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Mensaje por Akiyama Yuka Vie Mayo 20, 2011 5:58 am

La biblioteca del Octavo Escuadrón. Era el sitio preferido de la rubia Yuka, quizás compitiendo con su aula en la Academia. Podía quedarse horas enteras allí dentro, dejándose llevar por la sensación de serenidad que la embargaba cada vez que estaba en aquel enorme lugar. Alzó su mano, de dedos largos y delicados, y acarició los lomos de los libros que tenía más cerca. Estaba en la sección de literatura, así que no le pareció extraño encontrar una historia de amor. Con decisión sacó el volumen de la estantería y observó la portada. Una hermosa joven esperaba desde lo alto de una torre a un muchacho apuesto que llegaba a caballo. Antes de devolverlo a su lugar correspondiente, lo ojeó un poco y decidió leer las frases finales, para hacerse una idea de cual era la conclusión de aquella historia. Su hipótesis no estaba errada. Después de mil peripecias (que ella no podía saber cuales eran por la escasa información que tenía) los jóvenes se casaban y vivían felices en una hermosa y gran casa rodeados de muchos niños preciosos. Tras haber descubierto que en los libros, de nuevo, todo era mejor que en su realidad, cerró el tomo de golpe y lo devolvió a su lugar en la balda. Se dio la vuelta y recorrió la distancia que la separaba de la zona de los libros históricos. Cuando llegó se internó en los pasillos que formaban la sección y fue buscando por orden alfabético hasta que llegó a lo que deseaba: primeros pasos en la Sociedad de las Almas. Lo extrajo de un tirón y se lo colocó bajo el brazo. A continuación hizo lo propio con un manual que pensaba recomendarles a los chicos y puso rumbo a las mesas que estaban en la biblioteca para que los shinigamis trabajaban o estudiaban.

De camino se encontró con un chico del Escuadrón y se saludaron con un movimiento de cabeza. No, no era Yuki, y ojala lo hubiera sido, tenía ganas de hablarle del último libro que se había leído, saber su opinión y poder pasar un rato con él. En algunos sentidos era frustrante que se vieran tan poco. Aunque la profesora Akiyama adoraba sus clases, no podía dejar de sentir que le quitaban tiempo para estar con él. Y no solo eso, sino también los compromisos que tenía para con su prometido. Dejó escapar un suave suspiro a través de los dientes apretados y meneó la cabeza. No era culpa del joven Hokori. Sus padres eran los que les habían impuesto el matrimonio, seguramente Yuka ni siquiera le gustase un poco, pero lo hacía porque debía hacerlo, Kin'iro era un buen chico y además era apuesto y educado, siempre la trataba con respeto y le decía lo hermosa que estaba a cada momento. Pero para la rubia heredera no era bastante. Quizás si se pareciese un poco más a Yuki… ¡no! Se censuró, y regresó a la realidad, el chico nieve era solo un amigo, debía dejar de hacer cábalas y pensar en fantasías. Suponiendo que él estuviese interesado en ella, ¿lo estaría realmente?, jamás podrían llegar a tener lo que hubiera deseado cualquier pareja normal. Ella iba a casarse y, si era posible, a tener muchos bebés rubios preciosos.

Se sentó en una mesa que estaba debajo de una ventana y desplegó todo el material que llevaba: los libros, el tintero, la pluma blanca y el cuaderno donde hacía esquemas de sus clases. No se fijó mucho en la persona frente a ella y empezó a trabajar en el más absoluto de los silencios. El dato que tanto la había traído de cabeza resultó ser un detalle tonto que carecía de importancia, se quedaba más tranquila así. Continuó sus esquemas un rato más hasta que un sonido, como de rasgar una hoja, la sacó de sus pensamientos y tuvo que levantar la cabeza. Un niño de alrededor de diez años coloreaba unos dibujos bastante bonitos sentado frente a ella. Una suave sonrisa se dibujó en el delicado rostro de la profesora y lo observó sin hacer ruido. El dibujo representaba un paisaje, donde conejos, osos y demás animales encantadores eran los protagonistas. Además de los colores el muchachito había desplegado sobre la mesa unos cuantos cuentas. El niño era muy bonito, tenía el cabello rubio corto y desordenado y unos enormes ojos del color de la miel. Si Akiyama-sensei tenía hijos estaba segura que se parecerían mucho a él, al menos en el color del pelo. Ojala su bebé tuviera el cabello celeste…Suspiró de nuevo, y solo entonces el muchacho le prestó atención.
- Hola- le dijo- eres un artista, ese dibujo es muy bonito- y se asomó para verlo un poco mejor- me llamo Yuka, ¿y tú?
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Mensaje por Renshū Otokonoko Vie Mayo 20, 2011 7:16 am

Había ido al octavo escuadrón buscando información sobre su maestro, llevaba consigo un cuaderno y una cartuchera para poder apuntar los datos que consiguiese. La biblioteca era enorme, largas filas de estanterías llenas de toda clase de libros, grandes ventanas que permitían el paso de ingentes cantidades de luz que permitían la lectura en casi cualquier lugar.

Aquella era la primera vez que entraba en un sitio así y un shinigami que había detrás de un mostrador al ver su cara confusa le habló. -¿Perdona, puedo ayudarte en algo?- dijo el hombre amablemente. Renshu lo miró y sonrió -Sí, necesito cierta información. Tengo que acceder al registro shinigamis del gotei- el hombre lo miró de hito en hito -Lo siento, pero esa información está restringida- El pequeño shinigami se sorprendió -¡Soy miembro del segundo escuadrón! ¿Cómo que la información está restringida?- el otro siguió en sus trece -lo siento, aunque pertenezca al segundo escuadrón no puede acceder a datos importantes sin el permiso de un Capitán- Renshu se cruzó de brazos tanto como pudo, el llevar un peluche, un cuaderno, un lapicero complicaban un poco la acción que quería emprender -Tsk, entonces no sirve de nada que haya venido hasta aquí- el de detrás del mostrador volvió a hablar -ya que está aquí puede echarle un vistazo al resto de los libros de acceso público- Renshu asintió y se internó entre los pasillos.

Había todo tipo de libros, todos ordenados por género, autor y finalmente de la A a la Z. Algunos eran muy antiguos, encuadernados de manera artesanal con la hojas de papel de arroz cosidas con hilo de seda y tablillas de maderas nobles. Otros más recientes no estaban tan elaborados pero daban información más interesante " Shinigamis y Zampakutous", "El shinigami solitario" y algunos títulos que atrajeron la atención del pequeño shinigami. Cogió un par de libros y sigió caminando, al ver una zona libre de estanterías, con mesas y sillas en su lugar, decidió descansar sus piernas un rato. Se dirigió a la mesa más cercana y se subió de un salto en la silla, sentó al peluche en la silla de al lado y dejó cuaderno, plumier y libros sobre la mesa. Se cruzó de brazos y miró a su alrededor, en aquél momento no le apetecía leer, a la par que movía sus piernas, que no llegaban a tocar el suelo con la punta de los pies.

Se le antojó hacer algo que hacía mucho tiempo que no realizaba. Abrió el plumier y desplegó los lápices sobre la mesa, a continuación abrió el cuaderno por una página en blanco y comenzó a dibujar. Tan concentrado estaba que no se percató de que alguien se sentó en frente suya. Seguía dibujando con una sonrisa en su cara cuando alguien que parecía estar delante suya le habló, el shinigami al no esperarse aquello pegó un respingo -¡Ah!, que susto- dijo a la vez que miraba a la persona que le había hablado, un reflejo momentáneo le impidió ver bien la cara de su interlocutora y solo pudo ver un cabello con una forma y un color muy familiar -¿mami?- preguntó a medio camino entre la duda y la alegría. Sus ojos enfocaron a la mujer pasados unos segundo -ah, tu no eres mami, por un momento me lo has parecido...- se contestó el solo con algo de tristeza, seguidamente ladeó la cabeza -...y además si fueses mami no me hubieses preguntado mi nombre, jejeje, que torpe soy. Mi nombre es Renshu, pero mis amigos me llaman Jibi-chan. ¿Y tu?¿Cómo te llamas?- respondió, mirándola con una sonrisa
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Mensaje por Akiyama Yuka Vie Mayo 27, 2011 3:31 am

El pequeño que coloreaba frente a ella era realmente adorable. Verle allí, con las piernas sin llegar al suelo y esa mirada tan linda, hizo que se despertase en Yuka algo que de momento no pensaba que pudiera hacerlo: el instinto maternal. Aún así prefirió no darle mucha importancia, a fin de cuentas, era la primera vez que se sentía tan interesada por un niño, quizás por lo tierno que era. Mejor primero analizar las cosas y luego ver si realmente empezaba a sentir la necesidad de tener un hijo o solo era que aquel pequeño de sonrosadas mejillas era encantador. En realidad, en su fuero interno, votaba por ello. Escuchó hablar al diminuto shinigami y por un momento notó la tristeza de Renshu, como si de verdad tuviera muchas ganas de ver a su madre, y al no serlo la profesora se llevara un buen desengaño. En cualquier caso, la cosa volvió enseguida a la normalidad y el jovencito comenzó a hablar a toda velocidad. Esa actitud le recordó a la de algunos de sus estudiantes primerizos, que sentían la necesidad de llamar la atención. Aunque este no era el caso, Jibi-chan, como decía que le llamaban sus amigos, era simplemente un niño y estaba en la edad de ese tipo de actuaciones. Cuando el chiquillo preguntó su nombre, la rubia heredera sonrió. Acababa de decírselo y seguía preguntando. La profesora dejó escapar una sonrisa y tomó un trozo de pergamino de sus pertenencias para dejárselo todo claro al jovencito.

- Yo soy la profesora Akiyama Yuka- se presentó la rubia heredera y escribió con una perfecta caligrafía los kanjis que representaban su nombre: 秋山 優花-mi apellido se escribe con los kanjis de Otoño y Montaña- y los señaló, con la hermosa pluma de oca con la que había rasgado el blanco pergamino segundos antes- y mi nombre significa cariñosa, amable- sabía que a los niños les gustaba saber como se escribían los nombres de las personas a las que conocían, y la joven tuvo el detalle de escribírselo, ¿sería eso empezar mimándolo? Decidió no pensar en ello y observó el uniforme de su pequeño interlocutor -doy clases de Historia en la Academia y es un placer conocerte- y le alargó la mano para poder estrechar la pequeña extremidad del joven Otokonoko, a continuación observó todas sus cosas encima de la mesa y las ordenó un poco. Luego copió a toda velocidad aquel detalle que durante tiempo la había estado consumiendo y clavó sus ojos claros en Ren.

- ¿En qué escuadrón estás, Renshu-kun?- quizás si no tuviera que dividir sus horas entre el escuadrón y la academia quizás podría conocer a más gente. Al menos sabía que el chiquillo no estaba en el Octavo, hasta ahí llegaba. No era tan asocial como para no conocer a sus compañeros, además tenía muy buena memoria, si hubiera visto antes a aquella monada de niño pululando por allí lo sabría. Le observó, curiosa. Se preguntaba si se le darían bien los niños. Deseaba tener una familia grande, con muchos pequeños a su alrededor. La idea era estimulante, pero a la vez aterradora, tendría que darle hijos a su prometido, seguro que deseaba un niño para seguir con el apellido Hokori, y se le ocurría como a su madre, probablemente tuviese primero una princesita, y tendrían que volver a intentarlo otra vez. Estaba haciendo un esfuerzo, de verdad era así, pero por más empeño que le pusiese no podía sentir nada por más allá de simpatía o atracción física por el que iba a ser su marido. Y dudaba que en una relación pudiese sustentarte en algo así. Pero no iba a intentar romper el compromiso. Su madre siempre le había inculcado desde muy pequeña que los nobles tenían derecho al amor, podían disfrutar de poder, dinero y seguridad, mas no era habitual que el cónyuge que le escogiesen a una le gustase lo más mínimo. En ocasiones la pareja apenas se veía, cumplían de cara a la galería y tenían hijos, pero poco más. Sus padres habían tenido la suerte que, tras casarse, se habían enamorado, pero dudaba que a ella y al rubio Hokori les ocurriese igual. Mordisqueó un poco la punta de la pluma y volvió sus ojos hasta el chiquillo frente a ella, al parecer todavía no le había dicho en que escuadrón estaba. La joven se preguntaba en cual de ellos habrían aceptado a un niño tan pequeño.
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Mensaje por Renshū Otokonoko Lun Mayo 30, 2011 5:06 am

Vio como la mujer cogía un pedazo de papel y comenzaba a escribirle su nombre con los kanjis y le contaba cuales eran los significados de estos. Aquello desgraciadamente no interesó mucho a Renshu -Aaaaah, pues mira que bien- dijo distraído. Aunque lo que dijo a continuación si le llamó la atención -¿Historia? ¿Qué historia? ¿Es un cuento?- comentó dando botes en la silla y elevando el tono de voz. Tanto lo elevó que un Shinigami que leía en la mesa contigua levantó la vista de su libro y chistó al niño para que bajase la voz. El chaval se sonrojó y junto las manos como si estuviese orando -perdón- le susurró al hombre, seguidamente y susurrando le insistió a Yuka -¡Eh!, ¡eh!¿qué Historia?- y aprovechó que le tendían la mano para golpearle suave, pero insistentemente con una de las ceras que tenía a mano.

La mujer le volvía a preguntar, “¿sería una persona curiosa o alguna clase de espía?” se preguntó a si mismo. Aún así la shinigami tenía razón, al presentarse no le había dicho a que escuadrón pertenecía, ¡tan orgulloso que se sentía de él y no se lo había contado! También era cierto que no se lo había preguntado la mujer en un principio...¡pero no lo había dicho y no tenía escusas! Renshu se enfadó consigo mismo y golpeo el hombro del peluche -Recuerdame las cosas cuando no las digo, ¡eres un desastre Makoto!- tras ese gesto tan fuera de lugar hinchó el pecho y respondió la pregunta de la rubia -Shinigami raso del segundo escuadrón, fuerzas especiales- y sonrío con autosuficiencia. Generalmente cuando decía aquello la gente se sorprendía y le preguntaba que como era posible que aceptasen shinigamis tan jóvenes para un escuadrón tan duro. Su respuesta solía ser siempre la misma: Un gesto de manos restándole importancia y un comentario lapidario -¡El que vale, vale!. ¡Y yo...lo valgo!-

Aquella fachada siempre funcionaba. El aspecto de niño pequeño y desvalido y hacer como que no entendía nada le daban ventaja en la mayoría de los terrenos y ahora podía servirle para obtener información. Aún así había cosas que se le escapaban y no entendía por que aquella mujer tenía tanto interés por conocerlo. De todas maneras entre aquellas preguntas y respuestas tan banales podría haber algo que le sirviese para algo. ¿Quién sabe? A lo mejor aquella mujer pudiese entrar en los registros y así enterarse de una vez por todas del nombre del shinigami que había sido su maestro y así poder comenzar su búsqueda. Lo que seguía siendo una incógnita era lo que haría cunado por fin lo encontrase. -¿y cuál es tu escuadrón?- preguntó haciéndole las mismas preguntas que ella le hacía y repasó el contorno del sol del dibujo para hacerlo más bonito
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Mensaje por Akiyama Yuka Mar Jun 07, 2011 6:37 am

Los niños eran un público bastante difícil, o eso decían algunas personas que habían hablado con Yuka. Por eso se encontraba un poco dubitativa ante que actitud tomar. Al parecer lo de los kanjis no había funcionado, y tenía entendido que a todos ellos les encantaban esas cosas. Aunque también les gustaba que no los tratasen como niños, y Yuka, al tenderle la mano lo había intentado, pero el pequeño tampoco pareció interesado en ello. Estaba siendo algo complicado, pero la profesora intentaba aprender de todas las situaciones, y esta no era nada distinta. También podría con ella. Al parecer lo que de verdad le importaba al chico con el peluche era a que rama de enseñanza se dedicaba la heredera de los Akiyama. Ella sonrió, con aquella calidez que la caracterizaba, e intentó darle una explicación clara y concisa, como para que la entendiera un niño, porque para algo aquel que tenía en frente era precisamente eso. Tosió y se dirigió a su diminuto acompañante.
- Es una especie de cuento en realidad- a fin de cuentas, cuyo nombre indica, la signatura que impartía la joven docente, trataba de enseñar a sus jóvenes alumnos hechos que había tenido lugar en el pasado- pero son hechos reales, cosas que han pasado de verdad y que siempre es bueno saber. Hay diferentes tipos de historia, pero yo estoy especializada en Historia de la Sociedad de las Almas.

Esperaba que el chiquillo lo hubiera entendido bien, no haber dado demasiadas vueltas al asunto. En cualquier caso, lo que le dijo a continuación dejó a Yuka sin respuesta. ¿Ese tierno chiquillo con trazas de angelito y carita para espachurrar pertenecía realmente al segundo escuadrón, a uno de los más potentes en cuanto a lucha se trataba? Se subió las gafas con el dedo índice de la mano derecha y le observó mientras reñía a su muñeco y dejaba claro que era tan válido para estar en aquel escuadrón como lo podían ser sus compañeros. La rubia no pudo evitar sonreír. Era adorable. O quizás la mente de la shinigami estaba en otros lugares, como solía ocurrir cada vez que se ponía a pensar en su negro futuro. Mordisqueó la punta de la pluma y miró a Ren a los ojos.
- Estoy en este mismo escuadrón, Renshu-kun, en el octavo- señaló las estanterías a su alrededor, aquello era su vida, su mundo, su pasión- antes estuve en el quinto- quizás fuera información de más, pero no tenía porque estar de más compartirla, a de cuentas no era un secreto que se le daba bastante bien el kidou y que había pasado un tiempo en el escuadrón que se ocupaba de ello. Aunque la mejor decisión de su vida había sido trasladarse. Y no solo por los libros o la sabiduría a su alrededor. El ambiente del escuadrón, la tranquilidad de sus miembros, la relación tan buena que tenían entre todos, y por supuesto, Yuki.

Yuki, Yuki, Yuki. El chico que siempre estaba en sus pensamientos y con el que nunca podría estar del modo que ella quería. Y no solo por su estúpido compromiso de los demonios. Nunca jamás, ni aunque encontrara el modo de decirlo, habría algo entre ellos. El Chico Nieve era su amigo y nada más. Debería dejar de hacerse ilusiones. De hecho debería dejar de verle, sería lo mejor para ella, pero el día en el que se comprometió con el cabeza de los Hokori le prometió que siempre estarían juntos. No podía faltar a su palabra. No podría faltar a ella ni aunque quisiera.

Pero regresó al presente, a la realidad y observó a su interlocutor, por si deseaba hacerle alguna pregunta. Realmente aún no entendía a los niños. Menos mal que aún tenía tiempo para hacerse a la idea de cómo criar a los hijos que tendía con su prometido. Se estremeció de solo pensarlo y esbozó una sonrisa. Hay cosas que es mejor guardarse para uno mismo. Compartir esas inquietudes con cualquiera le producía pudor, hacerlo con un niño, sería el colmo de la desvergüenza.
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Mensaje por Renshū Otokonoko Vie Jun 10, 2011 5:54 am

Así que enseñaba Historia, aquello ya le interesaba más, de hay podía sacar información. Al final iba a resulta que la sonriente mujer serviría para algo más que para hacer preguntas. Ojala aquella cabeza guardase datos relevantes

-Woooo, ¡debes de ser muy lista! ¿por qué hay tan pocos shinigamis? ¿desde cuando existe el Gotei 13?¿qué puedes contarme de los Hollows? ¿Como se organizan los nobles? ¿Qué es el senkai...nosequé? ¿A qué huelen las nubes? ¿A donde va el sol cuando sale la luna? ¿Eres rubia de bote o natural?- esta y otras muchas preguntas salieron rápidamente de su boca, increpándola con preguntas cada vez más extrañas.

Y encima estaba en ese mismo escuadrón, aquél era definitivamente su día de suerte -¡Ooooh! trabajas aquí. Pues tal vez podrías ayudarme. Necesito entrar en los archivos de los shinigamis...y mira que pertenezco a las fuerzas especiales, pero no me dejan acceder sin el permiso de un Capitán o nosequé historias. La cosa es que si podrías hacerme un favor y colarme allí, necesito buscar a alguien muy importante para mi y no tengo mucha información. Solo recuerdo como es y que aspecto tiene, el nombre no lo se, nunca me lo dijo, me hacía llamarle Maestro, ya que fue él quién me enseño. Algo lógico, en fin, puedes ayudarme, ¿verdad? - había hablado deprisa, muy deprisa, tanto que no sabía si la mujer había pillado algo de lo que dijo, aún así sonrío como solo podía hacerlo alguien puro como un niño.
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Mensaje por Akiyama Yuka Lun Jun 13, 2011 5:22 am

Las preguntas salieron a toda velocidad de los labios del joven shinigami, tanto que Yuka tuvo que hacer un esfuerzo para retenerlas todas, y de paso encontrarles respuestas. Algunas tenían cierta coherencia, otras sin embargo, parecían lanzadas al azar, como si realmente por el hecho de ser profesora tuviera que saber todo lo que ocurría en el mundo, en todos los mundos. Aún así, sonrió, enseñando todos los dientes e intentando hacer un resumen de todo ello que fuera bien comprensible para un niño, para un niño shinigami. Y fue a darle su explicación. Pero aquel diminuto individuo vestido de negro volvió a atacar, esta vez con la idea de que Yuka lo colase en el archivo. Si hubiera sido lo suficiente cínica se hubiera echado a reír, pero no era el caso. Además Ren solo era un niño, no era bueno hacer leña del árbol caído. Se subió las finas gafas en el puente de la nariz y, sin deja de observar al chiquillo, comenzó a contestar preguntas.

- Los shinigamis son personas especiales. Por eso hay tan pocos, no todo el mundo puede ser especial y tener los poderes que nosotros atesoramos, no creo que haya una razón especial para nuestro número. El gotei existe desde hace mucho tiempo, tanto que ni tú ni yo habíamos nacido todavía. Los hollows son los enemigos de los shinigamis, eso es lo más importante, son malvados y es nuestro deber, como soldados, acabar con ellos. Los nobles se organizan en casas. El cabeza de familia, si el apellido es importante, forma parte de la cámara de los 46 y se encargan de tomar muchas de las decisiones de La Sociedad de las Almas. Creo que con “senkai no sé qué” te refieres al Senkaimon. En pocas palabras, es una entrada entre dimensiones, los shinigamis las usamos para entrar y salir de nuestro mundo. No he tenido la ocasión de oler ninguna nube, ni tampoco he leído de nadie que lo haya hecho, supongo que tendrán el mismo el olor que el ambiente a su alrededor. Por lo qué sé el sol sigue en el cielo, somos nosotros los que nos movemos por la rotación de la tierra, por eso a veces lo vemos y otras no- en este punto tomó un largó mechó de su pelo y se lo llevó a la cara, para verlo- soy rubia natural, siempre he sido rubia, ¿y tú, ese pelo es real?

Tuvo que tomar aire entonces. Había hablado mucho, y aunque en clase hablaba más, no solía tener que contestar a tanta velocidad como lo había hecho ahora. Aunque, a decir verdad, había sido divertido, incluso. Lo que tocaba ahora era más complicado. Pero no podía hacer excepciones, ninguno de su escuadrón las hacía. Sobre todo porque no todos podían acceder a determinadas zonas del archivo. Observó a su interlocutor, intentando no parecer negativa y le contó la verdad.
-Lo que te han dicho es cierto, para entrar en ese archivo debes tener el permiso de un capitán o incluso del comandante, y nunca jamás han cambiado sus métodos. Ni siquiera todos nosotros podemos acceder a esa parte de la biblioteca sinel consentimiento de un superior. Solo los altos cargos de la división tienen permiso para entrar allí sin restricciones y yo solo soy una shinigami rasa. Pero mucho me temo que aunque te dejaran entrar pudieras dar con algo con lo poco que sabes. Lo siento mucho, pequeño, pero vas a tener que buscar a tu maestro por otros medios.
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Mensaje por Renshū Otokonoko Mar Jun 14, 2011 11:26 pm

[OFF: Siento el cutre post, inspiración negativa en estos instantes]

Vaya, aquello ya era más interesante. El Maestro nunca le había contado la historia de la Sociedad de Alma, era parco en palabras y rudo en acciones, le había importado más que aprendiese a sobrevivir, aunque él ya lo había hecho durante 100 años, sufriendo vejaciones por parte de los demás, que el que aprendiese a valorar la belleza de la escritura, el amor o como en este caso la Historia . Estaba encandilado -¡Claro que soy rubio natural! ¡Mira mis cejas!....¿las ves?...¡doradas como el Sol!- levantaba demasiado el tono de voz, el shinigami de la mesa de al lado refunfuño, cerró el libro y tras lanzar una mirada de odio a los shinigamis de dorados cabellos se fue -Ups, perdón otra vez...tal vez deberíamos hablar en otra parte, no se por que pide la gente que se guarde silencio aquí.-

Empezó a recoger las cosas y se quedó parado cuando la otra le dijo que no podía ayudarle -Vaya, es una lástima- rostro afligido y lágrimas purgando por salir. Sorbió con estruendo, haciendo un esfuerzo por no llorar, apretando los puños con rabia. Estaba tan lejos y la vez tan cerca, pero se acordó de algo -El Maestro no llevaba el típico traje de shinigami, sus vestiduras eran rojas. Decía que llevaba esas ropas para destacar en el campo de batalla y ser un blanco fácil para los Arrancar, que así protegía a los demás. No tiene mucho sentido para mi, ya que un ataque por la espalda y sin que el enemigo se de cuenta es mucho más efectivo, pero bueno, es su forma de pensar- se limpió los ojos con la manga y sonrió con pesar -Al menos puedes contarme más cosas de la Sociedad de Almas, ¿verdad?-
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Mensaje por Akiyama Yuka Dom Jun 19, 2011 2:18 am

Aunque ya se le habían advertido, Ren volvió a levantar la voz y a recibir la consiguiente llamada de atención. Yuka no pudo reprimir una carcajada, que tapó, tan elegantemente como siempre, con sus blancas manos. Cuando el shinigami que había refunfuñado levantó la vista para mirarles con odio, la profesora tuvo que hacer un esfuerzo para contener la risa e hizo una inclinación de cabeza, a modo de disculpa. Las nuevas palabras del pequeño la hicieron reír todavía más- esto es una biblioteca, la gente tiene que estar concentrada, pero si quieres podemos ir a otro sitio, no me importa- siseó la rubia profesora. No quería volver a recibir otro rapapolvo, pese a lo divertido que había sido. En cualquier caso, su sonrisa se congeló cuando la reacción del chiquillo ante la idea de no recibir ayuda salió a la luz. La docente torció el gesto y fue a mover una mano hacía él, pero se detuvo. Aunque el chiquillo aún fuera joven seguía siendo un shinigami, no estaba bien que intentara consolarlo. Daba por sentado que Otokonoko-kun querría demostrar lo valiente que era sin que ella le ayudase. Por ello se guardó sus impresiones y le observó sobreponerse a las lágrimas y hablar de su maestro.

Al parecer, la persona que había enseñado al pequeño miembro de la segunda sección era alguien bastante diferente. Vestir ropas color carmesí e intentar ser el centro de todos los ataques era algo de lo que Akiyama no había oído hablar nunca. Los shinigamis siempre (aunque con modificaciones que ella no compartía pues llevaba el uniforme sin adorno alguno) llevaban la ropa negra. Por eso no podía tratar de sorprenderse ante aquellas revelaciones. Nunca había oído hablar de aquel extravagante sujeto, aunque lo investigaría. Si había algún modo de saber quien era- y ya no solo por Ren, sentía una gran curiosidad- ella lo descubriría. Asintió con la cabeza, en un movimiento y la determinación se filtró hasta sus ojos. Lo haría, claro que sí. Y así se lo iba a hacer saber a su interlocutor, pero él atacó con una nueva pregunta.
- Te contaré todo lo que quieras- y ahora era cuando la gente a su alrededor se daba cuenta de que la shinigami había elegido muy bien su profesión. Adoraba la enseñanza, adoraba los libros. Amaba hacer que los jóvenes absorbieran la mayor cantidad de conocimientos. Ser la mentora de alguien era algo tan estimulante, tan increíble que no podía pedir más para ser feliz. Al menos en el ámbito laboral. El personal… Dejó eso a un lado, al menos allí. Que su vida sentimental no tuviera ni pie sin cabeza no debía interponerse en todo lo demás.
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Mensaje por Renshū Otokonoko Mar Jun 21, 2011 10:16 pm

[OFF: Perdona por la tardanza ^^U. El maestro de Ren fue profesor en la academia hace mucho, sobre unos 340 o 350 años, por si llegó a darte alguna clase de Zanjuntsu o quieres que te suene de algo]

Así que el sitio se llamaba biblioteca y aparte de ser un sitio donde se guardaban los libros era un sitio en el que la gente se concentraba. Ahora lo entendía todo, apretó los dientes y frunció el ceño con los puños apretados -No, no lo entiendo, por mucho que lo intento no me llega la concentración.¿Es realmente obligatorio que la gente esté concentrada? Porque yo he entrado sin estar concentrado y nadie me ha dicho nada- dijo en voz baja, imitando a la rubia, según ella natural, pero Renshu todavía lo ponía en duda. El color de esa mujer era demasiado bonito como para ser real. El shinigani se la imaginó de mayor, una viejecita bajita y delgada, con el rostro surcado de arrugas y patas de gallo producidas por las incontables sonrisas y el excelente humor de la mujer, y se sonrojó, sería una abuela excelente.

-Vamos a algún otro sitio en el que podamos beber algo, me apetece un zumo de melocotón.¿Te gusta el zumo?¿Cuál es tu comida favorita?¿Y la bebida?¿Tienes hijos?- se acercó a ella y esperó a que esta recogiese sus cosas. Él iba demasiado cargado: en una mano los libros, en la otra el peluche; así no podía hacer lo que quería así que se puso el muñeco de tal manera que las patas traseras quedaban enganchadas al cuello del niño y los brazos encima de la cabeza -No te vayas a caer Makoto- le dijo al peluche y con la mano libre le agarró la mano a la profesora. -Vamos, llévame a un sitio en el que podamos tomar algo y puedas contarme con tranquilidad esas historias ¿Cuando se fundó esta biblioteca?¿Se sabe quién fue el primer shinigami?¿Y el primer hollow?¿Por qué existen los shinigamis y los hollows?¿Por qué son tan malos los hollows?¿Hay shinigamis que hallan destacado en la historia del Gotei?- Necesitaba saber aquellas cosas, las que el Maestro no le había enseñado. Luego se quedó pensativo, había visto a mujeres y a hombres besándose y preguntó -¿En qué consiste el amor?¿Por qué se besan los hombres y las mujeres?¿Pueden quererse dos hombres?¿Y dos mujeres?¿Y pueden ser más de dos?-
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Mensaje por Akiyama Yuka Jue Jun 23, 2011 7:17 am

[FDI: No me puede sonar tu master, chiquitín. Yuka es más joven xD y por cierto, atención al tema, me ha costado tela cogerle el punto a la parda ésta jejeje]

Definitivamente hablaba con un niño. Pero no por ello se dio por vencida, seguía siendo profesora. Sonrió cuando el chiquillo le hablo de las bibliotecas y su idea de la concentración, cosas a todas luces que no le parecían tan necesarias. Que distinto era de cuando la rubia sensei era niña, allá en la casona de los Akiyama. A ella le encantaba la biblioteca. Se pasaba la mayor parte del día en la de sus padres y tomaba mucho interés por lo que tenía entre manos. Quizás por eso fue una chiquilla más bien solitaria, había hecho muy pocos amigos en su infancia, uno o dos a lo sumo y apenas los veía. Solo esperaba que a Ren no le hubiera ocurrido lo mismo. Crecer sin nadie de tu edad para poder relacionarte era muy duro, aunque ella siempre consideró que habían sido unos buenos años, no le había faltado de nada y era feliz entre sus libros. Su interlocutor siguió hablando, como sino se hubiera dado cuenta que ella se había abstraído por unos minutos. Esta vez eran preguntas de tipo más personal, empezaron siendo inocentes, mas cuando le preguntó si tenía hijos ella se sobresaltó un tanto y se recolocó las gafas mejor, con un dedo. Lo meditó un segundo, mejor contestar antes de que atacase con nuevas preguntas. En lo curioso que era si le recordaba a sí misma.
- Un zumo de melocotón, marchando. Me gusta mucho el zumo, sobre todo el de naranja. Mi comida favorita es el guiso de arroz con curry y mi bebida…es el té con limón. Un amigo me dijo una vez que quien bebe cosas con limón es una persona creativa y que valora lo original- ahora tocaba la pregunta más peliaguda, inocente de ella, que no sabía lo que le esperaba luego- no tengo hijos- “aún faltaba mucho para eso” , o al menos era lo que Yuka quería pensar.

El joven shinigami comenzó a recoger sus cosas, iba realmente cargado. Pero la rubia decidió no ayudarle, debía hacer las cosas por sí mismo, no debía mimarlo. Por ello hizo otro tanto y fue guardando poco a poco sus pertenencias, que fueron ocupando sus posiciones. Ren hablaba con su peluche, “qué encanto” volvió a pensar ella, con una forma de ver las cosas completamente nueva. Pero aquello no fue todo, cuando el chico le cogió la mano se quedó un segundo sin saber que decir o hacer. Pero reaccionó y le dio un suave apretón. Debían irse ya, porque el niño seguía murmurando como una locomotora y eso no debía hacerse en la biblioteca. Por eso ambos comenzaron a salir del lugar. Y nuevas preguntas escaparon de los labios del pequeño dios de la muerte. Volvían a ser cosas más o menos triviales, y eso tranquilizó a la heredera, pero la calma solo duró un segundo, las interrogantes volvieron a ponerse peliagudas (más que nada que le hubiera preguntado desde que se encontraron) y el color atacó las níveas mejillas de la joven con fuerza. Se sentía abochornada, por varias razones. La primera, porque no conocía muchas de las respuestas que le estaban pidiendo. La segunda, esos temas no eran los apropiados para tratar con un niño, y la tercera y más importante, no era buena en temas de sexo, no tenía práctica y eso la hacía sentirse fuera de lugar. Había leído sobre el tema, siempre desde un punto de vista académico, anatómico, pero nunca había estado con un hombre (ni con una mujer, claro) de modo que tenía lagunas, muchas. Las otras preguntas desaparecieron entonces de su mente e intentó dar alguna información que no fuera excesivamente vergonzosa.

- El amor, ¿eh?, veamos, hay dos tipos de amor, por un lado está el amor físico, que como te digo es algo del cuerpo, si… eso, si. Por el amor físico es como… nacen los bebés, pero solo nacen si hay un hombre y una mujer. Son dos cosas, di-di-diferentes que se unen. Según tengo entendido, es algo muy… agradable. Y aunque dos hombres y dos mujeres no puedan tener bebés también pueden amarse, con su cuerpo. Pasa lo mismo con el segundo tipo de amor- no estaba segura ni de lo que había dicho, pero al menos creía haber contestado a casi todo. Esperaba que la segunda parte se le diera mejor, porque realmente había sufrido dándoles clases de educación sexual a alguien que apenas levantaba dos palmos del suelo. Lo peor de todo, es que ella del tema del sexo no tenía ni idea. Muchas veces había fantaseado en como sería su primera vez, pero era lo suficientemente inteligente como para saber que jamás ocurriría como ella lo hubiera soñado. Habían demasiadas razones que lo impedían.
-Y por otro lado está el amor espiritual, digamos. Esto es el sentimiento, hay muchos tipos de amor, el que se le tiene a la familia, a los amigos, pero si hablamos de “amar”, de enamorarse, es otra cosa bien distinta. Sabes que estás enamorado cuando no haces más que pensar en esa persona, cuando cada segundo que no pasas con ella, el mundo se vuelve gris. Es esa necesidad de saber qué hace, como se encuentra, si piensa en ti. No siempre es un amor correspondido, no es como en las novelas de amor, pero cuando uno ama…se arriesga a que pasen estas cosas.
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Mensaje por Renshū Otokonoko Vie Jun 24, 2011 11:32 am

[OFF: Jijiji, una vuelta más de tuerca. No me he cebado mucho más, que me da cosa XDDD]

¿Por qué hablaba de bebidas con aquella mujer? No podía meterlo en el archivo, así que lo mejor era irse con viento fresco, pero no podía irse así la curiosidad le podía. La tal Akiyama era una fuente de saber de la que podía nutrirse.

-¿Zumo de naranja?...le pondrás azúcar o miel ¿no? Las cosas ácidas o agrias no están ricas. Mi comida favorita es el sushi y mi bebida favorita...ya la he dicho, jajaja. ¿Té con limón, uaaagh- cerró los ojos y sacó la lengua con asco -Si tomo té lo prefiero con leche y miel, eso sí que está rico y perdona que te diga, pero ¿qué clases de tonterías dice tu amigo? Eso puedes serlo sin beber esas cosas ¿o yo soy dulce y cariñoso por el hecho de que me gusten las cosas dulces?- permaneció un segundo en silencio por si a la otra le apetecía dar su opinión -¡Paparruchas!, mi carácter es mi carácter y mis gustos son mis gustos. Te pongo como ejemplo al Maestro, era severo y duro y sin embargo le encantaban los Ichigo Daifuku, ya sabes, esos dulces hechos con arroz y rellenos de fresas dulces y melón. Es tan dulce que no puedo comérmelos.- le dijo, dando su razonamiento -y no tienes hijos...¿entonces no estás casada? o ¿sí?, tal vez tengas novio o novia o te guste algún chico o alguna chica ¿eh?¿eh?- Su inocencia rallaba lo ridículo.

Se quedó mirando la mano de la shinigami cuando esta le apretó la mano, los asunto de amor y amistad eran extraños, incluso triviales “¿por qué me aprieta la mano?...se la apretaré yo ahora a ver que pasa.” pensado y hecho, al apretón de Yuka le siguió uno de Renshu “Tal vez sea una especie de juego...espero que sea divertido”.

Ahora empezaba la parte más interesante, el tema del amor -¿Amor físico? ¿Eso como se hace? ¿Hay más diferencias entre un hombre y una mujer que esos bultos que tenéis arriba? Y si es así ¿Como lo hacen dos hombre o dos mujeres? Si es agradable yo también quiero de eso aunque me atrae más la idea de jugar a eso con un hombre, son fuertes y valientes...no digo que las mujeres no lo sean, pero...- se encogió de hombros -...no sé, la idea me gusta más.- Asimilaba todo lo que le decía la profesora con la mayor velocidad posible, eran temas muy interesantes y por lo visto divertidos. Renshu también quería divertirse. El segundo amor era más extraño -No he tenido de eso todavía, al principio se parece mucho a un resfriado, pero sin los mocos y los estornudos, es muy extraño. No termino de entenderlo del todo.-

Llegaron a un pequeño bar situado a las afueras de la biblioteca, para que aquellos que entrasen o saliesen pudiesen disfrutar de un refrigerio y tomaron asiento. -Bueeeno, yo he preguntado un rato.¿Quieres preguntarme algo?-
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Mensaje por Akiyama Yuka Jue Sep 20, 2012 12:33 am

[FDI: Tras meses, sigamos xD]

El aluvión de preguntas había cogido a Yuka completamente descolocada, tal había sido el caso que sus labios se habían quedado entreabiertos, estaba alucinando, ¿qué podía contestar a semejante cantidad de cuestiones de las qué sólo tenía idea por los libros?, Ren no era más que un niño, pero uno especialmente curioso, ¿cómo decirle la típica frase “eso lo entenderás cuando seas mayor?” Se sentiría especialmente ridícula al soltar semejante estupidez, más cuando odiaba el consabido cliché cuando tenía la edad de su joven interlocutor. Tomó aire e intentó ir por partes, tranquila y relajada, aunque la turbación se sentía en cada poro de su nívea piel. Para ir haciéndose a la idea comenzó con las cuestiones más fáciles para ir aumentando la dificultad poco a poco.

- El té con limón lo tomo con un pelín de azúcar- la miel o cualquiera de esas cosas (sobre todo las nubes de azúcar) tan dulces estaban ricas, pero la ardiente bebida le gustaba mucho más sin demasiado condimento, tal y como lo venía haciendo desde siempre. Sobre Yuki (su amigo el de las paparruchas, según el pequeño shinigami) decidió no decir nada y se centró en el siguiente tema que no era tan problemático, la horrible boda. Podía decirlo sin pestañear, porque se había acostumbrado a ello, y se le ponía especial interés daba la sensación que sentía algo más que simple cortesía por su futuro esposo- tengo prometido, lo que significa que es el hombre con el que me casaré- mejor explicarle lo de prometerse antes que lo preguntase, que podía ser fácilmente el siguiente paso.

“Y ahora tocan las preguntas complicadas” se dijo la profesora tras recibir el apretón del pequeño. Puestos a elegir, prefería dejar el “amor físico”, tal y como lo había definido ella misma para el final.
- Enamorarse…- la mujer se llevó un dedo a los labios, pensativa, e intentó explicar lo que sentía por cierta persona sin dar ningún nombre o detalle- en algunas personas podría parecerse a un resfriado, te pones colorado, te sudan las manos, el corazón te late a mil y lo único que quieres es estar con esa persona, saber qué hace, cómo está, te mueres por tenerla cerca y estarías dispuesto a cualquier cosa para que fuese feliz, hasta negarte a ti mismo y alejarte si con ello se encontrase bien.

Como la parte del sexo se le daba mucho peor decidió lanzarse a ella de cabeza. Recordó todo lo que había leído en los libros y lo que le había comentado su madre (cuando era una chiquilla había estado a punto de vomitar) y lo explicó tal cual, primero las diferencias biológicas entre hombres y mujeres y la necesidad de ambos para el nacimiento de los bebés. También habló, intentando dar un tono neutro, sobre las prácticas homosexuales y finalmente se quedó en silencio, aunque no desaprovechó la oportunidad de saber algo más sobre el pequeño shinigami. Se dirigieron hacia el pequeño bar donde servían bebidas, encargaron las que querían y se sentaron, aquel era tan buen momento como otro para saber algo del niño.

- ¿Por qué buscas a tu maestro con tanto ahínco, Ren?- lo más natural era pensar que había sido como un padre como él, aunque daba la sensación que era su último recuerdo o algo así. Negó con la cabeza, mientras movía su zumo de naranja y clavó su mirada cristalina en su interlocutor. También era posible que el jovencito no quisiese hablar de aquello y que el simple hecho de recordarlo fuera doloroso, había terrenos vedados en el alma de los demás, sitios donde era mejor no aventurarse, quizás por ello las siguientes palabras de la muchacha fueron bastante más dulces- aunque sino quieres hablar de ello, tampoco es necesario- observó a Makoto, el gracioso peluche que Ren cargaba, y dejó escapar una sonrisa- ¿dónde lo encontraste?, parece que sois inseparables.

Se colocó las gafas con un movimiento y a continuación acomodó su larga cabellera rubia a uno de los lados de su cuerpo. No sabía nada de niños y aunque Ren parecía adorable y de lo más encantador, no podía dejar de pensar en sus propios hijos, suyos y de Kin´iro. La idea de acostarse con aquel armario empotrado de cabello rubio hacía que sintiese deseos de echarse a llorar, ¿por qué tenía tan mala suerte? Aunque sus pensamientos nada tuvieron que ver con su rostro, que permaneció jovial, expectante ante las respuestas del niño.
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Mensaje por Renshū Otokonoko Lun Sep 24, 2012 10:01 am

La curiosidad de Ren era grande, pero había algo en la voz de aquella mujer que le atraía y hacía que centrara en ella y le prestara toda su atención, cosa por lo general harta difícil. Podría ser el volumen, el tono o la entonación lo que conseguía aquél resultado en el joven shinigami. Tal vez fuese solo su forma de explicar las cosas, ya que conseguía transmitir lo complicado de una manera comprensible para todos. Además, su rostro y su forma de moverse y de actuar hacían que confiar en ella surgiese de forma natural.

-¡Aaaah!- soltó, comprendiendo como podía tomar un té con un sabor tan fuerte y ácido, aún así al pequeñin le costaba entender como había gente que soportaba aquellos sabores, que cada vez que los tomaba, hacían que una sensación desagradable le subiese por el cuello, que negase con la cabeza, cerrase los ojos con fuerza y que tuviese que rascarse la lengua con los dientes o meterse algo dulce, como el azúcar o la miel, en la boca para contrarrestar aquellas sensaciones en el paladar. Iba a preguntarle más cosas sobre el té, pero la rubia continuó respondiendo a sus preguntas, mencionando que estaba prometida y que se iba a casar. Olvidó lo que quería preguntarle sobre aquel bebedizo por que nuevas preguntas acudieron a su mente -¿casarse?...eso es lo que hacen los papas y las mamas ¿no?- comentó, entrecerrando un poco el ceño por el esfuerzo que le suponía recordar que a los bebés los llevaban unos pájaros grandotes volando a los que eran papas y mamas...¿qué pasaba si alguno se caía durante el vuelo?, ¿y si el ave se cansaba y dejaba al crío en cualquier rincón y luego no recordaba dónde lo había dejado?. Aquellos pensamientos pasaron fugazmente por su cabeza, pero como la mujer seguía hablando se dedicó a prestarle atención.

No había comprendido muy bien la parte del amor “espiritual”, como lo había definido la shinigami -Entonces...- dijo, pero se paró para ordenar sus pensamientos y procesar la información. Tras un momento de silencio asintió con la cabeza, convencido de lo que iba a decir a continuación -...entonces, enamorarse es malo. Te resfrías, te sientes mal, acosas a alguien y encima te hace daño.- permaneció unos segundo en silencio, con cara seria y tomó una gran decisión -¡No pienso enamorarme nunca!- determinó, muy seguro de si mismo.

A continuación vino la descripción del amor “físico” o sexo. Aquello solventó sus anteriores dudas internas sobre las cigüeñas y los bebes y explicaba otra serie de cosas, pero la descripción que le había dado la profesora lo dejaron cernido en profundas cavilaciones. Por suerte o por desgracia, el debate interno de Renshu no duró demasiado puesto que habían llegado al bar y pidieron sus bebidas. Una vez que tuvo su zumo de melocotón se dedicó a saborearlo y la mujer aprovechó la ocasión para preguntarle a él.

Dejó el vaso sobre la mesa y suspiró -Quiero volver a verlo.- fue su escueta respuesta. Los sentimientos que tenía para con su Maestro eran un tanto dispares, una parte de él lo consideraba un padre, un mentor, un amigo, en definitiva un miembro de su familia y quería estar de nuevo con él. Su otra parte, la parte cruel, artera y sádica que congraciaba con su zampakuto, por el contrario recordaba al Maestro con odio e instinto homicida. Aquella respuesta hacía que su parte “malvada” no saliera a la luz, puesto que ambos “Yoes” querían, realmente, volver a verlo. La siguiente pregnta que le hizo fue sobre el peluche y dejó al shinigami en duda durante unos segundos. Miró al osito con la duda reflejada en sus ojos, intentando hacer memoria de cuando lo había encontrado, pero nunca lo había encontrado. Ya estaba con él cuando apareció por primera vez en la sociedad de almas -No lo encontré. Cuando llegué aquí ya estaba conmigo...podría decir que siempre he tenido su compañía. Es algo tímido y le cuesta relacionarse con los demás, ¿pero sabes? Está ahí cuando lo necesitas. Es el único que nunca me ha abandonado- la frase que había comenzado con normalidad, terminó como un susurro a media voz, lleno de tristeza.
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Mensaje por Akiyama Yuka Mar Sep 25, 2012 9:33 pm

La profesora de Historia pudo respirar tranquila al terminar de hablar de sexo, al parecer había satisfecho la curiosidad del pequeño shinigami y ahora podrían considerar otros asuntos más inocentes. La experiencia de la futura señora Hokori era tan limitada en esas lindes tan espinosas que tampoco es que pudiese tratar demasiado el tema, así que mejor dejarlo. Entendía que era lógico (dada su educación y su pertenencia a una familia noble tan sumamente estirada como la suya) que no supiese nada del asunto, es más, imaginar tener que hacer “eso” con Kin´iro le parecía terrorífico, una aberración si se me permite el adjetivo. Aunque ese no era un tema que se pudiese tratar con un niño de unos diez años, además él volvía a saltar de una temática a otra, cosa que hizo sonreír tremendamente a la muchacha.

- Si, como hacen los papás y las mamás- en su caso aquello era una verdad absoluta, pues lo único que se buscaba en aquella unión era un contrato político, la supervivencia de la clase alta, ¡era repugnante! Aunque eso no hacía falta comentarlo con Ren, tampoco que su prometido más que amor (de ese que se parecía a los resfriados y tan poco gustaba al niño) le producía urticaria. Yuka sonrió de nuevo, Ren parecía ser capaz de sacar su lado más maternal y tierno, y oyó como el pequeño se refería al amor. Se encogió de hombros- no es igual en todos los casos, muchas veces es algo maravilloso, ya veremos que pasa contigo de aquí en adelante, ¿vale?

Por fin echó una diminuta cantidad de azúcar en su té y le dio un sorbo, no estaba nada mal, además el ambiente se había distendido bastante después de que el muchachito pareciese entender el tema “prohibido”. Cruzó una pierna sobre otra y observó a su interlocutor, no parecía tan contento ahora que le tocaba hablar de su maestro, Akiyama-sensei entendió, hay temas sobre los que es mejor guardar silencio. Sobre lo que no pudo callarse fue de las palabras que quebraron la voz del rubio shinigami, aquella tristeza tan palpable en sus palabras hizo que los labios de la joven cayesen y un mohín de preocupación se hizo dueño de su rostro, ¿cuánta amargura podía albergar aquel cuerpecito tan pequeño?

Dudó unos segundos, pero finalmente su mano cayó sobre la cabeza del niño, que le producía una enorme ternura. Cuando sus ojos se encontraron. la profesora le dedicó unas palabras que bien podría haberse dicho a sí misma unos años atrás.
- Estoy segura que pronto aparecerá alguien que será tan importante para ti que sabrás que nunca va a fallarte, que será tu amigo incondicionalmente, pase lo que pase- asintió, muy segura de sí misma y retiró los dedos de la melena dorada del chiquillo para retomar a su bebida caliente. No se lo había planteado, pero las palabras llegaron a sus labios con toda la normalidad del mundo- yo misma pasé mucho tiempo sola, hasta que apareció mi amigo incondicional. Todo llega, ya lo verás.

“Como mi boda”, la simple idea hizo que un relámpago recorriese su espina dorsal. Aún no había encontrado el valor de contarle a Yuki la verdad, de decirle que estaba enamorada de él desde hacía años. La situación no era nada fácil, ni por asomo, a veces sentía que estaba preparada para lanzarse a su cuello y jurarle amor eterno pero no lo hacía, pues no se veía capaz de enfrentarse a un cambio en su relación. Otras simplemente prefería guardar silencio, pues tartamudeaba, se le secaba la boca y el corazón no la dejaba ni mirarle a los ojos. “Tengo que hacerlo, debo hacerlo” se repetía, pues si por un casual (estaba convencida que no era así) la correspondía estaba dispuesta a irse con él al final de mundo si era necesario.

Apretó un poco más el vaso y notó cómo crujía un poco, de ahí que su mirada volviese al pequeño frente a ella y más en concreto a su peluche con forma de oso. Era curioso que el pequeño hubiese aparecido junto a él, era algo digno de estudiarse y Yuka lo apuntó en su mente para recuperarlo más tarde. A continuación bebió un poco más de té y se quitó las gafas un segundo para limpiarlas con uno de los pañuelos que llevaba siempre entre sus vestiduras. Cuando las tuvo impolutas volvió a la conversación que mantenía con aquel pequeñajo.
- Con Makoto sabes que nunca estás solo- fue lo que pronunciaron sus labios.
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Mensaje por Renshū Otokonoko Miér Sep 26, 2012 10:04 am

Cada vez comprendía mas cosas del mundo de los adultos, cosas que no había podido aprender en el mundo humano al morir a tan temprana edad, y por desgracia una vez que se muere el cuerpo permanece inalterable en el mundo espiritual. Desde que llegó a este otro mundo, hace ya más de ciento veinte años, lo habían tratado como un niño el tiempo que había estado solo (cien años), sobreviviendo a duras penas en el distrito más peligroso del rukongai. Su Maestro lo había tratado como a un crío y entre los shinigamis le seguían tratando como a un mocoso. Durante aquella época en la calle, el rubio personaje había aprendido a robar, pasar desapercibido, matar, engañar, desconfiar del mundo y que la gente no suele sospechar de alguien con la apariencia de un niño, de lo que se aprovechaba, aunque tenía muchas desventajas. Con el Maestro había aprendido a manejar su zampakuto de forma básica, a controlar su reiatsu y el funcionamiento del shumpo. También había conseguido confiar un poco en aquellos que llevaban el traje de shinigami desde que entró en el segundo escuadrón. Las cosas que no había aprendido, ya fuese por su apariencia aniñada o por que no había tenido la oportunidad, le suscitaban una gran curiosidad y aquella mujer, tan semejante al leve recuerdo que mantenía de su madre, estaba respondiendo muchas de sus incógnitas.

-¡Uy! Me estoy liando. Tal como lo explicaste da asco, pero dices que muchas veces es algo maravilloso....¿cómo va a ser maravilloso?...¿y cuándo no es maravilloso?- comentó a la vez que puntuaba en el aire cuando precisó “asco” y “maravilloso” y al empezar a preguntar deslizaba las manos rápidamente, cruzándolas entre uno y otro punto imaginario, mordiéndose el labio inferior y frunciendo el ceño, intentando comprender como podía ser aquello posible. -¡Bueno, da igual! -exclamó frustrado y se cruzó de brazos con gesto mohíno -Ya he dicho que no me voy a enamorar nunca- de todas maneras ¿quién querría de esa manera a alguien con el aspecto de un niño? Se preguntó para si mismo, poniendo cara de asco. Seguía sin comprender como la gente podía sentir ese dichoso y molesto amor.

Perdido en sus divagaciones no se percató del gesto de la profesora hasta que notó una mano sobre su cabeza, al principio la agachó un poco, incomodo, pero al ver el rostro y los ojos de la mujer se dejó hacer. Poca era la gente que lo había tocado sin una segunda intención, era distinto cuando lo hacía él por que tenía un sentido, un fin, pero que le tocasen y encima de una manera tan sensible... y lo que le decía. ¿realmente habría alguien así de importante en su vida? ¿alguien del que no albergase duda alguna? -”No te engañes a ti mismo canijo”...¿Realmente piensas que habrá alguien así? Recuerda, todo el mundo quiere algo. Nadie da nada a cambio de nada”- intervino su zampakuto, aburrido de toda aquella sensiblería y palabrería entre la estúpida mujer y el niñato.

Las palabras de ambos hicieron que Renshu bajase la mirada hacia su bebida, intentando discernir quien tenía razón, si la amable compañía o su cruel arma. Se hizo un silencio entre los dos, cada uno sumido en sus propios problemas y hasta que Yuka habló no volvió a prestarle atención. -Bueno, hace mucho que no estoy solo, solo...Quiero decir, ahora esta Muchi conmigo, pero es muy malo conmigo. No nos llevamos muy bien. ¿Hay alguna forma de llevarse bien con las zampakutos?- preguntó, y se llevó la mano inconscientemente a la manga izquierda, que es donde ocultaba casi siempre el kukri, comprobando que estuviese allí.
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Mensaje por Akiyama Yuka Sáb Oct 06, 2012 12:26 am

Ella pensaba lo mismo. Durante mucho tiempo se dijo que no se enamoraría, que se casaría con quien eligiesen sus padres y se dejaría llevar, haciendo lo que se esperaba de ella y nada más, porque pensar lo contrario sería hacer ilusiones inútiles. Probablemente hubiera acabado comportándose de aquella manera, con un hombre al que no amaba (el rubio Hokori, seguramente) en una vida sólo iluminada por sus clases de no haber aparecido Yuki. Le había costado lo suyo (inocencia, despiste, negación, juzgad vosotros mismos) darse cuenta de cuales eran sus sentimientos hacía él y cuando por fin lo supo, todo había acabado yéndose por el desagüe. Pues su enlace matrimonial cada vez era más inminente y seguía sin tener los redaños para decirle a la cara que le amaba. Era absurdo todo aquello, ni más ni menos.

Intentó que no se notase como se sentía (Ren no entendería nada de todo aquello, de hecho, con toda seguridad lo haría un lío, sino había conseguido esto ya con sus crípticas menciones al sexo) y volvió a sonreír a su pequeño interlocutor, era realmente entretenido tener a alguien a quien enseñarle todas esas cosas. ¿Sería tan sencillo cuándo tuviese sus propios hijos? Lo dudaba mucho, porque probablemente sus hijos fueran educados por alguna institutriz (con la rectitud propia de las clases altas que Yuka conocía tan bien) lo que no le gustaba en absoluto. Negó con la cabeza y retomaron la conversación, que parecía irse por otros derroteros.

La sonrisa de los labios de la joven profesora se esfumó en un abrir y cerrar de ojos y clavó sus ojos azules en el muchachito, con cierta tristeza le aseguró que si le había tocado una espada difícil no tendría más remedio que vivir con ella. Su propia espada, la diabólica Akuma no Hon no hacía más que enredar y era una indeseable.

- Creo que todo depende de ti y de ella, si podéis llegar a un acuerdo e intentar llevaros bien, no debería porque ser tan horrible- le mostró su espada, con su funda azul y de apariencia tranquila, que descansaba sobre sus piernas (pues allí la había colocado para poder tomar asiento frente al pequeño Ren) - mi zanpakutoh tampoco es fácil y he intentando de todo desde que la tengo, nada vale con ella. A veces me pregunto porqué nos habrán emparejado, pero como no se puede hacer nada al respecto, lo mejor es intentar no calentar los ánimos, ¿no te parece?- ella había hecho lo que había podido, siempre sin cargar contra aquel espíritu colérico y nunca estaba contento. De modo que hacía lo que podía por no escuchar nada de lo que le decía y seguir con su vida, cosa que no era nada fácil.

Bebió un poco y decidió cambiar de tema, las armas no era uno que diese mucho juego, menos si la inquietante Akuma no Hon ya empezaba a volverla loca con sus comentarios hirientes.
- ¿A qué te dedicas dentro del Escuadrón, Ren?- imaginarse a un niño tan pequeño vestido como lo hacían las fuerzas especiales no dejaba de ser sorprendente. Sabía que probablemente el muchacho llevara años en el Mundo Espiritual, pero no dejaba de tener apariencia de niño, cosa que la profesora había obviado en algunos momentos de su conversación. En el Seiretei y en la Sociedad de las Almas en general, era normal ver a niños con cientos de años, gente que crecía hasta determinada edad y luego se detenía (aquel parecía ser su caso) e incluso gente que llegaba a la edad con la que habría muerto en el mundo humano y no pasaba de ese tope. Todo aquello era un misterio para la inteligente profesora, pero era incapaz de desentrañar el enigma. Se encogió de hombros, había tantísimas cosas que podía aprender que era lógico también que algunas quedasen de lado. Suspiró, a veces le hubiera gustado ser otra persona diferente…
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Mensaje por Renshū Otokonoko Sáb Oct 06, 2012 4:12 am

-Entiendo, entonces creo que nunca podré ser feliz con Muchi. Que pena, esperaba que fuésemos capaces de entendernos algún día- comentó alicaído. El ambiente se había entristecido un poco entre los dos, pero al final la mujer decidió cambiar de tema y preguntarle por sus funciones.

-Oh, ya sabes, cosas del segundo. Si te lo dijese tendría que matarte y no me apetece tener que matar a alguien tan simpático, sobre todo cuando se parece a mami- el pequeño shinigami se puso serio al decir aquellas palabras y le dio un largo buche a su zumo para no empezar a reírse tan pronto, sin embargo al ver la cara que ponía la shinigami se le escapó la risa mientras bebía, haciendo que parte del zumo se le saliese por la nariz y que la carcajada se convirtiese en tos -jajajaja...cof, cof, cof- se golpeó el pecho con fuerza para que se le pasase el ataque -Aish, que risa. No veas la cara que has puesto.- dijo, limpiándose unas lagrimillas.

-Venga, ahora te lo contare en serio.- soltó, bamboleando las piernas en el taburete. -Hay días en los que no tengo que hacer nada de nada y entonces aprovecho para visitar a mi amigo Shiro del tercer escuadrón y molestar a Hotaru. También me pongo a investigar los otros escuadrones o pasear por el Rukongai. A veces simplemente me quedo en mi cuarto y me pongo a dormir.- dio un sorbo a su zumo. -Otros días tengo misiones de seguimiento, en esas misiones no se me puede detectar ya que persigo a alguien que no sabe que lo sigo, miro todo lo que hace, donde entra y con quienes habla, luego vuelvo al cuartel y hago un informe para la capitana. Son unas misiones muy divertidas.- agarró el peluche y se lo colocó sobre su regazo -A veces son misiones de vigilancia y tengo que impedir que alguien entre en un sitio sin autorización o cuidar de algún objeto. Un rollo muy aburrido- miró a su alrededor para ver que nadie se fijaba en ellos -También se me asignan misiones de protección y de infiltración. Hay que cuidar de algún noble importante o colarme en alguna casa o sitio a por algo.- volvió a mirar a su alrededor, se acercó más a la mesa y puso sus manos sobre las orejas del peluche -Muy rara vez me dicen que tengo que matar a alguien, pero después de la misión no recuerdo lo que ha pasado. Raro, ¿verdad?- dijo susurrando, con una sonrisa bobalicona en el rostro. Una vez terminada aquella parte destapó las orejas del oso -¿Y tu a parte de enseñar haces algo más?- preguntó, volviendo a centrarse en la mujer
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Mensaje por Akiyama Yuka Miér Oct 10, 2012 2:16 am

Las zampakutohs eran unos entes realmente complicados, eso Yuka lo sabía mejor que nadie y era muy raro para ella que la única persona con la que había hablado de aquello resultase ser alguien con la apariencia de un niño pequeño. Asintió, con un gesto más serie del que había mantenido durante todo el encuentro, pero decidió quitarle importancia con un gesto de la mano, mejor centrarse en otras cosas, como las actividades del joven shinigami en el escuadrón. Alzó las cejas y abrió un poco los ojos, definitivamente no era esa lo que esperaba de alguien como Ren.

El estallido de risas del niño hizo que sus dudas se disiparan. Además (aunque era algo que no esperaba para nada) le hizo ilusión que el niño asegurase que se parecía a su madre. ¿Quería tener hijos?, nunca se lo había planteado hasta que uno había aparecido en su vida, pero como lo que ella pensase o sintiese no valía nada, tendría que tenerlos, fuese cual fuese su opinión al respecto. Los hijos de Kin´iro, menudo desastre, juntó las manos y la colocó bajo su mentón para escuchar lo que el muchachito comentaba tras la broma que habían compartido.

Era tan fresco, tan dulce, que le parecía de lo más encantador. Hacía tiempo que no hablaba de aquella manera con ninguna persona, estaba Yuki, pero no podía ser tan transparente con él en según que temas. De manera que Ren se encargaba (además de a vaguear cuando no tenía nada que hacer) a misiones de seguridad, protección y vigilancia (algo muy propio del escuadrón al que pertenecía). Lo que si interesó más a la profesora fue el asunto de los asesinatos, ¿cómo era posible qué no recordase nada después de llevar a cabo ese tipo de misiones? Era una cosa digna de ser analizada, ciertamente. Aunque no tuvo mucho tiempo de darle vueltas, pues el muchacho volvía a atacar, ahora quería saber a qué se dedicaba la shinigami.

La chica deshizo la unión de sus manos y se limpió las gafas con un pequeño pañuelo, luego observó al chico y sonrió - si te lo contara, tendría que matarte- y le apuntó con un dedo para echarse a reír, definitivamente era todavía más inocente de lo que se hubiera atrevido a imaginar. Luego se recolocó el largo cabello con soltura y lo encaró- nuestra división se encarga principalmente de los asuntos burocráticos, llevamos papeleo, información y todos esos asuntos. Como soy una shinigami rasa- a pesar de algunas insinuaciones que el desaparecido capitán Mise le había hecho, no se sentía con ganas de convertirse en teniente, ni siquiera en tercer oficial- me dedico a tareas de archivo, mantenimiento de la biblioteca y obtención de recursos documentales. Además, siempre tenemos una sesión de entrenamiento antes que caiga la noche.

Volvió a tocarse el mentón, esta vez con el dedo que antes había utilizado de pistola y pensó que sería bueno añadir algo más- a veces aprovecho el tiempo en la biblioteca y corrijo exámenes después de clase, pero nunca dejo de hacer una actividad por otra, intento hacer las cosas de la Academia, pero también me dedicó a mis obligaciones dentro del Escuadrón. La verdad es que es una vida un poco estresante.

Ella misma se preguntaba de dónde era capaz de sacar el tiempo para todo, pero lo cierto es que lo encontraba. Supuso que se debía a su capacidad organizativa y de síntesis y su casi obsesiva redacción de listas, que guardaba por todos lados y siempre aparecían en cualquier lugar que tuviera que ver con ella. Así, tenía tanto los cajones del despacho de la Academia como el cuarto que le habían asignado allí y sus aposentos en el Escuadrón llenos de pequeños trozos de papel de todos los colores donde apuntaba desde listas de libros para leer a cosas para comprar y actividades a realizar. A veces era demasiado organizada, pero ni sabía ser de otra forma, ni conocía otra manera de hacer todo lo que quería hacer.
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Mensaje por Renshū Otokonoko Vie Oct 12, 2012 9:27 am

Al principio abrió mucho los ojos, mirándola intensamente, intentando comprender como una mujer que se dedicaba a ordenar papeles, dar clases, leer libros gordos y pesados y beber té con limón y algo de azúcar podía ser una asesina. Intentó imaginársela con las oscuras vestimentas de las fuerzas especiales y una mirada cruel, pero aquello era tan disparatado que no tuvo más remedio que echarse a reír. Se reía tanto que las lagrimas brotaron de sus ojos y un pinchazo molesto apareció en el costado a la altura de los riñones -¡JAJAJAJA!...me duele...¡JAJAJA!- se llevó la mano al lateral intentando detener un dolor que era externamente imposible de detener. Cuando por fin se detuvo la risa se limpió los ojos con las mangas del kimono y sorbió con fuerza para devolver a su sitio una vela de mocos que pretendía explorar territorios desconocidos. -Me caes bien, eres divertida- comentó con una sonrisa una vez finalizada la labor de limpieza.

El papeleo y demás asuntos burro...burostati...¡burocráticos!, ¿Qué significaría aquella palabra? Por lo general eran cosas tediosas y aburridas que Renshu intentaba evitar a toda costa, excepto los cuentos, los cuentos le encantaban y se salvaban de entre todos los demás papeles. Lo que sí le interesó, y evitó que preguntara por la burocracia, fue el tema del entrenamiento ¿cómo lo harían?... las posibilidades eran tantas en la mente del shinigami que no pudo evitar preguntar -¿Entrenarse?¿Cómo? ¿Os lanzáis plumas afiladas y cuadernos en llamas?...- saltó sobre la silla emocionado ante la posibilidad de que fuese plausible, ¿quién sabe?, podría ser muy entretenido -...¿Hacéis figuritas con el papel? ¿Leéis cuentos?- continuó preguntando, estas era acciones menos interesante, pero igual de divertido.

Ladeó la cabeza sin llegar a entenderla bien, si tan estresante era ¿por qué no dejaba una cosa? -¿Y por qué lo haces todo?¿No sería más cómodo y fácil dedicarte a hacer solo una cosa?- se rascó el cráneo sin encontrarle lógica alguna -Eres muy rara...quiero decir, no rara de rara, sino rara de...¿rara? No se si me explico.- intentó explicarse, gesticulando mucho con las manos, por si llamarla de aquella manera le había ofendido de alguna manera. No pretendía eso, si no todo lo contrario, pero solo consiguió liarse más, lo que le llevó a frustrarse, bufó y se cruzó de brazos con gesto mohíno, sin saber que palabras utilizar.

***

El tiempo pasaba y cada vez el sol se alejaba más de su punto más alto. Se estaba divirtiendo y aprendiendo mucho, pero había algo que empezaba a distraerlo de la conversación. Se sentía inquieto y no podía estar en la silla, había algo que se le olvidaba y que era importante. -Umm, creo que tenía algo que hacer, pero no recuerdo el qué- rebuscó entre su ropa por si era algún objeto que se había dejado en la biblioteca, vacío. A continuación miró en el plumier, dentro había un papel de buena calidad doblado en cuatro. El niño tomó el papel y lo desdobló, escrito en el papel podía leerse:

“Renshu, por favor, cuando vuelvas compra el té de siempre.

Firmado: Yoruko-taicho”


Renshu se levantó de un salto -¡Tengo que irme, tengo que irme! ¡Van a cerrar las tiendas y si no le hago el recado a la capitana se enfadará conmigo!- dijo en voz alta, dejando el papel sobre la mesa. Sacó un pequeño monedero de un bolsillo escondido y depositó dos monedas que cubrirían el gasto de ambas bebidas, recogió todas sus cosas y empezó a correr. No llegó muy lejos, en la puerta del bar se detuvo y se dio la vuelta. Se acercó a la rubia shinigami y tras ponerse a su altura le plantó un beso en la mejilla -Encantado de conocerte Yuka, perdona que me vaya de esta manera. Me lo he pasado muy bien y me gustaría que lo repitiésemos otro día si te apetece, pero me voy que tengo prisa- Se volteó y salió corriendo, agitando al oso de peluche a modo de ultima despedida


[OFF: Gracias por este roleo, espero que te haya gustado tanto como a mi, pero todo lo bueno se acaba y va siendo hora de continuar nuestros caminos. Volveremos a vernos Yuka-san ^^]
[OFF2: Madreee!, que cursi me ha quedado XD menos mal que tu me entiendes]
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Mensaje por Akiyama Yuka Lun Oct 15, 2012 1:42 am

[FDI: Cierro entonces]

En aquella interesante charla, la profesora de Historia había aprendido dos cosas: una, que los niños no eran tan aburridos como ella había pensado siempre y dos, que era capaz de hacerlos reír sin demasiados problemas. Aunque no dejaba de ser extraña aquella conversación, prefería quedarse con lo bueno, que había sido conocer a Ren, si obviaba la búsqueda de su maestro, lo solo que se sentía o como ella era incapaz de explicar según qué cosas, había sido didáctico. Eso quería decirle a él, quizás tuviese que explicarle que significaba esa palabra, pero no le importaba tener que hacerlo, enseñar era su vida. Pero entonces él le aseguró que le caía bien y ella se extrañó, no era muy habitual que le dijesen aquello, normalmente la tildaban de pedante o de sabelotodo, que alguien (además de su único amigo) asegurase que era divertida no dejaba de sorprenderla, pero no dijo nada, el pequeño dios de la muerte continuaba hablando sin parar, a toda velocidad, como si no tuviera tiempo de nada más.

La siguiente alusión fue sobre como entrenaban los shinigamis el Octavo Escuadrón, las explicaciones del muchachito la hicieron reír y tras tener que secarse las lágrimas con su inseparable pañuelo le aseguró que lo hacían como el resto de soldados de negro: no tiraban plumas ni hacían nada con papel, aunque no lo descartó como posible ocio. Ser responsable (dejar de hacer algo era para Yuka una cuestión que poco o nada tenía que ver con ella) era algo tan arraigado en ella que el hecho que Ren la llamase rara apenas le importó, sobre todo cuando quizás no fuera exactamente esa la palabra que estaba buscando, se encogió de hombros y saboreó su delicioso té, la verdad es que estaba resultando un momento muy grato.

De pronto, el niño cambió un poco su actitud, como si estuviese tenso. Yuka le interrogó con la mirada y él aseguró que tenía que hacer algo pero que no se acordaba qué era. La rubia pensó de que podría tratarse, pero él lo descubrió por sí mismo, al parecer tenía que hacer un recado para Hokori Yoruko, capitana del segundo escuadrón y futura cuñada de la propia Akiyama-sensei. La mujer no se lo impidió (aún tenía trabajo por hacer) y vio como recogía a toda velocidad, ella le dijo adiós con la mano, pero él pareció pensárselo mejor y descorrió el camino que acababa de hacer para besarla en la mejilla, Yuka le revolvió el cabello como muestra de cariño y al fin lo vio marcharse, agitando a Makato.

La shinigami observó el dinero que había puesto el muchacho en la mesa y no pudo evitar echarse a reír por enésima vez en aquella curiosa velada, la verdad es que acababa de conocer a un divertido personaje de la Sociedad de las Almas. Apuró lo que le quedaba de té, dejó las monedas donde él las había dejado, recogió sus pertenencias y regresó a la biblioteca, el día aún no había terminado.
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