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PNJs del Escuadrón Chugo
Souls&Swords - Foro interpretativo inspirado en Bleach :: Gotei :: Escuadrón Chugo - Deber y Lealtad
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PNJs del Escuadrón Chugo
Nombre completo: Mizugame Zanshiro
Ocupación: Teniente del Primer Escuadrón
Descripción física: El joven Zanshiro es un hombre alto y delgado que no se separa de sus gafas con montura negra, que suele toquetear para poner en su lugar muy habitualmente. Viste con el uniforme de shinigami sin concesiones. El brazalete que lo identifica como Teniente es la única concesión que se permite en su hakama negro.
Con su rostro afilado, sus inseparables gafas y la cantidad de papeles que suele cargar tiene más pintas de intelectual que de guerrero, pero es bastante bueno en lo que hace, sobre todo en la esgrima, que practica obsesivamente. Otro rasgo a destacar es su cabello castaño, brillante y liso y sus ojos rasgados, que lo miran todo con interés, deseando sacar el mayor partido a lo que le rodea.
Descripción psicológica: Estirado es el mejor adjetivo que define al insondable Mizugame Zanshiro. Algunos de los shinigamis que han hablado con él coinciden en que tiene un trato fácil y atento, pero que es tan extremadamente correcto que roza los límites de lo absurdo.
Zanpakutou: Kitsune 狐 (Zorro) es un fiel reflejo de su dueño, seria, fría y disciplinada. De tipo físico, pocas veces hace su aparición en manos del neutral muchacho y normalmente coincide con su dueño en todo, aunque a veces discuten por cosas tan insignificantes como un documento mal cumplimentado.
Historia: Hijo pequeño de una familia noble menor, siempre tuvo claro que no se dedicaría a administrar la casa familiar. De ello bien podían encargarse sus hermanos mayores, así que pasó mucho tiempo hasta que decidió que quería hacer con su vida, que malgastaba entre sake y mujeres de dudosa reputación. La respuesta le llegó en una pelea de callejón. El joven Mizugame había decidido que aquella noche los afectos de una de las chicas del local serían sólo para él, aunque el hermano de la chica estaba en el local y acabaron juntos en la parte de atrás.
Zanshiro no había tenido una pelea con los puños en toda su vida, había aprendido kendo por tradición, pero nunca había sido un buen estudiante y había bebido tanto que probablemente el shinai se le escapase de las manos. Alzó los puños, dispuesto al menos a encajar el menor número de golpes posible y enfocó a su oponente. “Ojalá pudiera esquivarle” pensó mientras el derechazo del otro iba a estrellarse contra su rostro y cerró los ojos, pero el impacto no llegó. Zanshiro estaba varios pasos por detrás de donde recordaba haberse colocado, las dudas se las disipó las palabras de la chica, que había acudido a ver el combate.
- ¡Es un shinigami, corre hermano!- y ambos desaparecieron, sin más, parecían gente humilde, de ahí que no supiesen que él no era más que un borracho común y corriente. El joven se preguntó que habría pasado y se miró las manos, ¿había cambiado algo? No quiso quedarse para averiguarlo y volvió a casa algo más lúcido. Al día siguiente ingresó en el Instituto Shinō de Artes Espirituales.
Era como si haberse peleado en medio de la calle hubiera sido una revelación para él. No había vuelto a beber o a frecuentar malas compañías desde que empezó a estudiar, se convirtió en el mejor de la clase y el alumno más avanzado en el manejo de la espada, era como si hubiera nacido para ello. Aunque una vez se hubo graduado con honores no supo que hacer con su vida, vestía el negro, era un shinigami pero ahora, ¿qué? Tal fue su desconcierto que pasó de un Escuadrón a otro sin encontrarse a gusto en ninguno. Cuando estaba en el Tercero, ¿o era en el Quinto?, alguien lo encontró sentado bajo un manzano en el Rukongai, ese alguien era el que estaba destinado a ser su ejemplo a seguir, el magnánimo Sotaichou Koyuki Ryoto que, aburrido de escuchar informes, había decidido salir a dar un paseo.
Zanshiro se apretaba las piernas, que estaban apuntaladas a su torso y mascullaba, enfadado consigo mismo. Tal era su desconcierto que estaba decidido a cogerse la mayor borrachera de su vida, tal vez una buena pelea en un callejón ponzoñoso le sugiriese que hacer, como ya había ocurrido. Se levantó y sólo entonces se dio cuenta de a quién tenía delante, por un segundo se quedó mudo, pero al siguiente hizo una reverencia tan profunda que poco la faltó para caer en el suelo. El Comandante (iba rodeado por un séquito bastante numeroso que miraban al joven con suspicacia, hasta con desprecio) soltó una carcajada de buena gana. El muchacho estaba completamente azorado, su rostro de mostraba encarnado y cuando se presentó lo hizo con voz vacilante, Koyuki le pidió que pasearan y el joven licenciado no se negó, no hubiera podido hacerlo.
De esa conversación, el futuro Teniente tomó dos decisiones: una que formaría parte del Primer Escuadrón y otra que dedicaría lo que restaba de vida a proteger a aquel hombre que con tan sólo unas pocas palabras se había convertido en su ídolo. Con el paso de los años, el shinigami ha convertido su misión en su vida y poco o nada que en él de sus tiempos mozos, hasta su aspecto ha cambiado, si antes resultaba atractivo y divertido, ahora es tan aburrido como una pared, aunque no por ello menos poderoso.
Ocupación: Teniente del Primer Escuadrón
Descripción física: El joven Zanshiro es un hombre alto y delgado que no se separa de sus gafas con montura negra, que suele toquetear para poner en su lugar muy habitualmente. Viste con el uniforme de shinigami sin concesiones. El brazalete que lo identifica como Teniente es la única concesión que se permite en su hakama negro.
Con su rostro afilado, sus inseparables gafas y la cantidad de papeles que suele cargar tiene más pintas de intelectual que de guerrero, pero es bastante bueno en lo que hace, sobre todo en la esgrima, que practica obsesivamente. Otro rasgo a destacar es su cabello castaño, brillante y liso y sus ojos rasgados, que lo miran todo con interés, deseando sacar el mayor partido a lo que le rodea.
Descripción psicológica: Estirado es el mejor adjetivo que define al insondable Mizugame Zanshiro. Algunos de los shinigamis que han hablado con él coinciden en que tiene un trato fácil y atento, pero que es tan extremadamente correcto que roza los límites de lo absurdo.
Zanpakutou: Kitsune 狐 (Zorro) es un fiel reflejo de su dueño, seria, fría y disciplinada. De tipo físico, pocas veces hace su aparición en manos del neutral muchacho y normalmente coincide con su dueño en todo, aunque a veces discuten por cosas tan insignificantes como un documento mal cumplimentado.
Historia: Hijo pequeño de una familia noble menor, siempre tuvo claro que no se dedicaría a administrar la casa familiar. De ello bien podían encargarse sus hermanos mayores, así que pasó mucho tiempo hasta que decidió que quería hacer con su vida, que malgastaba entre sake y mujeres de dudosa reputación. La respuesta le llegó en una pelea de callejón. El joven Mizugame había decidido que aquella noche los afectos de una de las chicas del local serían sólo para él, aunque el hermano de la chica estaba en el local y acabaron juntos en la parte de atrás.
Zanshiro no había tenido una pelea con los puños en toda su vida, había aprendido kendo por tradición, pero nunca había sido un buen estudiante y había bebido tanto que probablemente el shinai se le escapase de las manos. Alzó los puños, dispuesto al menos a encajar el menor número de golpes posible y enfocó a su oponente. “Ojalá pudiera esquivarle” pensó mientras el derechazo del otro iba a estrellarse contra su rostro y cerró los ojos, pero el impacto no llegó. Zanshiro estaba varios pasos por detrás de donde recordaba haberse colocado, las dudas se las disipó las palabras de la chica, que había acudido a ver el combate.
- ¡Es un shinigami, corre hermano!- y ambos desaparecieron, sin más, parecían gente humilde, de ahí que no supiesen que él no era más que un borracho común y corriente. El joven se preguntó que habría pasado y se miró las manos, ¿había cambiado algo? No quiso quedarse para averiguarlo y volvió a casa algo más lúcido. Al día siguiente ingresó en el Instituto Shinō de Artes Espirituales.
Era como si haberse peleado en medio de la calle hubiera sido una revelación para él. No había vuelto a beber o a frecuentar malas compañías desde que empezó a estudiar, se convirtió en el mejor de la clase y el alumno más avanzado en el manejo de la espada, era como si hubiera nacido para ello. Aunque una vez se hubo graduado con honores no supo que hacer con su vida, vestía el negro, era un shinigami pero ahora, ¿qué? Tal fue su desconcierto que pasó de un Escuadrón a otro sin encontrarse a gusto en ninguno. Cuando estaba en el Tercero, ¿o era en el Quinto?, alguien lo encontró sentado bajo un manzano en el Rukongai, ese alguien era el que estaba destinado a ser su ejemplo a seguir, el magnánimo Sotaichou Koyuki Ryoto que, aburrido de escuchar informes, había decidido salir a dar un paseo.
Zanshiro se apretaba las piernas, que estaban apuntaladas a su torso y mascullaba, enfadado consigo mismo. Tal era su desconcierto que estaba decidido a cogerse la mayor borrachera de su vida, tal vez una buena pelea en un callejón ponzoñoso le sugiriese que hacer, como ya había ocurrido. Se levantó y sólo entonces se dio cuenta de a quién tenía delante, por un segundo se quedó mudo, pero al siguiente hizo una reverencia tan profunda que poco la faltó para caer en el suelo. El Comandante (iba rodeado por un séquito bastante numeroso que miraban al joven con suspicacia, hasta con desprecio) soltó una carcajada de buena gana. El muchacho estaba completamente azorado, su rostro de mostraba encarnado y cuando se presentó lo hizo con voz vacilante, Koyuki le pidió que pasearan y el joven licenciado no se negó, no hubiera podido hacerlo.
De esa conversación, el futuro Teniente tomó dos decisiones: una que formaría parte del Primer Escuadrón y otra que dedicaría lo que restaba de vida a proteger a aquel hombre que con tan sólo unas pocas palabras se había convertido en su ídolo. Con el paso de los años, el shinigami ha convertido su misión en su vida y poco o nada que en él de sus tiempos mozos, hasta su aspecto ha cambiado, si antes resultaba atractivo y divertido, ahora es tan aburrido como una pared, aunque no por ello menos poderoso.
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