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Mensaje por Narrador Jue Ene 20, 2011 4:45 am

[Ambientación: https://www.youtube.com/watch?v=Lqih21z5B4I&NR=1 ]

Las instrucciones habían sido entregados y los arrancar, con el fin de atacar al enemigo por todos los flancos habían sido divididos en varios grupos. Poco sabían ellos de lo que les depararía semejante cacería, siendo lo más cercano a una guerra civil que había sufrido Hueco Mundo en toda su historia. Pero el traidor debía caer, eso era lo más importante de todo.

El terreno jugaba en favor de los sublevados. Ante los enviados de Marcus cada grupo liderado por una o dos fracciones, arrancar notables dentro de las masas que seguían al Amo del desierto Hollow, se podía ver un vasto terreno de rocas escarpadas, parecido a un bosque retorcido y extremadamente siniestro. Como el bosque de menos que se encontraba bajo sus pies, las ramas de roca se confundían y mezclaban entre sí tejiendo un intrincado telar que se presentaba ante ellos más amenazante que cualquier otra criatura que poblase las arenas. Si eran lo suficientemente precavidos.

Justo en el linde, pocos troncos se podían distinguir de las escarpadas estalagmitas que surgían del suelo apuntando al cielo como brazos extendidos hacia la luna llena. El orbe celeste, teñido de un color rojizo, como una predicción de la sangre arrancar que se derramaría en el albo terreno. Se escuchaba el ulular del viento entre las ramas rocosas creando la ilusión de voces siniestras y gruñidos que amenazaban a cualquiera que osase poner un pie en su territorio... O tal vez no eran ilusiones...

La gran mezcla de reiatsus permitía a los más avispados distinguir varios de poderosas emanaciones y otros muchos que no presentarían mucho problema para cualquiera de los guerreros que habían decidido acabar con los insurrectos. Eso sí, eran muchos, muchos más. La oscuridad impenetrable no permitía ver más allá que a unos metros una vez se internaban en el bosque fosilizado. En algunos momentos, las ramas parecían cernirse sobre ellos para intentar aferrarlos con fiereza y desgarrar su carne. Puede que solo fuera la forma en que la luz de la luna incidía sobre las duras y afiladas ramas.

Todos sabían que no tardarían en escuchar los gritos de dolor de los combatientes, y solo les quedaba esperar que no fueran un aliado, pues el número, a pesar de las apariencias, era siempre importante. Ahora, solo quedaba esperar a la resistencia. A los guardianes que presentarían cara a los enviados por Marcus, el primer arrancar, a terminar con aquellos que osaban rebelarse a su poder y dominio. Ahora... Solo quedaba esperar...





[OFF: Siento muchísimo el retraso pero por fin llega la ansiada trama arrancar!!! Bien!!! Bueno los miembros del grupo que posteen una o dos rondas en el orden que quieran. Pronto, vendrá alguien a presentar batalla. Lo más importante, a divertirse y que se lo pasen bien! ^ ^]
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Mensaje por Dimitri Volkova Miér Feb 02, 2011 12:43 pm

Dimitri salió de su habitáculo con cara de asco, llegó a la pequeña reunión, tarde y aburrido, se puso en camino con gesto cansado y sin embargo, durante el camino, se le había ido marcando cada vez más una sonrisa infantil e impaciente en la tez.

Cada vez que sus pies se enterraban en la arena, sentía como su pulso se aceleraba en vista de la inminente batalla que tenía delante de las narices. No era muy entusiasta en ese aspecto, pero por esta vez, la rutina de su solitario escuadrón, un poco de acción le vendría bien a sus pocos músculos. Se retorcía en si mismo por el camino, crujía los huesos de sus manos, su espalda su cuello. Casi podría poner nervioso a los que le acompañaban, que por cierto, no tenía ni la más remota idea de "¿quien coño son?".

Durante el camino, se abstuvo de comentar nada con sus "compañeros" y las únicas vagas palabras que escaparon de sus labios fueron "Dimitri Volkova". Al menos ya conocían su nombre, que ya era mucho para ellos que no eran nada.

Llegados a la mentada "linde", se recreó en el compendio de sensaciones que le embriagaban. Una mínima parte de su alma tuvo miedo. Conoció a Alastor, un "hombre" violento, y al que muchos temían siquiera mirarle a los ojos. Y con su resurrección podría aplastar a cualquier raso con un dedo. Pero eran muchos, y aunque valga más calidad que cantidad, la nueva generación de arrancars parecía confiada.

Clavó sus ojos en el entrincado bosque que se formaba a pocos metros, impaciente, estrangulando a su zampakutou inconscientemente, y con una sonrisa plasmada que bien podría dividir su cabeza en dos mitades. Esa parte suya tan bién escondida en su alma afloraba poco a poco y sutilmente, con sed de sangre y con ganas de arrasarlo todo a su paso. Recordó entonces a los berserkers nordicos, que decían que mordían los escudos impacientes por la batalla. Enfermos, sí, pero con una fuerza arrolladora sublime, y que hacía a sus enemigos retractarse antes de meterse en el combate real. Los berserkers, que se lanzaban al campo de batalla sin miedo, sin dolor, y sin cerebro, a machacar los cráneos de los que se manifestaban como enemigos.

Dima no paraba de buscar la esencia de esa parte que a veces tomaba control de su ser, y buscaba en cada aspecto similitudes con lo que conocía. Podría simplemente estar loco, ser un asesino en potencia, o tener un espíritu compartiendo cuerpo... No sabía la causa que hacía que en contadas ocasiones ardiera su sangre, aumentara el tono y la temperatura de su piel, y deseara cortar en rebanadas tanto aliados como enemigos por igual. Ganas de derramar sangre por el campo de batalla, en ocasiones incluso propias... Aún no había llegado a ese nivel, y trataría de contenerlo mientras no estuviera solo, pero a la mínima que supiera que sus "compañeros", que en verdad le daban igual, no corrían peligro, no se controlaría... Esperaba quedarse pronto a solas...
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Mensaje por Karatoraba Jue Feb 03, 2011 5:57 am

El silencio reinaba el lugar cuan negra y fría dama. Silencio sólo perturbado cada largos intervalos en los que los arrancars, que se movían con gran celeridad, se impulsaban sobre los riscos y sus armas tintineaban bajo la oscura noche de Hueco Mundo. Silencio imperante para todos los que no están dispuestos a escuchar, para aquellos que eran cegados por su propia visión, pero aquel arrancar del sombrero de paja, que se mimetizaba con el desierto guardando silencio, sí que quería hacerlo. Vivía, existía a través de sus oídos. Con la torpe y limitada visión humana no podía apreciar las increíbles maravillas del mundo, ya sea ése en el que intentaban sobrevivir o cualquier otro. Quizá más pacífico, pero no más hermoso. Cada mínimo detalle, cada pequeña brisa que dibuja las rocas con arena blanca, cada murmullo de la noche. Todo se unía en una hermosa sinfonía, acompasada por cada calada de su pipa, silenciada por cada exhalación de humo.

La sinfonía, en aquel tétrico y homogéneo lugar, podría pasar por bastante simple, a priori. Sin embargo, a poco que el ducho oído alcanzara a escuchar más allá podría llegar a encontrar que, por ejemplo, no estaban tan solos como pareciera a simple vista. Un murmullo casi permanente de cortos y atemorizados movimientos llegaban hasta Karatoraba, murmullo que iba in crescendo a cada milla que ganaban. Seguro que sus acompañantes también se había percatado de que, no sólo no estaban solos, sino que cada vez el número de pequeñas alimañas hollow crecía y hacía mucho tiempo ya que le había duplicado, triplicado y nonuplicado. Quizá no supieran, como Karatoraba, que muchos iban a cuatro patas, otros a dos e incluso alguno que otro se arrastraba sobre su cuerpo. No sabrían nada de éso, pero sí que habría medido ya sus reiatsus y calculado que, si se unieran y cooperaran, cosa poco probable, podrían fácilmente crearles bastantes problemas, por muy guardianes del Amanecer que fueran.

Según había podido apreciar antes de su partida, Karatoraba era el único arrancar raso que iba en compañía de dos fracciones. Muchos, bajo el resplandeciente cielo del Amanecer, habrían tomado tal decisión como una ofensa hacia su poder y su valía en combate, pero la arrogancia, tan imperante en la especie arrancar, no era algo que describiera a aquel tipo de ojos vendados. Aquella venda no era otra cosa que una parte móvil de su máscara. Casi siempre gacha, cegando sus torpes ojos. Así lo prefería, pero su otra Máscara, aquella que protegía al exterior de su Pasajero Oscuro, le decía que debía ser cortés de tanto en tanto y mirar a los ojos a aquellos con los que entabla conversación. Ni tenía ganas de hablar, ni tampoco de privar a sus oídos de la plena concentración que le otorgaba el no ver nada, pero aún así sucumbió a la buena educación y elevó su máscara, buscando la mirada de sus acompañantes.

Sobre uno de ellos sobraban las descripciones. Karatoraba no sólo había compartido más de una misión con Akagami Reiko, sino que también disfrutaron, a falta de mejor vocablo, de la sabiduría y buenas maneras del espada Kenzo en la Cuarta Sección. Nótese la ironía. Sin ir más lejos, hacía poco que Reiko y Karatoraba había compartido arena, aunque no la de Hueco Mundo, sino la de las playas del Mundo de los Vivos. Gracias a su entendimiento mutuo consiguieron solventar una situación que se estaba complicando por instantes y, en un par de segundos de coordinada estrategia, pusieron a salvo a sus compañeros y a sus propios pellejos.

El otro arrancar, sin embargo, era todo un misterio para el hollow del sombrero. Se manejaba serio y apático, sin abrir la boca, por ahora. Sus cabellos, a juego con el inusual uniforme negro que llevaba, parecían descontrolados por el viento y a él no parecía importarle. Nada conocía de él. No sabía qué movía su espíritu, cómo iba a mostrarse en batalla y, muchísimo menos, conocía cuál eran sus poderes. Sin embargo, como buen estratega que estaba aprendiendo a ser, Karatoraba sabía que debían conocerse, al menos someramente, antes de entrar en combate. Claro ejemplo de ello eran ellos dos, Reiko y él, que gracias a su trabajo en equipo había solucionado el embrollo de Niza en lo que tarda un corazón en latir.

— Creo que no nos conocemos. — rompió el silencio Karatoraba. — Mi nombre es Sanchiago Karatoraba Barurusu, de la Novena Sección. — se presentó, como él había hecho hace algún tiempo, tan escueta y parcamente. No dejó mucho tiempo a réplica. — Creo que la importancia y peligrosidad de la misión piden a gritos cierto grado de complicidad. Reiko-san y yo — continuó, señalando con un ademán al arrancar — ya hemos compartido más de una batalla y podemos movernos bien juntos. Ayudaría que... no sé. — estiró sus palabras, sin saber qué más añadir ni cómo acabar su frase. — Ayudaría conocer nuestras habilidades mejor. — concluyó, callándose, podría decirse que incluso sonrojado, aunque nadie lo apreciaría, de ser cierto.

Pues tan atípica como aquella misión era el hecho de que Karatoraba fuera el primero en romper silencio. Su Máscara imploraba reserva y recomendaba el silencio. "Más vale parecer un asesino sediento de sangre humana que abrir la boca y confirmarlo", solía decir, con su particular versión del dicho.

Y sí, la misión encomendada era extraña y peligrosa, seguramente sin parangón. En la perturbada mente de Karatoraba, donde concebía Hueco Mundo como el Mundo Humano, la palabra 'traidor' erizaba los bellos de su nuca. El mero hecho de pensar que alguien pudiera contemplar, aunque fuera por un minúsculo instante, más allá de su Máscara le aterraba. En su ilusa y tergiversadora mente veía que su inagotable sed de sangre, que su Pasajero Oscuro era una desdicha para él y sería repudiado por todos sus compañeros. Taira-sama el primero. Cualquiera podrá notar que, en Hueco Mundo, en el Amanecer, nadie repudiaría un espíritu asesino así, sino más bien lo opuesto. Pero el arrancar que portaba aquel extraño sombrero de paja no era un arrancar cualquiera, ni su mente, por mucho que intentara parecer humana, tampoco estaba estaba cuerda. Y era precisamente por éso por lo que no estaba en sus cabales, por aparentar ser humano o, más bien, intentar ocultar el Monstruo de su interior en un mundo donde, al fin y al cabo, sólo monstruos hay.


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Mensaje por Akagami Reiko Sáb Feb 05, 2011 8:23 am

El procedimiento habitual: llamada masiva, charla de orientación y rumbo a la aventura; Reiko había perdido ya la cuenta de cuantas veces había vivido esta secuencia. Casi rozaba la rutina, lo que en ocasiones le llevaba a una leve arrogancia y por ello se perdía algún que otro detalle. Pero esta vez los detalles fueron sustituidos con las imágenes de la noche pasada y la "fiesta nocturna" en sus aposentos. Uno nunca se sabe cuando va a morir así que era tan buen momento como otro cualquiera para celebrarla, con el aliciente de que al estar Kenzo-sama desaparecido solo dios sabe dónde, Reiko tocaba a más en todos los sentidos.

Así que con todo esto, la charla de orientación pasó como una insignificante parada de metro en un camino más que monótono, y antes de darse cuenta, la inercia grupal le había conducido al desierto acompañado de su ex-compañero, Karatoraba-san, y de un desconocido total, que por casualidad logró captar la atención de Reiko al decir su nombre; Dimitri Volkova...; para Reiko seguía siendo un desconocido.

Lo cierto y la verdad es que Reiko tenía suficiente intentando acallar a una voz; la cual se le antojaba asociada a un tipo de color rojo por algún motivo; que no paraba de recordarle su gran disconformidad con la marcha hacia un lugar donde seguramente escasearían los ligues fáciles, el campo de batalla.

Por otra parte, una especie de matón leprechaun insistía en matar y aplastar todo aquello que se moviese y pudiese ser llamado "enemigo"; por lo que el partir hacia el campo de batalla le parecía la mejor decisión que Reiko había tomado en mucho tiempo.

Y el tomate con patas, que venía a representar toda la pereza de Reiko, que dicho sea de paso, no es poca, había decidido pasar del tema con lo que aún no había pleno en el coco del fracción. Hasta este preciso momento...

-Ya te dije que no tendrías que haber abandonado tus aposentos, que era lo más parecido a un harén que podrías tener en mucho tiempo...
-¡Pero es muchísimo más entretenido y placentero venir a machacar cabezas y partir brazos!
-Está claro que no tienes un buen orden en tus prioridades. Solo te gusta "machacar" porque es lo único a lo que puedes aspirar, jajaja, mi horizonte va más allá.
-Quizás, pero ten ciudado no vaya a ser que te machaque por accidente la cabeza.
-¿La ""cabeza""?¿Por ""accidente""? Ya, claro...
-Aagh, tú ganas esta vez, olvídame...
-¿Os dais cuenta de que todo eso da igual porque no existís?
-Entonces eres tú hablando contigo mismo, no se qué es más preocupante, pero me da igual de todos modos
-Callaos ya hombre, hay cosas que matar.
-¡Por mi perfecto!

Reiko, o su mente, estaban ya de vuelta en el mundo real, aunque el fracción no podía estar del todo seguro,dado que presenciar a Karatoraba-san elevar su máscara y tomar la iniciativa en una conversación podía ser tan ficticio como el diablillo de la tentación, el matón leprechaun o el tomate con patas. Aquella tarde o medianoche o el momento que fuese estaba siendo de lo más surrealista.

Retomando la objetividad, Reiko pudo analizar mejor la situación. Ante sus ojos se extendía un gran bosque de cristal con riscos esparcidos esporádicamente a lo largo de éste. A izquierda y derecha, en la lejanía, podían distinguirse grupos de arrancar de El Amanecer, pero la distancia que tenían que abarcar para un ataque efectivo obligaba a los grupos mantener una distancia entre ellos demasiado grande como para prestarse ayuda, al menos en un principio.

Karatoraba había dicho algo que tenía bastante sentido, conocer las habilidades del compañero sería fundamental en una batalla a gran escala como la que se suponía que iba a tener lugar.

-Me parece algo coherente eso. Por cierto Dimitri, soy Akagami Reiko, un placer. Me limitaré a decir que evites todo los haces negros que veas, ya que atrapan o explotan, creo que con eso bastará.-Dijo mientras dirigía una media sonrisa a su nuevo compañero de batalla.

-Muy bien caballeros, es la hora, ¿por dónde empezamos?
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Mensaje por Narrador Miér Feb 09, 2011 8:03 am

[Tenéis un post más cada uno antes de que lleguen las hordas enemigas. En particular, aquellos con buena percepción de reiatsu distinguirán entre sus enemigos a tres arrancar de bajo nivel y uno más de poder desconocido. Buena suerte!]
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Mensaje por Karatoraba Miér Feb 23, 2011 5:06 am

[OFF] Perdonen la tardanza.
______________________________


El viaje seguía trascurriendo en silencio. A penas un par de palabras dejó escapar el arrancar desconocido para Karatoraba, mientras que su antiguo compañero Reiko se mostró tan escueto y enigmático como de costumbre. El arrancar de la Novena Sección ya había visto, u oído más bien, zizgaguear a aquellas sombras que mencionaba, la última vez bajo el implacable sol de la costa gala. Sin embargo no estaba seguro de que aquella parca explicación fuera suficiente. Él no pensaba dar tan poca información, pero tampoco demasiado. Aquello era Hueco Mundo y la información, como el poder, son las únicas herramientas que permiten sobrevivir en aquella oscura jungla de arena.

— Bueno, en mi caso digamos que poseo un sentido agudizado del oído, — comenzó a explicar Karatoraba, tras la mencionada frase de Reiko. — lo que me permite tener una visión de todo el terreno que me rodea. Por lo demás... — esbozó una sonrisa, imitando a Reiko, mirando a los ojos de Dimitri. — Digamos que no te ofendas ni resistas si intento atravesarte con mi arma. Ya sabrás por qué. — concluyó, con un punto enigmático, de nuevo mimetizando a su ex compañero de Sección.

— Muy bien caballeros, es la hora, ¿por dónde empezamos? — apuntó Reiko.

El arrancar del sombrero no respondió al instante, sino que meditó para sí. La geografía del desierto de Hueco Mundo era, por lo general, bastante homogénea. Vastas extensiones de fina y blanca arena, acompañada por el incesante murmullo de las débiles, pero numerosas, bestias que se movían por ella. Sin embargo, conforme avanzaban, el paisaje comenzaba a cambiar, a determinarse y concretarse, formando riscos y bosques de árboles pétreos.

Sin embargo el murmullo de la población hollow seguía siendo tan monótono como antes. Karatoraba aún no había detectado ningún movimiento fuera de lo ordinario, pero eso no significaba que no lo hubiera. Ya pronto se encontrarían en el lugar marcado por la Espada Okami, por lo que debían agudizar sus sentidos y tomar las precauciones pertinentes. La función de la Novena Sección estaba clara, y el espíritu del arrancar del sombrero de paja no podía compaginar mejor. Analizar el terreno, trazar planes y moverse con sigilo movían cada acción del arrancar.

Así pues, ancló los pies en el suelo, parándose en seco, y bajó su visera, cegando sus torpes ojos.

— Será mejor que nos detengamos un rato. — comentó, sin esperar a ver la reacción de sus compañeros, pues él ya se había detenido. — La misión se ubica en terreno enemigo, por lo que será casi imposible pasar desapercibidos o tender alguna emboscada, pero tampoco debemos correr a lo loco y caer en alguna suya. — explicó.

Y sin mediar ninguna palabra más, es más, sin proferir ningún sonido, Karatoraba cruzó sus brazos y bajó su cabeza hasta que su sombrero le cubrió el rostro. Sólo el humo que se escapaba de las comisuras de sus labios podía servir como prueba de que el arrancar aún respiraba, pues su postura era de la más estricta quietud.

Poco a poco fue apagando el resto de sus sentidos. Ya nada veía, pues la máscara y sus ojos cerrados no lo permitían. El tacto de la arena bajo sus pies cada vez era menos intenso, hasta parecer que flotaba sobre ella. El tabaco, tan degustado en otras ocasiones, se tornó inocuo para su lengua y paladar, y más de lo mismo ocurría con su olfato. Así, pronto la extensión espacial que virtualmente abarcaba su oído fue creciendo y creciendo, formando en su cerebro un mapa casi perfecto de la orografía, y de los seres inquietos que por allí pululaban. Karatoraba sabía que en su actual y mermada forma sellada de su verdadera naturaleza hollow, que bajo aquella forma arrancar sin Resucitar, no tenía una visión tan global y detallista del terreno, pero ese dato no le restaba ganas ni esperanza en encontrar alguna pista para saber por dónde continuar su camino, o si en éste le tenían preparado alguna trampa que poder sortear.


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Mensaje por Dimitri Volkova Miér Mar 02, 2011 8:08 pm

Arena y más arena. Eso era lo peor de Hueco Mundo a ojos del hastiado fracción. Sus acompañantes parloteaban sobre combate, estrategia, conocerse... A Dimitri le daban ganas de girarse y patearlos a los dos, a modo de demostración de potencia y habilidades, pero apartaba pronto la idea de su cabeza... por pura pereza.

Concretamente uno hablaba de su oído, sus amplias capacidades analíticas de terreno, y que todo cristo se dejase atravesar por su espada sin resistirse... "¡JA! Díselo a los enemigos"

Sin previo aviso el arrancar del sobrerito se detuvo en seco, e instó a los otros a hacerlo. Él parecía creerse el líder... curiosamente el líder de dos fracciones. Pero Dima prefería no tener que pensar, y les seguiría el rollo mientras no hubiese nada que pisotear. Sin más se dejó caer de espaldas en la arena, como la familia que llega el domingo a la playa tras un largo, caluroso y aburrido viaje.

Miró de reojo a sus espaldas. El del sombrero parecía concentrado... seguramente estaría intentando oír algo. El otro, se mantenía en pie en una postura chulesca. Más bien así se podrían describir todas sus acciones. Dima, por su parte, se fiaba más de el sentido de la vista, que Karatoraba parecía menospreciar. Dima entró en duda moral... Si ahora se levantaba y hacía un rastreo de la zona, quizá se ahorraría para luego dar vueltas en círculo en el endiablado bosque... pero ahora tener que levantarse, saltar, mirar la zona... "pfff, creo que paso...". Luego vino un "Pero me voy a ahorrar mucho... Que no, que paso.... Y finalmente "Vaaaaaale, voy...".

Se levantó como cansado, tambaleándose... - Tápate los oídos... - dijo en un susurro. Pero el que tenía que oírlo, seguro que lo oyó. Se retiró unos pasos de sus "compañeros", se guardó las manos en los bolsillos, plegó sus piernas y... voló.

O al menos así debió parecerlo, porque tras un zumbido, salió disparado hacia arriba, algo más de la distancia máxima que se puede recorrer de un sonidos. A una altitud considerable, en ese punto en el que la física y la potencia de subida se iguala con la fuerza de la gravedad, y el cuerpo flota durante escasos segundos, revisó la zona de cabo a rabo. El bosque se perdía en el horizonte, un pequeño claro a su izquierda, y ni rastro del gran Alastor... Pensó que desde allí vería algo, pero parecía que no... Todo parecía calmado, y aquello era el campo de batalla más aburrido que había visto en su vida...

Luego descendió a gran velocidad, hasta clavar parte de sus piernas en la arena, justo en el centro del pequeño cráter que se había dibujado en la misma segundos antes. Con una mano se desenterró, y volvió con su paso tranquilo a su posición inicial a tirarse de nuevo en la arena, a tomar "la luna". Esperó que aquello hubiese valido a Karatoraba de demostración de poder y habilidades, y no tener que decirlo...


[[OFF: Narrador, si desde arriba se ve algo, dímelo y edito el post ^^]]
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Mensaje por Akagami Reiko Sáb Mar 05, 2011 4:29 am

Reiko enseguida dibujó un marco negro en su cabeza, algo como "Organización arrancar, la más secreta e inexistente de todas las organizaciones". El arrancar por naturaleza era independiente y en muchos casos bravucón. Aquella especie de estructuración idílica que era el Amanecer no dejaba de ser un mero artificio, dado que acciones como la del tal Dimitri, unilaterales y sin palabra alguna, solían desbaratar toda estrategia entre compañeros.

Quizá fuese solo el carácter personal de aquel individuo y quizá no pensó en que un levantamiento espontáneo de la arena y un individuo proyectándose hacia el cielo pudiesen ser vistos por un par de hipotéticos ojos que actuaban aparentemente con normalidad. Una sola indiscreción sería suficiente para que alguien le dijese al grandullón algo en plan "los del castillito blanco ya están aquí" y el supuesto factor sorpresa se desvaneciese. Pero Reiko sabía que luchar contra la naturaleza de algo era una batalla perdida, así que tomó asiento cruzado de piernas y se ocultó espiritualmente lo mejor que pudo, al fin y al cabo no podría ver tras la densa arboleda y estaba bastante claro que sería un ataque frontal desde varios flancos.

Se aburría, había decidido seguir al matón leprechaun de su interior para esta situación; su objetivo era la lucha directa que esperaba tras los árboles, por lo que trató de entretenerse desenvainando con el pulgar unos centímetros de su zanpakutou y envainándola de nuevo, deleitándose con el característico sonido.

Su lado amante de la destrucción le hacía pensar cosas como "Podría venir Marcus y volar todo por los aires" o "Podríamos volar el bosque a base de ceros", lo que seguramente hubiese sido cuanto menos divertido y habría ayudado a la escasa línea de visión.

"Convertir un bosque en un aparcamiento, un método fácil para mirar hacia delante", hasta parece un eslogan publicitario...—Pensó.

Así que dado que no tenía nada más que el tintineo de la zanpakutou y sus eslóganes ingeniosos, rezó, figuradamente, para que el "tío de la pipa" obtuviese algún tipo de información que les permitiese patear algunos traseros en un plazo medio-corto.
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Mensaje por Narrador Lun Mar 07, 2011 7:28 am

Como siempre, la enorme y mortuoria luna brillaba sobre los baldíos páramos de Hueco Mundo, dando al paraje esa perenne tonalidad pálida, casi enfermiza. Por su parte, bajo ella, las arenas antes siempre en movimiento, siempre coto de la más feroz cacería, permanecían inmóviles, petrificadas. Expectantes.

La brisa apenas soplaba ya con suficiente fuerza como para levantar un mísero grano de arena en contra de la omnipresente fuerza de la gravedad. Ni siquiera para ser sentida sobre las pieles de las tropas arrancar que, una tras otra, iban llegando al campo de batalla. Todo era silencia. Silencio y espera.

Las fuerzas del Amanecer habían acudido a tomar la cabeza del traidor Alastor, y a acabar con todos aquellos que se opusieran al régimen del Espada 0. Pero ahora, quietas una fuerza frente a la otra, ¿quién daría el primer paso? ¿Quién desharía el silencio y la paz, la calma que precede a la tempestad? La respuesta se haría pública en breves momentos:

Sobre el paraje de inmóvil arena, una pequeña nube térrea surgió, como un reguero de hormigas que avanzaba impasible hacia la localización de los allí presentes arrancars. No era muy extensa, y en un principio, debido a la distancia, resultaba imposible discernir qué clase de criaturas generaban semejante perturbación. Pero poco a poco, se acercaban, delatando formas inhumanas. Formas provistas de diversas extremidades punzantes y dañinas.

Y de pronto, debieron darse cuenta de que les observaban, de que cada segundo que se hallasen expuestos a los ojos de sus enemigos, eran segundos que ellos emplearían para organizarse e idear una táctica de combate. Desaparecieron. Y reaparecieron mucho más cerca, a apenas un tiro de piedra: ventajas del Sonido.

De inmediato, las figuras, ahora claramente visibles, se abalanzaron contra los tres arrancars allí presentes. Esta vez no habría conversación ni intrascendentes comentarios antes del combate. Aquella era una auténtica guerra por el dominio de Hueco Mundo, y no un simple duelo entre arrancars ociosos. Y en la lejanía, ya sonaban los albores del conflicto: las lindes del bosque se poblaban de innumerables criaturas bajo el mando del traidor, de alguna manera engañadas o convencidas para la causa. De las fuerzas rasas del Amanecer, poco se sabía por el momento. Pero de lo que sí podían estar convencidos los tres arrancars ante el bosque de cristal, es que el tiempo de meditaciones había concluido.

El primero de los atacantes, mutado en algo similar a un minotauro de piel mohosa y putrefacta, saltó sobre los cielos, cayendo al instante siguiente, cuernos por delante, dirección al tal Dimitri. Táctica poco ventajosa, dicho fuera de paso; pero tal cosa no parecía importar ni amedrentar al citado agresor. Parecía, de hecho, más confiado que temerario, pese a la expresión sedienta de sangre que denotaba su faz inhumana. Quizás fuera por aquel halo verdoso y pútrido que le rodeaba, quizás por puro fanatismo; pero ni siquiera parecía que tuviese una verdadera táctica de combate. Simplemente, estaba tratando de alcanzar al Fracción lo más rápido y brutalmente posible. Difícil sería saber sus verdaderas intenciones...

Por su parte, el segundo de los tres individuos que por ahora se abalanzaban sobre los arrancars tenía un aspecto bien distinto: sobre una cornamenta enroscada y de torva apariencia, sobrevolaba, casi sin despegarse de la misma, una auténtica nube de insectos voladores. Hombros y brazos aparecían enfundados en una coraza negruzca y brillante, con diversas terminaciones punzantes a lo largo de toda ella, como si de un cruce entre escarabajo y puercoespín se tratara. Las garras al final de las extremidades eran gigantescas, como hoces de obsidiana, y los ojos redondos y rojos yacían hundidos en el rostro, sin rastro aparente de emoción. Se abalanzó sobre Reiko, tratando de cercenarlo por la mitad con la garra derecha, al tiempo que la infesta nube de insectos se separaba de la cornamenta para arrojarse sobre el rostro del Fracción, a modo de estorbo, aparentemente.

Por último, que no por ello menos impresionante, un gigantesco molusco antropomorfo desvió su trayectoria para encarar al arrancar de la 9º Sección. Su cuerpo, brillante y cubierto de una extraña sustancia pegajosa, de repulsiva apariencia, vibró con cada paso dado hacia el arrancar, hasta el momento en que, de repente, encorvó la espalda, metiendo la cabeza de pulpo en dirección al pecho. De súbito, una docena de apéndices surgidos de su espalda, largos cual lanzas de hoplita y afilados como arpones de dirigieron a su torso y extremidades superiores, tratando de empalarle en un primer movimiento. Y en su interior, un fluido peligroso y nauseabundo empezó a formarse, listo para su próximo ataque...

*********

El conflicto había comenzado. Una guerra que no acabaría hasta que uno de los dos bandos fuera, literal o figuradamente, devorado por el enemigo. Fuerzas más grandes habían de llegar, y batallas más encarnizadas se habrían de librar.

Sobre la arena, otros pasos, lentos y seguros, avanzaban, apenas capaces de retener por más tiempo el poder que anidaba en su interior. El cuerpo de mujer, idílicamente esculpido, se balanceaba con gracia y sensualidad poco comunes. Los labios carnosos dibujaron una sonrisa.

— Luchad, mis niños. Pelead y morid...— susurró — Cualquier cosa antes que ver a esta escoria dominar nuestro mundo…



---------
[OFF: Los enemigos son arrancars del ejército de Alastor, bien capacitados y con Resurrección liberada. No caerán de un sólo mandoble. Podéis considerarlos de nivel 30-35, a modo de orientación. Suerte, y que os divirtáis!]
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Mensaje por Karatoraba Miér Mar 16, 2011 2:05 am

[OFF] No me queda muy claro que orden estamos siguiendo ya o si no importa el orden. Yo casi me quedo con esa última opción, ya que son enemigos diferentes, por lo que si queréis ir posteando por mí perfecto, que yo no sé cuando podré. Vamos, lo que vengo a decir... que si me estáis esperando, no lo hagáis.
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Mensaje por Dimitri Volkova Lun Mar 21, 2011 11:32 pm

La cháchara absurda y cuanto menos inútil que habían mantenido los allí presentes se cortó de cuajo, y el ambiente se enrareció súbitamente. Parecía como si hubiesen sentido la que estaba por venir...

La que estaba por venir, ya se comenzaba a atisbar en las proximidades del bosque. Una ristra de seres de forma indefinida, avanzaba a una marcha que, según la distancia parecía lenta... Y de pronto, la nube de criaturas desapareció. Era increíble como tal número de criaturas podía desaparecer de repente casi al mismo tiempo. Y más aún, como semejante número de seres avanzaba tanta distancia, y caía casi literalmente sobre los presentes.

Dima, confiado hasta ese mismo momento, puesto alerta solo cuando todos desaparecieron, no se vio venir al monstruoso minotauro. Aquello sí que era un titan, un verdadero coloso, putrefacto, si, pero igualmente grande. El astado volaba sobre la cabeza del delgado arrancar, más que dispuesto a empotrarlo contra la seca arena. En respuesta, Dima solo tuvo tiempo de agazaparse hacia delante, quedando, con toda seguridad, bajo el torso de la criatura. El suelo vibró bajo sus manos y sus pies cuando aquella monstruosidad cayó justo a su espalda, como había supuesto. A esa distancia, se apreciaba con demasiada claridad la putrefacción que rodeaba al minotaruo, al igual que el inmundo hedor que desprendía su piel.

Justo delante de sus narices, las pezuñas medio clavadas en la arena, de casi medio metro de diámetro. Aquél, definitivamente era un coloso... En términos hollow, seguramente sería un Adjucha. A ambos lados del cuerpo de Dima, sus brazos eran más bien columnas, taponándole una posible salida lateral, y como último cierre de su improvisada prisión de seis barrotes, la cornamenta del humanoide clavada con firmeza en la densa arena.

Estaba literalmente encerrado bajo esa criatura. Quizá con una proeza escurridiza podría escapar de allí, pero en esa cercanía, tenía un juego un arma de doble filo. El minotauro tenía 6 apoyos, y de retirar alguno, seguramente se desplomaría. Además, tenía el pecho más cerca, de lo que iba a tenerlo jamás, así que... ¿Porqué no intentarlo?

Desenvainó su Katana lanzando la vaina fuera de la prisión, apoyó la empuñadura en la arena, y colocó la hoja junto a su lomo, quedando la punta, cerca del vientre del "animal". Acto seguido, metió las piernas debajo de su propio torso, quedando acuclillado, y se impulsó con todas sus fuerzas contra el torso del minotauro, tratando de clavarle la espada.

Quizá, y solo quizá, consiguiera levantarlo, con suerte de las patas traseras, y daría una vuelta sobre su astado... Si la suerte corría de su parte, incluso podría partirle alguno de los cuernos.


[[OFF: Me parece bien lo de el turno salteado mientras sean combates individuales ^^]]
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Mensaje por Karatoraba Jue Mar 31, 2011 12:44 pm

Mucho antes de que la polvareda se disipara. Mucho antes de que el Sonido trajera a aquellas figuras frente a sí, mucho antes de que atacaran, Karatoraba ya había "observado" a sus inminentes contrincantes. La fina arena, cual pincel, iba delimitando el contorno de sus enemigos a cada roce y golpe contra su piel. Todo estaba claro en su mente, pero no avisó, no pudo. No hubo emboscadas ni subterfugio, el ataque fue directo, sin preámbulo cargados de banales discursos. Los tres atacaron sin más.

Como era común entre la comunidad hollow, sus oponentes eran diabólicas aberraciones de anatomías espeluznantes, cargadas, seguro, de multitud de ases bajo la manga con los que destruir a sus adversarios. El arrancar que se plantó frente a nuestro protagonista cumplía todos aquellos requisitos, seguro. Karatoraba lo sabía y, cuando escuchó como una docena de aquellos tentáculos se acercaban hacia él, supo que debía mantenerse alejado de todos ellos. Tarea nada fácil, por otra parte. Aquel monstruo pulpoide desprendía una extraña resonancia, hacía vibrar la arena bajo a sus pies, extrañando al arrancar del sombrero de paja. Pero pronto obvió aquel extravagante dato y se centró en las purulentas extremidades que se acercaban inexorablemente a su cuerpo.

Ya había guardado la apagada pipa entre sus ropajes para cuando su espalda se arqueó por encima de los límites de la flexibilidad humana, esquivando el primer arpón que se dirigía a él. Girando con brusquedad, en un movimiento en que cualquiera habría perdido uno o sendos tobillos, Karatoraba esquivó otro par de aquellos tentáculos y, cuando parecía que iba a desplomarse sobre el suelo saltó, vaya usted a saber cómo, girando sobre sí en el aire mientras sus manos acertaron a desenfundar ambas armas.

Cayó, tras su estrambótica acrobacia, unos metros más atrás, con la rodilla anclada al suelo y su cara gacha, como mirando al suelo. Dejó latir su corazón una vez mientras escuchaba el próximo movimiento de su oponente. Esta vez demoró menos su reacción y sólo tuvo que dar un rápido paso lateral, junto con un giro, como si de una pirueta de baile se tratara. Durante ésta oyó unos tentáculos que habían fallado por mucho en su cuerpo y pensó en aprovechar la lejanía de éstos. Sabía que algo se escondía en el interior de aquellas vermiformes extremidades, lo oía palpitar en su interior, y no quiso sesgar ninguna. De manera imperceptible, su wakizashi dejó su lugar habitual, pasando a la mano derecha por un instante, el mismo que le tomó a Karatoraba en lanzarlo desde ésta. Luego desapareció en un Sonido.

El filo giró, mortal y, describiendo una pequeña curva, seccionó aquellos dos tentáculos y siguió su camino ascendente. Los tentáculos dejaron escapar su contenido, cualquiera que fuera éste, y fue entonces cuando Karatoraba, que había reaparecido metros atrás, fijó en él su olfato y finos oídos. Creía relevante esclarecer qué había en el interior de aquellos apéndices para tornar la balanza de aquella batalla en su favor.

Su corta espada dejó de girar sobre sí, pero completó el giro de su trayectoria y volviendo a la mano derecha de su propietario. Analizado aquello, era su turno atacar y, sin dejar solventar a su oponente los metros que había ganado con su Sonido, levantó un dedo y lanzó tres rápidas Balas al informe cuerpo de su oponente. Su enemigo ya había testado su potencial, ahora le tocaba a él ponerlo a prueba con aquella serie de ataques, que llamaremos primera toma de contacto.

Volvió a intercambiar sus armas y adquirió una extraña posición defensiva que parecía tener más aperturas que una atacante. Fiel a su estilo, por tanto. Estilo que tan útil le servía, desquiciante e imprevisible como era.
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Mensaje por Akagami Reiko Miér Mayo 11, 2011 12:12 am

Y ahí estaban. Los primeros brotes del enemigo habían empezado a crecer directos hacia los arrancar del Amanecer. Tambores de guerra silenciosos retumbaban en el interior de Reiko, promovidos por el leprechaun belicoso, acelerando el ritmo corporal del fracción. Sonreía. Se recreaba viendo las toscas y retorcidas formas de los tres enemigos que venían al encuentro del grupo. Supuestamente resurrectos, aquellos seres tenían mas pinta de adjuchas que de arrancar. Se preguntaba si darían la talla, si su antiguo jefe habría reclutado gente competente o era otro de esos grupos de patética organización y poder. Pronto lo sabría. Súbitamente los tres primeros enemigos se presentaron a sus puertas de un sonido, iniciando la contienda sin dialogo alguno—ya no tenía cabida—.Bien tito Reiko, esto ya me gusta más...Si... desde luego tiene buena pinta...

Sonreía. Al ver aquellas armas naturales de las que naturalmente habían sido proveídos, imaginando las múltiples posiblidades de juego que darían en combate, imaginando el nivel de perversa diversión que alcanzaría al terminar con su existencia. La sombra de un ser mayor se cirnió sobre él, y una garra de proporciones considerables dio comienzo a la batalla. —Vamos allá bichito...— Saltó por encima del enemigo intentando evitar el ataque principal, y mientras, se le ocurrió lanzar un bala a ese enjambre que le tenía mosca—a ver que le pasaba—.

Cayó a la espalda del enemigo arropado por la explosión del ataque bala. En condiciones normales, se hubiese quitado la túnica como solía hacer, se hubiese pavoneado de lo fácil que había resultado ese primer movimiento, pero no esta vez. El leprechaun anónimo estaba junto a él, que le infundía agresividad y crueldad hasta límites insospechados. Llegados a este punto, ya no había cabida para la tranquilidad del tomatito o la lujuria del diablillo; solo sangre, sudor y el fragor de la batalla ocupaban su mente.

Y con eso en mano, desenvainó. El silbar del metal ansioso por la sangre fue levemente eclipsado por el eco de la explosión anterior. El brillante mediano* destelleaba bajo la luna mientras embestía horizontalmente de izquierda a derecha contra lo que parecía ser un punto débil en aquella solida coraza. El ataque iba directo hacia la pierna izquierda, y si conseguía el resultado esperado, Reiko seguiría a por la otra pierna siguiendo con la regla número uno del cazador de monstruos: inmovilizar a la bestia.


[Off: Siento mucho el enorme retraso y la brevedad (estoy frustrado por esto último...)
* = la espada de Reiko es un ninjato, algo más grande que un wakizashi pero más corto que una katana, de ahi el nombre como paralelismo a los hobbits (aunque en realidad son como los enanos pero bueno) Very Happy ]
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Mensaje por Narrador Miér Jun 22, 2011 10:36 am

La embestida de las virulentas bestias fue acogida “calurosamente”, y con mayor o menor gracia, por las huestes del Amanecer. Balas, tajos, volteretas y empalamientos; todos con el fin de acortar más y más la distancia entre ellos y su verdadero objetivo: Alastor. Sin embargo, si algo ya deberían saber los – como mínimo – teóricamente experimentados combatientes arrancar, era que todo buen hollow guardaba un as bajo la manga. El caso es que, a veces, ese “as” resultaba ser otro hollow. Por supuesto desconocedor de su condición de carnada.

Sucedió, pues, que los tres “ases” vieron esquivados, y contraatacados sus ataques, con igual o menor dilación que la que ellos habían mostrado en su ataque inicial. De este modo, y mientras una cuarta figura, de lento y sensual caminar, subía la duna que habría de llevarla a la escena del combate, los enfrentamientos iniciaron su conclusión:

Por una parte, el pestilente y colosal minotauro cayó, en la posición esperada pero no sobre el objetivo decidido. Casi al instante siguiente, el filo de Dimitri perforó su abdomen, impulsándolo a su vez hacia las espaldas del atacante, como pivotando sobre sus cuernos anclados en la arena. Sin embargo, el resultado de la incisión no resultó el esperado, pues la carne circundante a la zona atravesada, en lugar de mantenerse firme, cedió de repente, mohosa y putrefacta, esparciendo sobre Dimitri un fluido verde y viscoso. La emanación chorreante, sin embargo, y debido a la inercia de rotación del cuerpo sobre el astado, no llegaría a caer de lleno sobre el arrancar, sino que salpicaría su costado y brazo derechos. Semejante a una nauseabunda mucosa, la densa sustancia mantendría unidas y aprisionadas, al menos por un tiempo *, las citadas zonas, inhibiendo la generación espontánea de conjuros como Bala o Cero, y atrapando a todo aquello que entrase en contacto directo con ella. Por su parte, el minotauro caería, con la espalda plana sobre la arena, al lado opuesto de Dimitri, en apariencia no tan malherido como debiera, aunque con sus vísceras aún derramándose sobre la arena. Tras unos segundos, se levantaría, ayudándose con sus descomunales patas delanteras. Alzaría el rostro enmascarado y purulento. Y su cabeza estallaría en una explosión de sangre, producto de una ráfaga carmesí.

Pero antes de ello, y en simultaneidad con el contraataque de Dimitri, las otras dos bestias recibieron sus correspondientes contraataques:

Por una parte, Reiko, ante la negra bestia insectoide, evadió el tajo horizontal que le sobrevenía, sobrevolándola con éxito de un salto y lanzando una Bala al enjambre en la aérea trayectoria del mismo. El conjuro, presto y veloz, impactó acertadamente sobre el “Enjambre” de larvas voladoras. Poco después, cayó tras su enemigo, ganándole la espalda y asestando un rápido – aunque certero – tajo tras la supuesta rodilla del Adjuchas. Este cayó tambaleante, primero, e inmovilizado después, con el siguiente tajo a la otra de sus extremidades. Y parecía todo ganado ya para el Fracción, cuando de pronto lo que parecían alas de escarabajo a la espalda de la bestia se abrieron, revelando un interior hueco. E infestado de más “Enjambre”.
Al momento, y casi sin permitir reacción alguna por parte del arrancar, los insectos arremeterían contra él, envolviéndole en una nube pestilente que le cegaría y drenaría su reiatsu poco a poco, o hasta caer muerta. El huésped original, por su parte, se limitaría a mirar al frente, inmóvil e incapaz. Él ya lo había comprendido. Ninguno de ellos tres eran más que cebos, carnada, apenas. Su labor no era más que la de allanar un poco el camino a la criatura que habría de seguirles. Cansar, incapacitar, y a ser posible herir a los guerreros del Amanecer. Nada más.

El insecto giró su rostro hacia la cálida ráfaga que le sobrevenía. Y su cabeza estalló en pedazos.

Por último, aunque no por ello menos importante, Karatoraba logró esquivar, exitosamente, la densa acometida de tentáculos que caía sobre él. Las piruetas y extravagantes acrobacias resultaron tan efectivas como él había previsto, permitiendo, pues, que su lanzamiento cercenara los dos tentáculos que él pretendía. De ellos, al momento y a presión, comenzaron a manar unos chorros verdosos y humeantes de ácido. Sin embargo, el gigantesco molusco antropomorfo no tuvo tiempo de tratar de reorientar los chorros hacia su enemigo, pues de pronto las tres Balas impactaron en su costado, desgarrándolo como si de papel se tratase, y haciéndole tambalearse sobre la arena. Al instante siguiente, apenas, otro chorro de ácido a presión surgió del costado herido, como si su propio cuerpo fuese una fuente ilimitada de tal fluido. El chorro, esta vez sí – y más de casualidad que intencionadamente -, salió disparado en dirección a Karatoraba, con velocidad semejante a la de un Cero.

Y por tercera y última vez, un destello carmesí surcó el aire, en dirección a los dos combatientes. Solo que esta vez no iba dirigido al servidor de Alastor, sino al soldado del Amanecer. El rayo, de envergadura el torso de un hombre adulto, voló en dirección al rostro de Karatoraba. Si era inteligente, no querría saber si tendría más suerte que los otros dos impactados.

Siendo así, y apenas unos segundos después de que los tres Ceros atravesasen el campo de batalla, la cuarta presencia finalmente apareció en escena. Sin presentaciones ni parafernalia, adoptó una posición de combate, esperando a que sus rivales efectuaran el próximo movimiento. Tres contra una y medio. Y en juego el dominio de Hueco Mundo….


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[OFF-ROL: *[1 turno, si no recibe la ayuda de un compañero]]
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