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El regreso

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Mensaje por Mise Shuseki Miér Dic 01, 2010 5:20 am

Mucho tiempo había pasado desde que el despacho del capitán se abrió por última vez. El capitán, Mise, se había marchado dejando tan solo una nota en el tablón del escuadrón. "Volveré", la única palabra que podía leerse en aquel blanco folio, letra pequeña y cursiva, con la primera V adornada con varias filigranas, no cabía duda que aquello estaba escrito por el propio capitán, ¿Su último mensaje?. Al principio no hubo mayores preocupaciones, tan solo curiosidad, pero pasado un tiempo, las dudas se apoderaron del escuadrón. Por lo que se supo al respecto, tan solo el comandante supo donde fue Mise y no eran pocas las elucubraciones que la gente hacía respecto al destino de su capitán. Los nuevos reclutas del escuadrón tuvieron que conformarse con una división carente de la figura de uno de los capitanes del Seiretei...Hasta hoy.

Sin haori, pero con su habitual manto rojo y su sombrero de paja, el viejo shinigami caminaba hacia las puertas de su escuadrón, llave del despacho en mano. Ante las incrédulas miradas de los guardas y de muchos shinigamis, Mise se limitó a caminar, su vista era tapada por la sombra de su sombrero, al igual que la expresión de su rostro. Cabeza gacha avanzaba, impidiendo que nadie pudiera escrutar alguna emoción, cuerpo inexpresivo, parecía guiarse tan solo por la inercia de sus pasos. Ningún gesto, ninguna palabra, silencioso e impasible el que fuera capitán de aquel lugar se adentró de nuevo en sus entrañas. Caminó por los pasillos, se dejó ver por todos, pero no saludó a ninguno, hasta que finalmente, llegó a su destino. El cartel que antaño escribió seguía puesto en el tablón de anunciós situado junto a su despacho, se plantó frente a él y por fin, alzó ligeramente la vista. Examinó su letra, impoluta, firme y bien trazada; caligrafía de bibliotecario, de alguien que ha pasado mucho tiempo leyendo, y escribiendo, manuscritos; después, una leve mueca de sonrisa se dibujó en su rostro, perfilando dos hoyuelos en sus mejillas que remarcaban una barba de varios días. Aunque vigoroso, el aspecto del capitán era bastante desalineado.

Llevó su diestra hacia la hoja, la palpó y de un tirón: la arrancó del tablón, arrugándola en su mano y tirándola al suelo. Después, llevó esa misma mano hacia su sombrero y sujetándo el contorno con pulgar e índice, se lo sacó de la cabeza, alzándolo al tiempo que un gritó de júbilo escapaba de su garganta.

-¡He vuelto!

Aquello fue seguido por unos segundos de silencio y después, un estruendo de gritos, silbidos y aplausos llenó el escuadrón, revitalizando los cuerpos de los más pesimistas y devolviendo la alegría que nunca debió marcharse. Varios shinigamis fueron a la puerta del despacho y, esta vez sí, Mise saludó y abrazó a todo el que pudo. Después pidió silencio de nuevo con un gesto de su mano y con dos pasos se situó delante de la puerta de su despacho. Madera oscura, lisa y sin imperfecciones, con un brillo que reflejaba la luz más de lo normal, había sido barnizada recientemente. Al menos no todos habían perdido la fé. Introdujo la llave, algo oxidada ya que nunca la había cambiado, que llevaba consigo en la cerradura, encajó a la perfección, con el sonido de los metales de la llave y la cerradura encontrándose, acoplándose para abrir aquel despacho tanto tiempo cerrado. Uno, dos y hasta tres giros hicieron falta para que las viejas bisagras gritaran y la puerta se abriera varios centímetros. Mise la ayudó y la empujó suavemente, sin aventurarse a entrar aún. La puerta siguió su recorrido hasta frenarse y mostrar ante los ojos de los presentes el despacho del capitán. Ventanas bajadas la luz brillaba por su ausencia, dejando que la oscuridad alimentase el lugar y le diera un tono tétrico, antiguo y quizás algo destartalado. En las sombras se adivinaba el contorno de una larga mesa en el centro de la sala, a su lado un pequeño mueble con un cajón y bajo este dos pequeñas puertas, sabido era que ahí guardaba Mise su querido Sake y otras bebidas para ofrecer a las visitas. Sillas, un armario y un par de estanterias rellenaban casi todos los huecos del despacho, excepto uno, el último y en este caso, el mejor. Tras la mesa una larga y delgada silueta se alzaba, un perchero acabado en forma de candelabro en el que sobre uno de sus brazos descansaba una de las posesiones más preciadas de Mise. Tela blanca con trazos negros formando un símbolo, un ocho alrededor del cual se formaba un rombo achatado. El haori de los capitanes, el haori del capitán del octavo, el haori de Mise Shuseki. La única pieza de la sala que parecía contrastar con la negrura, su impoluto blanco reflejaba hasta la más mínima cota de luz que le llegaba, como resistiendose a caer en el olvido, esperando a su capitán, esperando este momento.

Mise entró en la sala, paso casi tembloroso, apoyado por decenas de miradas que parecían animarle. Dejó sueltos los brazos y las manos, para que estas tocaran todo cuanto quisieran y recuperaran la esencia perdida del despacho en su camino hacia las ventanas. Lo primero que hizo fue separar las rojas cortinas que cubrían los cristales. Y se hizo la luz. Brillante y poderosa, que acabó con la oscuridad y dio vida a la habitación, ahora todo parecía más nuevo que nunca, reforzado por aquellos rayos del sol. Después se quitó su capa roja, con la flor del ave del paraiso bordada en ella y la colocó sobre la mesa. Y entonces se produjo el reencuentro, entre el capitán y su amada prenda, Mise tocó el haori y sintió su seda, suave y delicada. Con cuidado lo separó del perchero, único compañero del haori durante todo ese tiempo, y lo alzó ante él, como si lo estuviera alabando. Después, se lo puso, miró a los shinigamis y en un tono sereno, seguro y claro les repitió:

-He vuelto...

Los gritos de júbilo tardaron menos que antes en llegar, una marea de gente inundo el despacho y uno por uno fueron dando el "bienvenido de nuevo" a su capitán, que estaba más feliz que nunca. Por fin había regresado, por fin todo volvía a su cauce...
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Mensaje por Akiyama Yuka Jue Dic 02, 2010 4:23 am

[FDI: Creo que no dices a qué hora vuelves, así que me voy a tomar una pequeña licencia, si voy mal, avísame y edito ^^]

Tenía la vista cansada, las finas gafas le estaban haciendo daño en el puente de la nariz. Aquel día había sido especialmente duro para la profesora Akiyama y le estaba pasando factura. La mañana la había tenido repleta de clases interminables y en esta ocasión había tenido que lidiar con un par de muchachos revoltosos, para colmo de males antes de volver al escuadrón había tenido que atender a varios alumnos con dudas y poco le faltó para quedarse sin comer, llegó a lo justo para tomar algún bocado. Tras leer un poco, había pasado varias horas entrenando y ahora ponía a punto algunos antiguos y aburridos informes en la biblioteca. Con la mano apoyada en el rostro y la mirada fija en lo que tenía delante había pasado horas, pero ya era hora de moverse, no aguantaba más. La joven se incorporó y dejó escapar un bostezo, estaba segura que aquella noche dormiría como un bebé. Se quitó un momento las gafas, mostrando sus hermosos ojos celestes durante un destello y se los restregó. Le vendría bien tomar alguna bebida caliente, quizás un té, o, ¡mejor aún!, un poco de chocolate. Sin hacer el menor ruido se volvió a colocar las gafas, se levantó y fue a colocar los volúmenes en las estanterías de donde los había ido tomando. Cuando terminó aquella labor (que también hacía con gusto, pues le encantaba encontrar los libros donde debían estar y no desperdigados de cualquier manera) recogió sus aparejos de escritura y se los guardó en las mangas del hakama. Se soltó el largo cabello rubio, que había recogido en una alta coleta mientras trabajaba, y dirigió sus pasos hasta la cocina. Le apetecía tomar un poco de chocolate, o mucho, ya se vería, tomar un baño e irse pronto a la cama. En realidad todo aquello no era solo un antojo, sus entumecidas extremidades se lo estaban pidiendo con voz temblorosa. Estaba exhausta.

Con sus pequeños pies caminó por el suelo de madera, con la vista en el suelo, pensando en sus cosas. Sin embargo, pronto tuvo que levantarla, porque había chocado con alguien que corría, al parecer hasta el despacho del capitán Mise.
- Perdona- le dijo al muchacho, a fin de cuentas había sido la profesora la que se había quedado con la vista donde no debía estar. La chica dudó un momento, mas pronto observó al chico junto a ella y oyó el alboroto a su alrededor. Finalmente le tomó del brazo, con delicadeza- ¿ocurre algo?, ¿hay algún problema tal vez?
- No es nada de eso, Akiyama sensei, ¡es qué ha vuelto el capitán!

Yuka soltó a su compañero con celeridad y el chocolate desapareció de su mente, ahora lo único que deseaba era saber. Saber donde había estado el capitán, si se encontraba bien y, sobre todo, porqué se había ido de aquel modo, sin darles explicaciones. Posiblemente no hubiera respuestas a todas estas preguntas. El líder del Escuadrón era muy reservado, como ella, a decir verdad. Aún así, Akiyama se alegraba mucho de saber que había regresado el jefe. Su mirada se encontró momentáneamente con el muchacho y ambos salieron corriendo hasta las dependencias del taichou. Una tromba se ropas negras copaba la entrada al lugar y la algarabía había sustituido al habitual ambiente tétrico desde que el capitán desapareció. La rubia, insegura, se mordió el labio inferior durante un segundo, sopesando las alternaticas, pero de un movimiento de cabeza se deshizo de las dudas y a base de empujones (entre tantos golpes que se estaban dando en la sala por culpa de los nervios del reencuentro nadie se iba a dar cuenta de dos codazos y pistones más de la cuenta) se colocó casi en primera fila, dispuesta a saludar al capitán en cuento tuviera ocasión.

Tras varios minutos de abrazos, palmadas en la espalda y más gritos de los necesarios, además de risas ¿y por qué no decirlo también?, varias lágrimas, le tocó el turno a la profesora de Historia. Una sonrisa amable, cordial, se dibujó en su rostro e hizo una reverencia, el cabello barrió el suelo. Lo cierto es que lo llevaba muy largo, pero no tenía intención de cortárselo.
- Mise-taichou, es una muy agradable sorpresa tenerle de nuevo a usted por aquí, se le ha echado mucho de menos- y lo decía de corazón. Todo escuadrón necesitaba a su capitán y por muy racionales y académicos que fueran los del Octavo, también debían contar con su piedra angular, su lugar donde permanecer y al que agarrarse y en su caso, la personificación de hogar estaba justo delante de ella, sin el sombrero que siempre solía usar- ¿quiere qué le traiga un aperitivo, una taza de té, quizás, un chocolate?- la dulce bebida había vuelto a ella, pero estaba vez a modo de ofrenda más que como un capricho.

Sonrió, por fin había vuelto el pastor, las ovejas habían estado demasiado tiempo perdidas.
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Mensaje por Kyuusei Yukihiro Jue Dic 02, 2010 7:11 am

Sentado en el pequeño estudio sin ventanas, Yukihiro observaba fluír palabra tras palabra de su pluma con pasmosa facilidad. Le llevaría poco tiempo pasar a limpio las páginas restantes del informe, y quizá entonces se concedería un breve respiro para atender la montaña de libros que tenía pendiente. Ya se había acostumbrado a quitarse horas de sueño, bien para aplicarse con el trabajo atrasado como para ponerse al día con las reuniones semanales del Club Literario. Tarde o temprano aquel tren de vida le pasaría factura, pero no quería descuidar sus obligaciones, y la pequeña satisfacción que obtenía cuando las cosas salían bien le era suficiente compensación.
Haciendo tiempo para que la tinta secara, se inclinó sobre el texto y analizó lo escrito.

[...] Tras ofrecer una breve resistencia, los alborotadores fueron reducidos y entregados al cuerpo especializado en defensa. El resto del grupo procedió a la clausura del local y la interrogación de los testigos, mientras los sanadores atendían a los que resultaron heridos en el incidente. [...]

Conforme con ello, descansó la columna en el respaldo de la silla y desvió la mirada del papel, observando con aire distraído la habitación. Las lámparas de aceite brillaban con un resplandor anaranjado, y las sombras oscilaban entre las paredes y el techo, sensibles a la más sutil alteración de las llamas. Sobre el escritorio habían archivadores sucios de polvo y un compás, tinta, pinceles, volúmenes empastados de la gaceta del Seireitei y manuscritos que alguien había dejado a medias. No tenía una mesa propia, así que solía trabajar en la primera que encontraba libre, y a veces incluso terminaba el trabajo que otros habían olvidado allí y ordenaba el material para aliviar un poco el caos que a veces parecía devorar las instalaciones de la Octava División. No era culpa de nadie, pero los últimos incidentes que les hicieron perder a los antiguos Capitanes del Gotei 13 y la desaparición del que había sido nombrado para ocupar el sitio de Samura-sama, habían destrozado prácticamente la moral de los shinigamis de la octava. Todos seguían cumpliendo con sus labores, algunos insistían en que Mise-taicho volvería pronto, pero lo sucedido dejaba poco espacio al optimismo. Había quien murmuraba que quizá el puesto estuviese maldito, pero Yukihiro tenía muy claro que éso no eran más que sandeces.

No sabía con precisión qué horas debían ser cuando se levantó y fue a estirar las piernas por los pasillos, pero a través de las ventanas pudo observar un idílico cielo que iba mudando sus colores. Pensó que tras tantos días de encierro sería agradable sentir el viento en el rostro, por lo que se dispuso a dejar una de ellas abierta y asomarse al exterior. La brisa fresca y el aroma a césped húmedo le hizo cosquillas en la nariz, recordándole que el mundo que había fuera de esos muros no era tan terrible como para no echarlo en falta.

-¡Kyuusei-senpai!- la voz familiar, estremecida por la emoción, le hizo girarse y mirar a uno y otro lado con la alarma dibujada en el rostro. Un shinigami de cabellos castaños frenó a tiempo de no abalanzarse sobre él, tomándose unos segundos para recobrar el aliento.

-¿Tōru-kun? ¿Qué...?- dijo apenas, pues el otro joven ya lo había agarrado por una muñeca y tiraba de él para que lo siguiera. La sorpresa hizo que recorriera un par de metros, pero luego empezó a exigir alguna explicación para aquel extraño comportamiento.

-Mi... Mise-taicho, senpai... ¡Están diciendo que acaba de volver!

Aquello fue suficiente para que le siguiera sin rechistar.

-¡No empujen! Cielos... vamos a acabar lamentando algo como no se calmen- un hombre trataba de tranquilizar a la marea de personas que hacían lo imposible por llegar hasta al Capitán, desgañitándose y con los brazos extendidos, deseando rozar aunque fuera el haori con la punta de los dedos. Empezó a temer que alguien se hiciera daño de verdad- ¡Tranquilos, que todos podrán hablar con él!- aquello se estaba saliendo de madre. Entre la multitud, distinguió los rostros de Soryu y Yukihiro, que estiraban lo que más podían el cuello, pero aún así no lograban ver a Mise-taicho. Les hizo una seña para que repararan en él- ¡Tōru-san! ¡Kyuusei-san! ¡Hagan el favor de ayudarme! ¡Ésto se está descontrolando!

Pero pocos eran los que prestaban sus oídos a las indicaciones, y la mayoría seguía intentando avanzar a base de empujones. En una de esas, alguien llegó a darle un puñetazo a Tōru, pensando que quería colarse. Ahora las lágrimas no eran únicamente de emoción; una chica se quejó de que le estaban mordiendo en una pierna.

-¡Pónganse en fila, maldita sea, en fila!

Como el Capitán no los tranquilizara de algún modo, aquello podía acabar muy mal.

---
[Offrol]: Mise-taicho causa más expectación que una estrella de rock!
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Mensaje por Mise Shuseki Mar Dic 14, 2010 8:06 am

[OFF: pensaba que postearía alguien más, por eso la tardanza. Perdón de todos modos]

-No querida, gracias por el ofrecimiento

Yuka, profesora de historia en la academia, era una de las primeras de aquella inestable masa de gente que se había aglomerado. Como siempre tan servicial y amable, Mise la eligió por dotes como esas y sobre todo, por que ella también era una ávida devoradora de libros, igual que él. Lástima que no pudiera dirigirle más palabras en ese momento, pués varios empujones la alejaron de su posición.

Agobiante era un adjetivo benévolo para expresar la situación que se había creado. La sonrisa y emoción del rostro del capitán fueron perdiéndose hasta tornarse en una mueca casi de desesperación. Instintivamente se había retrasado varios pasos sobre su posición inicial y ahora estaba literalmente acorralado en una esquina, mientras una lluvia de manos intentaban abrazarle, tocarle o darle palmadas en el hombro. El despacho se había convertido en el portador del caos en apenas unos segundos.

-Bien....encantado de verle....si yo también me alegro...Dios mío ya no cabemos más dejen de intentar entrar...¡Por todos los demonios!-Cuando fue agotador, el paciente capitán no pudo por menos que estallar, no de furia o como si de un combate se tratase, pero si un estallido a menor escala. Su reiatsu se elevó por encima de todos, impidiendo moverse a los shinigamis, algunos porque no soportarían la presión y otros simplemente por miedo. -¡Caray!, ¿Es que acaso nos ha poseido el espíritu del undécimo? hagan el favor de ordenarse en una fila e ir entrando de uno en uno, atendere a todos con gusto. Somos el octavo...¡Un poco de disciplina!

Así pués todos y cada uno de los presentes salieron fuera, Dios sabe como organizaron una fila y fueron entrando al despacho. Algunos incluso se tomaron la molestia de llamar a la puerta, vagas formalidades para el momento pero que sin embargo, el capitán supo apreciar. No tenía ninguna prisa, así que a forma de compensación, pasaría todo el tiempo necesario sentado en su despacho para atender a nuevos y viejos compañeros de división, tanto como fuera necesario. Mientras su último conversante, un nuevo recluta sin demasiada conversación, se marchaba, Mise no perdía un segundo, podía decirse que incluso él estaba ansioso de charlar largo y tendido, hacía tiempo que no mantenía una conversación tranquila.

-Joven cuando salga haga pasar al siguiente por favor.
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Mensaje por Akiyama Yuka Sáb Dic 25, 2010 12:48 am

Finalmente todo se descontroló. Era de prever, pero no por ello fue menos inesperado: la emoción había sido capaz de destrozar la parte racional de los integrantes del escuadrón más intelectual de todos. La profesora de historia debía reconocer que aquello no iba bien y que introducirse en medio de toda la marabunta no había sido buena idea. Aún así, allí se encontraba y tenía dos opciones: o se mimetizaba con los allí congregados, cual borrego, o hacía algo para intentar detener aquel maremágnum que parecía estar a punto de convertirse en un huracán. Levantó una mano, para hacerse ver, pero eso lo único que hizo fue empeorar las cosas, le dieron un fuerte tirón y tuvo que hacer un esfuerzo por no ponerse a chillar de puro dolor. Cuando recuperó el brazo se lo masajeó un segundo y decidió que aquello tenía que terminar. El capitán también parecía estar en apuros, pues cada vez estaba más cerca de la pared, era el momento de hacer algo. Yuka quiso acercarse a él, pero pronto aquello dejó de tener importancia. La advertencia que supuso la subida de la energía de Mise taichou puso fin al conflicto. Todas las personas allí reunidas, como si de un solo cuerpo se tratase, abandonaron las dependencias ordenadamente y el sonido que habían hecho todos hablando a la vez, se disipó. Algunos, los que había tenido la suerte de poder acercarse a su líder decidieron irse a sus habitaciones o a afanarse en sus deberes diarios. La rubia profesora de Historia decidió aprovechar la oportunidad y hacer cola. Aunque no se le pasó por alto los intentos (anteriores a los del capitán) que hacían algunos por organizar las cosas, entre ellos Kyuusei-san, su querido Yuki, aquel chico de cabello azul pálido y extraños ojos. Yuka le saludó con un movimiento de cabeza y aguardó a las puertas del despacho del capitán.

Durante el tiempo que estuve esperando, que, sinceramente, no fue mucho, estuvo ordenando mentalmente las tareas que tendría que hacer durante la semana. Tenía que preparar un examen para la Academia, concluir los informes que había dejado a medias y acudir a una cita con su prometido. Por un segundo pensó en inventar alguna excusa y no acudir, alegar dolor de cabeza o algo por el estilo. Pero no, aquella era su obligación, tal y como lo eran sus alumnos o sus entrenamientos y no podía dejar de presentarse solo por pereza o desgana. Aún estaba en periodo de adaptación, no se veía capaz de hablar mucho con Kin'iro. El jefe de la familia Hokori era un chico muy simpático, cariñoso y alegre, siempre tenía una sonrisa en los labios y eso hacía que Yuka no se sintiera tan abochornada como debería estar, pero no era suficiente. No es que la rubia le detestase o no se sintiese físicamente atraída por él, era atractivo, pero no sentía nada más. Resopló, para cambiar el cauce de sus pensamientos y comenzó a pensar que preguntas podría hacer que contestasen sus chicos en el próximo examen. Esbozó una sonrisa, convencida de que preguntaría el nombre de todos los comandantes y quizás de algunos de los capitanes más importantes que habían gobernado en el Gotei 13 desde su conformación hasta la actualidad. Esa sería una buena pregunta y si eran capaces de redactar con coherencia y sentimiento, estaba dispuesta a poner algunos puntos positivos. La sonrisa se ensanchó en su cara mientras limpiaba sus gafas con un lienzo limpio y continuó a la espera, esta vez mucho más relajada. Tanto que cuando le tocó el turno apenas se dio cuenta y tuvieron que llamarla dos veces. Asintió, de una cabezada y golpeó la puerta con los nudillos de la mano derecha y entró al oír la voz de Mise taichou dándole pie a ello.

- Capitán, ¿da usted su permiso?- y penetró en la estancia sin apenas hacer ruido con los pies sobre el suelo de madera. Con un gesto elegante, se sentó, dejando caer a ambos lados de la silla los faldones de su hakama. Luego se frotó las manos, que las tenía heladas de haber estado escribiendo gran parte del día y encaró los ojos de su jefe. Por alguna razón se quedó callada unos segundos, buscando las palabras adecuadas. Quería saber donde había estado el líder, deseaba oír sus historias, pero era lo suficientemente educada para no empezar por ahí- ¿está usted bien, taichou?, ¿cómo se encuentra?- no era la primera vez que se marchaba ni sería la última, pero la mujer no podía dejar de sentir cierta inquietud y preguntarse si todo marcharía como debía hacerlo.


Última edición por Akiyama Yuka el Sáb Ene 15, 2011 2:24 am, editado 1 vez
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Mensaje por Kyuusei Yukihiro Lun Dic 27, 2010 12:50 pm

Los candelabros apenas iluminaban. Eran pocos los que permanecían todavía cercanos a la puerta del despacho, unos aguardando sentados su turno, otros comentando en voz baja y excitada el regreso del Capitán. Allí, a un lado de la estancia, donde su conversación no supondría una molestia a menos que elevaran el volúmen, Soryu y Yukihiro se tomaban un descanso y aprovechaban para arreglar la nariz sangrante del primero.

-Me ha mirado y me ha dado la mano... y... ¡y se acordaba de mi nombre, senpai! Él recordaba mi nombre, ¿puede creérselo?- comentaba por enésima vez el shinigami de cabellos castaños, manteniendo la cabeza hacia atrás para cortar la hemorragia. Sus ojos brillaron con las llamas reflejadas en sus pupilas.- Es increíble... Mise-taicho es un gran hombre, ¿verdad?

Lentamente bajó la barbilla, hasta que su mirada coincidió con la de Kyuusei, que le observaba con afecto y una sonrisa indulgente. Tal y como haría un hermano mayor, pensó.

-Lo es. Por fin la Octava tiene algo que celebrar- declaró, alzando con suavidad sus finas y expresivas cejas. Pasó con ligereza un pañuelo por la barbilla del shinigami, que había quedado manchada de sangre. Luego limpió también la sensible zona bajo el apéndice que casi le habían fracturado, evitando rozar por descuido los algodoncillos que taponaban los orificios nasales. -Con él, pronto el Escuadrón volverá a la normalidad. Todo será como cuando...

Pero no terminó la frase. Todavía dolía decir su nombre, pensar en ella. Sintió los dedos de Toru en torno a su muñeca, deteniendo la labor de limpieza que ejecutaba sobre su rostro. Captó la expresión entristecida del chico, más joven e inexperto que él. Más inocente.

-¿Como cuando estaba la Capitana Samura?- preguntó él, tras un breve silencio-. Sí, yo también lo pienso...

Quizás era la opinión general de la Divisón. Todos querían creer que Mise Shuseki sería capaz de sacar adelante aquel Escuadrón, destrozado por la pérdida de su antigua líder. A Kyuusei le preocupaba que aquel hombre no fuera capaz de cargar con tal responsabilidad, pero deseaba confiar en que lo lograría.
Finalizada la tarea, retiró la mano y guardó el pañuelo manchado en su faltriquera, incorporándose. Soryu hizo lo propio, alzándose de la silla y palpando con sumo cuidado su nariz enrojecida.

-No parece rota, pero si llegas a sentir mareos, sería mejor que fueras al Cuarto Escuadón a que te echaran un vistazo.

-Estoy bien, senpai, no se preocupe. Gracias por cuidar de mí, es usted muy amable- inclinó la cabeza, agradecido y también un poco avergonzado, luciendo un suave rubor en las mejillas.- Si no necesita nada de mí, iré a prepararle algo caliente a Mise-taicho.

Meneó la cabeza, haciéndole un gesto con las manos para que se retirase. La marcha del joven no se hizo esperar, contento por haber encontrado la primera labor con la que pudiera agradar a su superior. A él no le importaba el motivo por el que hubiera tenido que irse sin avisar a nadie, ni lo que pudiera sucederle a lo largo de tan enigmática ausencia. Su preocupación era que se sintiera cómodo en casa.
Frotándose las manos contra el uniforme, por si estuvieran sucias, Kyuusei se dirigió a base de lentos y distinguidos pasos hacia la puerta del despacho, que a diferencia de minutos atrás, ahora se hallaba despejada. Imaginó que habría alguien dentro, por lo que se acercó por uno de los lados hasta quedar junto al marco, y apoyó la espalda en la pared. Justo a tiempo de oír la dulce voz de Akiyama-sensei al otro lado.

Nunca había tenido por costumbre escuchar detrás de las puertas, pero debía confesar que sentía mucha curiosidad por lo que hubiera estado haciendo el Capitán durante su partida.

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[OffRol]: Espero no haberos aburrido, pero no quería interrumpir de momento ^^ ¡Felices fiestas!
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Mensaje por Mise Shuseki Sáb Ene 08, 2011 4:16 am

Akiyama Yuka, la flamante profesora de historia en la Academia Shinigami y uno de los miembros a los que Mise tenía en más alta estima. Trabajadora, cordial, inteligente y respetuosa, tanto con sus superiores como con sus compañeros. Ella era la siguiente en entrar por la puerta del despacho, sin hacer apenas ruido, con paso seguro pero ligero y delicado, un andar elegante que completó sentándose en la silla con la misma finura. Una de las razones por las que Mise veía en aquella shinigami como una posible sucesora en el futuro y como clara candidata a obtener un rango más elevado en el escuadrón era su educación, siempre presente, algo con lo que el capitán se sentía identificado y que tenía gran valor para él.

Durante las entrevistas previas ningún shinigami se había atrevido o no había querido preguntarle nada sobre su ausencia. Las conversaciones se habían limitado a formalidades y preguntas sobre el estado de salud de Mise y charlas informativas sobre la actual situación de la división. Mise había mantenido las riendas de casi todas las reuniones y era él el que había llevado la iniciativa, haciendo la mayoría de preguntas e intentando variar el tema de conversación para no aburrirse a si mismo una y otra vez con lo mismo. Deseaba que cada siguiente shinigami tuviera unas preguntas que fueran más allá del qué tal y al ver entrar a la profesora de historia, una pequeña gota de esperanza mojó sus pensamientos.

-¿está usted bien, taichou?, ¿cómo se encuentra?

-Bueno, ligeramente cansado, ha sido un largo viaje. Pero feliz de haber vuelto por fin, no podía soportar la idea de no volver al Seiretei.

Aunque la primera pregunta fue un mero trámite, Mise estaba seguro de que Yuka profundizaría más en sus preguntas, por lo que la instó con su respuesta a indagar en el tema inmediatamente. Y si bien no le daría demasiada información, al menos se alegraría de poder hablar sobre algo diferente. A decir verdad, le invadía un sentimiento de curiosidad por saber el camino que tomaría aquella charla

[off: perdón por el retraso, estas fechas son muy malas. Feliz año a todos y a ver si cojo un poco de ritmo.]
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Mensaje por Akiyama Yuka Sáb Ene 15, 2011 9:22 am

Definitivamente estaba a gusto en aquel escuadrón, era como volver a la biblioteca del abuelo, quizás se sentía demasiado bien. Quizás fue ese pensamiento el que precipitó las preguntas de Yuka, lo que hizo que se atreviera a ir un poco más de lo establecido o de lo que ella misma habría deseado. Oyó atentamente las respuestas del capitán y asintió enérgicamente, de manera que su cabello, sentada como estaba llegaba hasta rozar el suelo, se movió al compás. Según parecía aquel hombre, el capitán Mise, se encontraba bien de salud, solo un poco cansado, y aunque la profesora de Historia era reservada por naturaleza, no podía dejar de sentirse bien por su regreso, en eso era como todos. Pero quizás ella fuese un poco más no solo era porque Mise fuera el capitán, era que le tenía cariño. Pero ese no es el tema que nos interesa amigos, el asunto que de verdad quiero tratar con vosotros es el del exceso de confianza del que pecó nuestra amiga, o del que ella creyó pecar, supongo que todo tiene diferentes visiones. Aún así la pregunta quedó clara, hasta necesaria, pues así le estaba dando pie el hombre tras la mesa. Asintió, como dándose ánimos a sí misma y se volvió hasta su jefe, casi segura de que cometía una locura. Una locura que no era su estilo.

- Quizás me esté equivocando- comenzó, colocando ambas manos, sobre las piernas, convertidas éstas en puños, aunque, contra todo pronóstico, el gesto no resultaba duro, no en ella- pero sé que hay algo que todos queremos saber y que ninguno se atreverá a preguntarle, y yo no debería hacerlo, lo sé, y sino quiere no tiene porque contestar- suspiró y finalmente dejó que sus cuestiones salieran a la luz a través de sus labios rosados- ¿Por qué se fue usted así, capitán, dónde ha estado? Le hemos echado mucho de menos- nada más formular sus inquietudes sintió que no debería haberlo hecho. Se arrepintió de golpe, pero aguantó. Si no le decía nada estaba dispuesta a asumir la responsabilidad de sus actos. Cerró los ojos y bajó la cabeza, todo un mar de cabello rubio, con las manos apretadas y recapacitó. No era tan malo lo que había hecho, no podía culparse cuando había sido el propio taichou quien le había dado pie. Pensó que era mejor no ocultar la cabeza, no era una chiquilla, así que levantó la vista, la celeste visión escondida en parte tras las gafas, y le dedicó una sonrisa al capitán. Sabía actuar en ese tipo de situaciones, no entendía su propio sonrojo. Bueno, si, si que lo entendía, ¿para qué engañaros? Pese a que había madurado, seguía siendo aquella chiquilla tímida de antaño y le costaban aún determinadas cosas, como por ejemplo, preguntarle a alguien sobre su vida. Quizás el único que se salvase de este sentimiento de invasión fuese Yuki, pero claro, el chico no era como el resto. Para la profesora de Historia el shinigami de ojos claros era más que especial y tenía tanta confianza en él que sabía que no le ocultaba nada (quizás algo si, pero la rubia no era demasiado observadora para con las personas a su alrededor) si había algo que quisiese saber solo tenía que preguntar.

Este pensamiento la tranquilizó un tanto y pudo esperar con cierto sosiego que el capitán respondiese. Quizás no había pasado tanto tiempo como ella creía. Pero ya se sabe. Cuando alguien aguarda algo, el tiempo parece correr en su contra. Yuka era paciente, pero no tanto.
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Mensaje por Kyuusei Yukihiro Dom Ene 16, 2011 5:03 am


A medida que la conversación avanzaba, Kyuusei se sentía incómodo y ansioso a partes iguales. Su educación le reprochaba que estuviera escuchando a escondidas una charla privada, pero por otro lado no dejaba de estar convencido de que al menos se merecía una explicación. De un día para el otro, el Capitán se marchó, dejando apenas una nota en la que ni especificaba cuánto tiempo estaría fuera. Y aunque respetaba a ese hombre y admiraba su trabajo, se había sentido dolido ante aquel gesto incomprensible. ¿De verdad podía haber algo tan urgente como para que un Capitán abandonase su Escuadrón?
Ni siquiera les había dado tiempo de recuperarse de la muerte de Samura-taicho y su sucesor se ausentaba sin aclarar el motivo. Sólo podía justificar aquel modo de proceder si se hubiese encontrado desempeñando una misión que pudiera afectar a la seguridad de la Soul Society, o un caso similar. De verdad esperaba que Mise-taicho tuviera una buena razón para todo aquello, porque no podría soportar verse decepcionado con un superior.

Intercambió el peso de su cuerpo de una pierna a otra, escuchando con más atención cuando habló el Capitán. A Yukihiro no le cabía duda de que había una invitación sutil pero detectable en las paralabras del hombre para que la joven y bonita shinigami le interrogara por lo sucedido. No le extrañó que escogiera a la profesora de Historia si deseaba sincerarse, pues resultaba prácticamente imposible pensar en alguien que inspirase tanta confianza como ella.
Ojalá él mismo pudiese ser tan franco con Yuka como se merecía...

Lanzó una mirada nerviosa a su alrededor, cerciorándose de que no hubiera nadie cerca, o pendiente de lo que sucedía en el despacho. Todavía quedaba algún rezagado por la zona, pero nadie parecía interesarse por otra cosa que no fueran sus propios asuntos.
Kyuusei suspiró de forma silenciosa y aguardó que Mise respondiera la pregunta que Akiyama-sensei se atrevió a formular. La misma pregunta que rondaba por la cabeza de todos y cada uno de los miembros de la Octava División.
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Mensaje por Sarutobi Kotta Vie Ene 28, 2011 12:07 pm

Hallábase el joven desgreñado inmerso en la inconmensurable profundidad del Cosmos cuando unos pasos acelerados llamaron su atención. Pronto agitó su cabeza, molesto, y devolvió su atención a las páginas de "El Mundo y sus Demonios", el último libro humano con el que había conseguido hacerse. De nuevo, voces y ajetreo lo volvieron a desconcentrar. Se incorporó del sofá donde andaba tumbado para descubrir, mirando por encima de éste, el bullicio que se extendía cual plaga por la División.

"Por Crom, ¿qué mosca le ha picado a todo el mundo hoy?" — pensó, algo enojado porque su otrora calmado escuadrón no dejara centrarse en su lectura.

Tras un par de nuevos e ineficaces intentos, Kotta se levantó, resignado. ¿O deberíamos decir que llamado por su insaciable curiosidad? Da igual, el caso es que abandonó a su recién descubierto Carl Sagan y zigzagueó por la División, como sabueso que olisquea un rastro, sólo que a él le guiaba el bullicio. Este era más apremiante cuanto más se acercaba a la capitanía del escuadrón, y pronto descubrió que una multitud se concentraba en los alrededores del despacho del desaparecido Capitán. Algunos cuchicheaban, otros ni se molestaban en bajar su voz, pero todos se veían notablemente exaltados.

— ¿Qué ha pasado? — preguntó, a uno de los que se dirigían allí, mirando hacia arriba, pues éste le sacaba más de una cuarta. — ¿Qué es todo este jaleo?

— El Capitán ha vuelto al fin. — casi gritó aquel shinigami, uniéndose de inmediato al denso grupo.

Kotta se petrificó al instante, sin saber muy bien cómo reaccionar. A penas había tenido tiempo de conocer a su Capitán desde que llegó al Octavo. Sólo había cruzado con el los protocolarios saludos que se le dan a los recién llegado, sólo habían hablado de cierto banales temas, sin poder llegar a conocerse mutuamente y sin que Kotta, ya que a penas había confianza, hubiera tenido tiempo de agradecerle tantas cosas.

El joven shinigami había vagado por ambos mundos, el humano y éste, sin ningún objetivo, sin propósitos vitales a cumplir más allá que seguir reuniendo información en su inagotable disco duro cerebral. Sin embargo, aquel vacío trascendental termina por hacer mella en la vida de cualquier ser, y la entrada en el Octavo lo había logrado al fin llenar. Que, tras su muerte, el Sarutobi eligiera la senda del shinigami no era más que una mera excusa para poder tener acceso al maravilloso Mundo de los Vivos y seguir disfrutando de todo lo que éste aún podía otorgar a su ávida mente. Mise-taicho había conseguido focalizar sus conocimientos, darle un sentido de existir a toda aquella información que atesoraba su despeinada cabeza.

La cuasi-perpetua sonrisa que iluminaba su infantil rostro se apagaba a menudo al pasar por aquella zona, cuando sus ojos se dejaban caer sobre aquella nota y su escueto mensaje. No había podido agradecerle nada de lo anterior al Capitán antes de su ida y ahora ni tan si quiera sabía cuándo iba a volver. Tampoco si volvería, pues a saber en qué misión o trabajo estaba involucrado. Pero al fin estaba allí, y el júbilo tardó en salir desde sus entrañas.

Aquella sensación le duró más bien poco, pues a medida que se fue acercando a la multitud fue descubriendo, muy a su pesar, que se había organizado una improvisada cola de espera, aunque el tumulto pareciera, exteriormente desorganizado. Dada la longitud de ésta aún tardaría en pasar. Sin embargo no estaba dispuesto a esperar tanto. Una maquiavélica y traviesa sonrisa se dibujó en su rostro. Valiéndose de su físico, o más bien de la escasez de éste, pronto pasó entre las piernas, entre los arrimados cuerpos y el más denso tumulto para colocarse a escasos pasos del portón del despacho. No todo iban a ser desventajas el tener tan baja estatura. Con todo el alboroto, poco echaron cuenta a la tramposa artimaña de su compañero y no tardaron en dejar de quejarse.

De puntillas y apoyándose en alguna que otra espalda, logró ver por una rendija el interior del despacho del Capitán, pero no le dio tiempo a distinguir nada allí. La puerta se cerró al instante. Poco a poco la euforia se calmó. Cada vez había menos gente esperando. Vencidos por su impaciencia, muchos volvieron a sus labores cotidianas. Kotta, estoico, quiso esperar, pero el aburrimiento también acabó por hacer mella en él. Una bombilla se encendió en su mente y recordó a su nuevo amigo astrónomo. Corrió, casi brincando de alegría, y recogió el libro del sofá donde había estado tumbado, volviendo presto a las cerradas puertas del despacho de Mise-taicho.

Cerradas, sí, pero ahora había un nuevo elemento decorativo. O quizá estaba ya ahí, pero pasó inadvertido a la nerviosa mirada del pequeño shinigami. Una oreja pegada al portón era ese nuevo añadido a la madera. A su vez esa oreja tenía también pegado un rostro, un rostro familiar, como tantos otros centenares rostros en aquel escuadrón. Parecía escuchar la conversación que se llevaba a cabo dentro del despacho de reaparecido Capitán, con poco o ningún disimulo. Kotta se acercó en silencio y de puntillas, intentando que aquel shinigami no reparara en su presencia, lo cual no era tan complejo dado que éste apuntaba su atención a otros lares.

— Muchos dirían que hacer éso es de maleducados pero, ¿sabías que los humanos han hecho de éso una profesión? — Así, sin más. Sin presentación alguna. Quién quiere perder el tiempo en presentaciones cuando tienes algo tan interesante que contar. Y no es sarcasmo, dentro de aquella cabezota despeinada, aquello era sumamente interesante. Son los llamados detectives privados. Según las últimas encuestas, tres de cada diez esposas lo ha contratado alguna vez para espiar a sus maridos. Sí... aunque no sólo se usa para eso, no. — Kotta se llevó un dedo a su boca, intentando hacer memoria. Claro está, había obviado cualquier reacción del desconocido. Él seguía a lo suyo: — También lo usan las empresas para espionaje industrial... — iba contando con los dedos, y alargando las palabras, como cuando un niño enumera qué hizo hoy. — para encontrar a familiares perdidos, ¡ah! y a mascotas perdidas. Para vigilar a los hijos de alguien, alguien que no confía en sus hijos, vamos... En fin, multitud de trabajos. Pero claro, no pegan la oreja a la puerta. Normalmente usan otros métodos, aunque igual de ilícitos: pinchan el teléfono, sacan fotos con teleobjetivos, colocan cámaras de vigilancia. — Kotta se perdía en sus banales pensamientos. — ¡Oh, si hasta hay una serie con unos detectives privados como protagonista! ¡Está genial! — se había puesto eufórico tan velozmente que daría incluso miedo... o pena, depende. — Lástima que la cancelaran, era una gran historia. Hay tantas y tantas series canceladas... — agita su cabeza, como si eso fuera lo primero desordenado que debiera ordenar. — Pero espera, que me voy por las ramas. Como te decía, los detectives privados son toda una institución, un oficio antiquísimo. Y ha aparecido un millón de veces en la literatura humana. Sus dos más claros ejemplos datan de décadas... espera, ¿cuál fue el primero? — No, no es una pregunta, es que no sabe pensar en voz baja. — Poirot apareció por primera vez... en... 1920, sí. Pero Sherlock Holmes... ¡mucho antes! Por Crom, un siglo antes... en el año 1887, sí. Nunca había reparado en ello. — se quedó un segundo pensativo, de nuevo con un dedo en los labios y mirada perdida, pero no dio mucho más tiempo de tregua. — Aunque, a decir verdad, Holmes no era un detective propiamente dicho. Él mismo se hacía llamar 'Detective Asesor', y se vanagloriaba de haber inventado la profesión, de ser el primero en el mundo. Sin duda su inteligencia era sublime, capaz de...

... Bla, bla, bla.



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