una de las posibilidades que tenía y la verdad es que es lo que más amo en este mundo. Creo que me moriría si me lo quitasen- Kin'iro asintió y dio un trago a su té verde, con tranquilidad, Yuka no sabía si esa era la respuesta que él andaba buscando. Volvieron a quedarse callados por un momento y la joven se abanicó con parsimonia, ocultando su aburrimiento tras su acaloramiento. Tal vez no debería haber hecho eso, pues su guapo prometido se lo tomó como si se sintiese cohibida ante él (¿no era aquello un tanto presuntuoso?) Cuando le tomó una mano fue como si la apuñalasen a traición, pero decidió no moverla, mantenerla en su sitio, porque en un futuro aquello era lo que le esperaba, cuanto antes se acostumbrase, mejor.
- No debe mostrase tan tímida, Akiyama-san. Es hermosa y…
- Hokori san- respondió ella, rompiendo su agarre, no estaba concienciada para dar un paso más aún no- creo que voy a retirarme, tanto hielo me ha dado dolor de cabeza- como era de esperar, el paciente Kin'iro la acompañó hasta su casa y ella se encerró en su habitación para escribirle a Yuki. ¿Hasta cuánto aguantaría su rubio prometido aquello? Ojalá que hasta después de la boda, porque ella no estaba preparada para dar un paso más en su relación, ojalá se pareciera un poco más al Chico Nieve, su Chico Nieve.

*******************************************************

Días después, tendría que volver a verle, pero lo que os contaré a continuación ocurrió en un paréntesis en sus citas con el hombre que sería su marido.
- ¡Eh!- susurró Yuka a uno de sus alumnos más jóvenes, el pequeño Kizuna Keiji, y le tendió una de sus varias plumas, que volvía a dejarse olvidada por enésima vez esa semana. El niño lo tomó de manos de su joven profesora totalmente encarnado y ella le despidió con un gesto de la mano. No tenía tiempo para esas cosas, hoy no. De hecho, aquel no estaba siendo su día, ni mucho menos, había estado distraída casi todo el tiempo, perdida en sus reflexiones y en uno de los recesos, en lugar de salir a dar un paseo como acostumbraba, se había quedado en el aula, mirando a la pared de enfrente y sintiéndose miserable. Era como si le doliese el corazón, como si se lo estuvieran apretando con unas tenazas al rojo vivo y estuviese tan herida que fuese incapaz de reaccionar. Se sentía sola, más sola que nunca desde que la ‘nieve’ había llegado a su vida, abandonada en parte, por ello su desazón, su desapasionamiento. Mientras limpiaba la pizarra con un paño húmedo para dejarla perfecta para el día siguiente, eran varias las ideas que volvían a revolotear su mente: “algo le pasa” se decía, con los labios formando una línea recta y apretando el trapo contra el encerado, hasta los profesores comentaban su ausencia en las clases, algo que para su amigo era tan importante. Estos pensamientos siempre se hilvanaban con otros y la llevaban irremediablemente a un lugar que la torturaba especialmente. “¿Y si ha conocido a alguien y no sabe cómo decírmelo?” y por “alguien” no hablaba de un compañero de estudios.

“Una chica” volvió a repetirse, dejando caer el polvoriento trozo de tela en su lugar habitual y ordenando su escritorio. Plumas, pergaminos y libros estaban perfectamente alineados en la mesa, pero sino hacía algo con las manos, estaba segura que se volvería completamente loca. Caminó entre las hileras de mesas y sillas y comprobó que ninguno de sus pequeños se hubiera olvidado nada. Al parecer aquel día todos, menos el irreverente Kizuna, habían optado por el orden y ella no debía recoger ningún objeto olvidado. Llegó a la última fila y terminó sentada en una de las sillas, justo arriba del todo del graderío, junto al pasillo de escaleras. Distraída por sus demonios y por su testarudez a la hora de reconocer lo que sentía por su amigo, sus dedos cayeron en la cajonera y encontró un inofensivo trozo de papel, parecía la hoja arrancada de un cuaderno. La profesora lo sacó de allí y deshizo los pliegues que escondían las palabras en su interior. Era un inofensivo corazón rojo en el que podía leerse un nombre. La joven sonrió sin poderlo evitar, y se maravilló al darse cuenta quien lo había escrito, se trataba de Nanaki Komachi, una muchacha tímida y apocada que había ido a fijarse en uno de los alumnos más sobresalientes de la clase: Kiiru Kaneda.

Durante un segundo la sonrisa continuó en el rostro de Akiyama-sensei. Fue cuando devolvió la nota a su lugar y comenzó a bajar las gradas que el gesto desapareció de su rostro. En el fondo se sentía como aquel trozo de papel, insignificante y desechable. Eran otros los que gobernaban su vida, los que decidían con quien debía pasar el resto de su vida, quién debía ser el padre de sus hijos, ¿hijos con Kin´Iro? No importaba, haría cualquier sacrificio, pero nunca perdería las dos cosas que había elegido por voluntad propia: sus clases y el cariño de Yuki, “Yuki… ¿qué te pasa?” Agotada, y dudando hasta de su nombre, volvió a por su bolsa, en la que echó todo lo que se encontró por el camino, hasta la carta de su madre, que la vuelva a lanzar contra su desafortunado futuro junto a un hombre que apenas le interesaba.

La señora Akiyama le había escrito para recordarle que tenía una nueva cita con su futuro esposo la próxima semana. En ella el cabeza de los Hokori quería llevarla a pasear bajo los cerezos en flor y conocerse un poco mejor antes del enlace. La madre de la profesora se había puesto tan insoportable que Yuka le había hasta permitido elegirle la ropa que se pondría, lo mismo le daba vestir con un saco de patatas. Su novio (vaya palabra sin sentido para ella) era un hombre atento, cortés y se interesaba por sus aficiones, de hecho en más de una ocasión le había regalado algún libro, pero no tenían nada en común y ella odiaba sus citas, se mostraban corteses, pero el silencio solía ser la nota predominante en aquellos encuentros. Además no quería que el joven se hiciera ilusiones respecto a ella, nada de amor, lo suyo sería una transacción social, nada más. Confiaba en el honor de Kin'iro y en ser lo suficientemente clara en cada nueva salida, en la último incluso había tenido que alegar enfermedad para que no se le acercase más de la cuenta. Suspiró y fue entonces cuando la puerta se abrió y ella se volvió para mirar de quien se trataba. Una enorme sonrisa se dibujó en sus labios y fue a su encuentro, aunque su rostro ojeroso y su mano vendada la hicieron perderla.

- ¿Qué te ha pasado?- preguntó, tomando sus dedos con delicadeza entre los suyos y observando si hermoso rostro de porcelana- puedes engañar a cualquiera, pero no a mí- y para dar más contundencia a su argumento añadió- sé que llevas días sin pisar un aula.
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Mensaje por Kyuusei Yukihiro Lun Mayo 28, 2012 7:30 am

Mientras caminaba hacia el lugar de la cita, observando el revoloteo de los alumnos que terminaban la jornada de estudios y se retiraban hacia los jardines o los dormitorios, recordaba. Recordaba los días de su infancia en los que ansiaba que le dieran permiso para ingresar en la Academia. La ilusión de cada noche al preparar el uniforme y los útiles para las lecciones del día siguiente. Tiempo atrás, cuando quedaba tan exhausto por las prácticas de zanjutsu que a veces se dormía en los descansos, soñando que se acercaba un poco más en alcanzar su sueño de convertirse en un gran shinigami. Antes, cuando todo eso le importaba. Pero ya no era así. Todo a su alrededor se había teñido en tonos grises, había perdido valor y ya no le entusiasmaba. En su corazón, Yuka era la única que seguía conservando sentido para él, y toda la historia de su compromiso, el distanciamiento que había comenzado a nacer entre ellos, amenazaba con arrebatarle a su amiga.

"Realmente no importa todo lo que hayamos vivido juntos, ¿no es así? Todos los recuerdos que hemos compartido. De todas formas ella va a casarse con otro. Acabará desapareciendo como el resto de cosas que fueron importantes."

Kyuusei no quería eso. No deseaba que la imagen de Yuka también perdiera su brillo. Si eso sucediera...

Ascendió la escalera para acceder al gran edificio, manteniendo la mirada alzada hasta que cruzó el umbral de la gran puerta de entrada. Todavía quedaban algunos aprendices en el vestíbulo, comprobando sus horarios y conversando sobre lo que harían al final de la semana. Se detuvo, haciéndose a un lado para dejar pasar a un pequeño grupo de chicas que debían estar en primer o segundo curso, y contempló la visión de sus espaldas mientras iban alejándose. Después, más angustiado que antes, reanudó su marcha hacia el aula de Historia.

Las linternas de aceite todavía estaban sin encender a lo largo del pasillo. El suelo había sido encerado hacía poco. Se preguntaba si habría algún alumno todavía reunido con la profesora, si le tocaría esperar fuera mientras Akiyama-sensei le resolvía sus dudas sobre la asignatura. Se preguntó también si estaría fuera de lugar que él fuera a verla, sobretodo ahora que estaba oficialmente prometida con el joven Hokori. Cómo detestaba a esa familia. Primero había sido Ansei, y ahora Kin'iro. Los dos le habían arrebatado a Yuka sin esfuerzo, sin conocerla apenas. Si la vida fuera justa, él sería quien se quedara con la chica. Ninguno de los dos la amaría nunca como él lo hacía.

Aligeró el paso, notando la presión que le producía la ansiedad en la boca del estómago, hasta que pudo ver el aula en cuestión a escasos metros de él. Acortó esa distancia casi corriendo, y abrió la puerta con brusquedad, con la sospecha de que ella no le habría esperado y se encontraría la sala vacía. Pero no fue así.

Buenas tardes... — la saludó, un poco sin aliento. Entró y cerró a sus espaldas, con el pulso agitado. La hermosa mujer se reunió con él, y Yuki descubrió con horror que ella había dado cuenta de su aspecto desmejorado casi al instante. — Ah, esto. Estoy...— la exigencia con la que le abordaron esos ojos azules le impidió mentir. Al final también estaba enterada de su absentismo.

Incómodo, liberó suavemente su mano de la presa que ejercían los dedos de Yuka sobre esta y apartó la mirada, con la excusa de entregarle la bolsa de papel que contenía los bollos de crema que había comprado de camino a la Academia, esperando que pudieran compartirlos junto a un té.

A Yukihiro no le gustaba tener que mentirle, pero tampoco deseaba que ella sintiera lástima por él si le contaba lo de sus alucinaciones. Incluso podría abandonarle por temor a que fuera peligroso.

He tenido... algunos problemas de salud. Creo que es por el cambio de estación. Ya me había pasado antes, pero no tan fuerte. Supongo que lo habré empeorado tratándolo por mi cuenta.— No pudo mirarla directamente mientras decía esto. Omitir gran parte de la verdad era casi lo mismo que engañarla, aunque creyera que en este caso era lo mejor. Se pasó una mano por la nuca, esperando que fuera suficiente.— Retomaré las clases cuanto antes; me esforzaré en ponerme al día, no tienes de qué preocuparte, Yuka. De verdad.

Se demoró innecesariamente en repasar los rincones de la habitación con la mirada, asegurándose de que estuvieran a solas. Solamente necesitaba un poco más de tiempo para relajarse y actuar con normalidad.

¿Qué tal te van las cosas? Pensé que podríamos tomar algo mientras me pones al día.
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Mensaje por Akiyama Yuka Mar Mayo 29, 2012 7:25 am

Por un segundo los ojos de la profesora de Historia cayeron en sus manos, ahora libres de las de su amigo, que había decidido separarlas. Este gesto, que en cualquier otro momento no hubiera significado nada en especial, ahora era todo un mundo, uno oscuro y lleno de espejos rotos. De hecho, se sentía como si acabaran de golpearla y la hubieran abandonado en un descampado. Este sentimiento no tuvo más remedio que traslucirse en su rostro, pues la preocupación (que seguía estando allí) ahora se mezclaba con un sentimiento que no terminaba de saber definir: ¿angustia, desilusión? negó imperceptiblemente con la cabeza y sonrió, cosa que no casaba mucho con sus ojos apagados. Recibió el paquete con un asentimiento y los apretó contra el pecho, con una mueca cada vez más falsa.
- Me apetece mucho un dulce- abrió el envoltorio con manos firmes, pese a la situación, y descubrió que eran unos suculentos bollos de crema, de sus favoritos. Fue a darle las gracias apretando su brazo, pero reparó nuevamente en el vendaje y se detuvo a mitad del gesto, recolando con la mano las gafas sobre el puente de su nariz.

El silencio que siguió a aquello fue incómodo, tanto que Yuka tuvo miedo de echarse a llorar. Sino hubiera sido por las palabras de su amigo, probablemente lo habría hecho y él volvería a verla hecha una pena. Le observó mientras hablaba y aunque debería haberse mostrado contenta porque sólo se tratase de un resfriado por el cambio de estación o algo por el estilo, no terminaba de estarlo, ¿eran las ojeras, tal vez la palidez extrema de su hermoso rostros? No pudo saberlo y como él no parecía demasiado interesado en hablar del tema, ella tampoco indagó. “Idiota” quiso gritarle, “¿cómo demonios no voy a preocuparme por ti?”, en lugar de eso dijo:
- Me alegro que estés bien, no faltes más a clase, ¿vale?- si Akuma no Hon la hubiera llamado hipócrita no hubiera tenido más remedio que darle la razón, se estaba comportado como una auténtica y total idiota. Pero tenía que hacerlo por él, que no quería hablar del tema, mejor preparar algo de té.
- Te haré uno negro con miel.

Dejó los bollos en su escritorio y fue a la habitación que había anexa al aula. Era una especie de dormitorio, aunque la profesora Akiyama prefería dormir en el escuadrón, una cama, un armario, un pequeño hornillo, un lavabo y varias estanterías eran todo el mobiliario que se había permitido tener. Al entrar cerró la puerta y se apoyó en ella, necesitaba un momento para serenarse, un instante para estar como siempre. Cerró los ojos y las silenciosas lágrimas comenzaron a caer, un detrás de otra, esta vez no hizo nada por evitarlo, las dejó fluir y sólo se separó de su asidero cuando todas hubieran abandonado sus ojos. Se limpió la cara con una lienzo limpio y preparó la bebida, con cuidado de no quemarse. Cuando todo estuvo preparado colocó las dos pequeñas teteras gemelas junto a sus tazas, las cucharillas, el azucarero, el tarro de la miel y las rodajas de limón perfectamente cortadas en una brillante bandeja de plata. Finalmente puso un pequeño recipiente para colocar los bollos y salió por la puerta así de cargada.

Sonrió a su mejor amigo, como si nada hubiera pasado en aquella estancia, y sirvió el té, con elegancia, como le habían enseñado desde que era bien pequeña. Por comodidad, más que por otra razón, colocó las viandas en el primer banco y tomó asiento, no estaba saliendo tan mal, parecía medianamente aceptable su comportamiento, a ver como se le daban las palabras.
- No he hecho nada especial- y se colocó el cabello a uno de los lados del cuerpo, por tener la melena tan larga se había acostumbrado a aquel gesto, que repetía cientos de veces a lo largo del día- el otro día hice un examen a mi grupo de quinto y me sorprendieron. Aprobaron todos- a pesar de que su clase de primero le producía más ternura, los de quinto eran, sin lugar a dudas, sus favoritos. Hacía poco tiempo ella también había estado allí, quizás era eso lo que les unía, lo que le hacía pensar en ellos de ese modo. Además eran buenos chicos, excelentes estudiantes. Aunque no era esto lo que rondaba su rubia cabeza mientras mordisqueaba sin demasiado apetito un bollo.
- Están riquísimos. Gracias, Yuki

Probablemente él esperase que le contase algo de su prometido, pero no le apetecía tratar ese tema, cuando estaba con el Chico Nieve prefería no hablar de eso: no deseaba hablar de su frustrante compromiso, mucho menos de la horrible vida que tendría que vivir junto al apuesto y vacío Kin’iro. Probablemente fuera un buen hombre, la shinigami no lo dudaba, pero no sentía nada por él, ni siquiera algún tipo de atracción y era frustrante. Si el padre de sus hijos no le producía ninguna reacción física, no era de extrañar lo mucho que tardaría el heredero en llegar, sólo pensarlo le dio escalofríos. Por eso clavó su mirada celeste en su amigo, tan confiable, tan dulce, tan atractivo… y sintió nuevamente el conocido revoloteo en el pecho, la sensación de vacío en el estómago por mucho que comiese y el sonrojo que empezaba a cubrir sus mejillas. ¿Qué demonios le pasaba?, no lo sabía.

Pero podéis estar tranquilos, amigos. Más pronto de lo que esperaba iba a descubrirlo.
Akiyama Yuka
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Mensaje por Kyuusei Yukihiro Jue Jun 28, 2012 12:30 am

Se había hecho de noche. Yuki vio caer el sol sentado en una de las mesas de la acogedora biblioteca, junto a una de las ventanas rectangulares que mostraban los terrenos de la Academia de Artes Espirituales, cada vez más vacíos a medida que se iba extinguiendo la luz del día.
Lo habitual era que a esas horas los estudiantes ya se hubieran retirado a sus dormitorios a descansar, pero él necesitaba emplearse a fondo para ponerse al día con todo el trabajo después de haber faltado tanto a clase. Además, no quería pasar más tiempo de lo necesario en su habitación. Ahí era más vulnerable de recibir la angustiosa visita de los fantasmas de su pasado.

Yukihiro-kun —el chico se volvió de inmediato, algo sobresaltado por la voz de la bibliotecaria, que se había acercado sin hacer nada de ruido—. Voy a marcharme ya, echa la llave cuando termines, ¿quieres?— el farolillo que llevaba en la mano le alumbraba el rostro, pronunciando aún más sus arrugas. Al sonreír los ojillos negros se le empequeñecieron un tanto—. Eres un buen niño, Yukihiro, te estás esforzando mucho. Hasta mañana. Te dejo esto aquí para que puedas ver.

La anciana depositó la linterna sobre el escritorio, arrojando luz sobre las amarillentas páginas llenas de apuntes. Intercambiaron una suave inclinación de cabeza.

Gracias, Minamoto-san. Que descanse.

Siguió estudiando hasta bastante después de escucharla recoger sus cosas y cerrar la puerta. Hasta entonces se había podido dedicar a ello sin problemas, pero a medida que avanzaba la noche, sin que pudiera explicárselo, le costaba más concentrarse. Soltó el lapicero y miró por la ventana. La oscuridad y quietud del paisaje, además de la soledad, alimentaban su imaginación y le despertaban escalofríos en el cuerpo. Apartó rápidamente la mirada al distinguir un destello plateado reflejándose en el cristal. No tenía la menor intención de dejarse arrastrar por los delirios de su mente.
La silla hizo un poco de ruido al apartarla hacia atrás cuando se levantó, aunque por suerte no había allí nadie a esas horas que pudiera quejarse. Comenzó a andar con desenvoltura entre los pasillos que formaban las estanterías repletas de libros, buscando algo de lectura que lo ayudara a relajarse y olvidar esa incómoda sensación que acostumbraba a acompañarle durante las noches.

"Sección de Historia" leyó sobre uno de los rótulos de madera, deteniéndose de inmediato. Inevitablemente, pensó en Yuka. Seguramente ya estaba durmiendo, si no se había entretenido preparando alguna clase especial para sus alumnos de Quinto Grado. Siempre que hablaba de ellos parecía muy orgullosa de sus logros.
Se acercó a los estantes y se acuclilló, repasando con la mirada los títulos grabados sobre el lomo de los libros que habían en los niveles más bajos. Eso era lo que debían estar estudiando los chicos de ese curso a esas alturas del trimestre. Cogió uno de los volúmenes y lo abrió por la mitad, acercándoselo a la nariz para poder olerlo. Podía imaginarse el perfume de la profesora de Historia mezclado con el del papel antiguo y la tinta, una combinación de aromas que le erizaba el vello de la nuca y le traía un sinfín de recuerdos.
Sonriendo, cerró las tapas y se puso en pie, buscando una mesa lo más alejada posible de las ventanas para sentarse a leer un rato y disfrutar de las sensaciones que eran capaces de despertar esas páginas en sus memoria.

---------------

Para alegría de los alumnos de la clase de Yukihiro, que siempre agradecían cualquier rato libre, la última clase antes del almuerzo había quedado suspendida. Normalmente dedicaría ese rato a estudiar, puesto que los exámenes no estaban tan lejos en el calendario, pero pensó que podría aprovechar el momento para ir a ver a Yuka y pedirle que comieran juntos. No habían tenido oportunidad de hablar cómodamente desde la tarde en que habían quedado en su aula para tomar el té, y de eso ya hacía un par de semanas. El chico se moría de ganas de ver a la profesora. Quería contarle que se estaba esforzando mucho para retomar el ritmo de las clases y ya se encontraba mejor de salud. Por una vez era verdad. En un principio solamente había regresado a la rutina académica por no preocupar a la joven Akiyama, pero a medida que pasaban los días y estaba ocupado con toda la tarea acumulada, se sentía bien. Por un lado sabía que estaba haciendo lo correcto al atender sus responsabilidades como estudiante, y por otro era como si todo aquello de las alucinaciones nunca hubiera existido. Estaba demasiado entretenido en sus estudios durante todo el día, aunque las noches continuaban suponiéndole cierto incoveniente. De todas formas la mejoría era notable. Quizá con un poco más de tiempo volvería a estar bien del todo.

Caminó hasta la clase de Historia, insinuando una sonrisa. Aparte de todo lo relacionado con su reincorporación escolar había algo más de lo que quería hablar con su amiga. Algo relacionado con la semana de vacaciones que tendrían alumnos y profesores en la Academia antes de los exámenes.

"Estaría genial que aceptara"

Con un renovado sentimiento de optimismo, Yuki anduvo más rápido, impaciente por ver la expresión de sorpresa de la profesora cuando lo viera aparecer ante la puerta de su aula.

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Jazmines secos, piedra helada - [Yuka] ~ {Flashback} Empty Re: Jazmines secos, piedra helada - [Yuka] ~ {Flashback}

Mensaje por Akiyama Yuka Jue Jul 05, 2012 8:43 am

[FDI: Que sepas que me ha encantado hasta decir basta, en serio, estos dos me pueden sacan mi parte más tontorrona y romántica de mí. A ver que te parece.]

Aquel fue el primer día en el que la profesora de Historia se enfrentó de un modo directo a su madre. Podría haberlo hecho mucho antes y tal vez debiera haber sido capaz de haber dado un paso al frente y haberse negado a cualquier chantaje o petición dolorosa o insatisfactoria que le hiciera la señora Akiyama. Pero su insana costumbre de anteponer a sus mayores a sí misma (lo venía haciendo desde que tenía uso de razón) le había hecho imposible tomar la decisión hasta ese momento y había sido un estallido tan impropio de ella que hasta su tétrica espada la felicitó. Y aunque aquel no era su estilo, una parte de ella, una diminuta zona que no era tan pura ni tan dócil como el resto, se alegraba de haberlo hecho, de haber tenido el coraje de decir “no”.

Era una mañana soleada en la residencia de los Akiyama. La rubia heredera tenía el día libre en la escuela y en el escuadrón la habían despedido con un gesto de la mano, puesto que no había mucho que hacer, de ahí que hubiera amanecido en su dormitorio, aunque no había dormido demasiado. Las múltiples citas que se había visto obligada a vivir junto con su prometido, los escasos momentos a solas que había pasado junto a su mejor amigo y las constantes exigencias de sus parientes la habían catapultado a una noche en blanco. Después de haber desayunado con un libro al lado había vuelto a su habitación y se cepillaba parsimoniosamente el cabello frente al espejo. La imagen que veía reflejada no tenía nada de hermoso: estaba ojerosa y un rictus de preocupación bañaba sus rasgos. Cuando su madre entró la encontró seria y taciturna, le arrancó el cepillo de la mano y comenzó a peinarla mientras le llenaba la cabeza de historias que no quería escuchar.

- ¿Qué te parece?- decía la señora entonces, dando un leve golpe con el utensilio que llevaba en la mano en uno de los hombros de su única hija que, completamente muda, se miraba los dedos, apretados unos contra otros sobre el regazo. Ni siquiera había escuchado a su madre, pero estaba segura que Kin´iro volvía a ser el tema estrella, resopló y su madre la miró, a la expectativa. Cuando Yuka le aseguró no haberse enterado de su cuestión, la mujer resopló y lo repitió, con un mohín en el rostro- decía que el mes que viene iremos a comer a la casa de verano de los Hokori y probablemente decidamos la fecha de tu boda, hija. Deberías estar muy contenta, ¡es todo tan emocionante!- Yuka levantó la cabeza, indignada y se llevó un buen tirón de pelo, aunque poco le importó. Su enfado era tal que apenas sentía el cuerpo, sólo una lava incandescente que se apoderaba de cada poro de su blanca piel.

- ¿Sabes qué, madre?- susurró, mientras su progenitora retiraba las manos de su cabello y la miraba con curiosidad, pues se estaba volviendo para encararla- no estoy nada contenta. Jamás lo he estado, únicamente ha fingido estarlo para no decepcionaros ni a padre ni a ti, pero no me gusta la decisión que habéis tomado por mí, no me gusta mi prometido y ni por asomo me gusta tener que ir a su casa de verano para que vosotros decidáis sobre mi futuro.
- Yuka-chan, ¿qué estás diciendo?- preguntó la señora Akiyama, intentando tomar la mano de su hija, que ya la retiraba- los Hokori son una de las mejores familias de toda nuestra sociedad y Kin´iro está muy interesado en ti, ¿qué mal hay en todo ello?
- Que nunca, jamás, ni en un millón de años, sentiré nada más que simpatía por Hokori san. Padre y tú sólo os habéis preocupada de vosotros mismos, de unir vuestro nombre al de una familia importante, sin tan siquiera preguntaros que deseaba yo, que me haría feliz y…

La mano de la madre de la muchacha salió disparada sin que ella la viera llegar, de ahí que no tuviera más remedio que recibir la bofetada de lleno, con todo el ímpetu que su progenitora había puesto en ella. Aunque la mujer jamás le había pegado, recibió el cachete con entereza.
- Tienes todo lo que cualquier chica de tu edad podría desear y, aún así, te quejas, nunca pensé que fueras una desagradecida, hija mía.
- Y yo jamás pensé que mi felicidad os importara un bledo.
- Esto es por ese chico, ¿verdad?
- ¿Qué chico, madre?
- Tu amiguito, con el que se te ve tanto por la Academia, Kyuusei Yukihiro, ¿no?
La joven se quedó helada, su madre se había atrevido a meterse en esa parte de su vida que considera sólo suya y encima ahora empezaba a tergiversar las cosas, como una cotilla de barrio cualquiera. Si, quería mucho al Chico Nieve, no tenía dudas, pero no como la señora Akiyama sugería, se estaba pasando de la raya.
- Una aventurilla no puede echar por tierra tu compromiso, querida. Espero que no haya llegado a mayores, hay formas de solucionarlo, pero no serán agradables.
- No existe nada entre Yuki y yo más allá que amistad, madre. No tiene nada que ver con mis sentimientos hacia mi prometido.
- Estupendo, porque te vas a casar con Kin´iro Hokori, ¿de acuerdo?
- Eso ya lo veremos- y se volvió, para encarar el espejo en el que se miraba con furia, con una mezcla entre repugnancia y odio.

La mujer dejó el cepillo y acabó por salir de la estancia, ya arrepentida de haberle levantado la mano a su hija. Ella se mantuvo en silencio unos segundos, hasta que las lágrimas comenzaron a cubrir su rostro, donde destacaban los dedos de su madre, en su mejilla derecha.
- No ha estado nada mal, Yuka chan- consideró Akuma no Hon, justo a su lado- es una pena que hayas tenido que estropearlo llorando, pero te felicito, querida- ironizó la demoníaca zanpakutou. Aquella fue la última noche la profesora durmió en la casa familiar.

Al día siguiente retomó las clases con la misma actitud de siempre, como si nada hubiese ocurrido el día anterior entre ella y su madre, como si el moratón (que cada vez perdía más su tono rojizo para acercarse al violáceo) hubiera sido un tonto accidente, nadie hizo preguntas, sobre todo por la jovialidad de la docente, que seguía intacta. Sabía que habría una persona que no se creía nada de su mentira, pero hacía dos semanas que no sabía nada de él, no sería demasiado extraño que al menos faltasen otras tantas hasta que volvieran a verse. Cuando salieron los últimos alumnos suspiró aliviada y se quedó sola con sus pensamientos y con la bofetada de su madre. Por eso sus dedos fueron hasta el golpe, que destacaba en su pálida piel. Nada volvería a ser igual y aunque eso debería producirle pesar también le quitaba un peso de encima, porque su madre siempre sabría lo mucho que condenaba su compromiso.

También había algo que no había querido volver a sacar de sus recuerdos: como su madre había insinuado que entre Yuki y ella había algo más que amistad, algo más profundo. La chica no sabía que pensar, nunca se lo había planteado y aunque no era tan inocente como para pensar que tenía con él la misma amistad que podría haber tenido con otra mujer, tampoco había querido escarbar en su relación con el estudiante. Tras palpar el moratón durante unos segundos, su mano fue hasta sus gafas, que recolocó mientras se esforzaba en no cruzar barreras.
- Yuki…- susurraron sus labios, con ternura, de un modo que jamás lo había escuchado. Se sobresaltó tanto que se dio la vuelta, como huyendo de sus propias palabras, y entonces, allí estaba él, más hermoso que nunca.
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Mensaje por Kyuusei Yukihiro Sáb Jul 21, 2012 8:06 am


Aguardó pacientemente a que sonaran las campanas que anunciaban el cambio de clase, apoyado de espaldas contra la pared que quedaba frente a la puerta del aula de Historia. A pesar de que esta estaba cerrada podía escuchar la voz de Akiyama-sensei instruyendo a sus alumnos. Quizá la mayoría de personas dirían que la hermosa rubia era tímida y demasiado tranquila, pero cualquiera que la viera dando clase no podía negar la convicción y el interés con el que se expresaba.
El tiempo de espera no alcanzó el cuarto de hora cuando la puerta se abrió y los jóvenes aspirantes a shinigami comenzaron a abandonar la sala ordenadamente. La última en salir fue Yuka, para quien su amigo pasó inadvertido en un primer momento. Cuando la chica se giró y sus miradas tropezaron, la sonrisa de Kyuusei se desvaneció casi al instante.
El estudiante compuso una mueca alarmada al distinguir la huella que marcaba el lado derecho del pálido rostro de la joven. Por el color que presentaba debía ser reciente.
Sin esperar a que ella completara el camino para encontrarse, esquivó a los alumnos que cruzaban el corredor y fue a su encuentro, ignorando que entorpecían el paso.
La mano de Yuki tomó la de la profesora, suavemente. Las uñas de ella, de un rosa pálido, brillaban como si fueran de cristal. El contacto de la piel bajo sus yemas se le antojaba terso como el pétalo de una flor.

¿Va todo bien?— preguntó en un murmullo, con un matiz íntimo en la voz. Desenredó sus dedos de los de la profesora, recordando quiénes eran y dónde estaban, pero sus ojos seguían atentos la luz celeste de los que se escondían tras las lentes graduadas. La conocía lo suficiente como para saber que algo le había ocurrido a su amiga y que esta, seguramente, se mostraría reacia a contárselo, al menos en un lugar tan transitado como lo eran los pasillos de la Academia—. Había venido a buscarte para tomar el almuerzo juntos ya que tengo esta hora libre. ¿Vamos a los jardines? Hay algo de lo que me gustaría hablarte.

Le colocó una mano en la espalda y la animó con una débil presión a seguir hacia delante, caminando a su lado mientras le echaba un vistazo de reojo. No sabía qué pensar sobre el golpe, puesto que la chica no se había molestado en ocultar la marca con maquillaje. Tal vez había sido un accidente, aunque no podía quitarse de la cabeza la atribulada expresión que percibió en el semblante de Yuka en el instante que esta se había dado la vuelta en su dirección.

"No tiene que haberle sucedido nada malo necesariamente"
, razonaba, mordiéndose la carne tierna de la mejilla izquierda. "Es verdad que la noto rara, pero podría ser cosa de su trabajo, algún problema en el Escuadrón... ¿O tendrá que ver con Kin'iro?"

Desde hacía un tiempo Yuka apenas comentaba algo acerca de su prometido, y aunque al principio lo había tomado como una ventaja ahora se daba cuenta de que eso le impedía conocer cuál era la situación real entre la profesora y el apuesto Hokori. No estaba muy seguro de que ella no hubiera cambiado de opinión respecto al compromiso. Recordó lo desesperada y afligida que se había mostrado el día del omiai, pero desde entonces seguramente habrían tenido varias citas y estarían conociéndose. Yuka tenía un corazón noble y bondadoso, ¿qué hombre no se interesaría por ella? Seguro que Kin'iro estaría esforzándose para que ella aprendiera a amarlo de forma sincera. Que se casaran era algo inevitable, así que a ambos les convenía que el enlace fuera algo más que una unión entre familias.

¿Tienes algún compromiso la semana de vacaciones antes de los exámanes, Yuka?— preguntó de improviso, rompiendo con la caótica cadena de pensamientos antes de que terminara de amargarse. La miró, esperando que su sonrisa no pareciera insegura—. Si no te parece mal...

Todos los años celebraban en esa época un agradable festival en el Distrito 6 del Rukongai. Yukihiro solamente había estado una vez, cuando era niño, y se había quedado impresionado por la cantidad de puestos que vendían comida, golosinas y juguetes, la gran variedad de personajes que iban allí a divertirse y los impresionantes edificios decorados expresamente para la festividad. Se había pasado las últimas semanas preguntándose si sería correcto pedirle a su amiga que le acompañara, pero no había nadie más a quien quisiera invitar.
De todas formas no esperaba que ella se lo tomase como una cita, ni siquiera había pensado en declarársele aquella noche, así que suponía que no había nada de malo en ir como amigos.

En el exterior del edificio había una temperatura agradable, y a causa del horario no habían muchos otros estudiantes paseando por los alrededores. Continuó caminando hacia la zona favorita de los dos, planteándose si era buena idea sacarle el tema del golpe y la forma menos violenta de formular su pregunta.

¿Hay algo de lo que necesites hablar, Yuka?

Quizá ahora que estaban solos le resultara más sencillo hacerlo. Con solo mirarla había tenido el presentimiento de que algo no iba bien, aunque bien podría ser solamente su imaginación haciéndole ver problemas donde no los había.
Buscó con la mirada un sitio en el que poder sentarse, tratando de mantener viva la pequeña hebra que le quedaba del entusiasmo con el que había ido a recoger a la profesora. Quería aprovechar el tiempo que estaban juntos y que ella encontrara en esos momentos a un amigo con el que reír y capaz de apoyarla si lo necesitaba, no un tipo deprimente que añadiera más problemas a los que ya pudiera tener.

Han sido unas semanas bastante ajetreadas y no hemos tenido apenas tiempo de vernos. Seguro que ambos tenemos cosas que contar.
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Mensaje por Akiyama Yuka Jue Ago 02, 2012 6:31 am

La chica deseó con todas sus fuerzas que su mejor amigo no hubiese escuchado su nombre dicho de aquel modo tan lastimero y desesperado, se moriría de ser así. Tal había sido su desconcierto ante sus propias palabras que había seguido la riada de alumnos y ahora se encontraba frente al Chico Nieve, que la miraba con preocupación. El corazón empezó a bombear a toda velocidad y tuvo que hacer un esfuerzo porque su respiración no delatase su estado interior. Mientras todo esto se desarrollaba dentro de Yuka, Yuki se había acercado a ella y sostenía su mano con delicadeza, las sensaciones se dispararon y su aparato respiratorio amenazó con volver a hacer de las suyas, ¿cómo podía ser tan diferente el roce de Yuki de los intentos que Kin´iro nunca consumaba? Miró los dedos entrelazados un segundo y entonces oyó su pregunta.

- Estoy…estoy- como si aquello simplificase todo. Se encogió de hombros, algo que parecía ya una costumbre en su repertorio de gestos, y notó como los dedos del estudiante se separaban de los suyos. Al menos con eso la respiración se sosegó y el corazón retomó su ritmo normal, ¡alabada sea la sensatez de Yuki! Había tenido la buena idea de no mostrarse tan íntimos el uno con el otro en público. A saber quien era el anormal que le había ido a sus padres con el cuento, sólo pensar en ellos hacía que el trozo de piel donde la señora Akiyama le había golpeado palpitara, de pura consternación. Aunque le dedicó una sonrisa a su amigo, que le preguntaba si podían comer juntos, asintió con una cabezada y se dejó llevar por la presión de la mano del chico en su espalda. En un segundo caminaban hasta el jardín, su sitio favorito para encontrarse y hablar. Mientras paseaban le preguntó cómo estaba él, cómo le iban las clases, se le veía bastante más repuesto. Ya no estaba tan pálido.

Tras buscar un sitio en el que sentarse, optaron por una brillante porción de césped que se encontraba a la sombra de un hermoso cerezo. La joven se dejó caer y cruzó las piernas con elegancia, tal y como se esperaba de una señorita. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho descruzó las extremidades inferiores con furia y se colocó casi tumbada, estaba harta de “hacer siempre lo que se esperaba”. Las preguntas llegaron al poco y cada una pareció llegar directa hasta el meollo de la cuestión, hasta su estúpida situación familiar, ¡odiaba ser noble, odiaba a los Hokori con toda su alma!
- No puedo ir- susurró, con la tristeza tan mercada en su rostro que era casi imposible no compadecerse de ella, aunque la ira volvió a colarse en sus palabras, como si Akuma no Hon acabase de susurrar en su oído - tengo que ir a comer a casa del imbécil de mi prometido con su insulsa familia, la arpía de mi madre y mi padre, que no hace nada.

Tras decir todo aquello se sintió totalmente idiota, pero también sintió un gran alivio, como si se hubiese quitado un peso de encima al hacer aquella declaración. Tal fue el caso que se echó a reír hasta que se le saltaron las lágrimas, en realidad le hubiera gustado echarse a llorar de verdad, dar patadas a las cosas y dejar que Yuki la consolase, que la abrazase y le acariciase el pelo, que le dijera que todo iba a estar bien y que… lo miró alarmada, antes de que sus pensamientos conectasen una serie de imágenes que no eran nada adecuadas, ¿qué demonios le pasaba?

Decidió dejarse caer definitivamente en la hierba, se puso de lado y encaró a su amigo, estaba haciendo demasiadas tonterías y necesitaba desahogarse en serio, no soltar perlas sin sentido, que era lo que había hecho desde que habían salido al exterior. Sólo esperaba no ahuyentarlo y que echara a correr.
- Ayer discutí con mi madre- y se rozó la mejilla, el recuerdo de la disputa - y le dije que no iba a casarme con Horkori san. No me malinterpretes, sé que me tendré que convertir en su esposa de uno u otro modo, pero sólo quería… que mi madre viese que no seré feliz- y le contó el episodio vivido en la casa de sus padres, obviando los detalles en los que su madre se refería a “ese chico”.

Allí se quedó tras haber dicho todo aquello, con una mano apoyada en el césped y sosteniendo la mejilla y la otra moviéndose nerviosa por el césped. Sólo podía confiar en Yuki, no tenía a nadie más, pero tenía miedo de asustarlo con sus problemas, que le diera de lado por tener una vida tan complicada. Sin proponérselo, y de modo involuntario, se mordió los labios y rezó para que su amigo no la echase de su vida. Simplemente, no podría soportarlo.
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Mensaje por Kyuusei Yukihiro Vie Ago 24, 2012 9:07 am

Durante el camino la hermosa joven de cabellos dorados parecía distraída, a pesar de haberse mostrado interesada en las novedades de las que pudiera informarle. Yuki hacía esfuerzos por no dejar volar su imaginación y convencerse de que todo estaba bien, pero no podía ignorar las señales que su amiga inconscientemente emitía, ya fuera por el tono apagado de su voz o su esquivo lenguaje corporal.

Los profesores se mostraron muy comprensivos con mi situación, por fortuna. Obviamente no pueden darme un trato especial, pero me dan la oportunidad de examinarme para salvar el año— le contó, consciente de la suerte que tenía respecto a los estudios, y que según él no se merecía. Ahora se reprochaba lo estúpido que había sido poniendo en juego su ocasión de convertirse en shinigami, y no pensaba despreciar el voto de confianza que habían depositado sus maestros en él—. También tengo que entregar algunos trabajos y presentarme a las pruebas de kido y zanjutsu. Intentaré hacerlo lo mejor posible para graduarme.

Las posibilidades de ser el mejor alumno de su promoción prácticamente se habían esfumado, pues entre las calificaciones bajas que había tenido los últimos tiempos y su ausencia en las clases tendría que trabajar muy duro solo para compensar su descuido. Aun así se daba por satisfecho si conseguía acabar el curso y entrar a formar parte del Gotei 13. Había estado tan cerca de la expulsión...

La brisa les rozó los cabellos con dedos ligeros. Las frondosas ramas del cerezo apenas dejaban pasar algunas motas de luz solar hasta ellos, salpicando la sombra y sus ropajes. Yuki no tuvo mucho tiempo de sorprender ante la postura relajada que había adquirido la profesora sobre el césped tierno, pues las palabras groseras que brotaron de sus rosados labios lo dejaron atónito. Tal fue su sorpresa que apenas le había dado tiempo para desalentarse cuando rechazó su invitación.

Inexplicablemente, Yuka se echó a reír sonoramente. No obstante, las carcajadas le parecieron de un amargor propio del llanto. "¿Qué te hace tan infeliz, Yuka?"
El roce de su mano contra el moratón fue tan revelador como sus palabras.
Kyuusei escuchó en silencio, conteniéndose por no mostrarle su indignación. ¿Por qué los señores Akiyama no dejaban que fuera su hija quien decidiera sobre su vida? Sabía que las cosas entre los nobles no eran tan sencillas, pero el que su amiga fuera shinigami, además de profesora, debería marcar alguna diferencia.

"Sólo quería… que mi madre viese que no seré feliz", resonó en la mente del chico tras el silencio que se formó cuando terminase de narrarle los hechos.

¿Qué es lo que te disgusta de Kin'iro?— se sorprendió a si mismo preguntando eso en voz alta. Agachó la mirada, arrancando algunas briznas de hierba que luego arrastraba el viento—. Quiero decir... Es normal que te sientas decepcionada, pensabas que tu prometido sería Ansei. Pero si no dejas de compararlos nunca podrás descubrir si Kin'iro posee cualidades que puedan llegar a ser de tu agrado.

¿Por qué estaba haciendo eso? ¿Por qué intentaba animarla a que le diera una oportunidad al Hokori?

"Ya lo paso bastante mal con todo esto", se dijo. "Pero sería peor saber que ella también es desgraciada".
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Mensaje por Akiyama Yuka Vie Ago 31, 2012 3:08 am

La respuesta a la pregunta de Yukihiro estaba tomando forma en la mente de la rubia heredera a una velocidad que le pareció más que vertiginosa, dadas las circunstancias. Las palabras tomaron forma en su cerebro como si ya hubiesen estado allí antes, como si simplemente hubiera tenido que conjurarlas. A la cuestión “¿qué es lo que te disgusta de Kin'iro?” la respuesta se había materializado al instante: “Que no eres tú” y aunque las palabras se hubieran materializado en su cabeza, era su corazón el que las que las había empujado hasta allí. Bajó la cabeza, como si las palabras de su amigo estuvieran produciendo algún efecto en ella, e hizo un esfuerzo por prestarles la atención debida. Al parecer él le estaba comentado que no debía sentirse decepcionada porque no fuera a casarse con Ansei, que había sido su amor platónico. La joven suspiró, con cansancio, y se incorporó un poco para mirar al Chico Nieve a los ojos.

- Yuki, Hokori Ansei me interesa tan poco como su hermano pequeño- probablemente si estuviera prometido con él estaría más interesada, pero aquel no era el caso. Se encogió de hombros, estaba completamente agotada de todo aquel asunto, su madre y su emoción, su padre y su pasotismo y su mejor amigo, que a veces parecía querer justificar lo injustificable - estaba fascinada por él, lo reconozco, pero ahora no siento nada, sólo… indiferencia- tomó un largo mechón de cabello y comenzó a trenzarlo, pero lo dejó enseguida cuando su cuerpo, como si tuviera vida propia se movió sólo: dejó caer la cabeza en el hombro de Yuki y torció el gesto - lo único que quiero es seguir como hasta ahora, dar clases, ser shinigami y…- se sonrojó un poco, pero con el rostro oculto cerca del cuello de su confidente no había problemas - pasar tiempo contigo.

Cuando hubo pasado un tiempo prudencial, pues el rubor había desaparecido de su blanca piel, levantó la cara y volvió a mirar a su amigo, que clavaba sus enormes ojos claros en ella. El corazón empezó a latirle a toda velocidad, como si un tambor hubiera sustituido al maltrecho órgano que bombeaba sangre. Tragó saliva, para volver a darse cuenta que eso que se movía tan violentamente en su interior nunca se produciría en presencia de Kin´iro, ¿qué diferenciaba a Yuki del resto? Su corazón estaba a punto de desgañitarse de tanto gritarle: “Porque tú estás ena…”. “¡Nooo!”, lo cortó ella volviendo a trenzarse el pelo (se hizo hasta daño del ímpetu que puso en aquel gesto) y cambió de tema, retomando el asunto de los estudios.

- Los profesores no somos tan malos como parecemos- intentó bromear, mientras no hacía más que enredarse el cabello como una auténtica demente, qué patético era todo aquello, más cuando su voz sonaba tan tristemente aflautada, presentaba el moretón en la mejilla y se estaba destrozando los rubios mechones de cabello. Para dar aún más pena siguió hablando como una locomotora - estoy segura que te saldrá todo muy bien, eres un estudiante brillante- nunca lo había tenido en su propia clase, pero sabía como era su amigo, los comentarios del resto de los profesores así lo aseguraban. Además, ella lo conocía lo bastante como para saber que no estaría dispuesto a perder un año de su formación. Había sido una pena que estuviese enfermo, una verdadera lástima, pues hubiera podido ser (sin lugar a dudas) el primero de su promoción. Bueno, al menos ya estaba bien y eso era lo que realmente importaba.

Es increíble como el ser humano es capaz de negarse una verdad obvia. Ese era el caso de la joven profesora de Historia de la Academia shinigami, que por mucho que recibiese todas las señales habidas y por haber de que amaba a Yuki, hacía esfuerzos porque aquello no fuera consciente, era como si aquel sentimiento fuera el lobo y ella una Caperucita que tuviese que escapar por todos los medios. Ya había pasado por diversos estados del enamoramiento: atracción, complicidad, celos, ¿qué más necesitaba la joven? Definitivamente algo, y ese algo (por muy desagradable que pudiese llegar a ser) estaba a punto de ocurrir. Quizás a partir de entonces las excusas ya no sirviesen para nada.
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Jazmines secos, piedra helada - [Yuka] ~ {Flashback} Empty Re: Jazmines secos, piedra helada - [Yuka] ~ {Flashback}

Mensaje por Kyuusei Yukihiro Sáb Oct 06, 2012 9:46 am

Tenía por mejor amigo a una chica, pero eso no significaba que fuera un entendido en lo que se refiere a la manera de pensar de las mujeres, ni mucho menos. Estaba siendo una mañana llena de sorpresas, a las que ahora se sumaba la noticia de que Yuka ya no sentía mayor interés por Ansei que el que le despertaba su hermano pequeño. No tenía la menor idea de qué había provocado este drástico cambio de opinión, pero tenía que admitir que no se apenaba precisamente de que el joven Juez ya no fuera objeto de suspiros de la profesora. Incluso tuvo que frenarse para no soltar una risilla aliviada. Tal vez esa repentina alegría estaba fuera de lugar, pero habían sido muchos años soportando comentarios sobre lo maravilloso que era Ansei, soportando que Yuka se sonrojara al hablar de él o se quedase con la mirada perdida mientras fantaseaba con el compromiso que nunca se llegó a celebrar. Soportando que estuviera enamorada de otro.

El peso liviano de la cabecita sobre su hombro fue un placer inesperado. Ella estaba tan cerca que podía enterrar los dedos en su pelo rubio, apretar su cintura, besarla. Por un momento le gustó pensar que sería lo suficientemente atrevido como para hacerlo, pero aunque las palabras de la profesora a punto estuvieron de hacerlo temblar, sabía que no tenían el significado que a él le gustaría. No quería hacerse ilusiones. Había intentado en muchas ocasiones imaginar cómo reaccionaría en el caso de que fuera capaz de confesarle sus sentimientos, pero ni siquiera en su imaginación las cosas terminaban bien. No quería, y sin embargo, no podía dejar de sentir lo que sentía, de emocionarse cada vez que la veía, de sentirse bien cuando sonreía sólo para él, de tenerla cerca, de soñarla. Y a veces... a veces era algo tan fuerte que le costaba creer que nadie más se diera cuenta, de que Yuka no fuera consciente de lo que provocaba en él.

"Como ahora. Tal y como estoy mirando ahora, Yuka. ¿No lo notas? ¿De verdad no te das cuenta cuando me miras a los ojos mientras te estoy mirando, viéndote reflejada en ellos? No se me da tan bien disimular, ya lo deberías haber notado, y aun así, ¿no te dicen nada?"

Escuchó los ánimos que le daba, pero su atención estaba centrada principalmente en la forma que tenía de tocarse el cabello, un gesto tan propio de ella. Debía ser un tonto de remate, pero es que adoraba hasta esos detalles cotidianos de su amiga. A veces se sorprendía de que acciones naturales como podían ser el soplar el té para enfriarlo, colocarse las gafas o apoyar la barbilla sobre las manos entrelazadas la hicieran verse tan bonita.
Lamentaba que no pudieran ir juntos al festival, le habría gustado volver a verla con el yukata puesto, aunque eso le habría hecho recordar todo lo que sintió cuando se abrazaron de aquella manera el día que la prometieron con Kin'iro, y no estaba seguro de que fuera conveniente para ninguno verse fuera del Seireitei. Quizá mejor así.

Al menos aquella mañana sería agradable. Por primera vez en varios días tenían tiempo para conversar, planear qué libros se intercambiarían después de que pasasen los exámanes e ir a la cafetería para almorzar juntos. Si bien no era exactamente lo que hubiera deseado, ser solo amigos tampoco estaba mal, aunque a veces no fuera suficiente...


OFF: Creo que me toca hacer el post del festival. Espero no tardar mucho ^^
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