Un nuevo recluta [Hokori Yoruko]

Su maestro se había marchado, pero no volvería a estar solo. Ahora tendría una familia, el segundo batallón, siempre que su capitana lo aceptase. ¡Y pobre de ella como no aceptase!. Con una gran sonrisa en su rostro y su oso de peluche siendo arrastrado por el suelo se dirigió a través del seiterei hacia los dominios de Hokuri Yoruko. Aquel nombre le imponía respeto y hacía que un sudor frío le recorriese la espalda, había escuchado algunos rumores sobre ella: Era una gigante de dos metros de altura, con puños de acero y capaz de matar a alguien con solo mirarlo. Realmente debía de ser una mujer interesante y tenía ganas de conocerla.

Tras un largo paseo llegó a las dependencias del segundo escuadrón. Una muralla, que para él era enormemente alta, rodeaba una serie de edificios entre los que destacaba una torre. La puerta de acceso era de gruesa madera de nogal pintada de rojo intenso con los símbolos del segundo escuadrón grabados en cada hoja. Cuando entró en uno de los edificios de estilo japones escuchó una serie de gritos y ordenes. Movido por su curiosidad se acercó a ver que pasaba, unos shinigamis peleaban entre ellos intercambiando golpes a gran velocidad. Él siguió cada golpe con su mirada y, con ganas de ver el desenlace de la pelea, se sentó apoyando la espalda en una columna y abrazando su peluche. De repente una voz adulta resonó en su cabeza-¿Por qué no peleas y haces que se desangren?- Renshu dio un bote sobresaltado -Déjame tranquilo Shuryō, son mi familia y no voy a hacerles daño- risas -mi familia, mi familia. ¿He de recordarte el tiempo que te hicieron estar solo?- su boca se arqueó mostrando cierto desagrado -Estoy muy tranquilo y muy feliz, así que no vas a hacer que cambie de ideas, sobre todo hoy que tengo la oportunidad de...- Por culpa de la intromisión de su zanpakuto se perdió en golpe que hizo que uno de los oponentes terminara en el suelo.

Al ver que el combate había terminado se levantó y empezó a aplaudir y a gritar vivas y alabanzas al ganador, estos se percataron al fin de su presencia. Uno de ellos se adelantó con la espada al hombro -Eh niñato, ¡¡no puedes estar aquí!! Lárgate ahora mismo- Las lágrimas afloraron en los ojos del pequeño y una vela de mocos asomó por su nariz. Otro shinigami pegó un grito desde su posición. -¡Déjalo tranquilo y vuelve al entrenamiento!- Renshu salió corriendo sin mirar a donde lo dirigían sus pasos, izquierda, adelante, otra vez izquierda, giro a la derecha, adelante, giro en “U”. Se paró en seco, ¿Dónde se encontraba? Y lo que era más importante todavía ¿Dónde se encontraba la salida?-

-Chiro-baka! Sabes que no le puedo decir nada a Makoto-san por mucho que quiera. Las relaciones entre miembros del escuadrón están mal vistas y lo sabes. Debemos ser los más imparciales posibles -comentaba la pequeña Tsubaki llevando una gran pila de documentos entre sus brazos.

La joven shinigami se encontraba en mitad de uno de los traslados de los informes pendientes que tenía. Era una chica aplicada, pero demasiado despistada como para entregar las cosas a tiempo, así que una vez al mes, después de que Nakamura le echara la bronca, Tsubaki se iba a su dormitorio a recoger los informes que tenía y entregárselos al bibliotecario para que los archivara.

En esos momentos, como casi siempre, se encontraba hablando animadamente con alguien que estaba ahí pero que nadie más que ella podía ver. La voz de su pequeña zanpakutou se podía escuchar en su cabeza instándola a decirle algo al 5º Oficial del escuadrón. Algo que ambas solo conocían. Giró una esquina con la pila de informes apretados entre los brazos como buenamente podía y siguió pasillo abajo acercándose sin saberlo a donde se encontraba el pequeño.

-Además, se ve a la legua que entre Makoto-san y Misato-san hay alg... ¡¡Aahh!! -cortó a la chica algo con lo que había tropezado. Dentro de la cabeza de la chica, la risa de su zanpakutou la había irritado levemente. -¡No te rías encima! ¡Auch! Qué daño... -comentó la chica poniéndose en pie. Ahora, todas las carpetas poblaban el suelo. Como si se tratase de un mar de celulosa. Las carpetas se habían abierto dejando los folios desparramados por todas partes fuera de sus respectivos lugares y orden.

-Jo. ¡Encima! Como no los ordene Kaito-san va a matarme... -dijo la joven con tono lastimero. Se arrodilló delante del pequeño Otokonoko para empezar a coger las carpetas hasta que se fijó en el oso de peluche que estaba en el suelo. Su cabeza se deslizó desde los pies del pequeño hacia su rostro mirándole desde abajo. Era más o menos igual de alta que él.

-¡Ala! ¿Y tú de dónde sales? ¿Eres un nuevo recluta? -preguntó la muchacha con normalidad ajena al hecho de que se veía el pequeño. Volvió a posar sus ojos sobre los papeles del suelo intentando recoger los que tenían el mismo nombre para no desordenarlos más de los que estaban.

-¿Me ayudas? Cuando terminemos y le llevemos estos papeles a Kaito-san, te puedo llevar con Hokori-taicho, ¿vale? -se ofreció la joven con una sonrisa amable en el rostro esperando la respuesta del pequeño mirándole con curiosidad..

Desorientado y concentrado en buscar una salida no escuchó a la joven que se le acercaba cargada de carpetas, hablando sola. Se produjo el choque y las carpetas cayeron al suelo como una cascada.
Sin percatarse de su presencia se agachó a recogerlas, él se quedó parado mirándola hasta que ella reparó en su presencia.

-¡Ala! ¿Y tú de dónde sales? ¿Eres un nuevo recluta?- la muchacha miró los papeles, recogió unos pocos y volvió ha hablarle -¿Me ayudas? Cuando terminemos y le llevemos estos papeles a Kaito-san, te puedo llevar con Hokori-taicho, ¿vale? - la muchacha le miraba sonriente.

El bloqueo que sentía se rompió al ver que por fin alguien en aquel, hasta entonces, horrible lugar le sonreía - Eeeeeh..eeeeeh....del pasillo- rápidamente se limpió las lágrimas y devolvió la vela de mocos a su lugar de procedencia, le sonrió, se agachó e imitó a la muchacha -No se quien es Kaito-san, pero sí quiero ver a la gran Hokori-dono- siguió ordenando papeles y dándoselos a la muchacho, momentos en los que aprovechaba para mirarla más.

Cuando terminaron de recoger todo se levantaron – Mi nombre es Renhsū Otokonoko, pero puedes llamarme Jibi-chan- permaneció en silencio, miró al suelo, abrazó al oso y enrojeció. Con voz mi baja preguntó - ¿Có...cómo te llamas?-

La joven sonrió de nuevo recogiendo los papeles mirándolos uno a uno para ir colocándolo en las carpetas con cierta paciencia. Sus ojos azules se fijaron en el pequeño y le indicaba sutilmente con los dedos tocando las carpetas adecuadas para que supiera donde iba cada hoja.

-¡Ah! ¡Es verdad! No me he presentado. Me llamo Kiriko Tsubaki. Pero puedes llamarme Tsuki-chan. La mayoría me dice así. Creo que es por mi pelo blanco. Recuerda a la luna -dijo la joven mirando hacia el suelo como si se perdiera en sus propios pensamientos. Luego, tras unos segundos, sacudió la cabeza para devolverla a la realidad y responder a la pregunta del pequeño.

-Kaito-san es el shinigami encargado de la biblioteca y los archivos del escuadrón. Es un chico bastante agradable, pero es un poco borde -dijo la joven poniendo una ligera mueca al recordar la expresión de enfado que casi siempre solía tener Nakamura. -Estos son informes que he estado haciendo durante el mes. Pero tú no sigas mi ejemplo. Haz los informes cuando te lo manden y llévalo a que Kaito-san lo guarde. Así evitarás que te echen la bronca -explicó la joven, dejando otras dos carpetas llenas a un lado sobre un montón que estaba creando de nuevo.

Después de unos minutos, el montón estaba hecho de nuevo. La joven dio algunas carpetas al niño aunque ella cargaba muchos más. El pequeño Renshu solo era unos centímetros más pequeño que ella y aún así lo trataba casi como a un hermano.

-Si llevas estas podré ver donde piso. Gracias por la ayuda. Dentro de poco estaremos con la capitana. Es muy simpática. Seguro que te cae genial -comentó la chica tarareando una alegre canción infantil para sí misma mientras andaba. -Oye, tú tampoco me has dicho como te llamas, ¿no? -preguntó la chica mirándole ahora mientras seguían avanzando por los pasillos en un elaborado trayecto que seguramente nadie que no lo hubiera recorrido mil veces recordaría. -Esto es un poco lioso, pero te acabarás acostumbrando -aseguró la chica de nuevo con una sonrisa.

Con las indicaciones de la muchacha cada folio se perdía en el interior de una carpeta, Reshu se demoraba un poco en dárselos ya que se paraba cada rato leyendo algún párrafo que le hubiese llamado la atención.

-Tsu...Tsuki-chan- articuló y sonrió -es muy bonito- la niña miró al suelo, pensando en algo. A él le parecía que era un poco nerviosa, pero simpática. ¿Qué puesto ocuparía en el segundo escuadrón? Intentó fijarse, pero el movimiento y el situado en el lado contrario a su insignia le dificultaban la tarea. Ojalá le aceptasen en el segundo escuadrón. Un momento, nunca había visto la insignia de su maestro, ¿a que escuadrón pertenecería y que rango tendría?, debería buscarlo algún día en la biblioteca o esperar a que volviese.

-Ah...vale intentaré recordarlo, Kaito-san, Kaito-san, Kaito-san...mmm... ¿y qué documentos guardáis en esa biblioteca?- cuando le dijo que había que hacer informes torció el gesto -no quiero hacer informes, estar todo el rato escribiendo es aburrido-

Al fin habían terminado y Tsuki le dio unas cuantas carpetas para que las llevara el. -Vale, Makoto-nichan las cuidará ¿verdad?- dijo dirigiéndose al osito y poniendo las carpetas entre el peluche y su cuerpo. El saber que pronto conocería al gigante le emocionaba.

-Oye, tú tampoco me has dicho como te llamas, ¿no?- los ojos de Jibi-chan miraron al techo, la muchacha o no escuchaba, o le había ignorado o se le había olvidado -Renhsū Otokonoko, pero puedes llamarme Jibi-chan - la muchacha lo guiaba rápidamente por los pasillos del segundo escuadrón. -Esto es lioso, pero te acabarás acostumbrando- a ese comentario su única respuesta fue -si tu lo dicees- por lo que al respectaba estaba aún más perdido que antes.

-Tu osito se llama Makoto? -preguntó la shinigami con curiosidad mirando al peluche antes de acordarse del 5º oficial del escuadrón. Rió por lo bajo ante un chiste que solo ella comprendía y siguió su camino.

Ante las palabras de Renshu la joven le dedicó otra cálida sonrisa para que se sintiera más tranquilo. Lo cierto es que era agradable tener a alguien así por el escuadrón donde todo el mundo era tan secretista y reservado.

Giraron un par de veces, bajaron unas escaleras algo ocultas hasta llegar delante de una puerta. La pequeña shinigami la abrió con el pie con cierta maestría y entró para ver a un shinigami de cabello verdoso y una cicatriz que recorría toda la parte derecha de la cara, descendiendo por su cuello y perdiéndose bajo el uniforme que portaba. Kaito miró a los dos y frunció el ceño aún más dejando encima de la mesa una taza de té que estaba disfrutando. Sacó la larga pipa de su boca y se aclaró la garganta antes de dar dos golpes encima de la mesa a modo de indicación para que dejaran las carpetas allí. Tsubaki asintió obediente y algo tímida sin atreverse a decir nada hasta que el peliverde hablase.

-Ya era hora... Como tenga que recordártelo la próxima vez me encargaré de manchar tu expediente de misiones para que la capitana no pueda hacer tu revisión bimensual, entendido? -amenazó el shinigami inclinándose ligeramente hacia delante.

-Pero si haces eso Hokori-taicho vendrá a pedirte explicaciones a ti. Eres el que se encarga de mantener los documentos en buen estado -replicó la chica sonriente dejándose caer sobre la mesa con una mueca triunfal en el rostro.

El bibliotecario simplemente gruñó siendo derrotado de forma tan fácil pero aún así amenazante. Tras abrir un par de carpetas y suspirar cansado se inclinó ligeramente apoyándose sobre la mesa para poder ver mejor a Renshu con el ojo que tenía abierto.

-¿Y este pequeñajo quién es, Tsuki? -preguntó relajando un poco la expresión ya que aunque pareciera estricto, el niño no había hecho nada después de todo.

-Es un nuevo recluta para el escuadrón. Ahora le iba a llevar a ver a Hokori-taicho para que pudiera presentarse formalmente, ¿ne Jibi-chan? -respondió ella mirando al pequeño de nuevo. Nakamura suspiró de nuevo con algo más de enfado en su voz.

-Sabes que no está permitido llevar a los recién llegados por el escuadrón sin antes haber recibido el pergamino de iniciación... Anda lárgate con él que ya me encargaré de colocar tus informes en su sitio -respondió levantando una mano para agitarla e indicar a ambos que se marcharan.

-¡Gracias Kaito-san! -fue la respuesta de la joven ante su amabilidad estirándose por encima de la mesa para darle un beso en la mejilla bastante sonoro.

-Ya, ya. Suelta Tsuki. Esta es la última vez, que lo sepas -respondió él frotándose la mejilla que había besado con cierta incomodidad. No le solía gustar el contacto humamo y Tsubaki a veces era... demasiado cariñosa.

-Hai... -terminó ella llevándose una mano a la frente a modo de saludo saliendo por la puerta para esperar al pequeño Renshu. Una vez fuera, volvió a hablarle. -¿Ves? Te dije que en el fondo era simpático.

Tras varios minutos en el que se internaron por pasillos sin ventanas, algunos tan largos y lóbregos que no parecían tener fin. La pequeña tarareaba una canción alegre mientras caminaba con su eterna sonrisa en la cara. Se podría decir que era la alegría del escuadrón.

Subieron unas escaleras empinadas durante lo que parecieron centenares de escalones hasta llegar a un puente que comunicaba uno de los edificios más altos del escuadrón con la torre donde se encontraba el despacho de la capitana. Tsubaki cuidaba de que no se cansara demasiado y aflojaba la marcha cuando veía a Renshu algo rezagado. Al llegar a la torre, subieron unas escaleras más hasta llegar a un amplio pasillo con unos enormes ventanales que mantenían aquel lugar perfectamente iluminado. La puerta de la capitana estaba abierta de par en par y ella se encontraba sentada en la posición de flor de loto sobre la mesa revisando pergaminos que tenía desperdigados por encima de la mesa. Al sentir la energía espiritual de ambos levantó su mirada oscura y vio al pequeño shinigami.

-Taicho, he traído a un nuevo recluta para que se presente ante usted -dijo la joven Tsubaki dándole un leve empujoncito en la espalda para que se acercase más a ella.

-Bienvenido al segundo escuadrón. ¿Cómo te llamas, shinigami? -la voz de la capitana era melódica y suave. En su timbre se notaba una amabilidad que sobrepasaba cualquier tipo de jerarquía y aún así parecía respetar a cualquiera que se presentase ante ella para entrar en el escuadrón.

-¿Tu osito se llama Makoto?- preguntó Tsuki y se rió disimuladamente a la vez que caminaba. -sí- fue la escueta respuesta del chaval, ¿de que estará riendo?, ¿he dicho algo gracioso?, o es que ¿tengo algo en la cara?. Disimuladamente se paso la mano por el pelo y la cara intentando eliminar los restos de un inexistente mancha.

-Eres una vergüenza- interrumpió su zampakutou -¿Solo me hablas para meterte conmigo?- fue la respuesta mental del niño -Umm...generalmente sí, las otras veces son para salvar a un niño llorón y malcriado- el pobre Otokonoko suspiró. No conseguía entenderse con su arma, tendría que preguntar a alguien como hacer para llevarse mejor con él.

Sumergido en sus pensamientos como estaba no se dio cuenta de que ya había llegado a la biblioteca. La muchacha abrió la puerta y en su interior se encontraba el tal Kaito, que les miraba con el ceño fruncido. La cicatriz de su rostro impresionó a Renshu, que no podía dejar de mirarla. Cuando el hombre se lo indicó se acercaron y dejaron los informes donde les había indicado que los dejaran. Kaito y Tsuki hablaban y Otokonoko aprovechó para echar un vistazo a la biblioteca con lo que sus ojos alcanzaban a ver. De repente se dirigieron a él.

-...Ahora le iba a llevar a ver a Hokori-taicho para que pudiera presentarse formalmente, ¿ne Jibi-chan?- el niño volvió la vista hacia ellos, aunque más bien miraba aquella cicatriz -eeeeeh...¡ah, sí! Aunque ya no soy un pequeñajo, señor!- no sonaba muy convincente ya que abrazaba al oso tan fuerte, que las patas de oso estaban totalmente horizontales. Ese hombre realmente imponía. El hombre les despidió sin muchas formalidades y Tsuki le dio un beso como despedida. Maldita sea, él también quería un beso, se distrajo tanto que ella ya había llegado a la puerta y el seguía en el mostrador, se acercó a ella y ambos se despidieron.

-¿Ves? Te dije que en el fondo era simpático- el asintió con la cabeza -pero su cicatriz me da mucho miedo- siguieron caminando hasta que tocó subir una serie de escalones, el pobre Renshu tenía las piernas cortas y se cansaba al subir tantos escalones tan seguidamente. Por fin llegaron a un pasillo muy bien iluminado con una puerta abierta y una persona en su interior.

-Taicho, he traído a un nuevo recluta para que se presente ante usted- dijo Tsuki al tiempo que empujaba levemente a Renshu hacia delante. Este dio dos pasos, ¿Taicho? ¿Aquella mujer tan menuda era la líder del segundo escuadrón?. Miró a la muchacha que lo había traído por si le había gastado algún tipo de broma, pero no había ningún tipo de indicio. ¿Donde estaban los dos metros de altura y los puños de acero?.

-Bienvenido al segundo escuadrón. ¿Cómo te llamas, shinigami?-dijo la capitana, él la miró de manera descarada y su rostro mostraba algo de decepción - ¿Es usted Yoruko-Dono?, no tiene los puños de acero, y tampoco mide dos metros- se llevó una mano a boca tapándola rápidamente y los ojos muy abiertos, no podía creer que pudiese haber dicho aquello. Para intentar remediarlo se arrodilló, con la frente apoyada en el suelo y las manos hacía delante con el oso todavía agarrado entre ellas. -¡Perdone mi indiscreción señora, mi nombre es Renshu Otokonoko y quiero formar parte del segundo escuadrón!- esperó su respuesta intentando no demostrar lo nervioso que estaba, llamándose tonto mentalmente y con su zampakutou riéndose de él.

La capitana observó a Renshu con una sonrisa calmada en el rostro. Lo primero que quería hacer era inspirar calma dejando de lado su posición elevada para acercarse más al muchacho. Si hubiera sabido mejor, la capitana no aceptaría shinigamis tan jóvenes en aquel escuadrón. Era demasiado complicado, demasiado agobiante y demasiada pesada la carga que cada miembro del segundo escuadrón llevaba sobre sus hombros para dejar que un niño llevara. Aún así, Himeko le había demostrado que la juventud a veces era una ventaja pues la corrupción que llega a los hombres no ha alcanzado el alma pura de los adolescentes.

Cuando escucho las palabras del pequeño estalló en carcajadas haciendo que Tsuki se relajase luego. Se echó hacia atrás en la mesa meciéndose levemente sobre su posición cómoda sin poder evitarlo.

-Dos metros y puños de hierro? -preguntó la muchacha como buenamente pudo entre risas. -¿Es eso lo que se dice de mí en los pasillos de la academia Tsuki? -dijo posando su mirada sobre la joven de cabello blanco.

-N-no lo sé taicho. Pero eso será lo que le han dicho a Jibi-chan -respondió ella llevándose una mano a la boca para mitigar la risilla que nacía de su garganta.

Luego, Tsuki se giró hacia el pequeño negando con la cabeza levemente para indicarle que todo estaba bien. Tras unos largos minutos de risas, en el que casi parecía haberse acabado cuando las dos muchachas volvían a estallar, Yoruko recuperó la seriedad como buenamente pudo.

-Dime Renshu-kun, ¿cuáles son las razones por las que has decidido formar parte del segundo y no de cualquier otro escuadrón? -preguntó ya buscando un pergamino entre los cajones de su escritorio echada un poco hacia atrás. Sus ojos oscuros no abandonaban el rostro del pequeño esperando la respuesta.

La capitana se reía. No sabía por qué, pero parecía que todas las mujeres del segundo escuadrón se reían de cosas que él no llegaba a comprender. ¿Acaso eran así todas la mujeres o solo estas dos féminas?. Fuese cual fuese la respuesta, el pequeño Renshu no llegaba a comprender al género femenino y se preguntaba si algún día sería capaz de entenderlo.

Yoruko le preguntó a Tsuki si aquél rumor era el que predominaba en la academia y la otra respondió que desconocía si así era, tras esto le dedicó al niño una mirada indicando que no importaba. Sonrojado todavía levanto su cuerpo, pero permaneció sentado en el suelo sobre sus rodillas, con algo más de confianza.

-Dime Renshu-kun, ¿cuáles son las razones por las que has decidido formar parte del segundo y no de cualquier otro escuadrón? -preguntó
ella,moviendo un brazo por detrás del escritorio y si dejar de mirarlo.

-¿Qué por que quiero formar parte del segundo escuadrón?...mmm...desde que morí y vine aquí he estado solo. Busco un escuadrón que sea como una familia y que proteja a sus hermanos, los demás escuadrones. Y ese es este escuadrón. Por eso quiero entrar aquí, para no estar nunca más solo, formar parte de esta gran familia y cuidar de mis hermanos y hermanas es casi mi único anhelo.- permaneció unos segundos en silencio, abatido por el recuerdo de la soledad, pero volvió a hablar -Por cierto, no sé que es lo que se rumorea en la academia sobre usted maestra, aunque no me importaría visitar algún día esa academia que dice...(se perdió unos segundos imaginándose a una pequeña Tsuki y una pequeña Yoruko jugando al pilla pilla como él hacía en el mundo humano con sus amigos antes de morir)...bueno, a lo que iba. Yo no fui entrenado en dicha academia. A mi me ha enseñado mi Maetro, cuyo nombre desconozco, ya que desde el primer momento me dijo que le llamase Maestro. No sé si lo conocerá o sabrá su nombre, está de misión y lo estoy buscando. Es un shinigami alto, con una cicatriz que le mantiene cerrado el ojo derecho, esta repeinado hacia atrás, es musculoso y nunca lleva el traje oficial, si no que lleva un extraño traje rojo, también acompaña su aspecto una garrafa de sake y unas gafas de sol. Es muy serio y da pocas muestras de aprecio- gesticula mucho e indicaba los detalles sobre su maestro en el peluche.-....¡ah, sí!...no es ningún rumor que yo sepa, he sido yo que al escuchar tantas cosas sobre usted, pues me la imaginaba así- de repente se quedó callado y ladeó la cabeza como escuchado una voz interior-¡¡Por el amor de Dios, cállate un poco!!. Me está entrando dolor de cabeza. Además, míralas, con tanta palabrería ¿Crees que se habrán enterado de algo?-le amonestó su zampa -¡Oh!Es cierto...- dijo Ren en voz alta, y las miró para ver su reacción.

Yoruko escuchaba al pequeño hablar sin apartar su oscura mirada de su cara. Casi con una sonrisa amable se podía ver en su rostro al escuchar el relato de Renshu mientras lo contaba. Tsuki miraba a su capitana con otra expresión en el rostro, algo más preocupada por el verdadero significado de ser un shinigami de ese escuadrón. La capitana negó con la cabeza mirando a la joven y ésta asintió en respuesta manteniéndose en silencio.

Ciertamente le había sorprendido que le confesara que no había sido enseñado por los profesores de la academia. Pero los conocimientos que parecía conocer de los detalles de los escuadrones delataba que algún tipo de entrenamiento tenía que haber recibido. La capitana llevó su mente a los recuerdos de cuando fue tercer oficial del Undécimo.

En aquellos días Yoruko era muy diferente a como era ahora. Se había tratado de una chica bastante más alejada de todos. Mucho más introvertida de lo que era ahora. Hacía sus tareas puntualmente, cumplía con sus obligaciones de forma casi religiosa, y mantenía el sistema de entrenamientos que Alloe-taicho le había asignado específicamente para ella. Tal era su nivel de control sobre la Hokori. Sus recuerdos empezaron a aflorar en su mente como si de una película se tratasen.

Al ser la relaciones públicas del escuadrón, era normal para la joven relacionarse con la mayoría de altos cargos de otros escuadrones. Recordaba perfectamente al hombre que Renshu mencionaba. Sunao-fukutaicho. Un hombre serio, duro y estricto en cuanto a sus obligaciones. No sería la primera vez que se llevase alguna que otra reprimenda por su parte cuando intentaba huir de las batallas continuas dentro de su escuadrón. Sin embargo, era un hombre entregado a su labor y un shinigami extremadamente habilidoso.

Tras volver de su pequeño viaje en el tiempo terminó sonriendo tranquila al pequeño. Sus ojos se fijaron en Tsuki y esta le devolvió la sonrisa asintiendo. No es que puscara su aprobación pero al ver a la joven tan contenta con el pequeño no pudo evitar dejarse llevar por el buena ambiente que la presencia de Renshu había creado. Puede que algo así les hiciera falta en el escuadrón.

-Bueno, Jibi-chan, te puedo llamar así también, no? -preguntó la joven sonriendo bajándose de la mesa. Se inclinó hacia él y le tendió un pergamino al pequeño. -Este pergamino es para ti, shinigami del Segundo Escuadrón. Tiene tus primeras instrucciones como shinigami de este escuadrón -dijo la capitana con una sonrisa en los labios sonriendo acercándose al pequeño. Luego, se giró a su subordinada. -Tsuki, acompáñale a donde está Makoto-san ahora -terminó la capitana removiendo el pelo del pequeño con gesto cariñoso.

-Hai, taicho -respondió Tsuki con una sonrisa amplia, contenta porque el pequeño fuera admitido. Luego, ambas miraron al pequeño para ver su respuesta a todo lo que estaba ocurriendo en aquella sala.

Contenido del pergamino:

La sonrisa de Ren iba de oreja a oreja. Cogió el pergamino con la mano libre y respondió a Yoruko -¡Por supuesto que puede llamarme así....Okasan!- se apartó unos pasos de la capitana y la niña, dejando a su peluche entre ellas -vigilalas Makoto-kun, que no miren mientras leo esto.- Antes de abrirlo envió una ráfaga de reiatsu, perceptible para las otras dos, por el pergamino por si tenía algún de trampa. Al no percibir nada extraño, abrió el pergamino y pengándoselo mucho al cuerpo empezó a leer. cada pocas líneas miraba de reojo a las dos con el gesto enfurruñado -no vayáis a leer, eh!- su gesto fue cambiando poco a poco a medida que leía, miró el mapa adjunto y con terror miró a su capitana.

-¿Me tengo que aprender todo esto durante esta noche?- dijo, a la vez que giraba el pergamino y le enseñaba el mapa a la capitana. Había vuelto a la conversación justo cuando Yoruko nombro a Makoto. -¿Qué decís de Makoto? si os está vigilando- dijo mirando alternativamente a las mujeres y al peluche. -y bueno, ¿el equipo es chulo? ¿tenéis trajes ninja?- el parloteo incesante del muchacho comenzaba de nuevo.

Tsuki soltó un pequeño suspiro y sonrió. Se acercó al peluche y lo recogió del suelo -Eh, ¿qué haces?- le increpó Ren. Ella ignorandolo se le acercó y lo agarró del cuello del kimono, y comenzó a arrastrarlo por el suelo en dirección a la salida de la habitación. -Auch, el suelo me hace daño...¡déjame por favor!...me portaré bien, ¡de verdad!- atravesaron la puerta y antes de que desaparecieran tras el marco de la puerta la capitana todavía pudo ver una mano de niño se movía en un gesto de despedida y unas últimas palabras - ¡Hasta después, Okasan!- de esta guisa salieron del despacho de la capitana del segundo escuadrón