Literalmente: Familia Noble

La mañana era fresca. Los shinigamis paseaban por los alrededores de aquel enorme edificio octogonal. La llamada cámara de los cuarenta y seis, cuyo interior se estudiaba en la academia, pero pocos tenían la suerte -o la desgracia- de haberla visto con sus propios ojos.

Tenía el tamaño aproximado del edificio principal de cualquier escuadrón, con la característica de estar bordeado por un foso con agua, unido al resto del seireitei por una simple entrada. Entrada que daba a una puerta con tres mecanismos de seguridad...

- A saber que harán ahí dentro... -

Saoru esperaba justo enfrente, sentado en un banco para tres personas, cuatro como mucho, a la citada en cuestión... ¿O debería decir "el" citado?. El caso es que, previo aviso de una mariposa, había concertado una cita con su hermana para tratar ciertos asuntos... inquietudes que le hacían vibrar desde hacía ya algunos años, y no podía apartar de su mente.

Las puertas del edificio se abren, barrera a barrera, y sale un hombre, con ropas de shinigami pero sin zampakutou, con gesto altivo, superior, mirando por encima del hombro a los shinigamis que, por una razón u otra, pasan por la puerta de la cámara en dirección al destino en el que le aguardan sus quehaceres.

Se detiene frente a Saoru. Éste le mira desde su posición, aparentando estar aún más relajado, dejando que sus posaderas resbalen por el asiento hasta tomar una postura totalmente dejada. El noble, le mira, hace una mueca amarga, como de asco, sacude su cabeza sosteniendo su presunta superioridad, y soltando un rebufo, y abandona la escena.

Saoru no es una persona que suela mostrarse desafiante, pero no suele acobardarse y menos ante quien le vacila sabiendo que definitivamente NO es superior. Admitiría esa chulería de parte de un capitán, o de un teniente, pero no de un noble...

Definitivamente, las relaciones entre nobleza y shinigamis no eran las mejores, y estaría bien encontrar un modo suave en el que limar asperezas...

Saeki llevaba aquella mañana unos mitones largos de lana negra. Iba corriendo, llegaba tarde a su cita, y para ella el ser puntual era algo muy importante. Pasaba a la gente en modo zigzag, sin tocarlas ni un ápice, su agilidad felina destacaba bastante, quizás por que después de todo, su cuerpo no era como el de un hombre normal.

Llegaba a aquel edificio tan alto, apenas le echaba cuenta pues estaba ensimismado en sus pensamientos y en como acelerar su ritmo sin llevarse a alguien por delante. Ya podía ver a su hermano allí esperándola, tenía cara de pocos amigos, seguro que estaba enfadado por que llegaba tarde. Entonces, sin prestar atención al resto de las demás personas, lo que estaba intentando evitar pasó. Aquel hombre de vestimentas de shinigami con gesto de superioridad cayó al suelo de la “carga” que había hecho Saeki. Se paró en seco mirando atrás a aquel hombre que ahora estaba en el suelo. Parecía un personaje importante así que se detuvo a echarle una mano. Miró antes a su hermano, para ver cómo iba a actuar él.

- Lo siento mucho caballero, no me di cuenta – dijo dándole la mano para que la cogiese.

Aquel hombre en lugar de tenderle la mano como había hecho él escupió en la que le estaba ayudando.

- No necesito nada de unos pordioseros como vosotros. Informaré de esto a quien haga falta, has atacado a un noble.

Saeki se limpió en un pañuelo que siempre llevaba encima, no por situaciones como esta pero si para intentar no mancharse si iba a beber con algún compañero y se caía algo encima. Siempre le gustaba estar impecable con su traje. Su rostro cambió a uno un poco más agrio y más amargo, no estaba enfadada por aquel tipo y lo que había echo, simplemente le molestaban que estuviesen así las cosas. Miraba a su hermano haciéndole un gesto para que no se acercara. No quería además involucrarle en estos temas. Si él había sido el causante él lo iba a tener que pagar solo.

Enfrascado en sus pensamientos sobre como pulir esas diferencias entre shinigamis y nobles, hubo uno de esos percances que agravaban la situación. El Asahina miraba perplejo como su propia hermana, con ese aspecto masculino que trataba de aparentar - y que realmente aparentaba a la perfección - arrollaba al noble que segundos antes se picaba con la mirada con el shinigami.

La catástrofe se veía venir.

A lo largo de su vida, su hermana había aprendido a defenderse sola más que bién, pero Saoru siempre tendría la necesidad de protegerla, aun sin ser necesario.

El ambiente se fue tensando. Ella que tiene la mano, él que le escupe, ella que se enfada, él que más, ella que no deja intervenir a su hermano, y su hermano que, previa mirada a ambas direcciones para cerciorarse de que no venía nadie, tomó al maldito y problemático noble por las solapas, y lo introdujo entre unos matojos que había tras el asiento. Saeki debió quedarse perpleja.

Una vez en los matorrales, quitados de la vista de shinigamis que transitaran esa calle, comenzarían una conversación "amistosa". Una conversación en la que el noble estaría boca arriba en el suelo, con la rodilla del Asahina casi clavada en su pecho. En ningún momento, Saoru estuvo dispuesto a desenvainar contra un hombre desarmado como era aquel, aunque su lengua, en ocasiones podía ser más afilada que la hoja de su arma.

- Escúcheme, noble-san, mi hermana, tras un simple error, ha pedido perdón y ha ofrecido su ayuda. Que menos que saber perdonar, ¿no le parece? - Esbozó una temeraria sonrisa que alzó sus pómulos, haciendo que sus ojos pareciesen zorrunos. - Y por muy noble que usted diga ser, no creo que sea un Kuchiki... ¿Tu que crees hermanita? Podría la familia de este simple noble con el respaldo que nos proporciona tu escuadrón y el mío? - dijo mirando esta vez a su hermana. Los dos sabían la respuesta, pero quizá su tan alto standing no le permitiese ver como funcionan las cosas en la actualidad respecto a las relaciones shinigami-nobleza.