Buscando una princesa

Antes de presentarme en mi escuadrón, lo cual no me hacía mucha gracia por cierto, decidí hacer una pequeña visita al segundo escuadrón, donde, según tenía entendido, habían designado a mi prima. Quería hacerle una pequeña visita a la herbívora que había pateado a dos de mis subordinados en la academia shinigami. Hablando de subordinados, Kusakabe me seguía el paso. Podría decirse que era mi guardaespaldas, aunque no lo necesito.

Caminé por las calles del Seireitei, con un paso relativamente rápido y la parte superior de mi uniforme shinigami ondeando sobre mis hombros, hasta llegar a las dependencias del segundo escuadrón. Entré en la enorme instalación y recorrí los pasillos sin un rumbo claro, esperando toparme con Himeko por casualidad. O toparme con alguna otra persona que conociera su paradero o donde podría estar a determinada hora.

Tras llevar un par de minutos recorriendo el escuadrón me aburrí de vagabundear como un estúpido y me senté en medio de uno de los pasillos, con la espalda apoyada a la pared. Si Mahoma no va a la montaña, la montaña irá a Mahoma, o eso dicen. Mientras permanecía sentado escuché un leve piar y Hibird se posó en mi hombro. Le acaricié la cabeza con el dedo índice mientras sonreía levemente, así que me había estado siguiendo todo el camino. Kusakabe se quedó de pie frente a mí, con una cara que reflejaba nerviosismo.

-Hibari-san, ¿no crees que aquí molestamos?-

Miré con ojos impasibles a Kusakabe, para después mirar a Hibird, el cual se encontraba ahora posado sobre mi dedo índice, con la misma mirada.

-Kusakabe, ¿cuestionas mis acciones?.- No hizo falta decir más, el shinigami dio un respingo ante mis palabras y asintió levemente con la cabeza, aunque seguía mirando a ambos lados del pasillo con inquietud, como un niño que ha roto un jarrón y teme que sus padres lo descubran y le apliquen el consiguiente castigo. Bostezé ante la situación, esperar me aburría y enfadaba demasiado, probablemente si no aparecía alguien dentro de poco tendría que buscarme un pasatiempo. Miré a Kusakabe con una mirada maliciosa... Al menos si llego a ese extremo tengo un pasatiempo asegurado.

Himeko había salido hacía escasos minutos de la sala de entrenamiento, en ella no había absolutamente ni un alma, por lo que la reconfortó bastante a la hora de ponerse a entrenar, meditó un buen rato la habilidad que desarrollaría ese día y acabo por comenzar con un poco de Hakuda para finalmente hablar largo y tendido con Nekomatta. Habían sido varias horas las que la chica había estado encerrada en la enorme sala y la mayoría de ellas sentada en el centro de la misma con los ojos cerrados. Quien entrara en aquel momento podría haber pensado que se trataba de una estatua por el poco movimiento que realizaba la pequeña.

Nekomatta y ella tenían una relación muy extraña para el gusto de Himeko, a ella siempre le había parecido un gato bastante sabio, y muy avispado, pero su contraste en los juegos infantiles a los que se pasaban todos los entrenamientos jugando. Himeko no entendía el porqué, hacía relativamente poco que había comenzado a conversar con su zanpakutoh pero no le encontraba sentido a sus actos infantiles y menos a su retórica tan rebuscada. La última frase que escuchó de Nekomatta antes de volver a la realidad la dejo intrigada el resto del día y muy probablemente los días siguientes.

-Si deseas volverte del revés, piénsalo en humano…Y cuando lo estés, desearás acabar bien.-había dicho, pero Himeko no le encontraba sentido alguno.
¿Qué se suponía que debía pensar y sobre todo, para qué quería volverse del revés? Himeko se sacudió los pensamientos de la cabeza, se levantó y agarrando sus dos katanas las amarró a su cinturón.

La pequeña joven paseo con lentitud por los pasillos del escuadrón, debía aprendérselos con exactitud sino quería acabar perdida como hacía un par de días. Fue realmente vergonzoso para Himeko, dos shinigamis tuvieron que ayudarla a encontrar de nuevo el camino a su habitación. Un rubor de color rojizo asomó por sus mejillas al recordar el incidente. Mientras paseaba una voz dentro de su cabeza la paró en seco justo en frente de una intersección de caminos.

"Para saber cual elegir, hay que saber decidir, pues la familia y amigos no pueden convivir…-eran las voces de Nekomatta, pero al igual que antes no sabia que decían.-Los amigos izquierda, familia derecha, es tu turno decidir."

Himeko miró hacia el techo como si el espiritu de su zanpakutoh estuviese allí y habló con desesperación.

-No os entiendo, me estáis hartando de verdad, ¿no podréis explicaros con claridad por un día?..Humpf, sois exasperantes.-refunfuñó mientras continuaba andando por el camino de la derecha, le daba igual lo que dijera Nekomatta, estaba empezando a cansarse de tanta frase hecha. A lo lejos del pasillo se percató de la presencia de dos shinigamis por lo que calló y continuó caminando como si nada hubiera pasado, con ese característico porte altivo.

No sé cuanto tiempo había transcurrido. Quizás no llegó a una hora, pero el aburrimiento era demasiado intenso, estaba muy enfadado y encima Kusakabe mirando cada dos por tres a cada lado no hacía más que molestarme. Estaba cansado de esperar y dedicarme a mirar de vez en cuando a Hibird.

El animal alzó el vuelo, liberando mi dedo. Sin lugar a dudas era una criatura bastante inteligente y obediente. Me levanté muy lentamente, con la cabeza gacha para ocultar mi mirada, una mirada sedienta, y mi sonrisa, una sonrisa llena de malicia. Avancé lentamente hacia Kusakabe, con pasos que parecían tardar años en tocar el suelo, y la mano rodeando la vaina de Harinezumi.

-¡Hibari-san, está ahí, es esa chica!-

La voz de Kusakabe me sacó de mi ensimismamiento. Paré en seco, todavía con la cabeza gacha, pero miré de reojo a donde apuntaba el shinigami. Una chica rubia, que rondaba el metro y medio de estatura caminaba en nuestra dirección con un porte altivo, típico de la nobleza. Sonreí un poco ante la tan alta suerte de Kusakabe.

Ya con la cabeza alzada y una leve sonrisa de satisfacción avancé en dirección a la chica, Kusakabe detrás de mí con un gesto serio en el rostro, probablemente reprimiendo la ira que le suscitaba aquella chica. Hibird debio percatarse de que estaba más calmado, pues ocupó su lugar en mi hombro.

-Wao, así que tu eres Fujiwara Himeko-san, la que le dió una paliza a Kusakabe.- El comentario hirió el orgullo de Kusakabe, cuya expresión mostró disgusto durante una fracción de segundo.

Himeko caminaba casi sin prestar atención a los jóvenes que estaban allí delante. Se encontraba un poco cansada por el entrenamiento así que no pararía a hablar con ellos, siquiera aunque fueran de otro escuadrón y estuviesen merodeando. Ahora su objetivo era una buena ducha fría, un descanso bien merecido. Poco a poco se estaba acostumbrado al ajetreo del escuadrón y se sentía muy reconfortada por dentro cada vez que salía de un entrenamiento, aunque no fuera o fuese muy fructífero.

“Himeko, Himeko, ¿Jugamos a un juego? ¿Jugamos?”-Nekomatta volvía a interrumpir los pensamientos de la pelirrubia.

“Ahora no Nekomatta, tengo que ir a mi habitación, luego antes de ir a dormir, pero estate tranquilo por favor…”suplicó Himeko, asegurándose de que en su interior Nekomatta volvía a dormirse. Era muy fácil saberlo para la chica, sonaba como un leve ronroneo de satisfacción.
Casi todos los días era lo mismo, Nekomatta y su pasión por los juegos y acertijos. No había pasado una sola noche desde que encontrara el nombre de su zanpakutoh en la que no hubiera visitado su mundo un momento y corrido a lo largo y ancho del laberinto.

Instantes después centró de nuevo su vista en los dos jóvenes del fondo del pasillo. En un principio no los reconoció y tampoco hizo ademán de intentarlo. Uno de ellos llevaba un pájaro pequeño que a Himeko se le antojó dulce. Al parecer uno de los chicos se había percatado de la presencia de Himeko. Ésta miró ahora con más interés a ambos. Uno de ellos, el que parecía el compañero, tenía un aspecto enfadado por la mera presencia de la joven y eso le extrañó sobremanera. El otro, un joven pelinegro, le sonaba de algo a la pelirrubia pero no sabía de qué. Extraño, ella solía recordarlo todo.
El pequeño pájaro se posó en el hombro del chico y ambos se dirigían con paso firme hacia la pequeña.

-Sí, soy Fujiwara Himeko, no sé a quién os referís con la paliza a quién quiera que sea.-Respondió con firmeza.-¿Y vosotros sois?.-preguntó intrigada.

No reconoció a Kusakabe y mucho menos admitió haber dado una paliza a alguien. ¿Porqué lo hizo? ¿Por miedo a algún tipo de castigo? ¿Tenía mala memoria? o ¿quizás ni se esforzaba por memorizar las caras de aquellos a los que derrotaba? Sería un tanto decepcionante que la última opción no fuera la correcta, implicaría que buscando un carnívoro me he topado con un herbívoro. Tampoco se acordaba de mí, lo cuál jugaba en mi favor, pues me dificultaría la labor de observación y por otra parte no es que quisiera verla a todas horas.

La firmeza con la que Himeko negó la acusación fue la gota que colmó el vaso para Kusakabe.

-¿¡Qué no sabes de que hablamos!? No te hagas la tonta zor...-

Una mirada fue suficiente para que Kusakabe se amedrentara y dejara su frase a medias. Se quedo firme como una piedra por el miedo, ya había aprendido a no hacerme enfadar.

-Perdona la grosería de Kusakabe, parece que todavía no le he enseñado a tener modales. Lo solucionaré cuanto antes- Sus ojos se pusieron llorosos y sonreí, había captado el mensaje. -Soy Hibari, tercer oficial del septimo escuadrón, y a Kusakabe ya lo conoces. Según él, tu junto a Seikuro Shin-Tensei quien tengo constancia tambien forma parte de este escuadrón vencisteis tanto a Kusakabe como a Nobura. Comprenderás que crea más en su palabra que en la tuya.- A pesar de que seas mi prima, pensé.

Hibird saltó de mi hombro y se colocó en la cabeza de la chica, picoteandola con curiosidad, como si la estuviera examinando concienzudamente. Cada día que pasaba el animal me sorprendía más. ¿Se había dado cuenta de que estabamos emparentados? Agarré con la mano al animal, con suavidad, y lo deposité en mi cabeza.

-Quedate quieto-

Himeko miró fulminantemente al shinigami que contestó de manera brusca y sin duda con expresión enfadada. A la joven le molestaba mucho que personas claramente de un rango inferior se creyeran con la capacidad suficiente como para reclamar algo a alguien de su posición. Sin embargo, no fue la mirada de la joven la que provoco que ese chico dejara a medias sus amenazas, sino el otro joven al que le sonaba de algo su cara.
Himeko se cruzó de hombros mientras escuchaba lo que decía el otro shinigami.

-Eso espero, Kusakabe debería aprender a comportarse ante personajes de la nobleza.-contestó al chico, como si el otro joven no estuviera presente.-¿Hibari? Es extraño pero creo haberte visto en alguna parte ¿Nos conocemos de algo?.-preguntó la pelirrubia intrigada, el nombre había facilitado buscar los recuerdos sin embargo le faltaba el apellido, pues no conseguía aclarar nada.- Creo que ya sé a lo que te refieres Hibari, lo recuerdo perfectamente, en la academia, unos estudiantes se enfrentaron en clara ventaja contra Seikuro, y sí, salí en su ayuda. El problema es que no me interese en aprender o preguntar por sus nombres y es por eso que no lo reconociera al instante. No los considere suficiente como para gastar algo de mi memoria en ellos.-respondió con arrogancia, aquellos tipos estaban comenzando a sacarla de quicio.

Aunque a pesar de todo, la visión del pequeño pájaro sobre su cabeza y dando pequeños golpes en ella la hizo sonreír durante un instante, para luego volver su mirada neutra hacia ambos shinigamis y con un aire altivo reanudar su conversación.

-Ahora si no es mucha molestia les pedería por favor que me dejaran continuar, me dirigía hacia mi habitación. Es más les aconsejo a ambos que no permanezcan mucho tiempo aquí pues los oficiales están haciendo ronda y si ven a shinigamis de otros escuadrones podríais acabar en el calabozo por una noche.-informó