La llegada de Hyo

El día apenas empezaba y comenzaban a asomarse los primeros rayos del sol, el viento soplaba en dirección al este y a lo lejos se veía la figura de un hombre acercandoce a la puerta del 6to escuadrón. Con un sombrero de paja se veía a Hyo listo para su primer día, no parecía nervioso o algo preocupado simplemente se preocupaba por llegar a tiempo. Al cabo de unos minutos Hyo ya se encontraba frente la puerta del escuadrón y dispuesto comenzar su primer día. Se acomodo el sombrero con una mano y pensó :

- Según esto, debo presentarme ante el capitán del escuadrón antes de comenzar.-mientras sostenía un papel frente a sus ojos. - Será mejor apresurarme ...-mientras pensaba esto empujo la puerta y se dispuso a entrar. Con cada paso que daba sentía que estaba un paso mas cerca de cumplir su promesa. Siguió caminando y pensando que clase de personas conocería en este escuadrón. De pronto una voz interrumpió sus pensamientos :

- ¿ De que te preocupas ? -dijo aquella voz en su cabeza.- No eres de esa clase de persona que no se preocupa por nada ...- al momento de decir esas palabras parecía que el mundo había dejado de girar, todo se había puesto de color grisáceo y solo destacaba la figura de una mujer sentada sobre la ventana.

- Ya había pasado tiempo que no hablábamos, Kazegami.-dijo Hyo mientras veía directamente a aquella mujer. La mujer pego un brinco y cayo unos pasos frente a Hyo, cruzo sus brazos y dijo :

- Te preocupas por no cumplir con la promesa a aquella chica ¿no?, Hyo has crecido y crecido tu fuerza también no te preocupes por cosas que sabes que las lograras.- Al decir estas palabras camino hacia Hyo y siguió de largo, mientras mas se alejaba el mundo iba volviendo a la normalidad. Luego se escucho un susurro diciendo :

- Siempre estaré aquí, recuerda eso.- y todo volvió a ser normal. Hyo sonrió y siguió con su camino, al cabo de unos minutos llego a la oficina del capitán del 6to escuadrón y golpeo la puerta diciendo las siguientes palabras :

- Disculpe, ¿puedo pasar?-mientras se quitaba su sombrero con la mano izquierda.

[FDI: Perdón por el retraso. Ya estoy aquí ^^]

Había sido una noche movida. Esta vez había sido incapaz de pegar ojo en toda la noche, de manera que cuando se cansó de dar vueltas por el frío lecho decidió levantarse. Era muy temprano, aún el día no despuntaba y se había puesto a arreglar papeles. Al menos había podido poner toda la documentación al día y ahora tomaba una taza de té sentada en el alfeizar de la ventana. La bebida estaba calienta y la ayudaba a pensar con tranquilidad. Iba a volver a interrogar a los prisioneros, les haría hablar, a base de golpes si era necesario, pero esta vez averiguaría algo, por poco que fuese, estaba convencida de ello. Y sobre Chiesa… bah, como si quería colgarse de un puente y hacer el pino, ya le había demostrado la clase de hombre que era y a ella ya no iba a importarle más lo que hiciese o dejase de hacer. Ni siquiera pensaba mirarle en las reuniones de capitanes, estaba más que harta de su inmadurez, era un crío estúpido. Supongo que os podréis imaginar que esto era lo que penaba en su fuero interno, pero cuando lo tuviera delante, lógicamente, volvería a decirle de todo menos bonito, no podía ignorarle, era algo que no estaba en su sangre. Era muy curiosa la relación de esos dos, aunque claro, me da la sensación que siendo como son, no va a haber muchos avances. Es una pena, pero es la realidad.

Volviendo a lo que estaba dentro de la cabeza de la capitana del Sexto Escuadrón, os diré que, como venía siendo habitual últimamente, sus pensamientos viajaron a los problemas generales de la Sociedad de las Almas para que éstos acabaran por dirigirse al muchacho de ojos grises. Meneó la cabeza y se levantó de golpe, ya estaba bien de hacer el tonto, se estaba hartando de tantas estupideces, ya no era una rasa recién salida de la academia. De modo que se dedicó a colocar en la estantería que tenía detrás los documentos ya corregidos y a ordenar la estancia. Podría haberle pedido a cualquier raso que lo hiciera por ella, pero habiéndose criado en el Rukongai era una persona que acostumbraba a hacer las cosas por ella misma, sin pedir ayuda. Guardó plumas, papiros y demás cuando dio con un trozo de papel con pintas de oficial. Metió en el cajón lo último que quedaba por recoger (un tintero color morado que le había regalado Valeria taichou) y tomó el folio. Sus cejas se levantaron sin que lo pudiera evitar y soltó una maldición entre dientes.

Ese mismo día llegaba el nuevo recluta y tendría que recibirle, odiaba el protocolo, lo odiaba con toda su alma. Se miró a sí misma, al menos estaba limpia, pero no se había puesto el haori y tenía el pelo hecho un desastre. Abrió el último cajón del escritorio de un golpe y encontró lo que andaba buscando: un peine y un espejo. Con tanta velocidad que se hizo daño (era de esperar teniendo en cuenta lo bruta que era) se peinó y observó su rostro en el espejo: unas inoportunas ojeras le habían emborronado un poco la mirada, pero el rostro presentaba un aspecto decente, más o menos, de modo que se sintió satisfecha. Luego se colocó el haori y se enfundó los guantes que había comprado unos días antes en el Rukongai, sus dedos sobresalían de ellos y le daban el mismo aspecto rudo de siempre, le encantaban. Ahora si se sentó tras la mesa y sacó un formulario, le gustaba tener una idea de cómo eran sus shinigamis para ubicarlos en unas funciones u otras. Cuando oyó la voz tras la puerta volvía a presentar su aspecto de siempre, el de la Dama de Hierro.
- Adelante

[FDI: Ya te lo ha dicho el Staff, pero vigila las faltas de ortografía. Espero que disfrutes en La Divisón ^^]