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La sospecha del cuervo - [Taira]

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Mensaje por Klauss Sáb Jun 19, 2010 8:13 am

No se había cruzado todavía con nadie hasta llegar a las dependencias de la Séptima Sección, donde se topó con la figura de otro Arrancar que sólo conocía de vista y con quien, ocasionalmente, coincidía. Ambos, llevados por orgullo o por capricho, se limitaron a continuar sus respectivos caminos sin saludarse ni cruzar palabra, manteniendo el engaño de una indiferencia perfecta. Aquel tipo de relación sin trato ni conocimiento, libre de juicio, tenía un no sé qué atractivo y desconsolador al mismo tiempo. Despertaba una curiosidad extraña e irritante en el cuervo, pero no poseía razones para otorgarle mayor importancia que a otro tipo de casualidades.
El ambiente de los corredores se mostraba en calma, aunque no muy lejos se escuchaba el murmullo de unas voces que, agitadas, parecían compartir algun tipo de noticia. A medida que se acercaba, Klauss pudo distinguir a otros dos miembros de su sección, si bien la pareja que ahora estaba plantada ante la sala que era el destino del moreno no le resultaba familiar. Al percatarse de su presencia interrumpieron la charla, y después de observarlo por unos momentos se marcharon, dejando la entrada despejada. A Klauss poco le importaban las miradas indagadoras que pudieran lanzarle. Al final todos huían de su lado, se iban.

Con agrado descubrió al entrar que la estancia se encontraba vacía, cosa algo extraña segun qué días, pues solía ser muy frecuentada por los miembros de la Sección que buscaban una zona común para ponerse al corriente de todo lo sucedido en El Amanecer y las inmediaciones del edificio. La ornamentación del sitio era minimalista, más pensada para ofrecer un espacio en el que descansar que a seducir con sus formas.
Quizá lo más vistoso de la habitación era el acuario empotrado en el sobremuro fabricado contra la pared del fondo, donde nadaban peces de vivos y llamativos colores y extrañas plantas acuáticas se mecían con suavidad. Klauss -y posiblemente la gran mayoría de miembros de la Séptima- ignoraba de quién era obra aquella sugerente pieza de decoración que, sin más, apareció ahí un día. También era un misterio de dónde se conseguía el agua en la que vivían aquellas criaturas, un elemento impropio del Hueco Mundo, pero independientemente de aquellas incógnitas, debía reconocerse que era una visión muy hermosa de contemplar.
En la parte inferior del mueble habían varios espacios ocupados por libros de diversos temas, por lo que era usual que algunos bautizaran aquel sitio como sala de lectura o lugar de ocio. Aprovechando el diseño de ese falso muro se dio lugar a unos nichos con el fin de ubicar una colección de cristales que se iluminaban directamente mediante dicroicos empotrados, otorgándole una relajante calidez al ambiente.
Alrededor de la mesita baja de ángulos limpios y superficie de cristal pulido, los sillones estaban ubicados de tal manera que los que tomaran asiento en ellos pudieran mantener una conversación sin que fuera necesario elevar demasiado el volúmen de su voz, y la tela de los tapizados era un lino de color crudo que coordinaba con el resto de tonos escogidos para el decorado del lugar. También habían pequeños puffs que se colocaron con el fin de cerrar un poco el ambiente y, su color, de un rojo cereza, ejercía de punto focal hacia el lugar en el que se encontraba la pecera.

La alfombra de sisal sonó bajo el calzado de Klauss cuando éste se fue a acostar en uno de los sillones y, buscando con la nuca un cojín apretado, entre todos el preferido, agudizaba un oído atento, escuchando hacia los pasillos que acababa de abandonar.
Sin embargo, nadie volvió en el rato que estuvo allí.

"Conozco gente, pero no tengo compañeros. No sé qué atractivo pueda haber en mi trato con el resto; muchos me muestran respeto e incluso se sienten intimidados por mi presencia, pero observo siempre que nuestras esencias difieren y no tardo en alejarme.

Si me preguntasen cómo son los habitantes de este mundo, respondería que idénticos a cualquier hombre. El género humano es una cosa tan monótona que nos persigue y alcanza hasta después de la muerte. Somos... ¿cómo decirlo?, somos como un eco de la vida humana, abrazados al mismo tiempo por una violencia primitiva y cierto despecho que nos priva del descanso."


Evadido, medía el silencio que lo rodeaba y respiraba el perfume único de la soledad, el seco aroma del desierto que había impregnado su ropa y su piel y el de las florecillas blancas que contenía un cuenco de plata sobre la mesa de baja altura de la habitación. Un brazo extendido, el otro doblado encima del pecho, bajaba los párpados y favorecía el retorno de la tranquilidad que con tanto ahínco siempre buscaba. Pero una pregunta, una sola que llevaba asaltándole cerca de dos semanas, había bastado para alterarle y dispersar todo deseo de descanso.
Sin abrir todavía los ojos elevó el brazo que no reposaba sobre su torso, y con la mano en la que terminaba la extremidad se apretó la frente, acaso queriendo aferrar el motivo de su inquietud con los dedos y arrojarlo fuera de su cabeza. Suspiró, medio perdiendo la paciencia consigo mismo medio dándose por vencido. Y es que él, como muchos otros, era un hombre al que facilmente le derrotaba la necesidad de saber. Una vez solo, no podía negarse esas cosas.
Siendo de ánimo aislado, era poseedor de observaciones y pensamientos que, con un imperecedero matiz de amargura, con frecuencia resultaban graves y de mayor intensidad que las apreciaciones que pudieran tener otros más sociables. Detalles o sucesos que en general pasarían inadvertidos o se esfumarían con facilidad prendían con fuerza en él y, engendrados por la soledad, se convertían en cosas atrevidas e importantes. Era el mismo Arrancar el que alimentaba aquella desagradable obsesión, y quien finalmente se veía arrastrado a batallar con ella.

"Pero en esta ocasión no tengo modo de resolverlo por mí mismo, soy incapaz. Y es ahora que me debato entre mis dos dificultades más significativas: ignorar la urgencia con la que el conocimiento me llama o buscar la ayuda que me es necesaria de otros.
Sin duda, resulta en menor medida amenazante para mi propia integridad acudir a la segunda opción, pero nuevamente nace el dilema...

¿Con quién podría contar?"


De pronto, se encontró dominado por un gran desasosiego. La incomunicación que tan reconfortante le parecía de costumbre, ahora se había convertido en un grave inconveniente.
Quizá otros asuntos, menos delicados y más reales, no supondrían un gran tabú a la hora de tratar con cualquiera, pero aquel asunto requería una confianza que no sentía por nadie.
Pensó en Elayne, que tan inoportunamente había sido la causante de todo aquello, pero no sentía ningun deseo de volver a sufrir su compañía. Fingió no haber considerado a Yoel como recipiente de sus preguntas durante unos segundos.
Se incorporó abruptamente en el sillón, tentado con la idea que se le había ocurrido. Lo que había comenzado como un vago pensamiento, una leve posibilidad, tornose ya en una idea efectiva y apremiante, en un propósito. Abandonó el lugar con andar resuelto, algo confundido por su decisión, pero definitivamente dispuesto a sanar el veneno de la incertidumbre.

Klauss caminaba con la cabeza erguida; surgiendo de la parte superior de su uniforme, con el cuello de la prenda abierto, se destacaba la palidez de su garganta desnuda. Miraba a lo lejos con ojos inexpresivos bajo unos mechones de fino y sedoso cabello negro, y una de sus manos dormía como por casualidad en la empuñadura de su zanpakutoh, Miseria.
Su marcha se redujo al atisbar la zona que ocupaba la Novena Sección. Apartó los dedos de su arma para dirigirse a un Arrancar desconocido que entraba a las dependencias.

-Anuncia a Hideyori Taira que Klauss Halsted está aquí y quiere hablar con él- dijo sin andarse con rodeos cuando hubo llamado la atención del hombre. Klauss, sombrío y lejano, seguía cada paso apurado con el que atravesaba el pasillo la silueta delgada del subordinado de Taira. Desconocía si la actitud servicial de aquel Arrancar se debía a la dura mirada que le había dedicado o a que Hideyori, desde su desconcertante encuentro en el desierto, había ascendido peldaños en la jerarquía de su sección.

"Ahora veremos cuánto de auténtico había en tu oferta de cooperación."

Cruzándose de brazos, aguardó.

---
[Off Topic]:
Wuuh~ ¡He aquí de vuelta los post kilométricos de Klauss! Prometo que los siguientes serán escritos con más moderación y no harán falta muchas tazas de café para soportar la lectura.
Disculpa si la calidad deja algo que desear, pero sigo malita y me excuso en ello >.< *se le sale un pulmón por la boca al toser*
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La sospecha del cuervo - [Taira] Empty Re: La sospecha del cuervo - [Taira]

Mensaje por Hideyori Taira Jue Jun 24, 2010 5:52 am

Sumido en la tranquilidad y el silencio de su habitáculo personal, Taira permanecía sentado, cruzado de piernas sobre una vasta y mullida cama de rojizas sábanas de seda. Era aquella sala un lugar de mansedumbre y sosiego, adormecida por completo en una suave y silenciosa penumbra.

Aislado de todo sonido salvo del delicado crepitar del fuego, y oculto a toda luz que no fuese la de aquellas llamas entre purpúreas y rojizas; casi parecía un lugar ajeno al paso del tiempo, aislado del cruel y grotesco mundo exterior. Era aquel el refugio del Hideyori, su recoveco de más íntima soledad y concentración. Su lámpara mágica en mitad de la tormenta.

El aire era limpio, liviano, aunque ligeramente perfumado con esencias de recetas ya olvidadas; perdidas en los anales de la historia para nunca volver a ser halladas. Su aroma se filtraba hacia el interior del Hideyori, trayendo consigo recuerdos de una vida lejana, distinta. Casi placentera. Recuerdos y ensoñaciones que se mezclaban en la mente del Fracción, ahora enturbiados por el desdén hacia aquella raza a la que una vez perteneció.

Débiles. Cobardes. Presas. Era todo lo que ahora significaban los humanos para él. No había otra senda que no fuera la arrancar; y no había otro camino que no fuera el suyo propio. Un camino intrincado, engañoso y en ocasiones traicionero pero; al fin y al cabo, el único camino posible hacia el poder.

“Poder…”

La fuerza para dominar a los débiles y someter a los rivales. La única vía posible hacia la supervivencia en Hueco Mundo…

*********

El sonido sordo de los pasos del arrancar raso llegó hasta la estrecha escalinata de caracol, al fondo del salón principal de la 9º Sección. Casi jadeando, el ahora mensajero ascendió rápidamente, saltando casi los escalones de dos en dos, y llevándose un par de sustos al trastabillar – y casi caer – a causa de las prisas.

La blanca escalinata marmórea le llevó hasta un largo pasillo, vedado por lo general a cualquiera que no ostentase un cargo de notoria altitud dentro de la Sección; o que, en su defecto, tuviese expresa autorización del propio Taira.

Con paso rápido – aunque temeroso – el arrancar se dirigió hacia una robusta puerta al final del corredero, donde ya esperaba la pequeña Hideyori, con cara de enfado, casi amenazante.

— ¡¿Qué demonios te crees que estás haciendo?! — espetó, mientras daba un par de pasos al frente, dispuesta a hacer pagar al raso por su atrevimiento. — Más te vale tener una buena excusa para haber subido aquí…

— Hideyori –sama… — dijo, entre terminando de recuperar el aliento y midiendo con presteza sus palabras — Vengo a darle un mensaje al 9º Fracción…

— Imposible. — cortó, tajante, la arrancar. — Taira está ahora descansando y nadie puede molestarle. Lárgate antes de que se me acabe la paciencia.

— ¡Pe- Pe- Peroo…Hideyori-sama! ¡No pue…!

— Estupendo. — sentenció. — Ya lo has conseguido. — se remangó el puño derecho de su atuendo, y se dispuso a atacar a su subordinado cuando, de repente…

— Alto, Lyn. — al instante, la arrancar se detuvo, en una mezcla de asombro y estupefacción. El Noveno Fracción había aparecido entre los dos individuos, surgiendo como si tal cosa a través de la pared junto a ellos, y apoyando con suavidad su mano derecha sobre el hombro de la pequeña.

Ante el tacto cálido de su hermano, la pequeña se relajó, destensando sus músculos de nuevo y mirando al Fracción como quien espera una explicación. Sin embargo, y sin mediar mayor palabra, Taira se limitó a dirigir la mirada hacia el mensajero, y a preguntar:

— Klauss Halsted, ¿verdad? — la cara de asombro del raso fue suficiente contestación. — Jamás olvidaría ese reiatsu. — y, como desechando al raso con un gesto de mano, le ordenó: — Vuelve al trabajo. Tendrás cosas que hacer.

Acto seguido, y tras agradecer brevemente a su compañera su labor de guardiana, Taira guardó las manos en los bolsillos, al tiempo que de dejaba caer de frente hacia el suelo. Hundiéndose en el mismo cual espectro tras un muro, Taira desapareció de escena; apareciendo segundos después bocabajo, suspendido inexplicablemente bajo el techo del salón principal, donde ya aguardaba Klauss, cruzado de brazos.

— Bienvenido seas, Klauss Halsted. — en tono empleado fue amistoso, aunque con aquel toque enigmático que envolvía a todo lo referente al regente de la 9º Sección. — No esperaba verte tan pronto; aunque me alegra que hayas venido.

Dicho lo cual, volvió a deshacer su efecto de fase con el techo, cayendo – previa vuelta en forma de salto del ángel – sobre el suelo, de forma asombrosamente sigilosa. Se encontraba ahora frente al pálido arrancar, a unos cinco metros.

— Por favor, no tengas reparos en acomodarte — dijo, señalando unos mullidos – y aparentemente caros – sillones, frente a la gran chimenea que presidía la sala. Esperando a que tomase asiento su invitado, hizo lo propio, quedando cada uno a ambos lados de una mesa de roble circular, de metro y medio de radio.

De inmediato, sendas tazas de chocolate caliente llegaron de manos de un arrancar anónimo – raso, por supuesto – seguidas de una enorme fuente repleta de diversos dulces y respostería recién elaborada. De entre ellas, Taira tomó una galleta - con forma de un dinosaurio, no cabía otra – y se dispuso a llevársela a la boca; no sin antes inquirir, con total normalidad:

— ¿Y bien? ¿Qué te trae por aquí, Klauss…?


---------
[OFF: También yo espero moderar un poco más la extensión en lo sucesivo. Digamos que para el primero necesitaba un poco de ambientación ^^.]
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Mensaje por Klauss Mar Jun 29, 2010 6:49 am

Aquel toque de espectacularidad e inquietud que tan característico resultaba en las apariciones de Taira, fueran previstas o no, recordó brevemente a Klauss lo inesperado y evidente que podía ser alguien al mismo tiempo. ¿Qué no era desconcertante en aquel Arrancar? Incluso aquella sonrisa ambigua que ofrecía desde el techo resultaba tan esclarecedora como la nula expresividad de una piedra. Observó sin alarma el descenso del hombre, grácil como pudiera serlo un felino en pleno salto de cazador.

Dejó caer los brazos a ambos lados de su cuerpo y siguió al anfitrión por la sala, donde permaneció en pie ante la espléndida mesa, demorándose un poco en aceptar el asiento que le ofrecían. Sin tomarse la molestia de disimular su interés, vertió parte de su atención en la decoración del lugar, donde resaltaba el color rojo dondequiera que mirase, violento y atractivo, en tapices y alfombras. El mobilirario había sido escogido por alguien de gusto exigente y, al igual que la chimenea, sinónimo de calidez e intimidad, le otorgaba una sensación acogedora y de cercanía a la habitación. El cuervo no pudo librarse de vincular todo aquello con el efecto que pretendía desencadenar la conducta de Hideyori hacia los demás; de distensión, de estímulo para actuar, hablar o compartir. Pero llegaba un punto en el que toda esa experiencia se tornaba opresiva y desbordante, perturbadora si no se escapaba de tales influencias. Se podría decir que, desde la opinión de Klauss, la elección de los elementos que adornaban aquel lugar guardaba una clara relación con la personalidad del hombre que tenía ante sí.

"Cólera y agresividad. Guerra y sangre. Apetito. ¿Por qué será que asocio las veladas pasiones de este hombre con el fuego? Pero no uno cualquiera, no un fuego vulgar. Es uno que, traicionero, abriga la inocente silueta del que se dispone a dormir, confiado, para finalmente..."

Aflojó el segundo cinto de su uniforme, lo preciso para tomar a Miseria con su vaina, echó un vistazo al combustible que mantenía vivas las llamas de la chimenea y ocupó, finalmente, su espacio correspondiente ante el otro Arrancar. En un silencio que póco tenía de cohibido aguardó a que les fuera servida la bebida y las pastas que, si bien despertarían el hambre de cualquiera que sintiera un nímio amor por los dulces, fueron recibidas por el moreno con indiferencia. No fue hasta que quedaron libres de compañía que se decidió a hablar.

-He de resolver que has sido honrado con un ascenso. Acepta mis congratulaciones- dijo, a la manera formal de la que pocas veces hacía uso, acompañando las palabras con una artificiosa inclinación de la cabeza. Sus ojos dorados, empero, carecían de emotividad cuando recobró su postura.- Pero no he venido expresamente hasta aquí para felicitarte, por supuesto. Ni siquiera había tenido noticia del acontecimiento hasta que he sido testigo del obsequioso trato que recibes de tus subordinados.

Consciente de lo irritante que podía resultar una pausa para alguien cuya curiosidad hubiera sido despertada, se entretuvo lo que gustó apoyando adecuadamente su zanpakutoh enfundada en el suelo, junto a su pierna izquierda, en vertical y con la oscura empuñadura señalando el techo. Otra mirada al fuego, prolongando la espera.

-Estoy aquí para hacer uso de tu ofrecimiento. Vengo a servirme de tu ayuda, y no a rechazarla, como es hábito en mí. No obstante...- recostó la espalda en el tapizado de su asiento, cruzando una pierna sobre la otra, posando una mano en la rodilla que se encontraba a mayor altura- todo esto no viene a significar que me arrastre por tu caridad. Tengo exigencias, y no debes ignorarlas, ni tomarlas como una broma.

Expresaba seguridad en sí mismo, pero no a la manera de los hombres arrogantes, que con frecuencia estaban cegados por la conciencia de su propio poder, de su capacidad. Klauss no contaba con la certeza de que él y sus peticiones fueran tomados con seriedad, pero sostenía que de ningun modo lo serían si él no se mostraba convencido en primer lugar de sus decisiones.

-No te diré nada hasta saber que no me tomarás por un idiota; que no actuarás en mi contra si interpretas maliciosamente lo que te revele, ni te reirás de mí si resulta ser una insignificancia. Ignoro muchas cosas que para ti son obviedades... Así pues, asegúrame que estaré libre de tus sospechas y tus burlas y hablaré. Si no estás dispuesto a soportar tales condiciones me llevaré mis cuestiones de aquí y no te molestaré más.

Apartó el rostro para escapar del contacto de aquellos ojos oscuros plenos de fuego y animación, aparentando un renovado interés por la estancia, aunque no podía ver en ella nada más de lo que ya había visto. ¿Por qué rojo? ¿Cuál era el motivo de que la gente se decantara por aquel tipo de engalanamiento para una simple pieza?

"Gusta", se dijo contemplando el color, "porque aporta un poco de lujuria y voluptuosidad en medio de la austeridad absurda del edificio. Porque en escasa cantidad, todo posee la capacidad de resultar cautivador. Como el embrujo del agua y los peces del acuario..."

Desplazó el brillo distraído de su mirada hacia el Arrancar de cabellos cortos, recordándose y recordándole que no se había olvidado de lo que había ido a hacer allí.

-Entonces, ¿de qué puedo disponer?, ¿de tu aceptación o de tu negativa?
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Mensaje por Hideyori Taira Vie Jul 02, 2010 4:28 am

El aire cálido de la chimenea envolvía a los arrancars mientras estos tomaban asiento y se acomodaban frente a la circular mesa de roble. A su alrededor quedaban los orgullosos estandartes de los Hideyori, de un rojo tan oscuro que entre las tinieblas parecían volverse color azabache; y sólo sacados de su siniestro letargo por las llamaradas de luz violácea que desprendía la chimenea, desde su posición, presidiendo la ardorosa estancia de la 9º Sección.

Uno a uno, los granitos de arena del siempre vacío reloj de Hueco Mundo caían perezosamente, transcurriendo implacable cada momento, con una asfixiante lentitud que apenas si dejaba respirar al ímpetu de la curiosidad. Parecía como si de un momento a otro, la agradable y cálida estancia frente al fulgor de la chimenea se hubiera tornado opresiva; ciñéndose las vastas columnas sobre los arrancars en una jaula de piedra fría y turbios recuerdos.

Inmerso en aquella amenazante oscuridad, el 9º Fracción decidió no hablar más de lo necesario; no interrumpir más de lo imprescindible a su invitado. En su “yo” más interno, Taira sentía una insaciable curiosidad por averiguar qué era aquello que había traído al solitario arrancar hasta sus dominios. ¿Qué podía ser tan incómodo como para que aquel ser tan reservado hubiese dejado de lado su comportamiento habitual y acudido ahora ante el Hideyori?

Así pues, decidió responder a sus congratulaciones con una simple sonrisa y una casi imperceptible inclinación de cabeza, como incitándole a continuar con el tema principal. Klauss, sin embargo, decidió hacerse esperar, dedicando una prolongada mirada a las llamas que crepitaban a escasos metros de los arrancars.

Tras unos minutos que parecieron años, Klauss comenzó a hablar, a lo que Taira escuchó como devorando cada palabra que surgían de sus finos y reservados labios. Analizando cada gesto. Cada tono. Cada mirada.

Todo en Klauss parecía delatar un recelo total en cuanto a tratar con nuestro protagonista; como si temiese que, de un instante al siguiente, a Taira le enloqueciera la mirada y se abalanzara sobre su garganta con el negro puñal de sus antepasados. Cosa no tan improbable, dicho sea de paso. Pero convengamos en que aquel día Taira se encontraba de buen humor; con lo que semejante despropósito no llegó a acontecer.

En su lugar, nuestro protagonista dejó exponer sus condiciones a Klauss, y esperó a que este le preguntara directamente acerca de sus intenciones para manifestarse al respecto. No sin antes, por supuesto, demorarse unos minutos más en bañar una de sus suculentas galletas en el ardiente vaso de chocolate caliente…

*********
Hundiéndose poco a poco en el caluroso néctar de los dioses, el dinosaurio sumergió con cautela uno de sus pies, como comprobando cuán seguro era adentrarse en aquel dulcísimo paraíso de bruñidos colores. Bajo él, su oscuro reflejo le era devuelto, cual Narciso ante aquel lago sereno y augusto que resultó ser su perdición. Su dulce perdición...

Poco a poco, el dinosaurio deseó ser chocolate. Y el chocolate deseó ser dinosaurio. Y fundiéronse así, lentamente, en una suave caricia, crujiente humear de sabores…sabroso crujir de esencias…
Y cuando fueron todo uno, su unión se hizo completa, quedando el dinosaurio cubierto de una dulce y selecta capa del denso jugo del cacao…creando así…



— ¡¡¡El choco-dinosaurioooooooooo…!!! — gritó Taira, con cara de sublime felicidad - al más puro estilo Lynorie -, enseñando con orgullo su obra a Klauss. Realmente era una pieza maravillosa.

Acto seguido, se la llevó a la boca, degustando – sin ninguna prisa – su pequeño “paraíso en la tierra”, y entrecerrando sus ojos de placer a medida que paladeaba cada pincelada de su sabor.

Nuestro protagonista era consciente de que, desde la posición de Klauss, semejante intervención podría resultar irreverente; insultante, incluso. Sin embargo, no era toda ella carente de sentido: Apenas unos segundos después de su absurda exclamación, el sisear de una puerta mecánica al cerrarse se dejó oír - aunque levemente - desde el lugar que ocupaban nuestros personajes en escena. Acababa de salir de la sala el último de los rasos que aún quedaba por las cercanías; dejando, esta vez sí, a ambos arrancars a sus anchas.

Así que, pantomima o estratagema, el semblante de Taira regresó a su enigmática normalidad, dejando de lado toda mueca infantil e impropia en su persona. Había llegado el momento de ponerse serios:

— Habla, Klauss; pues te escucho, y le otorgaré la misma importancia a ello que tú mismo le concedas. Ni más, ni menos. — hizo una pausa. Su habla había vuelto a su tono formal, elaborado y antiguo; aquel que destinaba a las situaciones más estrictas. — Sepas, empero, que semejantes prerrogativas me resultan impropias de un ser de tu naturaleza. — realizó una breve pausa, adoptando un tono casi parental; serio. — Jamás inclines tu cabeza, Klauss, salvo para evitar que ruede por los suelos. — otra pausa — Y aún así, que tu mirada no descanse sobre el suelo ni tu orgullo sobre el filo de tu enemigo. — con normalidad, desató la correa que mantenía sujeta a Segadora al cinto, tal y como Klauss había hecho instantes antes; y la depositó a un lado de la mesa, con la empuñadura encarando a su invitado.

— Esas son mis condiciones.

Y con ello concluyó, sometiendo a su invitado a una profusa mirada inquisitiva; clavando sus ojos en los de él, y esperando del arrancar que entendiese aquello como lo que era:

Taira colaboraría en lo necesario con cualquiera que fuera digno de su respeto. Ayudaría a Klauss en lo que este necesitase, siempre y cuando le demostrase al Hideyori que estaba a la altura de sus expectativas. Si era fuerte y decidido, ambos se beneficiarían. En caso contrario, sólo uno lo lamentaría…
Hideyori Taira
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Mensaje por Klauss Sáb Jul 03, 2010 4:52 am

Klauss ignoró la extravagante muestra de alegría del otro Arrancar, abstrayéndose parsimoniosamente de la espontaneidad -simulada o no- en lugar de disgustarse. Buscó mayor comodidad en su pose, hincando un codo en el brazo de su asiento y dejando caer la mejilla derecha sobre su mano cerrada, en una actitud de atractiva indolencia, abandonando cualquier asomo de la rigidez conveniente para alguien de circunstancias semejantes. La piel ebúrnea de su rostro parecía ilusoria sobre el negro de los cabellos que le servían de marco; ofrecía un aspecto tan ausente bajo segun qué luces que a veces no daba la impresión de estar allí realmente. Sus ojos brillaron sin rumbo hasta que Taira retomó un comportamiento más acorde con la situación. Klauss entonces le miró de reojo, con el carrillo todavía apoyado en su puño y sin mudar de postura. Luego clavó las pupilas en el techo, sopesando las palabras de la Fracción con cautela, como si las probara para comprobar que no estaban envenenadas.
En efecto, había encontrado cierta ofensa en aquella pretensión de aleccionarle, como si fuera un chiquillo torpe que no hubiera comprendido bien el juego. Arrogantemente le habría espetado que no precisaba de él ni sus consejos ni sus observaciones, y seguidamente se habría marchado de allí ofuscado, cerrando la habitación tras él con un portazo, arrojando una vehemencia febril a todo aquel que se cruzara en su camino. Sin embargo, aquellos impulsos ridículos no le acometían a tiempo, y prontamente eran dominados y vencidos por la fuerza de la razón. Sin hacer uso de algo más que un desapasionado tono de voz, aclaró, pues era necesario, en qué condición se hallaba su honra.

-Me pronosticas débil excesivamente pronto... Te aseguro que mi dignidad se mantiene intacta, Hideyori; que exhiba ciertas maneras ante ti no deshereda mi orgullo y, en caso de que me valores dócil con tanta ligereza, he de decirte que estás cometiendo un error
-. Se puso en pie para poner un poco de distancia entre la mesa de roble y él, dejando la espada donde la había colocado al comienzo de la reunión, confiando en que la lejanía física del otro Arrancar le falicitaría la palabra y le prevendría de distracciones. Contempló sin entusiasmo los tapices que colgaban inertes de las paredes, palpando en algun momento la textura de su oscuro tejido con la punta de los dedos.

-Comenzó como suelen hacerlo todas las cosas que se vuelven importantes para nosotros, sin ser esperado ni pensado, en un día cualquiera- comenzó a explicar, sin acelerarse, a pesar de que sentía la urgencia de hablar sobre ello-. Estaba acompañando a un miembro de mi Sección en lo que se pronosticaba como una aburrida salida al desierto, ausente cualquier emoción que no fuera la de toparse con un hollow enfurecido cuya siesta hubiéramos interrumpido. Y entonces las encontramos.
>>Ruinas. En mitad de la nada, escombros de piedra blanca que alguna vez fueron un edificio. Traté de averiguar si alguien conocía la existencia de construcciones por aquella zona, pero ninguno supo decirme nada, y me abstuve de hacer más preguntas para evitar el recelo de los demás. Porque, ¿sabes, Hideyori? la curiosidad y la ignorancia se pagan caras entre los nuestros-
dijo, y luego sacudió la cabeza-. Pero no se trata de eso... Lo que despertó mi interés fue lo que ella dijo, descuidada, y que prontamente se aseguró a restarle importancia.

En un momento se preguntó qué impresión causaría todo aquello al hombre al que hablaba, si se reiría al conocer su turbación, o si encontraría sorprendente que Klauss Halsted, que tan desinteresado parecía por todo, también fuera capaz de verse afectado hasta el punto de buscar un confidente. Pero todo eso carecía de importancia ahora, pues el cuervo se había propuesto obtener alguna respuesta a las dudas que ahora le absorbían, fueran de relevancia o no.

-Comentó la existencia de renegados, de un grupo de Arrancar no sometido a los designios de Marcus y El Amanecer. Yo me pregunto, ¿es eso posible?- se movió hasta quedar mirando en dirección a Taira, sin verse afectada la tranquilidad que reflejaba su voz, pero observándole con una intensidad impropia de él- ¿Es posible que esas ruinas fueran la obra que erigieron unos desertores, que hicieron del desierto su hogar? Tú debes saberlo. La extensión de nuestro mundo es incalculable, y podrían esconderse a la espera de llevar a cabo lo que sea que se propongan. Pero, ¿acaso hay alguna razón que justifique su desobediencia? En el caso de que sean tan reales como tú y como yo, ¿qué es tan valioso para que pongan en juego sus existencias? Demasiadas son mis preguntas...

Se guardó las manos en los bolsillos del pantalón blanco de su uniforme, cerrándolas en un puño. Se sentía extrañamente vulnerable exponiendo a la luz sus preocupaciones, pues quizá ello pudiera dar a conocer de él mismo más de lo que considerara seguro. Celaba sus secretos como el más desconfiado de los hombres, pero ahí estaba, entregando parte de ellos de forma voluntaria a alguien que apenas le era conocido.

-Afirmó que era un rumor, pero, ¿qué son los rumores sino la voz del pueblo? y la voz del pueblo expresa a menudo la verdad. Como ves, no podía recurrir a cualquiera para que resolviera mis dudas- dijo, e incluso en ese mismo instante no podía estar seguro de haber actuado correctamente al acudir a él. Se llevó una mano a la frente, apartando un mechón de cabello que caía sobre sus párpados. No parecía intranquilo, no obstante, lo estaba. El calor de la habitación comenzó a parecerle molesto-. ¿Qué sabe el pez del agua donde nada toda su vida? Yo desde luego sé cada día menos de este sitio...
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Mensaje por Hideyori Taira Miér Jul 14, 2010 10:23 am

Tal y como Taira hubo supuesto antes siquiera de pronunciar aquellas palabras que tanto iban a importunar a su invitado; Klauss acabó tomando la más ácida interpretación de las mismas.

Así pues, y apresurándose en juzgarlas como un humillador ataque a su dignidad, no tardó en rebatir al Fracción sus enunciados. Utilizó para ello el mismo tono apagado que parecía tener en todas sus conversaciones, así como aquel registro tan formal, casi arcano; y tan similar al elaborado habla del Hideyori en lo que a temas de seriedad se refería. En ningún momento pareció alterado. Por el contrario, toda su explicación se desarrolló sumida en un tono de parsimonia – y casi indiferencia –; dando siempre la sensación de que realmente su interior quedaba bien resguardado de las palabras o actos de los demás.

Entonces, y tras la primera intervención del invitado, una fina risa se escapó de entre los labios de nuestro protagonista: Klauss no parecía haber cambiado en absoluto desde su último encuentro en el desierto.

— ¿Dócil dices? Sé bien que la docilidad no se encuentra entre tus cualidades. Descuida. — dijo esto como desechando el comentario de Halsted. Sabía que sería difícil hacer ver al arrancar la visión que tenía de él, pues ni el mismo Taira tenía claro qué era aquello que hacía tan especial a su invitado; y por qué razón sería que necesitaba verle exprimir las tan desmesuradas habilidades que tanto se empeñaba en ocultar.

Tras ello, no se molestó en añadir más, dejando que su invitado se levantase del asiento y recorriese los alrededores a su antojo. Estaba impaciente por saber qué era aquello que tanto ofuscaba a Klauss. Y entonces, él se lo reveló: Le habló de las blancas ruinas en el desierto y de los renegados que sobre ellas habían alzado su baluarte. Le inquirió acerca de sus razones y ambiciones, de sus miedos e inspiraciones. Parecía querer entender qué podía mover a unos arrancars a aislarse del dominio del Amanecer y luchar contra el régimen del Espada 0.

— ¿Posible? — la pregunta retórica venía cargada de un tono que, ya de por sí, contestaba a la primera inquisición de Klauss. — Es más que posible, Klauss. Es un hecho. — Y entonces, se puso en pie, dándose la vuelta y emprendiendo camino a la SCL. — Sígueme, por favor.

Esperando a que Klauss fuera tras de él, Taira se internó en aquella sala oscura, repleta de monitores y operarios que, trabajando apenas sin descanso, se esforzaban por mantener actualizado un registro global de las localizaciones arrancar. Sin embargo, y sin prestar mayor atención a sus serviles subordinados, nuestro protagonista dirigió sus pasos hacia una enorme pantalla circular, llamada “de monitorización”. A lo lejos, una voz aguda destacaba entre el cantar de los teclados, dirigiendo infantiles improperios a cualquiera que osase despistarse de su labor.

— Por favor, disculpa a mi hermana por sus modales. — comentó con tono relajado el Fracción. — no tiene por costumbre hacer uso de ellos más que con los invitados y otras personalidades… “y a veces ni eso” finalizó su subconsciente, casi con la boca pequeña.

Acto seguido extendió el brazo en dirección a la enorme pantalla frente a ellos, manipulando con soltura los controles en forma de menús holográficos. Al instante, al aparato mostró un paraje desértico que bien podría ser cualquiera de los circundantes al Amanecer. Dunas, dunas y más dunas coronaban el horizonte vacío de una bien típica imagen del mundo de los hollow.

Sin embargo, y si uno centraba la atención en puntos en concreto de la lumínica imagen, no resultaba difícil atisbar los blancos cimientos de una ya derruida y mastodóntica estructura.

— Supongo que te refieres a algo parecido a eso. — indicó satisfecho el Hideyori. — Probablemente no sea la misma con la que te encontraste en tu expedición pero, como verás, hay más de uno de estos bastiones repartidos por Hueco Mundo. — se tomó una pausa para reconocer en Klauss los efectos de lo revelado. — Traidores como ellos ha habido muchos, los siguen habiendo, y siempre los habrá, Klauss, hazte a la idea. Ni siquiera los humanos son capaces de aceptar sobre sus cabezas a una autoridad a la que se ven capacitados para derrocar. ¿Por qué íbamos a ser diferentes los hollow?

Y entonces, giró el cuello, dirigiendo inquisitivo una mirada casi cómplice, aunque sin dejar de lado por ello la omnipresente sensación de ponzoña en ella. Una ambigüedad no dotada de poca malicia…

— ¿O acaso tú no desearías tener la cabeza del Espada 0, Klauss Halsted…?
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Mensaje por Klauss Miér Jul 21, 2010 4:26 am

Le costó esfuerzo creer en lo simple que había resultado, en que no hubiera mayor complejidad, ni impedimentos. Ciertamente no estaba acostumbrado a que fuera tan asequible lo que buscaba. Al reaccionar, Taira ya se había volteado y se disponía a abandonar la calurosa sala. Klauss parpadeó para espabilarse y fue a recuperar a Miseria antes de seguirle. Tras prender la zampakutou en su cinturón, se volvió apresuradamente de espaldas a la mesa, moviéndose con tal urgencia que cerca estuvo de tropezar con una pata del mueble y volcar la taza de chocolate caliente que le habían servido al comienzo de la reunión.
Sin sucumbir a la tentación de preguntarle a dónde se dirigían, Klauss caminó a un metro detrás de Hideyori, controlando el alcance de sus zancadas hasta que arribaron al que parecía ser su destino, donde había un número considerable de hombres y mujeres trabajando sin pausa.

Aminoró el paso al aproximarse a la zona débilmente iluminada por parpadeantes pantallas, espaciosamente dispuestas, reflejando unos datos que ni le interesaban ni alcanzaba a ver. La estancia se hallaba sumida en el ininterrumpido tañido de teclas y el moderado rumor de los trabajadores, de apariencia cetrina bajo aquella claridad artificial; una ilusión de hombres enfermos y fatigados, cuyos movimientos, sin embargo, no hacían alusión al cansancio. Miró en torno suyo con ojos desconfiados y agudos. Había en el ambiente algo inaprensible y enigmático, cubierto por aquella diáfana penumbra que transformaba en grotescas y desabridas las siluetas, teñidas del azul oscuro de la sombra, orientadas de frente a los monitores. Deslizándose con el sigilo de un intruso en mitad de la noche, siguió a su guía como si fuera una prolongación del mismo. Aun así, el roce de su calzado contra la superficie del suelo parecía resonar en sus oídos.
Una vocecilla aguda se elevó sobre el resto de ruidos que componían el soniquete de la habitación. Experimentó cierta confusión cuando Taira se refirió a aquella joven a la que disculpaba por sus maneras como su hermana, pues la familia en Hueco Mundo resultaba un concepto foráneo, totalmente fuera de lugar en El Amanecer. Al menos la idea usual que pudiera tener cualquiera sobre aquel término solía serlo.
Klauss fue incapaz de rehuir, con evidente matiz insidioso, el pensamiento de que podría afligir a la Fracción valiéndose de la pequeña. Aquella idea llevó hasta él la semejanza obvia de un proceder pasado demasiado vergonzoso, que tal vez le habría hecho enrojecer de no ser el taimado hombre que era.

El paisaje de los hologramas le ayudó a reconducir su atención a lo que verdaderamente le importaba. Contempló en silencio el manejo que tenían los dedos de Hideyori sobre los controles del panel óptico. De nuevo surgieron aquel malestar y aquel desasosiego al divisar los restos de las construcciones blancas semienterradas en la arena, ahora ampliadas en la pantalla para que pudiera distinguirlas mejor. Quiso responder afirmativamente, pero solamente atinó a cabecear un asentimiento, sintiendo por un rato la lengua pegada al paladar.
Mientras Hideyori resolvía sus dudas sin vacilar, Klauss estudiaba su semblante, intentando discernir lo falso de lo cierto, presumiendo que el otro hombre no tardaría en hacer el intento de perturbarlo, de ponerle a prueba de algun modo. A su parecer y basándose en la experiencia de sus escasos encuentros, aquel tipo encontraba entretenido buscar el modo de desiquilibrarle, si es que existía tal posibilidad. Las palabras sobre los insurgentes bailotearon por su cabeza y le hicieron olvidarse de la dualidad intencional del otro.

"Entonces tenía razón. Siempre han existido..."


Descompuesto por un mareo súbito -el que suele hostigar al que le confirman sus sospechas-, Klauss pretendía replegarse discretamente para quedar en medio de las tinieblas de la habitación, que no se adivinara de él más que el contorno de su figura y tal vez el blanco esmaltado de su esclerótica, poder resguardarse en la oscuridad y asimilar lo que había comenzado a comprender. Pero en ese instante Taira fijó sus ojos en él y formuló unas palabras infectadas de mala intención. El fulgor de las representaciones holográficas que exhibía el artificio alumbraba el perfil del Arrancar de la Novena con luz débil e incierta.

"No la del Espada 0. La cabeza que codicio satisfacería otros apetitos que me resultan más tentadores y urgentes para mí. No, no se me antoja ocupar un puesto de poder. Para mí lo importante es...

El interpelado cuervo aparentó estar muy ensimismado mirando las ruinas del monitor y no haber oído su pregunta. Se podía atisbar un amago de esa antipática expresión que asoma al rostro del hombre cuando pretende mostrarse ajeno a los demás. Luego Klauss alzó ambas cejas y preguntó al Arrancar cercano a sí, torciendo sutilmente el cuello para mirarle a los ojos con inapetencia:

-¿De verdad crees que están capacitados esos rebeldes para destruír la autoridad de Marcus? Porque esa ha sido...- se detuvo un instante y, sin saber por qué, depositó una de sus manos sobre el hombro izquierdo de Taira. Al hablar su voz había adquirido una leve nota que la hacía parecer alterada, como si estuviera conteniendo algun tipo de emoción. Sin embargo, su expresividad resultaba tan neutra como de costumbre- Ha sido una declaración un tanto arriesgada.

Blanca y luminosa, una figura emergió ataviada con el hábito característico de las secciones de El Amanecer. El cuervo temió que hubiera escuchado algun fragmento comprometedor de la conversación, pero ni siquiera los miró a su paso. El sujeto brilló por un breve rato en la sombra y, sin ruido, se sumió a ella para continuar con sus quehaceres.
Klauss suspiró con lasitud y cerró los ojos. Al abrirlos de nuevo, la visión de los hologramas ya no le perturbaba ni incomodaba de la misma manera.

-Deduzco que esos baluartes abandonados fueron destruídos y sus habitantes reducidos por los nuestros. ¿Quiénes se encargan de esa labor? E imagino que habrán dejado a alguno con vida al que poder interrogar. ¿Cuántos son? ¿Quién es su cabecilla?- de su boca brotaba una pregunta tras otra, emitida en el mismo instante en que era pensada. Apartó la mano que contactaba con Hideyori para hundirla en su desgreñada cabeza de pelo negro. Tenía la sensación de que algo no encajaba- ¿Su existencia es conocida por la Sociedad de Almas? No, no, resultaría incoherente teniendo en cuenta... ¿Pero por poder? Tal vez...

Con la mirada perdida y un puño cerrado sobre su boca, Klauss recitaba en susurros toda clase de conjeturas que se le ocurrieran, hablando con tal precipitación que la mayor parte de éstas resultaban inteligibles incluso si uno se encontraba situado junto a él. Abruptamente guardó silencio y observó a Taira como si recién se percatara de su presencia.

-Deseo hablar con ellos, aunque solamente sea con uno- manifestó con una sinceridad tan simple y tan poco corriente en sus declaraciones que le hizo dudar de haberlo pronunciado en voz alta. Valoró la determinación de su anhelo, de sus reparos, y estaba seguro de que aquello era justamente lo que necesitaba. Reteniendo la singular mirada engarzada a la suya, preguntó-: ¿Vas a ayudarme a conseguirlo?

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Mensaje por Hideyori Taira Jue Ago 05, 2010 10:39 pm

Taira sonrió. Realmente Klauss estaba resultando más difícil de interpretar que la mayoría. A diferencia del resto de individuos que había conocido hasta el momento, el arrancar se resistía a ser descifrado. Entendido.

Al tiempo que la irracionalidad habitual de nuestro protagonista le incitaba a olvidarse de lo referente a aquel arrancar; a desecharlo como un caso perdido e incomprensible; su incalculable curiosidad le hacía replantearse una y otra vez lo mismo:

“¿Qué demonios tiene este tipo en la cabeza…?”

Aún con todo ello, no podía cejar en su empeño. Simplemente, no podía dejarlo pasar. Por algún motivo para él desconocido, su curiosidad - llena de extrañas apetencias – le movía a tratar de entender exactamente a dónde quería llegar Klauss con todo aquello. ¿Qué si existían renegados? ¿Qué por qué arriesgaban sus vidas? ¿Qué qué les movía a aquella sinrazón? Una tras otra, las preguntas se sucedían sin rumbo ni sentido fijos. Fuera como fuese, Taira no alcanzaba a comprender qué importancia tendría todo aquello para el arrancar. Para él, desde luego, ninguna.

Entonces, Klauss depositó su mano sobre el hombro del 9º Fracción, en una extraña muestra de cercanía por parte del arrancar de piel ceniza; al tiempo que interrogaba al Hideyori acerca de las posibilidades de los renegados en cuanto a derrocar al Espada 0. Taira tuvo que reprimir una leve – y ciertamente irónica - risotada.


— Si estuviesen capacitados esos rebeldes para derrotar a Marcus-sama… — comenzó — ¿qué crees que estaría haciendo yo aquí?

Su pregunta retórica, junto con el tono de la misma y la anterior inquisición maliciosa al de la Séptima Sección parecieron darle entonces un matiz distinto a las intenciones del Hideyori. ¿Cuán profunda era su lealtad al Espada 0? ¿Existía siquiera la más mínima lealtad? Preguntas que, por el momento, quedarían sin responder...


— Esos rebeldes fueron, como dices, aniquilados por las tropas del Amanecer. — contestó — Y lo lamento, pero ignoro quién de entre todos los Antiguos Espada llevó a cabo la limpieza. Si deseas saberlo, tendrás que preguntarle al mismo Marcus-sama, porque pocos quedaron con vida después de…aquello. — se refería, obviamente, a la Gran Guerra acontecida recientemente en el desierto, entre las fuerzas del Espada 0 y el Sotaichou shinigami. No es que tuviese ningún reparo en referirse al tema; simplemente no le apetecía alargarse mucho en su explicación. Poco aprendería de Klauss mientras fuera él quien hablara.


— De si hubo prisioneros o de quiénes lideraron la revuelta, nada puedo decirte. Taira contestó con llaneza y sinceridad. Realmente, poco sabía al respecto— Alastor siempre nos mantuvo atentos de todo menos de lo que ocurría en Hueco Mundo. Al fin y al cabo, esa era la labor del 2º Espada y su Sección. Quizás ellos sepan decirte algo al respecto…

Pero parecía que el arrancar no iba a cejar en su empeño. Fue entonces cuando dejó de lado los rodeos y ocultismo para pronunciarse sin tapujos; para aclarar sus ideas y pronunciarlas en una petición lógica y sencilla: quería interrogar a uno de aquellos rebeldes. Y Taira le iba a ayudar a hacerlo.


— Eso está mejor, Klauss. Al fin algo que no me duele la cabeza de oír — contestó, con una sonrisa peculiarmente amigable, bizarra incluso, teniendo en cuanta la habitual malicia en su comportamiento. — Por supuesto que te ayudaré. Si no todo esto habría sido una pérdida de tiempo, ¿no crees? — no esperó a que contestase.

Simplemente, se limitó a escuchar la idea feliz que fluyó por su mente al instante siguiente:

Sabía que tendría que encontrar a uno de aquellos rebeldes, si es que realmente quedaba alguno de ellos con vida como prisionero en el Amanecer. ¿Quién querría guardar semejante escoria entre los muros de su Sección? Nadie con dos dedos de frente, desde luego.

Pues bien; eso era un comienzo. Debía buscar una panda de locos y un puñado de basura hollow. Basura hollow manejada por locos. Suena a científicos, ¿no creen?.

Pues bien, por si no les convence, sigamos otra posible línea de razonamiento…

¿Dónde iban a parar todos los desechos semivivos y semejantes del Amanecer? ¿Quién querría más que nadie individuos cuya vida no tuviese ningún valor? ¿A los que poder torturar indefinidamente y someter a todas las pruebas y experimentos inimaginables…?

En efecto, científicos.


— Sígueme. — ordenó el Fracción — Vamos a ir a ver a Smith…

Y sin más que un “Lyn, te dejo al mando”, pronunciado en voz alta, el Hideyori abandonó la SCL, con rumbo a aquel reducto de inteligencia trastornada y retorcida curiosidad que era la 12º Sección. Quizás debiera plantearse el pensar una excusa para lo de las cámaras criogénicas por el camino. Claro que siempre resultaba más llevadero un mero encogimiento de hombros y su tan característico “Bah, qué demonios…”

Sonrió. Una extraña felicidad recorría su cuerpo, llenando de júbilo y altero su abstracta y fugaz consciencia. Aquel día –simple y llanamente – se le antojaba feliz. Y feliz cruzó la puerta de la 9º Sección, internándose en los laberínticos pasajes del Amanecer.

A lo lejos, ya se empezaba a oír el griterío e improperios de la pequeña Lynorie, aprovechando la ausencia de Taira para dirigir “a su manera”. Y el Hideyori se extrañó entonces de reconocer en sí un sentimiento extraño; muy humano… se enorgullecía de aquella pequeña.

Pero, como todo en la desequilibrada mente del 9º Fracción, ya fuera muy humano o demasiado arrancar, el sentimiento desapareció apenas un par de pasos después, hundiéndose en la tempestuosa marea de los recuerdos y la sinrazón. Nada hay eterno en una mente desquiciada. Nada.

Salvo la demencia...
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Mensaje por Hideyori Taira Mar Ago 10, 2010 11:07 pm

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