Conectarse
Últimos temas
En busca de Redención
2 participantes
Souls&Swords - Foro interpretativo inspirado en Bleach :: Gotei :: Escuadrón Gi - Honradez y Justicia
Página 1 de 1.
En busca de Redención
El joven oficial estaba fuera de sus casillas. Los golpes recibidos y dados no habían hecho más que enfurecerle más aún. Dentro de su saya, Hagane rugía con fiereza porque su portador se había alejado de la batalla. Ya le había infligido más heridas de las que debería a Aoki. Por una parte, sabía que se había precipitado en sus acciones. No tenía buenos nervios cuando se trataba de sus amigos y como ya he dicho anteriormente, Katsu era casi un hermano para él. Sabía que tarde o temprano debería ir a pedirle perdón a Aoki. Eso, si no se averiguaba que efectivamente había habido negligencia. Entonces que cualquiera se apartase de su camino, porque el león de acero se encargaría de ajusticiar a aquel que hubiera fallado en su cometido. ¿Cómo podía haber pasado? ¿Cómo había dejado Aoki que aquel muchacho muriera bajo su cuidado? En su mente, más preguntas que respuestas pululaban y hacían que el golpe de su frente le doliera aún más.
Se pasó los dedos por su despeinado cabello azabache removiéndolo aún más y suspiró dando un golpe en una de las paredes exteriores de uno de los escuadrones. Sabía perfectamente donde sus pies le llevaban y lo que debía hacer ahora. Por un instante había pensado en ir a buscar a Gennosuke para hablar con él. Contarle lo que había pasado y lejos de Aoki. A saber como habría reaccionado su hermano de batalla. Había veces que al mismo oficial le ponía los pelos de punta al verle luchar. Seguramente, el recién nombrado capitán del Cuarto escuadrón, necesitaría sus propias habilidades para recomponerse cuando Shin acabase con él.
Y sin embargo ahora, tras dejar una pequeña hondonada en la pared y descargada un poco más su furia, su semblante se serenó aunque no dejó de estar tenso. Debía entregarse. No pondría a su escuadrón en la tesitura de que los representantes del Sexto tuvieran que ir a buscarle allí. Entró en el cuartel comandado bajo el puño de hierro de la preciosa e inflexible Kaori. Si hubiese estado en otra situación, seguramente habría fantaseado con imaginarse a la dura capitana en una situación mucho más íntima. ¿Sería tan dominante en todos los aspectos de su vida?
Pero ahora no era el momento de pensar en esas cosas, y ni siquiera pasó por la mente del oficial en aquel momento. Solo sabía que debían encerrarle, quitarle su zanpakutou para que Hagane y él se relajasen. Un par de shinigamis se presentaron a él preguntándole qué quería pero Yamato simplemente los ignoró. Se situó en el centro del patio y elevó su reiatsu lo suficiente como para llamar la atención de la capitana o algún algo cargo en caso de que estuviera allí. No era amenazante, pero sí una llamada de atención.
Sacó su zanpakutou del obi y lo sostuvo delante de él paralelo al suelo con el brazo extendido. Su expresión había puesto nerviosos a algunos de los miembros del escuadrón que se habían llevado las manos a las empuñaduras de sus armas dispuestos a neutralizar la amenaza. Yamato cerró los ojos y tomó aire expulsándolo por la boca para terminar de templar sus nervios.
-Soy Hitsuya Yamato, shinigami de rango Tercer Oficial del Undécimo Escuadrón. Acabo de liberar mi shikai en las instalaciones de la Cuarta División y golpeado al Capitán Murakami Aoki dejándolo inconsciente -expuso el shinigami sin el más mínimo rastro de duda y vacilación en sus palabras.
Seguramente la detención no sería sencilla. Ya escuchaba los movimientos de los shinigamis a su espalda. Algunos, la gran mayoría de ellos, eran tan novatos que el oficial podría haberlos dejado tirados en el suelo desarmados de un solo movimiento. Y sin embargo no se movió. Se quedaría allí, se dejaría desarmar y detener sin ofrecer resistencia alguna. Aguantaría cualquier golpe que le dieran sin moverse ni un solo ápice. Y todo, por hacer descansar el alma de guerrero sediento de sangre que tenía en su interior luchando por salir a la superficie.
Se pasó los dedos por su despeinado cabello azabache removiéndolo aún más y suspiró dando un golpe en una de las paredes exteriores de uno de los escuadrones. Sabía perfectamente donde sus pies le llevaban y lo que debía hacer ahora. Por un instante había pensado en ir a buscar a Gennosuke para hablar con él. Contarle lo que había pasado y lejos de Aoki. A saber como habría reaccionado su hermano de batalla. Había veces que al mismo oficial le ponía los pelos de punta al verle luchar. Seguramente, el recién nombrado capitán del Cuarto escuadrón, necesitaría sus propias habilidades para recomponerse cuando Shin acabase con él.
Y sin embargo ahora, tras dejar una pequeña hondonada en la pared y descargada un poco más su furia, su semblante se serenó aunque no dejó de estar tenso. Debía entregarse. No pondría a su escuadrón en la tesitura de que los representantes del Sexto tuvieran que ir a buscarle allí. Entró en el cuartel comandado bajo el puño de hierro de la preciosa e inflexible Kaori. Si hubiese estado en otra situación, seguramente habría fantaseado con imaginarse a la dura capitana en una situación mucho más íntima. ¿Sería tan dominante en todos los aspectos de su vida?
Pero ahora no era el momento de pensar en esas cosas, y ni siquiera pasó por la mente del oficial en aquel momento. Solo sabía que debían encerrarle, quitarle su zanpakutou para que Hagane y él se relajasen. Un par de shinigamis se presentaron a él preguntándole qué quería pero Yamato simplemente los ignoró. Se situó en el centro del patio y elevó su reiatsu lo suficiente como para llamar la atención de la capitana o algún algo cargo en caso de que estuviera allí. No era amenazante, pero sí una llamada de atención.
Sacó su zanpakutou del obi y lo sostuvo delante de él paralelo al suelo con el brazo extendido. Su expresión había puesto nerviosos a algunos de los miembros del escuadrón que se habían llevado las manos a las empuñaduras de sus armas dispuestos a neutralizar la amenaza. Yamato cerró los ojos y tomó aire expulsándolo por la boca para terminar de templar sus nervios.
-Soy Hitsuya Yamato, shinigami de rango Tercer Oficial del Undécimo Escuadrón. Acabo de liberar mi shikai en las instalaciones de la Cuarta División y golpeado al Capitán Murakami Aoki dejándolo inconsciente -expuso el shinigami sin el más mínimo rastro de duda y vacilación en sus palabras.
Seguramente la detención no sería sencilla. Ya escuchaba los movimientos de los shinigamis a su espalda. Algunos, la gran mayoría de ellos, eran tan novatos que el oficial podría haberlos dejado tirados en el suelo desarmados de un solo movimiento. Y sin embargo no se movió. Se quedaría allí, se dejaría desarmar y detener sin ofrecer resistencia alguna. Aguantaría cualquier golpe que le dieran sin moverse ni un solo ápice. Y todo, por hacer descansar el alma de guerrero sediento de sangre que tenía en su interior luchando por salir a la superficie.
Hitsuya Yamato- Post : 38
Edad : 39
Re: En busca de Redención
- ¿Y te crees qué eso te da derecho para venir aquí y marearnos a todos?- de un sonoro golpe se abrió una de las puertas corredizas del dojo de las instalaciones del Sexto Escuadrón y la capitana Izumi Kaori hizo su aparición, tan brutalmente como siempre. Aunque su aspecto diera fe de que era dulce como la miel, sus hombres no pudieron evitar sorprenderse de verla así Llevaba el cabello recogido en una adorable trenza hacía un lado y caminaba con la misma decisión de siempre, con sus pasos enérgicos y elásticos. Presentaba un aspecto saludable, con las mejillas levemente sonrosadas después del entrenamiento y se enjugaba con una toalla la frente nacarada. Cuando reconoció a Yamato una de sus cejas se elevó con sorna y arrojó la toalla, que fue a caer en las manos de un shinigami raso que se había quedado con la boca abierta de par en par. Cuando la chica se dio cuenta de la cinta rosada que llevaba en el cabello la arrancó de cuajo y meneó la cabeza, para que el cabello liso, tan liso como el agua, cayese por su espalda. No le gustaba que la vieran con aquellos adornos de adolescente, era un poco bochornoso. Se guardó el lazo en los ropajes y avanzó hacía el recién llegado, con el ceño fruncido. Al parecer el azúcar había volado.
Le observó con sus malas pulgas habituales y se empinó (os recuerdo que Kaori no es muy alta) para estar a la misma altura que él y soltó un bufido, bufido al que todos sus hombres no habían tenido más remedio que acostumbrarse, porque los soltaba de seguido. A continuación, rápida como el pensamiento, saltó y le dio un sonoro golpe al recién llegado en la nunca, lo que comúnmente se conoce como “colleja”. No pretendía ser un correctivo ejemplar ni nada por el estilo. La capitana jamás habría actuado como el capitan Kobayashi golpeando con fuerzas o dejándole en ridículo como éste había hecho en la reunión de los altos cargos. Esto era más bien una riña, un modo de hacerle ver que lo había hecho mal.
- No vuelvas a elevar tu energía llamar mi atención en mi patio, suelo enfadarme por esas cosas, y créeme si te digo que cuando me cabreo soy un tanto difícil. Ahora guarda esa espada, que aún nadie te ha pedido que saques, de una puñetera vez antes de que te corte la mano- le riñó, y sin esperar respuesta lo tomó de una oreja (como si de un niño se tratase) y comenzó a tirar de él en dirección a la sala de interrogatorios. Aún quedaba un buen trecho para enfilar el edificio donde se encontraba, pero a Kaori no le pareció inconveniente hacerle caminar así durante todo el camino. Que fuera doblado sobre sí mismo y andando con dificultad no le suponía problema alguno. Había roto todas las normas de cortesía presentándose así y la Dama de Hierro estaba dispuesta a enseñarle como debían hacerse las cosas.
Era muy curioso cuando se encontraban con alguien. La persona en cuestión solía detenerse, mirarles sin comprender y a continuación se retiraba, por si a la capitana le daba por darle con la funda de la espada en la cara. No era la primera vez que lo hacía y aunque no era doloroso, era un tanto humillante que una mujer de un metro sesenta le diese a uno con un trozo de cuero en pleno rostro. La joven tenía sus propios pensamientos, ¿qué le había pegado al bueno de Aoki, y con qué derecho? Por muy buena relación que mantuvieran, si es que la tenían pues la muchacha no lo sabía con exactitud, había que saber diferenciar. Una cosa era ser amigos y otra ignorar los cargos, que para algo estaban. Hasta ella lo sabía.
Casi sin darse cuenta abrió la puerta de la sala de Interrogatorios y sin miramientos lanzó a Hitsuya dentro. Cuando vio lo roja que tenía la oreja sintió leves remordimientos, pero estos se esfumaron de golpe cuando recordó las maneras del tercer oficial.
- Vamos a ver, Hitsuya san- apenas si podía usar el tratamiento adecuado, la sangre le hervía en las entrañas y el recuerdo de aquel tío en medio de su patio con la zanpakutoh desenvainada se había clavado en sus pensamientos como un cáncer- cuéntamelo todo y ni se te ocurra omitir porqué pensaste que me iba a tomar bien esa actitud de poderío al elevar tu reiatsu. Como ves soy toda oídos- y junto las manos para entrelazar los dedos y apoyar la cara sobre éstos, en la mesa. Nadie salía de aquella sala sin habérselo contado todo y todos se llevaban su castigo. Haber golpeado a un capitán iba a conllevar uno, uno bien gordo.
Le observó con sus malas pulgas habituales y se empinó (os recuerdo que Kaori no es muy alta) para estar a la misma altura que él y soltó un bufido, bufido al que todos sus hombres no habían tenido más remedio que acostumbrarse, porque los soltaba de seguido. A continuación, rápida como el pensamiento, saltó y le dio un sonoro golpe al recién llegado en la nunca, lo que comúnmente se conoce como “colleja”. No pretendía ser un correctivo ejemplar ni nada por el estilo. La capitana jamás habría actuado como el capitan Kobayashi golpeando con fuerzas o dejándole en ridículo como éste había hecho en la reunión de los altos cargos. Esto era más bien una riña, un modo de hacerle ver que lo había hecho mal.
- No vuelvas a elevar tu energía llamar mi atención en mi patio, suelo enfadarme por esas cosas, y créeme si te digo que cuando me cabreo soy un tanto difícil. Ahora guarda esa espada, que aún nadie te ha pedido que saques, de una puñetera vez antes de que te corte la mano- le riñó, y sin esperar respuesta lo tomó de una oreja (como si de un niño se tratase) y comenzó a tirar de él en dirección a la sala de interrogatorios. Aún quedaba un buen trecho para enfilar el edificio donde se encontraba, pero a Kaori no le pareció inconveniente hacerle caminar así durante todo el camino. Que fuera doblado sobre sí mismo y andando con dificultad no le suponía problema alguno. Había roto todas las normas de cortesía presentándose así y la Dama de Hierro estaba dispuesta a enseñarle como debían hacerse las cosas.
Era muy curioso cuando se encontraban con alguien. La persona en cuestión solía detenerse, mirarles sin comprender y a continuación se retiraba, por si a la capitana le daba por darle con la funda de la espada en la cara. No era la primera vez que lo hacía y aunque no era doloroso, era un tanto humillante que una mujer de un metro sesenta le diese a uno con un trozo de cuero en pleno rostro. La joven tenía sus propios pensamientos, ¿qué le había pegado al bueno de Aoki, y con qué derecho? Por muy buena relación que mantuvieran, si es que la tenían pues la muchacha no lo sabía con exactitud, había que saber diferenciar. Una cosa era ser amigos y otra ignorar los cargos, que para algo estaban. Hasta ella lo sabía.
Casi sin darse cuenta abrió la puerta de la sala de Interrogatorios y sin miramientos lanzó a Hitsuya dentro. Cuando vio lo roja que tenía la oreja sintió leves remordimientos, pero estos se esfumaron de golpe cuando recordó las maneras del tercer oficial.
- Vamos a ver, Hitsuya san- apenas si podía usar el tratamiento adecuado, la sangre le hervía en las entrañas y el recuerdo de aquel tío en medio de su patio con la zanpakutoh desenvainada se había clavado en sus pensamientos como un cáncer- cuéntamelo todo y ni se te ocurra omitir porqué pensaste que me iba a tomar bien esa actitud de poderío al elevar tu reiatsu. Como ves soy toda oídos- y junto las manos para entrelazar los dedos y apoyar la cara sobre éstos, en la mesa. Nadie salía de aquella sala sin habérselo contado todo y todos se llevaban su castigo. Haber golpeado a un capitán iba a conllevar uno, uno bien gordo.
Izumi Kaori- Post : 584
Re: En busca de Redención
La aparición de la capitana de la división no se hizo esperar. Yamato conocía bien a Kaori, o por lo menos eso quiso pensar antes de verla aparecer con aquella adorable trenza, agitada por el entrenamiento que seguramente habría estado realizando hacía solo unos minutos. El shinigami, a pesar de admirar tanta belleza, estaba de demasiadas malas pulgas para soltar un comentario ingenioso y halagador para la preciosa capitana. Además, si las cosas salían como las había pensado, se quedaría en sus celdas durante al menos un par de semanas.
Aún así, el primer gesto de Kaori derribó sus defensas completamente. Aquella colleja, a pesar de ser amortiguada por el pelo del oficial que caía por su nuca no fue menos contundente. Yamato se sorprendió y frunció el ceño como un niño enrabietado ante el correctivo y guardó su zanpakutou en su cinto sin replicar ante sus palabras.
Entonces, algo que jamás habría pensado que ocurriría pasó. Le tomó de la oreja haciéndole encorvarse detrás de él. Yamato era bastante más alto que Kaori y estar así le resultaba terriblemente incómodo. Cuidó de no pisar los talones de la capitana y de mantener una expresión lo más orgullosa que podía en aquella situación. Miraba de reojo a cada shinigami con el que se encontraba casi fulminándolo con la mirada hasta que se marchaban.
Al llegar a la sala de interrogatorios, se dejó caer pesadamente sobre el asiento que estaba más cerca. Se frotó la oreja notándola caldeada por sus tirones y miró de reojo a la capitana cuando le preguntó.
-Quería llamar su atención, taicho. Así que mi gesto ha tenido el efecto deseado -dijo lo primero con voz tranquila y atreviéndose a esbozar una mínima sonrisa para intentar quitar algo de hierro a todo el asunto.
El oficial miraba directamente a los ojos a Kaori acariciando con la palma de la mano la empuñadura de su arma por la punta. La cabeza de león que tenía clavaba sus colmillos en la piel pero aquello lo hacía relajarse. Era un gesto estúpido, pero una costumbre después de todo. Cerró los ojos y respiró profundamente borrando aquella mínima sonrisa para centrarse en relatar los hechos que conocía y la razón por la cual había entrado en furia de aquella manera. ¿Lo comprendería todo Karoi?
-Aoki y yo nos conocemos desde que entramos en la academia. Hemos sido amigos con otros miembros de los escuadrones que hay ahora, Washiru y Shin y también Katsu. El teniente de Kobayashi-taicho... -al pronunciar el nombre de Katsu se quedó unos segundos trabado antes de seguir hablando. Cogió aire y prosiguió inmediatamente. -Katsu ha muerto en una de las habitaciones del Cuarto Escuadrón. Vino muy herido del mundo humano e ingresó bajo el cuidado de Aoki. Ahora... Ahora... -cerró los puños con fuerza agachando la cabeza dejando que cayesen algunos mechones a los lados de su rostro. -Cuando estuve en el despacho de Murakami le llegó un informe de sus hombres y la palabra negligencia se podía leer perfectamente en el pergamino. ¿Cómo ha podido dejar que eso le pasase a Katsu? ¿Después de lo que pasó en el último examen de la academia? Por eso le golpeé. Por haber fallado a Katsu como médico y como amigo...
Yamato se quedó por fin en silencio. Sus ojos carmesíes volvían a estar puestos en los orbes azabache que tenía la capitana por mirada. Su expresión era resuelta y se veía perfectamente que no se arrepentía en absoluto de lo que había hecho.
Aún así, el primer gesto de Kaori derribó sus defensas completamente. Aquella colleja, a pesar de ser amortiguada por el pelo del oficial que caía por su nuca no fue menos contundente. Yamato se sorprendió y frunció el ceño como un niño enrabietado ante el correctivo y guardó su zanpakutou en su cinto sin replicar ante sus palabras.
Entonces, algo que jamás habría pensado que ocurriría pasó. Le tomó de la oreja haciéndole encorvarse detrás de él. Yamato era bastante más alto que Kaori y estar así le resultaba terriblemente incómodo. Cuidó de no pisar los talones de la capitana y de mantener una expresión lo más orgullosa que podía en aquella situación. Miraba de reojo a cada shinigami con el que se encontraba casi fulminándolo con la mirada hasta que se marchaban.
Al llegar a la sala de interrogatorios, se dejó caer pesadamente sobre el asiento que estaba más cerca. Se frotó la oreja notándola caldeada por sus tirones y miró de reojo a la capitana cuando le preguntó.
-Quería llamar su atención, taicho. Así que mi gesto ha tenido el efecto deseado -dijo lo primero con voz tranquila y atreviéndose a esbozar una mínima sonrisa para intentar quitar algo de hierro a todo el asunto.
El oficial miraba directamente a los ojos a Kaori acariciando con la palma de la mano la empuñadura de su arma por la punta. La cabeza de león que tenía clavaba sus colmillos en la piel pero aquello lo hacía relajarse. Era un gesto estúpido, pero una costumbre después de todo. Cerró los ojos y respiró profundamente borrando aquella mínima sonrisa para centrarse en relatar los hechos que conocía y la razón por la cual había entrado en furia de aquella manera. ¿Lo comprendería todo Karoi?
-Aoki y yo nos conocemos desde que entramos en la academia. Hemos sido amigos con otros miembros de los escuadrones que hay ahora, Washiru y Shin y también Katsu. El teniente de Kobayashi-taicho... -al pronunciar el nombre de Katsu se quedó unos segundos trabado antes de seguir hablando. Cogió aire y prosiguió inmediatamente. -Katsu ha muerto en una de las habitaciones del Cuarto Escuadrón. Vino muy herido del mundo humano e ingresó bajo el cuidado de Aoki. Ahora... Ahora... -cerró los puños con fuerza agachando la cabeza dejando que cayesen algunos mechones a los lados de su rostro. -Cuando estuve en el despacho de Murakami le llegó un informe de sus hombres y la palabra negligencia se podía leer perfectamente en el pergamino. ¿Cómo ha podido dejar que eso le pasase a Katsu? ¿Después de lo que pasó en el último examen de la academia? Por eso le golpeé. Por haber fallado a Katsu como médico y como amigo...
Yamato se quedó por fin en silencio. Sus ojos carmesíes volvían a estar puestos en los orbes azabache que tenía la capitana por mirada. Su expresión era resuelta y se veía perfectamente que no se arrepentía en absoluto de lo que había hecho.
Hitsuya Yamato- Post : 38
Edad : 39
Re: En busca de Redención
Otro maldito chulo que le tocaba capear a la Dama de Hierro. Estaba empezando a perder la poca paciencia que el creador le había concedido, definitivamente. Apretó los dientes, en un intento por no empezar a repartir puñetazos a diestro y siniestro y esperó. Le había hecho una pregunta al recién llegado, de manera que aguardó en silencio. Esquivó la impertinencia como pudo, ¿es qué todos los que pisaban el ordenado despacho estaban locos de remate, no sabían con quién se la estaban jugando o qué? Aún así, intentó parecer serena, pero su ceño fruncido y los ojos medio cerrados no hacían muy creíble la impresión que quería dar. Solo le faltaba apretar el puño y hacer crujir el guante sin dedos de la mano derecha con el estrépito habitual, así tendría todo el pack y sería imposible negar su estado de ánimo. Y estuvo a punto de hacerlo, pero por causas ajenas a ella, la conversación tomó unos derroteros diferentes.
El tercer oficial del undécimo escuadrón hablaba de algo que parecía doloroso, muy doloroso. La joven abrió los ojos (cambiando su gesto de molestia a uno más bien sorpresivo) y su ceño se alisó, como si en un segundo todo fuera distinto. Y es que lo era, innegablemente, porque en cierta medida, el malhumorado el shinigami le estaba abriendo su corazón a la Dama de Hierro, que se vio de pronto superada por todo aquello. Aún así mantuvo la compostura -esta vez real y no fingida de modo insuficiente, como hacía unos segundos- hasta que Hitsuya san hubo terminado su triste discurso. Y aún un poco más se mantuvo callada. Cerró los ojos, esta vez por completo, durante unos segundos y cuando los abrió, la mirada de su interlocutor continuaba clavada en la suya, como venía haciendo desde que se vieron por primera vez en el patio. Sin poderlo evitar, una pequeña sonrisa se instaló en su rostro de porcelana y negó con la cabeza, imperceptiblemente.
- Siento mucho tu pérdida, de verdad- y aquello no era sólo la fórmula que el protocolo exigía, realmente lamentaba que alguien tan joven como el teniente Katsu hubiera tenido que perder la vida así, más cuando era amigo de la persona que tenía delante. Aquellas cosas eran dolorosas, ella misma podía dar fe de ello, conocía la lacerante emoción de pérdida, porque cuando perdió a su única familia, que resultó ser su superior, su mundo se vino abajo, y golpear a un capitán era lo mínimo que hubiera hecho si hubiese quedado alguno al que abofetear- es muy duro… perder a alguien que nos importa de verdad, pero no puedo estar de acuerdo con lo que has hecho, el capitán Aoki sigue siendo un superior y aunque tienes tus motivos no ha estado bien que le golpeases- ¿quién demonios era aquella criatura dulce y comprensiva qué había ocupado el cuerpo de Kaori, dónde estaban los gritos y las rabietas, dónde los gestos rudos? Tengo que reconocer que estoy sorprendida, pero por alguna razón lejos de mi entendimiento, Izumi-taichou empatizaba con aquel muchacho y no quería castigarlo. Tenía que hacerlo, pero no era en el correctivo en lo que estaba pensando cuando esos resueltos ojos sanguíneos la miraban. Y no me refiero a nada romántico, ¡qué estamos hablando de Kaori, por favor! La idea que comenzaba a fraguarse en su mente tenía que ver con asuntos de tipo más bien… militar. Por llamarlos de alguna manera.
Su gesto volvió a cambiar, esta vez parecía curioso, a la expectativa, y como era impaciente por naturaleza, prefirió no guardarse su pensamiento para ella sola.
- ¿Quieres venir a mi escuadrón?, ¿quieres trasladarte al sexto?- su voz sonó rotunda, como si aquello más que una pregunta fuera una verdad absoluta, algo que no podía ser ignorado y cuyo fin era llamar la atención, no solo del tercer oficial Hitsuya, sino también de la hermosa capitana de ojos negros. Necesitaba más hombres y contar con alguien como aquel indómito muchacho en sus filas podía ser de lo más interesante. Había sido algo espontáneo, pero no se arrepentía de haber hecho aquella petición. Quería a ese chico en sus filas y lo quería ya. Alguien que tenía los redaños para golpear a un capitán por una injusticia debía estar bajo sus órdenes.
El tercer oficial del undécimo escuadrón hablaba de algo que parecía doloroso, muy doloroso. La joven abrió los ojos (cambiando su gesto de molestia a uno más bien sorpresivo) y su ceño se alisó, como si en un segundo todo fuera distinto. Y es que lo era, innegablemente, porque en cierta medida, el malhumorado el shinigami le estaba abriendo su corazón a la Dama de Hierro, que se vio de pronto superada por todo aquello. Aún así mantuvo la compostura -esta vez real y no fingida de modo insuficiente, como hacía unos segundos- hasta que Hitsuya san hubo terminado su triste discurso. Y aún un poco más se mantuvo callada. Cerró los ojos, esta vez por completo, durante unos segundos y cuando los abrió, la mirada de su interlocutor continuaba clavada en la suya, como venía haciendo desde que se vieron por primera vez en el patio. Sin poderlo evitar, una pequeña sonrisa se instaló en su rostro de porcelana y negó con la cabeza, imperceptiblemente.
- Siento mucho tu pérdida, de verdad- y aquello no era sólo la fórmula que el protocolo exigía, realmente lamentaba que alguien tan joven como el teniente Katsu hubiera tenido que perder la vida así, más cuando era amigo de la persona que tenía delante. Aquellas cosas eran dolorosas, ella misma podía dar fe de ello, conocía la lacerante emoción de pérdida, porque cuando perdió a su única familia, que resultó ser su superior, su mundo se vino abajo, y golpear a un capitán era lo mínimo que hubiera hecho si hubiese quedado alguno al que abofetear- es muy duro… perder a alguien que nos importa de verdad, pero no puedo estar de acuerdo con lo que has hecho, el capitán Aoki sigue siendo un superior y aunque tienes tus motivos no ha estado bien que le golpeases- ¿quién demonios era aquella criatura dulce y comprensiva qué había ocupado el cuerpo de Kaori, dónde estaban los gritos y las rabietas, dónde los gestos rudos? Tengo que reconocer que estoy sorprendida, pero por alguna razón lejos de mi entendimiento, Izumi-taichou empatizaba con aquel muchacho y no quería castigarlo. Tenía que hacerlo, pero no era en el correctivo en lo que estaba pensando cuando esos resueltos ojos sanguíneos la miraban. Y no me refiero a nada romántico, ¡qué estamos hablando de Kaori, por favor! La idea que comenzaba a fraguarse en su mente tenía que ver con asuntos de tipo más bien… militar. Por llamarlos de alguna manera.
Su gesto volvió a cambiar, esta vez parecía curioso, a la expectativa, y como era impaciente por naturaleza, prefirió no guardarse su pensamiento para ella sola.
- ¿Quieres venir a mi escuadrón?, ¿quieres trasladarte al sexto?- su voz sonó rotunda, como si aquello más que una pregunta fuera una verdad absoluta, algo que no podía ser ignorado y cuyo fin era llamar la atención, no solo del tercer oficial Hitsuya, sino también de la hermosa capitana de ojos negros. Necesitaba más hombres y contar con alguien como aquel indómito muchacho en sus filas podía ser de lo más interesante. Había sido algo espontáneo, pero no se arrepentía de haber hecho aquella petición. Quería a ese chico en sus filas y lo quería ya. Alguien que tenía los redaños para golpear a un capitán por una injusticia debía estar bajo sus órdenes.
Izumi Kaori- Post : 584
Re: En busca de Redención
Yamato mantenía las manos sobre la mesa cerradas en dos puños como si reprimiera el instinto de volver a aquel pasillo y terminar el trabajo que había dejado a medias. Sus ojos carmesíes se perdían en la negrura de los de Kaori esperando algún tipo de reprimenda por su parte. Y sin embargo, a pesar de todos los apodos que le pusieran, de todas las historias que contasen de la frialdad de la capitana, Yamato pudo ver de primera mano como debajo de tanta armadura había una muchacha de carne y hueso.
Aquellas palabras le llegaron por sorpresa. Ciertamente no se esperaba una reacción tan calmada y sentida por su parte. Casi se habría dado una colleja simplemente por no pensar que aquella preciosa chica que vestía el haori del Sexto, pudiera ser tan comprensiva.
-Comprendo que lo qu hice fue un error. No debería haberlo hecho pero no pude reprimirme. Ya sabe lo que se dice de los shinigamis de mi es... -Yamato fue cortado cuando escuchó de nuevo a Kaori. ¿Había oído bien? ¿Quería que se transfiriese al Sexto Escuadrón bajo su mando? -¿Está segura de lo que está diciendo, tiacho? -preguntó el muchacho sin saber si creerse aquellas palabras. Y aún así, el rostro de Kaori le decía que no osase tomarlas por una burla. -Me refiero... He liberado mi shikai y le he golpeado a un capitán con él. ¿Y aún así me quiere bajo su mando? Dígame, ¿cuál es la razón? No puedo entenderlo...
Yamato estaba algo confundido. Sin saber lo que haría en el Undécimo tampoco sabía que había sido de Gennosuke. Aún así necesitaba un cambio de aires. Su escuadrón estaba demasiado ocioso para poder dejar atrás la muerte de Katsu. Dejar la furia enterrada en su interior hasta desahogarse en una batalla contra algún hollow espacialmente fuerte. Además, estaba demasiado interesado en ver más de aquella bonita y dulce chica, que se escondía debajo de su armadura de samurai.
-Acepto -respondió con simpleza. No había nada que pensar aunque aún quería conocer las razones de la capitana, sabía que quería estar bajo su mando. Era una sensación que tenía. Y por el pequeño ronroneo de Hagane, sabía que secundaba su decisión.
Aquellas palabras le llegaron por sorpresa. Ciertamente no se esperaba una reacción tan calmada y sentida por su parte. Casi se habría dado una colleja simplemente por no pensar que aquella preciosa chica que vestía el haori del Sexto, pudiera ser tan comprensiva.
-Comprendo que lo qu hice fue un error. No debería haberlo hecho pero no pude reprimirme. Ya sabe lo que se dice de los shinigamis de mi es... -Yamato fue cortado cuando escuchó de nuevo a Kaori. ¿Había oído bien? ¿Quería que se transfiriese al Sexto Escuadrón bajo su mando? -¿Está segura de lo que está diciendo, tiacho? -preguntó el muchacho sin saber si creerse aquellas palabras. Y aún así, el rostro de Kaori le decía que no osase tomarlas por una burla. -Me refiero... He liberado mi shikai y le he golpeado a un capitán con él. ¿Y aún así me quiere bajo su mando? Dígame, ¿cuál es la razón? No puedo entenderlo...
Yamato estaba algo confundido. Sin saber lo que haría en el Undécimo tampoco sabía que había sido de Gennosuke. Aún así necesitaba un cambio de aires. Su escuadrón estaba demasiado ocioso para poder dejar atrás la muerte de Katsu. Dejar la furia enterrada en su interior hasta desahogarse en una batalla contra algún hollow espacialmente fuerte. Además, estaba demasiado interesado en ver más de aquella bonita y dulce chica, que se escondía debajo de su armadura de samurai.
-Acepto -respondió con simpleza. No había nada que pensar aunque aún quería conocer las razones de la capitana, sabía que quería estar bajo su mando. Era una sensación que tenía. Y por el pequeño ronroneo de Hagane, sabía que secundaba su decisión.
Hitsuya Yamato- Post : 38
Edad : 39
Re: En busca de Redención
Kaori esbozó una media sonrisa torcida que alegró su sereno semblante. No era habitual verla sonreír, y mucho menos que uno de estos gestos fuera dirigido a alguien que acababa de llegar a su escuadrón, y menos aún del modo que lo había hecho por haber golpeado a un capitán al que apreciaba. Pero pese a todo, la Dama de Hierro tenía carne y huesos bajo la resistente armadura que se obligaba a vestir, y éstos afloraban al exterior cuando menos lo esperaba, por ejemplo en momentos como ese. A veces la cogía desprevenida y le molestaba, otras, como era el caso, simplemente se dejaba llevar, no se presionaba.
Observó entonces a Yamato con interés, muy curioso, además de ser bastante mono, y que Kaori pensase eso le daba un plus que nadie era capaz de imaginar, también tenía una buena ración de agallas. Al parecer no había necesitado mucho tiempo para pensarlo y ella se lo agradeció, era una mujer muy ocupada, pero también intento ser un poco flexible, cambiarse de escuadrón no era como cambiarse de ropa. Esperaba que aquel muchacho lo tuviese claro.
- Me gustan los hombres con carácter, Hitsuya-san- lo que no quería decir que sintiese especial inclinación amorosa por ellos, no recordaba, al menos en esta vida, haberse enamorado nunca. Simplemente que las personas con fuego en las venas le parecían mucho más interesantes que los enclenques sin voz ni voto, a los que claramente odiaba- y también me gustan las personas resueltas- como él acababa de demostrar que era, pero cambiarse de escuadrón no era lo mismo que cambiarse de camisa, era una decisión difícil, Kaori por ejemplo jamás había cambiado de lugar, siempre había estado allí, y lo cierto era que no pensaba moverse. Adoraba el Sexto.
- Si lo deseas, puedes tomarte tu tiempo para decidirte y no hacerlo tan a la ligera, pero no tardes tampoco demasiado, la oferta tiene fecha de caducidad, y podría volverse perecedera antes de lo que te imaginas- efectivamente. Quizás aquel no fuera el escuadrón que más hubiera cambiado desde antes de la guerra, pero bien era cierto, que la Dama de Hierro no poseía la infinita paciencia de su antecesora. Por eso aquellas palabras, por eso aquellos gestos que la habían convertido, según los rumores que popular en alguien tan dura. No tenía tiempo que perder, pero tener a un oficial como aquel en sus filas era bastante interesante. Pensó en ello un momento, pero decidió no darle más vueltas y dejar las cosas como estaban que fuera él quien decidiera.
Y debían tratar otro tema. La joven capitana no podía pasar por alto lo que acababa de hacer el chico frente a ella a Aoki-taichou y así lo soltó- teniendo en cuenta que el capitán al que has golpeado aún no ha presentado una queja formal contra ti y que dudo que la presente te quedarás tres días en el calabozo- y aparecieron dos shinigamis para escoltarle, un chico y una chica- si eres tan amable de entregar tu arma, te la cuidaremos muy bien- no iba a ser tan tonta como para dejarle con su zanpakutoh al lado. Las normas eran las mismas para todos, y de este modo debían ser cumplidas.
Observó entonces a Yamato con interés, muy curioso, además de ser bastante mono, y que Kaori pensase eso le daba un plus que nadie era capaz de imaginar, también tenía una buena ración de agallas. Al parecer no había necesitado mucho tiempo para pensarlo y ella se lo agradeció, era una mujer muy ocupada, pero también intento ser un poco flexible, cambiarse de escuadrón no era como cambiarse de ropa. Esperaba que aquel muchacho lo tuviese claro.
- Me gustan los hombres con carácter, Hitsuya-san- lo que no quería decir que sintiese especial inclinación amorosa por ellos, no recordaba, al menos en esta vida, haberse enamorado nunca. Simplemente que las personas con fuego en las venas le parecían mucho más interesantes que los enclenques sin voz ni voto, a los que claramente odiaba- y también me gustan las personas resueltas- como él acababa de demostrar que era, pero cambiarse de escuadrón no era lo mismo que cambiarse de camisa, era una decisión difícil, Kaori por ejemplo jamás había cambiado de lugar, siempre había estado allí, y lo cierto era que no pensaba moverse. Adoraba el Sexto.
- Si lo deseas, puedes tomarte tu tiempo para decidirte y no hacerlo tan a la ligera, pero no tardes tampoco demasiado, la oferta tiene fecha de caducidad, y podría volverse perecedera antes de lo que te imaginas- efectivamente. Quizás aquel no fuera el escuadrón que más hubiera cambiado desde antes de la guerra, pero bien era cierto, que la Dama de Hierro no poseía la infinita paciencia de su antecesora. Por eso aquellas palabras, por eso aquellos gestos que la habían convertido, según los rumores que popular en alguien tan dura. No tenía tiempo que perder, pero tener a un oficial como aquel en sus filas era bastante interesante. Pensó en ello un momento, pero decidió no darle más vueltas y dejar las cosas como estaban que fuera él quien decidiera.
Y debían tratar otro tema. La joven capitana no podía pasar por alto lo que acababa de hacer el chico frente a ella a Aoki-taichou y así lo soltó- teniendo en cuenta que el capitán al que has golpeado aún no ha presentado una queja formal contra ti y que dudo que la presente te quedarás tres días en el calabozo- y aparecieron dos shinigamis para escoltarle, un chico y una chica- si eres tan amable de entregar tu arma, te la cuidaremos muy bien- no iba a ser tan tonta como para dejarle con su zanpakutoh al lado. Las normas eran las mismas para todos, y de este modo debían ser cumplidas.
Izumi Kaori- Post : 584
Souls&Swords - Foro interpretativo inspirado en Bleach :: Gotei :: Escuadrón Gi - Honradez y Justicia
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Jue Abr 30, 2015 3:40 am por Kenta
» Ethernia Ehlysea {Afiliación Élite}
Dom Mayo 25, 2014 7:56 am por Invitado
» Foro RPG Naruto (Élite) (caida de botones)
Dom Mayo 25, 2014 6:04 am por Invitado
» holau gente ^^
Lun Mayo 12, 2014 6:03 am por taider kend
» Foro RPG Naruto (Élite)
Sáb Mayo 03, 2014 7:20 am por Invitado
» School of devil way [Elite]
Dom Mar 23, 2014 7:39 am por Invitado
» Attack On Titan ;; Reapertura [Cambio de Botón - Normal.]
Mar Ene 14, 2014 1:09 pm por Invitado
» Anime Rol [Élite]
Dom Dic 08, 2013 3:51 pm por Invitado
» I Want Candy! {Invitación}
Lun Nov 11, 2013 9:54 am por Invitado
» Homines Hortum || Élite [Yaoi]
Dom Oct 20, 2013 2:42 pm por Invitado