Paraíso de bambú (Descripción de nueva zona y rol libre)

Sus quehaceres estaban todos cumplidos. Fue a revisar si había alguna orden nueva u olvidada pero no encontró a su Capitana por allí. Tan solo vio a algunos de su escuadrón a los que saludó con un suave ademán de cabeza antes de marcharse.

Se dirigió hacia su cuarto, abrió con cautela y vio caer la marca que siempre dejaba para saber si alguien entraba a su habitación, examinó que todo estuviese en su sitio mientras se dirigía a su armario. Al abrirlo localizó enseguida su uniforme de operaciones especiales, el cual le era más cómodo para el entrenamiento que iba a realizar. Palpó en el estante de arriba y bajó una pequeña caja, al abrirla comprobó que estuviesen todas las cintas de colores y las plumas. Buscó una bolsita de tela y la metió dentro, se colocó la katana a la espalda, la zampakutou al muslo y salió de allí ya vestida apropiadamente, de camino al "Sasayaki no sakuru".

Aunque Natsuki no era alguien ensimismado, le gustaba a veces apreciar los pequeños detalles de cosas insignificantes a las que la gente no solía prestar atención alguna.Se detuvo a observar lo que ella llamaba "Furui" por la forma de su tronco, que asemejaba un anciano sentado, observándole tras ese velo de sabiduría tan propio de alguien que ha visto tantas generaciones. A veces se sentaba, cuando estaba sola y sabía que no había nadie alrededor, a hablar con él como si creyese fielmente que el la escuchaba y podía entenderla y aconsejarla a través del bisbiseo de sus hojas. Se sentía identificada con ese arce de vid, a primera vista parecía insignificante comparado con otros mucho más jóvenes y fuertes, pero tenía muchísimas propiedades curativas.Su flor es dulce y su aroma embriagador, pero a pesar de tener diversos beneficios es un árbol casi desconocido, pues su ingesta o absorción de los gases que algunas de sus mezclan causan, podía envenenar y matar en menos de quince minutos.
Se sentía identificada con él, pues ella también actuaba desde las sombras y parecía tranquila e impasible, observaba todo lo que pasaba, pero podía ser letal y mortífera.

Escuchó que varios pasos se acercaban y su mente volvió al Seireitei, dirigiendo la mirada hacia el sitio de donde procedían. Vio aparecer tres muchachas, cargadas con cestas de onigiris. Al verla se acercaron rápidamente con una sonrisa de oreja a oreja.

¡Hola, hola! Somos del Club de arreglos florares y estamos vendiendo unos exquisssiiitos onigiri recién hechos para recaudar fondos para el club. ¿Ha comido ya? ¡Y sí es así, cómalo de postre! Sólo son diez kan - Natsuki aunque sonrió, las miró con expresión extrañada, pues las tres habían recitado la frase a la vez con coreografía y pose final incluida.

-Vaya, vaya. Espero que estén buenos tal como decís, por ese precio...- bromeó y revolvió su bolsillo buscando una pequeña bolsita en la que tenía algunas monedas, sacó veinte kan y se lo dio a la muchacha del medio, de nuevo al unísono las tres le dieron las gracias y se marcharon caminando como si algún extraño hilo invisible las uniese y ordenase que hicieran todo exactamente a la vez.

Se pasó la bolsa que llevaba en la mano derecha hacia la muñeca, para así poder tener un onigiri en cada mano e ir comiendo de camino. Dedicó una última mirada al árbol y pudo ver a lo lejos tras este, como el trío volvía a asaltar a otros shinigamis que pasaban por allí.
Retomó su paseo con tranquilidad, disfrutando y saboreando la comida mientras avizoraba a los que iban y venían, dedicándoles o no un cabeceo a modo de saludo cortés.

Llegó a la entrada de su destino e inspiró profundamente la fragancia que desprendía aquel bosque, cruzó el puente y tiró en una papelera las servilletas que le habían dado junto a la comida. Recorrió el pasillo hasta la zona central de entrenamiento, se dejó su bolsa de tela en uno de los bancos y se arrodilló para afirmarse bien los pantalones a los tobillos, sacudirse alguno que otro grano de arroz que había quedado atrapado en su vestimenta y al fin y al cabo, prepararse para comenzar el entrenamiento.
Paseó su mirada por la zona, intentando reconocer cara alguna y qué partes estaban libres. Afinando el oído podía escuchar que en los bosques ya habían personas entrenando el Shunpo, pues se escuchaba el latigazo propio de este al reducir o aumentar la velocidad, afinando su habilidad.

Comenzó a modo de calentamiento, con el pilar central recorriendo en ascenso y aleatoriamente los niveles de este, pareciendo que solo ella sabía entender por qué hacía una cosa u otra, aunque un ojo experto habría entendido el por qué de tales decisiones o movimientos.


~Off

De aquí en adelante, cada uno puede elegir como entrar. Si haberme seguido a partir de las tres muchachas, de si coincidir en la zona del entrenamiento o si por razón alguna me conocéis, sois de mi escuadrón u os han hablado de mi y queréis que os ayude con el shunpo o algo así.

Tras la efímera paz que acontecía durante esos días en la Sociedad de Almas, muchos shinigamis trataban de hacer sus labores lo más relajados posible. Después de todo, uno nunca sabe cuando le puede llegar la hora... pero sí puede tratar de posponerlo volviéndose más fuerte. En una situación así se encontraba Hoshimoto. Entrenando arduamente en los diversos pastizales que rondaban todo el Seireitei. La diferencia con la mayoría de los shinigamis, es que él no entrenaba para intentar posponer su propia muerte, sino que su objetivo era volverse lo suficientemente fuerte como para poder salvar la vida de quien lo necesitase. Este comportamiento no se debe tampoco a un corazón puro, ni a la idea de ayudar a los demás para quedar como el ''héroe''. Más bien, es una obligación para él, una obligación que se había convertido una enorme carga sobre sus hombros. El inicio de esa decisión de proteger a quienes lo rodeaban había surgido justamente por la acción contraria. Basta con la muerte de una sola persona para que uno se dé cuenta de cuál es su camino.

Permanentemente se culpaba a sí mismo por haber sido débil. Por no haber podido evitar la pérdida de quién más quería. Pero esto no hacía más que avivar las llamas de su corazón e impulsarlo a entrenar cada vez más duramente. Sin embargo, el realizar los mismos entrenamientos todas las noches podría romper el espíritu de cualquiera que no tuviera la suficiente determinación. No era cuestión de entrenar durante algún tiempo, ni de tomarse descansos los días que lloviera, o que granizara, ni siquiera si el sol no aparecía por el horizonte cuando debía; Hoshimoto había entrenado durante más de ciento cincuenta años. Más de un siglo y medio realizando los mismos ejercicios, los cuales variaban sólo en cuanto a sus repeticiones, o sus objetivos.

Cualquiera que trataba de ver como entrenaba, parecía atónito ante la diversidad de los ejercicios. Estos se basaban tanto en el entrenamiento físico como en las habilidades shinigamis; sin contar los tiempos de meditación para fortalecer el mismo espíritu tan importante como lo es el cuerpo.
Sin embargo, a todos les parecía un gran abanico de trabajos porque no se detuvieron a mirarlo tal vez durante treinta años, ni siquiera por más de un par de meses.
Era por eso precisamente que él tuvo barias crisis en las cuales pensó en dejar su métodos, en frenar con algo tan monótono que resultaba desesperante. Pero el recuerdo de su pequeño hermano siempre volvía a su mente y, hasta a veces con lágrimas en los ojos, continuaba como si fuera su deber el volverse más fuerte. Como si fuera un legado que le habían dejado.

Aunque ese día tenía algo diferente. En forma y esencia, era exactamente igual a cualquier otro día. Sin embargo, Hoshimoto frenó repentinamente sus prácticas matutinas y emprendió un pequeño viaje por el Seireitei. Tal vez halla sido la brisa del mediodía la que le dio en buen augurio, o tal vez el cantar de los pájaros le llegó como una señal. El hecho es que ni él mismo sabía por qué comenzó a pasear por lugares que nunca había visto. Es cierto que llevaba casi dos siglos desde que entró a la Sociedad de Almas, pero había estado la mayoría de ese tiempo concentrándose en volverse más fuerte antes de decidir enrolarse en alguno de los escuadrones; razón por la cual no conocía muchos de los lugares de ese (por entonces) pacífico mundo. Y es por el ir y venir del destino que terminó justo en frente de un inmensamente bello pasillo rodeado por cañas de bambú que oscilaban entre ellas y producían un sonido muy reconfortante.

Sin dudarlo, se adentró a ese pasadizo para percatarse de la presencia de otros shinigamis que parecían estar rondando por allí un tanto más velozmente. Fue luego de adentrarse bastante en ese mundo verde que de verdad comprendió donde se encontraba. ¡Era un inmenso campo de entrenamiento! Todo cobró sentido al ver la enorme estructura piramidal que se encontraba en el (aparente) centro del lugar, cualquiera podría decir que estaba de adorno, ya que gozaba de mucha belleza. Pero para muchos de los shinigamis que pasaran por allí era más que obvia su función: Ayudar en el entrenamiento del shunpo.
Luego de unas risas internas a causa de la emoción de haber encontrado un nuevo lugar para entrenar; estiró un poco sus brazos, aún cansados de entrenar toda la mañana, y pegó un enorme salto para caer en uno de los pilares que se encontraba por la mitad de la pirámide. Seguidamente, comenzó a realizar diferentes shunpos para acercarse cada vez más a la sima. No le estaba prestando absoluta atención al lugar donde se desplazaba, ya que tenía como objetivo el pulir la técnica en sí, ya que no era justamente su fuerte.

Tal vez fue por esa razón por la que no se percató de que había otra persona haciendo lo mismo que él. Persona con la cual tropezó y calló hasta la base de la pirámide (rebotando en muchos pilares inferiores). Aunque el dolor del impacto no se hizo presente en él por la preocupación de haber lastimado a su compañero. Sin embargo, tras levantarse del suelo y mirar rápidamente a donde se encontraba el shinigami, se dio cuenta de que esta era una mujer y, más importante, que no parecía estar dañada de gravedad.
Luego de esfumarse esa preocupación, Hoshimoto no pudo evitar llevarse la mano a la frente para frotársela, a causa del golpe que se había dado y que recién en ese momento comenzaba a manifestarse. Pero luego de unos instantes se recuperó y, haciendo una pequeña reverencia, se dirigió a la dama con sumo respeto.
-¡Discúlpeme por cruzarme en su camino!- Llegó a decirle antes de dar un breve suspiro a causa de la vergüenza -¡Le juro que no volverá a pasar!- Dijo antes de pararse y mirar a su compañera con mayor detenimiento.

Para su sorpresa, la shinigami era más bonita de lo que le había parecido en su primer mirada. Aunque no se fijó en su precioso rostro alargado, sino en la forma en la que se evidenciaba la dedicación que le otorgaba a su cuerpo, el cual era completamente atlético y estilizado. El ver ese hermoso ser hizo a Hoshimoto sonrojarse un poco. Hace mucho que no sentía algo así. Pero sin embargo, no era más que una emoción pasajera, nada que no hubiera experimentado antes ni que estuviera dentro de sus planes u objetivos. Por lo que volvió a suspirar y, ahora con su cara del color normal, se dirigió nuevamente a su compañera con la seriedad y el respeto que acostumbraba.
-Soy Sarevilo Hoshimoto, del escuadrón Gi.- Dijo mientras extendía su mano, en forma de saludo. -Espero no haberle causado muchas molestias.-

Estaba subiendo sobre sus pasos cuando se chocó de lleno contra algo, perdió el equilibrio durante unos segundos pero antes de tocar el suelo pudo usar el shunpo para no impactar contra el. Frunció el ceño al pararse enfrente del muchacho. Le sorprendió la rapidez con la que el shinigami reaccionó y le pidió disculpas, había sido una caída algo fuerte.

Lo observó con detenimiento mientras se presentaba, su apariencia era jovial y tenía unos ojos curiosos. Su forma física daba a entender cual era su especialidad, aunque lo que más llamó la atención a Natsuki era uno de los rulos rebeldes que se mecían en su frente. Daba un aspecto contradictorio, parecía ser un muchacho constante por su musculatura pero también algo desaliñado y despreocupado por su aspecto general. Aunque su expresión se mantenía seria, su tono de voz indicaba cierta amigabilidad.


-Disculpas aceptadas. Soy Chimamire Natsuki, del escuadrón Yu. -le tendió la mano para ayudarle a levantarse- Ha sido un buen golpe. ¿Está bien?, no ha sido una molestia tranquilo, no todos tenemos el mismo nivel. -su tono de voz seguía siendo el mismo, no había connotaciones de reproche ni nada por el estilo. Esbozó una sonrisa sutil.- ¿Perfeccionando el shunpo o aprendiéndolo?

Quizás para ella la respuesta era obvia, pero si fue así no lo mostró.

"Recuerdalo. Lo conoces"

Luego del primer intercambio de palabras, a Hoshimoto lo puso muy feliz el gran compañerismo que mostró su nueva compañera al extender su mano para ayudarlo a levantarse. Este se sintió un poco tonto al principio, debido a su torpeza. Pero las palabras de consuelo de la shinigami terminaron por devolverlo nuevamente a su tranquilo estado de ánimo. Tomó la mano de su compañera, la cual se presentó como Chimamire Natsuki, y se incorporó intentando hacer él la mayor parte del esfuerzo. En el fondo se preguntaba por qué esa situación le parecía tan familiar, y tal vez no sería la última vez que le volviera a pasar.

Luego de ponerse en pié, Natsuki le preguntó cómo se encontraba. A lo que el joven shinigami sonrrió de par en par mientras se llevaba la mano izquierda a la nuca. -Muchas gracias por preguntar. Pero un golpe como estos no es más que un rasguño comparado a los daños que suelo hacerme mientras entreno.- No estaba exagerando en lo más mínimo, ya que es muy normal para él el terminar con los nudillos sangrantes luego de horas de golpear árboles, y hasta daños mayores en los músculos por las excesivas jornadas que él mismo se imponía. Aunque a oídos de alguien que no lo conociera, quizás esas palabras lo hicieran parecer un torpe, o un masoquista. Eso mismo pensó Hoshimoto, pero sinceramente asumió para sí que suele ser algo masoquista a la hora de entrenar y no había duda de que ambos ya comprobaron lo de torpe...

-Mi nivel de shunpo debe de estar rondando el promedio.- Dijo respondiendo a la nueva pregunta de la shinigami. -Puede sonar raro, pero para ser sincero no sé por qué decidí entrenarlo justo ahora. Es como si esa pirámide me hubiera provocado.- Dijo para luego alzar la cabeza y observar la pirámide cuya cúspide se perdía en el cielo ayudada por el fuerte brillo del sol de ese hermoso día despejado. Infló sus pulmones con el tranquilizador aire inundado con la esencia del bambú y suspiró muy relajadamente para luego volver su vista a Natsuki con una enorme sonrisa que reflejaba perfectamente la alegría que sentía por haber ido a entrenar a ese lugar. -Me especializo en el hakuda, pero creo que no estaría mal practicar un poco el shunpo también.- Tras lo cual se inclinó hacia la shinigami y la miró directo a los ojos. -Y sería un honor para mí que alguien tan diestro como su persona me quisiera acompañar... Si no le molesta, Chimamire-San...-

Paseó su mirada de arriba a abajo de Sarevilo sin demasiado disimulo, al escuchar sus palabras se preguntó si estas serían sinceras o simplemente era una muestra más de la vanidad de los hombres.

Se sentía incómoda al no poder definir de qué forma era, parecía sencillo pero a la vez arrogante, aspectos contradictorios otra vez. Pero todo eso se tiznaba de una dulzura natural en su tono de voz y mirada, una calidez que la irritaba.

Y entonces, recordó de donde se conocían.

Aunque lo escuchó, lo ignoró por el momento e hizo su propia pregunta.

- Estuvo en el caso del distrito Suiseki, creo recordar. ¿Verdad? - entrecerró los ojos un ápice, rememorando.

Escuchaba en su mente las palabras que había usado con el Plus "Kaede", le llamó la atención en su momento esa afectuosidad con la que le había tratado.

"Demasiada gentileza y bondad, recuerdo"

La pregunta repentina de Natsuki produjo en Hoshimoto cierto desconcierto, aunque fue solo momentáneo. Él le había propuesto la idea de entrenar juntos, pero a ella pareció no importarle. Es más, pareciera que ni había escuchado sus palabras porque cambió de tema al mencionar que ya se habían conocido antes. A pesar de que este hecho le molestó un poco, tras comprender sus palabras el joven shinigami comenzó a pensar. Aún inclinado en gesto de reverencia alzó su cabeza para mirar nuevamente el rostro de su compañera y comenzó a buscar en su mente recuerdos que no tardaron en salir a frote.

-¡Tienes razón!- Dijo luego de reincorporarse completamente y hacer un gesto de sorpresa y alegría. -Fue hace tan poco y aún así parece que hubieran pasado décadas. Recuerdo que tú tomaste la iniciativa en el encuentro.- Tras esto, Hoshimoto hizo una pequeña pausa para sonreír a modo de preparación para su siguiente pregunta. -¿Cómo has estado desde entonces?-

Ahora la idea de entrenar había abandonado su cabeza por el momento. Por ahora sólo quería tener una grata charla con su antigua compañera de misión. Tal vez podría entrenar luego...
''Tal vez el destino me trajo aquí para hablar con ella en vez de entrenar... ¡Aunque siempre hay tiempo para entrenar también!''