Día de mercado ~ [Renshū Otokonoko]

Le apretó la mano con más insistencia y le sonrío más abiertamente. Aquella cara no tenía precio alguno, su suposición había sido correcta y su boca se torció en una mueca picara y una carcajada rompió su silencio. -Jajaja....¡¿has visto la cara que ha puesto, Shiro?! ¿eh? Eh?....jajajaja....¡que divertido!....jajajaja- dijo sin importarle si la shinigami tomaba represalias contra él -Ha merecido la pena...jajajaja-

Siguieron andando por entre las calles y el pequeño shinigami no soltaba la mano de esta. En un momento determinado Otokonoko decidió que les llevaría a un sitio interesante y comenzó a tirar de ella con insistencia. Se encontraban en el último distrito, pero el sitio no estaba muy lejos. Renshu callejeaba entre casas abandonadas o semiderruidas donde las ratas y las cucarachas vivían y se alimentaban mejor que las personas de la zona. Se encontraron con un par de vagabundos durmiendo la mona que sortearon, no sin que antes el shinigami les dejase unas monedas y les diese unas palmaditas en la espalda con tristeza.

Por fin llegaron al bar, paredes y puertas eran de madera, pero esta última tenía una ventana hecha con papel de arroz y unos Kanjis en los que podía leerse “La casa del sushi”. Aunque todavía era de día los farolillos de color granate ya estaban encendidos. Entró arrastrando a Hotaru y Shiro tras de sí. El local era estrecho y alargado. En frente de ellos había unas cuatro mesas con sus respectivas sillas y unos centros florales. A la izquierda una pared con cuadros relacionados con el shushi y a la derecha una barra, también de madera con forma de L. Detrás de esta había una gran selección de bebidas y un camarero bien parecido, de pelo moreno, corto y bien afeitado.

El niño se sentó en una de las mesas y esperó a que los otros dos acompañantes se sentasen para llamar al camarero -Oribā-san, ¿Cómo estás?- le preguntó el rubio, el otro sonrió y le contestó -Muy bien Jibi-chan, espero que todo te vaya bien. ¿Qué vais a querer?- Renshu se adelantó a la hora de pedir -Yo tomaré agua...¡no!...hoy es un día especial, tomaré zumo de melocotón y para comer nos vas a traer "El Arca"- El lapiz con el tomaba la nota el moreno se partió por la presión -Eh...¿Estás seguro, Ren-chan?- preguntó este en un tono que denotaba miedo -Sí, estoy seguro, ahora a ver que quieren estos dos para beber, que nosotros esperamos-

Off: El camarero

Spoiler:

La joven peliblanca pestañeó y pareció vacilar un momento cuando cruzaron la puerta del local. No esperaba que el criajo conociera un lugar así, y menos que tuviera unos gustos tan especiales. "Tendría que hacerle un par de preguntas al retaco este..."

Shirobi había seguido a Ren hasta una mesa y se había encaramado a una de las sillas, armando alboroto y señalando cada cosa que veía, como si fuera un detalle extraordinario.

-Baja los pies y controla un poco el volúmen,¿quieres?- le llamó la atención, dejándose caer en el asiento más cercano.- Me haces pasar vergüenza cada vez que vamos juntos a algún sitio...

Aprovechando la llegada del camarero y que la shinigami miraba hacia éste con expresión crítica, el kitsune adoptó una mueca burlona y le sacó la lengua a su compañera, sentándose adecuadamente después. No sabía cuánto iba a durar aquel momento tan agradable, pero pensaba aprovecharlo al máximo y divertirse como nunca. Ser una zanpakutou era muy aburrido... sobretodo cuando tenías por usuario a alguien con tan mal genio y poco dado a considerar las propuestas de los demás.

-¿Hay hiyayakko? Quiero comer de eso también... y para beber... uhm... ehm... -mientras hablaba, iba revolviéndose en la silla, inquieto.- Jo, no sé qué pedirme. ¿Qué te vas a perdir tú, Hotaru?

-Cualquier licor decente me vale- respondió con desgana, haciendo un gesto con la mano. Viendo que Shiro tardaba mucho en decidirse, añadió:- A él tráele algo dulce.

Cuando el camarero se marchó, la mujer miró incómoda a la compañía que le había tocado ese día. Todavía se preguntaba por qué estaba aguantando aquello...
Fue el niño de cabellos azules el que acabó con el silencio, mirando con interés a su amigo.

-Nee, Renshu, cuéntanos cómo te hiciste shinigami. ¡Seguro que es una buena historia!

___
Off: A ver si recupero la inspiración y las ganas... >.<

La shinigami controlaba al pequeño demasiado, parecía que por la relación que tenían eran más que amigos, algo así como familia. ¿Eran hermanos? o ¿Tal vez fuera su madre?....si fuese su madre tenía sentido que le riñese. Su madre también le había reñido de esa manera cuando iban a un sitio y el actuaba guiado por sus impulsos. Tenía curiosidad por saber que relación tenían aquellos dos, pero esperó a que el camarero apuntase el Hiyayakko

- Solo servimos el momen Hiyayakko, espero que no tenga problemas. Para la señorita puedo traerle un destilado casero elaborado con arroz, manzana, ron del mundo humano, miel y distintas plantas como el tomillo y la hierba luisa. Marida muy bien con el sushi por su sabor suave al principio y fuerte, terminando con un toque ácido y para él puedo traerle otro zumo de melocotón si quiere, también lo elaboramos aquí. ¿Les apetece?- El camarero esperó a ver que decían los clientes y tras apuntarlo se fue a preparar las bebidas.

Renshu sonreía, le agradaba la compañía y desde que entró en el segundo escuadrón no había podido volver al bar que tanto le gustaba. Su sonrisa se vio interrumpida con la pregunta de su amigo y agachó la cabeza, se había quedado tremendamente serio y con el rostro ensombrecido.

-¿mi historia?- su tono cambió, ya no tenía aquella voz melosa e infantiloide, si no una más grave y madura, como si fuese un adulto en el cuerpo de un niño. -Cuando era humano sentía los reiatsus de Shinigamis y Hollows cuando estaban cerca de mí. Con diez años recién cumplidos sentí dos grandes fuerzas enfrentadas y busqué de donde salían. Llegué a un descampado, pero allí no vi nada. De repente algo me atravesó el corazón como si fuese una aguja y pude ver lo que estaba pasando, un shinigami vestido de rojo y una Arrancar estaban luchando. La Arranca se reía y el shinigami tenía el rostro totalmente blanco, la Arrancar desapareció y el shinigami vino hacia mi con gesto serio y me golpeó en la cabeza con la guarda de su katana- El camarero llegó interrumpiendo su historia, Renshu cogió su bebida y se la tomó de un trago

-¡¿Qué mierda he pedido?! Tráeme un baso de sake, que esté helado.- Oribā hizo una reverencia y se volvió a marchar -Aparecí en el Rukongai en la zona Zaraki, solo, con la única compañía de este peluche. No entiendo muy bien por qué, pero bueno. Me vi obligado a robar, pero comía muy pocas veces, cuando no me pillaban los tenderos y me daban una paliza eran los otros chicos de la calle los que me quitaban la comida y me apalizaban o simplemente me buscaban para entretenerse un rato. Ya sabéis, lo típico por estos barrios...- suspiró, el camarero volvió con el sake y el hiyayakko -Gracias.- dijo mirando al pelinegro y le dio un trago largo -...bueno sigo, así estuve, jummm, unos 100 años. Momento en el que apareció el shinigami que me había matado y me tomó como alumno. Me entrenó por su cuenta durante 26 años y luego desapareció, dejándome solo...otra vez, pero me dijo que fuese al segundo escuadrón, a las fuerzas especiales. Le hice caso y allí estoy, ahora en mi tiempo libre me dedico a buscarlo...para darle las gracias- mientras dijo lo ultimo acarició el arma escondida y se relamió.

Se generó un silencio algo tenso, que fue magistralmente interrumpido por la comida. El arca era una barco de ocupaba casi toda la mesa. En su interior podría haber como 15 tipos de elaboraciones y aproximadamente unas 600 piezas. El estado de Renshu volvió a cambiar -¡Ooooh, que buena pintaa!. Muchas Gracias Oriba-san, come alguno si quieres.- sin esperar a nadie despegó sus palillos y se metió uno en la boca con ansias, tantas que se atragantó y le dio un buche al vasito. La cara se le puso roja, cerró muy fuerte los ojos y sacó la legua repetidamente, intentando quitarse el sabor con dientes y labios -¡UAAAGh!...cof, cof, cof....creo que esto es tuyo, Hotaru-chan- dijo mientras se subía algo en la mesa y le tendía el recipiente a la shinigami -yo no bebo esas cosas...ugh...¡que asquito!-

Agarró el vaso que le extendía Renshu desde su lado de la mesa, mirándolo con cautela y bastante desconcertada.
"Todo eso ha sido rarísimo..."

El menudo shinigami había adoptado una forma de expresarse muy diferente de la que había empleado hasta entonces, y además se comportaba de un modo peculiar -inquietante, por ser más exactos- que a la peliblanca no le gustó nada.

"Un niño pequeño no habla así, y desde luego no pide sake... Que haya vivido en Zaraki ya es de por sí preocupante, y encima del Segundo Escuadrón. He oído los rumores suficientes como para sospechar cualquier cosa."

Percibió un ruidillo curioso que la sacó de sus cavilaciones. Miró hacia la silla que ocupaba Shirobi y encontró que este estaba con los labios muy apretados, el ceño fruncido y los rosados mofletes bañados por los gruesos lagrimones que le lloraban de los ojos. Al parecer, el haber sido testigo del radical cambio que había sufrido su nuevo amigo lo había asustado. La shinigami miró con cara de circunstancias al camarero, que no parecía tan sorprendido como ellos de aquel espectáculo.

-Ehm...- se aclaró la voz, sin saber muy bien cómo actuar. Quizá lo mejor era fingir que no había ocurrido nada- Shiro, tranquilízate, anda. Mira qué chula es la barca que ha traído Oriba-san, ¿no te gusta?

Se había inclinado hacia el chiquillo de ojos grises para poder hablarle con suavidad y que así se calmara. El niño, sin embargo, se había tapado la cara con ambas manos y lloriqueaba sin hacer mucho caso.

-¡Deja de llorar, hostia!- le chilló, aunque luego le tuvo que pedir disculpas al ver que armaba todavía más escándalo. Tomó con los dedos una pieza de la barca, que tenía un apetitoso trozo de salmón sobre el arroz, y se lo acercó a la boca- Venga, Shiro. Hagamos un concurso para ver quién come más sushi, si tú o tu amigo Re...

-¡ÉL NO ES REN, REN NO HABLARÍA NUNCA ASÍ! ¡BUAAAAAA!

El pequeño shinigami no entendía por qué lloraba su amigo, su mejor amigo, y se levantó de su silla extrañado, se acercó a Shiro y se puso en cuclillas, le tocó la rodilla mientras le miraba compugnido.

-Shiro-chan ¿Por qué dices que no soy yo? mírame, soy yo, el que dijo que te protegería de esta malvada shinigami, bueno...no quiero decir que seas mala, solo que en ese momento eras "el malo" y aunque seas seria, maleducada y tengas muy mala leche no significa que seas mala persona ¿verdad?...Eso, que soy yo, que no hay nadie más y nadie que pueda reemplazarme- le dio unas palmaditas en la pierna -Vamos amigo, come sushi y el hiyayakko, que a esto invito yo, aunque no fuese la idea original , pero sois buena gente. Después podemos tomarnos unas ricas manzanas caramelizadas o algo que te guste...Jum, lo que me recuerda a algo que iba a decir, pero que no me acordé- tomó aire, volvió a su silla y bebió, creando un silencio expectante -¿Qué sois? ¿hermanos? ¿madre e hijo? ¿amantes?.....además hay algo raro en vuestro reiatsu, son muy parecidos, pero diferentes. No sé si me explico....y hay otra cosa que me intriga aún más. ¿Cuál es vuestra comida favorita?-

Los miró con interés, deseando que a Shiro se le hubiese pasado aquel misterioso berrinche y que le respondiesen sus dudas. Volvió a coger los palillos y buscó el trozo de maki sushi con mejor pinta de un rápido vistazo. Se lo metió en la boca, comenzando a masticarlo antes incluso de sacarse la madera de la boca y moviendo la cabeza animando con este gesto a que los otros dos siguiesen hablando y comiendo. Aunque nunca a la vez, ya que era de mala educación y no quería ser tan maleducado como Hotaru.

Shirobi pareció tranquilizarse, o al menos, dejó de berrear. Lo cierto es que se sentía muy confuso, porque tanto el camarero como Hotaru actuaban como si no hubiese sucedido nada raro, y Ren parecía el mismo de siempre. Pero él sabía muy bien lo que había presenciado, y nadie podría convencerle de que habían sido imaginaciones suyas.

"Joooo... esto es tan extraño que da miedo."

Se limpió la agüilla de la nariz con su servilleta y miró interrogante a la shinigami. Ésta le acercó el sushi para que se lo comiera y él terminó separando los labios para que se lo llevara a la boca. Masticó lentamente, con lágrimas silenciosas todavía humedeciéndole el rostro. Al menos lo ocurrido había servido para que Hotaru se portara de una forma más dulce con él. Ojalá fuera así más veces.

Tragó el arroz y el pescado, que le pasó con dificultad por la garganta, en la que parecía que se hubiera formado un nudo. Bebió de su zumo a la espera de que desapareciera aquella extraña sensación, para así poder seguir comiendo.


Todo había vuelto a la calma. Ren estaba en su silla y Shiro balanceaba las piernas que no le llegaban al suelo, algo más callado que de costumbre pero sin hacer espectáculo. Pensó que por fin podría disfrutar de una comida tranquila, pero la pregunta que le hizo el impertinente niño rubio le demostró que se hacía ilusiones demasiado pronto.

-¿Qué? ¿Es que me ves pinta de pervertida o qué, mocoso?- le espetó, terriblemente molesta. - ¡A mí no me interesan los críos ni he parido nunca! ¡Así que cuidadito con lo que insinúas!

Un tono rosado le teñía las blancas mejillas, y el rostro juvenil se mostraba severo a causa de su ceño fruncido. Shiro no pudo aguantarse la risa cuando la miró, hasta que fue interrumpido por un manotazo dirigido a su cabeza que supo esquivar diestramente.
Ahora con una sonrisa, el kitsune le dirigió una sonrisa cómplice a su amigo.

-¡A mí me gusta el tofu!- reveló con entusiasmo. La verdad que esos cambios anímicos tan drásticos, en los que pasaba del llanto a la risa con gran facilidad, eran algo preocupantes también.- Y Hotaru nee-chan y yo somos... algo así como familia. Ne, Hotaru?

Ella chasqueó la lengua, sin recuperarse del cabreo que le había causado la pregunta anterior.

-De eso nada. Como mucho, somos socios.

Sin tomárselo a mal, porque al menos él creía saber que ella no pensaba realmente de ese modo, Shriobi le dedicó una fugaz sonrisa antes de engullir una pieza más de la enorme barca de sushi.

-¿Cóbo ef eftzar en tzu efcuazrón, Dzen?- le preguntó alegremente a Renshu, sin caer en que era de mala educación hablar con la boca llena.

Hizo una bola de papel y se la arrogó a la shinigami a la cabeza -Deja ya de intentar pegar a mi amigo, pórtate como una persona adulta, no engañas a nadie con esa fachada de mala persona- la miro con el ceño fruncido.

-¡¿Tofuuu?!...Iugh. A mi no me gusta, se me hace desagradable en la boca. No es por el sabor, si no por la textura. No sé si sabéis a lo que me refiero- Miró a la shinigami -¿y el tuyo? no lo has dicho-

-Así que familiares y socios...¿Tenéis otro trabajo aparte del de Shinigami?- Cogió otro trozo, esta vez un Uramaki.

-¿Qué por qué entre en el segundo escuadrón?- se encogió de hombros -no sé, el Maestro me lo dijo. De todas maneras en ese escuadrón puedo encontrar la información que necesito para saber quién es y buscarlo- se terminó el zumo y levantó el vaso vacío en dirección al camarero, para que le trajese otro -¿y vosotros? ¿de qué escuadrón sois? ¿Cuál es vuestra historia?...yo os he contado la mía ¿no?- ladeó la cabeza, intentando recordar algo -No estoy seguro, ¿Os la he contado?-

La servilleta convertida en pelota rebotó contra la cabeza de cabellos argénteos. La mujer, girando su largo cuello muy lentamente, entrecerró sus ojos claros y observó a Otokonoko como si lo fuera a estrangular.

-Niño, te estás ganando una señora hostia, ¿eh?- le advirtió, y su tono dejaba poco lugar a dudas de que hablaba en serio.- Vuelve a tirarme algo y te lo comes.

Poco le importaba su edad o el sinfín de caritas tiernas que quisiera ponerle. Ya demasiado estaba cediendo al soportar aquella compañía y comportándose de un modo más o menos civilizado; si encima iban a empezar a faltarle al respeto, no dudaría en enseñar buenos modales a base de palos.
"A ver qué se ha creído..."

Para entonces, Shirobi ya se había recuperado de su anterior berrinche y cogía el hiyayakko a dos manos para llevárselo a la boca. Al sushi, en cambio, poca atención le prestaba.
Se daba cuenta de que Ren era muy preguntón, y eso, normalmente, no le gustaba ni un pelo a Hotaru; sería mejor que él respondiera a las preguntas, antes de que la situación se volviera más tensa.
Tragó el bocado que termianaba de masticar y se relamió antes de hablarle a su amigo.

-Ella trabaja en el Tercer Escuadrón, ¿lo conoces? Está lleno de gente muy ruidosa y hacen cosas que un niño no debería ver, pero el jardín es muy espeso y es divertido salir a jugar al escondite en él, o trepar por los árboles- le contaba, muy animado por poder ser el centro de atención.- También hay una habitación muy chula, ¿sabías? Está muy oscura y el suelo cubierto por un montón de cojines- se tapó la boca al soltar una risilla pícara.- Yo sé de dónde los sacan.

No le gustaba que Hotaru fuera a esos sitios, pero ver la cara tontorrona que se le ponía a los hombres cuando hablaban de dónde se traían los almohadones, era muy, muy gracioso.

-A mí lo que más me gusta es cuando juegan a los dados y a las cartas; Hotaru nee-chan me ha dejado apostar alguna vez, cuando andaba mal de dinero, porque sabe que se me dan muy bien. Y a veces cuando gano, incluso, me deja comprarme alguna golosina, pero casi siempre me tiene encerrado...

Suspiró pesarosamente, pero luego volvió a sonreír, mirando a Renshu.

-¿Cómo es eso de tener un Maestro? ¿Quieres que te ayudemos a buscarlo?

Era divertido hacer rabiar a la socia de Shiro y aunque brusca y mandona se notaba que no era tan mala persona. Lo malo es que lo único que conseguía la muchacha era picar más al pequeño Renshu, así que juzgando con literalidad las palabras de la mujer tomo un trozo de maguro de unos de los niguiris con los palillos y con la precisión digna de un neurocirujano lanzó el trozo de pescado ahumado al canalillo de la mujer. Seguidamente soltó los palillos, apoyándolos sobre el hashioki, sonrió juguetonamente, colocándose las manos en las mejillas mientras abría la boca a la espera de que la peliblanca cumpliese su...¿amenaza? Y le diese de comer.

Tras tragar y relamerse, su amigo se dispuso a responder a sus preguntas, creándole así nuevos interrogantes. -¡Oooh! Tiene que ser divertido jugar allí. Tenemos que quedar algún día para hacer travesuras- comentó emocionado, dando pequeños saltitos sobre el taburete. Continuó hablando -¿Qué cosas hacen, que no podemos ver? ¿Por qué hay tantos cojines? ¿De donde los sacan? ¿Qué hacen con ellos?- estaba intrigado y quería saberlo. Miraba a Shiro con admiración, ¿cómo podía ser tan listo? Sin duda alguna su mejor amigo debía ser un genio, seguramente podría asociarse con una persona con una inteligencia adecuada a la suya y no con la mujer violenta y marimandona que lo acompañaba, pero bueno, seguro que tendría sus motivos y él no era nadie para comentarlo.

Renshu se detuvo a meditar aquella pregunta, cogió los palillos y tomo otro trozo de sushi, mientras pensaba se dedicó a rascarse la cabeza con la parte trasera de los palillos -Tener Maestro es como tener una mama, pero el Maestro no es tan dulce ni tan amable como ella. Quiero decir, me entrenaba, me daba de comer, una cama donde dormir y un techo donde refugiarnos de la lluvia. Pero al contrario que mi mama rara vez me acariciaba la cabeza, y nunca, nunca, nunca, nunca me devolvía los abrazos. Tampoco me daba besos como mama- ahora le entraba curiosidad por si a Shiro le pasaba lo mismo que a él con la ojiverde, así que interrumpió su relato para soltar otra batería de preguntas personales a la extraña pareja. -¿Ella te abraza o te da cariño de alguna manera? ¿te da besos? ¿como a los mayores?. Hace unos días Yuka me enseñó lo que era el amor. ¿Vosotros os queréis con la primera clase o con la segunda clase de amor?- sin esperar respuesta alguna por el momento siguió hablando, pero si no le respondían iba a insistir más tarde y repetirles las preguntas. -El Maestro es muy estricto con el entrenamiento y me regaña si no me porto bien, me distraigo o no hago bien las técnicas que me manda.- se acercó un poco a ellos y con un gesto de la mano les pidió que hicieran lo mismo, miró a ambos lados de la mesa y empezó a susurrar -Por las noches salía a entrenar con Makoto, pero es un aburrido y nunca quiere pelear, así que termino entrenando yo solo.- se separó de la mesa asintiendo con la cabeza, como si les hubiese contado un gran secreto y volvió a retomar el tono normal.

-Claro que me gustaría que me ayudaseis a encontrar al Maestro, tal vez lo habéis visto alguna vez, dicen que era un shinigami un tanto peculiar. Llevaba un uniforme rojo en vez del obligatorio, parecía bastante mayor, llevaba gafas negras, tiene una cicatriz que le cruza el ojo derecho y le impide ver...¿lo conocisteis?- respondió a la última pregunta, cuanta mas gente le ayudase a buscar a su mentor mayores posibilidades tenía de encontrarlo.

No podía negar que el chaval le recordaba a ella en parte, al menos en lo de caradura, aunque ni de asomo había sido nunca tan insoportable como él a su edad. Rescató el pescado de su escote, valiéndose del dedo índice y corazón. "Que le haya partido la boca a otros tipos por menos y tenga que tragar con que un crío de mierda me toree de esta forma..." pensó con un suspiro fastidioso, terminando por lanzar el trozo de maguro directo a la boca de Ren, acertando al objetivo.

Podría haberle dicho que ni hablar a eso de aparecerse por el Tercer Escuadrón, pero con un poco de suerte el niño de los cojones conseguía que le diera un infarto a Lyra, o que al menos lo sacase un poco de sus casillas.

- Claro. Es buena idea, Ren- accedió con suavidad inesperada, tratando de reprimir una sonrisa maliciosa-. A nuestro Fukutaicho le encantará que nos visites. Tiene el despacho lleno de dulces y juguetes, ¿sabes? Los esconde para que los oficiales no se los quiten, pero seguro que no le molesta que te lleves unos pocos.

Shiro había alzado una ceja y la miraba extrañado, como preguntándose si la shinigami estaría hablando del mismo Teniente que había armado más de un jaleo sólo porque le habían interrumpido durante la siesta. Quizá tuvo intención de exteriorizar sus dudas, pero la nueva pregunta del pequeño de cabellos rubios atrajo la atención del kitsune, que se empezó a reír solo. Hotaru aprovechó el momento para pedirle al camarero que trajera más zumo y se diera prisa con el momen hiyayakko, esperando que la intervención fuera suficiente para que se pusieran a hablar de otro tema. Lo único que le faltaba era tener que ponerse a explicar de dónde venían los bebés.
Con una nueva ronda de bebida y el shinigami enano hablando no se qué historias de maestros y madres pensó que ya había pasado el peligro, pero soltó de pronto otra ristra de cuestiones incómodas, a las que su zanpakutou hizo amago de querer responder. La salvación llegó casi al momento en forma de tofu frío, transportada por el camarero, que se disculpaba por la demora. Como si no hubiese probado bocado durante semanas, Shirobi se abalanzó sobre el plato y se olvidó de todo lo demás. Al menos por unos momentos estaría calladito.

La mujer decidió seguirle un poco la corriente sobre el tema de su maestro, pensando que quizá así no se pondría muy pesado. Apoyó los brazos sobre la mesa y se inclinó hacia delante, para compartir la confidencia.

- Ya, eso de tener un compañero al que no le gustan las peleas me suena... - respondió, mirando de reojo al chiquillo de pelo azul. Al escuchar la descripción hizo memoria, pero a pesar del singular aspecto no le sonaba nadie así-. Pues no me suena. Pero si llevas tanto tiempo sin recibir noticias suyas quizá quiere decir que la ha palmado, ¿no crees? -se encogió de hombros, despreocupada-. Algo menos de lo que debas preocuparte.

Saber que podía ir al tercer escuadrón
le alegró, pero el que tuviesen un superior que disfrutase de los dulces tanto como él hizo que comenzase a salivar como si de un perro se tratase. En su imaginación se formó una habitación Willy Wonkiana, en cuyo centro burbujeaba una humeante fuente de chocolate caliente. El camino que había que recorrer para ir a dicha fuente estaba embaldosado por nubes y a los lados del sendero se intercalaban piruletas y algodones de azúcar. Barras de regaliz dulce se entrecruzaban formando bancos en los que reposar y disfrutar de la vista. Pequeños arbustos con forma de fresas adornaban el manto del verde jardín de gelatina. En cierto rincón había un trampolín de goma que llevaba a una piscina de chicles de múltiples sabores. Ya se veía en aquel paraíso de sabores de la mano de su amigo Shiro correteando y retozando entre aquellas maravillas.

La intervención del camarero lo sacó de aquellas ensoñaciones, devolviéndolo a la realidad, pero sin lugar a dudas tendría que hacer una visita segura al superior de la peliblanca cuando antes para disfrutar de aquellas delicias. Depositaron ante él un nuevo zumo de melocotón y se concentró en el. Cuando su amigo se rió encogió las cejas, no lograba entender de que se reía y quería ser participe de aquella extraña diversión, pero otra vez volvió a interrumpir el dueño del bar, trayendo ante ellos lo que faltaba de comida. Su amigo asaltó inmediatamente la comida y fue la shinigami la que se terció por hablar.

Las palabras que salieron de la boca de la mujer hizo que a Renshu se le encogiese el corazón, nunca había
barajado aquella posibilidad. No se imaginaba su vida sin el maestro, vale que llevase tiempo desaparecido, pero siempre había pensado que tarde o temprano volvería a aparecer como hizo ya en el pasado. La barbilla del niño comenzó a temblar ante ese futuro y los ojos se inundaron de lagrimas. El enano hizo el intento de contenerse, guiñando los ojos con rapidez y sorbiendo la vela del liquido mucoso que pugnaba por salir de su nariz, pero fue inútil, las lagrimas terminaron saliendo, al igual que los mocos. Intentaba controlarse, limpiándose aquel líquido acuoso con las mangas de su kimono. Miró profundamente a la causante de aquella sensación tan triste y cruel -¿por qué? ¿por qué me dices esas cosas?- consiguió decir entre sollozos y sorbetones .

Hotaru alzó el labio en una mueca inconsciente de asco al ver las repentinas lágrimas del niño. Como si no tuviera suficiente dosis de lloriqueos con Shirobi, ahora debía de padecer las de este otro mocoso.

- Pero oye, no te lo tomes así, hostia, que te lo digo para quitarte un peso de encima.

El espíritu de su zanpakutou pareció recobrar el interés por la escena; miró a una y a otro, suspiró, se puso en pie y rodeó la mesa hasta llegar al lado de Renshu, a quien tendió su servilleta para que se sonara. Cuando habló, su tonillo venía cargado de reproche hacia la shinigami.

- Eres una bruta, Hotaru. ¿Cómo le vas a decir eso a Ren? ¡Con lo pequeño que es y está buscando él solo a su maestro, deberías animarle en lugar de decir esas cosas tan horribles!

Puso morros y procedió a transportar todos sus platos de comida al sitio vacío junto a Renshu, arrastrando por último la silla, a la que se encaramó y quedó con los pies colgando. A la mujer no es que la sorprendiera demasiado la traición de su zanpakutoh, que decidía ponerse del lado de un criajo al que acaban de conocer, pero de todas formas le causaba molestia. "Si lo decía por animarle... ¿Por qué me malinterpretan hasta cuando no quiero?" Ya ni valoraban que una aportase un poco de realismo a la conversación.

- Pues yo que sé... Que pregunte en el Cuarto Escuadrón por si en los últimos meses ha ingresado alguien con esas características. Deben tener un registro o algo así.

"Y cuando su nombre aparezca en el depósito de cadáveres veremos que tenía razón".