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Equivocado y sin remitente [Izumi Kaori]
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Souls&Swords - Foro interpretativo inspirado en Bleach :: Gotei :: Escuadrón Gi - Honradez y Justicia
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Equivocado y sin remitente [Izumi Kaori]
El edredón estaba completamente estrangulado alrededor de sus piernas; su sueño inquieto lograba disuadir hasta a la almohada que permanecía a metro y medio de su cabeza desde la mitad de la noche. La trémula luz de la mañana se colaba entre las rendijas de las paredes de madera, incidiendo sobre la cara del hombre, que tumbado boca abajo comenzaba a murmurar. Se revolvió con irritación sobre el futón hasta que tras un par de intentos por permenecer dormido un poco más, terminó por resignarse y levantarse. Los cabellos le caían desordenados ante los ojos mientras se rascaba la nuca, todavía demasiado dormido para realizar cualquier otra cosa.
Su diminuta habitación era parca y sin nada que le diera un toque más habitable. Se encontraba en el centro, sentado sobre el futón; su uniforme descansaba a un lado bien dispuesto pese al caos reinante de la estancia. Todavía era temprano; el escuadrón seguiría dormido pese a todo. No sin un esfuerzo se puso en pie y se estiró cuando alto era hasta que todas sus vértebras chasquearon y los músculos se le desentumecieron, y una placentera sensación le ibo esbozar una perezosa sonrisa. Cogió con desgana el uniforme y se lo enfundó con lentitud. Esa mañana no le apetecía hacer gran cosa, se sentía especialmente vago; de las pocas veces que podía permitirse el lujo de decir que prefería no hacer nada. Pese a ello, tras haberse enfundado en las botas salió de su habitación.
El escuadrón permanecía en silencio siendo invadido por las luces blanquecinas de lo que parecía un suave y aterciopelado amanecer. Liang deambuló por el escuadrón tratando de espabilarse. Como si conocieron un único camino, sus pies lo guiaron hasta la sala central donde pasaba casi la mayor parte del día contemplando esos mapas que tanto le gustaban y con lo que pasaba largas horas. Plantado como un árbol en el centro de la sala, observaba con cansacio aquella más que familiares paredes planteándose qué demonios iba a hacer hasta que todo el escuadrón se despertase. Ni siquiera su cerebro estaba dispuesto a cooperar. Se sentó junto a una mesa y con amagos ambiguos comenzó a garabatear un trozo solitario de papel mientras sentía como el sueño volvía a apoderarse de él.
Despertó sobresaltado. Carraspeó nervioso mirando a todas partes por si alguien lo había visto pero el escuadrón parecía tan dormido como él. Entonces, se percató de que alguien llamaba a la puerta casi con irritación. Se dirigió a la puerta. Un shinigami pequeño y de aspecto infantil lo miró con ojos de cordero degollado; iba cargado con un montón de cajas y paquetes demasiados para alguien de su talla.
- Paquete para el 6º escuadrón... -murmuró embistiéndolo con el paquete al tiempo que se retiraba sin mediar ni media palabra-.
-Ya... el sexto está por allí -indicó a la figura cada vez más lejana del menudo shinigami-. ¡Eh, niñato de mierda! ¡Este es el séptimo! ¡Eh! ¡¡¡EH!!!
Sin embargo, el microscópico shinigami había desaparecido. Se quedó plasmado, mirando el pasillo con un paquete equivocado mientras aquel arranque de ira había conseguido despertarlo al fin. Miró con desdén el destinatario.
-Oh... estupendo... -masculló con sarcasmo, ahora comenzaba a pensar que el jodido repartidor le había dejado el paquete a drede.
Sin mejores alternativas y con semblante serio se dirigió hacia las dependencias del sexto escuadrón cargando con el paquete en una mano y a Yushuna-kipa en la otra. Iba tranquilo con pasos amplios y relajados, aunque estaba deseando pillar al niñato y enseñarle a ver bien las indicaciones.
Su diminuta habitación era parca y sin nada que le diera un toque más habitable. Se encontraba en el centro, sentado sobre el futón; su uniforme descansaba a un lado bien dispuesto pese al caos reinante de la estancia. Todavía era temprano; el escuadrón seguiría dormido pese a todo. No sin un esfuerzo se puso en pie y se estiró cuando alto era hasta que todas sus vértebras chasquearon y los músculos se le desentumecieron, y una placentera sensación le ibo esbozar una perezosa sonrisa. Cogió con desgana el uniforme y se lo enfundó con lentitud. Esa mañana no le apetecía hacer gran cosa, se sentía especialmente vago; de las pocas veces que podía permitirse el lujo de decir que prefería no hacer nada. Pese a ello, tras haberse enfundado en las botas salió de su habitación.
El escuadrón permanecía en silencio siendo invadido por las luces blanquecinas de lo que parecía un suave y aterciopelado amanecer. Liang deambuló por el escuadrón tratando de espabilarse. Como si conocieron un único camino, sus pies lo guiaron hasta la sala central donde pasaba casi la mayor parte del día contemplando esos mapas que tanto le gustaban y con lo que pasaba largas horas. Plantado como un árbol en el centro de la sala, observaba con cansacio aquella más que familiares paredes planteándose qué demonios iba a hacer hasta que todo el escuadrón se despertase. Ni siquiera su cerebro estaba dispuesto a cooperar. Se sentó junto a una mesa y con amagos ambiguos comenzó a garabatear un trozo solitario de papel mientras sentía como el sueño volvía a apoderarse de él.
Despertó sobresaltado. Carraspeó nervioso mirando a todas partes por si alguien lo había visto pero el escuadrón parecía tan dormido como él. Entonces, se percató de que alguien llamaba a la puerta casi con irritación. Se dirigió a la puerta. Un shinigami pequeño y de aspecto infantil lo miró con ojos de cordero degollado; iba cargado con un montón de cajas y paquetes demasiados para alguien de su talla.
- Paquete para el 6º escuadrón... -murmuró embistiéndolo con el paquete al tiempo que se retiraba sin mediar ni media palabra-.
-Ya... el sexto está por allí -indicó a la figura cada vez más lejana del menudo shinigami-. ¡Eh, niñato de mierda! ¡Este es el séptimo! ¡Eh! ¡¡¡EH!!!
Sin embargo, el microscópico shinigami había desaparecido. Se quedó plasmado, mirando el pasillo con un paquete equivocado mientras aquel arranque de ira había conseguido despertarlo al fin. Miró con desdén el destinatario.
-Oh... estupendo... -masculló con sarcasmo, ahora comenzaba a pensar que el jodido repartidor le había dejado el paquete a drede.
Sin mejores alternativas y con semblante serio se dirigió hacia las dependencias del sexto escuadrón cargando con el paquete en una mano y a Yushuna-kipa en la otra. Iba tranquilo con pasos amplios y relajados, aunque estaba deseando pillar al niñato y enseñarle a ver bien las indicaciones.
Liang- Oficial Meiyo
- Post : 151
Edad : 38
Re: Equivocado y sin remitente [Izumi Kaori]
El yukata color cereza descansaba sobre el futón de la joven capitana del Sexto Escuadrón. La espartana alcoba estaba completamente recogida y no había ni rastro de su dueña, quizás el leve aroma residual del perfume de rosas que había utilizado esa mañana antes de marcharse. Se había levantado extremadamente temprano (el sol ni siquiera había salido) para entrenar y a continuación había tomado un largo baño caliente a solas. En esos momentos había aprovechado para lavarse el largo cabello a conciencia y lo había estado desenredando durante un buen rato. Cuando salió del baño se había vestido con ropas limpias y de vuelta dejó sus pertenencias en la alcoba, cada una en su lugar habitual. Fue entonces cuando su aroma quedó adherido a las paredes y se dirigió a tomar una buena taza de té. A esas horas, además de los vigilantes que tenían guardia aquella noche, era la única persona despierta en los alrededores. Con pericia (lo había hecho mil veces antes de ostentar su cargo) se preparó la tetera y los azucarillos y se apoyó en la pared, observando a través de la ventana entreabierta el cuidado jardín. Una sonrisa se pintó en sus labios, quizás no lo estuviese haciendo tan mal. Acarició el haori que descansaba sobre la mesa y cerró los ojos, para poder disfrutar del sabor de la bebida caliente. El sol ya había despertado.
Sin embargo, el descanso no duró mucho. Levantó los párpados de golpe y dejó de respirar. Sus oídos le decían que había alguien llamando a la puerta principal, o al menos interesado en hacerse oír. Esperó unos segundos, con la vista puesta en el gran portón, a la espera de que alguien fuera a atender, pero no ocurrió así, de modo que decidió ser ella misma la que la abriese, no se le iban a caer los anillos por hacer ese tipo de cosas. Con paso decidido dejó la taza de té en el fregadero y salió de la cocina, dejando el blanco uniforme que la designaba como capitana del Sexto Escuadrón sobre la mesa. Se dio cuenta del descuido cuando caminaba por el césped exterior, pero se encogió de hombros, cualquiera que tuviera un par de dedos de frente sabría que ella era la líder de aquel lugar, no hacía falta una chaqueta bonita. Llegó hasta las hojas de madera y levantó la barra de madera que las mantenía cerradas y con ambos brazos tiró para sí, descubriendo frente a sí a un joven de cabello castaño y algo desaliñado que tenía una cicatriz en la mejilla y se adornaba con un extraño colgante, una especie de cristal azul. Los ojos de la joven cayeron un segundo en el collar (era bastante bonito) y luego se fijaron en los ojos del muchacho, oscuros como su pelo. A la Dama de Hierro no se le pasó por algo el paquete que el shinigami traía ni lo alto que era. Podía sacarle tranquilamente 20 centímetros a la capitana.
La joven terminó de abrir las puertas y le hizo un gesto al recién llegado para que pasase. No sabía muy bien si tenían que recibir algún paquete, pero aquella visita matutina no podía ser por otro asunto, a las evidencias me remito. Izumi-taichou se ahuecó un poco el cabello, que aún estaba húmedo y se recolocó a Tsuki no Hanshakou en el cinto. Era una espada hermosa, pero Kaori la notaba demasiado melancólica en ocasiones. No tenían mucho que ver la una con la otra, pero se respetaban. La acarició un segundo y sus ojos negros cayeron en el recién llegado.
- ¿Es necesario qué firme en algún sitio?- preguntó, buscando su sello entre los ropajes, pero estaba casi segura que no lo llevaba encima. Ya mandaría a alguien a por él si hacía falta. O quizás no. Estaban casi todos dormidos.
Sin embargo, el descanso no duró mucho. Levantó los párpados de golpe y dejó de respirar. Sus oídos le decían que había alguien llamando a la puerta principal, o al menos interesado en hacerse oír. Esperó unos segundos, con la vista puesta en el gran portón, a la espera de que alguien fuera a atender, pero no ocurrió así, de modo que decidió ser ella misma la que la abriese, no se le iban a caer los anillos por hacer ese tipo de cosas. Con paso decidido dejó la taza de té en el fregadero y salió de la cocina, dejando el blanco uniforme que la designaba como capitana del Sexto Escuadrón sobre la mesa. Se dio cuenta del descuido cuando caminaba por el césped exterior, pero se encogió de hombros, cualquiera que tuviera un par de dedos de frente sabría que ella era la líder de aquel lugar, no hacía falta una chaqueta bonita. Llegó hasta las hojas de madera y levantó la barra de madera que las mantenía cerradas y con ambos brazos tiró para sí, descubriendo frente a sí a un joven de cabello castaño y algo desaliñado que tenía una cicatriz en la mejilla y se adornaba con un extraño colgante, una especie de cristal azul. Los ojos de la joven cayeron un segundo en el collar (era bastante bonito) y luego se fijaron en los ojos del muchacho, oscuros como su pelo. A la Dama de Hierro no se le pasó por algo el paquete que el shinigami traía ni lo alto que era. Podía sacarle tranquilamente 20 centímetros a la capitana.
La joven terminó de abrir las puertas y le hizo un gesto al recién llegado para que pasase. No sabía muy bien si tenían que recibir algún paquete, pero aquella visita matutina no podía ser por otro asunto, a las evidencias me remito. Izumi-taichou se ahuecó un poco el cabello, que aún estaba húmedo y se recolocó a Tsuki no Hanshakou en el cinto. Era una espada hermosa, pero Kaori la notaba demasiado melancólica en ocasiones. No tenían mucho que ver la una con la otra, pero se respetaban. La acarició un segundo y sus ojos negros cayeron en el recién llegado.
- ¿Es necesario qué firme en algún sitio?- preguntó, buscando su sello entre los ropajes, pero estaba casi segura que no lo llevaba encima. Ya mandaría a alguien a por él si hacía falta. O quizás no. Estaban casi todos dormidos.
Izumi Kaori- Post : 584
Re: Equivocado y sin remitente [Izumi Kaori]
La puerta del escuadrón se abrió sin que le hubiera dado tiempo a adecentarse un poco; dadas las tempranas horas del día, hubiera esperado una actuación menos precoz. Las puertas se abrieron dejando paso a una visión que más de un hombre hubiera querido tener por las mañanas tras una noche plácida. Era una mujer de cabellos oscuros como la noche y piel de alabastro, cuyos ojos eran dos piedras de ónice almendradas. Agradeciendo su buena suerte a esa altura del día, Liang cuadró los hombros y mantuvo el semblante serio.
-¿Es necesario que firme en algún sitio? -preguntó-.
Liang frunció un poco el cejo recordando el encontronazo con el microscópico repartidor, aunque con un ligero resoplido todo malhumor quedaba a aparte, al menos mientras estuviera delante de una dama.
-Buenos días -saludó no demasiado alto y cierto deje sarcástico denotando esa leve falta de educación al no saludar ante otro shinigami-. Lamento la intrusión a estas horas de la mañana. El repartidor se equivocó esta mañana y dejó un paquete erróneo en el Séptimo Escuadrón; tampoco dejó un recibo ni nada similar.
No había motivos para desconfiar, pero siendo el destinatario la cpaitana del escuadrón, Liang dudaba si debía entregar o no personalmente el paquete. De todas formas, lo normal era confiar en los rasos de un escuadrón; en el caso de haber un problema era cosa de ellos y su capitana se encargaría de solucionarlo, a él ni le iba ni le venía. Aunque sentía curiosidad por ver a la tan rumoreada capitana del sexto escuadrón; había oído un sinfín de cosas, todas contradictorias en su mayoría pero igualmente estimulantes.
-Es para Izumi-taicho -dijo alargando el brazo un poco intentando no resultar demasiado invasivo; estirando lo justo para ponerlo alcance sin ofender-.
Liang esbozó una suave sonrisa, se hubiera pasado la mañana allí mirando, pero sabía que había cosas que hacer en el escuadrón.
-¿Es necesario que firme en algún sitio? -preguntó-.
Liang frunció un poco el cejo recordando el encontronazo con el microscópico repartidor, aunque con un ligero resoplido todo malhumor quedaba a aparte, al menos mientras estuviera delante de una dama.
-Buenos días -saludó no demasiado alto y cierto deje sarcástico denotando esa leve falta de educación al no saludar ante otro shinigami-. Lamento la intrusión a estas horas de la mañana. El repartidor se equivocó esta mañana y dejó un paquete erróneo en el Séptimo Escuadrón; tampoco dejó un recibo ni nada similar.
No había motivos para desconfiar, pero siendo el destinatario la cpaitana del escuadrón, Liang dudaba si debía entregar o no personalmente el paquete. De todas formas, lo normal era confiar en los rasos de un escuadrón; en el caso de haber un problema era cosa de ellos y su capitana se encargaría de solucionarlo, a él ni le iba ni le venía. Aunque sentía curiosidad por ver a la tan rumoreada capitana del sexto escuadrón; había oído un sinfín de cosas, todas contradictorias en su mayoría pero igualmente estimulantes.
-Es para Izumi-taicho -dijo alargando el brazo un poco intentando no resultar demasiado invasivo; estirando lo justo para ponerlo alcance sin ofender-.
Liang esbozó una suave sonrisa, se hubiera pasado la mañana allí mirando, pero sabía que había cosas que hacer en el escuadrón.
Liang- Oficial Meiyo
- Post : 151
Edad : 38
Re: Equivocado y sin remitente [Izumi Kaori]
En aquellos momentos el paquete pasó del poder del recién llegado a manos de Izumi Kaori, que le dio varias vueltas entre los dedos y se lo guardó entre los ropajes oscuros, ya lo miraría más atentamente en sus aposentos cuando las cosas empezaran a coger movimiento en el escuadrón, que sería dentro de poco, o eso esperaba. No le gustaba tener que ponerse serie tan de mañana por culpa de unos holgazanes. Luego observó al chico frente a ella y lo calibró con mirada experta, de capitán. No llevaba distintivos de oficial, debía ser un raso, había dicho que pertenecía al Séptimo Escuadrón, así que era uno de los cacharros del capitán Hayato, interesante. Aunque no tenía la menor idea de donde había salido ese muchacho ni de su nombre. Alzó una ceja, reflexionando sobre lo que acababa de ocurrir.
La joven shinigami se preguntó porqué aquel chico le hablaba de ese modo tan peculiar, casi amistoso, como si la líder del escuadrón fuese una tercera persona, resultaba hasta divertido. Le pareció un poco raro, en honor a la verdad, pero prefirió no darle mucha importancia, a fin de cuentas, era demasiado temprano, para todos. Se llevó una mano a la nuca y se la rascó profusamente, despeinándose.
- Buenos días a ti también- fue lo único que se le ocurrió decirle al recién llegado, con cierto sonsonete- ya me ocuparé del paquete un poco más tarde, muchas gracias. Bostezó sonoramente, a continuación metió las manos en las mangas del uniforme y siguió observando al recién llegado. Iba siendo hora de hacer que aquel chico se identificase- ¿cómo te llamas? No me has informado de eso y me gustaría saber como puedo dirigirme a ti.
La Dama de Hierro no era precisamente un lince en las relaciones humanas, pero intentó sacar sus propias conclusiones del joven que tenía delante. Parecía (y me refiero a la primera impresión que le dio a nuestra joven Kaori) una persona decente. Otro habría llevado el paquete al servicio que se encargaba de ello y se habría desentendido del asunto, a fin de cuentas poco tenía que ver con él. Mas él allí se encontraba, a unas horas que podían ser consideradas de todo menos propicias, llevando el encargo, pese a no ser su trabajo. La chica asintió y continuó divagando. El colgante que prendía del cuello del recién llegado le había llamado mucho la atención, era precioso. Pero no quería meterse donde no la llamaban. Primero porque no era de su incumbencia (no era una persona excesivamente curiosa, de modo que no solían llamarle la atención esas cosas) y en segundo porque no debía tener aquella familiaridad con rasos que ni siquiera pertenecían a su escuadrón. Se cuadró de hombros, el chico todavía continuaba allí. Revisó su manual de cortesía. ¿Debería… ofrecerle una bebida por los servicios prestados?, ¿quizás darle la mano o un golpe amistoso en la espalda? No, el golpe mejor no, a veces no medía su fuerza. Lo del té, estaría bien, seguramente en breve apareciese algún shinigami que se lo ofrecería. Arqueó las cejas, era demasiado temprano para eso. Aunque tampoco le gustaba que le dieran todo hecho, de modo que podría hacerlo ella. Como os he dicho muchas veces, a veces se sentía tonta cuando le daban facilidades. Había crecido en el Rukongai, estaba acostumbrada a buscarse la vida. No sabía hacer otra cosa. Se encogió de hombros y se volvió hacia el muchacho.
- ¿Quieres un té? No soy la que mejor lo prepara, pero al menos estará caliente- no espero contestación y comenzó a caminar hasta la cocina, donde había dejado olvidado el haori. Llegó en poco tiempo, se sabía el camino de memoria y no estaba por la labor de perder el tiempo. Quizás aún el té que había preparado antes podría reutilizarse. Aunque lo cierto era que estaba por jurar que tendría que hacer nuevo. Le era indiferente. Se le daban bien las labores del hogar. Incluso habría llegado a ser una buena esposa si… Casi se choca con el marco de la puerta imaginándose de mujercita en una casa. Reaccionó a tiempo y continuó caminando hasta su té y su haori. El primero resultó estar frío, de manera que puse agua a calentar, pero la chaqueta se la puso automáticamente. Se terminaba de recolocar los hombros cuando el recién llegado hizo acto de presencia- ¿lo tomas con azúcar?
La joven shinigami se preguntó porqué aquel chico le hablaba de ese modo tan peculiar, casi amistoso, como si la líder del escuadrón fuese una tercera persona, resultaba hasta divertido. Le pareció un poco raro, en honor a la verdad, pero prefirió no darle mucha importancia, a fin de cuentas, era demasiado temprano, para todos. Se llevó una mano a la nuca y se la rascó profusamente, despeinándose.
- Buenos días a ti también- fue lo único que se le ocurrió decirle al recién llegado, con cierto sonsonete- ya me ocuparé del paquete un poco más tarde, muchas gracias. Bostezó sonoramente, a continuación metió las manos en las mangas del uniforme y siguió observando al recién llegado. Iba siendo hora de hacer que aquel chico se identificase- ¿cómo te llamas? No me has informado de eso y me gustaría saber como puedo dirigirme a ti.
La Dama de Hierro no era precisamente un lince en las relaciones humanas, pero intentó sacar sus propias conclusiones del joven que tenía delante. Parecía (y me refiero a la primera impresión que le dio a nuestra joven Kaori) una persona decente. Otro habría llevado el paquete al servicio que se encargaba de ello y se habría desentendido del asunto, a fin de cuentas poco tenía que ver con él. Mas él allí se encontraba, a unas horas que podían ser consideradas de todo menos propicias, llevando el encargo, pese a no ser su trabajo. La chica asintió y continuó divagando. El colgante que prendía del cuello del recién llegado le había llamado mucho la atención, era precioso. Pero no quería meterse donde no la llamaban. Primero porque no era de su incumbencia (no era una persona excesivamente curiosa, de modo que no solían llamarle la atención esas cosas) y en segundo porque no debía tener aquella familiaridad con rasos que ni siquiera pertenecían a su escuadrón. Se cuadró de hombros, el chico todavía continuaba allí. Revisó su manual de cortesía. ¿Debería… ofrecerle una bebida por los servicios prestados?, ¿quizás darle la mano o un golpe amistoso en la espalda? No, el golpe mejor no, a veces no medía su fuerza. Lo del té, estaría bien, seguramente en breve apareciese algún shinigami que se lo ofrecería. Arqueó las cejas, era demasiado temprano para eso. Aunque tampoco le gustaba que le dieran todo hecho, de modo que podría hacerlo ella. Como os he dicho muchas veces, a veces se sentía tonta cuando le daban facilidades. Había crecido en el Rukongai, estaba acostumbrada a buscarse la vida. No sabía hacer otra cosa. Se encogió de hombros y se volvió hacia el muchacho.
- ¿Quieres un té? No soy la que mejor lo prepara, pero al menos estará caliente- no espero contestación y comenzó a caminar hasta la cocina, donde había dejado olvidado el haori. Llegó en poco tiempo, se sabía el camino de memoria y no estaba por la labor de perder el tiempo. Quizás aún el té que había preparado antes podría reutilizarse. Aunque lo cierto era que estaba por jurar que tendría que hacer nuevo. Le era indiferente. Se le daban bien las labores del hogar. Incluso habría llegado a ser una buena esposa si… Casi se choca con el marco de la puerta imaginándose de mujercita en una casa. Reaccionó a tiempo y continuó caminando hasta su té y su haori. El primero resultó estar frío, de manera que puse agua a calentar, pero la chaqueta se la puso automáticamente. Se terminaba de recolocar los hombros cuando el recién llegado hizo acto de presencia- ¿lo tomas con azúcar?
Izumi Kaori- Post : 584
Re: Equivocado y sin remitente [Izumi Kaori]
El paquete pasó de sus manos a las de aquella shinigami, cuyas palabras de saludo le sonaron algo... contundentes y torpes, como de quien ha sido pillado por sorpresa pero no se molesta en reaccionar, casi un acto reflejo. Iba a dar media vuelta para regresar al escuadrón cuando la invitación a un té lo pilló desprevenido. No quería molestar a tan tempranas horas, con todo el escuadrón durmiendo, de hecho pensaba en las palabras apropiadas para rehusarlo cuando perdió de vista a la shinigami.
Se quedó plantado a un paso delante de la puerta, tieso como una estaca; dirigiéndo miradas de soslayo de un lado a otro esperando a que volviera a aparecer para declinar la oferta. Se rascó la nuca, pensado que se suponía que debía hacer mientras tanto. Podía marcharse sin más, pero quedaría como un maleducado y esa nunca era una opción; tambiñen podía esperar y avisar de su regreso al escuadrón para no molestar, o quedarse y tomarse un más que bien agradecido té caliente. Había salido escopetado de la sala esperando pillar a aquel torpe repartidor y aunque buscó mientras iba hacia el escuadrón, no lo había visto; ni siquiera le había dado tiempo a tomarse algo caliente antes de empezar el día. Tras pensarlo un segundo, aceptar la bebida tampoco era una tan mala opción.
Aguardó quieto en el mismo sitio mientras un fino olor le llegaba desde algún sitio; no era un olor definido ni demasiado sustancial.
-¿Lo tomas con azúcar? -preguntó la shinigami-.
-No demasi...ado....
Las palabras se le atascaron a mitad de camino. De un momento a otro, la shinigami había pasado a ser cpaitana y él, en mitad de aquella sala, esperaba a que le sirvieran un té... Como si una ráfaga de aire helado hubiera soplado de repende, Liang se quedó aún más tieso y clavado en el suelo aturullado por la cantidad de cosas que había hecho mal y de las que no se había dado cuenta. La había confundido con un raso más, habiendo tenido la ocurrencia de recalcar aquella insignificante falta de educación al saludarla. ¿Cómo demonios no la había reconocido? ¿Cómo se le ocurría dirigirse a un capitán de esa forma? Aquella falta de protocolo y esa más que palpable ingorancia, comenzaban a sentarle como una patada en el estómago; había intentado ser cuidadoso y estricto pero aquello echaba sus estadísticas por tierra.
... además con la Dama de Hierro... Voy a morir..., pensaba. A su favor sólo podía argumentar que nunca antes la había visto en persona, y aunque había oído rumores de ella, tampoco decían nada para poder reconocerla a simple vista. No obstante, la había tratado como una más y eso, seguro que no lo pasaba por alto.
Con los hombros cuadrados y expresión seria, Liang aguardó a que la capitana del sexto escuadrón apareciera.
Se quedó plantado a un paso delante de la puerta, tieso como una estaca; dirigiéndo miradas de soslayo de un lado a otro esperando a que volviera a aparecer para declinar la oferta. Se rascó la nuca, pensado que se suponía que debía hacer mientras tanto. Podía marcharse sin más, pero quedaría como un maleducado y esa nunca era una opción; tambiñen podía esperar y avisar de su regreso al escuadrón para no molestar, o quedarse y tomarse un más que bien agradecido té caliente. Había salido escopetado de la sala esperando pillar a aquel torpe repartidor y aunque buscó mientras iba hacia el escuadrón, no lo había visto; ni siquiera le había dado tiempo a tomarse algo caliente antes de empezar el día. Tras pensarlo un segundo, aceptar la bebida tampoco era una tan mala opción.
Aguardó quieto en el mismo sitio mientras un fino olor le llegaba desde algún sitio; no era un olor definido ni demasiado sustancial.
-¿Lo tomas con azúcar? -preguntó la shinigami-.
-No demasi...ado....
Las palabras se le atascaron a mitad de camino. De un momento a otro, la shinigami había pasado a ser cpaitana y él, en mitad de aquella sala, esperaba a que le sirvieran un té... Como si una ráfaga de aire helado hubiera soplado de repende, Liang se quedó aún más tieso y clavado en el suelo aturullado por la cantidad de cosas que había hecho mal y de las que no se había dado cuenta. La había confundido con un raso más, habiendo tenido la ocurrencia de recalcar aquella insignificante falta de educación al saludarla. ¿Cómo demonios no la había reconocido? ¿Cómo se le ocurría dirigirse a un capitán de esa forma? Aquella falta de protocolo y esa más que palpable ingorancia, comenzaban a sentarle como una patada en el estómago; había intentado ser cuidadoso y estricto pero aquello echaba sus estadísticas por tierra.
... además con la Dama de Hierro... Voy a morir..., pensaba. A su favor sólo podía argumentar que nunca antes la había visto en persona, y aunque había oído rumores de ella, tampoco decían nada para poder reconocerla a simple vista. No obstante, la había tratado como una más y eso, seguro que no lo pasaba por alto.
Con los hombros cuadrados y expresión seria, Liang aguardó a que la capitana del sexto escuadrón apareciera.
Liang- Oficial Meiyo
- Post : 151
Edad : 38
Re: Equivocado y sin remitente [Izumi Kaori]
Algo cambió, algo que era obvio que no podía ignorarse. De pronto toda la chispa de aquel muchacho que le había entregado el paquete equivocado desapareció como por ensalmo. Era como si por arte de magia se hubiera ido todo. Ahora parecía otra persona, incluso se había cuadrado frente a ella, cosa que antes ni siquiera insinuaba su postura. La joven no entendía absolutamente nada, ¿a qué venía aquel cambio de actitud tan drástico? La joven se encogió de hombros, amoscada por esa situación, y continuó preparando el té, como toda una ama de casa, pero mejor no se lo recordemos, que sabemos muy bien la mala uva que gasta la muchacha. Con pericia aguardó a que se calentase el agua, echó el líquido en ambas tazas y le procuró la cantidad de azúcar deseada al joven, que por cierto aún no le había dado su nombre y seguía mudo, y de paso lívido. Bebió un poco del propio té y reflexionó. Le tenía preocupada aquel cambio, ¿a qué demonios se debería…? La chica se retiró entonces una pelusa que colgaba del haori y se quedó mirando el blanco atuendo, el que no llevaba cuando habló con el recién llegado… ¡así que ahí estaba el asunto! Al verla sin sus vestiduras de capitán la había tomado por una rasa, quizás por la portera. En un primer momento los ojos de la Dama de Hierro simplemente se abrieron, de pura sorpresa, pero pronto, y sin poderlo evitar, empezó a aguantar la risa. Estuvo haciendo esfuerzos por no soltar carcajadas hasta quedarse sin ellas durante al menos un minuto. Pero cuando se dio cuenta que aquello era imposible, las risas estallaron en la cocina. La risa de la joven era cristalina, sincera, y sobre todo contagiosa. Las lágrimas ya bañaban sus mejillas cuando se dirigió al joven que, tan serio, esperaba cuadrado de hombros.
- ¿En serio me has confundido con una rasa?- siguió riéndose aún un rato. Fueron necesarios más de quince minutos para que la joven recuperase la compostura. Era cierto que era una mujer joven y que su aspecto la hacía pasar por una edad más corta, pero nunca le había pasado algo así. Creía tener el porte de una capitana, aunque aquel “piropo” no le hacía nada mal. Bien lo dice el conocido refrán: “a nadie le amarga un dulce” aunque no podía ni quería pasar por alto que no se había referido a ella de la forma adecuada. Volvió a beber té y dejó la taza (aún quedaba algo) sobre una mesa a su espalda y se acercó un poco más al chico- espero que a partir de ahora te refieras a mí como mi rango merece, no estoy en posición de dejártelo pasar de nuevo- aquella forma de decir lo mismo difería bastante de cómo había tenido que recordarle al capitán Shuyin como eran las cosas. Lo peor del asunto era que el teniente la había visto con todas sus condecoraciones de capitán. Aquel chico sin saber que era la temida Dama de Hierro la había tratado con respeto, no con el exacto, pero al menos no se había dirigido a ella de manera atenta y con respeto. El problema estaba en Akira, claro, en ese idiota con aires de grandeza. La muchacha se lo sacó de la cabeza volviendo al té y al muchacho frente a ella- todavía no me has dicho tu nombre, ¿cuál es?- preguntó, apoyándose contra una de las paredes.
- ¿En serio me has confundido con una rasa?- siguió riéndose aún un rato. Fueron necesarios más de quince minutos para que la joven recuperase la compostura. Era cierto que era una mujer joven y que su aspecto la hacía pasar por una edad más corta, pero nunca le había pasado algo así. Creía tener el porte de una capitana, aunque aquel “piropo” no le hacía nada mal. Bien lo dice el conocido refrán: “a nadie le amarga un dulce” aunque no podía ni quería pasar por alto que no se había referido a ella de la forma adecuada. Volvió a beber té y dejó la taza (aún quedaba algo) sobre una mesa a su espalda y se acercó un poco más al chico- espero que a partir de ahora te refieras a mí como mi rango merece, no estoy en posición de dejártelo pasar de nuevo- aquella forma de decir lo mismo difería bastante de cómo había tenido que recordarle al capitán Shuyin como eran las cosas. Lo peor del asunto era que el teniente la había visto con todas sus condecoraciones de capitán. Aquel chico sin saber que era la temida Dama de Hierro la había tratado con respeto, no con el exacto, pero al menos no se había dirigido a ella de manera atenta y con respeto. El problema estaba en Akira, claro, en ese idiota con aires de grandeza. La muchacha se lo sacó de la cabeza volviendo al té y al muchacho frente a ella- todavía no me has dicho tu nombre, ¿cuál es?- preguntó, apoyándose contra una de las paredes.
Izumi Kaori- Post : 584
Re: Equivocado y sin remitente [Izumi Kaori]
Como un negro pozo con monstruos terribles, se le presentó aquella taza de té; humeante cual fosa en llamas. Tomó la taza con buen cuidado de no rozarle los dedos; suficientes meteduras de pata había cometido ya como para arriesgarse a quedar aún peor... aun le quedaba tiempo para hacerlo... un par de veces más. El olor era agradable pero estaba demasiado preocupado como para darse cuenta; dio un titubeante sorbo. Tragó con visible esfuerzo, debido la angustiosa sensación que comenzaba a invadirle todo el cuerpo. Jamás se había sentido tan torpe y burdo como en aquel momento; siempre había tratado de ser lo más cuidadoso posible, no pecar jamás de excesos de confianza pero esa vez... habia demostrado ser un completo ignorante.
Dio otro tormentoso sorbo.
-Me llamo Liang, Izumi-taicho -se presentó con voz atragantada; miró de un rápido vistazo hacia la capitana y estalló-. Lamento muchísimo el no haberla reconocido, capitana; ha sido descortés y de muy poca cosideración por mi parte. Había oído mucho de usted, pero jamás había tenido la oportunidad de verla en persona, sé que no es excusa pero es lo único con lo que puedo justificar... mi estupidez.
Los hombros se relajaron un poco, señal de una ínfima parte de alivio al disculparse... Aunque si lo pensaba con un poco de lentitud, tampoco había cometido una falta letalmente grave; sí, era un error el no reconocer a un superior pero era subsanable. Pese a todo, sentía que había hecho una muesca insalvable en su reputación y era lo que más le dolía, además de haber quedado como un completo idiota delante de... una belleza como la capitana del sexto...
-Por favor, no me malinterprete. El té está delicioso, mucho más a tan tempranas horas, pero me sentía lo bastante idiota como para ahogarme en un vaso de agua... -comentó atento a cada una de sus palabras, en pos de evitar una nueva cagada-.
Sintiéndose igualmente estúpido, no pudo menos que esbozar una sonrisa a medio camino entre la resignación ante lo irreparable; y burlona por la cara que debía tener en ese preciso instante.
Dio otro tormentoso sorbo.
-Me llamo Liang, Izumi-taicho -se presentó con voz atragantada; miró de un rápido vistazo hacia la capitana y estalló-. Lamento muchísimo el no haberla reconocido, capitana; ha sido descortés y de muy poca cosideración por mi parte. Había oído mucho de usted, pero jamás había tenido la oportunidad de verla en persona, sé que no es excusa pero es lo único con lo que puedo justificar... mi estupidez.
Los hombros se relajaron un poco, señal de una ínfima parte de alivio al disculparse... Aunque si lo pensaba con un poco de lentitud, tampoco había cometido una falta letalmente grave; sí, era un error el no reconocer a un superior pero era subsanable. Pese a todo, sentía que había hecho una muesca insalvable en su reputación y era lo que más le dolía, además de haber quedado como un completo idiota delante de... una belleza como la capitana del sexto...
-Por favor, no me malinterprete. El té está delicioso, mucho más a tan tempranas horas, pero me sentía lo bastante idiota como para ahogarme en un vaso de agua... -comentó atento a cada una de sus palabras, en pos de evitar una nueva cagada-.
Sintiéndose igualmente estúpido, no pudo menos que esbozar una sonrisa a medio camino entre la resignación ante lo irreparable; y burlona por la cara que debía tener en ese preciso instante.
Liang- Oficial Meiyo
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Re: Equivocado y sin remitente [Izumi Kaori]
Era la primera vez (desde que vestía el preciado haori) que la confundían con una shinigami rasa cualquiera. Y aunque aquello podría haberle sentado como un golpe en su orgullo, sorprendentemente no lo había hecho. Es más, había conseguido hacerla reír como nunca. Hacía mucho tiempo que no se mostraba tan divertida, quizás desde antes de la maldita guerra que se llevó tanto, y las disculpas del muchacho no hacían más que acentuar aquella sensación tan cálida. Aunque ya no se reía a mandíbula batiente, sus ojos chispeaban y tenía las comisuras de los labios levemente alzadas, un gesto bastante curioso en su cara. Había sido divertido, aún así, situaciones como aquellas no podían repetirse, no debían repetirse bajo ningún concepto. Un capitán poseía un cargo con mucho peso y todos (con esto me estoy refiriendo también a personas sin sentido común y que debían ser apaleados, como Shuyin Akira) debían tratar a los que ostentaban este título con el respeto necesario. Que todos los capitanes tuvieran que tratarse entre sí con educación y compañerismo estaba fuera de toda duda. El respeto a los superiores, era algo aún más incuestionable.
Kaori tomó un nuevo sorbo de su delicioso té y exhaló un largo suspiro, ya faltaba poco para que los chicos empezaran a moverse. Y aquel día era el que la capitana había elegido para interrogar a los hombres (del propio escuadrón) que permanecían en las dependencias carcelarias de la Sexta División: Sagara y Yagami. La capitana confiaba que tras el encierro estuvieran más receptivos y con ganas de hablar. Pues esta vez sería tan inflexible como se lo permitieran sus fuerzas. Y tratándose de la Dama de Hierro no había dudas de lo dura que podía llegar a ser. Apretó el cuenco en la mano y éste crujió. El muchacho a su lado aún conservaba el suyo. Al verlo la capitana pensó que no estaría bien visto fulminar la hermosa pieza de porcelana frente a un shinigami de otro escuadrón. De modo que bebió el contenido que le quedaba de un solo trago y colocó el recipiente en el fregadero, para evitar futuras tentaciones. Movió entonces los dedos, que sentía tensos, y notó el peso del paquete en una de las mangas del uniforme. Tal vez fuese una buena idea descubrir de que se trataba.
Con la mano contraria sacó el envío de donde lo llevaba guardado y lo depositó sobre una mesita que había contra la pared. Con soltura se deshizo del cordel y el papel marrón que envolvían el paquete y se encontró con una caja de un hermoso color cereza con un motivo florar decorándola. Aquel extraño y llamativo adorno olía a loto, la planta favorita de Izumi-san (esa que tantas veces le había regalado el fallecido capitán Izuke). Con el ceño fruncido abrió la tapa del envase rectangular y observó lo que había en el interior. Tras deshacerse del material que protegía el contenido, los dedos de la joven dieron con algo duro y frío al tacto que sacó y colocó sobre la mesa. Se trataba de una máscara de metal (tal vez de hierro) que imitaba la de un hollow, aunque no dejaba de ser hermosa. Los huecos para los ojos eran almendrados- como los ojos de Kaori- y los pómulos habían sido decorados con un suave color rosado. Pero lo que sin duda más llamaba la atención de aquella macabra obra de arte era su boca. Sobre unos hermosos y perfilados labios, como de máscara veneciana, habían pintado con tinta negra el emblema del Sexto Escuadrón y sobre el hermoso seis (六) destacaba una gran equis roja, como si de sangre se tratase. Era horrible.
La primera reacción de la Dama de Hierro fue chasquear la lengua, con estrépito. Solo encontraba dos explicaciones posibles a aquel sorprendente regalo. O bien algún idiota (esta vez dudaba que hubiera sido Chiesa, el intelecto no le daba para tanto) o que la estuvieran amanerando. Y esta opción le daba más seguridad y de paso alguien con quien hablar. Teniendo en cuenta que hacía unos días habían intentando matarla en su propio dormitorio no tenía demasiadas dudas. Se volvió entonces hacia Liang. Había sido él quien había traído el paquete, y aunque no tenían ninguna razón consecuente para desconfiar, debía hacerlo unas preguntas.
- Ven conmigo. Hablemos en otro lugar.
[FDI: No sé si te dije que tengo una trama cogiendo polvo xD Escribiendo este post y gracias a tu idea del paquete se me ha ocurrido que podemos unir ambos temas. Sino quieres participar en la trama o no tienes tiempo, dímelo y ya despachamos esto ^^]
Kaori tomó un nuevo sorbo de su delicioso té y exhaló un largo suspiro, ya faltaba poco para que los chicos empezaran a moverse. Y aquel día era el que la capitana había elegido para interrogar a los hombres (del propio escuadrón) que permanecían en las dependencias carcelarias de la Sexta División: Sagara y Yagami. La capitana confiaba que tras el encierro estuvieran más receptivos y con ganas de hablar. Pues esta vez sería tan inflexible como se lo permitieran sus fuerzas. Y tratándose de la Dama de Hierro no había dudas de lo dura que podía llegar a ser. Apretó el cuenco en la mano y éste crujió. El muchacho a su lado aún conservaba el suyo. Al verlo la capitana pensó que no estaría bien visto fulminar la hermosa pieza de porcelana frente a un shinigami de otro escuadrón. De modo que bebió el contenido que le quedaba de un solo trago y colocó el recipiente en el fregadero, para evitar futuras tentaciones. Movió entonces los dedos, que sentía tensos, y notó el peso del paquete en una de las mangas del uniforme. Tal vez fuese una buena idea descubrir de que se trataba.
Con la mano contraria sacó el envío de donde lo llevaba guardado y lo depositó sobre una mesita que había contra la pared. Con soltura se deshizo del cordel y el papel marrón que envolvían el paquete y se encontró con una caja de un hermoso color cereza con un motivo florar decorándola. Aquel extraño y llamativo adorno olía a loto, la planta favorita de Izumi-san (esa que tantas veces le había regalado el fallecido capitán Izuke). Con el ceño fruncido abrió la tapa del envase rectangular y observó lo que había en el interior. Tras deshacerse del material que protegía el contenido, los dedos de la joven dieron con algo duro y frío al tacto que sacó y colocó sobre la mesa. Se trataba de una máscara de metal (tal vez de hierro) que imitaba la de un hollow, aunque no dejaba de ser hermosa. Los huecos para los ojos eran almendrados- como los ojos de Kaori- y los pómulos habían sido decorados con un suave color rosado. Pero lo que sin duda más llamaba la atención de aquella macabra obra de arte era su boca. Sobre unos hermosos y perfilados labios, como de máscara veneciana, habían pintado con tinta negra el emblema del Sexto Escuadrón y sobre el hermoso seis (六) destacaba una gran equis roja, como si de sangre se tratase. Era horrible.
La primera reacción de la Dama de Hierro fue chasquear la lengua, con estrépito. Solo encontraba dos explicaciones posibles a aquel sorprendente regalo. O bien algún idiota (esta vez dudaba que hubiera sido Chiesa, el intelecto no le daba para tanto) o que la estuvieran amanerando. Y esta opción le daba más seguridad y de paso alguien con quien hablar. Teniendo en cuenta que hacía unos días habían intentando matarla en su propio dormitorio no tenía demasiadas dudas. Se volvió entonces hacia Liang. Había sido él quien había traído el paquete, y aunque no tenían ninguna razón consecuente para desconfiar, debía hacerlo unas preguntas.
- Ven conmigo. Hablemos en otro lugar.
[FDI: No sé si te dije que tengo una trama cogiendo polvo xD Escribiendo este post y gracias a tu idea del paquete se me ha ocurrido que podemos unir ambos temas. Sino quieres participar en la trama o no tienes tiempo, dímelo y ya despachamos esto ^^]
Izumi Kaori- Post : 584
Re: Equivocado y sin remitente [Izumi Kaori]
La risa distendida sonó como una nota admonitoria de lo que estaba por venir. Algo menos tenso, dejó que la risa de la afamada Dama de Hierro calase hasta su propio ánimo; sin duda era algo por lo que sentirse orgulloso y gritar a voz pelada que había conseguido, aunque de forma humillante, que la capitana riera. No obstante era algo que nunca haría, todavía conservaba algo de sentido común. Si una miserable palabra se escuchase por el Gotei, sus huesos no tardarían en dar en la carcel del sexto. Así pues, mantuvo un postura erguida, sujetando el vaso de té con una mano mientras la otra descansaba sobre su rodilla; comenzaba a notar como su espalda se entumecía poco a poco.
Cuando la capitana se puso en pie para dejar su taza, aprovechó durante un brevísimo segundo para relajar la espalda; un cosquilleo se le extendió desde la zona lumbar hasta los omóplatos. Observó el líquido a medio beber pensando en la repentina urgencia por salir de allí, como si al estar tanto tiempo quieto entre cuatro paredes comenzará a sentarle mal. Dió un par de sorbos largos hasta casi apurar el té, dejando apenas un discreto sorbito donde se concentraban los posos. Dejó entonces la taza sobre la mesa mirando con incredulidad si en el fondo se formaba alguna imagen qué le dijera que iba a suceder.
Sin embargo, los posos silenciaron.
No le hizo faltar mirar dos veces para notar que algo había cambiado. Quizás fueran los ademanes o tal vez aquella condenada fama de mujer difícil, el caso es que Izumi Kaori no parecía la misma. Más seca y distante, cuando habló sus palabras sonaron imperativas como si en ese breve intervalo de tiempo algo hubiera sucedido agravando notablemente aquel distendido té.
Con buen cuidado, Liang se puso en pie. No sabía qué era lo que quería hablar la capitana, para él no había mucho más que decir: sólo vino a entregar un paquete equivocado. Sin embargo, no iba a desobedecer ni a replicar; no sabía qué intenciones guardaba la capitana pero algo le decía, que lo que parecía una dulce mañana, acababa de torcerse irremediablemente. Se colocó a una distancia estrictamente protocolaria de la capitana, declarando su intención de seguirla a donde fuese a llevarlo. Tal vez en otras circunstancias se hubiera jactado de su suerte, pero aquel no fue el caso.
-¿Ha sucedido algo, Izumi-taicho? -inquirió calmado y neutro; no era curiosidad... sabía que algo había pasado, casi podía olerlo en el aire; no se podía cambiar de actitud en un segundo-.
OFF: he dado por sentado que has abierto el paquete en la cocina, de ahí que Liang no lo mencione. Con respecto a la trama, no me importa, ya lo sabes ^^.
Cuando la capitana se puso en pie para dejar su taza, aprovechó durante un brevísimo segundo para relajar la espalda; un cosquilleo se le extendió desde la zona lumbar hasta los omóplatos. Observó el líquido a medio beber pensando en la repentina urgencia por salir de allí, como si al estar tanto tiempo quieto entre cuatro paredes comenzará a sentarle mal. Dió un par de sorbos largos hasta casi apurar el té, dejando apenas un discreto sorbito donde se concentraban los posos. Dejó entonces la taza sobre la mesa mirando con incredulidad si en el fondo se formaba alguna imagen qué le dijera que iba a suceder.
Sin embargo, los posos silenciaron.
No le hizo faltar mirar dos veces para notar que algo había cambiado. Quizás fueran los ademanes o tal vez aquella condenada fama de mujer difícil, el caso es que Izumi Kaori no parecía la misma. Más seca y distante, cuando habló sus palabras sonaron imperativas como si en ese breve intervalo de tiempo algo hubiera sucedido agravando notablemente aquel distendido té.
Con buen cuidado, Liang se puso en pie. No sabía qué era lo que quería hablar la capitana, para él no había mucho más que decir: sólo vino a entregar un paquete equivocado. Sin embargo, no iba a desobedecer ni a replicar; no sabía qué intenciones guardaba la capitana pero algo le decía, que lo que parecía una dulce mañana, acababa de torcerse irremediablemente. Se colocó a una distancia estrictamente protocolaria de la capitana, declarando su intención de seguirla a donde fuese a llevarlo. Tal vez en otras circunstancias se hubiera jactado de su suerte, pero aquel no fue el caso.
-¿Ha sucedido algo, Izumi-taicho? -inquirió calmado y neutro; no era curiosidad... sabía que algo había pasado, casi podía olerlo en el aire; no se podía cambiar de actitud en un segundo-.
OFF: he dado por sentado que has abierto el paquete en la cocina, de ahí que Liang no lo mencione. Con respecto a la trama, no me importa, ya lo sabes ^^.
Liang- Oficial Meiyo
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Edad : 38
Re: Equivocado y sin remitente [Izumi Kaori]
Pese al embrollo de los rangos y las obligaciones, aquel chico de ojos vivaces parecía medianamente competente. Quizás por eso (o vaya usted a saber tratándose de una persona tan explosiva como Kaori) fue que la capitana diera por fin la vuelta sobre sí misma y le mostrase en la mano la máscara decorada, aquel macabro presente. Insistía en su idea de que él podía saber algo, por poco que fuese, de la entrega, quizás pudiera informarla de la persona que la realizó o de cualquier otro detalle que en un primer momento no hubiese revestido importancia.
Lo cierto era que la escasa paciencia de Izumi, últimamente, no hacía más que sufrir un revés tras otro. Primero la reciente muerta de Valeria-taichou (eso había sido muy doloroso, y la herida seguía fresca, sangrando) después estaban todos los incidentes que no dejaban de sucederse en la convulsa Sociedad de las Almas por culpa de los dichosos arrancars, su desordenada vida personal (de esto mejor ni hablar, no arroja nada de luz sobre el tema que nos ocupa) y para terminar de rematarlo, el ataque que había sufrido en su propio dormitorio días atrás. El regalito que acababa de recibir solo era la guinda del pastel y, visto, lo visto, iba a tener que empezar por ella e ir bajando. Desde la brillante capa de chocolate superior al delicioso corazón de nata, pasando por capas y capas de bizcocho.
Empezaba a odiar los dulces.
- No suelo recibir este tipo de regalitos, la verdad, y no es que sea muy estimulante. Es bastante macabro- podría decir que prefería las flores de loto o tal vez las cintas para el cabello, pero dar ese tipo de detalles a una persona que acababa de conocer, no era algo que ella hiciese- quiero saber quién te dio el paquete, como y cuando. Detalles- matizó- y creo que hablar sobre este tipo de cosas en la cocina no es ni adecuado ni profesional. Por eso me gustaría que me acompañases a un lugar más tranquilo- que no tenía porqué ser una sala de interrogatorios. Su despacho estaría tan bien como esa horrible habitación gris. Al menos sería más acogedor.
La mirada de Kaori había cambiado. Ya no era la que había tenido durante el principio de la entrevista, ahora parecía más capitana y menos muchacha de veinte años que se dedicaba a abrir puertas y tomar recados- si tengo que repetir por tercera vez que vengas conmigo no tengo ningún problema en comentarle este incidente al capitán Kobayashi (darle un bofetón a alguien de otro escuadrón por desobediencia no entraba en sus obligaciones ni tampoco le apetecía). Por lo que sé es una persona muy recta y me da la sensación que puede no gustarle que alguien de su escuadrón no quiera acompañar a un capitán que se lo haya solicitado.
Y mejor no decir nada más.
Lo cierto era que la escasa paciencia de Izumi, últimamente, no hacía más que sufrir un revés tras otro. Primero la reciente muerta de Valeria-taichou (eso había sido muy doloroso, y la herida seguía fresca, sangrando) después estaban todos los incidentes que no dejaban de sucederse en la convulsa Sociedad de las Almas por culpa de los dichosos arrancars, su desordenada vida personal (de esto mejor ni hablar, no arroja nada de luz sobre el tema que nos ocupa) y para terminar de rematarlo, el ataque que había sufrido en su propio dormitorio días atrás. El regalito que acababa de recibir solo era la guinda del pastel y, visto, lo visto, iba a tener que empezar por ella e ir bajando. Desde la brillante capa de chocolate superior al delicioso corazón de nata, pasando por capas y capas de bizcocho.
Empezaba a odiar los dulces.
- No suelo recibir este tipo de regalitos, la verdad, y no es que sea muy estimulante. Es bastante macabro- podría decir que prefería las flores de loto o tal vez las cintas para el cabello, pero dar ese tipo de detalles a una persona que acababa de conocer, no era algo que ella hiciese- quiero saber quién te dio el paquete, como y cuando. Detalles- matizó- y creo que hablar sobre este tipo de cosas en la cocina no es ni adecuado ni profesional. Por eso me gustaría que me acompañases a un lugar más tranquilo- que no tenía porqué ser una sala de interrogatorios. Su despacho estaría tan bien como esa horrible habitación gris. Al menos sería más acogedor.
La mirada de Kaori había cambiado. Ya no era la que había tenido durante el principio de la entrevista, ahora parecía más capitana y menos muchacha de veinte años que se dedicaba a abrir puertas y tomar recados- si tengo que repetir por tercera vez que vengas conmigo no tengo ningún problema en comentarle este incidente al capitán Kobayashi (darle un bofetón a alguien de otro escuadrón por desobediencia no entraba en sus obligaciones ni tampoco le apetecía). Por lo que sé es una persona muy recta y me da la sensación que puede no gustarle que alguien de su escuadrón no quiera acompañar a un capitán que se lo haya solicitado.
Y mejor no decir nada más.
Izumi Kaori- Post : 584
Re: Equivocado y sin remitente [Izumi Kaori]
De haber recibido una patada en la boca del estómago y después le hubieran pisoteado como si fuese un perro, le hubiera agradado más que aquella amenaza que ni siquiera pretendía ser velada. Soportó el desplante con la mandíbula apretada y el rostro serio, conteniéndose las ganas de replicarle. Sin embargo, no lo hizo. Pese a todo era una capitana en comparación con un nadie como él; no obstante, eso le había servido para vislumbrar una pequeña parte de como era la temida capitana del sexto. Así pues, sin mediar ni media palabra hizo ademán de seguirla con un gesto de mano seco y tajante, poniéndose en pie sin ademanes recelosos ni titubeos.
Te has dejado engañar, pedazo de memo... Ya lo decían las malas lenguas... Para la próxima deja que otro imbécil se haga cargo de un paquete equivocado, mucho más si está destinado al sexto pensaba el hombre siguiendo los pasos de Izumi, manteniendo algo más de un metro de distancia entre ellos. Aquel brusco giro de los acontecimientos. Quizás se hubiera hecho una idea equivocada de Izumi-san y estaba viendo como era realmente aquella joven de cabellos oscuros. Una cara bonita no es sinónimo de buenos modales... Ni de ademanes transigentes meditaba pensando que tal vez, aquel carácter que había mostrado la capitana le había decepcionado. Kobayashi-taicho era íntegro y severo a su manera, no consentía errores pero no era nada comparable con la Dama de Hierro.
Es una dictadora... añadió a sus reflexiones como punto y final de las mismas.
De soslayo dirigía miradas intermitentes a la máscara de hierro. Estaba muy conseguida, desde luego pero a su parecer, era grotesca; además de ser una clara señal de que la capitana tenía enemistades. No sabía qué demonios iba a poder aportar él en todo aquel asunto salvo información del repartidor, al que ahora, odiaba con más ganas si cabía. De haber hecho bien su trabajo, él no se encontraría allí en medio con una capitana con medio pie puesto en el volátil camino del enfado. Casi suplicaba por comenter otro insignificante error y que ella acudiese a Kobayashi-taicho, al menos podría justificarse delante de una persona razonable.
Se sentía claramente incómodo. Aceptaba que se había equivocado al no reconocerla, a fin de cuentas nunca había tratado con ella en persona anteriormente; pero en ningún momento se negó a seguirla hacia donde quisiera llevarlo. Sólo había preguntado qué demonios sucedía; pregunta inofensiva donde las hubeira y había recibido una más que injustificada advertencia de lo que haría si no iba con ella. Casi se le antojó un capricho semejante reacción.
Te has dejado engañar, pedazo de memo... Ya lo decían las malas lenguas... Para la próxima deja que otro imbécil se haga cargo de un paquete equivocado, mucho más si está destinado al sexto pensaba el hombre siguiendo los pasos de Izumi, manteniendo algo más de un metro de distancia entre ellos. Aquel brusco giro de los acontecimientos. Quizás se hubiera hecho una idea equivocada de Izumi-san y estaba viendo como era realmente aquella joven de cabellos oscuros. Una cara bonita no es sinónimo de buenos modales... Ni de ademanes transigentes meditaba pensando que tal vez, aquel carácter que había mostrado la capitana le había decepcionado. Kobayashi-taicho era íntegro y severo a su manera, no consentía errores pero no era nada comparable con la Dama de Hierro.
Es una dictadora... añadió a sus reflexiones como punto y final de las mismas.
De soslayo dirigía miradas intermitentes a la máscara de hierro. Estaba muy conseguida, desde luego pero a su parecer, era grotesca; además de ser una clara señal de que la capitana tenía enemistades. No sabía qué demonios iba a poder aportar él en todo aquel asunto salvo información del repartidor, al que ahora, odiaba con más ganas si cabía. De haber hecho bien su trabajo, él no se encontraría allí en medio con una capitana con medio pie puesto en el volátil camino del enfado. Casi suplicaba por comenter otro insignificante error y que ella acudiese a Kobayashi-taicho, al menos podría justificarse delante de una persona razonable.
Se sentía claramente incómodo. Aceptaba que se había equivocado al no reconocerla, a fin de cuentas nunca había tratado con ella en persona anteriormente; pero en ningún momento se negó a seguirla hacia donde quisiera llevarlo. Sólo había preguntado qué demonios sucedía; pregunta inofensiva donde las hubeira y había recibido una más que injustificada advertencia de lo que haría si no iba con ella. Casi se le antojó un capricho semejante reacción.
Liang- Oficial Meiyo
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Edad : 38
Re: Equivocado y sin remitente [Izumi Kaori]
No sabía ser más suave, eso era una verdad absoluta. La dura vida en el Rukongai la había moldeado hasta convertirla en lo que era: una persona inflexible, brusca y carente de paciencia. Lo peor de todo era que apenas se daba cuenta de ello. Actuaba por puro instinto y no medía como podían afectar sus palabras a las personas a su alrededor, como en el caso de Liang. De cualquier modo, ella tenía demasiadas cosas en la cabeza como para verlo. Si tal vez fuera tan empática como lo había sido Valeria-taichou o tan dulce como lo era Yoruko podría llevar las cosas de otro modo. Pero no. Ella era la Dma de Hierro y aunque hubiera sido consciente de cómo hería con sus palabras, no hubiera hecho nada para evitarlo. Cada día hacía esfuerzos por mantener su coraza perfectamente anclada a su cuerpo, y lo suyo le costaba. Porque en el fondo era una buena persona, pero claramente insegura. Se había convencido a sí misma de que debía demostrar su cualificación a cada paso que daba. Porque no tenía ni una buena familia ni un tutor o alguien que la respaldase. Estaba sola y siempre lo estaría, y mejor para cualquiera que quisiera acercársele. Era de metal.
Mientras caminaba, seguida por el muchacho del Séptimo Escuadrón, sus pensamientos, sin embargo, estaban muy lejos de las ideas que os acabo de transmitir, no pensaba en las ofensas que cometía o en el atrevimiento que había tenido el chico al no obedecer a la primera (odiaba ese tipo de detalles). Sus ojos negros volvían una y otra vez a la máscara que llevaba en la mano enguantada. La otra permanecía convertida en un duro puño al lado contrario del cuerpo. Ni Yagami ni el muchacho que había pretendido matarla soltaban prenda al respecto. Y cuando el más joven de los dos parecía más propenso a hablar, siempre había habido algo que se lo impedía. No importaba separar a esos dos, juntarlos, amenazarlos o tener buenas palabras, ni uno ni otro aportaba nada nuevo. No había modo y los shinigamis que se encargaban del interrogatorio a diario se mostraban cada vez más irritados al respecto. La primera Kaori, estaba que se la llevaban losa demonios, molesta, impaciente y a punto de saltar en cualquier momento contra cualquiera (a los hechos recientes me remito) Cuando por fin llegaron al despacho, la joven ocupó su lugar tras la mesa baja y le señaló a su compañero el asiento al otro lado.
- Lo que aquí hablemos debe ser confidencial, puesto que compromete a varias personas de este escuadrón, que es mi hogar- la Dama de Hierro se llevó una mano al corazón por un segundo, inconscientemente, y clavó una chispeante mirada en su interlocutor- esa máscara- la tiró sobre la mesa, con un ademán desganado- es un aviso dirigido a mí, y no es el primero pero si el más suave- y ahora se rozó la mano que le habían herido cuando entraron en su alcoba, curada de un modo tan espléndido por los chicos del Cuarto Escuadrón- por el bien de mi división necesito que me cuentes todo lo que sabes del paquete equivocado.
Y se echó hacía atrás, masajeándose levemente los ojos, que empezaban a irritarse. Desde el atraque apenas había podido pegar ojo (salvo en contadas ocasiones) y el cansancio, pese a su edad, empezaba a pasar factura. Daría todo lo que tenía por olvidarse de aquella locura unos días, por volver a ser… algo diferente. Necesitaba respuestas y no se las daban, ni siquiera el Dos Caras había sabido darle razones aún. Aquello era tan frustrante que le revolvía el estómago cada vez que lo pensaba.
Colocó un trozo de pergamino sobre la superficie de madera y tomó una pluma, lista para comenzar a tomar cualquier detalle que el muchacho pudiera ofrecerle. Tal vez si encontraban a la persona que encontró el recado pudieran hacerle unas cuantas preguntas y quizás llegar al centro de todo. El haber recibido aquella máscara tan tétrica sólo podía significar que el juego se había reanudado, ¿quién querría jugarlo esta vez, Noriko, Hasekura, Miyamoto, Liang? Estaba segura que contaría con los mejores, y esta vez pensaba descubrir quien estaba detrás de aquello. Si tenía que llegar hasta el mismísimo infierno si era precisa lo haría.
Mientras caminaba, seguida por el muchacho del Séptimo Escuadrón, sus pensamientos, sin embargo, estaban muy lejos de las ideas que os acabo de transmitir, no pensaba en las ofensas que cometía o en el atrevimiento que había tenido el chico al no obedecer a la primera (odiaba ese tipo de detalles). Sus ojos negros volvían una y otra vez a la máscara que llevaba en la mano enguantada. La otra permanecía convertida en un duro puño al lado contrario del cuerpo. Ni Yagami ni el muchacho que había pretendido matarla soltaban prenda al respecto. Y cuando el más joven de los dos parecía más propenso a hablar, siempre había habido algo que se lo impedía. No importaba separar a esos dos, juntarlos, amenazarlos o tener buenas palabras, ni uno ni otro aportaba nada nuevo. No había modo y los shinigamis que se encargaban del interrogatorio a diario se mostraban cada vez más irritados al respecto. La primera Kaori, estaba que se la llevaban losa demonios, molesta, impaciente y a punto de saltar en cualquier momento contra cualquiera (a los hechos recientes me remito) Cuando por fin llegaron al despacho, la joven ocupó su lugar tras la mesa baja y le señaló a su compañero el asiento al otro lado.
- Lo que aquí hablemos debe ser confidencial, puesto que compromete a varias personas de este escuadrón, que es mi hogar- la Dama de Hierro se llevó una mano al corazón por un segundo, inconscientemente, y clavó una chispeante mirada en su interlocutor- esa máscara- la tiró sobre la mesa, con un ademán desganado- es un aviso dirigido a mí, y no es el primero pero si el más suave- y ahora se rozó la mano que le habían herido cuando entraron en su alcoba, curada de un modo tan espléndido por los chicos del Cuarto Escuadrón- por el bien de mi división necesito que me cuentes todo lo que sabes del paquete equivocado.
Y se echó hacía atrás, masajeándose levemente los ojos, que empezaban a irritarse. Desde el atraque apenas había podido pegar ojo (salvo en contadas ocasiones) y el cansancio, pese a su edad, empezaba a pasar factura. Daría todo lo que tenía por olvidarse de aquella locura unos días, por volver a ser… algo diferente. Necesitaba respuestas y no se las daban, ni siquiera el Dos Caras había sabido darle razones aún. Aquello era tan frustrante que le revolvía el estómago cada vez que lo pensaba.
Colocó un trozo de pergamino sobre la superficie de madera y tomó una pluma, lista para comenzar a tomar cualquier detalle que el muchacho pudiera ofrecerle. Tal vez si encontraban a la persona que encontró el recado pudieran hacerle unas cuantas preguntas y quizás llegar al centro de todo. El haber recibido aquella máscara tan tétrica sólo podía significar que el juego se había reanudado, ¿quién querría jugarlo esta vez, Noriko, Hasekura, Miyamoto, Liang? Estaba segura que contaría con los mejores, y esta vez pensaba descubrir quien estaba detrás de aquello. Si tenía que llegar hasta el mismísimo infierno si era precisa lo haría.
Izumi Kaori- Post : 584
Re: Equivocado y sin remitente [Izumi Kaori]
Y allí estaba. Sentado frente a una bonita dictadora de cabellos negros como la noche y un carácter terrible cual demonio astado. ¿Qué demonios iba a decirle? ¿Qué esperaba de él? ¿La solución a sus problemas? Ojala, pero no iba a ser así. Liang observó con cuidado y discreción los gestos de agotamiento de la capitana. Tal vez, antes se hubiera preguntado con asombro quien querría perjudicar a una persona como ella, frágil y delicada en apariencia; pero tras un par de evidencias, era algo casi normal que una mujer como Izumi se ganase unas cuantas enemistades. Únicamente había que tratar con ella para darse cuenta, de que no todo el mundo estab dispuesto a ser tratado con aquellas formas rudas e insensibles; siempre había personas cuyo rencor era como una mala enfermedad y los devoraba por dentro. Quizás, en el pasado la capitana del sexto hubiera hecho algo que molestase a un sujeto así.
... tal vez..., se concedió con los ojos clavados en la capitana; permanecía serio, concentrado en sus cabilaciones. El tenue crujido del papel lo sacó de su fugaz ostracismo. Al parecer iban a escribir cada una de sus palabras en lo que sería una declaración formal. Liang debía cuidar cada una de ellas, no fuese a tener la mala pata de ser un sospechoso más en aquella intriga. Trató de hacer memoria de todo lo sucedido en el corto intervalo que hubo entre la recepción del paquete en su escuadrón hasta que él mismo lo llevase al sexto. Dejó que su mirada vagase sin centrarse en ninguno de los detalles de aquella habitación, esforzándose por ponerle todos los detalles posibles al repatidor.
-Era temprano, todavía no había despuntado el sol aunque faltaba poco: el cielo estaba clareando con rapidez. Me encontraba en la sala principal esperando a que hubiera algo de movimiento pero llamaron a la puerta -explicaba desplazando los ojos de un lado a otro, centrado en su narración-.Cuando abrí estaba el repatidor...
Liang se afanó en describirlo, aunque si bien, tampoco es que pudiera dar datos más detallados. Recordaba al repartidor como un muchacho joven que debía aparentar entre unos quince y los veinte años; de complexión delgada y un tanto bajo. No recordaba unos rasgos concretos salvo el aire infantil de que su cara. Lo que sí tuvo cuidado de mencionar fue la mirada tristona que le lanzó al llamar a la puerta y lo rápido que se marchó al desembarazarse del bulto. Casi se había desvanecido en el aire. Entonces Liang no lo tomó como algo preocupante, pero quizás aquel chico supiera algo más, como quien le había entregado el paquete. Liang trató de recordar si llevaba algún bulto más, aparte de aquella entrega.
-Creo que no llevaba más bultos encima... -añadió tras finalizar la descripción del muchacho; había intentado ser todo lo preciso posible; sabía que si se entretenía demasiado haciendo memoria era posible que confundiera datos o diera información subjetivada a su percepción, por lo que su respuesta fue rápida y un tanto concisa-. De todas formas, el chico no me era familiar...
Y ahí terminaba cuanto podía hacer por la capitana. No tenía nada más que aportar a su investigación, salvo presentarse voluntariamente como sospechoso, hecho ridículo. Permaneció sentado, con los puños cerrados y apretados esperando a que la capitana le dijera que hacer a continuación o si bien, ya podía marcharse.
... tal vez..., se concedió con los ojos clavados en la capitana; permanecía serio, concentrado en sus cabilaciones. El tenue crujido del papel lo sacó de su fugaz ostracismo. Al parecer iban a escribir cada una de sus palabras en lo que sería una declaración formal. Liang debía cuidar cada una de ellas, no fuese a tener la mala pata de ser un sospechoso más en aquella intriga. Trató de hacer memoria de todo lo sucedido en el corto intervalo que hubo entre la recepción del paquete en su escuadrón hasta que él mismo lo llevase al sexto. Dejó que su mirada vagase sin centrarse en ninguno de los detalles de aquella habitación, esforzándose por ponerle todos los detalles posibles al repatidor.
-Era temprano, todavía no había despuntado el sol aunque faltaba poco: el cielo estaba clareando con rapidez. Me encontraba en la sala principal esperando a que hubiera algo de movimiento pero llamaron a la puerta -explicaba desplazando los ojos de un lado a otro, centrado en su narración-.Cuando abrí estaba el repatidor...
Liang se afanó en describirlo, aunque si bien, tampoco es que pudiera dar datos más detallados. Recordaba al repartidor como un muchacho joven que debía aparentar entre unos quince y los veinte años; de complexión delgada y un tanto bajo. No recordaba unos rasgos concretos salvo el aire infantil de que su cara. Lo que sí tuvo cuidado de mencionar fue la mirada tristona que le lanzó al llamar a la puerta y lo rápido que se marchó al desembarazarse del bulto. Casi se había desvanecido en el aire. Entonces Liang no lo tomó como algo preocupante, pero quizás aquel chico supiera algo más, como quien le había entregado el paquete. Liang trató de recordar si llevaba algún bulto más, aparte de aquella entrega.
-Creo que no llevaba más bultos encima... -añadió tras finalizar la descripción del muchacho; había intentado ser todo lo preciso posible; sabía que si se entretenía demasiado haciendo memoria era posible que confundiera datos o diera información subjetivada a su percepción, por lo que su respuesta fue rápida y un tanto concisa-. De todas formas, el chico no me era familiar...
Y ahí terminaba cuanto podía hacer por la capitana. No tenía nada más que aportar a su investigación, salvo presentarse voluntariamente como sospechoso, hecho ridículo. Permaneció sentado, con los puños cerrados y apretados esperando a que la capitana le dijera que hacer a continuación o si bien, ya podía marcharse.
Liang- Oficial Meiyo
- Post : 151
Edad : 38
Re: Equivocado y sin remitente [Izumi Kaori]
[FDI: Siento mucho el retraso y que el post no sea muy brillante, estoy oxidadita]
Era obvio, era más que obvio, si es que ese concepto existía en un mundo como el nuestro. La persona que estuviera detrás del asunto del intento de asesinato no iba a ser tan idiota como para hacer las cosas a la ligera, no si se enfrentaba con una shinigami con rango de capitán. Quien hubiera orquestado aquello no era un chapucero movido solo por deseo de hacerle daño. Había pensado en todos los detalles, hasta en el repartidor, que seguramente sería un pobre muchacho que poco o nada tenía que ver con todo aquello y que además respondía a una descripción de lo más habitual por esos lares y que no tenía porque ser conocido entre los shinigamis rasos, para más señas el caso de Liang, que no lo conocía. Seguramente si preguntaba en el servicio de mensajería alguien pudiera darle razón, pero estaba convencida que investigar por ese lado sería como hablar con una pared de granito. Aún así, no podía dejar ningún frente abierto. Enviaría a algunos de sus chicos a investigar por ese lado y quizás…
Por un segundo, los rasgados ojos negros de la Dama de Hierro se clavaron a fuego en el muchacho de Kobayashi. Solo había una persona que sabía quien era exactamente el repartidor. No se trataba de que aquello fuera a solucionar el problema, pero al menos podría traer a la persona que había entregado el paquete para interrogarlo, gracias a todos los dioses que el joven en su despacho había tenido la amabilidad de ir hasta el escuadrón y entregarle el paquete en mano. Tomó una decisión, aunque si tenemos en cuenta como le había hablado al chico frente a ella, quizás se mereciera una negativa. Aunque claro, ella no sabía cuando hablaba mal y cuando no.
- Eres bueno- quizás aquella manera de dirigirse a él era un tanto informal, pero era lo que sentía, y así se lo hizo saber. Me temo que ya sabéis que el protocolo ni era ni iba a ser su asignatura favorita. Por ello siguió con su discurso sin salirse de él-me gustaría contar contigo para la investigación que estoy llevando a cabo- en aquel momento prefería darle la oportunidad de elegir, aunque quizás, por sus formas bruscas y su boca de alcantarilla, se tendiera a pensar que aquella era un si o si. Ella no pensaba en ello. Su mente trabajaba a toda velocidad, intentando armar las piezas del dichoso rompecabezas, mientras su mano apretaba cada vez un poco más la máscara. La guardó entre sus ropajes, sabedora de cuanta fuerza podía llegar a tener cuando se lo proponía y caviló aún un poco más. Sagara y Yagami estaban aún en los calabozos, pero no decían nada y Kaori era lo suficientemente perspicaz como para saber que había algo más detrás de todo aquello, algo que olía mal y que deseaba esclarecer cuanto antes. Clavó sus ojos negros en el muchacho frente a ella y esperó. Esta vez iba a necesitar un poco más de paciencia. Paciencia que no tenía.
Era obvio, era más que obvio, si es que ese concepto existía en un mundo como el nuestro. La persona que estuviera detrás del asunto del intento de asesinato no iba a ser tan idiota como para hacer las cosas a la ligera, no si se enfrentaba con una shinigami con rango de capitán. Quien hubiera orquestado aquello no era un chapucero movido solo por deseo de hacerle daño. Había pensado en todos los detalles, hasta en el repartidor, que seguramente sería un pobre muchacho que poco o nada tenía que ver con todo aquello y que además respondía a una descripción de lo más habitual por esos lares y que no tenía porque ser conocido entre los shinigamis rasos, para más señas el caso de Liang, que no lo conocía. Seguramente si preguntaba en el servicio de mensajería alguien pudiera darle razón, pero estaba convencida que investigar por ese lado sería como hablar con una pared de granito. Aún así, no podía dejar ningún frente abierto. Enviaría a algunos de sus chicos a investigar por ese lado y quizás…
Por un segundo, los rasgados ojos negros de la Dama de Hierro se clavaron a fuego en el muchacho de Kobayashi. Solo había una persona que sabía quien era exactamente el repartidor. No se trataba de que aquello fuera a solucionar el problema, pero al menos podría traer a la persona que había entregado el paquete para interrogarlo, gracias a todos los dioses que el joven en su despacho había tenido la amabilidad de ir hasta el escuadrón y entregarle el paquete en mano. Tomó una decisión, aunque si tenemos en cuenta como le había hablado al chico frente a ella, quizás se mereciera una negativa. Aunque claro, ella no sabía cuando hablaba mal y cuando no.
- Eres bueno- quizás aquella manera de dirigirse a él era un tanto informal, pero era lo que sentía, y así se lo hizo saber. Me temo que ya sabéis que el protocolo ni era ni iba a ser su asignatura favorita. Por ello siguió con su discurso sin salirse de él-me gustaría contar contigo para la investigación que estoy llevando a cabo- en aquel momento prefería darle la oportunidad de elegir, aunque quizás, por sus formas bruscas y su boca de alcantarilla, se tendiera a pensar que aquella era un si o si. Ella no pensaba en ello. Su mente trabajaba a toda velocidad, intentando armar las piezas del dichoso rompecabezas, mientras su mano apretaba cada vez un poco más la máscara. La guardó entre sus ropajes, sabedora de cuanta fuerza podía llegar a tener cuando se lo proponía y caviló aún un poco más. Sagara y Yagami estaban aún en los calabozos, pero no decían nada y Kaori era lo suficientemente perspicaz como para saber que había algo más detrás de todo aquello, algo que olía mal y que deseaba esclarecer cuanto antes. Clavó sus ojos negros en el muchacho frente a ella y esperó. Esta vez iba a necesitar un poco más de paciencia. Paciencia que no tenía.
Izumi Kaori- Post : 584
Re: Equivocado y sin remitente [Izumi Kaori]
Como un soplo de aire, la tensión que había ido acumulando se esfumó. Quizás porque la perspectiva de salir de allí era cada vez más real y pronto estaría de nuevo a su aire, lejos de tanta tensión contenida en el aire. Y sin embargo, sabía, ante la mención de la capitana que no tardaría demasiado en volver a ese escuadrón que se le antojaba casi claustrofóbico.
-Ayudaré en lo posible, Izumi-taicho -anunció con tono neutro, aún con la espalda erguida y el semblante serio-.
Aunque la idea de seguir bajo las órdenes de aquella preciosa tirana distaban mucho de ser unas vacaciones, no sin cierta resiganción Liang debía admitir que ante semejantes noticias no podía irse sin más y dar la espalda, no sólo a una capitana, sino a una shinigami más. Podría admitir en voz alta y con total honestidad que no le gustaba la dureza de la mujer, ni sus formas tan carentes de emoción y que eso lo motivaba a no aparecer más por allí; pero que por otro lado, sentía no sólo la necesidad de ayudar dado que era el único quien había visto al repartidor, sino también un fuerte sentimiento de deber. No se sentía obligado ni coaccionado, era como un ancla que lo mantenía sujeto; algo ineludible.
Dado que por propia voluntad iba a prestar ayudar, se obligó a no suspirar ni mostrar parte de su desaliento.
-Me retiraré por ahora, Izumi-taicho. Cuando me necesite estaré en la sala principal del séptimo, evitaré en la medida de lo posible no permanecer demasiado... mmm perdido del escuadrón, por si surge algo y necesita más manos -comentó el hombre poniéndose en pie-.
Sus pasos lo alejaron de las dependencias del sexto escuadrón. Algo más tranquilo, se encaminó de nuevo, por los pasillos hasta la tranquilidad quebradiza de su escuadrón.
-Ayudaré en lo posible, Izumi-taicho -anunció con tono neutro, aún con la espalda erguida y el semblante serio-.
Aunque la idea de seguir bajo las órdenes de aquella preciosa tirana distaban mucho de ser unas vacaciones, no sin cierta resiganción Liang debía admitir que ante semejantes noticias no podía irse sin más y dar la espalda, no sólo a una capitana, sino a una shinigami más. Podría admitir en voz alta y con total honestidad que no le gustaba la dureza de la mujer, ni sus formas tan carentes de emoción y que eso lo motivaba a no aparecer más por allí; pero que por otro lado, sentía no sólo la necesidad de ayudar dado que era el único quien había visto al repartidor, sino también un fuerte sentimiento de deber. No se sentía obligado ni coaccionado, era como un ancla que lo mantenía sujeto; algo ineludible.
Dado que por propia voluntad iba a prestar ayudar, se obligó a no suspirar ni mostrar parte de su desaliento.
-Me retiraré por ahora, Izumi-taicho. Cuando me necesite estaré en la sala principal del séptimo, evitaré en la medida de lo posible no permanecer demasiado... mmm perdido del escuadrón, por si surge algo y necesita más manos -comentó el hombre poniéndose en pie-.
Sus pasos lo alejaron de las dependencias del sexto escuadrón. Algo más tranquilo, se encaminó de nuevo, por los pasillos hasta la tranquilidad quebradiza de su escuadrón.
Liang- Oficial Meiyo
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