Los encantos de una mujer

Era un mediodia extremadamente soleado y caluroso en la Sociedad de Almas. Como siempre que en la tabla de turnos y trabajos de la capitana Izumi tenía la tarde libre, Akako aprovechaba para dar un largo paseo por el Rukongai y comer en alguna taberna. Aquel día el shinigami iba vestido con un yukata de seda color blanco con un estampado de flores rojas, su melena de color escarlata estaba recogida en una cola sostenida por un adorno floral de plata con un rubí.

Akako caminaba entre las concurridas calles, abanicándose con un abanico exageradamente ornamentado y dedicando sonrisas tímidas a los chicos que dejaban charcos de baba allí por donde pasaba. Le gustaba que los hombres se sintieran atraidos hacia el, no por que el se sintiera atraído hacia ellos, si no por que le gustaba ver como de simple era la mente de los demás, que podían ser manípulados por un shinigami que tenía la apariencia de una fémina.

-¡Akako-san! Se escuchaba a sus espaldas. La voz le sonaba familiar, era una voz masculina que todavía no había terminado de desarrollarse. Pero no acababa de acordarse... de todas formas, si era alguien interesado la alcanzaría. ¡Akako-san! Se escuchó otra vez, esta vez mas cerca. Finalmente, alguien tocó su hombro, Akako se giró hacia atrás con una sonrisa. Ante ella se encontraba un chico de una apariencia de unos diecisiete años, con el pelo de color azabache y una poderosa musculatura. -¡Pensaba que no nos volveríamos a encontrar!

"Ya, yo pensaba lo mismo, mira tu por donde" Pensó Akako con amargura. Ahora lo recordaba, era un joven inexperto que había intentado coquetear con el pensando que era una mujer y el, por simple diversión, le había dejado que pensara que tenía alguna oportunidad. -Oh... esto... como te llamabas... bueno... Akako quedó pensandose un rato mirando hacia el suelo. -¡Abusan de mi! Al instante cinco personas se tiraron a por el joven, que quedó estupefacto sin saber muy bien que ocurría. Akako aprovechó la discusión para salir corriendo y empezar a callejear, tras unos cuantos minutos, entró en la primera puerta abierta de taberna que vio.


El sitio era bastante pequeño y no había demasiada gente, habían un par de mesas aunque todos los asientos estaban ocupadas. Se sentó en la barra donde una señora con aspecto afable fue a preguntarle que quería beber. Akako pidió una cerveza y se dejó caer sobre la mesa, con cara de agotada. Sin saber exactamente quien estaba al lado suya, trató de entablar conversación con el.

-Esta loco el tiempo últimamente ¿eh?

Saeki estaba allí, en aquel bar del Rukongai, comiendo un enorme bol de ramen del cual solo se escuchaban sorbidos. Su compañero, aquella enorme masa de músculos había quedado con él. Después de ambos traslados apenas se habían podido ver. Tanto Saeki como Aoki fueron miembros en su día del 2º escuadrón y ahora cada uno estaba en uno distinto.

- Al fin hemos podido sacar un tiempo para venir a este sitio. Hace mucho tiempo que no veníamos a este lugar. Tenía tantas ganas de ramen… - dijo cogiendo los palillos de madera – Señorita tráiganos Sake – dijo dirigiéndose a la mujer de detrás de la barra.


Después de las mudanzas y de varios jaleos habían conseguido fijar un día para…hacer cosas de hombres. O bueno al menos eso es lo que Aoki pensaba, Saeki era un chico….con modales, tanto ella como su hermano habían tenido una buena educación y siempre se habían mostrado serviciales y ante todo con modales. Por eso la siguiente escena que pasará no iba acorde con él.

Una joven, de largos cabellos pelirrojos entró en aquel bar, en sí era un cliente más, una shinigami más, una joven que escapaba de piropos. Pero había algo en su belleza que le llamaba la atención a Saeki, cuando la miró sus mofletes llegaron a sonrojarse… idiota, es una chica, él no era gay, no podía sentir atracción, tener pensamientos obscenos o incluso llegar a gustarle una chica. Eso era algo que no podía permitirse y no paraba de repetírselo una y otra vez en su cabeza.

Miró su bol de ramen, estaba mejor sorbiéndolo mientras el caldo hervía su paladar. Miró el de su compañero, había dejado de comer. Lo más seguro es que ya se hubiese percatado de aquella joven. Y claro, todos sabemos como es Aoki cuando ve a una mujer guapa entrar en la misma habitación que él.

- Murakami Aoki-san, relájese, es solo una mujer. Creía que ya tenía suficiente diversión con sus subordinadas del cuarto escuadrón. Ahora que es capitán debe guardar los modales.

Un rato de relajación después del extenso trabajo de capitán. Dejó el haori a una encantadora shinigami de su escuadrón que le iba a hacer unos arreglos "gratis". Realmente es porque le debía un favor, pero no vamos a entrar a relatarlo todo con pelos y señales, que tampoco es plan...

El caso es que se adentró al rukongai como un shinigami más, y entró en un restaurante de ramen donde había compartido más de una comida cuando estaba en el segundo escuadrón. Y a ello iba, a reencontrarse con sus viejos amigos. La gente del cuarto estaba bien, pero, después de todo, en una semana no se forja la amistad de los años que llevaba en el segundo. Llevaban solo diez minutos, ya con un bol de ramen por delante, cuando entró. Era una chica esbelta, pelirroja, de escaso pecho, finas extremidades, al igual que el cuello, y piel de porcelana. Una de las que ya querría Aoki reclutar en su escuadrón. Pero no era así, esa chica no estaba en los formularios del cuarto, la recordaría...

Inspeccionándola, cuando se quiso dar cuenta, los palillos flotaban en el bol de ramen. Disimuladamente, volvió a mirarla. Buscó en la mesa más palillos, y estaban más cercas de la pelirroja, que suya, así que el destino se lo había puesto, como se suele decir, "a huevo".

Cuando iba a pedírselo, su compañero le instó a controlarse.

- Shhhh! si no sabe que soy capitán es más fácil acercarse a ella... - le dijo en susurro, esperando que no oyese ninguno de los comentarios. Luego se dirigió a la chica en cuestión.

- Bueno, si, contando con lo estable que suele ser el tiempo en la sociedad... Perdona guapa, ¿me alargas un par de palillos? -. Ya iba encaminado la situación, su primera respuesta diría mucho de ella, y le haría saber si podía seguir intentándolo, o estaba perdido... Muchos años tirando lo tejos...

Akako dedicó una sonrisa encantadora a las dos personas que tenía a su lado, los dos parecían ser shinigamis. Uno de ellos era un hombre corpulento y musculoso, con un aspecto gentil y el otro era un joven de facciones suaves y figura estilizada, con un atractivo enigmático que se distaba mucho de aquel atractivo masculino y viril que tenía su compañero. Akako no reconoció a ninguno de los dos, aunque daba por hecho que los dos pertenecían al Seireitei.

El tipo musculoso se dirigió a ella, contestándo a su queja por el tiempo y pidiéndole los palillos que estaban a su lado a la vez que colaba en su petición un piropo, Akako rió suáveme y le tendió los palillos. Realmente no era buena idea flirtear con shinigamis, solían tener un orgullo muy grande y no se tomaban demasiado bien que los dejaran en ridiculo a si que lo mejor sería mantenerse prudente.

La mujer que atendía la barra se le acercó con su cerveza, Akako agarró la jarra con las dos manos y bebió el refrescante líquido dorado hasta que vació casi la mitad de recipiente y se relamió la espuma que había quedado sobre su labio superior.


-¿Y tendría el amable caballero la bondad de presentarse a si mismo y a su compañero?. Dijo Akako, dedicándole una mirada pícara a Saeki. A pesar de vestirse como una mujer, Akako no se sentía atraido hacia los hombres, pero le fascinaba cuan delicadas y estilizadas eran las facciones de aquel shinigami, mucho mas atractivo sin duda que el excesivamente musculado capitán del cuarto escuadrón, aunque Aoki, debido a su picardía a la hora de comenzar una conversación con Akako, parecía sin duda tener mucha mas experiencia con las mujeres.

Saeki miraba a la joven, cuyo estómago parecía aguantar la cerveza como pocas damas lo podrían hacer. Incluso a Saeki le costaba beber cerveza de esa manera, él siempre hubiese preferido Sake u otra bebida antes que aquella bebida tan amarga. Pero los hombres estaban acostumbrados a aquel líquido dorado y no tenía más remedio, por su condición social, que el llenar su estómago de ello.

- Mi nombre es Asahina Saeki – dijo con los ojos cerrados, agachando la cabeza como un caballero – Mucho gusto en conocerla señorita. ¿Podría decirnos cómo se llama la joven para poder dirigirnos a usted? – como ya dije Saeki siempre tuvo buenos modales, aunque aún se sentía algo extraña por la presencia de aquella fémina. Sentía que su mejillas entraban en calor y si no paraba iba a sonrojarse.

¿Sonrojarse? Creo que jamás podría verse así, pero no podía contenerlo, el sudor frío le recorría el cuerpo, estaba nervioso. Mas bien intranquilo, ¿por qué se comportaba así? A él no le interesaban las mujeres, ni tampoco los hombres, él no estaba hecho para eso

Miró a Aoki, que esperaba que él mismo se presentase, si la baba no le legaba al suelo no tendría por qué preocuparse en presentárselo a aquella joven dama.

- ¿Quiere unirse a nosotros para comer? Acabamos de empezar así que podríamos esperarla – dijo mientras llamaba con la mano a la camarera para que le sirviesen algo de comida a la joven pelirroja.

Saeki se echó a un lado para que la muchacha se pusiese entre medio de s compañero y él, aunque sabía que a su lado… la pelirroja iba a peligrar en manos del capitán del cuarto escuadrón. No sabía de qué manera se podría ligar más si siendo un simple raso o un capitán. El caso es que él no lo iba a comprobar, no tenía tiempo para aquellas cosas. El aroma del cabello de la pelirroja inundaba sus pulmones a una fragancia suave y fresca. Cogió una silla cercana y la puso entre medio de los dos jóvenes shinigamis. Ofreciéndoselo a la señorita

- ¡Y yo Aoki! - Exclamó tras la presentación con un torrente de voz digno de su corpulencia. El apellido, no es que lo considerase innecesario, es que lo odiaba, principalmente por su significado.

Saeki se dirigía a la chica con un tono estresantemente formal. Por todos los nobles de la cámara de los 46! Estaban en un bar tomando una cerveza, ese tipo de formalidades se podían dejar a un lado... Desde luego las chichas no eran el punto fuerte de Saeki. Algún día le daría una buena lección. Pero en otra ocasión, que ahora tenía "asuntos pendientes".

Tamborileó en la barra con las palmas de sus enormes manos, llamando la atención de, al menos, sus acompañantes. - ¡Saeki-kun! ¡¿A qué viene tanta formalidad?! - exclamó con su característico -característicamente alto- tono de voz, acompañando la exclamación con un fuerte manotazo en la espalda. Muestra de compañerismo, por supuesto. - Trae tu cerveza hasta aquí, anda. - y luego se dirigió a la camarera. Bien pensado, aquella otra chica que servía las bebidas no estaba mal... Durante unos segundos, memorizó el bar en el que se encontraban. Ahora tenía otro asunto entre manos, y aquella camarera seguiría allí al día siguiente. - Ponle a la chica un ramen completo, corre de mi cuenta... -

- Nosotros somos antiguos compañeros de la segunda división, separados por los hilos del macabro destino... Yo ahora pertenezco al cuarto, aquí donde me ves, y él del décimo... ¿Y tu de donde vienes? - Esperaba que, sin haber dado su apellido, no le reconociera como capitán de su nueva sección... y aunque lo pensara, intentaría disipar esas sospechas.

Echó una ojeada rápida a su compañero, para ver qué tal había llevado su pequeña muestra de amistad -el manotazo en la espalda-, y para su sorpresa descubrió a su antiguo compañero sonrojado. ¿Le gustaba esa chica? Es la primera vez que le veía reaccionar así ante una mujer. Ni siquiera Yoruko, que revolucionaba a más de medio escuadrón, le afectaba... Si milagrosamente mostraba algún interés en la pelirroja, quizá se plantease avasallar a la camarera, y dejar a la guapa shinigami para su buen amigo... Solo quizás...

Aoki... Akako era incapaz de creerlo. Había escuchado muchos rumores sobre el capitán del cuarto escuadrón, entre ellos, su nombre y su enorme constitución física. No podía ser cierto... un capitán de la Sociedad de Almas estaba intentando flirtear con el... aunque claro, el grandullón ni siquiera se había dado cuenta de que el no era una chica. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Akako, cuya piel comenzó a estar cubierta de un sudor frío y pegajoso.

-S-son unos nombres precioso... -El shinigami sonrió tratando de mantener su compostura como pudo. -Mi nombre es Hasekura Akako, del sexto escuadrón. Justo después de dar sus datos, Akako tuvo que contener el impulso de llevarse la palma de la mano a la cara, ¿cómo podía a ver sido tan estúpido de haber dicho su nombre y escuadrón reales?.

Akako vació el resto de la amarga cerveza de un trago y dejó el vaso manchado de espuma sobre la barra y se sentó entre Aoki y Saeki, cuando Aoki pidió su comida por el, Akako le dijo a la camarera que no quería nada de comer. -No estoy hambrienta, gracias... aunque no puedo decir que no a otra jarra de cerveza.

"Algo me dice que voy a necesitarla..." Se lamentó interiormente. Después, todas sus sospechas quedaron confirmadas, ese tamaño, ese nombre... y además pertenecía al cuarto escuadrón. Por un momento pensó en como Aoki podría hundir su carrera si se enterara de que Akako era un hombre... o peor aún, lo que podría hacerle su capitana si se enterara de que había estado flirteando con un capitán mientras se hacía pasar por mujer. Con solo pensarlo, un escalofrío recorrió su espalda.

-Vaya, me sienta mal entrometerme en una reunión de antiguos compañeros... seguro que debeis pensar que soy un estorbo. Dijo Akako con una risa de inocencia fingida, tenía que pensar en alguna manera de salir de allí... quizas luego debería huir al Mundo Humano... o a Hueco Mundo, con tal de no ser encontrado por Aoki...

Saeki se sentía un poco incomodo con aquella situación, más bien era Akako, se estaba poniendo la chica nerviosa. No sabía que es lo que le había podido pasar, ver o escuchar para estar tan tensa.

- A esta ronda invito yo – dijo Saeki posando las monedas sobre la barra – Que sean tres grandes – dijo cuando terminó de beberse su cerveza de un buche.

Dejó la jarra sobre la mesa de un fuerte golpe mientras respiraba después de haber aguantado un poco la respiración de tanto beber.

- Jamás podría decir que una joven dama tan hermosa como usted se entromete en una reunión de viejos compañeros de escuadrón. Siempre es bien recibida la compañía de una mujer – pensó irónicamente – Y menos aún si se trata de otra compañera shinigami.

Miró de nuevo a su compañero, quizás parecía angustiada por él, al fin y al cabo era una persona que imponía respeto por su gran tamaño. Aunque bien visto si era del cuarto escuadrón ella no tendría por qué temerle y seguramente le conocería de oídas.

Saeki cogió las jarras de cerveza y las repartió a sus dos acompañantes, empezando por la dama y como último él. De nuevo bebió hasta la mitad de la jarra de cerveza y otro gemido de placer debido a la gula salió del fondo de su garganta mientras se limpiaba con la manga de su traje shinigami…al fin y al cabo era un hombre y debía comportarse como lo que era, y no como un joven con demasiadas formalidades, pero… es lo que siempre había aprendido, respetar a sus compañeros y sobretodo si le sobrepasan de rango.

- Y dígame Hasekura Akako… ¿Qué hace en un lugar cómo éste? No es de extrañar que una joven tan bella como usted sea objetivo de liantes y tipos que solo buscan problemas – hizo una pausa para darse cuenta del error qué había cometido – No….No me malinterprete no digo que parezca que busque problemas si no todo lo contrario…se ve una persona sin maldad pero…

Sus mejillas comenzaron a tornarse rojizas y no pudo evitar esquivar la mirada de aquellos preciosos ojos de aquella linda mujer y mirar fijamente a la cerveza para terminar con ella y volver a pedir otra más.

Cuando Akako rechazó el almuerzo al que el grandullón invitaba, éste se acercó al oído de la camarera. - Pues póngalo para mí... - y retirándose, le guiñó un ojo.

Saeki, su antiguo compañero, estaba cada vez más colorado. Ni con pintura quedaría un rojo tan intenso. Aoki cada vez estaba más seguro de que tendría que dejar pasar esta caza, pero hasta que hubiese alguna certeza de que esos dos tenían algo, no daría el paso atrás.

Luego oyó el nombre del escuadrón, y en la mente de Aoki, la posterior pregunta de Saeki estaba contestada. Con que tuviese un diez por ciento del caracter de su capitana, no habría quien se le acercara... Lo cual la hacía aún más atractiva a ojos de Aoki. El grandullón, a pesar de poseer un rango similar al de Kaori-taichô, le guardaba un fuerte respeto. Casi la idolatraba. La chica que tenía delante suya, Akako, debía ser de armas tomar... Le esperaba un duro futuro al pobre Asahina.

- Amigo mio... Si Akako es del sexto... Visto lo visto, tiene que ser una mujer de armas tomar... No sería la primera. - y dirigió la mirada a Akako, con una ceja enarcada - ¿O me equivoco? -

Aoki se quedó, simplemente, esperando la contestación de la joven shinigami.

Akako sacó el abanico de uno de los bolsillos interiores de su túnica y comenzó a abanicarse de forma elegante para disimular el exceso de sudoración producido por la mezcla de el calor que provenía de las cacerolas y el nerviosismo provocado por aquella situación tan... delicada.

El shingami escuchó atentamente a las palabras de Saeki y rio al darse cuenta de como el chico se trababa al decir aquella frase. Estaba nervioso, se le notaba a la legua, quizás si había caido bajo "sus encantos" podría usarlo de via de escape para evitar que Aoki acabara flirteando con el...

-Tranquilo, te entiendo. Akako extendió un poco su mano, llegando apenas a rozar las de Saeki, para luego llevársela al rostro para apartarse un mechón rebelde de cabello. -Y por favor, llamame Akako a secas...

El shinigami pasaba el dedo distraido por el contorno del vaso de cerveza, escuchando a Aoki hablar. Era cierto que su capitana tenía fama de ser una mujer... dura, y ciertamente imponía respeto en su escuadrón, no por nada la llamaban "la dama de hierro". De hecho, Akako no dudaba que decepcionar a Kaori fuera el tema de muchas de las pesadillas soñadas por los miembros del sexto escuadrón... el mismo había soñado cientos de veces con que una Kaori de hierro gigante le perseguía hasta los confines del universo.

-Aoki-san, creo que tienes una idea ruda sobre las mujeres del escuadrón. Akako le sonrió gentilmente al grandullón. -No somos mujeres de armas tomar... solo somos damas, y nos comportamos como tal, por supuesto. No había mentido del todo, las mujeres del escuadrón se comportaban como damas... algunas... además, el no era mujer.

Cuando Akako tocó las ásperas manos de Saeki intentó retirarlas con el mayor disimulo posible. Pues aunque fuesen manos muy finas y varoniles, no se sentía cómodo cuando alguien le tocaba, pues las hormonas si que le podrían delatar, y ese era el motivo por el que quería estar lejos de aquella mujer. ¿Desde cuando él sentía un ápice de sentimientos que no fuese por su hermano? Ni hombre ni mujer, esa era la regla.

- De Acuerdo Akako, ya que me permite llamarla por su nombre por favor, llameme Saeki – dijo con una leve sonrisa dibujada en su rostro.

Luego miró a su compañero Aoki, era extraño que no se hubiese atrevido ya con aquella mujer, aunque ahora lo entendía mejor… parece ser que había tenido un percance con más de una joven de ese escuadrón.

Akako no había respondido a la pregunta de Saeki, pero si no quería explicar el por qué estaba allí, en aquel sitio del Rukongai…es por que era algo importante, quizás una misión del sexto escuadrón. La miraba de reojo sin quedarse mucho tiempo observándola, era de mala educación quedarse embobado a una joven dama, aunque no podía decirse que su hermosura no hechizara a los hombres.

Miró de nuevo a Aoki, clavó sus ojos azules sobre él muy pensativo, siempre se había preguntado como reaccionaría él si supiese su secreto… pero jamás tendría por qué comprobarlo, jamás iba a salir a la luz.

La puerta se volvió a abrir, Saeki miró hacia ella. Habían entrado unos hombres mirando de un lado a otro. Se sentaron en la otra punta de la habitación mientras pedían sake a gritos. Si no armaban mucho escándalo podrían seguir pasando una tarde entretenida, aun así no quería problemas.

- ¿Os apetece ir a algún otro sitio?

Aoki enarcó una ceja al ver como, sutilmente, Akako rozaba la mano de Saeki... Era interesante como de repente surgía tanta atracción entre dos personas, y más aún, siendo una de ellas el inocentón Saeki... En todos los años que había compartido con aquél chico, jamás le había visto interesarte en nadie, ni lo más mínimo. Estaba encerrado en su hermano, y no se abría a nadie más. Hasta hoy. Esta oportunidad era única para ver como se desenvolvía el chico con aquel tipo de situación y de sensación.

Pareció ruborizarse al rozar sus manos, y retirarla, también con sutileza. Pero ese tipo de sutilezas no se le pasaban al ojo clínico de Aoki, experto en cortejeos y en rechazos... El rechazo de Saeki era meramente tímido, ya la otra se la veía interesada... Quizá fuera una forma conveniente de que Aoki no fuese a por ella. Chica lista...

Cuando entraron aquellos chicos, en principio no parecían traer malas intenciones, pero eran de los típicos que con dos copas de sake, la lían. Entonces, ante la opción de abandonar el local de Saeki, Aoki simplemente se levantó.

- Me parece una buena idea... Aquí puede liarse en poco tiempo... - Y se acercó bruscamente al oido de su compañero... - "Y no querrás que a tu florecilla le pase nada, ¿verdad?" -. Al retirar la cara esbozó una amplia sonrisa... Sabía que algo así le sonrojaría, pero ya que por esta vez le había quitado la presa, al menos se divertiría... Quedaba oír la palabra de la dama...