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Reunión en el cubil
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Reunión en el cubil
[OFF:Este post está abierto para las Fracciones de la 6º Espada: Alexander Folk y Chris Renoir; y queda invitada a la participación, cuando lo desee, la propia Okami ^^.]
Los pasos de Taira resonando contra el techo del blanco pasillo marcaban un uniforme y parsimonioso ritmo; una lenta cadencia de golpes que acompañaba al dirigente de la 9º Sección hasta las puertas de su destino.
Tras varios minutos de una ya característica travesía bocabajo, el arrancar llegó a su destino: una imponente puerta que se erguía orgullosa, y junto a la cual lucía esbelto el número “6”, ó “9”, visto desde la posición invertida de nuestro peculiar protagonista.
Sin demasiada prisa, Taira aterrizó en el suelo, dejándose caer en una media voltereta hacia atrás, aunque con las piernas extendidas y sin perder la más mínima elegancia.
- Tsssss, quedaba mejor al revés – dijo el arrancar, observando el seis junto a la entrada de la famosa sección de Okami-sama y sus huestes. Y con una vaga sonrisa, a modo de sarcástica autocrítica a su propio sentido del humor, dio un paso al frente y golpeó, firme aunque no escandalosamente, la puerta de la 6º Seción.
Tal y como le dictaba el poco sentido común que aún le restaba, esperó un par de segundos antes de abrir lentamente la puerta frente a él, al tiempo que añadía un tímido - “¡Toc, toc!¿Se puede?”- y entraba sin mayor dilación. No tenía sentido esperar a que alguien le abriese la puerta o reafirmara que podía entrar. Al fin y al cabo, ya estaban al tanto de su visita.
Él mismo se encargó personalmente de enviar el cuervo blanco, solicitando una audiencia con algún representante de Okami-sama; y atendiendo a la fama que había ido cobrando la rigurosidad de la propia Espada y sus fracciones, no cabía esperar que hubiesen olvidado el compromiso.
Con ello en mente, Taira acabó de abrir la puerta lo suficiente como para poder pasar cómodamente, tras lo cual se vio situado en una blanca estancia marmórea, al más puro estilo del Amanecer. O al menos así sería de no ser por un suelo cubierto casi en su totalidad por enormes cojines; y por una gran estantería repleta de innumerables volúmenes y documentos, que le daban un toque algo más serio a aquella especie de salón tan peculiarmente acomodado.
Sin embargo, no le daría tiempo a ver mucho más a nuestro protagonista antes de que los, atendiendo a los rumores, ciertamente eficaces sirvientes de Okami-sama salieran a su encuentro y bienvenida. Y sería en ese diminuto lapso de tiempo en el que se concentraría la expectación por comprobar cuán respetables eran las tan famosas huestes de Okami con la curiosidad por comprobar si, por un casual, la lupina Espada también se hallaba en su cubil.
Aquello auspiciaba un encuentro de lo más interesante...
Los pasos de Taira resonando contra el techo del blanco pasillo marcaban un uniforme y parsimonioso ritmo; una lenta cadencia de golpes que acompañaba al dirigente de la 9º Sección hasta las puertas de su destino.
Tras varios minutos de una ya característica travesía bocabajo, el arrancar llegó a su destino: una imponente puerta que se erguía orgullosa, y junto a la cual lucía esbelto el número “6”, ó “9”, visto desde la posición invertida de nuestro peculiar protagonista.
Sin demasiada prisa, Taira aterrizó en el suelo, dejándose caer en una media voltereta hacia atrás, aunque con las piernas extendidas y sin perder la más mínima elegancia.
- Tsssss, quedaba mejor al revés – dijo el arrancar, observando el seis junto a la entrada de la famosa sección de Okami-sama y sus huestes. Y con una vaga sonrisa, a modo de sarcástica autocrítica a su propio sentido del humor, dio un paso al frente y golpeó, firme aunque no escandalosamente, la puerta de la 6º Seción.
Tal y como le dictaba el poco sentido común que aún le restaba, esperó un par de segundos antes de abrir lentamente la puerta frente a él, al tiempo que añadía un tímido - “¡Toc, toc!¿Se puede?”- y entraba sin mayor dilación. No tenía sentido esperar a que alguien le abriese la puerta o reafirmara que podía entrar. Al fin y al cabo, ya estaban al tanto de su visita.
Él mismo se encargó personalmente de enviar el cuervo blanco, solicitando una audiencia con algún representante de Okami-sama; y atendiendo a la fama que había ido cobrando la rigurosidad de la propia Espada y sus fracciones, no cabía esperar que hubiesen olvidado el compromiso.
Con ello en mente, Taira acabó de abrir la puerta lo suficiente como para poder pasar cómodamente, tras lo cual se vio situado en una blanca estancia marmórea, al más puro estilo del Amanecer. O al menos así sería de no ser por un suelo cubierto casi en su totalidad por enormes cojines; y por una gran estantería repleta de innumerables volúmenes y documentos, que le daban un toque algo más serio a aquella especie de salón tan peculiarmente acomodado.
Sin embargo, no le daría tiempo a ver mucho más a nuestro protagonista antes de que los, atendiendo a los rumores, ciertamente eficaces sirvientes de Okami-sama salieran a su encuentro y bienvenida. Y sería en ese diminuto lapso de tiempo en el que se concentraría la expectación por comprobar cuán respetables eran las tan famosas huestes de Okami con la curiosidad por comprobar si, por un casual, la lupina Espada también se hallaba en su cubil.
Aquello auspiciaba un encuentro de lo más interesante...
Última edición por Hideyori Taira el Miér Ene 19, 2011 11:24 pm, editado 1 vez
Hideyori Taira- Desaparecido
- Post : 574
Edad : 32
Re: Reunión en el cubil
En la amplia habitación con forma de cruz, se distribuían los objetos y personas de forma uniforme. Al fondo del cuarto, la soberana descansaba sobre uno de esos mullidos cojines que le daban al cuarto ese punto tan característico... Aunque dormida no era tan loba sino más bien una especie de cachorrito... Descansaba hecha un ovillo, envuelta en una manta de pelito, con gesto feliz y complacido. Incluso de vez en cuando se le escapaba un ronroneo desde su garganta del todo involuntario... No parecía la temible espada que gobernaba la sexta sección.
Por otro lado, en una de las alas del cuarto se hallaba una bañera de estilo clásico, blanca a juego con el amanecer al completo, y con las cuatro patas que la sostenía metálicas, de acero inoxidable. Poco más en este lado, unas estanterías, libros, el mahjong, más libros, y más cojines...
En el centro Folk se sentaba cómodamente en una silla más a su estilo, una robusta silla de madera de roble con el respaldo con un acabado con motivos florales y meticulosamente barnizado, dándole un estilo cuidado y del siglo XIII. Folk manejaba con habilidad una aguja que entraba y salía a un ritmo constante, haciendo pasar al hilo de un lado a otro... La prenda que tenía en sus manos no era otra que el uniforme de una pieza de Okami-sama... Si, Okami estaba sin el uniforme (quizá desnuda completamente...), dormitando (durmiendo profundamente) en el fondo de la estancia...
- Que nadie me moleste mientras descanso... Como alguien lo haga las consecuencias serán para todos... Lo habéis entendido? - dijo ya arremolinada en la manta, justo antes de tirar su uniforme a los pies de Folk... Y tanto que lo habían entendido... En los dos días que llevaba durmiendo le dio tiempo a poner el cuarto más o menos en orden, y ya se había puesto manos a la obra con el feo rasgado del hombro del uniforme... previo lavado y planchado... La habilidad de Folk con los hilos era única... incluso ahora...
- Listo... - murmuró una vez acabada la última puntada... Y justo entonces sonó el eco del sonido de la enorme puerta del escuadrón... - Ya está aquí nuestro invitado... - comentó en voz natural y se incorporó para abrir. Antes de que llegase, Taira asomaba a la puerta, no dándole tiempo a llegar. Una vez dentro, Folk hizo una reverencia pronunciada.
- Disculpe mi falta, Hideyori-san... - Se disculpó con el invitado a quien no había ni abierto la puerta. Una completa falta de parte de un mayordomo.que tendría que corregir con intereses... - ¿Quiere beber algo o prefiere que vallamos directamente al grano? - todo dicho con un tono de voz bajo, por miedo a despertar a su señora...
Por otro lado, en una de las alas del cuarto se hallaba una bañera de estilo clásico, blanca a juego con el amanecer al completo, y con las cuatro patas que la sostenía metálicas, de acero inoxidable. Poco más en este lado, unas estanterías, libros, el mahjong, más libros, y más cojines...
En el centro Folk se sentaba cómodamente en una silla más a su estilo, una robusta silla de madera de roble con el respaldo con un acabado con motivos florales y meticulosamente barnizado, dándole un estilo cuidado y del siglo XIII. Folk manejaba con habilidad una aguja que entraba y salía a un ritmo constante, haciendo pasar al hilo de un lado a otro... La prenda que tenía en sus manos no era otra que el uniforme de una pieza de Okami-sama... Si, Okami estaba sin el uniforme (quizá desnuda completamente...), dormitando (durmiendo profundamente) en el fondo de la estancia...
- Que nadie me moleste mientras descanso... Como alguien lo haga las consecuencias serán para todos... Lo habéis entendido? - dijo ya arremolinada en la manta, justo antes de tirar su uniforme a los pies de Folk... Y tanto que lo habían entendido... En los dos días que llevaba durmiendo le dio tiempo a poner el cuarto más o menos en orden, y ya se había puesto manos a la obra con el feo rasgado del hombro del uniforme... previo lavado y planchado... La habilidad de Folk con los hilos era única... incluso ahora...
- Listo... - murmuró una vez acabada la última puntada... Y justo entonces sonó el eco del sonido de la enorme puerta del escuadrón... - Ya está aquí nuestro invitado... - comentó en voz natural y se incorporó para abrir. Antes de que llegase, Taira asomaba a la puerta, no dándole tiempo a llegar. Una vez dentro, Folk hizo una reverencia pronunciada.
- Disculpe mi falta, Hideyori-san... - Se disculpó con el invitado a quien no había ni abierto la puerta. Una completa falta de parte de un mayordomo.que tendría que corregir con intereses... - ¿Quiere beber algo o prefiere que vallamos directamente al grano? - todo dicho con un tono de voz bajo, por miedo a despertar a su señora...
Alexander Folk- Desaparecido
- Post : 262
Edad : 35
Re: Reunión en el cubil
[FDI: ¡No quiero llegar tarde a la reunión! Y sé que es corto, pero el siguiente más largo, sorry]
Una cita con la fracción de otro Espada. Era un asunto oficial, o al menos lo parecía. Por ello Chris hizo el esfuerzo de llegar pronto y se mentalizó para no parecer aburrido mientras ésta se desarrollase. Aquellas reuniones no eran de su estilo, prefería que se ocupase su compañero Folk, pero teniendo en cuenta que el emisario había pedido un encuentro con ambos era imposible que se zafase con tanta facilidad. Y no era tan peligroso faltar a algo así, lo que podía poner en riesgo su vida era que Okami lo descubriese, y teniendo en cuenta lo complicado que era ocultarle cualquier información sobre sus movimientos, lo mejor para su felino pellejo era no intentar nada así y aguantar cualquier conversación que se desarrollase a su alrededor. Por eso se encontraba acodado tras la librería que tenían en el fondo del cubil, esperando la llegada del invitado y velando el sueño de su señora, que no tenía demasiado que ver con el fiero aspecto que presentaba siempre. La líder de la sección había pedido específicamente que nadie la molestase, pero no había dicho nada de permanecer a su lado mientras dormía. No lo había hecho todo el tiempo, obviamente, pero al menos durante las horas previas al encuentro con Taira había permanecido en la misma posición, sin apenas moverse o realizar actividad alguna. Quizás por eso cuando su compañero, que se dedicaba a labores de costura a todas luces imposibles para él mismo, se levantó al oír un sonido en la puerta fue cuando se puso en movimiento.
Gracias a su oído animal pudo escuchar lo que ocurría a su alrededor en cuanto esto empezó a producirse (desde el golpe en la puerta a la cortés invitación de su compañero) y tras echar una última ojeada a la señora Okami, lo cierto es que parecía completamente dormida pero eso nunca podía saberse del todo, se levantó y siguió a Folk, como solía hacer en los actos protocolarios, dando por sentado que él era el responsable en ese tipo de asuntos. Si Chris hubiera tenido que hacer algo de aquello lo más probable es que la Sección se hubiera ido a pique hace ya mucho tiempo. Con el recién llegado intercambió una inclinación de cabeza y permaneció a la escucha. A Taira lo había visto más de una vez en las reuniones, pero debido a la nula conversación del mosquetero no habían intercambiado frase alguna. Renoir se había dedicado a escuchar y observar, como siempre. Más o menos lo que pensaba hacer en esta nueva ocasión, ¿para qué negarlo? Lo suyo eran las armas, la sangre y todo lo relacionado. Hablar con la gente, ser amable, respetuoso, interesarse y todo ese rollo se lo dejaba a Folk. Y en esas se encontraba. Esperando que alguien hablase de algo que no fuese té y pastas, aunque en esta ocasión debía reconocer que Alexander había estado menos estirado que de costumbre, el mosquetero hubiera sonreído, pero no estaba en su naturaleza, y la sola idea le desconcertó, de modo que se cruzó de brazos, ¿una taza de té o algo interesante qué ofrecer?
Una cita con la fracción de otro Espada. Era un asunto oficial, o al menos lo parecía. Por ello Chris hizo el esfuerzo de llegar pronto y se mentalizó para no parecer aburrido mientras ésta se desarrollase. Aquellas reuniones no eran de su estilo, prefería que se ocupase su compañero Folk, pero teniendo en cuenta que el emisario había pedido un encuentro con ambos era imposible que se zafase con tanta facilidad. Y no era tan peligroso faltar a algo así, lo que podía poner en riesgo su vida era que Okami lo descubriese, y teniendo en cuenta lo complicado que era ocultarle cualquier información sobre sus movimientos, lo mejor para su felino pellejo era no intentar nada así y aguantar cualquier conversación que se desarrollase a su alrededor. Por eso se encontraba acodado tras la librería que tenían en el fondo del cubil, esperando la llegada del invitado y velando el sueño de su señora, que no tenía demasiado que ver con el fiero aspecto que presentaba siempre. La líder de la sección había pedido específicamente que nadie la molestase, pero no había dicho nada de permanecer a su lado mientras dormía. No lo había hecho todo el tiempo, obviamente, pero al menos durante las horas previas al encuentro con Taira había permanecido en la misma posición, sin apenas moverse o realizar actividad alguna. Quizás por eso cuando su compañero, que se dedicaba a labores de costura a todas luces imposibles para él mismo, se levantó al oír un sonido en la puerta fue cuando se puso en movimiento.
Gracias a su oído animal pudo escuchar lo que ocurría a su alrededor en cuanto esto empezó a producirse (desde el golpe en la puerta a la cortés invitación de su compañero) y tras echar una última ojeada a la señora Okami, lo cierto es que parecía completamente dormida pero eso nunca podía saberse del todo, se levantó y siguió a Folk, como solía hacer en los actos protocolarios, dando por sentado que él era el responsable en ese tipo de asuntos. Si Chris hubiera tenido que hacer algo de aquello lo más probable es que la Sección se hubiera ido a pique hace ya mucho tiempo. Con el recién llegado intercambió una inclinación de cabeza y permaneció a la escucha. A Taira lo había visto más de una vez en las reuniones, pero debido a la nula conversación del mosquetero no habían intercambiado frase alguna. Renoir se había dedicado a escuchar y observar, como siempre. Más o menos lo que pensaba hacer en esta nueva ocasión, ¿para qué negarlo? Lo suyo eran las armas, la sangre y todo lo relacionado. Hablar con la gente, ser amable, respetuoso, interesarse y todo ese rollo se lo dejaba a Folk. Y en esas se encontraba. Esperando que alguien hablase de algo que no fuese té y pastas, aunque en esta ocasión debía reconocer que Alexander había estado menos estirado que de costumbre, el mosquetero hubiera sonreído, pero no estaba en su naturaleza, y la sola idea le desconcertó, de modo que se cruzó de brazos, ¿una taza de té o algo interesante qué ofrecer?
Chris Renoir- Post : 144
Edad : 40
Re: Reunión en el cubil
- ¡Por favor…! – comenzó a decir, con una sonrisa de agradecimiento en su rostro. – No hay por qué disculparse, Alexander-san. - Taira de inmediato se había percatado del pequeño detalle de que Folk hablaba en susurros, por lo que optó por imitarlo en el tono empleado.
Antes de que Folk le ofreciera algo de beber, Taira devolvió la inclinación de cabeza a Chris, dando por cumplido el correspondiente saludo. Era consciente de que muchas veces sobraban las palabras en presentaciones como aquellas, por lo que no se molestó en añadir ninguna clase de saludo verbal. Si para el sereno Fracción el gesto era suficiente, también lo era para Taira.
Atendiendo seguidamente a la pregunta del arrancar ataviado de mayordomo, comentó:
- ¡Oh! Sería para mí un placer degustar cualquier tipo de bebida que el talentoso Folk haya sabido escoger… – mientras lo decía, se rascaba tras el cuello, en señal de humildad y agradecido desconcierto; y tras lo que se apresuró en añadir – Si no es molestia, por supuesto.
Si algo era indudable era que Taira sabía ser políticamente correcto cuando la situación lo requería. A su manera, claro. Sabía que ir de humilde nunca le había hecho daño a nadie; y por otra parte desconocía hasta que punto los integrantes Sexta Sección eran rigurosos con los modales. En consecuencia, más valía prevenir que curar.
Una vez se hallaban ya dispuestos a sentarse a conversar, el Noveno Fracción se dio cuenta de un minúsculo, interesante y, ante todo, inquietante detalle:
Al fondo de la estancia, rodeada de cojines y cubierta por una ligera sábana que no lograba ocultar por completo su desnudez, se hallaba dormitando la Sexta Espada, Okami. En aquella pose, y con un suave ronronear surgiendo de su garganta, la fiera arrancar parecía de todo menos fiera; aunque no por ello dejaba de emitir una leve aunque inquietante aura de respeto a su alrededor. “Verdaderamente, debe de ser todo una bestia en vigilia…” – pensó Taira.
No era miedo lo que le transmitía ya la durmiente arrancar, sino más bien una especie de curiosidad por saber cuán peligrosa podía llegar a ser en sus mejores momentos. Casi estaba deseando que despertara de su dormitar para poder intercambiar, simplemente, una sola mirada. Aquello le bastaría. Un solo segundo le parecía a Taira más que suficiente para que sus ambarinas pupilas se internasen en los famosos ojos bicolor de la loba, para llegar al fondo de su ser y desvelar qué era aquello que la hacía tan terrible…
Mientras tanto, esperaría; dejado sus cavilaciones en lo más oscuro de su ser y mostrando su cara más amable, correcta y modesta. Se sentaría junto a los dos Fracciones de Okami en el lugar por ellos indicado y cuando estos lo ofrecieran. Inmediatamente después, y esperando a que Folk se sentara con el té ya servido y en su punto exacto, como sin duda haría; comenzó a tratar aquel que fuere el tema que le traía a visitar la 6º Sección.
- Bien, pues, esta vez sí, y aunque resulte ya del todo innecesario, permítanme que me presente formalmente. – Hizo una pausa – Mi nombre es Hideyori Taira, y ocupo el puesto de Fracción y dirigente de la 9º Sección. – tras ello, prosiguió con algo menos protocolario, comenzando a internarse en el tema que les incumbía.
- Como sin duda habrá llegado a sus oídos, mi deber como nuevo responsable de la Sección fue remodelarla por completo, creando una entidad en el Amanecer nunca antes vista. – de nuevo, una pausa. – El sistema de localizadores y de seguimiento sin duda nos permitirá establecer un mayor orden y organización en cuanto a misiones se refiere, claro que para ello necesitamos una efectiva comunicación entre las distintas Secciones bajo el mando de Marcus-sama.
De repente se incorporó algo más hacia el frente, acercando su mirada ambarina algo más a los fracciones, como asegurándose de que no se perdían una sola palabra.
- Veréis…entre nosotros…lo cierto es que a veces soy un tanto…a mi manera. – lo dijo alargando las palabras, como pensando cada una de ellas y calibrando el tiempo exacto que merecían para causar la impresión deseada. – No soporto que las cosas no salgan según lo planeado y, por ello, a veces me puedo volver un tantoo…maniático del orden, no sé si me entendéis. – un ligero gesto con la ceja buscaba finalizar aquella parte del mensaje, como haciendo especial énfasis en que lo importante estaba aún por venir:
- Pues bien…el motivo por el que os cuento todo esto es…
Antes de que Folk le ofreciera algo de beber, Taira devolvió la inclinación de cabeza a Chris, dando por cumplido el correspondiente saludo. Era consciente de que muchas veces sobraban las palabras en presentaciones como aquellas, por lo que no se molestó en añadir ninguna clase de saludo verbal. Si para el sereno Fracción el gesto era suficiente, también lo era para Taira.
Atendiendo seguidamente a la pregunta del arrancar ataviado de mayordomo, comentó:
- ¡Oh! Sería para mí un placer degustar cualquier tipo de bebida que el talentoso Folk haya sabido escoger… – mientras lo decía, se rascaba tras el cuello, en señal de humildad y agradecido desconcierto; y tras lo que se apresuró en añadir – Si no es molestia, por supuesto.
Si algo era indudable era que Taira sabía ser políticamente correcto cuando la situación lo requería. A su manera, claro. Sabía que ir de humilde nunca le había hecho daño a nadie; y por otra parte desconocía hasta que punto los integrantes Sexta Sección eran rigurosos con los modales. En consecuencia, más valía prevenir que curar.
Una vez se hallaban ya dispuestos a sentarse a conversar, el Noveno Fracción se dio cuenta de un minúsculo, interesante y, ante todo, inquietante detalle:
Al fondo de la estancia, rodeada de cojines y cubierta por una ligera sábana que no lograba ocultar por completo su desnudez, se hallaba dormitando la Sexta Espada, Okami. En aquella pose, y con un suave ronronear surgiendo de su garganta, la fiera arrancar parecía de todo menos fiera; aunque no por ello dejaba de emitir una leve aunque inquietante aura de respeto a su alrededor. “Verdaderamente, debe de ser todo una bestia en vigilia…” – pensó Taira.
No era miedo lo que le transmitía ya la durmiente arrancar, sino más bien una especie de curiosidad por saber cuán peligrosa podía llegar a ser en sus mejores momentos. Casi estaba deseando que despertara de su dormitar para poder intercambiar, simplemente, una sola mirada. Aquello le bastaría. Un solo segundo le parecía a Taira más que suficiente para que sus ambarinas pupilas se internasen en los famosos ojos bicolor de la loba, para llegar al fondo de su ser y desvelar qué era aquello que la hacía tan terrible…
Mientras tanto, esperaría; dejado sus cavilaciones en lo más oscuro de su ser y mostrando su cara más amable, correcta y modesta. Se sentaría junto a los dos Fracciones de Okami en el lugar por ellos indicado y cuando estos lo ofrecieran. Inmediatamente después, y esperando a que Folk se sentara con el té ya servido y en su punto exacto, como sin duda haría; comenzó a tratar aquel que fuere el tema que le traía a visitar la 6º Sección.
- Bien, pues, esta vez sí, y aunque resulte ya del todo innecesario, permítanme que me presente formalmente. – Hizo una pausa – Mi nombre es Hideyori Taira, y ocupo el puesto de Fracción y dirigente de la 9º Sección. – tras ello, prosiguió con algo menos protocolario, comenzando a internarse en el tema que les incumbía.
- Como sin duda habrá llegado a sus oídos, mi deber como nuevo responsable de la Sección fue remodelarla por completo, creando una entidad en el Amanecer nunca antes vista. – de nuevo, una pausa. – El sistema de localizadores y de seguimiento sin duda nos permitirá establecer un mayor orden y organización en cuanto a misiones se refiere, claro que para ello necesitamos una efectiva comunicación entre las distintas Secciones bajo el mando de Marcus-sama.
De repente se incorporó algo más hacia el frente, acercando su mirada ambarina algo más a los fracciones, como asegurándose de que no se perdían una sola palabra.
- Veréis…entre nosotros…lo cierto es que a veces soy un tanto…a mi manera. – lo dijo alargando las palabras, como pensando cada una de ellas y calibrando el tiempo exacto que merecían para causar la impresión deseada. – No soporto que las cosas no salgan según lo planeado y, por ello, a veces me puedo volver un tantoo…maniático del orden, no sé si me entendéis. – un ligero gesto con la ceja buscaba finalizar aquella parte del mensaje, como haciendo especial énfasis en que lo importante estaba aún por venir:
- Pues bien…el motivo por el que os cuento todo esto es…
Hideyori Taira- Desaparecido
- Post : 574
Edad : 32
Re: Reunión en el cubil
Chris acompañó al correcto mayordomo a dar una cálida bienvenida al invitado. Éste, más correcto de lo que había parecido en alguna ocasión, no aceptó la disculpa de Folk, y alagó su té, que de ser otra persona menos estirada, se hubiese sonrojado. Alguien que sepa apreciar un buen té debe degustar el mejor que estuviese en su despensa, y Folk, en plena sonrisa de satisfacción, trató de responder su comentario.
- Me alagan sus elogios, Hideyori-san. Le aseguro que será el mejor té que haya probado en su vida. - y desde su posición tan estirada, recta y correcta, le dedicó una amplia sonrisa, giró sobre sus talones y se encaminó hacia su pequeña cocina. De uno de los cajones extrajo todo el contenido y destapó el fondo del cajón para descubrir un doble fondo con unas pocas bolsas de té de color negro y con adornos dorados. El procedimiento de preparación fue similar al de siempre, y en su punto lo apartó y lo vertió en dos tazas azules curiosamente adornadas con cisnes de los que el cuello formaba el asa, estilizada y resistente. Con ambas tazas sobre un plato de diseño similar en una mano, y una elegante copa en la otra, se acercó a la mesa donde estaba su eterno compañero en eterno silencio, al que por desgracia para Folk aún no le había arrancado una sola palabra, y el cortés invitado. Colocó ambas tazas en la mesa, y la copa frente a Chris y con un gesto rápido sacó un Burdeos de una cosecha de ocho años antes al año actual. Había oído que era un vino excelente en vida, y no se darán explicaciones de como adquirió esa botella Folk para el exquisito paladar del mosquetero, ni las razones del acto "afectivo". Lo descorchó con maña, sirvió una mínima cantidad y dejó al mosquetero probarlo, para acabar de rellenar la copa tras su aceptación, con una amplia sonrisa. Después volvió la cara hacia Hideyori-san, para saber si el té era de su agrado. Realmente Folk esperaba que los tres tuviesen una agradable charla, disfrutando de una buena bebida. En cuanto Okami se levantase, tendría que preparar el mejor sake, y Alexander ya empezaba a pensar donde lo habría guardado...
Hideyori-san, tras una correctísima presentación, comenzó a explicar el nuevo cometido de su sección sin abundar en detalles, pero dejándolo todo bastante claro. Luego se acercó a ambas fracciones encorvando ligeramente su espalda, a lo que Folk reaccionó entornando los ojos, y prestando aún más atención de la que hasta ahora, si es que eso era posible. Asentía casi a cada palabra. Buenas comunicaciones desde luego eran fundamentales... Y si se iban a encargar de eso, sería de las secciones más importantes del Hueco Mundo. Y sus siguientes palabras sonaban aún mas cercanas, e incluso amenazantes, y Folk las oía con una mirada sombría, como quien trata de leer entre líneas, la cabeza gacha y una sonrisa como si estuviera a medio camino de un gesto macabro y un ademán festivo, como si la muerte misma la hubiese dibujado en su rostro... ¿A su manera? Sonaba divertido, si que era un arrancar tan estrafalario como parecía y eso podía darle mucho juego al refinado mayordomo. Y la palabra "maniático" le hubiese producido varios minutos de carcajadas de no ser porque tenía que guardar las formas... No conocía a nadie más maniático que él mismo...
- ¿Porque quieres que hagamos algo a tu manera? ¿O porque crees que somos un punto clave en velocidad de reacción? - Dijo para completar su frase antes de que la acabase, y lanzar una clara advertencia. - Por que si es la primera, tendrás que convencernos primero a nosotros y luego a Okami-sama, y te aseguro que no va a ser fácil...
- Me alagan sus elogios, Hideyori-san. Le aseguro que será el mejor té que haya probado en su vida. - y desde su posición tan estirada, recta y correcta, le dedicó una amplia sonrisa, giró sobre sus talones y se encaminó hacia su pequeña cocina. De uno de los cajones extrajo todo el contenido y destapó el fondo del cajón para descubrir un doble fondo con unas pocas bolsas de té de color negro y con adornos dorados. El procedimiento de preparación fue similar al de siempre, y en su punto lo apartó y lo vertió en dos tazas azules curiosamente adornadas con cisnes de los que el cuello formaba el asa, estilizada y resistente. Con ambas tazas sobre un plato de diseño similar en una mano, y una elegante copa en la otra, se acercó a la mesa donde estaba su eterno compañero en eterno silencio, al que por desgracia para Folk aún no le había arrancado una sola palabra, y el cortés invitado. Colocó ambas tazas en la mesa, y la copa frente a Chris y con un gesto rápido sacó un Burdeos de una cosecha de ocho años antes al año actual. Había oído que era un vino excelente en vida, y no se darán explicaciones de como adquirió esa botella Folk para el exquisito paladar del mosquetero, ni las razones del acto "afectivo". Lo descorchó con maña, sirvió una mínima cantidad y dejó al mosquetero probarlo, para acabar de rellenar la copa tras su aceptación, con una amplia sonrisa. Después volvió la cara hacia Hideyori-san, para saber si el té era de su agrado. Realmente Folk esperaba que los tres tuviesen una agradable charla, disfrutando de una buena bebida. En cuanto Okami se levantase, tendría que preparar el mejor sake, y Alexander ya empezaba a pensar donde lo habría guardado...
Hideyori-san, tras una correctísima presentación, comenzó a explicar el nuevo cometido de su sección sin abundar en detalles, pero dejándolo todo bastante claro. Luego se acercó a ambas fracciones encorvando ligeramente su espalda, a lo que Folk reaccionó entornando los ojos, y prestando aún más atención de la que hasta ahora, si es que eso era posible. Asentía casi a cada palabra. Buenas comunicaciones desde luego eran fundamentales... Y si se iban a encargar de eso, sería de las secciones más importantes del Hueco Mundo. Y sus siguientes palabras sonaban aún mas cercanas, e incluso amenazantes, y Folk las oía con una mirada sombría, como quien trata de leer entre líneas, la cabeza gacha y una sonrisa como si estuviera a medio camino de un gesto macabro y un ademán festivo, como si la muerte misma la hubiese dibujado en su rostro... ¿A su manera? Sonaba divertido, si que era un arrancar tan estrafalario como parecía y eso podía darle mucho juego al refinado mayordomo. Y la palabra "maniático" le hubiese producido varios minutos de carcajadas de no ser porque tenía que guardar las formas... No conocía a nadie más maniático que él mismo...
- ¿Porque quieres que hagamos algo a tu manera? ¿O porque crees que somos un punto clave en velocidad de reacción? - Dijo para completar su frase antes de que la acabase, y lanzar una clara advertencia. - Por que si es la primera, tendrás que convencernos primero a nosotros y luego a Okami-sama, y te aseguro que no va a ser fácil...
Alexander Folk- Desaparecido
- Post : 262
Edad : 35
Re: Reunión en el cubil
Una persona normal se hubiera deleitado con el aroma del Burdeos elegido personalmente por una persona con tan buen gusto como Folk, un paladar exquisito habría disfrutado desde la primera gota del néctar color cárdeno hasta la última. Sobra decir que Chris Renoir ni era alguien normal, ni por asomo una persona, ahora que caigo en las palabras que acabo de utilizar. Por ello sus ojos verdes se reflejaban en el oscuro caldo sin expresar emoción alguna, como siempre. Tampoco lo habían hecho antes, cuando el invitado se presentó ante Folk y el mismo Renoir (el mosquetero conocía de sobra a sus semejantes como para además necesitar información no extra, no, sino redundante). La cosa comenzó a cambiar cuando el ya mencionado Taira desplegó ante los ojos de las silenciosas fracciones algo más de información. La idea de los intercomunicadores, debía reconocer el antigua asesino francés, había sido un acierto por parte de la fracción de la Novena, pero, sinceramente, para él no es que fuera una cuestión de vida o muerte, despegaba en tan contadas ocasiones los labios que el hecho de tener que hacerlo suponía un esfuerzo titánico, casi hercúleo para él hermético Renoir. Al terminar de concretar ese asunto, decidió continuar a la escucha, aparentemente distraído en sus propios asuntos, que venía a ser el vino o la pared. Solo movió sus ojos sobrenaturales cuando el recién llegado se acercó un poco más a ellos. No le gustaba aquella cercanía en realidad, pero lo disimuló, como acostumbraba a hacer cuando algo no era de su agrado. A fin de cuentas Taira estaba algo más cerca de Folk (infinitamente más mañoso que su compañero en esos asuntos) él sería el que se encargaría de los temas burocráticos y sociales, gracias al Cielo, por otro lado. Chris habría tenido una vida distinta sino contase con su incondicional compañero.
Las siguientes revelaciones (algo ambiguas si se me permite el derecho de categorizarlas de algún modo) dieron lugar a varias reacciones. Pasando por alto el hastío de un inadaptado social como Chris prefiero quedarme con las de Folk y explicaros que se le pasó entonces al mosquetero por la cabeza. El mayordomo, ante todo y como se esperaba de alguien como él, mantuvo las formas, pero luego dejó que su lengua de víbora (algo de eso había en él, no quiero engañaros) hiciera el resto. De un modo elegante, no podía ser de otro forma, abría varias posibilidades y a su vez dejó caer que aquella sección no era títere de nadie (pensar que la señora Okami había abierto al ahora intacto mayordomo en canal hubiera sido suficiente para que el señor Taira alejase esa idea de su mente) En este caso, y no era la primera vez que ocurría algo semejante, el mosquetero (curioso apodo) estaba de acuerdo con su compañero. La sexta sección no era conocida precisamente por hacer las cosas a la manera de los demás. Pensar en conseguir algo semejante era tenerse en gran estima. Chris apuntó en su mente que la fracción del Noveno Escuadrón tenía un alto punto de vista de sí mismo y asintió con una cabezada a las palabras de Folk. En eso momento sus ojos regresaron a la hermosa ambrosía que descansaba en la copa y le hizo un gesto al recién llegado para que continuase con aquello. Una información sesgada no dejaba de ser simplemente eso, unos datos que no terminaban de tener sentido hasta que no fuera expuestos en su totalidad.
Pero Chris era un hombre intuitivo, sus ojos además de convertirse en obsesión para más de una fémina (y no es por presumir, no es esa mi intención, ni mucho menos) eran unos buenos faros, no solo alumbraban a su alrededor, sino que también eran capaces de sacar una mayor información que otros ojos más inexpertos o menos acostumbrados. Normalmente quien posee los cinco sentidos intactos suele tener uno ligeramente más desarrollado que otro, en el caso de Chris se había acostumbrado a tener cuatro, su potencial había tenido que dividirse. De ahí que fuera rápido y letal. Aunque ahora más bien debía mostrarse cauto, a la espera de las palabras de Taira. Había algo que no le daba buena espina.
Las siguientes revelaciones (algo ambiguas si se me permite el derecho de categorizarlas de algún modo) dieron lugar a varias reacciones. Pasando por alto el hastío de un inadaptado social como Chris prefiero quedarme con las de Folk y explicaros que se le pasó entonces al mosquetero por la cabeza. El mayordomo, ante todo y como se esperaba de alguien como él, mantuvo las formas, pero luego dejó que su lengua de víbora (algo de eso había en él, no quiero engañaros) hiciera el resto. De un modo elegante, no podía ser de otro forma, abría varias posibilidades y a su vez dejó caer que aquella sección no era títere de nadie (pensar que la señora Okami había abierto al ahora intacto mayordomo en canal hubiera sido suficiente para que el señor Taira alejase esa idea de su mente) En este caso, y no era la primera vez que ocurría algo semejante, el mosquetero (curioso apodo) estaba de acuerdo con su compañero. La sexta sección no era conocida precisamente por hacer las cosas a la manera de los demás. Pensar en conseguir algo semejante era tenerse en gran estima. Chris apuntó en su mente que la fracción del Noveno Escuadrón tenía un alto punto de vista de sí mismo y asintió con una cabezada a las palabras de Folk. En eso momento sus ojos regresaron a la hermosa ambrosía que descansaba en la copa y le hizo un gesto al recién llegado para que continuase con aquello. Una información sesgada no dejaba de ser simplemente eso, unos datos que no terminaban de tener sentido hasta que no fuera expuestos en su totalidad.
Pero Chris era un hombre intuitivo, sus ojos además de convertirse en obsesión para más de una fémina (y no es por presumir, no es esa mi intención, ni mucho menos) eran unos buenos faros, no solo alumbraban a su alrededor, sino que también eran capaces de sacar una mayor información que otros ojos más inexpertos o menos acostumbrados. Normalmente quien posee los cinco sentidos intactos suele tener uno ligeramente más desarrollado que otro, en el caso de Chris se había acostumbrado a tener cuatro, su potencial había tenido que dividirse. De ahí que fuera rápido y letal. Aunque ahora más bien debía mostrarse cauto, a la espera de las palabras de Taira. Había algo que no le daba buena espina.
Chris Renoir- Post : 144
Edad : 40
Re: Reunión en el cubil
El lento resonar de mis pasos bien cincelados armonizaban con el sonido del eco que provocaba el desértico pasillo. Mientras caminaba, lo único que podía orientarme era el sonido de mi caminar, mi intuición, y mi agudeza espiritual. No obstante, a pesar de ser un jóven invidente de pelo grisáceo, mi complexión atlética y mi altura imponían si no fuera por esa horrible venda que sellaba mis orbes vacíos.
No me resultaba muy difícil adivinar dónde me encontraba. Posiblemente, estuviera surcando uno de los angostos pasillos que circundaban las entrañas de la sexta sección, mi sección. Acababa de ser admitido en Hueco Mundo y fue destinado a este distrito. Bueno...No nos engañemos. Ciertamente la mera presencia de la Sexta Espada hizo que me decantara absolutamente por este escuadrón.
El caso es, que un par de tipejos de reiatsu increíblemente poderoso me habían "aconsejado" amablemente que me presentara ante el resto de compañeros en general, y frente a la líder de la sección en particular.
- "Una auténtica molestia, sin duda alguna"-- Pensé.
Por lo general, solía ser un muchacho bromista, sin respeto alguno, travieso, y algo cruel. Es por eso que por mi cabeza rondaba constantemente el pensamiento de qué actitud tomar cuando cruzara por la puerta del cubil. Como siempre, mis dudas fueron despejadas al instante. No había nada más placentero que mostrarse con naturalidad y como realmente uno es, aunque ello significara una mala impresión general desde el principio.
Como no tenía muchas ganas de seguir haciendo el indio por los pasillos, decidí acelerar el ritmo de zancada. Quería llegar cuanto antes, presentarme, caerles mal, y después marcharme por donde había venido, a ser posible, haciendo que los presentes me recordaran cada vez que me vieran, como el Arrancar que iba a conquistar Hueco Mundo. Un sueño ambicioso, no cabía duda....y temerario sobre todo para un Arrancar recién alistado por Las Noches.
No hubieron pasado ni tres minutos, cuando cuatro reiatsus, uno apacible, como somnoliento, y tres activos, me alertaron al cruzarse por la derecha, perpendicularmente con el mío. Eso me indicaba que en esa dirección, se debía encotrar el cubil, y en su interior, el grupo de personas a las que iba a tener que deleitar con mis encantos. Lo primero que hice, fue arrimar la oreja a la rendija de la puerta. Al ser ciego, mis otros cuatro sentidos estaban mucho más agudizados, es por eso que mi fino oído fue capaz de captar ciertos retazos de la plática que estaba teniendo lugar en su interior:
- - Veréis…entre nosotros…lo cierto es que a veces soy un tanto…a mi manera. – Dijo una voz. A continuación añadió: – No soporto que las cosas no salgan según lo planeado y, por ello, a veces me puedo volver un tantoo…maniático del orden, no sé si me entendéis.- Finalmente, tras una segunda pausa, la misma persona empezó a comentar lo siguiente: - Pues bien…el motivo por el que os cuento todo esto es…
Hasta que abrí la puerta de golpe, con la traviesa intención de provocar algún sobresalto entre los presentes. Eran tres Arrancar, que al juzgar por sus energías espirituales, debían ostentar el cargo de fracciones. Es por eso que dudo que les haya causado el más mínimo azoramiento en sus cuerpos, pero siempre me cabe el beneficio de la duda que mis queridos ojos me proporcionan.
Como considero la situación un tanto incómoda al haber interrumpido de tal manera la charleta del individuo que, a juzgar por lo poco que había oído de él y por la diferencia en su reiatsu la cual a mis ojos vacíos no podía engañar, seguramente ese individuo no fuera de la Sexta Sección. De los otros dos cuerpos no tenía información alguna. Por el contrario, del cuerpo que yacía al fondo, que respiraba con regularidad, como dormitando, no me cabía duda alguna de su procedencia. Se trataba de la Sexta Espada, ya la había "presentido" antes, cuando quise alistarme en este escuadrón nada más percatarme de su sexualidad salvaje, simplemente, con percibirla.
Como decía, la incredulidad y el silencio incómodos reinaba en la sala. Por eso, sonreí con la más enigmática y socarrona de mis sonrisas, e hice una pomposa y exagerada reverencia carente de sentido a los presentes, mientras dirigí mi rostro vendado hacia la persona a la cual había interrumpido:
- Hermano, la última persona que dijo eso de: Soy un tanto a mi manera, me pidió una cita. Y era un hombre. Ahí lo dejo.
Tras parar durante unos segundos para que la impresión de mi particular estilo y forma de ser calara en los aquí presentes, me eché a reir exageradamente, golpeándome el muslo repetidas veces. Luego, olfateé el ambiente, pues un olor dulzón procedente del jugoso nectar de Dioniso, alertó mi sentido olfativo. Por eso, miré a las otras dos figuras, las cuales relacioné sin preguntar con miembros de mi escuadrón, aunque carecía de datos empíricos para saberlo.
El vino es un manjar que sólo unos pocos privilegiados deberían tomar. Antigüamente sólo los reyes y nobles lo hacían, o en su defecto los monjes en vísperas. Si no sois ni reyes ni nobles...¿ Qué sois realmente, curas?
Mi lengua afilada y viperina se desató por sí sola. En ningún momento planteaba ofenderles, pero si me gusta conocer a mis compañeros, y la primera impresión que recibieran respecto a mis burlas, me darían muchos datos para el futuro. Al ver que no se decidían a ofrecerme la copa opté por servirmela yo mismo, sin preguntar y sin nada. Por el camino tiré un par de trastos, quién sabe si accidentalmente (dada mi ceguera) o intencionadamente (dado mi complejo travieso.) intentando despertar a la Sexta Espada.
Finalmente me hice con la botella y en vez de coger una copa, bebí ávidamente a morro, como si de un borracho se tratara, después de saciar mi estómago, eructé y me limpié los labios con la manga.
Sin decir nada más, ni tan siquiera presentarme, miré a mis compañeros Arrancar con una sonrisa semi-maligna.
[Off: Perdonad mis malos modos, pero mi pj es así, espero que sepan perdonarme.]
No me resultaba muy difícil adivinar dónde me encontraba. Posiblemente, estuviera surcando uno de los angostos pasillos que circundaban las entrañas de la sexta sección, mi sección. Acababa de ser admitido en Hueco Mundo y fue destinado a este distrito. Bueno...No nos engañemos. Ciertamente la mera presencia de la Sexta Espada hizo que me decantara absolutamente por este escuadrón.
El caso es, que un par de tipejos de reiatsu increíblemente poderoso me habían "aconsejado" amablemente que me presentara ante el resto de compañeros en general, y frente a la líder de la sección en particular.
- "Una auténtica molestia, sin duda alguna"-- Pensé.
Por lo general, solía ser un muchacho bromista, sin respeto alguno, travieso, y algo cruel. Es por eso que por mi cabeza rondaba constantemente el pensamiento de qué actitud tomar cuando cruzara por la puerta del cubil. Como siempre, mis dudas fueron despejadas al instante. No había nada más placentero que mostrarse con naturalidad y como realmente uno es, aunque ello significara una mala impresión general desde el principio.
Como no tenía muchas ganas de seguir haciendo el indio por los pasillos, decidí acelerar el ritmo de zancada. Quería llegar cuanto antes, presentarme, caerles mal, y después marcharme por donde había venido, a ser posible, haciendo que los presentes me recordaran cada vez que me vieran, como el Arrancar que iba a conquistar Hueco Mundo. Un sueño ambicioso, no cabía duda....y temerario sobre todo para un Arrancar recién alistado por Las Noches.
No hubieron pasado ni tres minutos, cuando cuatro reiatsus, uno apacible, como somnoliento, y tres activos, me alertaron al cruzarse por la derecha, perpendicularmente con el mío. Eso me indicaba que en esa dirección, se debía encotrar el cubil, y en su interior, el grupo de personas a las que iba a tener que deleitar con mis encantos. Lo primero que hice, fue arrimar la oreja a la rendija de la puerta. Al ser ciego, mis otros cuatro sentidos estaban mucho más agudizados, es por eso que mi fino oído fue capaz de captar ciertos retazos de la plática que estaba teniendo lugar en su interior:
- - Veréis…entre nosotros…lo cierto es que a veces soy un tanto…a mi manera. – Dijo una voz. A continuación añadió: – No soporto que las cosas no salgan según lo planeado y, por ello, a veces me puedo volver un tantoo…maniático del orden, no sé si me entendéis.- Finalmente, tras una segunda pausa, la misma persona empezó a comentar lo siguiente: - Pues bien…el motivo por el que os cuento todo esto es…
Hasta que abrí la puerta de golpe, con la traviesa intención de provocar algún sobresalto entre los presentes. Eran tres Arrancar, que al juzgar por sus energías espirituales, debían ostentar el cargo de fracciones. Es por eso que dudo que les haya causado el más mínimo azoramiento en sus cuerpos, pero siempre me cabe el beneficio de la duda que mis queridos ojos me proporcionan.
Como considero la situación un tanto incómoda al haber interrumpido de tal manera la charleta del individuo que, a juzgar por lo poco que había oído de él y por la diferencia en su reiatsu la cual a mis ojos vacíos no podía engañar, seguramente ese individuo no fuera de la Sexta Sección. De los otros dos cuerpos no tenía información alguna. Por el contrario, del cuerpo que yacía al fondo, que respiraba con regularidad, como dormitando, no me cabía duda alguna de su procedencia. Se trataba de la Sexta Espada, ya la había "presentido" antes, cuando quise alistarme en este escuadrón nada más percatarme de su sexualidad salvaje, simplemente, con percibirla.
Como decía, la incredulidad y el silencio incómodos reinaba en la sala. Por eso, sonreí con la más enigmática y socarrona de mis sonrisas, e hice una pomposa y exagerada reverencia carente de sentido a los presentes, mientras dirigí mi rostro vendado hacia la persona a la cual había interrumpido:
- Hermano, la última persona que dijo eso de: Soy un tanto a mi manera, me pidió una cita. Y era un hombre. Ahí lo dejo.
Tras parar durante unos segundos para que la impresión de mi particular estilo y forma de ser calara en los aquí presentes, me eché a reir exageradamente, golpeándome el muslo repetidas veces. Luego, olfateé el ambiente, pues un olor dulzón procedente del jugoso nectar de Dioniso, alertó mi sentido olfativo. Por eso, miré a las otras dos figuras, las cuales relacioné sin preguntar con miembros de mi escuadrón, aunque carecía de datos empíricos para saberlo.
El vino es un manjar que sólo unos pocos privilegiados deberían tomar. Antigüamente sólo los reyes y nobles lo hacían, o en su defecto los monjes en vísperas. Si no sois ni reyes ni nobles...¿ Qué sois realmente, curas?
Mi lengua afilada y viperina se desató por sí sola. En ningún momento planteaba ofenderles, pero si me gusta conocer a mis compañeros, y la primera impresión que recibieran respecto a mis burlas, me darían muchos datos para el futuro. Al ver que no se decidían a ofrecerme la copa opté por servirmela yo mismo, sin preguntar y sin nada. Por el camino tiré un par de trastos, quién sabe si accidentalmente (dada mi ceguera) o intencionadamente (dado mi complejo travieso.) intentando despertar a la Sexta Espada.
Finalmente me hice con la botella y en vez de coger una copa, bebí ávidamente a morro, como si de un borracho se tratara, después de saciar mi estómago, eructé y me limpié los labios con la manga.
Sin decir nada más, ni tan siquiera presentarme, miré a mis compañeros Arrancar con una sonrisa semi-maligna.
[Off: Perdonad mis malos modos, pero mi pj es así, espero que sepan perdonarme.]
EizaN- Post : 26
Edad : 32
Re: Reunión en el cubil
Tras la advertencia a sus fracciones, la salvaje espada se había quedado dormida debajo de una gran manta de pelo blanco hecha un ovillo sobre uno de los puff de la misma textura. Aquel calor innato que manaba (la temperatura corporal de la arrancar estaba siempre a un par de grados por encima de la normal) pasaba a las telas haciéndolas tomar una calidez parecida a la que tendría un animal sumiéndola en un sueño profundo y reparador. Se había llevado un par de días en aquel estado, tenía que recuperarse del enfado que había sentido relajando su mente en una especie de ibernación profunda en la sala de reuniones, y primera habitación de su sección.
Sin embargo, sin saberlo, el segundo día de su descanso sería interrumpido de una manera la mar de molesta. Un leve ronroneo, que a veces parecía acercarse preligrosamente a un gruñido, se escuchaba en la habitación desde que Taira pusiera un pie en su cubil. Aunque estuviera dormida, o al menos eso parecía aparentar, sus percepción del reiatsu ajeno no parecía descansar nunca y aquel sonido era una prueba de ello. Sin embargo, las tres fracciones parecieron respetar el sueño de la espada teniendo una conversación en voz baja, sin embargo aquella paz relativa no duraría mucho.
El gruñido de la espada se hizo más patente en cuanto Eizan entró en la habitación abriendo la puerta de golpe. Tal vez ni Taira ni Eizan se percataran del gruñido ya que la voz del arrogante arrancar amortiguaba su sonido, pero estaba segura de que sus fracciones, testigos del temperamento de la salvaje espada, estarían atentos a sus reacciones ante las voces del joven hollow.
Se removió levemente bajo la manta gruñendo cada vez más fuerte hasta que, con el segundo trasto que caía, desapareció de debajo de la manta para coger a Eizan por el cuello estampando su cuerpo contra el suelo,al tiempo que dejaba escapar gran parte de su reiatsu de manera bestial y amenazante durante unos instantes, presionando tan fieramente su tráquea con sus dedos que casi le había cortado la respiración de golpe. Además clavando amenazantemente las uñas en su piel que empezó a notar como sangraba bajo sus dedos aunque los cortes eran simplemente superficiales. Una de sus piernas estaba flexionada colocando la rodilla sobre uno de sus brazos anclándolo al suelo y el pie de la otra pierna sobre el antebrazo del otro rompiendo de un golpe tanto cúbito como radio del joven arrancar. La mano libre elevada por encima de su cabeza inclinada hacia delante con una mirada tan fiera que parecía desear arrancarle el corazón de cuajo y devorarlo en el acto.
Sin embargo, su mano, que seguramente habría acabado con la vida de aquel joven arrancar en un suspiro, no descendió sobre su presa. Un gruñido que aumentaba mientras mostraba sus dientes a su invidente presa pero que los demás podrían ver perfectamente se separaron para dejar salir un sonido profunda y amenazante que parecía salir del interior de una criatura muchas veces mayor de la fibrosa arrancar. Olisqueó el aire alguna que otra vez y encogió la nariz llegándole el aroma a vino tinto de la boca de aquel ser que yacía bajo ella. Soltó un gruñido más profundo y acercó la cabeza a la del muchacho abriendo la boca dejando que aunque tuviera los ojos vendados, supiera perfectamente la escasa distancia que había. Quería que aquel insignificante arrancar supiera que si seguía respirando, era porque ella se lo permitía. Sin embargo, lejos de ser benevolente con el joven y recién nacido cachorro por un instante pareció que fuera a arrancar su rostro de un mordisco aunque se quedó solo en el amago deseando ver como reaccionaba ya que si quería entrar en aquella sección tendría que atenerse a una serie de normas y Okami no era conocida por su benevolencia. Su cuerpo desnudo de piel tersa sobre sus fibrosos músculos era una perfecta máquina que tenía bien engrasados todos los engranajes. Su espalda mostraba señales de viejas heridas cicatrizadas ya sobre si piel libre de cualquier capa como Dios, y Marcus después, la trajo a Hueco Mundo, haciendo que mudase su pelaje para mostrar aquella cubierta tersa y humana.
-Insultas a mi manada y te pavoneas por mi cubil como si fuera tuyo... -se detuvo un momento gruñendo más fuertemente volviendo a inclinarse sobre él dejando que notara la presión propia aumentando un poco más la presión de su reiatsu. -Dame una buena razón para que no te devore ahora mismo...
En el momento en el que había pronunciado esas palabras dedicó una mirada de reojo a Taira que se encontraba en la habitación también. Su ojo azul cielo se clavó en el arrancar como un lobo que espera que su presa haga un movimiento en falso para saltar encima y acabar con su vida. Puede que aquellas palabras también fueran dirigidas a la fracción. O tal vez no...
Sin embargo, sin saberlo, el segundo día de su descanso sería interrumpido de una manera la mar de molesta. Un leve ronroneo, que a veces parecía acercarse preligrosamente a un gruñido, se escuchaba en la habitación desde que Taira pusiera un pie en su cubil. Aunque estuviera dormida, o al menos eso parecía aparentar, sus percepción del reiatsu ajeno no parecía descansar nunca y aquel sonido era una prueba de ello. Sin embargo, las tres fracciones parecieron respetar el sueño de la espada teniendo una conversación en voz baja, sin embargo aquella paz relativa no duraría mucho.
El gruñido de la espada se hizo más patente en cuanto Eizan entró en la habitación abriendo la puerta de golpe. Tal vez ni Taira ni Eizan se percataran del gruñido ya que la voz del arrogante arrancar amortiguaba su sonido, pero estaba segura de que sus fracciones, testigos del temperamento de la salvaje espada, estarían atentos a sus reacciones ante las voces del joven hollow.
Se removió levemente bajo la manta gruñendo cada vez más fuerte hasta que, con el segundo trasto que caía, desapareció de debajo de la manta para coger a Eizan por el cuello estampando su cuerpo contra el suelo,al tiempo que dejaba escapar gran parte de su reiatsu de manera bestial y amenazante durante unos instantes, presionando tan fieramente su tráquea con sus dedos que casi le había cortado la respiración de golpe. Además clavando amenazantemente las uñas en su piel que empezó a notar como sangraba bajo sus dedos aunque los cortes eran simplemente superficiales. Una de sus piernas estaba flexionada colocando la rodilla sobre uno de sus brazos anclándolo al suelo y el pie de la otra pierna sobre el antebrazo del otro rompiendo de un golpe tanto cúbito como radio del joven arrancar. La mano libre elevada por encima de su cabeza inclinada hacia delante con una mirada tan fiera que parecía desear arrancarle el corazón de cuajo y devorarlo en el acto.
Sin embargo, su mano, que seguramente habría acabado con la vida de aquel joven arrancar en un suspiro, no descendió sobre su presa. Un gruñido que aumentaba mientras mostraba sus dientes a su invidente presa pero que los demás podrían ver perfectamente se separaron para dejar salir un sonido profunda y amenazante que parecía salir del interior de una criatura muchas veces mayor de la fibrosa arrancar. Olisqueó el aire alguna que otra vez y encogió la nariz llegándole el aroma a vino tinto de la boca de aquel ser que yacía bajo ella. Soltó un gruñido más profundo y acercó la cabeza a la del muchacho abriendo la boca dejando que aunque tuviera los ojos vendados, supiera perfectamente la escasa distancia que había. Quería que aquel insignificante arrancar supiera que si seguía respirando, era porque ella se lo permitía. Sin embargo, lejos de ser benevolente con el joven y recién nacido cachorro por un instante pareció que fuera a arrancar su rostro de un mordisco aunque se quedó solo en el amago deseando ver como reaccionaba ya que si quería entrar en aquella sección tendría que atenerse a una serie de normas y Okami no era conocida por su benevolencia. Su cuerpo desnudo de piel tersa sobre sus fibrosos músculos era una perfecta máquina que tenía bien engrasados todos los engranajes. Su espalda mostraba señales de viejas heridas cicatrizadas ya sobre si piel libre de cualquier capa como Dios, y Marcus después, la trajo a Hueco Mundo, haciendo que mudase su pelaje para mostrar aquella cubierta tersa y humana.
-Insultas a mi manada y te pavoneas por mi cubil como si fuera tuyo... -se detuvo un momento gruñendo más fuertemente volviendo a inclinarse sobre él dejando que notara la presión propia aumentando un poco más la presión de su reiatsu. -Dame una buena razón para que no te devore ahora mismo...
En el momento en el que había pronunciado esas palabras dedicó una mirada de reojo a Taira que se encontraba en la habitación también. Su ojo azul cielo se clavó en el arrancar como un lobo que espera que su presa haga un movimiento en falso para saltar encima y acabar con su vida. Puede que aquellas palabras también fueran dirigidas a la fracción. O tal vez no...
Última edición por Okami el Jue Nov 11, 2010 11:19 am, editado 1 vez
Okami- Arrancar Lujuria
- Post : 609
Edad : 39
Re: Reunión en el cubil
La súbita reacción de la Sexta Espada no se hizo esperar, dando muestras de su impactante poder y amenazando con crueldad a su subordinado. Su cuerpo, desnudo y cultivado en el arte de la caza, yacía imponente sobre el del recién llegado arrancar, inmovilizándole y permitiendo a la Espada deleitarse con sus siempre desmesurados castigos.
Así, y tras haberle dedicado unas palabras amenazantes al objeto de sus “reproches”, Okami entornó la mirada lo suficiente para enfocar los ojos ambarinos de Taira: aquellos ojos negros e incisivos, reflejo del alma indescifrable y corrupta de su portador.
El cruce de miradas duró apenas unos segundos, durante los cuales la tensión pareció dispararse, dando inevitable comienzo al más macabro e impredecible de los acontecimientos…:
Lo que seguidamente aconteció apenas se dilataría unas décimas de segundo en el tiempo, no dando tiempo ni lugar a ninguno de los allí presentes a reaccionar, ni tan siquiera darse cuenta de lo acontecido…
La imagen de un Taira tentado por la desafiante mirada de Okami desaparecería de la vista de los allí presentes, vía Sonido, apareciendo al instante junto a esta y Eizan, y descargando con toda su fuerza un potente golpe con el dorso de la mano, sobre el rostro de la Espada. Impulsada por semejante poder, la lupina arrancar volaría contados metros, estampándose contra la bañera de mármol al fondo de la estancia y quedando aturdida por unos instantes.
Nuestro protagonista, por su parte, proseguiría un movimiento que nunca dejó de ser continuo y difícilmente previsible, pateando el cuerpo de Eizan en un costado, y lanzándolo así por los aires, en dirección a la pared más cercana. No había siquiera descendido medio metro el cuerpo del desdichado arrancar, que vio su cabeza agarrada por la mano derecha del Hideyori, y estampada terriblemente en el interior de la antes mencionada pared. Del cráter formado comenzó a manar sangre en cantidades considerables, y quedó el arrancar de la 6º Sección incrustado en el maciza superficie de piedra blanca.
A continuación, y como movimiento final, Taira se materializó con el suelo, descendiendo su cuerpo hasta quedar sólo visible su brazo derecho. Así, y con la correspondiente mano, agarró tenazmente el tobillo derecho de Eizan, y tiró de él hasta hacer que el arrancar quedase hundido en el suelo hasta la cintura, de tal manera que su otra pierna, que no había logrado atravesar el piso, quedó quebrada en un posición imposible, casi vertical, expidiendo incesantes chorros de sangre por toda la estancia.
Tras ello, Taira volvería a alzarse hasta posar su pies sobre el suelo marmóreo de la Sexta Sección y, teniendo ahora al irreverente arrancar literalmente hundido y moribundo, le desdeñó con crueldad y desprecio:
- Aprende cuál es tu lugar, escoria.
Y se giró, dando la espalda a los allí presentes y emprendiendo de nuevo su camino hacia sus dominios en la 9º Sección.
Todo esto, como habíamos comentado anteriormente, apenas si duraría unos ínfimos instantes, siendo del todo inevitable y eminentemente imperceptible. Porque era un sueño…
Sólo era esta una de las cientos de ideas que se le pasaron a Taira por la cabeza, como en un chispazo, mientras que duró el contacto visual con la 6º Espada. Si fue fruto de la contagiosa e iracunda naturaleza de Okami, o de la más tenebrosa de las facetas de Taira, eso nunca lo sabríamos. El caso es que aquel breve, aunque intenso, intercambio de miradas entre sus pupilas ambarinas y los celestes orbes lupinos de la arrancar; había despertado algo en el más animal de sus instintos.
Y no malentienda el lector, que no nos referimos con ello a la más baja de las inclinaciones naturales (si bien los lascivos ojos del Fracción ya habían dado debida cuenta de las indelebles curvas de Okami); sino a aquel instinto asesino, voraz e irracional que, adormecido en el interior del alma del Hideyori, se manifestaba debidamente cuando la llamada de la sangre se hacía lo suficientemente fuerte, lo suficientemente necesaria...
Y con aquella vorágine de los pecados danzante en los pensamientos de Taira; el Hideyori se limitaría a esbozar una agradable, aunque inevitablemente misteriosa sonrisa. Poco pudiera haber hecho en caso de querer mostrarse llano y sin verdades ocultas; pues su propia naturaleza le daba siempre aquella visión oscura y traicionera, de dobles intenciones y moral aleatoria, y que le alejaban de dar al exterior una apariencia mínimamente tranquilizadora.
Así pues, y acentuando aquella amigable, casi servicial sonrisa tan impropia suya; realizó una breve inclinación de cabeza, al tiempo que comentaba con un tono de voz extrañamente agradable:
- Buenas noches, Okami-sama. Mi nombre es Hideyori Taira, Noveno Fracción, y es un placer para mí encontrarme ante su presencia…
Y devolvió la cabeza a su posición original. Pero cuando lo hizo, no encontraría Okami aquella misma mirada simpática y luminosa, sino la verdadera faceta de Taira:
Su media sonrisa habitual se dibujaba lentamente en su rostro, mientras sus pupilas ambarinas recobraban aquella mirada incisiva, punzante, misteriosa…
Así, y tras haberle dedicado unas palabras amenazantes al objeto de sus “reproches”, Okami entornó la mirada lo suficiente para enfocar los ojos ambarinos de Taira: aquellos ojos negros e incisivos, reflejo del alma indescifrable y corrupta de su portador.
El cruce de miradas duró apenas unos segundos, durante los cuales la tensión pareció dispararse, dando inevitable comienzo al más macabro e impredecible de los acontecimientos…:
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Lo que seguidamente aconteció apenas se dilataría unas décimas de segundo en el tiempo, no dando tiempo ni lugar a ninguno de los allí presentes a reaccionar, ni tan siquiera darse cuenta de lo acontecido…
La imagen de un Taira tentado por la desafiante mirada de Okami desaparecería de la vista de los allí presentes, vía Sonido, apareciendo al instante junto a esta y Eizan, y descargando con toda su fuerza un potente golpe con el dorso de la mano, sobre el rostro de la Espada. Impulsada por semejante poder, la lupina arrancar volaría contados metros, estampándose contra la bañera de mármol al fondo de la estancia y quedando aturdida por unos instantes.
Nuestro protagonista, por su parte, proseguiría un movimiento que nunca dejó de ser continuo y difícilmente previsible, pateando el cuerpo de Eizan en un costado, y lanzándolo así por los aires, en dirección a la pared más cercana. No había siquiera descendido medio metro el cuerpo del desdichado arrancar, que vio su cabeza agarrada por la mano derecha del Hideyori, y estampada terriblemente en el interior de la antes mencionada pared. Del cráter formado comenzó a manar sangre en cantidades considerables, y quedó el arrancar de la 6º Sección incrustado en el maciza superficie de piedra blanca.
A continuación, y como movimiento final, Taira se materializó con el suelo, descendiendo su cuerpo hasta quedar sólo visible su brazo derecho. Así, y con la correspondiente mano, agarró tenazmente el tobillo derecho de Eizan, y tiró de él hasta hacer que el arrancar quedase hundido en el suelo hasta la cintura, de tal manera que su otra pierna, que no había logrado atravesar el piso, quedó quebrada en un posición imposible, casi vertical, expidiendo incesantes chorros de sangre por toda la estancia.
Tras ello, Taira volvería a alzarse hasta posar su pies sobre el suelo marmóreo de la Sexta Sección y, teniendo ahora al irreverente arrancar literalmente hundido y moribundo, le desdeñó con crueldad y desprecio:
- Aprende cuál es tu lugar, escoria.
Y se giró, dando la espalda a los allí presentes y emprendiendo de nuevo su camino hacia sus dominios en la 9º Sección.
*********
Todo esto, como habíamos comentado anteriormente, apenas si duraría unos ínfimos instantes, siendo del todo inevitable y eminentemente imperceptible. Porque era un sueño…
Sólo era esta una de las cientos de ideas que se le pasaron a Taira por la cabeza, como en un chispazo, mientras que duró el contacto visual con la 6º Espada. Si fue fruto de la contagiosa e iracunda naturaleza de Okami, o de la más tenebrosa de las facetas de Taira, eso nunca lo sabríamos. El caso es que aquel breve, aunque intenso, intercambio de miradas entre sus pupilas ambarinas y los celestes orbes lupinos de la arrancar; había despertado algo en el más animal de sus instintos.
Y no malentienda el lector, que no nos referimos con ello a la más baja de las inclinaciones naturales (si bien los lascivos ojos del Fracción ya habían dado debida cuenta de las indelebles curvas de Okami); sino a aquel instinto asesino, voraz e irracional que, adormecido en el interior del alma del Hideyori, se manifestaba debidamente cuando la llamada de la sangre se hacía lo suficientemente fuerte, lo suficientemente necesaria...
Y con aquella vorágine de los pecados danzante en los pensamientos de Taira; el Hideyori se limitaría a esbozar una agradable, aunque inevitablemente misteriosa sonrisa. Poco pudiera haber hecho en caso de querer mostrarse llano y sin verdades ocultas; pues su propia naturaleza le daba siempre aquella visión oscura y traicionera, de dobles intenciones y moral aleatoria, y que le alejaban de dar al exterior una apariencia mínimamente tranquilizadora.
Así pues, y acentuando aquella amigable, casi servicial sonrisa tan impropia suya; realizó una breve inclinación de cabeza, al tiempo que comentaba con un tono de voz extrañamente agradable:
- Buenas noches, Okami-sama. Mi nombre es Hideyori Taira, Noveno Fracción, y es un placer para mí encontrarme ante su presencia…
Y devolvió la cabeza a su posición original. Pero cuando lo hizo, no encontraría Okami aquella misma mirada simpática y luminosa, sino la verdadera faceta de Taira:
Su media sonrisa habitual se dibujaba lentamente en su rostro, mientras sus pupilas ambarinas recobraban aquella mirada incisiva, punzante, misteriosa…
Hideyori Taira- Desaparecido
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Edad : 32
Re: Reunión en el cubil
Ese niñato arrogante entró en la sala con aires de superioridad, abriendo la puerta de golpe, lo que ya alteró el estado de animo del siempre calmado Folk. La puerta había tenido que arreglarla un día antes, y el mayordomo miró fijamente, no al despojo que produjo la acción, sino a la puerta, a la espera de que una sola astilla saltase para lanzarse sobre el temerario arrancar. Tuvo suerte de que la puerta mantuvo su entereza, prueba además de su escaso poder.
Justo después se pavoneó por el cuarto como si fuese suyo, insultando a la allí presente fraccion de la novena sección, el señor Hideyori, y lo que es más grave, a su eterno compañero mudo, la espada de la sección y el francés del Hueco Mundo: Chris Renoir. Era una actitud intolerable para con las tres fracciones, de las que Folk se sentía especialmente ofendido por la muestra de desprecio hacia sus superiores. En un momento dado, estuvo al borde de expulsarle del cuarto, pero solo un poco más le dejó que campase a sus anchas, para tener razones para matarlo y no solo sacarlo del cubil.
Tomó el vino y bebió de la botella. Cabe recordar que se trataba de un vino que Folk había traído a la mesa especialmente para Chris, y el acto fue, una vez más, una muestra de ofensa contra el mosquetero. Alexander mantenía en todo momento una sonrisa amable, aunque obviamente fingida, deseando en el fondo de su ser cortarlo en pedazos y llevárselo a la fraccion de la segunda sección para que tratase de recomponerlo a modo de puzle.
Cuando no pudo más, el arrancar ataviado de mayordomo se colocó firmemente en pie, justo en el mismo instante en el que la caja en la que se guardaba el mahjong hacía contacto contra el suelo, tras varias cosas más, que dejaba caer deliberadamente, tratando de despertar a su señora, y podía permitir que Chris o Taira mostrasen cuan ofendidos se encontraban personalmente, pero ofender a Okami-sama no tendría perdón de Folk. Y cuando se preparaba para expulsarle a patadas literalmente del cubículo, como una ráfaga, Okami se lanzaba sobre el, pasando junto al mayordomo, completamente desnuda. Alexander miró sobre su hombro para comprobar que la manta de pelo seguía en el mismo sitio y de un sonido, desapareció de su posición recta, para aparecer solo un segundo postrado junto a la improvisada cama de Okami, cogiendo la manta con su mano, y volviendo a desaparecer de otro sonido, apareciendo esta vez junto a la pareja, y extendiendo la manta sobre el cuerpo desnudo de Okami cual mantel, dispuesto a taparla de los ojos de los presentes. Una vez tapada, dio un paso atrás y siguió la mirada de Okami, hasta los ojos ambarinos del único arrancar "extranjero", atisbando por un momento un brillo en ellos que denotaba claramente, un extremo sadismo hacia el invasor de la sala que supo disimular en una fracción de segundo para presentarse formalmente a la sexta espada.
Por un momento, Folk pensó que no era tan distinto a los arrancars que conocia personalmente, como Taira... Ese doble-fondo de mirada amable y pensamiento macabro, era algo de lo que Folk se sentía casi orgulloso, pero que, mientras pudiese, no permitiría que su ama conociese, no es una faceta agradable de quien te sirve...
Justo después se pavoneó por el cuarto como si fuese suyo, insultando a la allí presente fraccion de la novena sección, el señor Hideyori, y lo que es más grave, a su eterno compañero mudo, la espada de la sección y el francés del Hueco Mundo: Chris Renoir. Era una actitud intolerable para con las tres fracciones, de las que Folk se sentía especialmente ofendido por la muestra de desprecio hacia sus superiores. En un momento dado, estuvo al borde de expulsarle del cuarto, pero solo un poco más le dejó que campase a sus anchas, para tener razones para matarlo y no solo sacarlo del cubil.
Tomó el vino y bebió de la botella. Cabe recordar que se trataba de un vino que Folk había traído a la mesa especialmente para Chris, y el acto fue, una vez más, una muestra de ofensa contra el mosquetero. Alexander mantenía en todo momento una sonrisa amable, aunque obviamente fingida, deseando en el fondo de su ser cortarlo en pedazos y llevárselo a la fraccion de la segunda sección para que tratase de recomponerlo a modo de puzle.
Cuando no pudo más, el arrancar ataviado de mayordomo se colocó firmemente en pie, justo en el mismo instante en el que la caja en la que se guardaba el mahjong hacía contacto contra el suelo, tras varias cosas más, que dejaba caer deliberadamente, tratando de despertar a su señora, y podía permitir que Chris o Taira mostrasen cuan ofendidos se encontraban personalmente, pero ofender a Okami-sama no tendría perdón de Folk. Y cuando se preparaba para expulsarle a patadas literalmente del cubículo, como una ráfaga, Okami se lanzaba sobre el, pasando junto al mayordomo, completamente desnuda. Alexander miró sobre su hombro para comprobar que la manta de pelo seguía en el mismo sitio y de un sonido, desapareció de su posición recta, para aparecer solo un segundo postrado junto a la improvisada cama de Okami, cogiendo la manta con su mano, y volviendo a desaparecer de otro sonido, apareciendo esta vez junto a la pareja, y extendiendo la manta sobre el cuerpo desnudo de Okami cual mantel, dispuesto a taparla de los ojos de los presentes. Una vez tapada, dio un paso atrás y siguió la mirada de Okami, hasta los ojos ambarinos del único arrancar "extranjero", atisbando por un momento un brillo en ellos que denotaba claramente, un extremo sadismo hacia el invasor de la sala que supo disimular en una fracción de segundo para presentarse formalmente a la sexta espada.
Por un momento, Folk pensó que no era tan distinto a los arrancars que conocia personalmente, como Taira... Ese doble-fondo de mirada amable y pensamiento macabro, era algo de lo que Folk se sentía casi orgulloso, pero que, mientras pudiese, no permitiría que su ama conociese, no es una faceta agradable de quien te sirve...
Alexander Folk- Desaparecido
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Edad : 35
Re: Reunión en el cubil
[FDI: Nosotros te perdonamos, lo que hagan nuestros personajes es otra cosa xD]
Sino hubiera sido por la rápida intervención de la señora Okami seguramente hubieran sido muchas las acciones que se habrían llevado a cabo en el cubil de la Sexta Sección, y ninguna de ellas habría sido suave. Sino hubiera sido Folk, tal vez Taira habría levantado la mano e incluso Chris hubiera tenido más que palabras (de éstas tenía más bien pocas) con aquel esperpento por haberle estropeado la velada, y de paso el buen vino que su compañero había elegido para él. En cualquier caso, no fueron las fracciones quienes movieron ficha aunque lo estuvieran deseando, pero me parece oportuno, tal y como han hecho mis compañeros, exponeros lo que se le pasó por la cabeza al mosquetero de ojos verdes al ver semejante falta de modales y escasez de cerebro. Fue algo más bien sencillo, pero creo que merece su mención.
Desde el punto de vista del asesino francés, aquel “muchacho” (llamar caballero, e incluso hombre a un ser que tiene tan poco educación y mucho menos interés por conservar la vida, habría sido hiriente para el resto del género y no era ese el deseo de nuestra fracción más silenciosa) había traspasado la puerta, como si entrase en una tasca de mala muerte y había tenido la osadía de colarse en una reunión 1. A la que no había sido invitado 2. De la que podía salir con los pies por delante si jugaba mal sus cartas. Y definitivamente su mano había sido desastrosa, ni una pareja llevaba el iluso. Patética y desastrosa. Los ojos de felino del mosquetero se abrieron un poco más (lo que en él podría calificarse de “cambio sustancial”) y tomó una decisión, acarició su espada, como para darle a entender que no podía beber, al menos de momento. Porque el refinado francés pensaba que con un par de puñetazos al estilo de los barriobajeros tendría de sobra para acabar con aquel pobre infeliz, y no solo por su más que clara falta de modales, sino porque la diferencia de poderes era abismal, incomparable si se quiere decir de otro modo. Pero no tuvo tiempo de eso ni de estrellarle la botella (ya mancillada) de vino en medio de la cara, que era la segunda opción que se le pasó por la cabeza.
Cuando se desabrochaba una de las mangas de su atuendo de arrancar, ya dispuesto a tomar cartas en el asunto y, ¿por qué no?, divertirse un rato, una sombra acababa de tirar el preciado líquido cárdeno y apresaba al recién llegado por el cuello. Los ojos del mosquetero parpadearon, como única muestra de asentimiento y cerró el puño de su camisa con un movimiento. Aquel pre-cadáver había tenido, desde luego, muy mala suerte. Porque, dentro de las posibilidades, que eran escasas, Folk o él mismo habrían sido algo más suaves con él, pero la señora Okami, que por cierto, estaba desnuda, no era precisamente conocida por su delicadeza. Pero no sentía pena por el joven, ni siquiera un poco (¿por quién sentía pena Crhis Renoir?) si había sido tan “valiente” como para entrar así en la sala, esperaba que ahora fuera lo suficientemente osado también como para afrontar las consecuencias de sus actos. Chris decidió dejarlo todo en menos de la señora, así que se volvió a dejar caer en su asiento y siguió con su copa de vino. Mientras, Taira se presentaba de nuevo. Definitivamente, no entendía a qué venía tanto interés por dar su nombre. Era usual que, al menos, los altos cargos de las secciones se conociesen entre sí. Vio más útil lo que hizo Folk (el siempre eficiente mayordomo) que consistió en colocar sobre los hombros desnudos de la líder una manta. No es que sintiese ver las hermosas formas de la señora Okami. Era para salvaguardar su intimidad, más bien.
Intercambió una mirada con Folk, además de un encogimiento de hombros y levantó la copa de vino hacía él y con los ojos señaló al muchacho, “es una pena que se desperdicie, pero más pena va a ser para él”. Lo cierto es que la escena era, ante todo curiosa: Taira presentándose, Folk tapando a la señora con una manta, ésta levantando a un arrancar raso del suelo por haberse atrevido a dar la nota de aquella manera y el silencioso Chris sentado con su copa de vino en la mano. Definitivamente cualquiera que hubiera entrado en esos momentos para dar un mensaje, como mínimo, se habría hecho cien preguntas, y la primera no iba a ser sobre la decoración.
Sino hubiera sido por la rápida intervención de la señora Okami seguramente hubieran sido muchas las acciones que se habrían llevado a cabo en el cubil de la Sexta Sección, y ninguna de ellas habría sido suave. Sino hubiera sido Folk, tal vez Taira habría levantado la mano e incluso Chris hubiera tenido más que palabras (de éstas tenía más bien pocas) con aquel esperpento por haberle estropeado la velada, y de paso el buen vino que su compañero había elegido para él. En cualquier caso, no fueron las fracciones quienes movieron ficha aunque lo estuvieran deseando, pero me parece oportuno, tal y como han hecho mis compañeros, exponeros lo que se le pasó por la cabeza al mosquetero de ojos verdes al ver semejante falta de modales y escasez de cerebro. Fue algo más bien sencillo, pero creo que merece su mención.
Desde el punto de vista del asesino francés, aquel “muchacho” (llamar caballero, e incluso hombre a un ser que tiene tan poco educación y mucho menos interés por conservar la vida, habría sido hiriente para el resto del género y no era ese el deseo de nuestra fracción más silenciosa) había traspasado la puerta, como si entrase en una tasca de mala muerte y había tenido la osadía de colarse en una reunión 1. A la que no había sido invitado 2. De la que podía salir con los pies por delante si jugaba mal sus cartas. Y definitivamente su mano había sido desastrosa, ni una pareja llevaba el iluso. Patética y desastrosa. Los ojos de felino del mosquetero se abrieron un poco más (lo que en él podría calificarse de “cambio sustancial”) y tomó una decisión, acarició su espada, como para darle a entender que no podía beber, al menos de momento. Porque el refinado francés pensaba que con un par de puñetazos al estilo de los barriobajeros tendría de sobra para acabar con aquel pobre infeliz, y no solo por su más que clara falta de modales, sino porque la diferencia de poderes era abismal, incomparable si se quiere decir de otro modo. Pero no tuvo tiempo de eso ni de estrellarle la botella (ya mancillada) de vino en medio de la cara, que era la segunda opción que se le pasó por la cabeza.
Cuando se desabrochaba una de las mangas de su atuendo de arrancar, ya dispuesto a tomar cartas en el asunto y, ¿por qué no?, divertirse un rato, una sombra acababa de tirar el preciado líquido cárdeno y apresaba al recién llegado por el cuello. Los ojos del mosquetero parpadearon, como única muestra de asentimiento y cerró el puño de su camisa con un movimiento. Aquel pre-cadáver había tenido, desde luego, muy mala suerte. Porque, dentro de las posibilidades, que eran escasas, Folk o él mismo habrían sido algo más suaves con él, pero la señora Okami, que por cierto, estaba desnuda, no era precisamente conocida por su delicadeza. Pero no sentía pena por el joven, ni siquiera un poco (¿por quién sentía pena Crhis Renoir?) si había sido tan “valiente” como para entrar así en la sala, esperaba que ahora fuera lo suficientemente osado también como para afrontar las consecuencias de sus actos. Chris decidió dejarlo todo en menos de la señora, así que se volvió a dejar caer en su asiento y siguió con su copa de vino. Mientras, Taira se presentaba de nuevo. Definitivamente, no entendía a qué venía tanto interés por dar su nombre. Era usual que, al menos, los altos cargos de las secciones se conociesen entre sí. Vio más útil lo que hizo Folk (el siempre eficiente mayordomo) que consistió en colocar sobre los hombros desnudos de la líder una manta. No es que sintiese ver las hermosas formas de la señora Okami. Era para salvaguardar su intimidad, más bien.
Intercambió una mirada con Folk, además de un encogimiento de hombros y levantó la copa de vino hacía él y con los ojos señaló al muchacho, “es una pena que se desperdicie, pero más pena va a ser para él”. Lo cierto es que la escena era, ante todo curiosa: Taira presentándose, Folk tapando a la señora con una manta, ésta levantando a un arrancar raso del suelo por haberse atrevido a dar la nota de aquella manera y el silencioso Chris sentado con su copa de vino en la mano. Definitivamente cualquiera que hubiera entrado en esos momentos para dar un mensaje, como mínimo, se habría hecho cien preguntas, y la primera no iba a ser sobre la decoración.
Chris Renoir- Post : 144
Edad : 40
Re: Reunión en el cubil
[ Off. Te dejo que me mates de la forma que más te guste, lenta y dolorosa o rápida y eficaz xD.]
Vaya...Al parecer Eizan Sneijder iba a quedar en el olvido como una potencia arrancar que le perdió su chulería indómita. Lástima que todo acabara tan pronto, porque la cosa prometía ser divertida, pero lamentablemente se había pasado de la raya y una Sexta Espada cruel y sangüinaria como ésta no iba a pasar por alto un atrevimiento de tal calibre por parte de un súbdito novato y recién incorporado de lengua desatada.
Así pues estaban las cosas, yo tumbado en el suelo con los huesos de los brazos rotos, y una característica sonrisa de triunfalidad en los labios. Miré de reojo a los presentes y observé cuan enfadados se encontraban también por mi actitud...Lástima no poder disfrutar más de sus caras, lo cierto es que eran muy graciosas.
A continuación redirigí la mirada hacia Okami, que se encontraba desnuda encima mía. Sin embargo, no sentí ni el más mínimo interés en una loba mal domesticada como ella, y efectivamente se lo hice saber...:
- Eres realmente molesta ¿lo sabías? Y tienes un despertar horrible...Parecías más atractiva de lejos...
Intenté cargar con mi discurso el máximo veneno posible con cada palabra que soltaba. Total...Si iba morir, mejor hacerlo a lo grande. Como Okami estaba encima mía, pude notar las curvas de su cuerpo contra el mío, por eso con las manos, desplacé un poco sus...pertuberancias, pero de nada sirvió pues el brazo estaba totalmente aprisionado y roto, una lástima...Finalmente suspiré y heché la cabeza hacia atrás mostrándole la yugular, para que diera el golpe de gracia ante una situación tan adversa.
- Acabemos prontito, ¿quieres? Tanta prisa que habeis metido para reuniones haber si ahora os vais a entretener conmigo más de la cuenta...
Todo acababa...Y sanseacabó!
[Off. Hago este post porque Okami me lo ha pedido, como post de "despedida" de mi pj, aunque a lo grande, una muerte curiosa. Sed felices y llorad por mí aunque sea. Okami, sabes que no pienso esas cosas de tí, pero tenía que enfadarte de alguna forma, espero que me perdones. Un saludo, y hasta la vista]
Vaya...Al parecer Eizan Sneijder iba a quedar en el olvido como una potencia arrancar que le perdió su chulería indómita. Lástima que todo acabara tan pronto, porque la cosa prometía ser divertida, pero lamentablemente se había pasado de la raya y una Sexta Espada cruel y sangüinaria como ésta no iba a pasar por alto un atrevimiento de tal calibre por parte de un súbdito novato y recién incorporado de lengua desatada.
Así pues estaban las cosas, yo tumbado en el suelo con los huesos de los brazos rotos, y una característica sonrisa de triunfalidad en los labios. Miré de reojo a los presentes y observé cuan enfadados se encontraban también por mi actitud...Lástima no poder disfrutar más de sus caras, lo cierto es que eran muy graciosas.
A continuación redirigí la mirada hacia Okami, que se encontraba desnuda encima mía. Sin embargo, no sentí ni el más mínimo interés en una loba mal domesticada como ella, y efectivamente se lo hice saber...:
- Eres realmente molesta ¿lo sabías? Y tienes un despertar horrible...Parecías más atractiva de lejos...
Intenté cargar con mi discurso el máximo veneno posible con cada palabra que soltaba. Total...Si iba morir, mejor hacerlo a lo grande. Como Okami estaba encima mía, pude notar las curvas de su cuerpo contra el mío, por eso con las manos, desplacé un poco sus...pertuberancias, pero de nada sirvió pues el brazo estaba totalmente aprisionado y roto, una lástima...Finalmente suspiré y heché la cabeza hacia atrás mostrándole la yugular, para que diera el golpe de gracia ante una situación tan adversa.
- Acabemos prontito, ¿quieres? Tanta prisa que habeis metido para reuniones haber si ahora os vais a entretener conmigo más de la cuenta...
Todo acababa...Y sanseacabó!
[Off. Hago este post porque Okami me lo ha pedido, como post de "despedida" de mi pj, aunque a lo grande, una muerte curiosa. Sed felices y llorad por mí aunque sea. Okami, sabes que no pienso esas cosas de tí, pero tenía que enfadarte de alguna forma, espero que me perdones. Un saludo, y hasta la vista]
EizaN- Post : 26
Edad : 32
Re: Reunión en el cubil
La Espada bufó a modo de respuesta ante las palabras de la fracción de la novena sección para luego volver a posar su mirada bicolor sobre el arrancar que tenía bajo ella y su impertinente mueca. Ya tendría tiempo para atender de manera más protocolaria a ese "invitado" en cuanto se hubiera ocupado del otro. Gruñó ferozmente volviendo a lanzar otro mordisco al arrancar antes de dar otro golpe seco con el brazo hundiendo sus dedos, como garras, en el torso de Eizan. Ninguna de sus fracciones se atrevieron a decir nada y solo Alexander se movió velozmente para cubrirla con una manta. Ese mayordomo y sus preocupaciones... Aún así parecía que había aprendido la lección y se apartó de ella dejando que se ocupase del invasor tranquila. Por un momento dudó su devorarle pero una escoria tal no sabría bien siquiera por lo que cerrando sus dedos alrededor de las costillas y la carne aprisionada del arrancar aún sin manchar el suelo que Folk se había esmerado en limpiar momentos antes. Desde luego tendría que asegurarse de cazar a todos los hollow impertinentes de todo el desierto para evitar que se perdieran energías creando despojos como el que ahora estaba debajo de ella.
-Silencio, escoria! -dijo la loba saliendo de su boca como un gruñido feroz dejando su reiatsu escaparse por unos instantes, al mismo tiempo que le arrancaba la lengua con una mano escuchándose el sonido desgarrante en su boca.
Entonces cogiéndole del cuello se levantó con la manta aún sobre los hombros cubriendo su cuerpo se encaminó hacia la puerta del fondo mientras se lamía los dedos de la mano con gesto molesto arrastrando a Eizan por el suelo como si no fuera más que un trozo de carne. Abrió la puerta del fondo de golpe aunque sin romperla, no quería darle más trabajo a su fracción, y se escucharon unos gruñidos que provenían de dentro del pasillo. Desde donde estaba sentado Taira se podía vislumbrar levemente que era lo que había en aquel lugar. Parecía un pasillo profundo aunque había una parte iluminada el fondo quedaba completamente en penumbra, sin poder divisar el final del túnel. De dentro se empezaron a escuchar gruñidos, tres para ser exactos, que terminaron en un sonido más extraño, parecido a tres risas histéricas. Poco a poco se podía divisar tres hollow, de más o menos la misma constitución que andaban a cuatro patas, no por nada, aquella sección tenía fama de ser un pequeño zoológico. Los tres hollow se acercaron a Okami que los esperaba en la puerta con una sonrisa siniestra que ninguno fue capaz de ver al estar ella de espaldas. Las risas se relajaron pero seguían permanentemente allí, expectantes a ver que le había traído la Espada.
-Os he traído algo mis pequeños… Que no queden ni los huesos… -dijo con un gruñido aunque visiblemente mucho más relajada que antes.
De un movimiento lanzó a Eizan dentro del hueco y los gruñidos de los guardianes de la 6ª sección empezaron a desgarrar la carne del arrancar mientras este gritaba de forma desgarradora, haciendo las delicias de algunos o perturbando muchísimo más a otros. Okami se quedó unos segundos observando como los hollow se daban ese gran festín hasta que volvió a girarse hacia las fracciones. Acercó uno de los puff colocándose entre Chris y Folk y se dejó caer en una postura más cómoda cubriéndose el cuerpo con la manta pasándola por encima de su hombro dejando que una de sus piernas se viera hasta la cadera sin mostrar nada… indecente. Aunque poco le importase a la salvaje Espada.
-Y bien, Hideyori Taira, Noveno Fracción… –repitió a modo de media burla curvando uno de los lados de su boca en una sonrisa siniestra fijando sus ojos bicolores en los de Taira. –¿Qué te trae a mi cubil?
-Silencio, escoria! -dijo la loba saliendo de su boca como un gruñido feroz dejando su reiatsu escaparse por unos instantes, al mismo tiempo que le arrancaba la lengua con una mano escuchándose el sonido desgarrante en su boca.
Entonces cogiéndole del cuello se levantó con la manta aún sobre los hombros cubriendo su cuerpo se encaminó hacia la puerta del fondo mientras se lamía los dedos de la mano con gesto molesto arrastrando a Eizan por el suelo como si no fuera más que un trozo de carne. Abrió la puerta del fondo de golpe aunque sin romperla, no quería darle más trabajo a su fracción, y se escucharon unos gruñidos que provenían de dentro del pasillo. Desde donde estaba sentado Taira se podía vislumbrar levemente que era lo que había en aquel lugar. Parecía un pasillo profundo aunque había una parte iluminada el fondo quedaba completamente en penumbra, sin poder divisar el final del túnel. De dentro se empezaron a escuchar gruñidos, tres para ser exactos, que terminaron en un sonido más extraño, parecido a tres risas histéricas. Poco a poco se podía divisar tres hollow, de más o menos la misma constitución que andaban a cuatro patas, no por nada, aquella sección tenía fama de ser un pequeño zoológico. Los tres hollow se acercaron a Okami que los esperaba en la puerta con una sonrisa siniestra que ninguno fue capaz de ver al estar ella de espaldas. Las risas se relajaron pero seguían permanentemente allí, expectantes a ver que le había traído la Espada.
-Os he traído algo mis pequeños… Que no queden ni los huesos… -dijo con un gruñido aunque visiblemente mucho más relajada que antes.
De un movimiento lanzó a Eizan dentro del hueco y los gruñidos de los guardianes de la 6ª sección empezaron a desgarrar la carne del arrancar mientras este gritaba de forma desgarradora, haciendo las delicias de algunos o perturbando muchísimo más a otros. Okami se quedó unos segundos observando como los hollow se daban ese gran festín hasta que volvió a girarse hacia las fracciones. Acercó uno de los puff colocándose entre Chris y Folk y se dejó caer en una postura más cómoda cubriéndose el cuerpo con la manta pasándola por encima de su hombro dejando que una de sus piernas se viera hasta la cadera sin mostrar nada… indecente. Aunque poco le importase a la salvaje Espada.
-Y bien, Hideyori Taira, Noveno Fracción… –repitió a modo de media burla curvando uno de los lados de su boca en una sonrisa siniestra fijando sus ojos bicolores en los de Taira. –¿Qué te trae a mi cubil?
Última edición por Okami el Jue Nov 11, 2010 11:19 am, editado 1 vez
Okami- Arrancar Lujuria
- Post : 609
Edad : 39
Re: Reunión en el cubil
Darse a conocer a otra persona sin que intervenga ningún mediador, indicándole el nombre y otras circunstancias que contribuyan a su identificación.
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*********
Queríamos dejar como encabezado de nuestra intervención una cita literal a cierto volumen de la gramática española. Uno ya viejo y caduco, por supuesto. Uno cuyo título muestra algo así como “Diccionario de la lengua española”; o algo del estilo.
Pues bien; en el país en el que nuestro repetitivo y cargante arrancar nació y fue criado como humano, era costumbre de buen ver – por educación, más que nada – precisamente aquello que nos hemos tomado la molestia de citar: Presentarse. Y ello se debía hacer, como dictaban las buenas formas, siempre que no se conociese al individuo en cuestión; antes de entablar con este cualquier clase de interacción; véase conversar, combatir, o cualquier otro símil que al lector le plazca imaginarse.
Quizás se equivocaba…
Quizás se equivocaba al tratar a las almas de la 6º Sección – excluiremos a Folk del saco – como seres mínimamente educados. Quizás se equivocaba al pensar que, como regente de la ya reestructurada 9º Sección, las buenas maneras le debían llevar a presentar sus respetos a aquellas Secciones que pudieran entablar relaciones más cercanas a la suya propia.
Posiblemente se equivocaba.
Posiblemente se equivocaba al querer comportarse con aquellos individuos como si fuesen algo más que bestias indómitas, tal y como rezaban las malas lenguas.
Y de hecho, se equivocaba.
Se equivocaba segundos antes al pensar que la soberbia Okami haría honor a su posición con la debida conducta. Que sería algo más que un animal salvaje e instintivo. Algo más que un triste perro hollow con una pequeña sobredosis de poder.
“No es más que una loba…”
Orgullosa y voraz loba, reducida a lamer los restos de comida para perros que aún ensuciaban su cadena: la cadena con la que Marcus la había domado como a un simple can.
— Lo cierto, Okami… es que creo que ya he visto todo lo que necesitaba. — sonrió, malicioso, sin apartar la vista de los ojos bicolor de la lupina Espada. Un deje sarcástico daba pie a tantas interpretaciones como personas había en la sala.
Tal y como pensaba, las huestes de Okami habían estado a la altura de sus expectativas, en más de un sentido. Si bien la refinada actitud y decoro del mayordomo, Folk, en un comienzo le había sorprendido más allá de lo esperado; la posterior entrada en escena de Eizan, y su muerte a manos de la 6º Espada le habían dado al cóctel el toque de acidez que necesitaba.
Una sección de cazadores. Ni más, ni menos. Y aquello era algo de lo que Taira podría beneficiarse:
— Es un hecho por todos conocido que, tras la guerra, no todas las Secciones bajo las órdenes del Espada 0 quedaron igual de… — se detuvo un instante, como tratando de encontrar una palabra que había decidido antes siquiera de comenzar la frase — …maltrechas. — Se tomó un instante tras la breve introducción. A decir verdad, no tenía la menor intención de alargar aquello, pues aún tenía labores que atender en su propia Sección y no podía permitirse el lujo de pararse a descansar demasiado a menudo.
— Y ello es la única razón para que me halle aquí hoy. — tomó la taza azul que le había servido Folk instantes antes de la aparición de Eizan, y degustó un largo sorbo del exquisito té en su interior. — Créeme cuando te digo, Espada…que si tuviera más tropas hoy a mi disposición, no me encontrarías en este instante importunándote con mis modales. — marcó una breve pausa — Pero me temo que las cosas no son como ninguno desearíamos; y el propio Marcus en persona quiso asegurarse de que nuestras Secciones permanecerían en contacto, por el bien del Amanecer… — alargó las últimas palabras, como dejando bien claro que, quisieran o no, el Espada 0 ya había dispuesto sus cartas sobre la mesa.
— Así que… — concluyó, al tiempo que volvía a dejar la humeante taza sobre la mesa — parece que eso es lo que hay. — adoptó un tono cuasi resignado, aunque en ningún momento se llegó a borrar la siniestra sonrisa en sus labios. A pesar de lo dicho, parecía satisfecho…
— Y bien, mis anfitriones. — miró con detenimiento a cada uno de los arrancars frente a él. — Sólo quisiera pedirles que estén especialmente atentos a sus Localizadores. Eso es todo. — alzó unos centímetros la mirada, al tiempo que ladeaba la cabeza en uno de aquellos gestos tan característicos en él. — Al fin y al cabo, a nadie le gustaría morir esperando unos refuerzos que no llegan…¿no creen…? — y, de nuevo, la mueca en sus facciones se volvió oscura, maliciosa…
Hideyori Taira- Desaparecido
- Post : 574
Edad : 32
Re: Reunión en el cubil
La escena se desarrolló con... crueldad. Okami-sama acabaría en un instante con aquel intruso, con eficacia y eficiencia. De haber querido, claro. Pero cambió su método, esta vez, sería comida de hienas, literalmente. Cogió al arrancar por el cuello y lo arrastró hasta el fondo del habitáculo. En el suelo tras los presentes quedaban solo un par de gotas de sangre, sangre de Eizan, naturalmente, y Folk plantado sobre las gotas decidió limpiarlo antes de que la loba volviese.
En pleno espectáculo de desgarramiento de miembros, músculos y ligamentos, Alexander dejó caer un pañuelo a su espalda, sobre el resto de sangre. Lo pisó con su tacón, lo restregó para no dejar la menor mácula y de un movimiento preciso, parecido a una patada, envió el harapo a uno de los rincones del cuarto. Luego, colocó su mano junto a su oido y chasqueó sus dedos y el sonido se eclipsó con los gritos desgarradores del raso. El resto del trabajo sería de sus siervas octópedas.
Cuando Okami volvió al cubil, Folk lanzó una mirada rápida al rincón, y el trapo ya no estaba allí. Sus pequeñas eran discretas y eficientes, lo cual agradaba a su amo. Cuando Okami se hubo sentado, Folk se quedó inmóvil a su izquierda, justo un paso por detrás. Era consciente de que ambas fracciones había ya pasado a un segundo plano, y no interferiría bajo ningún concepto. Aún tenía su segundo agujero sin cicatrizar del todo, no quería tener un tercero...
Acto seguido, escuchó con atención las palabras del noveno fracción, mirándole fijamente, sus gestos, sus labios, como entornaba sus ojos con determinadas palabras, y asintiendo ante lo que estaba conforme, aunque en silencio. ¿Solicitaba apoyo a su sección o algo similar? Folk podía estar de acuerdo, Taira-sama le había caido en gracia, pero ¿que opinaría Chris-san, y más importante, Okami-sama?
En pleno espectáculo de desgarramiento de miembros, músculos y ligamentos, Alexander dejó caer un pañuelo a su espalda, sobre el resto de sangre. Lo pisó con su tacón, lo restregó para no dejar la menor mácula y de un movimiento preciso, parecido a una patada, envió el harapo a uno de los rincones del cuarto. Luego, colocó su mano junto a su oido y chasqueó sus dedos y el sonido se eclipsó con los gritos desgarradores del raso. El resto del trabajo sería de sus siervas octópedas.
Cuando Okami volvió al cubil, Folk lanzó una mirada rápida al rincón, y el trapo ya no estaba allí. Sus pequeñas eran discretas y eficientes, lo cual agradaba a su amo. Cuando Okami se hubo sentado, Folk se quedó inmóvil a su izquierda, justo un paso por detrás. Era consciente de que ambas fracciones había ya pasado a un segundo plano, y no interferiría bajo ningún concepto. Aún tenía su segundo agujero sin cicatrizar del todo, no quería tener un tercero...
Acto seguido, escuchó con atención las palabras del noveno fracción, mirándole fijamente, sus gestos, sus labios, como entornaba sus ojos con determinadas palabras, y asintiendo ante lo que estaba conforme, aunque en silencio. ¿Solicitaba apoyo a su sección o algo similar? Folk podía estar de acuerdo, Taira-sama le había caido en gracia, pero ¿que opinaría Chris-san, y más importante, Okami-sama?
Alexander Folk- Desaparecido
- Post : 262
Edad : 35
Re: Reunión en el cubil
¿Idiota, insensato, tarado o algo relacionado con la arrogancia?, ¿cuál sería el mejor modo de definir a semejante espécimen? Tal vez el término “suicida” casase más con aquel desplante que había acabado en un festín de sangre, vísceras y carroña. Nadie que hubiera querido continuar con su vida se habría atrevido a hablarle así a la señora Okami. No era la primera vez que el mosquetero veía la crueldad de la que era capaz su superiora, y no es que se sorprendiese de sus acciones, en eso se parecían bastante, si se me permite el comentario. Lo que realmente le hacía mostrar algún interés o reacción eran los otros, los estúpidos. Esos que se atrevían a soltar aquellas absurdeces sin pensar en las consecuencias. La Espada de la Sexta Sección tenía cierta reputación e ignorarla era como tirarse de cabeza al fuego o lanzarse en un banco de pirañas hambrientas. Inconscientes, si aquel era el mejor modo de definir a aquella escoria. Y ese muchacho no era nada distinto. Sus acciones, desde su primer paso dentro de las instalaciones hasta su último comentario, habían sido un desatino, una bravuconada de un descerebrado. Pero eso acababa de terminar. La curiosidad, en este caso la osadía o el retraso mental, según se mire, acababa de matar al gato, perdón, perdón, al chacal. Otra muesca más en el amplio repertorio de Okami sama. Por fin Chris dejó su copa vacía en la mesa y se levantó.
Sus silenciosos pasos le llevaron hasta sus compañeros de reunión y, como era de esperarse, el joven de mirada felina, permaneció en silencio mientras las mascotas de la señora se encargaban del resto. Aunque algo ruidosos para su gusto, aquellos seres eran muy útiles en momentos como aquel. Quizás no lo fueran tanto para el bueno de Folk, que se encargaba de la limpieza, pero él también tenía sus propios asistentes. Aquellas arañas eran eficaces, no es que fueran el animal predilecto del francés, pero hacían bien su trabajo. Al parecer el único alto cargo de la fracción que cazaba solo era el alto asesino de la Revolución. Quizás necesitase un poco de apoyo. Pero bien pensado, nunca (ni en la tierra ni Hueco Mundo) se le había dado bien trabajar en equipo. Sabía obedecer, sino no estaría donde estaba, pero el compañerismo no era lo suyo. Podía llevarse bien o mal con Folk (a gusto del consumidor) pero ambos sabían los distintos que eran. Se apoyó en la pared, a su espalda y jugueteó con la empuñadura de Centinela Oscuro. No tenía suficientes argumentos para analizar, pero por alguna razón, el modo en el que Taira había irrumpido en la Sección no le parecía lo más conveniente, para alguien que vivió en siglos pasados era hasta descortés. Mucho menos las palabras con las que se había dirigido a ellos. El asesino odiaba los juegos de palabras o los dobles sentidos. Como no hablaba, pensaba que tampoco tenía porque escuchar más de lo necesario, se cansaba con la cháchara inútil y sus derivados. Además, y si eso no fuera ya suficiente, no había desplegado precisamente encantos frente a su señora. Primero se había dirigido a ella como se esperaba, pero una vez que había entrado en materia había omitido los tratamientos de respeto, que poca clase. “Okami, Espada” no eran términos con los que alguien de la categoría de su señora. El mosquetero siguió jugando con su espada, la sacaba un par de centímetros de la funda con un sonoro “clac” y la devolvía a ésta, una y otra vez, sin que ninguna emoción se hiciera evidente en su rostro de porcelana. Continuó haciéndolo aún un rato más, hasta llegar a ser cansino. Y supo, lo supo desde que lo hizo por primera vez, que ese gesto podía tomarse de muchas maneras diferentes, pero todas hirientes. ¿Un desafío, una amenaza velada, quizás un juego, o simplemente una curiosa mezcla de todas ellas?
Folk no dijo nada, apenas se movió de su sitio. Algo extraño, teniendo en cuenta el escaso protocolo demostrado por el invitado, quizás estuviera pensando en otra cosa o quizás esperase las reacciones a su alrededor, chico listo. Quizás fuera la mejor opción. Acechar. Y eso, Dios… ¡se le daba tan bien! De manera que su zanpakutoh dejó de tintinear y regresó a su pulcra funda. Era una Fracción, no una Espada, un soldado que obedece las órdenes de sus superiores. No aspiraba ni a la gloria ni a los reconocimientos, por ello prefirió (como en tantas otras ocasiones) dejar que el peso de las decisiones cayese en la brutal (y hermosa desde un punto de vista no tradicional) señora Okami. Él solo quería el poder y éste estaba al lado de Marcus, crear rencillas entre las secciones no era una idea aceptable. Pero quizás no todos pensasen igual. Observó de reojo a Taira y cambió el peso de una pierna a otra con un gesto elegante, como si lo hubiera ensayado miles de veces delante del espejo. Si el recién llegado continuaba con sus ataques tendría que tomar cartas en el asunto, y lo haría encantado, como cumplía todas las órdenes que se le daban. Aunque sabía que su ayuda no iba a ser necesaria llegado el momento. La señora Okami, y regreso a mis primeras líneas, tenía una fama más que merecida. Quien quisiese un suicidio o simplemente fuera un bravucón carente de neuronas no duraría mucho en la sección más bestial y despiadada de Hueco Mundo. Si Chris hubiera sido más dado a hablar tal vez hubiera ofrecido un consejo. No, perdonadme, nuestro amigo no es solo mudo por capricho, también es un tanto sádico. Así que la advertencia se la habría guardado para sí mismo, tal y como estaba haciendo.
Cést la vie...
Sus silenciosos pasos le llevaron hasta sus compañeros de reunión y, como era de esperarse, el joven de mirada felina, permaneció en silencio mientras las mascotas de la señora se encargaban del resto. Aunque algo ruidosos para su gusto, aquellos seres eran muy útiles en momentos como aquel. Quizás no lo fueran tanto para el bueno de Folk, que se encargaba de la limpieza, pero él también tenía sus propios asistentes. Aquellas arañas eran eficaces, no es que fueran el animal predilecto del francés, pero hacían bien su trabajo. Al parecer el único alto cargo de la fracción que cazaba solo era el alto asesino de la Revolución. Quizás necesitase un poco de apoyo. Pero bien pensado, nunca (ni en la tierra ni Hueco Mundo) se le había dado bien trabajar en equipo. Sabía obedecer, sino no estaría donde estaba, pero el compañerismo no era lo suyo. Podía llevarse bien o mal con Folk (a gusto del consumidor) pero ambos sabían los distintos que eran. Se apoyó en la pared, a su espalda y jugueteó con la empuñadura de Centinela Oscuro. No tenía suficientes argumentos para analizar, pero por alguna razón, el modo en el que Taira había irrumpido en la Sección no le parecía lo más conveniente, para alguien que vivió en siglos pasados era hasta descortés. Mucho menos las palabras con las que se había dirigido a ellos. El asesino odiaba los juegos de palabras o los dobles sentidos. Como no hablaba, pensaba que tampoco tenía porque escuchar más de lo necesario, se cansaba con la cháchara inútil y sus derivados. Además, y si eso no fuera ya suficiente, no había desplegado precisamente encantos frente a su señora. Primero se había dirigido a ella como se esperaba, pero una vez que había entrado en materia había omitido los tratamientos de respeto, que poca clase. “Okami, Espada” no eran términos con los que alguien de la categoría de su señora. El mosquetero siguió jugando con su espada, la sacaba un par de centímetros de la funda con un sonoro “clac” y la devolvía a ésta, una y otra vez, sin que ninguna emoción se hiciera evidente en su rostro de porcelana. Continuó haciéndolo aún un rato más, hasta llegar a ser cansino. Y supo, lo supo desde que lo hizo por primera vez, que ese gesto podía tomarse de muchas maneras diferentes, pero todas hirientes. ¿Un desafío, una amenaza velada, quizás un juego, o simplemente una curiosa mezcla de todas ellas?
Folk no dijo nada, apenas se movió de su sitio. Algo extraño, teniendo en cuenta el escaso protocolo demostrado por el invitado, quizás estuviera pensando en otra cosa o quizás esperase las reacciones a su alrededor, chico listo. Quizás fuera la mejor opción. Acechar. Y eso, Dios… ¡se le daba tan bien! De manera que su zanpakutoh dejó de tintinear y regresó a su pulcra funda. Era una Fracción, no una Espada, un soldado que obedece las órdenes de sus superiores. No aspiraba ni a la gloria ni a los reconocimientos, por ello prefirió (como en tantas otras ocasiones) dejar que el peso de las decisiones cayese en la brutal (y hermosa desde un punto de vista no tradicional) señora Okami. Él solo quería el poder y éste estaba al lado de Marcus, crear rencillas entre las secciones no era una idea aceptable. Pero quizás no todos pensasen igual. Observó de reojo a Taira y cambió el peso de una pierna a otra con un gesto elegante, como si lo hubiera ensayado miles de veces delante del espejo. Si el recién llegado continuaba con sus ataques tendría que tomar cartas en el asunto, y lo haría encantado, como cumplía todas las órdenes que se le daban. Aunque sabía que su ayuda no iba a ser necesaria llegado el momento. La señora Okami, y regreso a mis primeras líneas, tenía una fama más que merecida. Quien quisiese un suicidio o simplemente fuera un bravucón carente de neuronas no duraría mucho en la sección más bestial y despiadada de Hueco Mundo. Si Chris hubiera sido más dado a hablar tal vez hubiera ofrecido un consejo. No, perdonadme, nuestro amigo no es solo mudo por capricho, también es un tanto sádico. Así que la advertencia se la habría guardado para sí mismo, tal y como estaba haciendo.
Cést la vie...
Chris Renoir- Post : 144
Edad : 40
Re: Reunión en el cubil
Okami había escuchado las palabras que salían de los labios de la fracción con una sonrisa lobuna en el rostro. Su forma de hablarla, carente del respeto que todos los arrancar tenían para con ella por su antigüedad, sabía que molestaría a sus subordinados. Simplemente por lo puristas que eran. Su mirada bicolor se desvió ligeramente durante unos instantes hacia un lado para mirar a Chris que se había tensado conforme Taira exponía sus ideas y sus palabras.
No dejó de sonreír en ningún momento. Si pensaba Taira que la haría estallar de furia en aquel momento estaba muy equivocado. Con Eizan se había desquitado lo suficiente como para aguantar sus tonterías, pero si pensaba que saldría ileso de aquella reunión tras tentar tanto a la suerte, iba listo. Okami deslizó su mano sobre la mesa, tomando una de las tazas a fin de calentar su garganta y que su voz saliera algo menos ronca de lo que había sido antes. Sus gestos habían sido lentos y parsimoniosos. Sin prisas, sin hacer movimientos bruscos. Cerró los ojos elevando solo una milésima parte su reiatsu haciendo que ambas fracciones se colocasen de forma oblicua a Taira rodeándoles en el acto. Volvió a dejar la taza sobre la mesa con tranquilidad y abrió los ojos fijándolos en los orbes ambarinos de aquella atrevida fracción.
La tensión que había en aquella habitación podría ser masticada por cualquiera de ellos si abrían la boca. Okami y Taira se mantenían mirándose y la Espada se inclinó ligeramente hacia delante deslizando la mano por encima de la madera de forma distraída dejando que la tensión llegase a su auge antes de decir palabra alguna.
-Si es por orden de Marcus-sama entonces tendrás nuestro apoyo para vuestras pequeñas labores –expuso con calma dándole el visto bueno a su petición, pues así se lo había tomado la Espada a pesar de que insinuara que era una orden directa de Marcus. Muy poco conocía al Espada 0 si pensaba que para ordenarle algo debía usar intermediarios. -Aún así, Hideyori, ten en cuenta que el desierto es demasiado peligroso como para poder garantizar su seguridad constantemente –prosiguió con calma sin elevar su voz ni hacer que pareciese una amenaza velada. Aún así sabía que Taira era lo suficientemente inteligente para leer entre líneas. -Muchas fieras pueblan las arenas de Hueco Mundo y subestimarlas pensando que se tiene un control sobre ellas. No es bueno tentar a un depredador, por muy seguro de que esté enjaulado. Suelen ser mucho más imprevisibles…
Okami no borró su sonrisa lupina de los labios en momento alguno. Sus ojos observaron a Folk y a Chris a cada lado de Taira que se mantenían atentos a cualquier gesto de la Espada. Solo un movimiento y el Hideyori solo sería un mero recuerdo en la mente de la centenaria Arrancar. Ahora solo quedaba escuchar la respuesta de Taira o su despedida. De cualquier modo, tendrían cosas que hacer en poco tiempo por lo que su presencia en su cubil ya no era necesaria.
No dejó de sonreír en ningún momento. Si pensaba Taira que la haría estallar de furia en aquel momento estaba muy equivocado. Con Eizan se había desquitado lo suficiente como para aguantar sus tonterías, pero si pensaba que saldría ileso de aquella reunión tras tentar tanto a la suerte, iba listo. Okami deslizó su mano sobre la mesa, tomando una de las tazas a fin de calentar su garganta y que su voz saliera algo menos ronca de lo que había sido antes. Sus gestos habían sido lentos y parsimoniosos. Sin prisas, sin hacer movimientos bruscos. Cerró los ojos elevando solo una milésima parte su reiatsu haciendo que ambas fracciones se colocasen de forma oblicua a Taira rodeándoles en el acto. Volvió a dejar la taza sobre la mesa con tranquilidad y abrió los ojos fijándolos en los orbes ambarinos de aquella atrevida fracción.
La tensión que había en aquella habitación podría ser masticada por cualquiera de ellos si abrían la boca. Okami y Taira se mantenían mirándose y la Espada se inclinó ligeramente hacia delante deslizando la mano por encima de la madera de forma distraída dejando que la tensión llegase a su auge antes de decir palabra alguna.
-Si es por orden de Marcus-sama entonces tendrás nuestro apoyo para vuestras pequeñas labores –expuso con calma dándole el visto bueno a su petición, pues así se lo había tomado la Espada a pesar de que insinuara que era una orden directa de Marcus. Muy poco conocía al Espada 0 si pensaba que para ordenarle algo debía usar intermediarios. -Aún así, Hideyori, ten en cuenta que el desierto es demasiado peligroso como para poder garantizar su seguridad constantemente –prosiguió con calma sin elevar su voz ni hacer que pareciese una amenaza velada. Aún así sabía que Taira era lo suficientemente inteligente para leer entre líneas. -Muchas fieras pueblan las arenas de Hueco Mundo y subestimarlas pensando que se tiene un control sobre ellas. No es bueno tentar a un depredador, por muy seguro de que esté enjaulado. Suelen ser mucho más imprevisibles…
Okami no borró su sonrisa lupina de los labios en momento alguno. Sus ojos observaron a Folk y a Chris a cada lado de Taira que se mantenían atentos a cualquier gesto de la Espada. Solo un movimiento y el Hideyori solo sería un mero recuerdo en la mente de la centenaria Arrancar. Ahora solo quedaba escuchar la respuesta de Taira o su despedida. De cualquier modo, tendrían cosas que hacer en poco tiempo por lo que su presencia en su cubil ya no era necesaria.
Okami- Arrancar Lujuria
- Post : 609
Edad : 39
Re: Reunión en el cubil
Ralentizados por los efectos de la acuciada tensión, los segundos transcurrían agónicos, como a cámara lenta. Cada gesto, cada mirada y cada movimiento se convertían en un mar de insinuaciones no poco amenazadoras, casi descaradas en un ambiente en el que todo estaba siendo constantemente observado, analizado y evaluado como un acto dotado de peligro.
El silencioso espadachín, Renoir, se había estado meciendo peligrosamente sobre su punto óptimo de equilibrio, alternando su peso entre una posición y otra; como tratando de decidir cuál elegiría en caso de tener que lanzarse de súbito contra el Hideyori. Algo nada tranquilizador, deberíamos añadir.
Y no porque el noveno Fracción temiese el enfrentamiento directo contra semejante individuo; -todo lo contrario, más bien – ya que las continuas tentativas de Chris a que el Hideyori le hiciera morder el polvo no hacían más que incitar a este último a otorgarle debidas cuentas a tan inquieto rival.
Pero no sería en aquel momento…
Convengamos en que Taira se encontraba en uno de aquellos momentos lúcidos de su vida – escasos ellos - , y que su escasa racionalidad le bastaría en aquella ocasión para contener sus impulsos de iniciar ahí mismo una carnicería. Carnicería de la que él mismo habría sido - démoslo por hecho - el segundo plato. El primero, confiaba el Fracción, habría sido Renoir; antes siquiera de dar tiempo a sus acompañantes a servir los cubiertos.
Pero hipotéticas situaciones aparte, el Hideyori se encontraba ahora en un ligero aprieto; y no era tan estúpido como para no darse cuenta de ello, pese a la gran confianza que depositaba en sus propias capacidades. Era él contra el cuerpo de élite de la Sexta Sección: Una Espada – ¡y menuda Espada…! – y dos Fracciones, ni más ni menos.
El resultado ya había sido decidido.
“Tendré que matarlos a todos…”
“¡Plaaaaaaf…!”
El cuerpo moribundo y despedazado del Hideyori cayó contra el suelo, dejando tras de sí un abundante charco de sangre negruzca.
Su visión, a ras del suelo, le mostraba a partes iguales el blanco mármol del piso y unos pies descalzos que se acercaban a su rostro, con andar sereno. “No puede ser…No aquí…” Los pasos se acercaban más y más…
Mientras, un esfuerzo titánico de su cuello - a todas luces dislocado – consiguió arrastrar a duras penas la mejilla sobre la gélida superficie terrena, ampliando su rango de información frente a lo acontecido. Y una inexplicable sonrisa se acusó en su rostro, ininteligible dado su deplorable y agónico estado físico. Porque ahí estaba él, frente a frente con la cabeza decapitada del tan amenazante espadachín, Renoir. Había caído, sí, pero ver aquellos ojos en el interior de sus cuencas inertes, bañados en su propia sangre; era un contrapaso suficientemente bueno como para dejarse matar. Sí, había merecido la pena. Perder sus aspiraciones, sus ansias de poder, todo.
Todo…
El ligerísimo sonido de aquellos pasos desnudos sobre el suelo de mármol le devolvió a su realidad. Seguían acercándose; casi al alcance de la mano.
Trató de aferrarlos, sólo a tiempo para darse cuenta de que su brazo derecho había sido amputado por la Espada durante la refriega. Ahora de su hombro apenas colgaban unos hilillos de carne desgajada y los restos astillados de su húmero. Sólo podía limitarse a escuchar las palabras de regodeo de la loba que, habiéndose deshecho de la única prenda que vestía al iniciar el combate, lucía ahora completamente desnuda frente a él. Bonita estampa, aquella, para morir.
En un último esfuerzo, retorció algo más el dolorido cuello, atisbando por completo la voluptuosa silueta de la Espada, y correspondiendo a su efímera satisfacción con una sonrisa de conformidad. Y Okami se revolvió de nuevo en un suave bamboleo de caderas antes de dedicarle a Taira sus últimas palabras de despedida…
— ¡Guuuu….guuuaaaaaauuuu!!!¡¡Guaauuuu…!!¡Guuuaaauuuu!! ¡Aaaahuuuuuuuuuúúúú…!!
“Serás bastardo…”— Taira sonrió, ya de vuelta al mundo real…— “Te has vuelto a perder en tu estúpido mundo de locos…”
Y la habitación tal y como realmente era volvió a formarse de nuevo ante sus ojos, desvelando de nuevo la anterior y verídica estampa de un Taira rodeado por los tres mayores cargos de la 6º Sección.
“Definitivamente, voy a tener que hacer algo al respecto. Ya van dos veces en diez minutos que me pasa lo mismo…” — pensó para sí, resignado. Y concluyó: — “Esto de volverse loco es un fastidio…”
Pero mientras, la situación transcurría, dejando las palabras surgir de los labios de Okami en forma de poco sutiles amenazas. ¡Por Dios…! Al menos Taira había camuflado sus insinuaciones con continuos dobles sentidos…Aquello era, simple y llanamente, chanchullo. Y del barato. Pero no por ello menos efectivo.
Fuera como fuese, Taira no tenía ninguna intención de desperdiciar su vida contra aquella panda de seres que tan a pecho se tomaban sus inocentemente satíricas declaraciones. Aunque quizás, y bien pensado, no era del todo descabellado que hubieran reaccionado de tal forma; ¿cómo iba Taira a saberlo…?. Al fin y al cabo, sus mayores y más primitivas vivencias junto a Espadas se habían limitado a aquellas con el gran Alastor – que en su día, por una razón u otra, todo le consentía - y con Tatsuya Kenzo, actual 4º Espada y que, en fin…poco tenía que ver con la severa Okami.
Así que Taira tuvo que limitarse a encogerse de hombros, tanto por la resignación a sus pensamientos como a la de su situación real y presente. No es que tuviera mayor opción, de todas formas. Pero desde luego su vida valía más que la de aquel desgraciado que había muerto instantes antes, y no tenía la menor intención de darla por perdida con semejante prontitud. Suspiró.
— Bueeno…¡Qué remedio…! Si la fiera es peligrosa tanto suelta como enjaulada…— comenzó. — entonces la obra deberá proseguir normalmente hacia el siguiente acto…mi venerada Espada... — una pausa, en la que su mirada se enfocó de forma aún más intensa sobre los amenazantes ojos de Okami. — Un acto en que sea la fiera la que caiga, malherida y sola…Una acto en que al fin se revele…que la muerte es una danza a la que tarde o temprano todos hemos de ser invitados…
Y con ello y una marcada – y temeraria – reverencia, el siniestro Hideyori dio por terminada su exposición, añadiendo, como broche final y de despedida, y sin molestarse en terminar de deshacer la reverencia:
— Ha sido un placer compartir mi tiempo con vosotros…Renoir…Folk y… — levantó la mirada por última vez, dirigiendo su siempre ambigua mirada de ámbar a la 6º Espada… — Okami…Espero que, algún día, el destino nos vuelva a reunir. Y entonces, auguro, quizás esta gran obra pueda pasar a su último y final acto…
Y de un Sonido, desapareció de la sala, a través del suelo bajo sus pies; ignorando gracias a su poder hollow la opacidad del mismo.
La reunión había concluido. Las presentaciones hechas. Las amenazas lanzadas. El reloj del tiempo daba la vuelta una vez más, agotado su límite.
Y el telón se cierra. A punto para una nueva era…
El silencioso espadachín, Renoir, se había estado meciendo peligrosamente sobre su punto óptimo de equilibrio, alternando su peso entre una posición y otra; como tratando de decidir cuál elegiría en caso de tener que lanzarse de súbito contra el Hideyori. Algo nada tranquilizador, deberíamos añadir.
Y no porque el noveno Fracción temiese el enfrentamiento directo contra semejante individuo; -todo lo contrario, más bien – ya que las continuas tentativas de Chris a que el Hideyori le hiciera morder el polvo no hacían más que incitar a este último a otorgarle debidas cuentas a tan inquieto rival.
Pero no sería en aquel momento…
Convengamos en que Taira se encontraba en uno de aquellos momentos lúcidos de su vida – escasos ellos - , y que su escasa racionalidad le bastaría en aquella ocasión para contener sus impulsos de iniciar ahí mismo una carnicería. Carnicería de la que él mismo habría sido - démoslo por hecho - el segundo plato. El primero, confiaba el Fracción, habría sido Renoir; antes siquiera de dar tiempo a sus acompañantes a servir los cubiertos.
Pero hipotéticas situaciones aparte, el Hideyori se encontraba ahora en un ligero aprieto; y no era tan estúpido como para no darse cuenta de ello, pese a la gran confianza que depositaba en sus propias capacidades. Era él contra el cuerpo de élite de la Sexta Sección: Una Espada – ¡y menuda Espada…! – y dos Fracciones, ni más ni menos.
El resultado ya había sido decidido.
“Tendré que matarlos a todos…”
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“¡Plaaaaaaf…!”
El cuerpo moribundo y despedazado del Hideyori cayó contra el suelo, dejando tras de sí un abundante charco de sangre negruzca.
Su visión, a ras del suelo, le mostraba a partes iguales el blanco mármol del piso y unos pies descalzos que se acercaban a su rostro, con andar sereno. “No puede ser…No aquí…” Los pasos se acercaban más y más…
Mientras, un esfuerzo titánico de su cuello - a todas luces dislocado – consiguió arrastrar a duras penas la mejilla sobre la gélida superficie terrena, ampliando su rango de información frente a lo acontecido. Y una inexplicable sonrisa se acusó en su rostro, ininteligible dado su deplorable y agónico estado físico. Porque ahí estaba él, frente a frente con la cabeza decapitada del tan amenazante espadachín, Renoir. Había caído, sí, pero ver aquellos ojos en el interior de sus cuencas inertes, bañados en su propia sangre; era un contrapaso suficientemente bueno como para dejarse matar. Sí, había merecido la pena. Perder sus aspiraciones, sus ansias de poder, todo.
Todo…
El ligerísimo sonido de aquellos pasos desnudos sobre el suelo de mármol le devolvió a su realidad. Seguían acercándose; casi al alcance de la mano.
Trató de aferrarlos, sólo a tiempo para darse cuenta de que su brazo derecho había sido amputado por la Espada durante la refriega. Ahora de su hombro apenas colgaban unos hilillos de carne desgajada y los restos astillados de su húmero. Sólo podía limitarse a escuchar las palabras de regodeo de la loba que, habiéndose deshecho de la única prenda que vestía al iniciar el combate, lucía ahora completamente desnuda frente a él. Bonita estampa, aquella, para morir.
En un último esfuerzo, retorció algo más el dolorido cuello, atisbando por completo la voluptuosa silueta de la Espada, y correspondiendo a su efímera satisfacción con una sonrisa de conformidad. Y Okami se revolvió de nuevo en un suave bamboleo de caderas antes de dedicarle a Taira sus últimas palabras de despedida…
— ¡Guuuu….guuuaaaaaauuuu!!!¡¡Guaauuuu…!!¡Guuuaaauuuu!! ¡Aaaahuuuuuuuuuúúúú…!!
“Serás bastardo…”— Taira sonrió, ya de vuelta al mundo real…— “Te has vuelto a perder en tu estúpido mundo de locos…”
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Y la habitación tal y como realmente era volvió a formarse de nuevo ante sus ojos, desvelando de nuevo la anterior y verídica estampa de un Taira rodeado por los tres mayores cargos de la 6º Sección.
“Definitivamente, voy a tener que hacer algo al respecto. Ya van dos veces en diez minutos que me pasa lo mismo…” — pensó para sí, resignado. Y concluyó: — “Esto de volverse loco es un fastidio…”
Pero mientras, la situación transcurría, dejando las palabras surgir de los labios de Okami en forma de poco sutiles amenazas. ¡Por Dios…! Al menos Taira había camuflado sus insinuaciones con continuos dobles sentidos…Aquello era, simple y llanamente, chanchullo. Y del barato. Pero no por ello menos efectivo.
Fuera como fuese, Taira no tenía ninguna intención de desperdiciar su vida contra aquella panda de seres que tan a pecho se tomaban sus inocentemente satíricas declaraciones. Aunque quizás, y bien pensado, no era del todo descabellado que hubieran reaccionado de tal forma; ¿cómo iba Taira a saberlo…?. Al fin y al cabo, sus mayores y más primitivas vivencias junto a Espadas se habían limitado a aquellas con el gran Alastor – que en su día, por una razón u otra, todo le consentía - y con Tatsuya Kenzo, actual 4º Espada y que, en fin…poco tenía que ver con la severa Okami.
Así que Taira tuvo que limitarse a encogerse de hombros, tanto por la resignación a sus pensamientos como a la de su situación real y presente. No es que tuviera mayor opción, de todas formas. Pero desde luego su vida valía más que la de aquel desgraciado que había muerto instantes antes, y no tenía la menor intención de darla por perdida con semejante prontitud. Suspiró.
— Bueeno…¡Qué remedio…! Si la fiera es peligrosa tanto suelta como enjaulada…— comenzó. — entonces la obra deberá proseguir normalmente hacia el siguiente acto…mi venerada Espada... — una pausa, en la que su mirada se enfocó de forma aún más intensa sobre los amenazantes ojos de Okami. — Un acto en que sea la fiera la que caiga, malherida y sola…Una acto en que al fin se revele…que la muerte es una danza a la que tarde o temprano todos hemos de ser invitados…
Y con ello y una marcada – y temeraria – reverencia, el siniestro Hideyori dio por terminada su exposición, añadiendo, como broche final y de despedida, y sin molestarse en terminar de deshacer la reverencia:
— Ha sido un placer compartir mi tiempo con vosotros…Renoir…Folk y… — levantó la mirada por última vez, dirigiendo su siempre ambigua mirada de ámbar a la 6º Espada… — Okami…Espero que, algún día, el destino nos vuelva a reunir. Y entonces, auguro, quizás esta gran obra pueda pasar a su último y final acto…
Y de un Sonido, desapareció de la sala, a través del suelo bajo sus pies; ignorando gracias a su poder hollow la opacidad del mismo.
La reunión había concluido. Las presentaciones hechas. Las amenazas lanzadas. El reloj del tiempo daba la vuelta una vez más, agotado su límite.
Y el telón se cierra. A punto para una nueva era…
Hideyori Taira- Desaparecido
- Post : 574
Edad : 32
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