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El atardecer que huele a cerezo
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Souls&Swords - Foro interpretativo inspirado en Bleach :: Gotei :: Escuadrón Makoto - Sinceridad Absoluta
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El atardecer que huele a cerezo
Todo estaba listo: asientos ordenados, mesa limpia y despejada, habitación ventilada y las advertencias bien promulgadas entre los miembros de su escuadrón. No queria intrusiones estúpidas de hombres necesitados que apareciesen como moscas delante de un terrón de azúcar; mucho menos, cuando llegasen las demás... Si es que alguna aparecía por allí. Eso la ponía aún más nerviosa. No sabía como tomarían aquella arriesgada y exhuberante propuesta, muchas mujeres del Gotei preferían no entrar en asuntos políticos adoptando un mero papel presencial; sólo deseaba que no todas fueran así.
Sólo un par y con eso estaré satisfecha, pensaba mientras deambulaba como un animal acorralado delante de la puerta de reuniones del escuadrón. Cualquiera que la hubiese visto en aquel instante no habría reconocido a la fría y recta Isono, habiéndose convertido en una muñeca nerviosa que miraba con aprensión tensa y contenida a todo el que pasaba cerca. No podia negar que estaba muy nerviosa. El mero hecho de ver su intento convertido en un fracaso, la desmoronaba como un tembloroso castillo de naipes.
Salió al exterior, a los pasillos laberínticos de su Escuadrón, esperando que el aire cálido de la tarde calmara sus crispados nervios. Se sentó en una de las barandillas de madera, reposando los pies en el travesaño inferior. La suave brisa mecía sus cabellos carmesíes como una superficie aquosa y sangrienta, mientras el sol crepuscular teñía sus ojos de un suave tono dorado.
El aire olía cerezo. Aspiró con fuerza, llenándose de aquella hermosa tarde; de sus tonos ambarinos y violáceos, del aire dulce y cálido, y de livianas promesas que flotaban en el aire. Bajo de la baranda de un medido salto, cayendo sobre uno de sus pequeños pies. Estaba mucho más tranquila. Ahora podría afrontar lo que la tarde le deparase. Regresó al interior de las dependencias, para revisar que todo siguiera en orden.
Otsuka Isono- Post : 1242
Edad : 38
Re: El atardecer que huele a cerezo
Las nubes perdían volúmen y se disolvían como espuma en el cielo teñido por la pátina dorada del sol. Su luz arrancaba chispas cuando se reflejaba en los diminutos eslabones de plata que daban varias vueltas a la muñeca izquierda de una de las shinigamis, y proyectaba alargadas sombras sobre el suelo entarimado de caoba. Los tablones crujían bajo sus sandalias mientras se encaminaban sin prisas hacia el Quinto Escuadrón.
-Mira por dónde andas- Hotaru agarró a Hana por la cintura y la apartó del camino de un par de jóvenes que casi chocaron contra ella, tan distraídos como estaban conversando. No la soltó hasta que recorrienon un par de metros más, complacida por el tibio contacto del cuerpo de la chica contra el suyo. Algo bueno debía tener el estar en una División tan incompetente como la de Ataques a Distancia.
-Me pregunto de quién habrá sido la idea, ¿tú no?- preguntó sin mirar a su compañera-. La nota no llevaba ninguna firma.
La verdad era que esos cuentos feministas no le interesaban, de hecho no se le habría pasado por la cabeza acudir a aquella reunión de no ser porque Hana la convenció de que podría ser divertido. Bueno, y porque pensándolo bien, habría alguna mujer con la moral baja a la que consolar al finalizar el evento. "Cada uno con sus motivos".
Los árboles en flor derramaban su aroma dulzón en la brisa, y el aire cálido les revolvía el cabello como una niña juguetona. La silueta del cuartel en el que tendría lugar la reunión aún era lejana, pero con sólo atisbarla, una oleada de buen humor le inundó el pecho. Se le prendieron las mejillas al pensar en la grata promesa de diversión.
-Pero si se ponen a lloriquear estúpidamente, te juro que me voy. Detesto la gente que se queja y no hace nada por cambiar su situación, o espera que lo hagan los demás- aguardó a que la otra le diera alguna contestación, pero ésta no llegaba- ¿Me estás escuchando, Hana? ¡Hana!- al darse la vuelta, descubrió que la shinigami había desaparecido. Todo ese tiempo había estado hablando sola como los locos- ¿Eeeeeh? Qué mocosa. Seguro que se ha ido persiguiendo alguna mariposa y se ha perdido.
En fin, ya que estaba tan cerca, no iba a echarse atrás. Si eso más tarde saldría a buscar a la muchachita, a no ser que ella aparecía antes en la reunión; nunca se sabía con Hana.
Aligeró la marcha, no porque se le hiciera tarde, sino porque estaba ansiosa por conocer al tipo de mujeres que perseguían una igualdad irrealizable. No es que ella pensase que los hombres eran mejores, pero ellos hacían las reglas del juego.
Ya arribada a su destino, se paseó por los pasillos buscando a la organizadora. Se habían olvidado de especificar en qué sala se reunirían, pero no le suponía un problema recorrerse el Escuadrón entero en todo caso. Por el momento iba asomándose a cada habitación que hubieran dejado abierta, hasta que en una de esas se topó con un rostro conocido.
-Oh, no me digas que tú eres la pequeña agitadora de masas...- dijo con cierta burla, parándose en el umbral y apoyando el brazo en el marco de la puerta.
---
[Off rol]: Como al final no sé muy bien si Hana aparecerá, voy posteando. A ver si se animan a participar el resto de chicas ^^
Isono, doy por hecho que la reunión es posterior a la trama y ya se conocen nuestros personajes. De otro modo me resulta un poco extraño sino o.O
-Mira por dónde andas- Hotaru agarró a Hana por la cintura y la apartó del camino de un par de jóvenes que casi chocaron contra ella, tan distraídos como estaban conversando. No la soltó hasta que recorrienon un par de metros más, complacida por el tibio contacto del cuerpo de la chica contra el suyo. Algo bueno debía tener el estar en una División tan incompetente como la de Ataques a Distancia.
-Me pregunto de quién habrá sido la idea, ¿tú no?- preguntó sin mirar a su compañera-. La nota no llevaba ninguna firma.
La verdad era que esos cuentos feministas no le interesaban, de hecho no se le habría pasado por la cabeza acudir a aquella reunión de no ser porque Hana la convenció de que podría ser divertido. Bueno, y porque pensándolo bien, habría alguna mujer con la moral baja a la que consolar al finalizar el evento. "Cada uno con sus motivos".
Los árboles en flor derramaban su aroma dulzón en la brisa, y el aire cálido les revolvía el cabello como una niña juguetona. La silueta del cuartel en el que tendría lugar la reunión aún era lejana, pero con sólo atisbarla, una oleada de buen humor le inundó el pecho. Se le prendieron las mejillas al pensar en la grata promesa de diversión.
-Pero si se ponen a lloriquear estúpidamente, te juro que me voy. Detesto la gente que se queja y no hace nada por cambiar su situación, o espera que lo hagan los demás- aguardó a que la otra le diera alguna contestación, pero ésta no llegaba- ¿Me estás escuchando, Hana? ¡Hana!- al darse la vuelta, descubrió que la shinigami había desaparecido. Todo ese tiempo había estado hablando sola como los locos- ¿Eeeeeh? Qué mocosa. Seguro que se ha ido persiguiendo alguna mariposa y se ha perdido.
En fin, ya que estaba tan cerca, no iba a echarse atrás. Si eso más tarde saldría a buscar a la muchachita, a no ser que ella aparecía antes en la reunión; nunca se sabía con Hana.
Aligeró la marcha, no porque se le hiciera tarde, sino porque estaba ansiosa por conocer al tipo de mujeres que perseguían una igualdad irrealizable. No es que ella pensase que los hombres eran mejores, pero ellos hacían las reglas del juego.
Ya arribada a su destino, se paseó por los pasillos buscando a la organizadora. Se habían olvidado de especificar en qué sala se reunirían, pero no le suponía un problema recorrerse el Escuadrón entero en todo caso. Por el momento iba asomándose a cada habitación que hubieran dejado abierta, hasta que en una de esas se topó con un rostro conocido.
-Oh, no me digas que tú eres la pequeña agitadora de masas...- dijo con cierta burla, parándose en el umbral y apoyando el brazo en el marco de la puerta.
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[Off rol]: Como al final no sé muy bien si Hana aparecerá, voy posteando. A ver si se animan a participar el resto de chicas ^^
Isono, doy por hecho que la reunión es posterior a la trama y ya se conocen nuestros personajes. De otro modo me resulta un poco extraño sino o.O
Kawasumi Hotaru- Teniente Rei
- Post : 1085
Edad : 34
Re: El atardecer que huele a cerezo
Los pasos por el pasillo la sacaron de su mutismo en un segundo. Se puso en pie casi de un salto, no saría una buena impresión si la encontraban sentada aburrida como una mosca por la espera. Mentalmente comenzó a repasar las palabras que debía pronunciar; el asunto podía volverse cómico si no lo trataba con cuidado y lo que menos deseaba, era convertir aquello en una pantomima.
Todo esto no es más que un intento de aunación por parte de algunas chicas, es inofensivo... en un principio. Pero lo cierto, es que puede volverse complicado; debo ser sutil y firme en mis palabras de lo contrario esto no será más que un detestate reunión de minusvaloradas que verán en esto una sesión de terapia de grupo... pensaba Isono colocando la silla en su sitio.
La puerta se abrió dejando que una cabeza despeinada y de cabellos blanquecinos, se asomase. Isono miró con ansias la puerta esperando ver una cara nueva, algún rostro interesado que no fuera ni el capitán ni ningún cotilla del escuadrón; sin embargo su expresión de demudó al reconocer al instante aquella más que conocida cara. Reprimió un suspiró de resignación que a buen seguro, hubiera sido un magnífico detonante para la belicosa shinigami del tercero. Al menos le quedaba el consuelo, de que no era un miembro de su escuadrón.
-¿Sorprendida, Kawasumi-san? -inquirió invitándola a pasar al interior de la sala-. Me sorprende verte por aquí... Sinceramente no veo demasiadas ínfulas feministas en ti... Apostaría más por un exhacerbado sentimiento anarquista, pero bueno... Bienvenida al quinto escuadrón. Eres la primera en llegar.
En parte eso la alegraba, aunque denotase el claro fracaso de su iniciativa. Había esperado contar con algo más de afluencia pero parecía que tendría que conformarse con una charla informal con Hotaru. Cerró la puerta una vez la shinigami estuvo dentro y la instó a tomar asiento. De su cara se había borrado cualquier señal de sorprera siendo substituida por un claro sentimiento de decepción.
OFF: claro, si no, no tendrían una coherencia temporal
Todo esto no es más que un intento de aunación por parte de algunas chicas, es inofensivo... en un principio. Pero lo cierto, es que puede volverse complicado; debo ser sutil y firme en mis palabras de lo contrario esto no será más que un detestate reunión de minusvaloradas que verán en esto una sesión de terapia de grupo... pensaba Isono colocando la silla en su sitio.
La puerta se abrió dejando que una cabeza despeinada y de cabellos blanquecinos, se asomase. Isono miró con ansias la puerta esperando ver una cara nueva, algún rostro interesado que no fuera ni el capitán ni ningún cotilla del escuadrón; sin embargo su expresión de demudó al reconocer al instante aquella más que conocida cara. Reprimió un suspiró de resignación que a buen seguro, hubiera sido un magnífico detonante para la belicosa shinigami del tercero. Al menos le quedaba el consuelo, de que no era un miembro de su escuadrón.
-¿Sorprendida, Kawasumi-san? -inquirió invitándola a pasar al interior de la sala-. Me sorprende verte por aquí... Sinceramente no veo demasiadas ínfulas feministas en ti... Apostaría más por un exhacerbado sentimiento anarquista, pero bueno... Bienvenida al quinto escuadrón. Eres la primera en llegar.
En parte eso la alegraba, aunque denotase el claro fracaso de su iniciativa. Había esperado contar con algo más de afluencia pero parecía que tendría que conformarse con una charla informal con Hotaru. Cerró la puerta una vez la shinigami estuvo dentro y la instó a tomar asiento. De su cara se había borrado cualquier señal de sorprera siendo substituida por un claro sentimiento de decepción.
OFF: claro, si no, no tendrían una coherencia temporal
Otsuka Isono- Post : 1242
Edad : 38
Re: El atardecer que huele a cerezo
-¿De verdad crees que estas cosas no me interesan?- peguntó divertida, cruzando el umbral y barriendo la habitación con la mirada. Con los ojos todavía puestos en el mobiliario, dijo- Cómo te equivocas. Me encanta ver a la gente compadeciéndose de sí misma e inventando culpables de su desgracia. Porque claro, ¿qué importa mientras puedan justificar la mierda de resultado que han obtenido por culpa de sus malas decisiones? Es tan cómodo hacerse la víctima...
Aceptó el asiento que le ofrecían, esperando que las demás no se demorasen mucho en llegar. Aquella pelirroja no tenía pinta de ser muy divertida, y por la cara que se gastaba no era difícil adivinar que a ella tampoco le ilusionaba que tuvieran que compartir la tarde juntas.
-Té no tendrás, ¿verdad? Me gustaría tomar algo mientras tanto. Porque no es que fuera haya, precisamente, una cola de mujeres deseando entrar. Parece que les trae un poco sin cuidado jugar el papel de muñequitas dóciles... No. Diría que la mayoría están encantadas con interpretarlo- subiendo los pies a la silla, rodeó sus piernas en un abrazo y apoyó el mentón sobre las rodillas. Sopló para apartarse un mechón que le caía sobre los ojos- Dime, Isono... no hay problema en que te llame por tu nombre, ¿no? A estas alturas creo que puedo tomarme confianzas contigo. Bien, dime, ¿por qué haces ésto? No pareces ser ese tipo de tías despechadas que se reúnen con sus amigas para criticar a los hombres mientras la botella de sake va quedando vacía. Tampoco eres tonta. Sabes que puedes tener problemas por ser la impulsora de un grupo de mujeres que no teme demostrar que son mejores que aquellos a los que tienen que servir- rió quedamente, sin alegría alguna en la voz- ¡Por favor! Se supone que debemos estarles agradecidas a los hombres por dejarnos empuñar una espada...
No creía que la idea tuviera éxito; a la mayoría le daría miedo de acudir, o como mucho aparecerían en un par de reuniones para saciar su curiosidad, pero tarde o temprano la dejarían sola. La gente, por lo general, no tenía el valor ni la energía para intentar cambiar las cosas.
Encontraba cierto regocijo infantil en el fracaso de la iniciativa, pero debía admitir que sentía curiosidad por los motivos de Isono. ¿De verdad creía en esas majaderías o sólo era el intento de alguien que quería demostrar que era diferente?
-La gente se acostumbra, Isono. Les gusta tener la cara pegada en el barro. La mayoría se encuentra segura en lo que conoce, aunque sea humillante y doloroso. Y aunque quisieran hacer algo al respecto, ¿qué posibilidades hay de que lo consiguieran? Por simple temor al fracaso ni lo intentan. -Entornó la mirada, luciendo su particular sonrisa sesgada. Tenía ese tipo de caras que acostumbran a burlarse de todo- Tendrías que pensar si siquiera te merece la pena a tí.
Aceptó el asiento que le ofrecían, esperando que las demás no se demorasen mucho en llegar. Aquella pelirroja no tenía pinta de ser muy divertida, y por la cara que se gastaba no era difícil adivinar que a ella tampoco le ilusionaba que tuvieran que compartir la tarde juntas.
-Té no tendrás, ¿verdad? Me gustaría tomar algo mientras tanto. Porque no es que fuera haya, precisamente, una cola de mujeres deseando entrar. Parece que les trae un poco sin cuidado jugar el papel de muñequitas dóciles... No. Diría que la mayoría están encantadas con interpretarlo- subiendo los pies a la silla, rodeó sus piernas en un abrazo y apoyó el mentón sobre las rodillas. Sopló para apartarse un mechón que le caía sobre los ojos- Dime, Isono... no hay problema en que te llame por tu nombre, ¿no? A estas alturas creo que puedo tomarme confianzas contigo. Bien, dime, ¿por qué haces ésto? No pareces ser ese tipo de tías despechadas que se reúnen con sus amigas para criticar a los hombres mientras la botella de sake va quedando vacía. Tampoco eres tonta. Sabes que puedes tener problemas por ser la impulsora de un grupo de mujeres que no teme demostrar que son mejores que aquellos a los que tienen que servir- rió quedamente, sin alegría alguna en la voz- ¡Por favor! Se supone que debemos estarles agradecidas a los hombres por dejarnos empuñar una espada...
No creía que la idea tuviera éxito; a la mayoría le daría miedo de acudir, o como mucho aparecerían en un par de reuniones para saciar su curiosidad, pero tarde o temprano la dejarían sola. La gente, por lo general, no tenía el valor ni la energía para intentar cambiar las cosas.
Encontraba cierto regocijo infantil en el fracaso de la iniciativa, pero debía admitir que sentía curiosidad por los motivos de Isono. ¿De verdad creía en esas majaderías o sólo era el intento de alguien que quería demostrar que era diferente?
-La gente se acostumbra, Isono. Les gusta tener la cara pegada en el barro. La mayoría se encuentra segura en lo que conoce, aunque sea humillante y doloroso. Y aunque quisieran hacer algo al respecto, ¿qué posibilidades hay de que lo consiguieran? Por simple temor al fracaso ni lo intentan. -Entornó la mirada, luciendo su particular sonrisa sesgada. Tenía ese tipo de caras que acostumbran a burlarse de todo- Tendrías que pensar si siquiera te merece la pena a tí.
Kawasumi Hotaru- Teniente Rei
- Post : 1085
Edad : 34
Re: El atardecer que huele a cerezo
No había mejores palabras que pudieran salir de esa enorme bocota de Hotaru, pero ¿qué a iba decirle que no fuese cierto? Isono no pretendía quitarle esa razón que ella misma veía en su propia iniciativa, sin embargo sabía que eso no llegaría a nada. Se dirigió a paso lento hacia la puerta.
-Iré a buscar algo de té -dijo abriendo la puerta con lentitud-. Puedes llamarme por mi nombrem aunque admito que no acostumbro a llamar a la gente por su nombre depila. Dirigirme a otros por su apellido me resulta más cómodo, me permite mantener una distancia neutra... la misma que normalmente necesito yo. Aunque claro... no siempre es así. Pero no, no me molesta que me llames Isono, después de todo....
Cuando cerró la puerta buscó a tientas un lugar donde pudiera haber algo comestible, un sitio donde poder hacer algo que se alejase del kido, aunque conociendo a Kato, no esperaba encontrar nada parecido. Por suerte, había una pequeña cocinilla perdida en una habitación pequeña. Preparó una tetera con agua para dos personas y esperó a que empezase a hervir, para después vertir el líquido dentro de unas tazas de arcilla cocida. Dejando atrás aquel pequeño descubrimiento, regresó a la sala donde aguardaba Hotaru. Dejó la taza sobre la mesa delante de ella.
-Tienes razón, Kawasumi-san, no voy a discutírtelo, sería una estupidez. Cuando me planteé esto, ese fue el primer inconveniente que encontré: sabía que la gente no iba a responder -comenzó tomando asiento frente a Hotaru sujetando la taza con ambas manos, dejando que el calor traspasara la piel-. Hay costumbres que estás, por desgracia muy asumidas e incluso aceptadas, difíciles de cambiar... Mucho más cuando nadie quiere dar el paso-hizo una pausa para dar un sorbo al té-. No me planteé esto para convertirlo en una reunión de mujeres que frivolizan; eso no va conmigo; si quisiera algo así no comunicaría mis intenciones a medio Gotei; ni tampoco en una campaña política contra los hombres. No me siento despechada ni ofendida por su presencia, pero lo que no es, es equitativa. Yo no debería demostrar nada para hacer que los demás me van útiles, ni debo pedir permiso para sostener una espada; soy una mujer autosuficiente, tengo disciplina y la cabeza fría. Si debo mostrar mis cualidades, lo justo que todos los demás deban hacerlo y entonces, todo comenzaría a ser al menos, un poco más ecuánime -explicaba tranquila, sin alzar la voz-. ¿Cuántos capitanes y tenientes del Gotei están verdaderamente cualificados para ello?
Aquello podía comenzar a tener otro tintes políticos de lo que no quería hablar, principalmente porque había muchos nombres que se podían señalar con el dedo. La política y las clases sociales estaba estrechamente ligadas, y esta segura, que apuntar sobre ese tema era lo que verdaderamente le podría traer problemas. Sin embargo, era un asunto que estaba apuntado en su agenda para otra ocasión.
-Sé que esto podría levantar ampollas en algunos puestos, pero, sinceramente ¿qué puedo perder? ¿Me van a mandar a callar? No temo los disgustos y desagrados, peor sensación me da saber que esto, verdaderamente no va a llegar a ningún sitio. Es mucho más decepcionante ver la indiferencia que provoca esto, a que me ordenen cerrar la boca.
Se agriaba. Le resultaba muy frustrante la situación: verse sola con Hotaru en una habitación a la espera inútil de que alguien llamase a la puerta. Mantener la firmeza suficiente para no perder los nervios y reprochárles a todas que eran unas estúpidas muñecas que sólo servían para alegrar los pasillos del Gotei. La paciencia de Isono tenía un límite y aunque Hotaru lo puso a prueba mientras investigaban, aquello la quemaba mucho más que sus increpancias. Prefería mil veces discutir con alguien, que mantenerse callada.
-En el fondo, ésto no va a servir para nada. La gente se acomoda... ni siquiera las capitanas moverán un dedo... Es triste, la verdad -añadió con ironía, mirando con una ceja enarcada a Hotaru, dibujándose en sus labios una sonrisa amarga y burlona-. Por no decir, decepcionante.
Al menos, podría llevarse el consuelo de haber podido cambiar, aunque fuese un poco la impresión que tenía de la shinigami del tercero. Calmada y sin tensiones, era una buena dialogante.
-Iré a buscar algo de té -dijo abriendo la puerta con lentitud-. Puedes llamarme por mi nombrem aunque admito que no acostumbro a llamar a la gente por su nombre depila. Dirigirme a otros por su apellido me resulta más cómodo, me permite mantener una distancia neutra... la misma que normalmente necesito yo. Aunque claro... no siempre es así. Pero no, no me molesta que me llames Isono, después de todo....
Cuando cerró la puerta buscó a tientas un lugar donde pudiera haber algo comestible, un sitio donde poder hacer algo que se alejase del kido, aunque conociendo a Kato, no esperaba encontrar nada parecido. Por suerte, había una pequeña cocinilla perdida en una habitación pequeña. Preparó una tetera con agua para dos personas y esperó a que empezase a hervir, para después vertir el líquido dentro de unas tazas de arcilla cocida. Dejando atrás aquel pequeño descubrimiento, regresó a la sala donde aguardaba Hotaru. Dejó la taza sobre la mesa delante de ella.
-Tienes razón, Kawasumi-san, no voy a discutírtelo, sería una estupidez. Cuando me planteé esto, ese fue el primer inconveniente que encontré: sabía que la gente no iba a responder -comenzó tomando asiento frente a Hotaru sujetando la taza con ambas manos, dejando que el calor traspasara la piel-. Hay costumbres que estás, por desgracia muy asumidas e incluso aceptadas, difíciles de cambiar... Mucho más cuando nadie quiere dar el paso-hizo una pausa para dar un sorbo al té-. No me planteé esto para convertirlo en una reunión de mujeres que frivolizan; eso no va conmigo; si quisiera algo así no comunicaría mis intenciones a medio Gotei; ni tampoco en una campaña política contra los hombres. No me siento despechada ni ofendida por su presencia, pero lo que no es, es equitativa. Yo no debería demostrar nada para hacer que los demás me van útiles, ni debo pedir permiso para sostener una espada; soy una mujer autosuficiente, tengo disciplina y la cabeza fría. Si debo mostrar mis cualidades, lo justo que todos los demás deban hacerlo y entonces, todo comenzaría a ser al menos, un poco más ecuánime -explicaba tranquila, sin alzar la voz-. ¿Cuántos capitanes y tenientes del Gotei están verdaderamente cualificados para ello?
Aquello podía comenzar a tener otro tintes políticos de lo que no quería hablar, principalmente porque había muchos nombres que se podían señalar con el dedo. La política y las clases sociales estaba estrechamente ligadas, y esta segura, que apuntar sobre ese tema era lo que verdaderamente le podría traer problemas. Sin embargo, era un asunto que estaba apuntado en su agenda para otra ocasión.
-Sé que esto podría levantar ampollas en algunos puestos, pero, sinceramente ¿qué puedo perder? ¿Me van a mandar a callar? No temo los disgustos y desagrados, peor sensación me da saber que esto, verdaderamente no va a llegar a ningún sitio. Es mucho más decepcionante ver la indiferencia que provoca esto, a que me ordenen cerrar la boca.
Se agriaba. Le resultaba muy frustrante la situación: verse sola con Hotaru en una habitación a la espera inútil de que alguien llamase a la puerta. Mantener la firmeza suficiente para no perder los nervios y reprochárles a todas que eran unas estúpidas muñecas que sólo servían para alegrar los pasillos del Gotei. La paciencia de Isono tenía un límite y aunque Hotaru lo puso a prueba mientras investigaban, aquello la quemaba mucho más que sus increpancias. Prefería mil veces discutir con alguien, que mantenerse callada.
-En el fondo, ésto no va a servir para nada. La gente se acomoda... ni siquiera las capitanas moverán un dedo... Es triste, la verdad -añadió con ironía, mirando con una ceja enarcada a Hotaru, dibujándose en sus labios una sonrisa amarga y burlona-. Por no decir, decepcionante.
Al menos, podría llevarse el consuelo de haber podido cambiar, aunque fuese un poco la impresión que tenía de la shinigami del tercero. Calmada y sin tensiones, era una buena dialogante.
Otsuka Isono- Post : 1242
Edad : 38
Re: El atardecer que huele a cerezo
-Prometo hacer el intento de no robar nada mientras estás fuera- bromeó.
Mirando la puerta corrediza cerrarse hasta quedar sola en la habitación, no pudo evitar sentir cierto desencanto por la visita. Le habría gustado alzar la voz, reírse de alguna pobre ilusa y, quizá con suerte, conseguir que alguien llorase, pero al parecer sus planes hijoputescos habían sido frustrados por culpa de la inasistencia. De no ser por su más bien nula empatía, tal vez también habría sentido lástima por Isono. Poner tus ilusiones en algo y que nadie lo valorase era una faena. "Si la tonta de Hana hubiese podido evitar perderse por una vez, al menos habría animado este ambiente deprimente".
¿Pero qué importaba de todos modos? Esas reuniones, tan efímeras y superficiales, eran idénticas: Un par de horas discutiendo, un par de horas riendo, un par de horas intercambiando experiencias, un par de horas creyendo conocerse, y finalmente alguien señala que se hace tarde, se callan las voces y se apagan las velas, se esfuman las sonrisas. "Y luego te encuentras andando sola, a la búsqueda de un lugar caliente que haga más soportable tu soledad, mientras el puto viento intenta desesperadamente arrancar de tí algo que nadie puede." Sí, todas eran iguales, y no valían para nada.
Tamborileaba con los dedos sobre la mesa cuando la shinigami regresó, dejando al alcance de su mano una humeante taza de té. Como pocas veces hacía, se encontraba escuchando a la pelirroja con la mente receptiva y sin hacer interrupciones. No había olvidado cómo ser desagradable, desde luego, pero éso si acaso lo demostraría más adelante.
"Hay que demostralo; hay que hacerlo siempre, para que nadie lo olvide". Dejó la taza de vuelta en su sitio tras haberle dado un sorbo. Le faltaba azúcar.
Una leve sonrisa curvó sus labios mientras el discurso de la otra avanzaba. "Claro, a nadie le gusta que le ignoren. ¿Ves cómo no es tan difícil comprenderme, encanto?" Se acomodó mejor en la silla, empujando, sin querer, el borde de la mesa. Ninguna de las tazas se desplomó, pero el movimiento provocó que un poco de líquido se desbordara sobre el mueble de madera. Ni se dió por enterada.
-¿Decepcionante?
Al escuchar el último comentario de la joven, alzó la barbilla, a la defensiva. Percibía algo que no le gustaba en aquel tonito. Pero en lugar de discutir, se decidió por beber de su té. A medida que se iba enfriando ya no resultaba tan inaceptable al paladar.
-No, ellas no harían nada, ¿para qué? Ya han conseguido estar donde querían, ¿por qué iban a arriesgarse pudiendo continuar agasajando a los compañeros con sonrisitas y miradas? No es un juego muy complicado...
No se refería concretamente a las dos mujeres que ocupaban el puesto más alto en sus Divisiones, porque no las conocía; más bien hablaba de todas esas que se habían ganado la simpatía de los hombres hasta el punto de que fuera tolerable tener que compartir asientos en la misma mesa.
-Pero ni siquiera ellas han logrado lo que tú buscas. ¿Por qué crees que están donde están? Claramente porque no les suponen una amenaza al resto de Capitanes. Tampoco nos dejarían jugar con cuhillos ni vestir con sus uniformes si pensaran, por un solo momento, que podemos hacer tanto daño como ellos. Claro que nos dejan pensar que somos iguales, que podemos ir al campo de batalla como los hombres y vivir con la misma dignidad; es algo que les hace gracia. Como cuando le das una espada de madera a un grupo de niños y los observas librando luchas imaginarias. Les divierte. Les divierte y les gusta tener mujeres cerca para no tener que darse por culo los unos a los otros cuando la necesidad se hace insoportable. Para ellos no somos más que putas disfrazadas de guerreros.
Se carcajeó sonoramente, utilizando el regocijo de la risa como escudo frente a un resquemor punzante y avinagrado. Luego meneó la cabeza, observando las huellas húmedas que habían dejado sus bebidas en la mesa.
-Lo que tú quieres decir en estas reuniones ya lo saben todas. El tema es si quieren que se lo recuerdes. ¿De verdad podrías darles herramientas para luchar contra ello? Sí, se podría lograr algo, podríais conseguir que el número de hombres y mujeres al poder fuese más equilibrado. Tú podrías llegar a Teniente de este Escuadrón, se verían más oficiales con tetas, y en alguna parte del Rukongai los maridos seguirán golpeando a sus mujeres con varas de bambú y violando a las niñas que trabajan el los burdeles.
Entre las suaves ondas de cabello blanco que enmarcaban su rostro, un leve rubor le había encendido las mejillas. Aunque había hablado sosegadamente, una diminuta tormenta se reflejaba en sus ojos chispeantes. La mano vaciló de camino a la mesa, recordando que lo que contenía la taza no era alcohol.
- Pero dime, ¿Cómo piensas hacerlo, Isono? ¿Cómo piensas rescatar a todas las princesas estúpidas de este cuento?- ladeó la cabeza, intrigada en cierta manera- ¿O es que te acojona que sólo haya venido yo? Qué porquería de voluntad tendrías entonces...
Mirando la puerta corrediza cerrarse hasta quedar sola en la habitación, no pudo evitar sentir cierto desencanto por la visita. Le habría gustado alzar la voz, reírse de alguna pobre ilusa y, quizá con suerte, conseguir que alguien llorase, pero al parecer sus planes hijoputescos habían sido frustrados por culpa de la inasistencia. De no ser por su más bien nula empatía, tal vez también habría sentido lástima por Isono. Poner tus ilusiones en algo y que nadie lo valorase era una faena. "Si la tonta de Hana hubiese podido evitar perderse por una vez, al menos habría animado este ambiente deprimente".
¿Pero qué importaba de todos modos? Esas reuniones, tan efímeras y superficiales, eran idénticas: Un par de horas discutiendo, un par de horas riendo, un par de horas intercambiando experiencias, un par de horas creyendo conocerse, y finalmente alguien señala que se hace tarde, se callan las voces y se apagan las velas, se esfuman las sonrisas. "Y luego te encuentras andando sola, a la búsqueda de un lugar caliente que haga más soportable tu soledad, mientras el puto viento intenta desesperadamente arrancar de tí algo que nadie puede." Sí, todas eran iguales, y no valían para nada.
Tamborileaba con los dedos sobre la mesa cuando la shinigami regresó, dejando al alcance de su mano una humeante taza de té. Como pocas veces hacía, se encontraba escuchando a la pelirroja con la mente receptiva y sin hacer interrupciones. No había olvidado cómo ser desagradable, desde luego, pero éso si acaso lo demostraría más adelante.
"Hay que demostralo; hay que hacerlo siempre, para que nadie lo olvide". Dejó la taza de vuelta en su sitio tras haberle dado un sorbo. Le faltaba azúcar.
Una leve sonrisa curvó sus labios mientras el discurso de la otra avanzaba. "Claro, a nadie le gusta que le ignoren. ¿Ves cómo no es tan difícil comprenderme, encanto?" Se acomodó mejor en la silla, empujando, sin querer, el borde de la mesa. Ninguna de las tazas se desplomó, pero el movimiento provocó que un poco de líquido se desbordara sobre el mueble de madera. Ni se dió por enterada.
-¿Decepcionante?
Al escuchar el último comentario de la joven, alzó la barbilla, a la defensiva. Percibía algo que no le gustaba en aquel tonito. Pero en lugar de discutir, se decidió por beber de su té. A medida que se iba enfriando ya no resultaba tan inaceptable al paladar.
-No, ellas no harían nada, ¿para qué? Ya han conseguido estar donde querían, ¿por qué iban a arriesgarse pudiendo continuar agasajando a los compañeros con sonrisitas y miradas? No es un juego muy complicado...
No se refería concretamente a las dos mujeres que ocupaban el puesto más alto en sus Divisiones, porque no las conocía; más bien hablaba de todas esas que se habían ganado la simpatía de los hombres hasta el punto de que fuera tolerable tener que compartir asientos en la misma mesa.
-Pero ni siquiera ellas han logrado lo que tú buscas. ¿Por qué crees que están donde están? Claramente porque no les suponen una amenaza al resto de Capitanes. Tampoco nos dejarían jugar con cuhillos ni vestir con sus uniformes si pensaran, por un solo momento, que podemos hacer tanto daño como ellos. Claro que nos dejan pensar que somos iguales, que podemos ir al campo de batalla como los hombres y vivir con la misma dignidad; es algo que les hace gracia. Como cuando le das una espada de madera a un grupo de niños y los observas librando luchas imaginarias. Les divierte. Les divierte y les gusta tener mujeres cerca para no tener que darse por culo los unos a los otros cuando la necesidad se hace insoportable. Para ellos no somos más que putas disfrazadas de guerreros.
Se carcajeó sonoramente, utilizando el regocijo de la risa como escudo frente a un resquemor punzante y avinagrado. Luego meneó la cabeza, observando las huellas húmedas que habían dejado sus bebidas en la mesa.
-Lo que tú quieres decir en estas reuniones ya lo saben todas. El tema es si quieren que se lo recuerdes. ¿De verdad podrías darles herramientas para luchar contra ello? Sí, se podría lograr algo, podríais conseguir que el número de hombres y mujeres al poder fuese más equilibrado. Tú podrías llegar a Teniente de este Escuadrón, se verían más oficiales con tetas, y en alguna parte del Rukongai los maridos seguirán golpeando a sus mujeres con varas de bambú y violando a las niñas que trabajan el los burdeles.
Entre las suaves ondas de cabello blanco que enmarcaban su rostro, un leve rubor le había encendido las mejillas. Aunque había hablado sosegadamente, una diminuta tormenta se reflejaba en sus ojos chispeantes. La mano vaciló de camino a la mesa, recordando que lo que contenía la taza no era alcohol.
- Pero dime, ¿Cómo piensas hacerlo, Isono? ¿Cómo piensas rescatar a todas las princesas estúpidas de este cuento?- ladeó la cabeza, intrigada en cierta manera- ¿O es que te acojona que sólo haya venido yo? Qué porquería de voluntad tendrías entonces...
Kawasumi Hotaru- Teniente Rei
- Post : 1085
Edad : 34
Re: El atardecer que huele a cerezo
Una risa amarga salió de la boca de Isono. Sujetó la taza de nuevo para evitar que los nervios de Hotaru terminasen derramando el té.
-¿Qué me acojona que sólo hayas venido tú? No, al menos es algo, sea iniciativa o simple curiosidad. Menos da una piedra -respondió con la sonrisa aún dibujada en el rostro-. No puedo imponerles nada, Kawasumi, ni siquiera puedo dirgirme a ellas y decirle como son las cosas porque como dices, ya las saben pero les dan igual y seguirán haciendo lo mismo pase lo que pase... Es el maldito problema de esta maldita sociedad.
Por un momento, la gente de ese lugar feudal le pareció retrasada, estancada en un pozo de aguas putrefactas donde la gente se hundía y no hacía nada por salir. Aquel lugar comenzó a antojársele de una ignorancia redomada, de cultura escasa y tradiciones más que obsoletas, como si en algún lugar de su ajada memoria una parte de ella no perteneciese a ese sitio.
-No puedo ofrecerles nada porque no tengo nada, pero sí puedo conseguirlo y si algo sé de todas las señoritas que... En fin, no pretendo ser vulgar, es que necesitan que las guien como a ovejas. Siguen al perro más grande porque el temor a represalias es grande, pero no miran si hay alguien más cerca... Maldita sea, no tienen iniciativa alguna, ni inquietudes... No logro comprender como pueden parecerles halagador que un hombre te babee la ropa en busca de lo que tienen entre las piernas... Pero hay que empezar por algún sitio para poder mirar más allá de nuestras narices.
Dio un largo sorbo al té, quedándose en silencio unos breves instantes.
-Las princesas deben ver que esto no es un maldito cuento de hadas, aquí no hay príncipes que las vayan a salvar de nada. Tienen que aprender que están solas y por consecuencia, nadie mejor que ellas mismas deben aprender a sacar sus castañas del fuego y si tengo que ir una tras una, abofeteándoles la cara hasta que reaccionen lo haré. Estoy cansada de resignaciones, de gestos vacíos y ovejas que se dejan pastorear felices por ello... ¿Cómo van a ir las cosas bien ante semejante panorama? -inquirió dejando la pregunta en el aire-. Lo digo en serio, Kawasumi, si tengo que recorrerme el Gotei dejando caras enrojecidas lo haré aunque con ello se vuelvan todas en mi contra.
-¿Qué me acojona que sólo hayas venido tú? No, al menos es algo, sea iniciativa o simple curiosidad. Menos da una piedra -respondió con la sonrisa aún dibujada en el rostro-. No puedo imponerles nada, Kawasumi, ni siquiera puedo dirgirme a ellas y decirle como son las cosas porque como dices, ya las saben pero les dan igual y seguirán haciendo lo mismo pase lo que pase... Es el maldito problema de esta maldita sociedad.
Por un momento, la gente de ese lugar feudal le pareció retrasada, estancada en un pozo de aguas putrefactas donde la gente se hundía y no hacía nada por salir. Aquel lugar comenzó a antojársele de una ignorancia redomada, de cultura escasa y tradiciones más que obsoletas, como si en algún lugar de su ajada memoria una parte de ella no perteneciese a ese sitio.
-No puedo ofrecerles nada porque no tengo nada, pero sí puedo conseguirlo y si algo sé de todas las señoritas que... En fin, no pretendo ser vulgar, es que necesitan que las guien como a ovejas. Siguen al perro más grande porque el temor a represalias es grande, pero no miran si hay alguien más cerca... Maldita sea, no tienen iniciativa alguna, ni inquietudes... No logro comprender como pueden parecerles halagador que un hombre te babee la ropa en busca de lo que tienen entre las piernas... Pero hay que empezar por algún sitio para poder mirar más allá de nuestras narices.
Dio un largo sorbo al té, quedándose en silencio unos breves instantes.
-Las princesas deben ver que esto no es un maldito cuento de hadas, aquí no hay príncipes que las vayan a salvar de nada. Tienen que aprender que están solas y por consecuencia, nadie mejor que ellas mismas deben aprender a sacar sus castañas del fuego y si tengo que ir una tras una, abofeteándoles la cara hasta que reaccionen lo haré. Estoy cansada de resignaciones, de gestos vacíos y ovejas que se dejan pastorear felices por ello... ¿Cómo van a ir las cosas bien ante semejante panorama? -inquirió dejando la pregunta en el aire-. Lo digo en serio, Kawasumi, si tengo que recorrerme el Gotei dejando caras enrojecidas lo haré aunque con ello se vuelvan todas en mi contra.
Otsuka Isono- Post : 1242
Edad : 38
Re: El atardecer que huele a cerezo
Hotaru se inclinó sobre su propio vientre y empezó a reír, divertida por las ocurrencias de aquella mujer que tan aburrida le había parecido en un comienzo. Algunos mechones le caían sobre los ojos, ocultándolos casi por completo. Cuando cesó de desternillarse, alzó la cabeza y sonrió a la pelirroja, esta vez sin ironías camufladas.
-Una buena hostia es lo mejor que se le puede dar a alguien para que espabile. Si vas a emplear un método de reclutamiento tan agresivo no me importaría echarte un cable.
Dando un gran suspiro, se pasó la mano por el rostro. Debía reconocer que la chica tenía agallas si estaba dispuesta a hacer lo que decía, aunque seguramente quedase todo en meras palabras.
-Pero es una verdadera lástima que te preocupes tanto por ellas, cuando no hay nadie que lo haga por tí. Deberías dejar de perseguir quimeras y ser más egoísta, Isono. La mayoría de tías que quieres ayudar te darían la espalda en caso de que las necesitaras. ¿No estás ya un poco crecidita para seguir creyendo que la gente buena existe?
Se limitó a sonreír de nuevo, pero en su rostro apareció una curiosa expresión, algo mordaz y levemente divertida. Aunque en esos momentos no se daba cuenta, la personalidad de la joven Otsuka había comenzado a interesarle como en pocas ocasiones sucedía con la gente que hablaba. Creía que era una tipa estirada e insufriblemente servicial, pero demostraba tener carácter, y éso era algo que le gustaba.
-Bueno, imaginemos que consigues que te escuchen- comenzó, exponinedo una hipótesis benévola para con los planes de Isono- y que deciden hacerte caso, seguir tus consejos y bla, bla, bla... Que finalmente y no sin esfuerzo, logras que tu plan cobre importancia y las mujeres empiecen a ser consideradas seriamente por los hombres. Hagamos un enorme ejercico de imaginación y pongámonos en el caso de que ellos, en lugar de sentirse amenazados y tomar cartas en el asunto, de buena fe cambian una mentalidad machista que ha sido inculcada durante siglos en la sociedad y nos toman como a iguales. -Hizo una pausa para beberse el té que quedaba de un trago, que ya estaba más bien tibio. Se relamió los labios y prosiguió- Bien, has logrado lo que te proponías, con la pequeña dosis de satisfacción personal que eso conlleva. ¿Y luego? No me digas que de verdad crees que las mujeres se conformarían siendo semejantes; el poder tiene un sabor muy dulce, y una vez que lo pruebas te vuelves glotón y dependiente. ¿No querrían marginar y despreciar a la comunidad masculina? ¿No les gustaría vengarse? ¡Pues claro que sí, coño! El rencor es algo que el corazón de toda persona conoce. Entonces serían los tíos los que estarían en desventaja y necesitarían de la ayuda de un mesías. ¿Te das cuenta, no? Estamos condenados a cometer una y otra vez los mismos errores. - Tras un corto silencio, añadió en tono más jocoso, para restarle gravedad a todo aquel asunto:- En el Rukongai estaban dando la otra vez una obra sobre el tema... No es un teatro muy famoso, pero sus comedias son entretenidas y en la puerta no miran cómo vas vestido para dejarte entrar. ¿No te gustaría ir a ver algún día "El labrador envidioso"? El título no tiene mucho gancho, pero bueno...
Su mirada se desprendió del rostro de la shinigami pelirroja para vagar distraídamente por la habitación. Parpadeó al posarla sobre la puerta por la que había entrado.
-Quizá tienes razón y deberías ir a buscarlas. Algo así como ir acosándolas cuando van a entrenar o en el descanso para comer. Todo el mundo ha visto los cartelitos que fuíste dejando, y puede que alguna se haya acobardado y no ose acercarse hasta aquí por temor a que alguien pudiera echárselo en cara. Tú lo tienes fácil porque no estás en la obligación de rendirle cuentas a nadie, pero muchas tienen familias que no aprobarían esta clase de pensamientos. Ya sabes que hay alguna que otra noble consentida por aquí...
-Una buena hostia es lo mejor que se le puede dar a alguien para que espabile. Si vas a emplear un método de reclutamiento tan agresivo no me importaría echarte un cable.
Dando un gran suspiro, se pasó la mano por el rostro. Debía reconocer que la chica tenía agallas si estaba dispuesta a hacer lo que decía, aunque seguramente quedase todo en meras palabras.
-Pero es una verdadera lástima que te preocupes tanto por ellas, cuando no hay nadie que lo haga por tí. Deberías dejar de perseguir quimeras y ser más egoísta, Isono. La mayoría de tías que quieres ayudar te darían la espalda en caso de que las necesitaras. ¿No estás ya un poco crecidita para seguir creyendo que la gente buena existe?
Se limitó a sonreír de nuevo, pero en su rostro apareció una curiosa expresión, algo mordaz y levemente divertida. Aunque en esos momentos no se daba cuenta, la personalidad de la joven Otsuka había comenzado a interesarle como en pocas ocasiones sucedía con la gente que hablaba. Creía que era una tipa estirada e insufriblemente servicial, pero demostraba tener carácter, y éso era algo que le gustaba.
-Bueno, imaginemos que consigues que te escuchen- comenzó, exponinedo una hipótesis benévola para con los planes de Isono- y que deciden hacerte caso, seguir tus consejos y bla, bla, bla... Que finalmente y no sin esfuerzo, logras que tu plan cobre importancia y las mujeres empiecen a ser consideradas seriamente por los hombres. Hagamos un enorme ejercico de imaginación y pongámonos en el caso de que ellos, en lugar de sentirse amenazados y tomar cartas en el asunto, de buena fe cambian una mentalidad machista que ha sido inculcada durante siglos en la sociedad y nos toman como a iguales. -Hizo una pausa para beberse el té que quedaba de un trago, que ya estaba más bien tibio. Se relamió los labios y prosiguió- Bien, has logrado lo que te proponías, con la pequeña dosis de satisfacción personal que eso conlleva. ¿Y luego? No me digas que de verdad crees que las mujeres se conformarían siendo semejantes; el poder tiene un sabor muy dulce, y una vez que lo pruebas te vuelves glotón y dependiente. ¿No querrían marginar y despreciar a la comunidad masculina? ¿No les gustaría vengarse? ¡Pues claro que sí, coño! El rencor es algo que el corazón de toda persona conoce. Entonces serían los tíos los que estarían en desventaja y necesitarían de la ayuda de un mesías. ¿Te das cuenta, no? Estamos condenados a cometer una y otra vez los mismos errores. - Tras un corto silencio, añadió en tono más jocoso, para restarle gravedad a todo aquel asunto:- En el Rukongai estaban dando la otra vez una obra sobre el tema... No es un teatro muy famoso, pero sus comedias son entretenidas y en la puerta no miran cómo vas vestido para dejarte entrar. ¿No te gustaría ir a ver algún día "El labrador envidioso"? El título no tiene mucho gancho, pero bueno...
Su mirada se desprendió del rostro de la shinigami pelirroja para vagar distraídamente por la habitación. Parpadeó al posarla sobre la puerta por la que había entrado.
-Quizá tienes razón y deberías ir a buscarlas. Algo así como ir acosándolas cuando van a entrenar o en el descanso para comer. Todo el mundo ha visto los cartelitos que fuíste dejando, y puede que alguna se haya acobardado y no ose acercarse hasta aquí por temor a que alguien pudiera echárselo en cara. Tú lo tienes fácil porque no estás en la obligación de rendirle cuentas a nadie, pero muchas tienen familias que no aprobarían esta clase de pensamientos. Ya sabes que hay alguna que otra noble consentida por aquí...
Kawasumi Hotaru- Teniente Rei
- Post : 1085
Edad : 34
Re: El atardecer que huele a cerezo
Si le hubieran dicho al principio que sería capaz de sentarse a hablar con Kawasumi Hotaru sin llegar a sulfurarse por su comportamiento, posiblemente no se lo hubiera creído. Pero allí estaba, sentada frente a ella, tomando té y conversando apaciblemente sobre las diminutas verdades del Gotei, como si se conocieran de toda la vida. Hotaru era directa y cruda en sus palabras, de una honestidad extrema y en algunos casos, casi dolorosa; pero a Isono le confortaba esa sinceridad sin tapujos para bien o para mal. No tenía pelos en la lengua, aunque eso parecía no preocuparle.
-Tal vez... Las familias nobles se acomodan ante un camino despejado de piedras, confían que en todo seguirá igual en mil años. Pensando así no tienen de que preocuparse -contestó Isono con la memoria puesta en su familia y en lo rápido que los cimientos se pueden hundir-. Sin embargo eso me es indiferente, los asuntos de las casas nobles no son mi problema.
No, suficiente tenía con su familia como para pensar en otras. Dejó la taza de té a un lado.
-Los privilegios nublan la vista, es cierto, pero esto no es una maldita protesta feminista. Sinceramente, el hecho de llamar a las mujeres primero es porque necesitan de una mayor dosis de realidad en crudo... Aunque no me importaría nada tener esta misma charla en una sala rodeada de hombres, si con ello la situación se vuelve más equitativa -explicaba apoyando la espalda en la silla-. Sé que todo esto va a necesitar de mucho tiempo, si es que el algún momento se llega a atisbar algo; por el momento no temo... Sublevaciones femeninas y de ser así, igual que un tortazo las espabilas, de otro las bajas. Los extremos no son bueno, aunque el gris no le guste a nadie, es el punto donde las cosas se equilibran.
Alzó la vista hacia el techo, descansado la cabeza hacia atrás. Aquello era una utopía tan grande que de alcanzarla, se empacharía al instante. La sociedad donde vivían estaba liderada por gente obscecada y tradicionalista que difícilmente aceptarían semejante cambio; no darían el brazo a torcer por mucho que tirases de ellos porque un perro rabioso llamado orgullo le estaría mordiendo los talones. Pero aquello, era idealismo puro y duro; una perspectiva quizás ingenua, visionaria pero atrevida. Isono nunca fue una soñadora compusiva, siempre tuvo los pies bien sujetos al suelo sin embargo, su pasividad había conllevado otras cargas que no estaba dispuesta a volver a sufrir.
-¿Y tú, Kawasumi-san? ¿Qué harías? -preguntó girándose hacia la shinigami que husmeaba en la habitación-. Las dos sabemos que el Gotei está lleno de individuos sumisos, cobardes, manipuladores y egoístas a partes iguales; y sabes también que normalmente, los que se llevan la porción más grande del pastel son los que pisan a otros mientras que personas como tú y yo, seremos la carnaza que se envíe por delante. ¿No te impulsa eso a hacer algo?.
-Tal vez... Las familias nobles se acomodan ante un camino despejado de piedras, confían que en todo seguirá igual en mil años. Pensando así no tienen de que preocuparse -contestó Isono con la memoria puesta en su familia y en lo rápido que los cimientos se pueden hundir-. Sin embargo eso me es indiferente, los asuntos de las casas nobles no son mi problema.
No, suficiente tenía con su familia como para pensar en otras. Dejó la taza de té a un lado.
-Los privilegios nublan la vista, es cierto, pero esto no es una maldita protesta feminista. Sinceramente, el hecho de llamar a las mujeres primero es porque necesitan de una mayor dosis de realidad en crudo... Aunque no me importaría nada tener esta misma charla en una sala rodeada de hombres, si con ello la situación se vuelve más equitativa -explicaba apoyando la espalda en la silla-. Sé que todo esto va a necesitar de mucho tiempo, si es que el algún momento se llega a atisbar algo; por el momento no temo... Sublevaciones femeninas y de ser así, igual que un tortazo las espabilas, de otro las bajas. Los extremos no son bueno, aunque el gris no le guste a nadie, es el punto donde las cosas se equilibran.
Alzó la vista hacia el techo, descansado la cabeza hacia atrás. Aquello era una utopía tan grande que de alcanzarla, se empacharía al instante. La sociedad donde vivían estaba liderada por gente obscecada y tradicionalista que difícilmente aceptarían semejante cambio; no darían el brazo a torcer por mucho que tirases de ellos porque un perro rabioso llamado orgullo le estaría mordiendo los talones. Pero aquello, era idealismo puro y duro; una perspectiva quizás ingenua, visionaria pero atrevida. Isono nunca fue una soñadora compusiva, siempre tuvo los pies bien sujetos al suelo sin embargo, su pasividad había conllevado otras cargas que no estaba dispuesta a volver a sufrir.
-¿Y tú, Kawasumi-san? ¿Qué harías? -preguntó girándose hacia la shinigami que husmeaba en la habitación-. Las dos sabemos que el Gotei está lleno de individuos sumisos, cobardes, manipuladores y egoístas a partes iguales; y sabes también que normalmente, los que se llevan la porción más grande del pastel son los que pisan a otros mientras que personas como tú y yo, seremos la carnaza que se envíe por delante. ¿No te impulsa eso a hacer algo?.
Otsuka Isono- Post : 1242
Edad : 38
Re: El atardecer que huele a cerezo
-¿Hacer qué? No soy de las que se quedan de brazos cruzados, pero la decadencia que está sufriendo el Gotei no se arregla con un par de reuniones- espetó, casi bufando como un gato airado al pensar en ello-. Lo único que puedo hacer es sobrevivir a sus planes. Sé que no les interesa que la gente como yo campe a sus anchas demasiado tiempo, prefieren contar con soldados más fáciles de manejar ¡Pero a mí me la suda lo que tramen, porque de todas formas ganaré su estúpido juego! Y seré yo la que pise cabezas entonces...
Como si fuera incapaz de estarse mucho rato quieta, se levantó de la silla y comenzó a errar por la habitación, sin las reservas de alguien que no se siente cómodo en territorio ajeno. Sus manos se entretenían en toda pieza o superficie que llamase su atención, reconociéndolas más por el tacto que por la vista. Luego las dejaba, a veces sin mucho cuidado, desplazadas unos cuantos centímetros más allá de su anterior ubicación, otras dispuestas en lugares que claramente no les correspondían. Parecía ser siempre así; lo hacía y deshacía todo por puro capricho.
-A tí también te jode, ¿verdad? Sabes que podrías hacerlo mucho mejor que aquellos que te dan órdenes. Puede que incluso te hayas decidido a dar el paso de esta tarde porque te asquea tanto como a mí la dirección de tu Escuadrón ¿Tienen tus superiores tanta iniciativa como una piedra?- Los labios de la shinigami, apenas con un toque de pintura que los hacía ver encendidos, aún dejaban intuír una sonrisa amarga.- Nunca he sido una conformista, no va conmigo. Pero no soy como tú, no confío en salvar a nadie más que a mí misma. De hecho creo que todas esas tipas que no han venido hoy se tienen muy merecido que las traten como a simples muñecas rotas- miró por un momento a la pelirroja, como si no hubiera necesidad de decir más.- Quizá sea el único modo de que la mujer se haga fuerte, Isono. Que mueran las que no puedan enfrentar la vida tal y como es.
Dándole la espalda a la otra shinigami, dobló los brazos detrás de la nuca y estiró la espalda, conteniendo un bostezo. Ojalá lloviera aquella noche, así podría salir a correr descalza hasta caer desfallecida sobre el barro. Luego tendría que ir al Cuarto Escuadrón a pedir algo que le curase el resfriado, pero merecería la pena.
-Tal vez deberías dejarlo por hoy. Existen muchos caminos para alcanzar lo que uno busca, aunque no los conozca todos desde el principio.- Anduvo hasta la silla que había ocupado, pero en vez de tomar asiento de nuevo, se apoyó con las muñecas cruzadas en el respaldo.- Si haces más reuniones vendré. Quiero ver cómo les dejas las caras marcadas a las señoritas-. Se mesó el cabello, mirando de reojo la mesa- Y traeré algo mejor que ese té amargo que hemos bebido. Debería darte vergüenza ofrecerle algo así a un invitado y no preguntarle si le apetecía algo de comer. Ve estudiando cómo ser una buena anfitriona, encanto, o esas atontadas tendrán otro motivo para salir corriendo.
Aunque su tono sonaba claramente acusador, era la manera particular que tenía de decirle que por el momento no la dejaría sola. Posiblemente habían formas más agradables de ofrecer apoyo a alguien, pero ninguna pegaba demasiado con el carácter insolente de Hotaru.
Kawasumi Hotaru- Teniente Rei
- Post : 1085
Edad : 34
Re: El atardecer que huele a cerezo
No llevaba tanto tiempo en el escuadrón como para justificar si su capitán era o no la persona adecuada para semejante puesto; tenía una buena impresión de él y aunque para su gusto, era excesivamente informal era mejor que ser un incompetente. Quizás el escuadrón en sí mismo pudiera ser más efectivo, pero para eso habia que apretarle las tuercas a Kato y ponerle los pies en el suelo; ella no era más que un simple raso como para ir imponiendo orden y disciplina.
-En el momento en que alguien del escuadrón se dedique a hacer la compra, te ofreceré algo de comer. Hoy he descubierto que teníamos una cocina -comentó con una ceja enarcada-. De todas formas, no es mi intención agasajarlas no al menos hasta que hayan abierto los ojos, quizás entonces planearía como convencerlas para que no tirasen la toalla. Pero mientras, no tengo intención de hacer amigas con esto.
Recogió las tazas.
-Quizás la próxima reunión y viendo la afluencia, casi que mejor nos vamos a Rukongai a comer. No creo que a nadie le moleste si tampoco les importa -comentó en tono neutro-. Quizás planee la siguiente en un par de semanas si consigo encontrar a alguien más que esté intesada en esto.
Salió de la sala dejando la puerta abierta para luego depositar las tazas sobre la mesa más próxima con intención de acompañar a Hotaru fuera del escuadrón. Se había hecho más tarde de lo que esperaba. El sol teñía el cielo de tonos naranjas y morados, melancólicos y agridulce, como la sensación que tenía pegada al cuerpo tras aquella informal reunión. En el fondo, le hubiera gustado que hubiera más gente y aunque fuese Kawasumi la única interesada en ello, seguía pareciéndole decepcionante. Hotaru podía ser una excelente aliada pero siendo dos apenas lograrían nada.
-Gracias por venir, Kawasumi-san.Tu presencia ha sido cuanto menos, constructiva; ha sido agradable ver a alguien con tanto genio y una carácter tan fuerte.
Isono ya sabía que Hotaru era así durante la investigación de la muerte del teniente, pero en esa ocasión sonoba más a alabanza que a comentario amargo.
-En el momento en que alguien del escuadrón se dedique a hacer la compra, te ofreceré algo de comer. Hoy he descubierto que teníamos una cocina -comentó con una ceja enarcada-. De todas formas, no es mi intención agasajarlas no al menos hasta que hayan abierto los ojos, quizás entonces planearía como convencerlas para que no tirasen la toalla. Pero mientras, no tengo intención de hacer amigas con esto.
Recogió las tazas.
-Quizás la próxima reunión y viendo la afluencia, casi que mejor nos vamos a Rukongai a comer. No creo que a nadie le moleste si tampoco les importa -comentó en tono neutro-. Quizás planee la siguiente en un par de semanas si consigo encontrar a alguien más que esté intesada en esto.
Salió de la sala dejando la puerta abierta para luego depositar las tazas sobre la mesa más próxima con intención de acompañar a Hotaru fuera del escuadrón. Se había hecho más tarde de lo que esperaba. El sol teñía el cielo de tonos naranjas y morados, melancólicos y agridulce, como la sensación que tenía pegada al cuerpo tras aquella informal reunión. En el fondo, le hubiera gustado que hubiera más gente y aunque fuese Kawasumi la única interesada en ello, seguía pareciéndole decepcionante. Hotaru podía ser una excelente aliada pero siendo dos apenas lograrían nada.
-Gracias por venir, Kawasumi-san.Tu presencia ha sido cuanto menos, constructiva; ha sido agradable ver a alguien con tanto genio y una carácter tan fuerte.
Isono ya sabía que Hotaru era así durante la investigación de la muerte del teniente, pero en esa ocasión sonoba más a alabanza que a comentario amargo.
Otsuka Isono- Post : 1242
Edad : 38
Re: El atardecer que huele a cerezo
-Claro que sí, siempre es un placer verme- dijo, ensanchando su sonrisa. Abandonó la habitación después de Isono, quedando ambas expuestas al viento que se empeñaba en agitar de cuando en cuando sus ropas y despeinarles el cabello. Hotaru se volvió, dándole la espalda a la baranda de madera y afrontando a la pelirroja con una expresión desenfadada.
-Ah, casi me olvido. Realmente no venía sola a la reunión, me acompañaba una de mi División, pero es tan lela que se perdió por el camino- se encogió de hombros. Quizá lo normal habría sido preocuparse por Hana y no haberse ido por su cuenta al Quinto Escuadrón, pero no es que le importase demasiado lo que le ocurriera a esa niña. Al fin y al cabo tenía un arma que sabía utilizar- Seguro que no somos precisamente el tipo de gente que suponías que vendría, pero oye... menos da una piedra. Al menos no has tenido que esperar sola, ¿eh? No te pongas muy triste porque me marche, seguro que pronto nos volveremos a ver...
Riendo por lo bajo, agitó sin mucho entusiasmo una mano a modo de despedida y echó a andar, con la incómoda sensación de no haberse portado aquella tarde de forma tan odiosa como debería. La próxima vez le pondría pimienta en el té o le llenaría la habitación de uniformes sudados, para compensar.
"Pero sería una pena que nadie se uniera a la fiesta; no tiene mucha gracia meterse en movidas feministas si no hay compañeras a las que putear."
Junto a ella pasaron una pareja de shinigamis comentando los resultados que habían tenido aquella tarde en la práctica de Kidoh. Dio un par de zancadas hasta alcanzarlos y se interpuso entre ellos.
-¿De veras? ¿Tan poco? ¿Y dices que eres del Quinto? ¡Seguro que yo saco mucha mejor puntuación! Vamos al campo de entrenamiento y os lo demuestro ... Eh, oye, ¿a dónde vais? -se extrañó, viendo que éstos apretaban el paso y la iban dejando atrás. Empezó a mosquearse cuando se percató del intento de huída- ¡Eh, cabrones, venid aquí! ¡Dejad de correr he dicho! ¡eh! ¡EEEEH!
En fin, ya se reuniría más tarde con Hana y le comentaría cómo habían ido las cosas en la reunión. Primero tenía que pillar a esos dos gallinas y reventarles el culo a base de descargas de reiatsu.
Kawasumi Hotaru- Teniente Rei
- Post : 1085
Edad : 34
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