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Mensaje por Yoel Lun Ene 11, 2010 4:33 am

Estar en el Amanecer, era algo que le agobiaba, por ello solía refugiarse en el desierto, donde la gran extensión de arena blanca le ayudaba a relajarse y le invitaba a perderse y no pensar en nada. Por ello, solía pasarse la mayor parte del tiempo fuera, escaqueándose de sus quehaceres. Apoyado en la pared del muro exterior del Amanecer, observaba la luna, que con su luz mortecina iluminaba el hueco Mundo, el único lugar donde se sentía cómodo.

El Amanecer era un lugar molesto, donde todo el mundo estaba pendiente de lo que hacías para poder hacerte la zancadilla y así subir en el escalafón. Él muchas veces se había planteado las ventajas de subir de jerarquía y los inconvenientes de hacerlo. Por un lado, tendría que dar menos explicaciones y no habría tanta gente molesta a su alrededor si él no quería. Pero si subía, también tenía el inconveniente de estar vigilando su espalda continuamente, algo que consideraba molesto, y que tenía que hacer también ahora, siendo un arrancar de un grado no muy alto. Por estos motivos y por su carácter, apenas se había relacionado con nadie, sólo con una Espada, Okami, de la que todavía no terminaba de fiarse, pero con la que podía estar sin preocuparse de una puñalada. Al menos, hasta que se canse de mi insolencia. Al tener ese pensamiento, tomó una expresión entre agria y divertida.

El tiempo pasaba, y pronto su mente se calló dejándole en un estado de semiinconsciencia y perdiéndose en el horizonte, que se reflejaba en sus dos ojos grises y ausentes, mientras se camuflaba con el paisaje con la arena que ya comenzaba cubrirle los pies.

Off: Perdón por la tardanza y la brevedad, pero es que estoy con mucho trabajo acumulado.


Última edición por Yoel el Lun Mayo 10, 2010 8:42 am, editado 1 vez
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Mensaje por Klauss Miér Ene 13, 2010 7:48 am

Con un eficiente salto, Sombra atrapó a la criatura entre sus zarpas y le arrancó las patas delanteras con un par de mordiscos de los incisivos. Las heridas no sangraban, pero debía darse prisa en comer antes de que el cuerpo se desvaneciera y pasara a ser sólo energía, que viajaría en diminutas partículas por el Hueco Mundo, alimentando con sus restos a las alimañas más débiles. Apurada, con un sonido parecido al de un mordisco en una fruta madura, empezó a devorar con deleite el abdomen del otro hollow. Klauss pudo apreciar cómo por un breve momento, con la boca llena de comida, el depredador encontró un jirón de felicidad en su peligrosa y complicada vida.
La víctima, una figura oscura y mutilada cuya consciencia fugaz era incapaz de retener en la memoria demasiado dolor, dejó de existir casi al instante.

El ser de apariencia humanoide permaneció un rato más de cuclillas sobre la gruesa rama oscura en la que estaba posado, contemplando la escena con la apariencia de un ave carroñera que aguardara su turno para comer. Pero lo único comestible ante sus ojos era Sombra, aquel magnífico ejemplar que le entretenía involuntariamente con su caza de vez en cuando, y el hambre que pudiera sentir el Arrancar no se vería complacida con esa presa. Todavía no.

Tan silencioso como las había ocupado, Klauss abandonó las ramas de aquel árbol y se alejó del hollow sin que éste siquiera fuera consciente de que hasta hacía unos segundos estaban siguiendo sus movimientos. Quizá no fuera la forma más emocionante de pasar el tiempo, pero era una opción mucho más atractiva que sociavilizar con el resto de seres que eran como él. Bien por su carácter ambiguo o porque los miembros de su sección siempre habían tenido fama de ser más independientes que el resto, pocas ocasiones había cruzado más de dos palabras con alguien. De hecho, no recordaba haber intercambiado un saludo siquiera por los pasillos blancos de El Amanecer en el último mes. ¿O tal vez había pasado mucho más tiempo?


"Ni siquiera sé si en la sección seguimos teniendo un Espada", pensó con cierta indiferencia mientras alzaba sus ambarinos ojos hacia la oscuridad del cielo. Siempre había sido un errante, un solitario, y bien podría desmoronarse todo a su alrededor que no se sentiría más afligido de lo que pudiera estar por sus propior pensamientos, amenudo inquietantes. Se sentía irritado con todo aquello del sino, del karma, y de todas esas teorías que abarcaban el destino y la finalidad del alma de un ser humano. Si todo estuviera predestinado, o las mismas acciones y decisiones de un sujeto desembocasen en una desgracia o una fortuna merecidas, ¿debía esperar sentado a que sucediera aquello que debiera suceder o por el contrario meditar todos y cada uno de sus movimientos? Por esas mismas dudas él se limitaba a seguir el camino y sólo intervenir en aquellas cosas que le fueran muy evidentes. Y durante el trayecto, observaba, recaudaba información y después la analizaba, trataba de enlazar conceptos. Y sabía que así, algun día y de algun modo, obtendría alguna respuesta. Lo que todavía le mantenía dudoso era si, interactuando con los demás, el proceso se aceleraría o se vería entorpecido por las interferencias agenas.

Al devolver la vista a la tierra se topó con las grandes formaciones de arena, estáticas, sólo moviéndose la capa superficial por el arrastre del viento, que ahora se mostraba intrigantemente suave. Las dunas eran como los misterios y las respuestas que perseguía: enormes y jamás parecían encontrarse tan lejos como en realidad lo estaban. Uno podía caminar hacia ellas, y éstas parecían retroceder como si estuvieran vivas. Resultaba difícil establecer su tamaño hasta que no se alcanzara su base, pues pocos elementos de referencia habían sobre los que calcular sus dimensiones que no fueran otras colosales dunas. Se le antojaba un buen símil. Y todo aquel contraste entre la oscuridad de la bóveda gobernada por la luna llena y los kilómetros de desierto blanco podrían bien ser los culpables de que se perdiera en el absurdo de sus cavilaciones, pues invitaba a ello.

Se palpó la parte superior de su uniforme, como si el mero contacto con la tela le recordara en cierta medida que era real, que todo aquello lo era y él estaba allí. Infinidad de sutiles fragancias, algunas neutras y otras inconfundibles, eran obtenidas por su olfato cuando respiraba. También percibía la baja temperatura del lugar, y la consistencia de la arena bajo su calzado. Por aquel cúmulo de sensaciones, se convenció, existía. Aquello apaciguó su incomodidad, y dejó de sentir la vulnerabilidad que le había acosado segundos antes. Porque él podía ser algo pequeño, un punto irrisorio en el Universo, sin control sobre su destino ni lo que le rodease. Pero estaba allí, poseía conciencia de todo aquello y poder sobre sí mismo. Se obligó a no pensar en la idea del Final, su significado y todo lo que implicaba.


"Siempre me pongo así cuando presencio alguna cacería", se reprochó y prometió en vano que no volvería a buscar a Sombra ni a ningún acechador para ver cómo acababan con el existir de otro, y que él cuando buscara alimento sólo se concentraría en apaciguar el hambre, sin cuestiones filosóficas de por medio.
Ya todo estaba bien, cada pesamiento peligroso encerrado en el rincón correspondiente en su mente, las preocupaciones olvidadas con la misma facilidad que vienen, y él volviendo a El Amanecer, donde buscaría algo que hacer y que resultara útil. Y entonces pasó una de esas cosas que a uno le dejan parado en el sitio, aturdido por la magnitud de algo que, se sabe, puede interferir en esa línea estable de lo monótono.

Poseía un reiatsu firme, seguramente más fuerte que la última vez que se vieron. La piel de Klauss se erizó, y con el simple conocimiento de su proximidad se sintió amenazado. Al principio titubeó un poco, pero sus piernas se mostraron seguras cuando echó a correr en dirección a la fuente de esa poderosa energía. Alzó una polvareda espesa mientras avanzaba que no le preocupó si llamaba la atención. Esta vez no quería pasar desapercibido. Aguantó la respiración, bien por la tensión que le embargaba o bien para que la arena no le irritase la nariz y la garganta al tomar el aire mezclado con ésta. Los ojos sí los mantenía abiertos, a pesar de la molestia que le causaba.


"No voy a perderle de vista"

Algo le atenazó la garganta cuando logró distiguirle allí, vagamente visible contra el muro y posado sobre la arena. ¿Le habría visto? ¿Sabría quién era él y sus intenciones? El pulso acelerado, marcando un compás regular y frenético que retumbaba en sus oídos. O era su imaginación que le alteraba hasta el punto de sentir cosas que no eran ciertas.

"Ahora es imposible que no me veas"

Dio un salto grácil en el aire y se mantuvo en éste a varios metros por unos momentos que a él le parecieron una eternidad. Allí estaba ese Arrancar, con su porte elegante y frío y la melena que parecía plateada perdiéndose más abajo de su espalda. Klauss sintió que la ira se revolvía como una bestia encerrada en sus entrañas, arañando y mordiendo sus vísceras. Y se le ocurrió un único modo de tranquilizarla, y así lo hizo.

-Zero- pronunciaron sus labios, pero de éstos no se captó ningún sonido audible. Extendió la mano derecha hacia el que había acabado por escoger como su adversario y, con los dedos extendidos y apuntándole, dejó que todo el odio -irracionol o no- que sentía fluyera por ellos a modo de ataque.
---
[Off Rol]: No te preocupes por tardar que ya sé que te explotan a trabajos.

Y como soy muy buena gente te toca leerte un tostón de post xD
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Mensaje por Yoel Sáb Ene 16, 2010 2:01 pm

Un Sueve viento mecía su pelo con delicadeza, mientras las horas transcurrían en el Hueco Mundo sin que el cielo diera cuenta de ello. El silencio, mensajero de la tormenta y falsa apariencia de paz en esta tierra inhóspita gobernada por la ley del más fuerte, no auguraba nada bueno para Yoel, que abrió los ojos oteando el horizonte buscando aquella energía que le inquietaba. Volvió a cerrar los ojos, e intentó buscar la dirección de donde venía, descubriendo que el nuevo visitante no camuflaba su reiatsu. Por fin, una figura alta de cabellos oscuros surgió de entre las dunas. Su silueta a contraluz parecía deforme, como si tuviera una protuberancia en uno de sus hombros, detalle que no puedo observar con atención porque un movimiento de su mano derecha le indicó las intenciones poco amistosas del recién llegado.

Levantándose con rapidez, el arrancar no dudó un instante en contrarrestar el ataque del enemigo, y sintiendo como la poderosa energía de su zero se acumulaba en su garganta, la expulsó con apremio dirigiéndola contra el Zero que venía en su dirección, colisionando con éste cerca de él, y formando una honda expansiva arrastrando la arena con fuerza. Colmillo de Hueso se había ofendido por semejante muestra indecorosa, nunca había llevado bien que atacasen sin avisar, a diferencia de su dueño, la espada tenía unos principios acérrimos, por lo que notaba sus ansias de derramar sangre.

-No insistas más- dijo en un susurro-. ¡Grita de dolor, Colmillo de Hueso!

El poder tras experimentar la resurrección, era pura adrenalina para su cuerpo. Sentía como su espada y él estaban aún más unidos, por lo que el deseo de muerte de su zampakutou, ahora tenía la misma intensidad para ambos. En apenas unos instantes, recorrió la distancia que le separaba de su contrincante, y alzando su espada en posición de ataque, agarrándola con las dos manos, la dirigió al cuello del joven con intención de matarle, para que lo último que viese aquel gusano, fuesen sus ojos como el acero atravesándole como su espada.

Off: No narres todo con morado, que me cuesta leerlo Razz
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Mensaje por Klauss Lun Ene 25, 2010 8:50 am

El encuentro entre los dos zeros le asemejó el impacto entre dos grandes astros furiosos, inmolando y cegándoles con la arena que su energía alzó, como si por un momento hubieran puesto el cielo en el lugar de la tierra, y viceversa. Pudo oír a pesar del estruendo las palabras que liberaban la zanpakutoh de su adversario, y gracias a ello se vio capaz de reaccionar para desviarse de la trayectoria del ataque. No obstante, al haber despertado aquella parte oculta de sus poderes, el sonido del otro Arrancar superaba el suyo con creces, y fue así cómo el filo reluciente de Colmillo de Hueso probó su sangre por primera vez.

Klauss apretó los labios y ahogó un gemido de dolor, sientiendo que la carne de su pecho se abría con espantosa facilidad, impregnando la tela blanca de la chaqueta de su uniforme de un color carmesí apagado. Moriría si no actuaba rápido, y fue el velo de furia que bañaba los iris nebulosos de su adversario lo que le inspiró la determinación necesaria para no permitir que la cosa acabara de ese modo, tan apresuradamente.

La sensación de ingravidez abandonaba su cuerpo mientras caía al suelo, girando en el aire para aterrizar de forma segura. Su brazo derecho se movió hasta que la empuñadura de su espada quedara aferrada entre sus dedos, desenvainándola con el sonido de la sal derramada. El corte preciso en su piel ardía, pero era ese dolor algo que le animaba a estar atento, que le recordaba, de cierto modo, que todavía no le habían matado.


"Ahí estás"

No vaciló al lanzarse hacia la figura, esgrimiendo su arma con intención de causar el mayor daño posible, pero no la muerte. De todos modos sabía que no podría matarle, al menos no ahora que el otro jugaba con evidente ventaja.

-Zero- repitió, sin dejar de correr hacia él, luciendo una expresión que no dejaba lugar a duda que seguiría cargando contra su enemigo, que continuaría acosándole con sus embestidas y su furia sibilina, hasta obtener aquello que fuera lo que buscaba o quedar tendido en el suelo.
--
[Off Rol]: No te quejes del color que ya te envío por mail el texto con un color que puedas leer ¬3¬
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Mensaje por Yoel Vie Ene 29, 2010 9:37 am

Sus miradas se encontraron cuando su espada estaba a corta distancia del cuello de su contrincante, algo en él le recordó a su pasado, pero como éste era bastante borroso no recordaba en qué momento le conoció y de qué. Esa pequeña duda, le salvó la vida al joven Arrancar, porque al perder la concentración su espada fue desviada con cierta facilidad, aún así Colmillo de Hueso, consiguió alcanzar su pechó, y lo desgarró sin piedad.

El chico, cayó en el suelo y sacó su espada para contraatacar con una furia incontrolable. Yoel no comprendía por qué aquel Arrancar mostraba tantas ganas de matarle en vez de huir ante un oponente superior, por lo que supuso que no debía de tener muchas luces. Mientras el chico le atacaba sin tregua, e intentaba herirle de gravedad, Yoel se preguntaba si aquel joven de cabello oscuro sí que le recordaba, y por ese motivo, le atacaba. El colmo fue, cuando el Arrancar le lanzó un zero a escasa distancia, y tuvo que hacer que esquivarlo con la zampakutou con rapidez, por lo que no pudo parar su espada y el filo de está, desgarró los ropajes de su hombro.

Yoel empujó a su contrincante, parando una de las estocadas de su espada y echándolo hacia atrás para tirarlo al suelo. Luego, utilizó su sonido, y quedó delante del Arrancar a unos seis metros de éste, pudiendo ahora verlo con claridad. El joven, era algo más alto que Yoel, de piel cetrina, marcadas ojeras y ojos dorados. También observó, que lo que antes le había parecido una deformación en su hombro, era en realidad una prolongación de su máscara en forma de cuervo. Después de mirarle con detalle, selló su zampakutou, y la envainó.

- No sé por qué me atacas, pero estate seguro de que si sigues vivo es porque sé que algo nos une en nuestro pasado, y no soy capaz de recordarlo- cierra los ojos unos instantes y ordena sus ideas, después los vuelve a abrir, y sigue hablando-. Si quieres levantarte y seguir atacando lo entenderé, pero entonces, te sacaré la información por la fuerza. Sin embargo, si decides hablar ahora, quizá sigas con vida cuando termines de hablar.

Dicho esto, esperó su respuesta con los brazos pegados a los cotados, y la mano derecha tocando su empuñadura.
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Mensaje por Klauss Vie Ene 29, 2010 11:02 am

Todo sucedía tan rápido que Klauss no pensaba sus movimientos, sino que dejaba lugar a la improvisación y al instinto. La adrenalina burbujeó en su sangre cuando, por lo que pareció un milagro, fue capaz de alcanzar al otro Arrancar. Pero no había heridas, sólo tejido rasgado.

"No esperaba que fuera tan fuerte... ¿por qué todavía no me ha derribado? ¿Está jugando conmigo?"

Sus ojos se entrecerraron por la indignación, y buscaron al hombre de melena plateada para escupirle unas ofensivas palabras, pero ya no estaba ahí. Giró con el filo de su espada trazando un círculo en el aire y planeó su trayectoria para poder arañar dolorosamente el hombro que quedaba expuesto entre la tela cortada. El convencimiento de que podría hacerlo, de que lograría herirlo acrecentó su frustración cuando, con una sencillez insultante, se rechazó su ataque y fue lanzado al suelo como un despojo.

Bastó que parpadeara para encontrárselo de pie frente a él.

"¿Así acaba?"

Quiso decir una frase ocurrente, unas palabras que al menos le otorgasen cierta gloria a su fin, pero no podía despegar la mandíbula, y de ser capaz, intuía que entonces sería su voz la que flaqueara. Entonces sólo le quedaba sostenerle la mirada para conservar cierta dignidad, y que fueran sus ojos dorados los que quedasen abiertos con desafío incluso una vez despojados de cuerpo.
Pero seguía siendo un final muy patético, demasiado humilde. En exceso estúpido.

"¿A qué espera? ¿Quiere que le ruegue? Maldito engreído..."

Y cuando el otro alzó su espada, lo último que pudiera esperar es que la punta fuera engullida por la vaina para que la hoja sedienta de sangre se deslizara dentro de ella. Le costó comprender lo que había pasado, hasta que el otro se explicó.

El odio se reencarnó en sus músculos cuando aquel maldito bastardo confesó que no le recordaba. ¡Después de todo y no era capaz de hacerlo! Los insultos deberían haber explotado en su boca como el vómito, pero por algun motivo extraño e irritante no era capaz de manifestar la ira que le devoraba desde dentro.

-Pues yo sí te recuerdo- soltó, y se maravilló de la calmosa pronunciación de las sílabas, de la carencia de temblor en su voz. ¿Estaba hablando él de verdad o era otro el que proyectaba sus pensamientos al exterior, que los verbalizaba?-. Quizá debería dejarte atormentado con la desazón que provoca el olvido. Tal vez me oponga a satisfacer el hambre de tu memoria.

Y estaba obcecado, al parecer, en querer arriesgar su cuello esa noche, saliéndose del patrón de su conducta habitual. ¡Él no era un suicida! Pero sólo demostraba un gran interés por poner en peligro su existencia. ¿Por qué?

"¿Por qué? ¿Por qué no me recuerdas?"


--
[Off Rol]: Sin letra morada, au ¬3¬
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Mensaje por Yoel Lun Feb 08, 2010 12:48 am

Un viento repentino se arremolinó sobre las dos figuras, cubriéndolas en una nebulosa momentáneamente. Durante unos instantes no se oyó nada, y ningún ser osó moverse, parecía que el tiempo se hubiese detenido para poder contemplar mejor la escena entre los dos Arrancars. Yoel buscaba entre sus recuerdos como humano y Hollow en busca de algún dato que se le escapase. Comprendía perfectamente que aquel joven se mostrase tan ofuscado, y por ello no quiso matarle tras aquella muestra de insolencia. Se acercó al Arrancar y sujetándole por la barbilla acercó su rostro al suyo, mirándole directamente a los ojos, buscando una respuesta que no encontraba en aquellos ojos dorados llenos de dolor.

Algo extraño sucedió, fue como si el aquel ámbar que reflejaba su rostro cambiase de tonalidad, aunque seguían siendo del mismo color, o quizá algo más oscuro, del color del oro viejo. Su corazón comenzó a latir de forma frenética tras llegar a la comprensión.

-Te recuerdo- dijo en un leve susurro.


Las calles estaban cubiertas por un espeso manto de nieve, la gente se aferraba a las pesadas piles que les cubrían con fuerza, intentando aislarse del helado viento que les azotaba sin piedad. Un joven de mirada arrogante y caminar resuelto, iba acompañadote otro más alto y desgarbado y de una joven de rostro aniñado y cuerpo precozmente curvilíneo. Pasaron rápidamente por las calles principales, y comenzaron a pasar por un intrincado laberinto de calles llenas de vagabundos, drogadictos y prostitutas. La ciudad de Moscú, era un enorme palacio dorado, construido sobre los hombros de andrajosos hombres y mujeres de mirada hueca; era el lugar perfecto para un hombre con dinero con ganas de divertirse. Por un par de monedas, una persona podía hacer que un padre vendiese a su querida hija pequeña.

Después de caminar un buen rato, llegaron a un enorme caserón de paredes descorchadas. En algún momento debió de ser un buen sitio, pero ahora, rodeado de un pequeño jardín de maleza espesa, y acompañado de pequeñas viviendas construidas de forma desordenada, había perdido toda su majestuosidad. El hombre que había ido a la cabeza del singular grupo, se giró y miró directamente a sus acompañantes, mientras se colocaba algunos mechones plateado detrás de una de sus orejas.

-Bienvenidos a mi humilde morada. Lamento el aspecto que tiene actualmente, pero tristemente, el tiempo no perdona ni a las construcciones sólidas. Este pequeño palacete, antes estaba situado en lo que eran las antiguas afueras. Con el tiempo, la familia noble que vivía aquí se arruinó y esta casa quedó desabitada. Como podéis ver, esta ciudad ha crecido mucho, y éste, ya no es el barrio que era.

Los dos acompañantes no dijeron nada, así que el anfitrión abrió la puerta con una vieja llave, y les franqueó la puerta para que pudiesen pasar. Después de pasar por una enorme entrada con una escalera de desgastado mármol, entraron en una amplia sala, llena de andrajosos tapices marcos sin cuadros, muebles destrozados y una enorme chimenea que no paraba de chisporrotear. Los dos invitados pasaron y observando la sala. El joven de ojos dorados, tenía una expresión ausente, aunque su mirada delataba su inquietud. La chica, sin embargo, se mostraba feliz de poder pasar una noche cerca del fuego y abrigada del frío.

Las puertas que estaban en el fondo se abrieron, y un hombre extremadamente viejo y encorvado, entró con un pequeño carrito de hierro forjado lleno de suculentos manjares. Yoel, el joven dueño de la casa, instó a sus invitados a comer mientras el mayordomo se marchaba. Los jóvenes no esperaron ni un minuto a devorar con avidez aquel festín, se les notaba mal alimentados, por lo que pasó por alto su falta de “modales en la mesa”.

Después de que terminasen con casi toda la comida, Yoel se ofreció a mostrarles la casa antes de enseñarles dónde iban a dormir, y ellos aceptaron encantados. La mayoría de las habitaciones aún no habían sido habilitadas, pero el joven de cabello plateado las mostraba como si cada una de ellas estuviese suntuosamente decoradas. Llegaron al extremo de la casa más alejado de la calle. Era un pasillo poco iluminado, había goteras, olor a cerrado y las puertas estaban más carcomidas que las del resto de la casa. Se dirigieron a una sala cuya puerta era diferente a las demás, más pesada y nueva. La chica, se agarró con fuerza a su acompañante, no sabía muy bien por qué, pero comenzaba a desconfiar de ese extraño aparentemente amable. El chico de ojos dorados, se alisó su grasiento cabello, y le dirigió a la joven una mirada tranquilizadora. Yoel se acercó a los dos, y tendió la mano a la muchacha, como haría un hombre de alta posición a una dama, observando sus ojos negros como el azabache, su piel rubicunda y su cabello escarlata. La chica se sintió cohibida, pero aquel gesto le llenó de orgullo y agarró su mano. Entraron todos, era una sala enorme: las paredes estaban cubiertas de espejos, los muebles eran suntuosos, y había una gran cama con sábanas de seda. Maravillada, la jovencita se soltó y corrió a ver los muebles de cerca, jamás había visto tanto lujo.

-Klauss, ya sabes lo que tienes que hacer- le dijo Yoel al oído al chico de pelo oscuro.

Con pesar, aquel hombre de semblante sereno, se dirigió a la muchacha, y ésta se mostró confundida porque no terminaba de comprender lo que sucedía, pero sabía que algo iba mal. Klauss le dedico una amplia sonrisa, y sacó un objeto metálico de su bolsillo, para luego agarrar con fuerza la muñeca de la joven y arrastrarla hasta la cama. Ella se contorsionó y tiró, pero él era más fuerte, y no tardó mucho tiempo en dominarla y atarla con las esposas de duro metal que tenía en la mano a una pata de la cama. Finalmente, con una seca despedida, se alejó de ella y salió de la estancia.

-¡¡KLAUSS!! Por qué me traicionas? No me dejes aquí, no me dejes con él. Por favor… - suplicó la chica-. Soy yo, soy Cassandra, me dijiste que nunca me abandonarías… ¡¡KLAUSS…!!

Yoel le dedicó leve inclinación, ignorando la desesperación que mostraba aquella chiquilla, y cerró la puerta con llave.

Los dos hombres bajaron al piso inferior, y llegaron a la enorme entrada. Klauss esperaba su recompensa y miraba la habitación nerviosamente. Yoel le dedicó una mirada pícara, y sacó un pequeño saquito de uno de los bolsillos de su chaqueta.

-En fin, creo que no que da nada más que pagar por los servicios que me has ofrecido. Desde luego, es lo que me dijiste, un buen ejemplar-. Se acercó a él, y se agarró a su hombro izquierdo con camadería, alzando un poco su manga con disimulo, y dejando entrever sus cicatrices-. Todo por esto, ¿eh? Tu soma momentáneo… Pero te entiendo, aunque tenemos una forma diferente de conseguir ese estado de éxtasis momentáneo.

Una figura sigilosa, se acercó a los dos, y con una vieja sartén de hierro golpeó al joven moreno.

-Rápido, Iván, ayúdame a colocarlo en aquel sillón, cerca de la chimenea.

El hombre, era bastante viejo, por lo que resultó más una molestia que una ayuda, así que Yoel tuvo que cargar con el chico él sólo, porque aunque estuviese desnutrido, era bastante alto y pesado. Después de colocarlo en el sillón, Iván sacó unos ropajes de ricos brocados, y los cambio por las ajadas ropas de Klauss, que fueron tiradas con desprecio al fuego.

-No… - dijo el joven semiinconsciente

-Se está despertando, mi Señor.

-No te preocupes, tengo la solución- le contestó, sacando una jeringuilla de su bolsillo y clavándosela sin cuidado en el cuello, mientras le cogía de la barbilla-. ¿Te gusta? Es lo que querías, por lo que matarías. Ahora, me marcharé a disfrutar del pequeño regalo que me has dado. Y… por tus buenos servicios, me siento generoso, así que te voy a dar un poco más de lo acordado- dicho esto, sacó un par de monedas de oro algo desgastadas, y las dejó sobre el cuerpo del joven-. Las ves, son como tus ojos, de un dorado, sucio, como el oro viejo.

Klauss no podía apenas murmurar por los efectos del golpe y la droga, así que se quedó allí tendido sin poder hacer nada.


***


Yoel salió del cuarto algo agotado, pero satisfecho. Todo estaba saliendo a pedir de boca, sólo le quedaba cambiarse, bajar a matar al viejo y cubrir a aquel drogadicto con las ropas de la muchacha y mancharle con la sangre.

Bajó al último piso, aquel viejo estaba sentado, con la mirada fija en su quehacer y sin reparar en él. Aprovechando su concentración, sacó una vieja pistola y le disparó, el hombre se desplomó con una expresión e sorpresa y murió sin saber qué había sucedido. Yoel se acercó al pordiosero, tenía la mirada ida, y las monedas se le habían caído.

-Suuee…ggg…- dijo alzando los ojos y mirando el vacío.

-Duerma, duerma, no se moleste por mi presencia.

Dicho esto, preparó el escenario y se marchó. Si aquel mendigo tenía suerte, se marcharía de aquel lugar con algo de dinero, si no, cargaría con las culpas. Lástima que no llegue a verlo.


Le pareció bastante gracioso que aquel pobre diablo se hubiese convertido en un Arrancar, quizá uno de bajo rango, pero un Arrancar en toda regla. Era obvio que quería matarle por todo aquello, pero no entendía muy bien el porqué, los dos eran igual de despreciables y cada uno sobrevive como puede. Las autoridades comenzaban a tener sospechas sobre la desaparición de jóvenes, así que debía huir y marcharse a algún pueblo dejado de la mano de Dios.

- No entiendo tu actitud, es cierto que te traicioné, pero mi traición no fue mucho peor de lo que tú hiciste. Yo al menos no iba ganándome lentamente la confianza de mis víctimas para luego abandonarlas como perros. Tú y yo estábamos en las mismas arenas movedizas.



Off:Lamento haber tardado tanto, pero como ya te dije, apenas duermo y me suele dar pereza escribir... Pensaba ponerlo todo de color morado, para que lo leyeses mejor xDD Pero me abstengo de ser cruel.
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Mensaje por Klauss Vie Feb 19, 2010 6:41 am

El viento sopló airado en sus oídos, revolviéndole los cabellos y provocando que algunas de las argénteas hebras que conformaban el del Arrancar rozasen su mejilla y sus hombros, asemejando pálidos brazos sin manos. Le ardía la boca del estómago, y por alguna desquiciante razón su mente era incapaz de hilvanar pensamiento alguno que le pudiera ayudar a escapar de esa precaria postura. Había acabado arrinconado.

La pausada respiración de Yoel le golpeaba el rostro, dada la escasa distancia que mantenían. Los dedos blancos y suaves no aflojaban la fuerza con la que mantenían aferrado su mentón, y nada más podía hacer que sostener aquel casi ceremonioso silencio mientras le parecía que los brumosos ojos registraban sus recuerdos sin permiso. Esperó, no supo por cuánto, a que se decidiera a acabar con él o se alejase.

"¿Qué locura has cometido provocándole, imbécil?"

Entonces pareció sobrevenirle al que le sometía, como si se hubiese prendido una chispa de reminiscencia en su cerebro, el pasado. La rigidez paralizó los músculos de Klauss por la tensión contagiosa y, al escuchar hablar a Yoel, pudo captar un sabor seco, amargo, en su aliento. No se esforzó en adivinar qué era, pues carecía de importancia ahora que por fin le había reconocido. Este hecho, en lugar de tranquilizarse, le irritó, sin justificación lógica alguna.
Aguardó callado mientras la mirada ausente de aquel hombre vislumbraba una época pasada, una etapa en la que sus miserables vidas habían terminado por coincidir. Se preguntó hasta dónde llegaría la memoria del Arrancar, si se mostraría justa o favorecedora de su poseedor. Él, por su parte, era capaz de evocar aquellas escenas con desagradable nitidez, al menos aquellas en cuyo transcurso su mente no quedó totalmente nublada por las drogas. Recordó el golpe, la mentira, la cruel manera en la que se burlaron de él. Recordó haberse levantado, aturdido, y subir las escaleras a trompicones, exigiendo entre balbuceos una explicación. Y también recordaba, al abrir la puerta, la sobrecogedora estampa que ofrecía la figura de la niña, Cassandra, la que tenía llamas encendidas por cabello y los iris pintados con carbón. Klauss había visto muchas cosas desagradables en su vida, pero la saña con la que habían tratado el cuerpo, más propia de una bestia que de un ser humano, le hizo vomitar allí mismo, manchando las exquisitas galas con las que había sido vestido en su inconsciencia. Dándose cuenta de la trampa que le habían tendido, logró salir torpemente del caserón antes de que algun guardia advirtiera el crímen que se había cometido dentro de aquellos muros. Lo único que encontraron las autoridades al presenciarse en el edificio, fueron los cadáveres de la muchacha y el viejo, un vestido rasgado y empapado en sangre y unas monedas de oro junto a él. A pesar de ser u barrio problemático, el suceso fue comentado durante largo tiempo por sus habitantes.

Volvió al presente, a las frías arenas del desierto blanco, a la inquisitiva mirada de Yoel. Era cierto lo que éste decía, que ambos eran infinitamente detestables por sus acciones, pero se equivocaba en algo. Klauss sí tenía un motivo para odiarle, para sentirse herido. O al menos así lo creía él.

-No lo entiendes, ¿verdad?- preguntó, con sus pupilas clavadas en las de él-. No lo entiendes porque eres un maldito arrogante, porque eres incapaz de...- se interrumpió, notándose por vez primera una leve oscilación en su tono. Por fin se dejaba entrever una pequeña grieta en su coraza de apatía y resignación-. Si tan parecidos fuímos, ¿por qué me dejaste allí? ¿Por qué no me llevaste contigo?

Respiró hondo y bufó, no sólo enojado con aquel hombre, sino también por la manera que estaba comportándose.

"Estás hablando como un niño herido, Klauss, o peor... como una estúpida mujer traicionada."

--
Off Rol:
Soy un vago, la la la ~
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Mensaje por Yoel Dom Mar 07, 2010 2:19 pm

Tras oír esas recriminaciones, Yoel no pudo evitar soltar una sonora risotada. No podía terminar de creerse que aquel Arrancar le estuviese recriminando algo tan infantil. Si él le había considerado su igual, era porque ambos eran capaces de hacer cualquier cosa por lo que deseaban, sin importarle las repercusiones en los demás. Sólo importaban ellos mismos y sus propios fines.

Desde que era sólo era un niño, había sido impaciente y ambicioso de una forma poco comprendida por su familia. De pequeño, disfrutaba almacenando cosas bellas e importantes de personas cercanas. Las guardaba para su propio deleite, sabiendo que la pérdida de esos objetos, hacia daño a sus portadores, y eso era lo que los hacía más hermosos y especiales.

Cuando a sus doce años, su madre encontró su pequeño arsenal donde había más de un objeto suyo, ésta mandó a un criado que le azotase con una correa hasta que suplicase perdón, pero como ya desde pequeño era demasiado obstinado, y no llegó a quejarse, cogió su colección y todas las cosas importantes para él, y las quemó delante de sus ojos.

Aunque ese acto le dolió bastante, recordaba que optó por tomar una pose arrogante y fría; y para su sorpresa, su madre pareció complacida con su actitud. Por aquel entonces, su madre aún tenía grandes planes para él, pero pronto descubrió que cuando nadie te observa, y nadie espera nada de ti, se pueden hacer grandes cosas entre las sombras. Cuanto más le subestimaban, más astuto se volvía.

Yoel, soltó a Klauss, y se agachó cerca de él. Sacó su antiguo encendedor de plata, y comenzó a jugar con éste, pasándoselo entre las manos, o encendiendo su débil llama casi azulada.

-Klauss, te consideraba un joven más brillante… Sinceramente, me sorprende tu actitud- sacó un cigarrillo, de sus ropajes, pero tras acercarlo a su boca, decidió no fumarlo-. En ningún momento, he dicho que fuésemos iguales. Es cierto que los dos fuimos y somos seres despreciables, si no, no seríamos lo que somos ahora; pero desde luego, no nos parecemos- hizo una corta pausa para pensar exactamente lo que quería decir, y prosiguió-. Está claro que en el fondo vives con cierto pesar por tus actos, en vez de asumir lo que eres- se acercó otra vez al joven moreno, y esta vez le agarró de los hombros acercándolo hacia sí-. Tú no eres una buena persona, al igual que yo. No debes atormentarte por ello, sólo vives y vivirás para ti, como siempre ha sido. Si tuvieses la oportunidad ahora mismo, me cortarías la cabeza si eso te facilitase las cosas aquí- hizo una pequeña pausa, mientras le miraba de hito a hito-. Acostúmbrate o vive mintiéndote, pero desde luego no vengas a llorarme o reclamarme estupideces. Tú y yo caminamos en el mismo sendero precario, pero aunque dos personas caminen juntas, no significa que se conozcan o que vayan al mismo lugar.

Finalmente, le soltó y se levantó. Se había dejado llevar, y sin darse cuenta, había aplastado su cigarro, pero aún así, lo fumó. Sabía mal, pero ya estaba harto de esconder ciertas facetas suyas. Ya era demasiado tarde como para empezar a avergonzarse de lo que era, aunque no sabía exactamente qué clase de ser era.

Off: He tardado demasiado, tienes derecho a arrearme xDD También me he dado cuenta que puse que Yoel fumaba como un cabrón, y el pobre parece abstemio Razz En fin, nunca es tarde para empezar...
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Mensaje por Klauss Mar Mayo 04, 2010 11:58 pm

Torciendo el gesto con desagrado -no sólo hacia sus palabras sino al que las pronunciaba-, Klauss se puso en pie al poco de hacerlo su interlocutor, sacudiéndose concienzudamente los finos granos de arena de sus ropas, como si, de pronto, fueran dos caballeros en un elegante salón de té y él debiera estar a la altura de las circunstancias. Su mirada se entretuvo unos silenciosos momentos en la negra empuñadura de Miseria, conteniendo su furiosa necesidad de desenvainarla y dejar caer el filo sobre la blanca cabeza del Arrancar.

-Tienes razón. Ha sido estúpido venir a buscarte, quizá con la intención de hacerte cargar con las culpas que terminaron por devorar mis cadenas, por querer castigarte, como si hubieses sido tú el que me trajo hasta aquí y me convirtió en lo que soy.- Frente a los muros del Amanecer, y a sus espaldas, la oscuridad parecía una colosal boca que bostezaba, engullendo la luna. Esa noche lo hacía sentir pequeño, disminuído, como un juguete que se rompe facilmente, que facilmente se deja de lado.- Pero te equivocas. Te equivocas cuando pretendes hacer creer que somos tan distintos. Yo no me arrepiento de las cosas que hice, si acaso lo hago por el motivo que me impulsó a hacerlas. A nadie le gustaría convertirse en algo tan penoso como...- se interrumpió, frotándose la muñeca izquierda con los dedos de la diestra, recordando lo destrozadas que se había llegado a dejar las venas por culpa de la droga. Ahora no quedaba, desde luego, ninguna marca visible, pero bastaba con que él supiera que una vez estuvieron ahí.

Se puso al lado de Yoel, al que superaba en altura por no mucho, y dejando que el otro advirtiera que se estaba fijando en su maltrecho cigarro, emitió un leve sonido apretando los labios, entre desdeñoso y burlón.

-Te crees superior, sólo porque tu manera de llegar aquí fue más...¿elegante? Sí. Pero la realidad es que eres igual de triste que yo, sino más. Al menos con mi muerte, dejé todas esas cosas que me debilitaron atrás, pero sin embargo tú te aferras a ellas. Mírate, fumando. Pero no me reiré de ti, tendré mayor consideración contigo de la que tú has hecho gala hasta ahora.

A pesar de que Klauss se estaba forzando en parecer impasible, su mandíbula se cerraba con fuerza cada vez que callaba, hasta el punto en el que se le podía oír chirriar los dientes. Tan grandes eran sus deseos de descargar toda la ira contenida en aquel hombre que tenía a escasa distancia de él, al que podía tocar con tan solo alargar un brazo. Pero iba a luchar consigo mismo, a mantener la tranquilidad que ahora le costaba sudores no perder. Se negaba a repetir el lamentable espectáculo ofrecido, a quedar de nuevo como un vulgar desesperado.

-En cuanto a tus consejos, puedes quedártelos y aplicártelos a ti mismo. Aunque apenas tenga trato con otros no me es desconocido que te causará muchos problemas que sepan que no has superado ciertas flaquezas humanas-. Alzó la barbilla y entornó la mirada, regocijándose en ese pequeño vicio de Yoel, sintiéndose, aunque solo fuera un poco, más fuerte que él en ese sentido.- Pero imagino que estás por encima de esas cosas... claro.
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Mensaje por Yoel Lun Mayo 10, 2010 11:16 am

La tensión era palpable en el ambiente, aquello estaba convirtiéndose en algo personal y parecía que ninguno de los dos iba a ceder.

Estaba claro que Klauss quería provocarle metiéndose con sus costumbres humanas, pero ya hacía tiempo que ignoraba las miradas de desaprobación de los demás al fumarse un cigarrillo, así que no iba a dejar que ese hollow plañidero se le insubordinara de esa forma.

La fracción cogió el cigarro, y soltó su ceniza sobre la frente de Kauss, enseñando al joven arrancar una sonrisa que mostraba sus colmillos inusualmente afilados.

-Querido, Klauss, para no querer ofenderme noto cierto rencor en tus palabras- le contestó mientas saboreaba su cigarro y le echaba el humo a los ojos-.Sí, lo confieso, sigo estando enganchado al tabaco, pero no por hacerlo soy menos capaz para ejercer mi puesto, y dudo que alguien diga lo contrario. Deberías estar menos a la defensiva, ¿no se supone que somos viejos amigos?

Klauss quería enfadarle y herirle, parecía que quería que acabase matándole soltándole todo eso. Pero no lo iba a hacer, porque por alguna razón, toda aquella provocación le divertía y no hacía más que darle ganas de continuar conversando, hacía mucho tiempo que no peleaba dialécticamente con alguien y le estaba resultando interesante, aunque la discusión fuese una reclamación.

Yoel se sentó en el suelo, manteniendo el cigarro en su mano derecha y jugando con la arena con la izquierda, mirando el horizonte y perdiéndose entre las dunas.

-¿Vas a sentarte a conversar, o prefieres seguir de pie? – dijo mientras seguía mirando el monótono paraje.
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Mensaje por Klauss Mar Mayo 11, 2010 7:51 am

La grisácea nube de humo que le había arrojado a la cara fue prontamente disuelta por el aire del desierto, no obstante Klauss todavía sentía su aroma pegado al rostro. Y por una desafortunada fracción de segundo, se preguntó si la boca de Yoel siempre tendría ese sabor ligeramente especiado. Afectadamente, apartó sus turbias pupilas del hombre sentado cerca de él y tragó saliva, sintiéndose incómodo y algo avergonzado.

-Qué idiotez - musitó para sí, dándole la espalda e ignorando su invitación. Ahora, pateando sin gran entusiasmo la arena, se sorprendió pensando en su vida humana. Presionar el émbolo de la jeringuilla medio centímetro. Sentir la droga quemando la vena. Y, torpemente, frotarse la piel para que circulara. A eso se reducía todo. Pero no siempre había sido así. Alguna vez había sido inocente, había tenido sueños. Sólo durante unos escasos años, pero alguna vez él fue alguien normal. Trató de recordar la última ocasión que rió con ganas, pero su memoria estaba borrosa. Incluso cuando era solamente un niño, sabía que lo había pasado mal. Quizá, al poco de entrar en el ejército, había podido aferrarse a la esperanza de que todo iría mejor, y que podría hacer algo por toda la gente que, como él, crecía y sobrevivía en una tierra sumida en constantes conflictos e inseguridad. Pero nada había salido como él esperaba. Nunca.
Volviendo a su presente, recuperó la conciencia del Arrancar cerca de él, y ello le recordó su enfado. Todo eso, su particular y absurda venganza, tampoco terminó como habría deseado; él era débil, o, visto de un modo más positivio: no lo suficientemente poderoso como para vencerle. Sería mejor marcharse de ahí y conservar la cabeza antes de que el humor de Yoel se tornara caprichoso y decidiera matarlo. Al menos le quedaba la oportunidad de entrenar duro y tratar de superarlo, aunque quién sabía cuántos malditos años necesitaría para ello.
Pero antes podía aclararle una duda. No había nada de malo en ello.

-Yoel- pronunció su nombre como si le estuviera llamando "bastardo" o algo peor. Suavizó su tono desganadamente cuando volvió a hablar-. He oído que nuestra sección no tiene Espada. ¿Por casualidad aspiras a alcanzar ese puesto?

Con un movimiento de la mano, se apartó un mechón rebelde de la frente, girando el cuello sólo lo suficiente para que se le viera uno de sus dorados ojos desde la relajada posición en la que se encontraba Yoel.
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Mensaje por Yoel Mar Mayo 18, 2010 9:33 am

Yoel esperaba expectante; Klauss había declinado su invitación y ahora estaba sumido en sus pensamientos dándole la espalda. Mientras estiraba las piernas tendido en la arena y apuraba la última calada de su cigarrillo, el arrancar observaba la delgada figura de su acompañante: su alargada silueta parecía brillar en contraste con el oscuro cielo y sus cabellos movidos por la ligera brisa, tenían brillos azulados a la luz de la luna. Era como ver un barco perdido en un inmenso océano de arena blanca.

La fracción comenzaba a impacientarse y a preguntarse en qué pensaba el torturado arrancar, pero no quería interrumpirle, aquel desdichado debía de pensar en el pasado, parecía que vivía anclado en una vida que ya no tenía nada que ver con el presente. Yoel no concebía vivir cargando con un pasado lleno de remordimientos por algo que ya no se puede cambiar.

El moreno finalmente se giró, haciéndole una inesperada pregunta que le descolocó. Ser espada… Desde que había sido ascendido no se había planteado acceder a un rango superior, ya que hacía poco que era fracción y no aspiraba a nada, realmente no le importaba mucho lo que pasase en aquel lugar, no se sentía atado, pero un puesto privilegiado siempre daba ventajas.

Yoel apagó le cigarro en la arena, y sin llegar a mirar a Klauss contestó a su pregunta:

-Confieso que un ascenso puede llegar a falicitarte la vida, aunque siempre haya alguien que quiere tu puesto… -alzó la mirada, y con una sonrisa provocadora, clavó sus ojos en el joven de ojos dorados- ¿Te planteas obtener mi puesto, Klauss?
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Mensaje por Klauss Miér Mayo 19, 2010 8:17 am


-¿Doy la impresión de ser alguien ambicioso?
- consideró que para responder aquella pregunta bastaba con echarle un vistazo-. No, realmente no me interesan vuestros perversos juegos de corte.

Un ascenso no siempre trae consecuencias agradables. Al ocupar un alto cargo estás en el punto de mira, en cambio ser un soldado raso te hace pasar inadvertido y puedes obrar sin que todos estén pendientes del más mínimo fallo.

Que el anterior Espada de la Séptima estuviese tan desapegado de sus subordinados quizá fue la razón que le hizo decantarse por unirse a esa sección. Consideraba que al no estar amparados por su sombra, la mayoría de sus miembros habían aprendido a valerse por sí mismos y a tomar decisiones más juiciosas. Y qué decir que resultaba más cómodo, pues no hacía falta alardear de logros para ser el favorito de nadie.

-Personalmente no me siento cómodo diciéndole a cada uno cómo debe hacer su trabajo. Pero seguro que en tu caso no se da ese impedimento y disfrutarás diciéndoles a esos imbéciles hasta de qué modo deben atarse los cordones de los zapatos. Suerte con ello, Yoel. Espero que nadie te mate antes de que te graben el número en la piel.

Sin dedicarle una última mirada o siquiera un gesto de despedida, Klauss emprendió un camino que pretendía ser ligero en dirección a El Amanecer, sintiendo todavía que una parte de él - una parte irreflexiva y de pocas luces- quería quedarse allí hasta ver satisfecha su necesidad de humillar al otro hombre.

"Prometo que es la última vez. La última vez que salgo perdiendo ante ti".
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