Negligencia Vol. 2 - "A Salvo"

VIENE DE AQUÍ

Sakurai se desplazaba desesperado, atravesando los intrincados pasillos del 4º Escuadrón en busca de un lugar seguro; un lugar en que pudiera dejar a su hermano menor, Miki, mientras él aprovechaba para desenredar la madeja de incógnitas que se le planteaban.

Instantes antes, había convertido en el objetivo de uno de sus bakudō a Kuchiki Washiru, Teniente del 9º Escuadrón, justo a tiempo para evadirse del lugar con Miki a cuestas. Ahora, sólo Dios sabía cuánto tiempo le quedaba hasta que el noble diese la voz de alarma y todo se convirtiese en un caos. Un caos del que no le quedaba otra opción que huir. A menos, claro estaba, que quisiese dar con sus huesos en la cárcel del 6º Escuadrón, deshonrado, acusado de asesinato y, casi con toda seguridad, ejecutado posteriormente.

No. Desde luego no parecía una opción saludable.

Mientras corría por los –para él – angostos pasajes del edificio con estos pensamientos en mente, Sakurai no pudo evitar esbozar una mueca resignada. Posiblemente aquella hubiera sido una de las peores ideas de su vida, pero no se arrepentía. Así pues, y mientras su corazón se revolvía con violencia contra su pecho, contaba mentalmente los sitios del Seireitei en que podría esconderse indefinidamente de las fuerzas del Gotei 13 o, al menos, hasta que todo se resolviera de forma natural.

Exacto.

No había ninguno.

Su vida era ahora un reloj de arena que caía incesantemente, consumiendo cada minuto de su restante vida en una carrera contrarreloj. Carrera que sólo acabaría con la captura del verdadero responsable de todo aquello.

— Miki —llamó. Su hermano se revolvió ligeramente sobre su hombro izquierdo. — Miki, necesito saber una cosa. Necesito que me digas qué es lo que viste la noche en que murió Katsu.

— ¿Saku…? Oh dios…me duele tanto la cabeza…y aún no se me pasó la visión borrosa…— su voz sonaba ausente, casi adormilada.

— ¡Miki, por favor, contesta! — casi tuvo que ahogar el grito para que no sonase todo lo fuerte que él hubiera querido.

— ¡Oh sí, perdona Saku…! — comenzó, tentando la paciencia del mayor de los Suzuhara. — pues…yo sólo estaba con Ren, haciendo mi guardia como cualquier otro día y… — otra pausa — bueno, le quise gastar una broma, así que le pegué un buen susto en el Departamento del Forense. Nada grave, lo prometo…— parecía coartado, como tratando de buscar el perdón de su hermano, temiendo el previsible sermón. Sermón que Sakurai sustituyó por un fuerte apretón de su mano enguantada sobre él, apremiándole, únicamente, a que continuase con su relato. — Y bueno…el caso es que estábamos los dos ahí, cuando oímos las pisadas de alguien corriendo por el pasillo… — se volvió a detener, como si el miedo de aquel momento retornase para atenazar su garganta. — Corrimos detrás suya…todo lo rápido que pudimos, intuyendo que alguien podía haberse infiltrado. Pero era demasiado rápido, y…bueno…y escapó. — su voz se apagó, como decepcionado consigo mismo. — Después, tratamos de encontrar alguna muestra de reiatsu por la zona, pero resultó imposible Saku…lo había escondido demasiado bien…

— Entiendo… — se limitó a decir Sakurai, cortando a su hermano. Todo lo que le quedaría ahora por decir serían excusas. Y no tenía tiempo ni ganas de oírlas. Sin embargo, y en el fondo de su corazón, se alegró. Con aquella novedosa información en su poder, su conciencia quedaba limpia en cuanto a toda responsabilidad con respecto a la muerte del Teniente. Si bien momentos antes se había estado temiendo que la muerte del Teniente pudiera haberse debido a un fallo en su tratamiento, o a una incorrecta administración de las pastillas analgésicas que él mismo le había prescrito; ahora estaba completamente seguro de su inocencia al respecto. Y aquello, de un modo u otro, era como un soplo de aire fresco para el Suzuhara.

Ahora que sabía que no había fallado en sus responsabilidades, se sentía capaz, con renovadas fuerzas para afrontar aquella misión – a todas luces suicida – que él mismo parecía haberse autoimpuesto. “Si no hubiera atacado a Kuchiki-fukutaichō…¿Por qué tuve que hacerlo…?

“No te tortures por ello, Saku. Piénsalo así: de no haberlo hecho, posiblemente no sabrías ahora de tu inocencia. Y aún sin haberlo hecho…recuerda que sigues siendo uno de los sospechosos de la muerte de Ryuga Katsu, por el solo hecho de haberlo tratado y que Miki guardase vigía aquella noche. Si lo piensas, es hasta un reto…”

“¿Huir de medio Seireitei mientras encuentro al asesino de un Teniente del Gotei 13? Sí, desde luego es un desafío. Lo que no entiendo es cómo puedes ser siempre tan positiva, Kagami…”

Y la blanca dama sonrío desde su apacible y arenisco mundo interior. “Sólo intento que todo te sea más fácil…”

“Y te lo agradezco, Kagami; en serio.” — pensó mientras seguía corriendo como un toro enfurecido a lo largo del 4º Escuadrón, espantando cada vez a más y más rasos; no sólo por su descomunal tamaño, sino también por el hecho de que llevase a uno de sus subordinados cargado sobre el hombro. — "Pero ahora que sé lo que tengo que hacer, necesito dejar a Miki en un lugar seguro. No puedo cargar con él mientras investigo y huyo de los que me persigan. Y tampoco puedo dejarlo en cualquier lugar. Si el asesino consiguió encontrar la manera de entrar aquí y averiguar dónde se encontraba el Teniente, estoy seguro de que no le costará averiguar quién hacía guardia aquella noche. — meditó durante cuatro o cinco zancadas más — "¿Pero dónde…? ¿Dónde podría estar Miki a sal…?" — y de repente, una idea surgió en su cabeza. — “Ya lo tengo.No creo que nadie salvo Aoki vaya a encontrarle en un sitio así…"

Y conociendo ya su nuevo y provisional rumbo, Sakurai aceleró aún más, si cabe, su carrera; esta vez hacia el único lugar de las cercanías en que podía confiar – o esperaba poder hacerlo – para esconder a su hermano: los aposentos de Murakami Aoki, Capitán del 4º Escuadrón.

Más y más rasos se cruzaron en su camino hasta que, al fin, se encontró frente a dichas dependencias. Y rezando porque Aoki no hubiera cambiado sus costumbres du un día para otro, se dispuso a ingresar en la habitación y… “¡Ufff…! Bendito seas por ser tan confiado Aoki; no llegas a tener la puerta abierta y puedo darme por preso.” — pensó el mayor de los Suzuhara, al tiempo que soltaba a su hermano en el interior de la estancia, dejando que recobrase el equilibrio lentamente.

— Miki, escucha atentamente lo que te voy a decir, porque no tengo tiempo para repetírtelo. — comenzó. Su voz sonaba seria, aunque no había ni un ápice de enfado o regaño en ella. — Debes quedarte en esta habitación, pase lo que pase, hasta que Murakami-taichō llegue. — ante la cara de miedo de Miki, añadió: — Descuida. Es un buen hombre a pesar de todo. No es fácil ser capitán. Y mucho menos perder a alguien querido… — quedó un instante en silencio. Si todo se torcía, podría acabar siendo Miki quien perdiera a alguien querido.

“Saku…no hay tiempo…” — apremió la sensata zampakutou. Sakurai se dispuso a tomar por bueno su consejo de inmediato, no sin antes tomar, del escritorio de Murakami-taichō, un frasco de tinta negra y un fragmento de papel en blanco, con el que se entretuvó un minuto en escribir una nota, dejándola seguidamente sobre el mismo escritorio en que había encontrado todo. A continuación, cerró el frasco de tinta y lo guardó con prontitud entre sus vestimentas; con la idea en mente de que podría llegar a serle útil más adelante. FInalmente, y antes de salir por la puerta, se detuvo un instante, y añadió:

— Perdóname si no siempre fui un buen hermano o cuidé de ti, Miki. — su voz sonaba apenada. — Prometo intentar solventarlo para el futuro…. — y concluyó: — Cuando vuelva, iremos a ver a nuestro padre y podrás volver a casa. Ahí podrás caminar por la senda que siempre quisiste seguir…Y espero que algún día…

Y calló. Las palabras no quisieron salir de sus labios, así como las lágrimas que su corazón lloraba jamás saldrían a la superficie. No podía creer que se estuviese despidiendo definitivamente de su hermano, pero realmente era lo más sensato.

— Hasta la vista, hermano… — y desapareció por la puerta por la que había venido, cerrándola tras de sí, y esperando con toda su alma que quien fuera que hubiera asesinado a Ryuga Katu no fuera a ir a por Miki para cubrir sus huellas. No al menos hasta que Aoki pudiera haber pasado por ahí…

Pero ahora él debía cumplir su propia misión. Debía averiguar todo lo que pudiera antes de que el teniente del 9º Escuadrón consiguiera – como era más que probable – dar la voz de alarma y ponerle en orden de búsqueda y captura. Aún entonces, iba a tener que seguir con su cometido hasta llegar al final del asunto, pese a todas las adversidades. Estaba seguro de que, pese a todo, sería capaz de encontrar buenos puntos de apoyo en algunos de los shinigami que ahora se hallaban en las instalaciones del 4º Escuadrón. El resto, simplemente, iban a tener que apartarse de su camino.

De no hacerlo, tendrían comprobar hasta dónde puede llevar a un alto noble la defensa de su honor…

SAKURAI SIGUE AQUÍ

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[EDIT: Añadido el fragmento en que Sakurai deja una nota en el escritorio de Murakami-taichō.]