Vapor y bambú

Gotitas de frágil y líquido cristal caían sobre el agua; distendidas y rítmicas, componían una melodía perezosa y sutil a los oídos pacientes. Las alargadas hojas de bambú condensaban en diminutas gotas de agua el vapor que ascendía, como nubes aterciopeladas y jugosas, procedentes de la terma, hasta que el peso las hacia caer creando una nota musical queda y discreta. La terma estaba rodeada de piedra gris delineando el contorno desigual de la misma; un vigoroso bosquecillo de bambú la rodeaba con sus vibrantes tonos verdes salvo en los pequeños caminos de piedra porosa que conducían al agua mientras un cielo oscuro repleto de estrellas cerraban aquel pequeño y discreto lugar de las miradas fisgonas.

Había sido una suerte que aquella terma estuviera vacía, era pequeña y estaba bien cubierta de curiosos y mirones; de no haber sido así, ni siquiera se hubiera planteado el meterse. Era demasiado pudorosa y tenía bastantes reparos como para meterse en un estanque con gente a la que no conocía; podría ser una de las mejores espadachines del quinto escuadrón y estar dotada de cierta gracia para el kido, pero sin lugar a dudar, lidiar con la gente era algo que no se le daba demasiado bien. Isono era tímida y reservada en ese ámbito, muy reacia a mantener conversaciones distendidas con desconocidos; no tenía dificultades para hablar y dirigirse a la gente y aunque no era una oradora, sabía esgrimir argumentos y afilar sus palabras salvo en el momento en que tocaba temas rutinarios o personales. Entonces, era como un bloqueo. Callaba cual muda y había que tirarle de la lengua para que consiguiera soltar dos palabras seguidas. De ahí, que buscase los lugares oportunos para estar sola sin necesidad de hablar salvo consigo misma.

Los pies desnudos de la mujer se desplazaban por las piedras del camino, pisando con cuidado evitando que la toalla que la rodeaba desde el pecho hasta los muslos se moviera lo más mínimo. Momentos antes se había cambiado en un pequeño vestidor que daba paso a la terma escondida tras una puerta corrediza de madera y papel de arroz. Una estancia de madera de haya, clara y luminosa; bastante acogedor, adornado con discreción y motivos nada suntuosos como si hubieran querido continuar con la calma insinuada en sus pequeños baños. Olía a jazmín quemándose en un incienciario, envadurnado la estancia con un aroma definido, embriagador aunque un poco pesado para un ambiente tan liviano. Una combinación sin lugar a dudas, motivada para eliminar la ascepticidad.
El agua, de un ligero tono verdemar por las sales, rezumaba una tenue capa de vapor visible gracias a las lámparas de aceite diseminadas en el lugar. Las luces ambarinas, el intenso y vibrante verde del bambú y aquel delicado tono del agua hacían del lugar un sitio tranquilo, coqueto y relajante. Con movimientos lentos, Isono se fue introduciendo en el agua caliente de la terma notando como el calor se le subía hasta las mejillas. Con cuidado de no mojar la toalla, la dobló minuciosamente antes de dejarla sobre las piedras que bordeaban el estanque, y se sumergió en el agua hasta el cuello. Al instante notó como la tensión de los hombros se desvanecía y el frío que atezaba sus dedos se fundía con el calor.

Un suspiro escapó de sus labios al notar que se fundía con el agua al saborear la tranquilidad de aquel momento. Se frotó los hombros, ligeramente cargados; luegos los muslos y los gemelos hasta notar como perdían tensión; cahpoteó un poco con los pies antes de acomodarse con los brazos sobre las piedras y dejar que un leve sopor se adueñase de ella.


OFF: lamento el retraso; entre el tema del ordenador y que estuve mala, no había tenido tiempo para escribir nada. Aquí dejo esto por sugerencia marujil; cualquier fémina puede entrar a rolear. Eso sí, pedimos amablemente que se abstengan los chicos. Gracias

[FDI: Let´s go!]

Aquella noche su baño en las instalaciones del Escuadrón le pareció anodino y solitario. Normalmente, una vez terminados sus últimos papeleos y entrenamientos, se daba una reconfortante ducha y luego se dejaba mecer por la suavidad y calidez de su enorme bañera. Se lavaba la hermosa cabellera negra con atención (era a lo único a lo que le prestaba un poco más de atención) y dejaba que la luz de la luna la secase mientras, sentada en su reconfortante futón, observaba al astro nocturno casi con gula, como si a ella le faltase algo que estuviese allí. Pero no entonces. Estaba cansada, pero aquel sitio no le pareció el idóneo para quitarse las tensiones acumuladas del cuerpo. Había otros baños, pero ninguno terminaba de satisfacerla, así que decidió ir a dar un paseo para despejarse un poco. Eligió un atuendo cómodo y discreto y se recogió el cabello en una larga coleta alta. Con aquellos ropajes estaba irreconocible, parecía una chica normal y corriente del Rukongai, aunque el peso de su espada dijera que era algo más que una cara bonita en la multitud.

Desapareciendo por la ventana de su alcoba, como una vulgar ladrona, se escapó de la vigilancia del Escuadrón y comenzó a correr por las empedradas calles a toda velocidad. No es que tuviese por costumbre desaparecer así, pero aquel día específico no tenía ganas de aguantar miradas ni de dar más órdenes. Prefería pasar desapercibida y así lo hizo. Lo cierto es que, para variar, era agradable no sentirse observada por todo un escuadrón de shinigamis curiosos con ganas de hablar. Esta vez decidió ir al Rukongai, al lugar donde se había criado y de donde la había salvado la capitana Rin. Aunque no se adentró en las zonas más bajas. Tampoco estaba tan necesitada de cambios.

Como si volviera a ser una niña despeinada, se paseó por las zonas más elegantes y revivió algunas escaramuzas de su pasado. “Una vez intenté colarme en esa casa, otro día robé manzanas de aquella otra finca y una noche con luna bonita entré en las termas de más allá…” Las termas estaban bastante bien. Quizás esta vez no la echasen por ir harapienta. Seguro que allí podía estar más tranquila de lo que hubiera estado en el escuadrón. De modo que entró. Y como era de esperar, esta vez nadie le puso problemas, de hecho la agasajaron y admiraron su belleza, cosa a la que la temida Dama de Hierro respondió con una de sus famosas miradas de desprecio. A los minutos, armada con su katana (no la dejaba ni a sol ni a sombra) y vestida con una favorecedora toalla celeste entró en una de las zonas donde se encontraban las termas. Había alguien más allí, lo notaba. Pero le daba igual. Se quitó la toalla de cualquier manera, junto a su zanpakutoh y la dejó tirada en una piedra. Luego entró en el agua y se sentó, dejando que el agua penetrase hondo en su dolorida piel. Cerró los ojos y se estiró como un gato. Tan tranquila ni siquiera parecía ella misma. Era alguien más calmado, más tranquilo. Ojala pudiera seguir así siempre, sin preocupaciones, sin responsabilidades. A veces… daría todo lo que tenía por poder disfrutar de la vida. Pero eso era lo que ella misma había decidido y no se arrepentía.

Se arregló un poco la coleta y entonces observó entre las brumas de los baños: la otra persona era una mujer pelirroja, de piel de porcelana y ojos verdes. Había visto antes a esa chica, era una shinigami, seguro. Pero no recordaba la división a la que pertenecía, ¿la séptima, tal vez? Negó con la cabeza, eran algunos números menos, pero no era capaz de verlo. Lo que si recordaba, y aquello era bastante inusual, era su nombre: Otsuka Isono. Kaori la saludó con la mano, entre las brumas y se recostó en el agua.
- Este sitio es fantástico- susurró sin dirigirse a nadie en concreto, sintiéndose reparada, tranquila. Ya no tenía que pensar en lo alborotada que estaba la Sociedad de las Almas últimamente, que casi la matan unos días antes, en lo imbécil que era el capitán Chiesa o en aquel chico extraño que se le aparecía en sueños. En esos momentos era solo ella, no la capitana más intratable del Seiretei.

[[OFF: Siento el retraso]]


Los pasillos del sexto escuadrón estaban desiertos, unos pasos hacían el eco del sonar de la zapatilla de Noriko cuando la paja se enganchaba al tatami del suelo. Miraba hacia un lado y hacia otro, estaba algo cansada y aburrida. Desde que comenzó a entablar amistad con varios miembros de los escuadrones había perdido varias horas de entrenamiento. No es que le molestara, pero para ella eso se le hacía difícil, distinto. Le había cogido cariño a las conversaciones y a la compañía de alguien mientras comen en el rukongai, o un entrenamiento en el dojo de su capitana, pero no a solas.

Estos días le había supuesto un cambio a Noriko, pero no era lo que más le importaba en estos momentos. Sentía la necesidad de relajarse, tenía la espalda sobrecargada y necesitaba llenarse los pulmones de aire, como cuando respiras cuando has logrado quitarte una preocupación de en medio.

Un buen baño caliente a veces ayudaba a estar en estado de paz y armonía consigo misma. Continuó los por los pasillos de aquel escuadrón. Sabía que sus compañeros a estas horas estarían ocupado, al fondo observaba un par de compañeros suyos entablando conversación. Pasaron de largo.

Al fin llegó a la puerta que deseaba, abrió las puertas y… vacio. Aquel baño de chicas estaba vacío. Comenzó a desvestirse, la ropa bien doblada en una esquina del cuarto sobre una mesilla. Una toalla de un suave color melocotón envolvía su cuerpo dejando sus muslos al aire. Abrió la llave que daba paso al agua, y rápidamente la cortó. Esta vez no iba a estar sola, quizás encontraría a alguien en los baños públicos del Rukongai, aunque no conociese a nadie al menos escucharía voces y se sentiría más acompañada.

Con la toalla envuelta en el cuello como si fuese una bufanda, cogió las primeras prendas que veía, de un estilo casual. Hacía tiempo que no tenía ropas como aquellas sobre su piel, se había acostumbrado a su blanco y negro, al tacto de su traje shinigami. Andando a paso ligero llegó hasta los baños del rukongai. En el cuarto de nuevo repitió la misma acción que antes, desvestirse, doblar la ropa y colocarla en su hueco correspondiente para la ropa. Con la toalla de su cuello de nuevo volvió a envolverse el cuerpo.

Dentro del recinto, de los baños de mujeres, el vaho cubría la vista, apenas dejaba ver lo que había al fondo de la sala. Si hubiese cristales estarían todos empañados. Los ojos se le entrecerraron por el golpe de calor, los labios se le secaron rápidamente y su suave piel comenzó a ponerse de un tono brillante. Pisando sobre las rocas hasta un sitio donde no veía a nadie, se desató el nudo de su toalla y la dejó caer al suelo mientras poco a poco se iba introduciendo en el agua. Estaba caliente, pero no ardiendo, en el punto justo en el que deseaba la joven pelirroja. Poco a poco sentía como sus músculos se relajaban, sus ojos se entrecerraban, un suspiro involuntario salió de ella, y poco a poco se sumergía hasta llegar al cuello.

Sentía una presencia, o más bien dos. Tardó un poco en darse cuenta de quienes eran, pero las conocía, y las conocía muy bien. El reiatsu de ambas mujeres los había conocido en varias ocasiones, y uno de ellos demasiado bien. Era imposible que no se hubiese dado cuenta antes, se había relajado tanto que no se había percatado. Miró a su vera, allí estaba su capitana.

- Lo siento mucho Izumi Kaori taicho, no me había dado cuenta que se encontraba usted aquí – dijo bajando la cabeza como si hiciese una reverencia. Pero si la llegaba hacer seguro se ahogaría, con lo que aquello era lo máximo que en aquel entonces podía hacer

Miró de nuevo al otro lado, y allí estaba la joven con la que había compartido varios ratos de entretenimiento, aquella pelirroja del quinto escuadrón.

- Buenas Otsuka Isono-san – dijo de nuevo haciendo ese movimiento con la cabeza.

El cielo estrellado presentaba un magnífico panorama: brillante y sobrecogedor, provocando que todo aquel que se perdía en su contemplación, quedase absorto en un regalo que pocas veces se podía contemplar. Isono mantenía la mirada perdida en la inmesidad del cielo nocturno, rodeada por el cálido vapor que se desprendía del agua; dejando que una placentera sensación de sopor se apoderase de ella. Entonces, el ruido de la puerta al descorrerse la sacó de su ensimismamiento. Sintió la tentación de coger su toalla y taparse, pero al vislumbrar la figura de una mujer bajó la guardia.

Nunca antes había tratado con ella, pero había oído hablar mucho de la capitana del sexto escuadrón, Izumi Kaori. Decían que era una mujer dura que rozaba una severidad intransigente, fría y distante; aunque también la mencionaban por ser una mujer joven y hermosa, como una irónica metáfora hacia el cruel instrumento de tortura al que debía su apodo. Desde luego, lo que no le pareció fue un grueso armatoste de hierro, inexpresivo y cruel. Sus palabras no dieron pie a semejante falta de criterio.

Isono inclinó un poco la cabeza con ademán de saludarla; dadas las circunstancias, una reverencia más profusa era ligeramente complicada de realizar, pero la suavidad del gesto y la bajada de mirada, indicaban respeto y reconocimiento.

-Es un placer conocerla, Izumi-taicho -saludó la shinigami tras realizar aquel liviano gesto de cabeza-. Deseaba poder conocerla en persona, aunque nunca imaginé que sería en tales circunstancias.

Sus mejillas se habían tiznado de un dulce todo cereza debido al calor del agua, resaltando el vivo tono verde de sus ojos. Estaba completamente relajada, casi perezosa por una vez en mucho tiempo. Ni siquiera recordaba cuando fue la última vez que pudo permitirse el tener unos instantes para sí misma. Su pensamiento se fundió con el agua, dejando su agitada cabeza libre de presiones, responsabilidad u obligaciones; en aquel momento sólo estaba ella y aquel pequeño y discreto paraíso. Sin darse cuenta, apoyó la espalda sobre la pared de rocas hasta dejar que su cabeza tocase contra la húmeda superfie porosa para dejar escapar un largo y languido suspiro. Los olores se mazclaban como tintura sobre el agua: dulce, delicado, límpidos y claros, en una composición casi perfecta que invadía el ambiente para recrear un mundo diferente al que había al otro lado de esa pared de papel de arroz. Si agudizaba el oído y se centraba sólo en él, podía distinguir el tímido rumor de las gotas de agua caer sobre el estanque, los murmurllos aplacados de las hojas de bambú meciéndose por la brisa nocturna.

... el rumor de las hojas verdes cayendo sobre la hierba húmeda cuando las primeras luces del sol despuntaban por encima del muro; los pasos acompasados por el pasillo tratándo de ser discretos, convirtiéndose inequívocamente en el canto del gallo de cada amanecer; el olor a rocío sobre las espadañas que rodeaban el estanque y las colas de golondrinas que se abrían perezosamente junto a las elegantes flores de loto... Todo era tan... acogedor, pensaba Isono, dejándose mecer por el agua.

Ni siquiera se percató de cómo la puerta volvía a abrirse. Sólo cuando escuchó el saludo de Noriko, abrió los ojos.

-Noriko-san, me alegro de verte -la saludó incorporándose un poco-. Deberíamos replantearnos el volver a cenar algún día... Siempre que a la capitana Izumi no le sea inoportuno, claro...

Acunando un poco de agua sobre las manos, se la llevó al cuello algo destemplado al no estar cubierto. Sin haberlo imaginado ni lo más mínimo, estaba rodeada por una ínfima parte del Gotei; aunque la diferencia estaba en que no parecía una larga noche de vigilia.

[FDI: Hotaru, ¿dónde andas?]

El agua lamía su blanca piel, y hacía que se sintiese liberada. Por una vez, y después de tanto tiempo, era como si pudiera dejar de ser la Dama de Hierro para transformarse solo en Kaori, una chica con mal genio, pero con buen corazón que no tenía un escuadrón de shinigamis a sus órdenes. Se dejó llevar por la textura del agua, por las sensaciones que producía en su entumecido cuerpo la sensación de calor y cuando abrió los ojos le lanzó a su compañera, en tan idílico lugar, una mirada de complicidad. Aunque la otra le recordó de nuevo quien era, esta vez intentó ignorarlo. En aquellos momentos no quería ser la impaciente capitana del Sexto Escuadrón, por eso hizo un movimiento con la mano y le devolvió a la pelirroja el cumplido.
- Yo también me alegro de conocerte, he oído muchas cosas buenas de ti- y era cierto, ¿por qué no iba a gustarle conocer a gente nueva y tan bien preparada? No se le daban bien las relaciones sociales, pero en aquellos momentos y anestesiada por el agua y la falsa ilusión de sencillez, todo era posible. Incluso sincerarse con alguien… ¿por qué no? Pero ella no pensaba en eso, lo que de verdad le interesaba de la velada era la tranquilidad, el sosiego y el agua enredada en sus pies. Hacía mucho tiempo que necesitaba algo así.

Cuando entró una tercera persona, Kaori volvió el rostro y vio a Noriko, su subordinada más apreciada y diligente. Lo que en otros momentos hubiera sido un completo desastre, por lo vergonzoso y absurdo del encuentro, parecía ser en ese entonces algo natural. No es que estuviese especialmente orgullosa de su cuerpo ni mucho menos, pero tampoco estaba tan mal, el entrenamiento había ayudado mucho y aquella noche, especialmente, estaba relajada y no pensaba en como luciría desnuda. El agua había hecho un gran milagro con su agria personalidad. Y esta vez si que dijo algo respecto a los tratamientos que se estaban dando. No hacía falta tanta rigidez.
- Hola, Nori chan- acababa de usar el mote con el que apodaba cariñosamente a su shinigami delante de otra. Aquel día estaba desconocida, pero lo necesitaba. Relajarse y sacar de vez en cuando su personalidad oculta no le haría mal a nadie. De modo que decidió dejarlo correr- y llamadme Kaori, no estamos trabajando- lo cierto era que aquello solo se lo había dicho a su amiga Yoruko, la única amiga que tenía, pero como ya os he dicho antes, el agua estaba obrando milagros en ella. A continuación contestó a la pregunta que le acababa de hacer Otsuka san.

- Mientras no sea en horas de guardia o trabajo, me parece bien, seguro que lo pasáis muy bien las dos- ¿qué iba a decir ella sobre lo que hacían sus subordinados con su tiempo libre y su vida privada? Ella no tenía de eso, ¿tendría alguna vez algo así? Silenciosa de pronto, se rodeó las piernas con los brazos y las llevó al pecho. Aquel chico de los ojos grises no había vuelto a aparecer en sus sueños, y seguía sin saber quien era, pero era incapaz de dejar de pensar en él. Porque ya sabía quien era, lo sabía sin necesidad de demostraciones o sueños más específicos, él era ÉL. Era el hombre del que Kaori se había enamorado en vida, y solo con ver sus ojos, color mercurio líquido, posados en ella, sabía cuanto la amaba, y ¿por qué no decirlo? Cuanto la deseaba. La simple idea de haber estado “así” con un hombre la hizo enrojecer hasta la punta del pelo y para evitar posibles miradas de sus dos compañeras, se dejó resbalar en el agua hasta meterse toda dentro, hasta el oscuro cabello. Cuando creyó que había pasado el tiempo suficiente, salió. Tenía todo el rostro del color de la grana por el agua caliente, de manera que nadie debía haber notado nada. Aunque tal vez se preguntasen porque la Dama de Hierro actuaba de un modo tan raro. Ya no solo era por lo que acababa de hacer. Se trataba tan bien de su extraña actitud. Negó con la cabeza y enfocó el hermoso astro lunar sobre sus cabezas. Estaba realmente hermosa la luna aquella noche. Y por eso tuvo que mirarla, francamente hermosa.
- Mirad la luna, ¿no está preciosa?

[OffRol]: Se ha hecho esperar, pero ya está aquí vuestra acosadora!
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La taberna estaba en penumbra y repleta del humo del tabaco que fumaban los clientes. Las gruesas velas, dispuestas en sencillos candeleros de cobre, arrojaban una luz tenue y proyectaban sombras danzarinas contra las paredes de madera. Cerca de una docena de personas se agrupaba entorno a la oscura mesa de teca en la que reposaban las apuestas, casi respirando sobre las cabezas de los jugadores que habían tomado asiento. Un murmullo insatisfecho se elevó encima del corro cuando los dados terminaron de rodar en el tablero.

-¡Joder, otra vez no!
-Bah, esto es un timo.
-Cuestión de suerte. Te digo que a la próxima acertamos...

Una mujer se abrió paso entre el cerco de cuerpos roñosos, apartándolos a base de codazos cuando fue necesario. Otros pocos siguieron su ejemplo, marchándose con menos peso en los bolsillos del que traían al inicio de la partida; la mayoría continuó en el sitio, rascándose los cogotes llenos de mugre o mascullando con resentimiento mientras se disponían para la siguiente ronda. A Hotaru ni siquiera le quedaba dinero suficiente para la apuesta mínima.
"Puta mierda... debería haberme traído al zorro, después de todo".

Al abandonar el local, una brisa fresca acarició su cara, como el roce fugaz de una mano amiga. Había estado lloviendo casi toda la tarde, por lo que la tierra se encontraba empapada, y gran parte del camino, lleno de barro y charcos. Pero ahora, un cielo abrumador, abarrotado de estrellas, indicaba que las nubes se habían esfumado.
Eso alivió en pequeña medida su mal humor.

No le apetecía volver todavía al Seireitei. "Para una noche que tengo libre..."
Caminó con la esperanza de toparse con un conocido o alguna distracción gratuíta. Sin embargo, tras media hora deambulando por las calles de aquel distrito de dudosa fiabilidad, se dio cuenta de que no encontraría ninguna diversión que pudiera costearse con tan escaso presupuesto. Finalmente, saturada de sí misma, se había deslizado hasta una licorería para gastar sus últimas monedas en una botella del sake más barato que tenían. Era una porquería, puro fuego, pero sería suficiente para emborracharse.

Sin tener muy claro a dónde ir, se limitó a errar, alejándose de los límites de la barriada y conduciendo los pasos hacia el suburbio colindante. Tuvo que recorrer un trecho sin más iluminación que la que proporcionaba la luna, acompañada por el murmullo continuo del viento en las hojas y el crujido de las ramas bajo el calzado. Sonrió con amargura mientras pensaba en la imagen lamentable que ofrecía: bebiendo sola, apestando a tabaco y sin un puto duro encima.
"Un baño. Un baño me vendría bien. Por aquí habían unas termas."

Le llevó un rato encontrarlas, y gracias a que se había dignado a preguntarle a un porteador por su ubicación. Uno de los propietarios la miró con desconfianza desde la profundidad de sus cejas grises, aunque no llegó a realizar ningún comentario hostil. Al parecer ni se había dado cuenta de la botella que la shinigami llevaba escondida bajo la chaqueta.

Ya encontrándose sola, se despojó de la ropa y fue a un pequeño cuarto donde habían cubos con agua caliente. Con ayuda de un cazo y la pequeña pastilla de jabón que le dieron en la entrada, procedió a lavarse concienzudamente antes de acceder a la zona de las termas. Por el momento no se había cruzado con nadie más, pero no era algo que le importase demasiado.
Una vez aseada, se anudó una toalla a la cintura y, cogiendo la botella de licor ya empezada, inició el trayecto entre la nube de vapor hacia las aguas termales. Percibió un olor dulzón, mezclado con el aroma de las sales de baño. El verde omnipresente del bambú era sencillamente delicioso.

-Uh, parece que hay gente- murmuró para sí misma, percibiendo unas siluetas indefinidas contra la niebla. Cuál fue su sorpresa cuando descubrió que eran tres mujeres con un nivel de reiatsu demasiado superior para un plus, y a una de ellas, además, fue capaz de reconocerla- ¡Hombre, Otsuka!- saludó con su habitual desparpajo, sin importarle exhibir la desnudez de sus muslos y de su pecho. Lo que le quedaba de mal humor se esfumó enseguida- No me digas que estás celebrando una de esas reuniones de mujeres shinigamis y no me has invitado. Ya te vale, encanto.

En los andares resueltos de Hotaru ya podía adivinarse cierta influencia del alcohol. Como haciendo equilibrios, levantó un pie y lo hundió en el agua hasta el tobillo, después el otro. Cuando el agua le llegaba por las rodillas decidió quitarse la toalla de un tirón y arrojarla al exterior sin cuidado alguno.

-Bueno, bueno, Isono-chan, sí que ha sido coincidencia agradable encontrarte aquí- hablaba mientras se adentraba en el cálido y perfumado fluído, manteniendo la botella de sake en alto para no echarla a perder. Con toda la naturalidad del mundo, fue a sentarse al lado de la pelirroja, invadiendo su espacio vital y dándole unas palmaditas húmedas en el hombro que tenía más a mano. Hizo una breve pausa para llenarse la garganta de licor. Dejó escapar un suspiro satisfecho de sus labios antes de repasar a las presentes con la mirada- Supongo que nos vas a presentar, ¿no? No seas desconsiderada, anda.

Noriko se intentó relajar en aquellas aguas de aquel dulce aroma, el calor le destensaba los músculos y notaba como su propio cuerpo fluía entre esas aguas. Sus cabellos estaban recogidos en una cola alta, pero aun así algunos mechones quedaban bailando en el agua como si quisiesen huir de su cabeza para sincronizarse con aquellas ondas.

- Cuando usted quiera señorita Isono, la verdad es que me lo pase muy bien aquella noche – y por qué no decirlo, una de las pocas que la joven Noriko había salido afuera – Incluso si la capitana Izumi Kaori no le importase y no tuviese mucho trabajo podría unirse a la cena – una sonrisa se le dibujó en la cara.


Hubo un buen rato de silencio, de serenidad, de calma, estaban todas relajadas, no sabía cuanto tiempo habría pasado hasta que de nuevo se escucharon sonidos, quizás unos pocos minutos, pero se relajó tanto que parecían horas. Apenas podía ensimismarse en sus pensamientos, estaba mirando el agua, como bailaba y el vapor que desprendía.

Una joven de cabellos blancos y unos preciosos ojos verdes se iba adentrando en aquellas termas, al principio era una imagen borrosa y distorsionada con la niebla. Otsuka y aquella mujer parecían conocerse de antes, e incluso bastante bien diría Noriko.

- Siento mis malos modales – dijo levantándose un poco sobre el agua para una reverencia sin llegar a tocar su rostro en el agua – Mi nombre es Amako Noriko, shinigami raso del sexto escuadrón.

Aunque sabía que cuando alguien pedía el nombre primero debía presentarse Noriko hizo caso omiso de aquello, aquel día no estaba para regañar y mucho menos molestar de aquel relax de sus compañeras de baño.

Volvió a colocarse de la misma postura que estaba anteriormente de levantarse, aquel lugar parecía llenarse y esperaba que cerrara el cupo pronto o saldrían, aparte de arrugadas, con los pulmones encogidos. Por suerte no se escuchaba a nadie más, quizás esta tarde a nadie más se le apetecería darse un baño. Aunque era curioso, quizás hasta sonase raro, que cuatro mujeres shinigamis se hayan reunido en unas termas del rukongai. Hoy era un gran día, lo sabía, como cuando fue a cenar con Isono, y estaba igual de ilusionada, como cuando Kaori taicho quiso entrenar con ella.

Una tímida sonrisa apareció en los labios húmedos de la pelirroja ante aquella particular y más que familiar aparición. Era curioso que coincidiera con ella tan a menudo. Dejó con cierto malestar que se quedase tan próxima ella, no por lo que cualquiera pudiera pensar, sino porque le resultaba bastante incómodo tener a alguien tan cerca fuera mujer... u hombre. Isono era terca como una mula y tal vez algo obtusa para tratar a la gente y, aunque supiera dedicar palabras amables y sentirme cómoda en compañía, necesitaba mantener sus distancias de forma involuntaria. Cuando eso no sucedía, solía torcer un poco la expresión y aguantar.

-No, no es ninguna reunión, es pura coincidencia... La misma que hace que tú y yo nos vemos tan de seguido... Mmm, ¿no me estarás persiguiendo, verdad? -inquirió con cierto deje ingenuo en la voz, no como si la shinigami de pelo alborotado fuera una pervertida, sino por la mera opción-. Deja que te presente entonces a Izumi Kaori-san, capitana del sexto escuadrón -añadió tras la presentación de Noriko-. Y antes que de lo preguntes... No, no estoy haciendo campaña para fomentar mis reuniones.

Aprovechó un picor en la pierna para alejarse un poco más de la nerviosa shinigami, aunque no lo demasiado. Sabía que distanciarse demasiado podría resultar ofensivo y bueno... la noche estaba siendo agradable para incurrir en tonterías parecias. Al mismo tiempo, comprobó, estirando los brazos hacia atrás que el pelo no se le había mojado por la nuca; los dedos palparon el torpe recogido hasta notar como el pelo se había apelmazado por la humedad. Tirando de la horquilla, dejó que su abundante cabellera cayera sobre el agua antes de sumergirse por completo. Al salir, exhaló un profuso suspiro que salpicó diminutas gotitas de agua al aire.

Cada una de las cuatro era completamente diferente a las otras, dispares en su forma de ser y comportarse, en la manera de entender su mundo y vivir en él. Con la mirada perdida en las ondas del agua, Isono se preguntaba cómo serían, qué habían vivido y que pensamientos atravesaban su cerebro. Quizás, fuera por el agua y el sosiego, pero aquella noche cabía la posibilidad de que quisiera confraternizar con otras shinigamis, lejos de sus ideas igualitarias y las obligaciones del Gotei.

-Si quisieran, esta noche podríamos ir a beber algo de sake. Habría que poner un buen broche final a un baño en unas termas como estas -sugirió dejando la propuesta en el aire-. Podría acompañarnos, Izumi-san, dado que las obligaciones las hemos dejado junto a las puertas del Gotei al menos por una noche. ¿Qué le parece? -preguntó, recogiéndose un mechón de pelo tras la oreja; echó un vistazo a Hotaru que a su lado, ya sostenía una botella de sake-. Veo que tú ya has empezado...

Widder entraria a un lugar extraño, Okami la habia guiado hasta ahi, segun el lobo aquel para que se "relajase" y estuviera tranquila, habia tenido un dia dificil, habia tenido que luchar contra él para mejorar sus habilidades, le habia tocado una buena paliza, tenia un moreton en el brazo derecho y unos mas en las piernas.

-Okami... no es buena idea... estan solo las superiores...
"Tu metete, q te han de hacer? violarte? eso lo quiero ver X///X"
-Pervertido, Lobo Pervertido...
"Mas bien, pervertidas ellas... pero yo quiero estar ahi si algo asi pasa... claro claro"

Ella entra, al ver a todas las mayores ahi, se cohibe un poco, se pone una toalla que, por su tamaño, le alcanza hasta debajo de las rodillas, se tapaba toda, sella a su lobo en la espada, le guiña un ojo y se va, caminando con gentilesa por ese camino, sus pies blancos eran una vergüenza segun ella, eran pequeños y fragiles, se enrojecieron de sentir las piedras.

-Dios... q vergüenza... pero... se siente bien, mas... relajado...

Ella no se habia percatado de la presencia de Hotaru, hasta q la ve de cerca, entre el vapor era dificil verla, al verla, no tuvo mas remedio que meterse al agua, sin dejar ver mucho su cuerpo, odiaba tener piel tan blanca y ademas, le daba pena mostrarse

[FDI: Siento la tardanza y la escasa extensión y calidad del post, pero es que con Kaori me está costando mucho retomarlo, gomen u.u]

Antes de darse cuenta ya eran unas cuantas las personas que se habían reunido en las termas, entre ellas la alocada chica del pelo blanco y la muchachita tímida que se había puesto en un rincón, como si quisiera, realmente, desaparecer en el agua, cosa sin sentido, porque si de verdad quería estar sola, ¿a cuento de qué iba a bañarse a unas termas comunitarias? Sin ningún sentido para ella. De modo que Kaori prefirió darle su espacio, el que quisiese, no se le daba demasiado bien tratar con adolescentes, mucho menos con unos tan tímidos, y lo de esta rozaba el ridículo, definitivamente. Ella nunca lo había sido, debido a las circunstancias que le tocaron vivir no había tenido ni tiempo ni posibilidad de serlo. Por ellas siempre había estado en la calle, luchando y encargándose de cuidar a sus amigos más débiles, de enfrentarse a cualquier peligro y de siempre estar en guardia. Y cuando entró en el Escuadrón siguió batallando, aunque no del mismo modo. Enfrentarse con Valeria una y otra vez y con sus seguidores no le había dado tiempo para dudar o arrepentirse. Definitivamente no se había dado la circunstancia para que ella pudiera desarrollar una personalidad introvertida, aunque eso no significase que fuera una descarada, mucho menos con los hombres. Suspiró, menuda estupidez ponerse a pensar en eso cuando estaba allí, tranquila y sin preocupaciones.

Fue entonces cuando oyó que la presentaban y asintió con una cabezada que levantó un poco de agua a su alerededor. Conocía a muchos de los shinigamis que formaban la Sociedad de las Almas, algunos capitanes le habían hablado de ellos, y sabía que la chica que había llegado con la botella de sake era Kawasumi Hotaru, del tercero, y la otra muchacha tenía un nombre difícil de pronunciar, algo así como “Wader” o algo por el estilo que la Dama de Hierro había sido incapaz de memorizar, y estaba a cargo de Chiesa, lo cual no podía más que ser una desgracia para ella. Bueno, no era asunto suyo, allá ellos. Prefería tratar mejor el tema del sake que proponía Isono-san, era bastante más divertido que empezar a criticar a un idiota redomado que solo pensaba en muchachitas. Se volvió hasta las chicas y mostró una media sonrisa torcida.
- Me encantaría un poco de sake, creo que estaría bien para entumecer un poco los músculos que hemos relajado aquí. Y creo que cuanto antes nos marchemos mucho mejor, porque me da la sensación de que si nos quedamos aquí vamos a formar parte del agua para siempre, no estaría mal, pero dudo que sea lo más divertido que se puede hacer por aquí- y sin ningún tipo de escrúpulo se levantó en la piscina y mostró su cuerpo, fuerte, pero delgado. De un saltó se aupó y tomó la toalla para colocársela alrededor del cuerpo. La zanpakutoh volvió a su mano poco después y la seguridad que podía habérsele escapado en el agua retornó a ella, con la misma fuerza de siempre- ¿alguien se apunta o voy a tener que irme a beber sola?

En mitad de la noche, abrigada por las aguas perfumadas, podría decirse que la compañía era inmejorable. Arriba, la luna bañaba con su clara luz el murmurante bosquecillo de bambúes. El rumor de la conversación y la delicada percusión de las gotas de agua que resbalaban de las hojas verdes se unieron en una misma melodía, y Hotaru, afectada por la combinación del alcohol y un baño caliente, comenzaba a sentirse de lo más relajada. Tanto, que ni siquiera se había percatado de la llegada de la menuda jovencita de cabellos negros, que prefirió quedarse al margen.

Se masajeó la nuca con la mano que no sostenía la botella y respondió a la pregunta de Isono con una sonrisa perezosa. Se veían tan a menudo que costaba creer que era mera cuestión de coincidencia, y esta multitud de encuentros había terminado por conseguir que la joven Otsuka se ganase la simpatía de la peliblanca.

-Pues no sería tan mal momento para hacer propaganda a tu causa...

El calor de las termas comenzaba a dispersar de su cuerpo todo el cansancio y las tensiones del día, dejando en su lugar un estado de placidez que la hacía sentir flotando en una nube. Claro que, dicha impresión, también tenía algo que ver con el sake que se estaba trincando ella sola.
El vapor que rodeaba la terma, como un esponjoso velo, potenciaba el efecto de estar mirando a través de un sueño. Las gotitas de agua prendidas en los cabellos húmedos parecían brillar con la luz de las estrellas, y la piel de las mujeres, tan suave y sonrosada por la temperatura, en poco se diferenciaba de un jugoso melocotón al que hincarle el diente.

"Podría escribir poesía, joder...", se decía, inspirada por la dosis de seguridad que aportaba el alcohol, "...con todo esto." Mañana ya no le parecería tan buena idea.

Experimentando un pasajero distanciamiento de la realidad, admiró la belleza del cuerpo desnudo de la Capitana, como lo haría un pintor de grabados o un escritor de haikus buscando a su musa. Se sentía toda una artista esa noche.
El hechizo, sin embargo, se desvaneció ante la invitación a seguir bebiendo.

-Yo me apunto- respondió con entusiasmo, habiendo olvidado que no tenía ni una sola moneda encima.- Pero no esperéis sugerencias de mi parte a dónde podemos ir, porque ahora mismo no creo que siquiera pudiera regresar al Seireitei sin ayuda.

Fue la segunda en ponerse en pie y salir de la terma en busca de su toalla, con menos elegancia de la que le hubiera gustado. Cuando fue capaz de encontrarla se la echó sobre los hombros y fue hacia el vestidor, cruzándose con dos mujeres que salían del mismo, esquivando el cuerpo desnudo de la shinigami con las miradas, como si les diera vergüenza ver los atributos femeninos de otra. O acaso notaron la incipiente borrachera y les causó incomodidad.
Una vez dentro de la estancia de madera, se secó y buscó su ropa, encontrando que, si bien ella se había podido desprender de los olores de la taberna, las prendas no. Así pues, muy disimuladamente, como si no estuviera haciendo nada malo, esperó a que el resto de compañeras estuviesen entretenidas con la labor de vestirse y se puso a revolver los ropajes de las dos mujeres que acababan de cruzarse para ver si algo le valía. Acabó por ponerse un yukata de color ciruela con un estampado más bien discreto y un fajín blanco. Le venía corto pero al menos olía a limpio.

-Ah, creo que no lo he dicho... me llamo Hotaru, y soy del Tercer Escuadrón, aunque eso poco importa esta noche... Uhn. ¿Dónde he dejado la maldita botella?

Desde luego, si algo se podía decir en voz alta era que tal vez, en aquel preciso momento había demasiadas mujeres con demasiado carácter en muy poco espacio. Resultaba una estampa pintoresca y temible, ver a esas shinigamis moverse a sus anchas con la seguridad de saberse independientes y resueltas; toda una visión para el más osado y un paráido para las mentes calenturientas que poblaban no sólo el Seireitei.

Observando como las demás iban abandonando la terma, Isono aprovechó para sumergirse del todo durante un par de segundos antes de salir. El agua y la comodidad de aquel momento provocaron que se resistiera un poco a abandonarlo; la plenitud y la calma eran sensaciones demasiado infrecuentes en la eternamente preocupada shinigami, por lo que era imposible que cierto sentimiento de pereza se apoderase de ella. Emergió del agua con lentitud, notando como el líquido elemento resvalaba por su rostro y su piel mientras estiraba un brazo para hacerse con la toalla. Pese a haber pasado toda su vida entrenando, podía apreciarse unas curvas esbeltas y unas proporciones agradables; Isono era grácil en sus movimientos así como algo comedida ante la presencia de las demás. Se enrolló la toalla alrededor del pecho antes de salir del agua y dirigirse al vestidor. Cogió la botella de Hotaru sobre las piedras que bordeaban la terma; no parecía quedarse mucho sake.

-Creo que vas a tener que exprimirla un poco, Hotaru -comentó tras dejarle la botellita sobre la banqueta de madera-.

Se secó con gesto rápidos, exasperándose antes la sensación de que aquella abundante melena suya seguía goteando agua sobre su espalda. Enrolló entonces la toalla sobre el cabello y comenzó a vestirse. Había llegado con un yukata de color añil pálido con un bordado en verde en los bajos de la falda y las mangas, el cinturón del mismo tono de verde consiguió colocárselo sin demasiados problemas y sacando un peine de un bolsito comenzó con la ardua tarea de desenredarse el pelo.

-¿A dónde queréis ir? El Rukongai está lleno de sitios... y... auch... no demasiado caros -decía evitando tirárse del pelo-. Si alguna tiene alguna preferencia...

Tras pasarse varias veces las cerdas del peine, con dedos ágiles se trenzó la melena a un lado; termino de atusarse el kimono antes de ponerse en pie y darse por lista para lo que viniera en adelante.

[OFF: he esperado seis días creo, pero como ninguna de las dos parece tener la intención de aparecer, pues las salto y seguimos con el rol]

[FDI: También he esperado lo mío, pero creo que es hora de moverse]

Al parecer las únicas que habían decidido apuntarse a una dosis de buena bebida habían sido Hotaru e Isono. La chica de cabello negro no había vuelto a pronunciarse (apenas si había despegado los labios) y al parecer, su shinigami, le decidida Noriko, estaba mucho más a gusto metida en el agua que disfrutando de un poco de sake. Podía hacer lo que quisiese, a fin de cuentas, hacía horas que todas las allí presentes habían dejado de estar de servicio, los rangos poco o nada tenían que ver ya. Aquello era, tal y como se conocía en los medios periodísticos, un off the record. De manera que no debía mostrarse tan tímida, si es que era esa su razón y no otra.

En cualquier caso, aquello dejó de ser asunto suyo en cuanto cruzó la puerta y comenzó a vestirse con tranquilidad. El yukata se amoldaba a su cuerpo y la hacía sentir fresca, relajada. A continuación se soltó su largo y liso cabello negro, que cayó como una cascada, sobre su espalda y se calzó las sandalias con las que había venido andando desde su escuadrón, decir que había huido quizás fuese más acertado, pero no voy a detenerme en especificaciones. No gastó ni un momento en peinarse porque su pelo era imposible, por muchos productos que usó su superior, la hermosa y sofisticada Valeria, jamás consiguió crear ondas o algo similar en él, y ella no tenía ni la mitad de paciencia que su antecesora, debía vivir con eso.

Observó de soslayo a las mujeres que estaban a su lado mientras terminaban de vestirse y maldijo. Volvía a ser la menos femenina de toda la reunión. “Bueno” se dijo a sí misma con desparpajo “esto es algo a lo que te has terminado por acostumbrar, ¿verdad, Kaori?” y escudriñó uno de los espejos de la sala. Con su atuendo celeste estaba bastante bonita, pero ella era incapaz de verlo, nunca se había sentido hermosa. No es que se avergonzase de su físico ni nada por el estilo, pero estaba acostumbrada a ser siempre “la bruta”, mientras que las chicas a su alrededor eran las hermosas. Se quitó la idea de la cabeza con un movimiento de cabeza y se anudó el obi con elegancia para luego colocar a su querida Tsuki no Hanshakou en la cadera y se volvió, para contestar a sus nuevas compinches.

- Yo conozco un sitio- soltó la Dama de Hierro entonces, bar que había conocido por casualidad y al que más tarde había ido son su alter-ego, el mujeriego por excelencia, el capitán del décimo tercer escuadrón, Bastian Chiesa. Tal vez fuese divertido aparecer por allí con sus nuevas compañeras de parranda. El tabernero la conocía y no le hacía preguntas, jamás se las había hecho. Además, si alguien intentaba molestarlas, siempre sería divertido ver como la enérgica Isono y la efervescente Hotaru se desenvolvían en aquel ambiente. Aún así, quiso advertirles donde se estaban metiendo, aunque no creía que las asustase o las hiciera cambiar de opinión. Todas querían beber- digamos que es un sitio “peculiar” pero podría ser muy divertido- no lo dudaba ni por un segundo. Por ello no les dio demasiadas opciones y salió, a esperar en la calle, al fresco de la noche. Por alguna extraña razón que no terminaba de entender, necesitaba salir de aquel cuarto ya. Y cuando lo hizo se quedó de lo más tranquila. Un poco de sake y la noche sería… ¡perfecta!

El aire tenía el chispeante reflectar de la incertidumbre, esa que está ligada a la plena libertad de las personas que señalan qué camino quieren seguir. Esa por la que una noche cualquiera puede llevarte a tomar una actitud caprichosa ante la vida, beber alcohol en una taberna y amanecer en la cama con resaca, pero satisfecho.

Había un viento que de cuando en cuando agitaba las hojas de los árboles y hacía más nítido el olor del césped y la tierra mojada por la lluvia anterior. El sake se le estaba subiendo a la cabeza, la aturdía, pero lo hacía agradablemente.
Las tres mujeres habían abandonado ya las termas y caminaban, colocadas en línea, hacia el local que había propuesto la Capitana Kaori como su destino. Con la botella ya casi vacía entre las manos, Hotaru andaba desenfadadamente en uno de los extremos, en un fluír suave en el que lograba mantener la coordinación de sus pasos a pesar del licor ingerido. Cada vez le importaba menos que el yukata le estuviese corto.

-Yo... ¿sabéis qué? Creo que me gusta cómo está resultando la noche, al final. Y eso que he tenido un día de mieeeeerda, por no hablar de... esos cabrones que trucan los dados. Porque los trucan, ¿eh? Ya no queda... no queda honradez.

Negó con la cabeza y suspiró, dándose un trago de alcohol. En los oídos, sentía el susurro de la brisa y el canto arrullador de las ramas. En la piel, el beso de la corriente y el hormigueo complaciente de la diversión ebria. Se relamió los labios y se frotó con el índice el párpado derecho, que había cerrado.

-¿Dónde está el sitio ese del que hablaste, Izumi?- preguntó, volviendo el rostro hacia ella. No había hecho mención a su rango, pues suponía que esas cosas poco importaban en aquel momento. Una sonrisa perezosa le cosquilleó en las comisuras de la boca- Tengo ganas de llegar...

__
Off: Siento que sea tan cortito >.<

La noche no podía saber mejor como en aquel momento. Aire fresco, tiempo para malgastar, poca predisposición a retractarse y sobretodo una compañía inmejorable. Hacia demasiado tiempo que no salía sólo con chicas; al menos desde aquel entrenamiento con Noriko donde terminó apareciendo Daiki y tuvieran un ligero percance. Sin embargo, esa noche no parecía tener ese aire catastrófico... al menos no mientras hubiera en una habitación tanta mujer con carácter.

Las farolas encendidas y el olor invadiendo las calles hacían que se le abriera el apetito. Parecía una noche de verano durante un festival; gente por las calles, luces y buen olor, sólo faltaban algunos fuegos artificiales y pareceía una verdadera noche estival. Los días de calor y sol la hacían revivir viejos recuerdos, de cuando era niña y saltaba al estanque de las carpas mientras Nanami le gritaba histérica, de los atracones de sandía y del calor insoportable del dojo... y de noches sentada en la tarima del jardín hablando con Hatsu, de miradas escurridizas... Sacudió la cabeza. Era lo malo de rememorar buenos momentos y ser un poco nostálgica por naturaleza. En el fondo eran cosas que le dolía no haber disfrutado como debía, razón por la que no estaba dispuesta a dejar que otras se esfumasen.

-Espero que dispongan de algo de comer... Sé que no es muy apropiado para unas señoritas como nosotras hablar de llenar la panza... -comentó con ironía-. Pero soy un bicho de viejas costumbres. Después de un baño siempre me entra hambre...

Había crecido con un pie en el Rukongai y desde luego lo que no escaseaba, eran sitios para llenar y bien el estómago. Sentía curiosidad por ver a qué clase de lugar las llevaría Izumi. Eso podría decir mucho de ella, de sus hábitos y sus gustos, de que clase de persona era la temida Dama de Hierro. Conocía a Hotaru gracias a la infinidad de veces que se había topado en el mismo sitio, y aunque se dejaba traslucir bastante en su forma de ser; sabía que podía dar mucho más. Sentía curiosidad por saber más de aquellas dos peculiares shinigamis.



OFF: ... ufff, hoy estoy bajo mínimos históricos... siento la cutrez extrema, pero bueno, vamos al lío: Marujeo, marujeo!!! XD

¿Comida, comida en un lugar como ese? La joven capitana se encogió de hombros y reflexionó un poco. A saber si allí tenían algo que ofrecerles. Pero bueno, en aquel lugar se sentía una VIP, daba buenas propinas y para muchos era algo bonito de ver entre tantos parches y remiendos. Esta vez el premio llegaría por triplicado. Miró a sus acompañantes, atesorando todo aquello que decían. No salía demasiado con sus quehaceres en el escuadrón, por ello cualquier momento de diversión debía ser guardado en su mente como un auténtico tesoro, como algo a lo que tenía muchísimo cariño. Sonrió ante las palabras de la peliblanca y volvió a pensar en la comida. Algo podría hacerse, estaba segura de que sí. Les indicó con un gesto que la siguieran y se puso en camino. El lugar no era recomendable, mucho menos para tres mujeres solas. Pero no todas las chicas podían decir que vestían el negro y que eran grandes promesas en sus escuadrones. No eran niñas indefensas. Eran unas auténticas guerreras.

La Dama de Hierro estaba acostumbrada a caminar por las estrechas y sucias calles del Rukongai. Desde muy pequeña aquel había sido su hogar, donde había pasado toda su infancia y parte de su pubertad. Se había acostumbrado a ensuciarse las manos, a pelear por un poco de arroz y a recibir palizas. Y eso, mezclado con sus maneras de hacer las cosas, brutales aunque justas, la habían llevado a donde estaba. A lo más alto de su amado escuadrón. Siempre recordaría como Valeria taichou le hizo la oferta de llevársela de allí, de enseñarle el mundo. En menos de una semana se había convertido en estudiante de la academia y se preparaba para ser shinigami. Y había pasado mucho tiempo desde entonces, pero una parte de la estricta Izumi-taichou seguía siendo la rebelde Kaori, la niña que se peleaba con cualquier por defender a sus amigos, la que desafiaba a los hombres si se pasaban de la raya. Los recuerdos llegaron a ella de golpe, y no hizo nada para detenerlos. Caminando por esa zona era como volver a ser una niña, una niña sin memoria ni recuerdos.

- Hemos llegado- canturreó cuando sus pies se clavaron casi con violencia en la puerta del local en el que hacía escasos días había compartido sake con el capitán del décimotercer escuadrón “menudo idiota está hecho ese tío”. Sus ojos se fijaron en que un nuevo cártel había sido colocado sobre la puerta principal. Tanaka, podía leerse escrito en dos enormes kanjis negros 田中. No es que fuera un nombre muy ingenioso, el del dueño. Se rascó la nuca, en un ademán nada femenino y penetró en el bar, con la misma determinación de siempre. ¡Anda! Si estaba medio vacío. Solo unos cuantos parroquianos pasados de rosca que no les prestaron demasiada atención. Mejor que mejor. No tenía ganas de empezar a partir cráneos, no cuando iba vestida con un yukata tan bonito y arreglado. Miró a las chicas que la acompañaban e hizo un ademán para que se acercaran. La noche iba a ser pero que muy divertida.

A medida que iban caminando, las calles por las que se internaban las tres mujeres iban siendo cada vez más mugrientas e inseguras. Lejos de empezar a preocuparse por el cambio, Hotaru se dejaba guiar sin borrar la sonrisilla del rostro, acaso inmunizada a base de alcohol al recelo que inspiraban los callejones llenos de oscuridad.
Salir a divertirse con compañeras de profesión no era algo que tuviera por costumbre hacer, así que sentía bastante curiosidad por cómo iría desarrollándose la noche. Por algún motivo, siempre había tenido más facilidad para tratar con hombres, por lo que esta situación era algo novedosa para ella.

El humo amargo del tabaco, el brillo de los candiles reflejándose en las botellas y vasos de cristal que habían a la vista, fue lo primero que advirtió al cruzar la puerta de aquel roñoso local. La clientela no parecía muy de fiar y el ambiente era bastante más tranquilo de lo que hubiera esperado; aun así, seguía guardando la esperanza de pasarlo bien.

-Vaya, no imaginaba en absoluto que frecuentaras esta clase de sitios- reconoció la peliblanca, mirando divertida a su alrededor.- ¿Es buena la bebida que sirven?

Esperaba que sí. Normalmente no le importaba soportar la suciedad y el mal gusto en la decoración si al menos le servían un licor de calidad. De la comida que pudieran salir de esas cocinas, ya no se fiaba demasiado.

Casi se derrumbó sobre uno de los asientos, emitiendo un suspiro satisfecho. Así, quietecita en su lugar, el efecto de que el paisaje oscilara levemente ante sus ojos apenas se notaba.
Había dejado abandonada la botella ya vacía en mitad del camino, por lo que ahora necesitaba urgentemente otra cosa con lo que satisfacer el gaznate.

-Creo que tomaré... bueno, seguro que Izumi puede recomendarnos algo que valga la pena probar.

Apoyó los brazos sobre la mesa y los cruzó, observando con los párpados algo caídos a su compañía. Dejó escapar una risilla breve de sus labios, quién sabe el motivo, y se restregó una mano por la cara, sintiendo sus movimientos más lentos que de costumbre.

-Jé... ¿De qué se supone que hablan las chicas cuando salen juntas a tomar algo? ¿De hombres? ¿De ropa? ¿Criticamos a alguien? La verdad es que no tengo mucha práctica en... hacer las supuestas cosas que hacen las mujeres normales...

El famoso lugar que la cpaitana del sexto había mencionado, no tenía mejor palabra para describirlo que antro. Isono había malgastado bastanet tiempo durante su existencia en el Rukongai, pero debía admitir que jamás había puesto un pie en un sitio así, quizás porque en el fondo tampoco hubiera tenido oportunidad gracias a la vigilancia de su padre. Lugares como aquel, lejos de la vida tranquila y segura que había tenido, en el fondo no formaban parte de la rutina de una mujer noble, aunque fuera de una familia como la suya. Era inevitable que la shinigami de cabellos rojos se sintiera algo recelosa de los parroquianos congregados. Pese a caminar tranquila y no mostrar señales de desconfianza, Isono ojeaba con discreción el lugar, esbozándose una idea de lo que podría o no llegar a pasar. La última vez que salió con Noriko y Daiki tuvieron un pequeño percance; casi esperaba que algo así terminase pasando de nuevo.

Tomaron asiento. Como pez fuera del agua, Isono no hacía más que observar en derredor, clavando los ojos durante breves segundos en las personas, en la mugre que se concentraba en los rincones. A menos que desconectase ib a estar toda la noche pendiente a todo menos a las mujeres con las que iba.

-...Creo que se me ha quitado el hambre... -musitó-.

Contempló a sus compañeras. Izumi parecía alarmantemente segura de sí misma en aquel lugar; era visible que lo conocía bastante bien, lo cual era tranquilizador. Sin embargo, parecía que Hotaru estaba a punto de clavar la frente sobre la mesa. Ninguna parecía demasiado desenvuelta en reuniones de aquel tipo, donde a buen seguro otra clase de shinigamis tendrían un amplísimo repertorio de conversaciones. Sin embargo, ellas... no parecían hechas para frivolizar sin una dosis excesiva de alcohol en el cuerpo; ni siquiera Hotaru, quien ya les sacaba una cabeza de ventaja en embriaguez parecía tener algo que decir.

-¿Cómo llegastéis al Gotei? Quiero decir, ¿por qué os hicísteis shinigamis? -inquirió Isono para romper el hielo-.

No necesitaban hablar de hombres, ni poner de vuelta y media a nadie, y aunque le chiflaban los kimonos no lo consideraba un tema demasiado recurrente. Eran tres shinigamis, completamente diferentes a las demás. Estaba segura de que cada una tendría su propia historia que contar.

- Tanaka, tu mejor sake, no nos hagas esperar, no quieras saber que puede pasarte si tardas más de lo necesario- con esto respondía a la pregunta de la peliblanca, al menos a una de ellas. Porque la que llevaba implícita el comentario sobre el tipo de antros que frecuentaba continuó en el aire. A veces le gustaba recordar de donde venía. No había tenido una familia que la respaldara, la casualidad la había llevado a su mentora, nada más, simple suerte, pero el resto… había sido más complicado de obtener. De un salto ocupó la silla que había elegido y observó a sus compañeras, si que eran distintas entre sí, buena elección para una velada nocturna. Y el comentario que soltó Kawasumi no pudo más que hacerla soltar una carcajada, si, la Dama de Hierro también sabía reír. Y la gracia estaba en que ella tenía la misma duda. No tenía demasiadas amigas, Yoruko era la única, prácticamente, y aunque hablaban un poco de todo, ella jamás tendría muy claro que había decir en una reunión con más mujeres. Cuando llegó la bebida se la llevó a los labios y la saboreó, para saber si tendría que partir brazos. Si, estaba bueno, por esta vez el viejo estaría a salvo.
- No me gusta hablar de ropa, es una tontería- sobre todo cuando ellas estaban obligadas a vestir con el uniforme shinigami. Lo raro era verlas de aquella guisa, tan “normales”- ¿de hombres?, no gracias, y no sé a quien demonios vamos a criticar, bueno, se me ocurre alguien, pero estoy cansada de recordar lo mal que siempre hace las cosas- se masajeó la nuca, con un movimiento suave y apuró su bebida, casi con brutalidad.

Otsuka perdió el apetito, y aunque a la capitana le hizo gracia no sonrió. Era lógico que nadie quisiera comer algo salido de esas cocinas, a saber toda la mugre que tendría el arroz, ¿sería blanco o presentaría el típico color amarillo desgastado qué acaban por tener las cosas cuándo están sucias y viejas? Se encogió de hombros y se sirvió la segunda ronda, luego volvió la cabeza de cabello negro hasta la teniente, que había soltado una pregunta, y para ser la primera había sido bastante interesante. Metió un dedo en el diminuto vaso que tenía delante y se lo llevó a los labios para chuparlo. Al parecer iba a tener que ser la primera en contestar. Odiaba ser la primera. Se encogió de hombros, nada parecía importar esa noche, y comenzó a hablar.

- No recuerdo nada de mi vida humana, ¿noble, campesina? Nunca lo sabré- una risa cansada, como si el tema fuera tan antiguo como la vida misma, salió de su garganta y llenó el aire cargado de humo a su alrededor- quiero creer que fue una buena vida. Mi primer recuerdo es de las calles más pobres del Rukongai. Mi vida consistía en correr y en recibir palizas, siempre estaba metida en algún lío, porque odiaba las injusticias, supongo que eso siempre lo he tenido claro. Un día me peleé con unos chicos mucho mayores que yo por un poco de arroz, fue horrible. Me partieron un brazo y la nariz, pero dejé a uno fuera de combate, le dí con un palo a la cabeza. Al segundo le astillé los dientes. El tercero casi me mata- reírse de ello no era adecuado, pero no pudo evitar hacerlo, recordando todo lo que había pasado desde entonces- pero entonces apareció ella, más hermosa de lo que yo nunca ser, más dulce que la miel, Valeria Rin, la hermana que nunca tuve. Me propuso llevarme a la academia, sacarme de allí. Me dio tres días para pensármelo, pero me levanté y me fui con ella, corriendo. El resto… es solo una historia aburrida de estudios y ascensos- aunque aquello no era del todo cierto. Había tenido que luchar por cada escalón, había peleado con todos porque su postura fuera aceptada, porque se la tuviese en cuenta, y había perdido muchas cosas en el camino. Suerte y trabajo, ¿era esa su vida?

El tabernero se afanó en complacer los deseos de la Capitana, volviendo junto a la mesa con un licor cuya marca era desconocida para la peliblanca, detalle harto peculiar si se tenía en cuenta que su conocimiento sobre el sake que se comerciaba en el Rukongai era indiscutiblemente amplio. Tras una breve vacilación, sin descartar del todo que pudiera ser veneno para las ratas, se decidió a probarlo.

-Pues está bueno- musitó con sorpresa tras dar el primer sorbo a la bebida. Algo indiferente a los primeros comentarios de Kaori y al estómago receloso de Isono, Hotaru se contentaba con observar lo que las rodeaba con la mente más bien ausente, flotando entre los vapores del recuerdo que habían dejado las termas. Allí se había quedado también la shinigami de melena anaranjada, aunque no recordaba qué excusa había dado para no acompañarlas. ¿Había dicho algo de reunirse con ellas más tarde, quizás? De existir tal comentario lo había ovlidado por completo.
Una risa hermosa pero apagada la arrancó de sus ensoñaciones para devolverla a la conversación. Ahora, escuchaba atenta el relato de Izumi, sin por ello desatender al alcohol que contenía su vaso. Cuando ésta finalizó, parpadeó un par de veces, liberando su mirada, atrapada en la elaborada telaraña que decoraba el espacio entre dos vigas del techo.

-Una chica de origen humilde, pero talentosa, que es descubierta y rescatada de los barrios bajos por una hermosa mujer, que no resulta ser otra que la conocida Capitana Valeria Rin.- Esa era su voz, pronunciándose de forma un tanto teatral, como si contase un cuento.- Tras mucho esfuerzo y constancia, la que un día fuera una pandillera más del Rukongai acaba al mando de su propia División, pasando a ser conocida por su fuerte temperamento y férrea disciplina. Pasando a ser...- ahí debía tener lugar una pausa dramática, que ella respetó. Aprovechó también para beberse medio vaso de un trago- La Dama de Hierro. ¿Sabes, Izumi? La tuya es una buena historia. Una historia de esas que verdaderamente conmueven, que esperas que terminen bien.- Suspiró.- Seguro que ha sido complicado llegar hasta donde estás.

Si ya de por sí era difícil salir de ese pozo al que iban a caer la mayoría de las almas que llegaban a la Soul Society, tarea casi imposible debía resultar el hacerse un sitio en la mesa de los importantes. "Que alguien intente cambiar su estrella... es simplemente impensable, ¿verdad?" Sin hacer mucho caso al fuego que le iba resbalando por la garganta, observaba a través del recipiente de cristal vacío como si fuese un catalejo, con uno de los ojos haciendo un guiño. "O tal vez no."

-Yo... nunca he sido alguien que tenga por costumbre resignarse a la suerte que le toca, ¿sabéis? Siempre he querido progresar, aunque fuera en contra de los planes que el destino hubiera establecido para mí.

Sin darse cuenta, había comenzado ya a contar su propia historia, para posiblemente acabar traicionando la norma autoimpuesta de no revelar nada que pudiera hacerla ver como alguien... vulnerable. Era algo que detestaba.

­-Quería ser capaz de hacerlo todo por mí misma, sin necesidad de tener que darle cuentas a nadie, de depender de nadie, de estar atada a nadie. Ser solamente yo y vivir para mí, libre, independiente... Y reconozcámoslo, no es una maravilla, pero el Gotei es el mejor sitio en el que una mujer en mis circunstancias podía llegar a hacer algo con su vida.- Dejó ambas manos sobre la mesa, con un ruído sordo; también el vaso. Perezosamente, las falanges de sus dedos se extendieron sobre la madera para luego cerrarse en forma de puño.- Aun y habiendo nacido en una familia de bien, el destino de una hembra en este mundo es servir a los hombres, a su familia, hacerse cargo de su casa. Siempre manejable, siempre dispuesta a complacer, a sacrificarse, relegada a un segundo plano, minimizada... como una cabeza de ganado más. Ese cuento no va conmigo.

Se dejó caer hacia atrás, sin recordar siquiera si el asiento tenía respaldo donde descansar la columna. Por suerte, lo había.

-Así que, aquí estoy. Haciendo de mi vida lo que yo dispongo, dentro de lo que cabe. Muchas veces pienso que hacerse shinigami es una forma de huír. Huír de la miseria, de los errores del pasado, de la familia, de la soledad... No nos convertimos en shinigamis por esas nociones de responsabilidad patriótica y dignidad guerrera de las que se habla en los libros; nos convertimos en shinigamis porque no tenemos otra opción de escapar.

Había terminado de dar su discurso y apenas tenía idea de qué era lo que había dicho en realidad. "Destino. Ganado. Huída. ¿Qué mierdas son esas, Hotaru? Deberías parar de beber cuando empiezas a decir esta clase de estupideces."
Rió entonces afectadamente, sirviéndose otra copa, aunque supiera que ya no era tan buena idea. El sonido del líquido derramándose descuidadamente empezó a darle ganas de mear.

-Y tú, Isono- giró el cuello hacia la pelirroja, dando la impresión de que comenzaba a pesarle la cabeza y observándola con una sonrisa lánguida- ¿también escapabas de algo cuando decidiste unirte al Gotei?
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Off: Y Hotaru se desploma totalmente borracha sobre la mesa en 5... 4... 3...