Recuerdos/Sombras en el amanecer III

La mar encrespada subía furiosa por los negros acantilados de Hueco Mundo, ahogando todo cuanto osaba ponerse en su camino, obligando a los hollows a guarecerse lejos de la terrible tormenta que se había desatado. El cielo, antes oscuro, era una maraña de nubes rojizas que bañaban la tierra con su sanguinolenta lluvia, cubriéndolo todo con un manto rojizo.

Yoel caminaba por el suelo pedregoso haciendo caso omiso al agua que empapaba sus vestiduras. Llevaba días recorriendo aquel lugar inhóspito, buscando una pequeña casa de tejado puntiagudo que había visto en uno de sus nuevos recuerdos. La fracción sabía que estaba persiguiendo un fantasma, un recuerdo que quizá no fuera cierto y hubiese sido implantado por sus enemigos para conseguir algo de él. Pero qué, pensó Yoel.

Avanzaba durante horas sin descanso, con la eterna sensación de que algo le observaba, mientras veía una y otra vez el mismo paisaje. No había rocas ni árboles, sólo un superficie negra, seca y agrietada que llegaba hasta las rocas puntiagudas de los inmensos acantilados.

Sharp… escuchó el arrancar en su cabeza. Estás cerca, muy cerca… Sólo tienes que deshacerte de tu compañía. Sorprendido, Yoel miró a su alrededor, esperando que algo cayese sobre él, pero no pasó nada, el viento seguía rugiendo y la lluvia continuaba cayendo pesadamente sobre el encabritado mar. Debía volver, comenzaba a tener alucinaciones y no quería acabar desnudándose en medio de una batalla como el loco y desaparecido Kenzo. Fue entonces cuando sintió una presencia, era diferente a la sensación que había tenido desde que había partido y aunque todavía estaba muy lejos para saber si eran varios seres, le era familiar aquel reiatsu.

El viaje por el desierto no le había hecho el bien que esperaba. Sus ojos, ocultos tras sus gafas anaranjadas, escrutaban el horizonte en busca de respuestas a preguntas que ni siquiera podía formular con claridad. Había pasado mucho desde que hubiera decidido subir un estatus en la jerarquía de Hueco Mundo. Espada... Se le hacía tan absurdo. Con ese rango no podría hacer lo que debía para su Amo...

Chasqueó la lengua molesta, escuchando los lejanos truenos que traían una tormenta que caería sobre ella en cuestión de segundos. Nada que hacer, simplemente se dejó bañar por el agua oscurecida suspirando. Estaba furiosa. No le gustaba cuando no comprendía lo que había a su alrededor. Cuando no tenía un objetivo claro que cumplir. Rebanar pescuezos de Shinigamis le vendría bien, pero no podía ir al Mundo Humano. Debía pasar algo de tiempo para que se relajaran y así darles donde más les dolía.

Aquella chica había quedado en el olvido. No había nada más que hacer con ella por lo que se lo había entregado a sus bestias para que la destrozaran y se alimentaran de su reiatsu. Un final trágico para una víctima de malas decisiones.

"Kobayashi Hayato..." -murmuró la Espada gruñendo de odio puro deseando sentir la tráquea de ese arrogante capitán entre sus manos y escuchando el silbido de aquel que se queda sin aire lentamente...

Pronto, una energía espiritual que había en la lejanía le llamó la atención. Un reiatsu que conocía bien aunque solo se hubiera encontrado con él en un par de ocasiones. Era una de las nuevas mascotas de Marcus aunque era un cachorro inexperto y joven. Aunque tenía mucho potencial.

Sin ocultar su presencia se acercó más a él en un par de sonidos para que pudiera saber que se encontraba en la cercanía. ¿Qué hacía tan lejos del palacio? ¿Es que también había sentido ganas de destrozar algo en aquel encierro?

-¿Es que te has perdido y no encuentras la forma de volver a casa, cachorro? -preguntó la mujer con sorna mirándole desde lejos sabiendo que la escucharía aún por encima del sonido de la lluvia que los bañaba a ambos, sin distinción de poder, rango o sexo. Dos lobos solitarios bajo la lluvia.