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Abominación
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Re: Abominación
Off-Rol: Espero podamos seguir con la misión, quienes deseen entrar pueden postear pero aún no estarán en esta parte del cuento, sus posts solamente serán para marcar que están en camino.
On-Rol: Las cartas fueron mostradas y sus frutos serían los que vendrían a continuación. El fragor de la batalla se tradujo en sonidos poderosos, el choque de golpes y ráfagas de energía, así como cortes de espada se hacían cada vez más y más caóticos y potentes como una tonada de ópera que llega a su climax en un mundo donde el sadismo y la sangre portan los estandartes de belleza.
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On-Rol: Las cartas fueron mostradas y sus frutos serían los que vendrían a continuación. El fragor de la batalla se tradujo en sonidos poderosos, el choque de golpes y ráfagas de energía, así como cortes de espada se hacían cada vez más y más caóticos y potentes como una tonada de ópera que llega a su climax en un mundo donde el sadismo y la sangre portan los estandartes de belleza.
Habían sido derrotados en breves minutos, algo no había salido bien y era el no saber la diferencia de poder que los arrancar y su grupo poseían. Tal vez sería mejor rendirse y hacer que su destino siguiera el curso, que aquellos quienes estaban venciendo, desearan.
Kenzo desenvainó su espada y Karatoraba había trazado un plan bastante completo de ataque para el perro. Por su parte Ichabod había lanzado ataques a diestra y siniestra intentando que alguno diera en su blanco.
Los ataques del arrancar liberado, Ichabod, no tuvieron mayor destino que perderse en la arena blanca pues al momento que comenzaba a lanzar sus espadas el hollow-simio, lanzado por Kenzo, golpeó al armadillo y ambos salieron del campo de acción del poderoso ataque, tal vez el siguiente ataque podría dar en el blanco.
Kenzo y Karatoraba estaban casi en la misma línea de ataque, el primero era más veloz pero el ataque carmesí lo detendría un momento. Kenzo logró partir el cánido cero a la mitad haciendo que la energía se dispersara y quedara casi en nada, salvo por las partículas de energía que golpearon diferentes partes del campo de batalla.
Karatoraba se acercaba también con la Wakisashi previendo un tajo que, si daba en el blanco, podría causarle mucho daño.
Las batallas siempre son impredecibles y nuestros amigos arrancar habían olvidado un pequeño detalle el hollow que atacaba con sonido. Este había sido tocado por el kunai de Karatoraba pero la herida era superficial y le habían dado tiempo suficiente de recuperarse para preparar un ataque desde detrás del velo blanquecino.
Boom!! - El sonido fue simplemente una ráfaga de viento que arrastró un poco de arena y se perdió en el horizonte, pero las apariencias engañan. El sonido que portaba esa pequeña ráfaga de viento no lo podrían sentir hasta que comenzara el efecto devastador. El golpe iba justo al oído interno y lo hacía vibrar con extrema fuerza haciendo que quienes sean víctimas de ella sufran pérdida de equilibrio, nauseas, pequeños espasmos y se les nuble la vista por algunos segundos, Karatoraba no sentiría esto último pero gracias a su agudo oído tendría más problemas con los efectos anteriores.
Habían tenido un golpe de suerte pero el ataque también afectaría a sus compañeros, exceptuando al ave que estaba fuera del rango de acción, por lo que tendrían el tiempo justo para escapar a menos que algo los detuviera.
Kael- Privaron Espada
- Post : 195
Re: Abominación
El filo de su wakizashi parecía cortar la misma arena. Cuando su plateado brillo se hendía en la nube levantada por sus Balas, las partículas en suspensión pasaban de ese plano espacial a otro, lejos de la contienda. Esto se traducía en un efecto visual donde su tajo quedaba dibujado por unos instantes en la espesa nube. Su ataque continuaba implacable y se avecinaba tan certero que, por un instante, Karatoraba dudó en apagar su poder hollow y, simplemente, atravesar de un tajo al cánido hollow. Su pasajero oscuro había llegado a su punto álgido de excitación cuando todo se nubló.
Hacía ya tiempo que la visión de lo que le rodeaba se había enturbecido, él mismo se había encargado de ello. Pero ahora era su oído, su sentido más preciado, el que se había nublado. O eso parecía sentir el cegado arrancar. Como si una nube de polvo auditiva se hubiera colado por sus oídos, todo su entorno se emborronó por unos instantes. Placenteros instantes, se podría decir, pues condujeron al dolor más agudo que Karatoraba había sentido jamás. La explosión sónica había dañado seriamente su mejor arma, y al dolor físico había que sumarle el del sentir como se encontraba sordo ante el mundo; ciego, ahora sí.
Involunariamante, Karatoraba soltó sus armas que golpearon sordamente la pálida arena del desierto. Sus manos se aferraron desesperadamente a sus orejas, apretándose el cráneo en un desesperado intento de extraer, gota a gota, el dolor que perforaba su mente. Por unos instantes, demasiados en un campo de batalla, se mostró incapaz de moverse, orientarse ni defenderse. La excitación de su alter ego lo trajo de nuevo a sí. Sus rodillas estaban clavadas en la arena, pero no recordaba haberlas doblegado. En un esfuerzo sobrehumano, retiró sus manos de la cabeza y buscó a tientas sus armas. No necesitaba oír ni ver para enfundarlas, era un movimiento harto ensayado. Se puso en pie, pese a que su cuerpo le pedía a gritos perder la consciencia, y se movió todo lo rápido que pudo en tan contrarias circunstancias.
Tras desvanecerse en un Sonido, volvió a ascender. Atrás quedó el Bosque Menos y su nube de arena que comenzaba a disiparse. Pero por mucho que ascendiera, no podría alejarse del zumbido ensordecedor que retumbaba en sus oídos. Allí, a gran distancia del campo de batalla, elevó su huesuda visera para poder observar el terreno. Entornó los ojos frente a la claridad, parpadeando un par de veces para acostumbrarse a ella. Sin embargo el efecto de aquella explosión parecía haber afectado hasta a su pobre visión. Le lloraban los ojos.
Miró a un lado y a otro, buscando a su maestro o al otro arrancar. Sólo veía polvo por todas partes, ninguna figura se mostraba nítida ante sus ojos y nada podía “ver” con su audición en aquellos momentos.
Volvió a desaparecer en un Sonido y duplicó la altura a la que se encontraba. No quería que nadie pudiera ver como se desprendía, en un arrebato de ira, de la máscara que ocultaba a su verdadero ser. Sus ojos parecieron tornarse carmesí y su sonrisa se desfiguró, demente. No sabía dónde se encontraba el enemigo –ni sus aliados tampoco-, pero con el dolor que sentía en su cráneo, poco le importó. Rodeó su muñeca derecha con los dedos de la otra mano y abrió la palma. Cargó su ráfaga por unos segundos, haciendo su mano brillar intensamente antes de liberar el ataque.
Su cero viajó lento, pero contenía todo la energía espiritual que había podido condensar. Despacio pero imperturbable. Y devastador. Olvidó, por un instante, a sus compañeros. Su dolor no solamente cegaba sus oídos, sino su mente también. En ella tan solo bailaba un objetivo: hacer desaparecer de la faz de Hueco Mundo a aquel arrancar de sónicos ataques que tanto había mermado su poder.
Hacía ya tiempo que la visión de lo que le rodeaba se había enturbecido, él mismo se había encargado de ello. Pero ahora era su oído, su sentido más preciado, el que se había nublado. O eso parecía sentir el cegado arrancar. Como si una nube de polvo auditiva se hubiera colado por sus oídos, todo su entorno se emborronó por unos instantes. Placenteros instantes, se podría decir, pues condujeron al dolor más agudo que Karatoraba había sentido jamás. La explosión sónica había dañado seriamente su mejor arma, y al dolor físico había que sumarle el del sentir como se encontraba sordo ante el mundo; ciego, ahora sí.
Involunariamante, Karatoraba soltó sus armas que golpearon sordamente la pálida arena del desierto. Sus manos se aferraron desesperadamente a sus orejas, apretándose el cráneo en un desesperado intento de extraer, gota a gota, el dolor que perforaba su mente. Por unos instantes, demasiados en un campo de batalla, se mostró incapaz de moverse, orientarse ni defenderse. La excitación de su alter ego lo trajo de nuevo a sí. Sus rodillas estaban clavadas en la arena, pero no recordaba haberlas doblegado. En un esfuerzo sobrehumano, retiró sus manos de la cabeza y buscó a tientas sus armas. No necesitaba oír ni ver para enfundarlas, era un movimiento harto ensayado. Se puso en pie, pese a que su cuerpo le pedía a gritos perder la consciencia, y se movió todo lo rápido que pudo en tan contrarias circunstancias.
Tras desvanecerse en un Sonido, volvió a ascender. Atrás quedó el Bosque Menos y su nube de arena que comenzaba a disiparse. Pero por mucho que ascendiera, no podría alejarse del zumbido ensordecedor que retumbaba en sus oídos. Allí, a gran distancia del campo de batalla, elevó su huesuda visera para poder observar el terreno. Entornó los ojos frente a la claridad, parpadeando un par de veces para acostumbrarse a ella. Sin embargo el efecto de aquella explosión parecía haber afectado hasta a su pobre visión. Le lloraban los ojos.
Miró a un lado y a otro, buscando a su maestro o al otro arrancar. Sólo veía polvo por todas partes, ninguna figura se mostraba nítida ante sus ojos y nada podía “ver” con su audición en aquellos momentos.
Volvió a desaparecer en un Sonido y duplicó la altura a la que se encontraba. No quería que nadie pudiera ver como se desprendía, en un arrebato de ira, de la máscara que ocultaba a su verdadero ser. Sus ojos parecieron tornarse carmesí y su sonrisa se desfiguró, demente. No sabía dónde se encontraba el enemigo –ni sus aliados tampoco-, pero con el dolor que sentía en su cráneo, poco le importó. Rodeó su muñeca derecha con los dedos de la otra mano y abrió la palma. Cargó su ráfaga por unos segundos, haciendo su mano brillar intensamente antes de liberar el ataque.
Su cero viajó lento, pero contenía todo la energía espiritual que había podido condensar. Despacio pero imperturbable. Y devastador. Olvidó, por un instante, a sus compañeros. Su dolor no solamente cegaba sus oídos, sino su mente también. En ella tan solo bailaba un objetivo: hacer desaparecer de la faz de Hueco Mundo a aquel arrancar de sónicos ataques que tanto había mermado su poder.
Karatoraba- Post : 110
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