Neg.v2. Sala 4 - Kuromachi

En mitad del pasillo este, hay una gran puerta caoba, Al abrirla, se ve un estrecho pasillo con dos puertas a cada lado del mismo tono, esta vez más pequeñas. Eran pequeños quirófanos habilitados tras la guerra por falta de espacio. Ahora, se han vaciado y solo hay una mesa austera y tres sillas, los cuatro metalicos. El cuarto está bien ilúminado, como todos en esa especie de hospital y sobre la puerta, una pequeña cámara de video vigilancia, controlada en todo momento por el responsable que no perderá ni un detalle de lo que pase en esos cuatro cuartuchos. A los individuos a interrogar se les ha requisado las Zampakutous.


SALA 4 - Kuromachi
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El flexo estaba apagado sobre la mesa, envuelto en la claridad del habitáculo. Se notaba, quizás por primera vez en lo que iba de día, que el cuarto escuadrón se estaba tomando el asunto MUY en serio y parecía un poco más organizado, que falta le hacía.

El muchacho estaba sentado en la silla. Postura correcta, espalda firme, ambos codos apoyados sobre la mesa metálica, mirada fija al frente. Parecía un soldado. Estaba concentrado en no perder los estribos. Ya tenía suficiente por hoy con haber encontrado un teniente del Gotei muerto. Cuando la puerta se abrió, dirigió su mirada al que entró, con gesto serio. Estaba casi impaciente por declarar su inocencia, y aportar todo lo que estuviera en su mano para ayudar con la investigación.

La puerta se abrió con suavidad, casi con delicadeza, y Kobayashi Hayato entró en la sala, seguido del Tercer Oficial Liang.

-Relájese, por favor -dijo, a modo de saludo, mientras cerraba la puerta tras ellos.

Apenas esbozando una sonrisa tranquilizadora, cogió una de las sillas libres y la llevó hasta la mesa, en la posición opuesta al chico. Se sentó frente a él, observándole abiertamente. Parecía un chiquillo asustado. Había algo de entrañable en su sobria pose de guerrero, a todas luces tensa y artificial; no como la compostura natural del luchador experimentado, siempre correcta y en guardia, sino como la del muchacho nervioso que trata de autoimponerse disciplina. Sí, entrañable era la palabra.

Según la mariposa del infierno, había sido quien había encontrado el cadáver de Katsu. Eso por sí solo no constituía una base razonable como para sospechar de él, por lo que por el momento jugaría a ser el poli bueno. Pero si durante el interrogatorio despertaba la más leve de sus sospechas, si le cazaba en cualquier contradicción o incoherencia, vería hasta qué punto podía interpretar también al poli malo. Pero que muy malo.

-Mi nombre es Kobayashi Hayato. Soy el capitán del Séptimo Escuadrón. Éste es el Tercer Oficial Quiang Liang -anunció. Con todos los cambios que había habido últimamente, no era muy probable que a un miembro de otro escuadrón le sonaran sus caras, pero sus nombres y rangos seguramente le indicarían que no habían ido ahí a bromear. Como miembros del Séptimo, era evidente que tenían una implicación en ello que iba más allá de la simple formalidad de una investigación-. Nos han informado de que ha sido usted quien ha encontrado el cadáver del Teniente Ryuga, por lo que le agradecería que cumpliera con su deber y contestara a algunas preguntas para ayudar a la investigación. ¿Supondrá eso algún inconveniente?

Liang siguió los pasos del capitán hasta la sala. Cerró tras de sí dejando casi que la puerta se topase sola con el marco y dejase la estancia completamente cerrada. Se mantuvo un par de pasos por detrás de Kobayashi, alejado del shinigami con la esperanza de poder ver, desde un punto de vista más amplio cualquier gesto corporal que pudiera pasar desapercibido. De por sí solo el shinigami ya parecía estar bastante tenso, nervioso quizás por su actitud controlada; nunca lo suficiente cuando sabes que hay dos shinigamis relacionados directamente con el cadáver, ansiosos por tener alguien a quien estrujar por el gaznate.

Hizo un gesto de cabeza cuando fue presentado, aunque no abrió la boca. Como sucedía con el shinigami del cuarto, él mismo estaba manteniendo a raya su cinismo en aquel momento; los juegos de tiras y aflojas no le gustaban... o podría gustarle, aunque no en esas circunstancias. Hacía esfuerzos para no mostrar abiertamente el enfado que le producía la escena y en su lugar, mantenía una expresión relajada: ceño tranquilo casi descreído, mandíbula relajada y brazos a la espalda; tenerlos cruzados denotaba una actitud desafiante y exigente lo que podría resultar contraproducente. Así que Liang aparentaba estar calmado.

Tenía la impresión, por lo que sabía de la intervención de Kuromachi en todo aquel lío, que no tendría mucho que aportar. Se limitaría a decir que vió el cuerpo y nada más; evitará el tema o daría respuestas esquivas para no caer en una conversación más... complicada. A sabiendas de que su escuadrón estaba en tela de juicio, Liang se preguntaba hasta qué punto se cubrirían las espaldas, como de implicados estarían para perjudicar a otros con tal de no limpiarse las manos.

El muchacho hizo una reverencia con la que rozó la mesa con la nariz al verle entrar. Supo al instante que era un capitán, auqnue con los recientes cambios, no estaba seguro de qué sección, y esa mañana ya había visto unos cuantos por el lugar. La movida del cuarto estaba tirando de mucha gente importante. Su cuerpo no se destensaba en ningún momento y menos ahora en presencia de un capitán. De hecho, al oír las palabras “séptimo escuadrón” se tensó infinitamente más. Algún músculo podría saltar en cualquier momento.

Afirmó con la cabeza cuando le dijeron que fue él el que descubrió el cuerpo. Y negó cuando le preguntaron si habría inconveniente. En todo momento miró fijamente a Hayato-taichou a los ojos, tratando de mostrar seguridad en sí mismo. Ni siquiera miró al segundo al mando, que se mantuvo alejado de la escena, al parecer buscando tener algo de más perspectiva.

El interrogatorio estaría a punto de comenzar. Había repasado cien veces lo ocurrido. No tenía mucho que aportar, pero sí que podría dar información sobre el funcionamiento del cuarto, o la piedra con la que se le asesinó. Daría todo lo que estuviera en su mano.

El capitán arrugó el ceño por un momento. Iba a necesitar algo más de elocuencia, si querían llegar a alguna parte. Se recostó hacia atrás, inspirando hasta llenarse los pulmones e intentando tomar también algo de paciencia junto con el aire. De la manga de su keikogi, sacó una libreta de notas y un bolígrafo.

-¿Le importa si tomo notas? Escribir me ayuda a concentrarme...

El chico negó una vez más con la cabeza, lo que hizo que el capitán tuviera que controlarse para no volver a fruncir el ceño. Todavía no le había oído la voz. Bueno, al parecer había llegado el momento. Abrió la libreta por una página en blanco, volteó el capuchón del bolígrafo para sacarle la punta e inquirió:

-Empezaremos por su nombre y rango, por favor. Y qué estaba haciendo cuando lo encontró.

A la pregunta de Kobayashi-taichou simplemente negó con la cabeza. Se veía que era un shinigami altamente disciplinado, y que no abriría la boca para interrumpir al capitán que le formularía las preguntas hasta que él se lo pidiese. Guardaba silencio al otro lado de la mesa, espectante por ver como avanzaba aquella tensa conversación. El chico debía medir sus palabras, ya que quiera que no, estaba ante el superior inmediato de un shinigami muerto en su escuadrón. Una muerte de la que, de una manera u otra, alguna culpa tenía que tener el cuarto.

- Mi nombre es Harada Kuromachi, pero por favor, llámeme Kuromachi. Mi rango es shinigami raso del cuarto escuadrón, señor. Disculpe el sombrío significado de mi nombre, señor, pero no lo elegí yo. - Su nombre significaba "Ciudad oscura" literalmente, algo que en ocasiones había hecho que no resultase una persona de confianza. Trataba al capitán con el que dialogaba como lo que era, su superior. Retomó su relato. - Esta mañana, al tomar el cambio de guardia, quise asegurarme de que todo iba bien, como suelo hacer, y al pasar por el cuarto del teniente Ryuuga Katsu, comprobé los hechos. Inmediatamente avisé al capitán, y desde primera hora está enfrascado en la investigación. - Eso último sonó como si, después de todo, quisiera dar a entender que el escuadrón se estaba preocupando por arreglar el asunto, no solo por la muerte del teniente, sino por evitar otras posibles futuras defunciones. O asesinatos.